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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

>3< ACTUALIZACIÓN >3<

Capítulo 23


— Entrégame esa arma — le pidió kenma extendiendo la mano, aunque por su demandante tono de voz parecía más una orden, sus ojos fríos y duros se clavaron sobre él. Kei alzó la barbilla, sería una tontería dejarse intimidar. No lo haría y, por supuesto, tampoco atendería a sus demandas.  


— No — respondió. No era como que estuviera muy feliz de conservarla, sin embargo el tipo que lo había arrojado a esta situación también era uno de los hombres de Kuroo. Ya no podía confiar en nadie, no siquiera en el propio moreno — ¿Cómo sabías que estaría aquí? — exigió saber, uno de sus hombres ya había actuado por cuenta propia ¿Por qué no también él? No era difícil adivinar que Kenma lo odiaba y está era una oportunidad demasiado conveniente para él.


— Pusimos un rastreador en el regalo que te fue entregado...fueron órdenes del jefe — una voz se escuchó de entre la oscuridad y otra persona apareció detrás de kenma, era muy alto y delgado, cabello gris largo y extraños ojos de verdes de pupilas rasgadas que lo miraban con curiosidad. Sonreía. Cómo si este desagradable sitio fuera un patio cualquiera para dar un paseo.


Tsukishima frunció el ceño; esta debió haber sido la razón por la que no se Kuroo mostró tan renuente a que recibiera el obsequio sabiendo de manos de quién venía. Ese bastardo probablemente sabía que esto sucedería y no hizo nada para evitarlo. Lo estaba usando para dar con su madre, sin importarle que con ello pudiera poner en peligro la vida de su hijo. Realmente creía que no podría estar más decepcionado de Kuroo. No. En realidad ni siquiera lo estaba, se sentía como un idiota, estaba furioso, pero no con él si no consigo mismo por haberse permitido estúpidamente esperar algo de él.


Si antes estaba buscando desesperadamente razones para odiarlo aquí tenía una muy poderosa.


— Hey ¿Cómo lograste derribar a un tipo de ese tamaño? Eres un Omega, los Omega son débiles e indefensos...deberías estar llorando o algo así — apuntó el hombre de hebras grises mientras se acercaba al cuerpo sobre el suelo. Lo pateó, el frío verde zafiro de sus ojos mirándolo sin mucho interés — Lo mató, Kenma-san, de verdad lo mató él solo — exclamó, sorpresa en cada una de sus palabras, sus ojos clavándose sobre su persona con intensidad.


— Ya déjalo, Lev, no es la gran cosa — murmuró rondando los ojos, parecía que se necesitaría mucho más que eso para impresionarlo. Parecía más exasperado, aunque no tenía idea si su molestia se debía a Lev o a él, tal vez era un poco de ambos...definitivamente no estaba mirándolo como si estuviera feliz — Dudo mucho que sepas usar esa arma, entrégamela antes de que salgas lastimado.


— No — Tsukishima apuntó en su dirección, Kenma lo tomó como una amenaza e hizo exactamente lo mismo; el destello dorado en sus ojos entornados le indicaron que no dudaría. Kei tampoco lo haría y antes de que el menor pudiera reaccionar disparó derribando inmediatamente al hombre que se acercaba entre las sombras.


Kei observó el arma entre sus manos y sonrió. No estaba feliz de tenerla entre sus manos, pero quizá la necesitaría para protegerse, pensó mucho en ello, por esa razón había hecho práctica de tiro usando pistolas con balas de caucho junto con Hinata. La sensación en sus manos no era tan diferente, sus dedos todavía vibraban. Usar un arma real no parecía demasiado difícil, aunque estaba lejos de llamarse un experto.


En esta ocasión fue capaz de obtener una reacción de Kenma, la sorpresa rompió con su indiferencia habitual; Tsukishima le dio una sonrisa recibiendo un ligero bufido del menor y una mirada recelosa llena de cautela. Había un ligero sentimiento en su pecho, uno que se intensificó en cuánto Lev se acercó al cuerpo de aquel hombre y, como un curioso niño, lo examinó. Estaba un poco orgulloso.


— Le dio entre los ojos, que miedo...


— Ya deja eso, tenemos que irnos antes de que lleguen hasta aquí...es solo cuestión de tiempo — Kenma recompuso su semblante, el arma continuaba en su mano, sin embargo no parecía tener intenciones de usarla contra él. En realidad, no lo había notado antes, pero la ropa de ambos chicos estaba cubierta de polvo y gotas de sangre, su apariencia era menos pulcra que de costumbre. El tipo alto sangraba de uno de sus brazos — No vas a necesitar eso, vamos a protegerte...así que dámelo.


Parecía una locura, pero creía en sus palabras. Quizá solo estaba demasiado desesperado. No tenía demasiadas opciones, así que accedió a entregársela al tiempo que el más alto se aproximaba a ellos al tiempo que cargaba su arma. En ese momento se escucharon voces provenientes del piso de abajo, parecía que, como ellos, algunas personas habían conseguido librar el tiroteo y estaban subiendo. Kenma estaba en lo cierto; era solo cuestión de tiempo.


Escapar por abajo no era una opción e irse por donde su madre había escapado tampoco lo era, Kenma parecía haber llegado a la misma conclusión que él y chasqueó la lengua. Sin duda no estaban en una situación muy favorable, sin embargo había que actuar rápido. Entonces este lo guió hasta el último piso para ganar un poco de tiempo extra. Lev cuidaba su espalda. Corrieron hasta el final del pasillo, estaba exhausto y tembloroso, la ansiedad le hacía difícil respirar. Corría por su piel y apretaba su garganta con sus frías manos. No había sitio a donde correr solo una vieja y oxidada escalera de emergencias sobresaliendo por la ventana.


Esa podría ser su única oportunidad de escapar, pero era imposible.


— ¿Esa escalera es segura? — pregunto Tsukishima. Estaba tan oxidada que parecía que se desmoronaría con tan solo poner un pie ahí. Tenía que haber otra forma, había muchas puertas en ese pasillo, quizá todavía podrían ocultarse.


— Es más segura que ir por abajo, tenemos que salir...quedarnos sería un suicidio, será mejor que no pienses en hacerlo — respondió kenma tratando de abrir la ventana sin conseguirlo. Obviamente no iba a pedir su permiso siempre y cuando cumpliera a su propósito — Maldición — el óxido se había pegado al marco y hacía difícil moverla, el menor lo intentó una vez más pero volvió a fracasar. Parecía frustrado.


Kei se sintió demasiado ansioso, su corazón latía ya en su garganta, las voces parecían estar más cerca, otro tiroteo se suscitó bajo sus pies. Venían más y la ventana no se abría, estaban en una carrera contra el tiempo y para su desgracia la estaban perdiendo. El peligro estaba al asecho, le erizaba la piel, la fría oscuridad se cernía lentamente sobre ellos y lo poco que quedaba de su esperanza.


— Yo puedo abrirla — Lev se abrió paso lo que restaba del camino y tomó él lugar de Kenma frente a la ventana. Empujó hacia arriba. El marco comenzó a moverse muy lentamente, el óxido caía a sus pies como lluvia café a medida que esta subía. Los disparos cobraban más fuerza bajo sus pies. Casi podía percibir el aroma a pólvora y sangre en el aire. Crujió hasta que se abrió por completo, el más alto sonrió complacido y volteo hacia kenma probablemente esperando recibir un elogio, sin embargo solo consiguió un bufido de su parte.


El estruendo se hizo menos audible, sin embargo voces podían escucharse tan claramente que no cabía dudas de que estaban ya muy cerca y en cualquier momento estarían ahí. Kenma cruzó rápidamente por la ventana, comprobó su solidez y ayudó a Tsukishima a pasar por ella. No sabía si esa vieja escalera podría soportar el peso de los tres, pero no había otro lugar por el cual escapar. Esta era su única oportunidad de salir de ahí con vida. Solo esperaba que la estructura no se desplomara antes de que llegara a su destino.


Con una mano y dedos temblorosos, sujetó firmemente la baranda de la escalera, entonces, con ayuda Kenma, se balanceó para colocar su pie izquierdo sobre uno de los escalones, la escalera crujió, balanceándose suavemente y Tsukishima se detuvo. Era imposible, no podría bajar por esa cosa — Tienes que bajar tu primero, si la escalera cede al final al menos tú vas a poder escapar...avanza. 


O podría ceder antes de tiempo, nadie lo sabía, lo que no dudaba era que la caída sería terrible. Esta era una apuesta, una en la que no quería participar, pero en la que estaba obligado a apostarlo todo si quería salir con vida de ahí. No había otra opción más que la de correr el riesgo.


Alentado por las voces que se hacían cada vez más audibles y el horrible estruendo dentro y fuera del edificio, Tsukishima inició su lento y peligroso descenso, la estructura crujía insistentemente y algunos tornillos y oxido caían al suelo. A cada paso que daba sentía que la escalera cedería y él caería contra el concreto, pero no se detuvo. No podía hacerlo. Si permitía que el temor ganara lo perdería todo.


Cuando estuvo cerca de la mitad del camino escuchó a Kenma hablar, quería voltear, pero otro crujido lo obligó a apretarse a la oxidada baranda — Cierra la ventana antes de bajar, nos dará un poco de tiempo...mientras menos sepan de nuestro paradero mejor.


Kenma comenzó a bajar cuando Tsukishima ya se encontraba a unos escalones del suelo, la escalera seguía crujiendo, está vez con más violencia, los tornillos y tuercas seguían cayendo y por si fuera poco sus perseguidores ya los habían encontrado. Los disparos no se hicieron esperar, el sonido provocó un terrible nudo en su estómago. Una bala cruzó tan cerca de su oído que estuvo a punto de soltarse y caer. Estaba asustado.


Cuando estuvo en el suelo, Lev y kenma se apresuraron a bajar mientras disparaban a los hombres que les apuntaban desde la ventana, parecía que la escalera ya no soportaría más y antes de que el último tornillo cayera al suelo y esta se desmoronara, Kenma gritó — ¡Corre y sube al auto! — entonces ellos cayeron en un estruendo de balas y polvo.


Tsukishima no comprendió lo que decía hasta que segundos después dos autos llegaron derrapando los neumáticos. Todos los hombres que aún permanecían afuera y cuya atención había sido atraída hasta él dispararon y corrieron en su dirección. Kei estaba paralizado, aterrorizado de lo que pronto vendría. Pero no quería rendirse, estaba aterrado, probablemente era el fin, sin embargo corrió con todo lo que tenía. No tenía idea de cómo lo había conseguido. Su cuerpo se movió por sí solo. Entonces Kuroo salió de uno de ellos, sus hombres siguiendo detrás de él, y disparando hacia sus atacantes, lo llevó hasta el interior del vehículo. Este arrancó inmediatamente la puerta se cerró, una tormenta de balas y gritos cayendo despiadadamente sobre ellos.


Parecía mentira que hubiera salido de ahí.


— Kei...Kei...Kei...— él estaba tan cerca, sin embargo su voz no conseguía penetrar completamente a través del zumbido en sus oídos. Sujetaba su rostro, lo miraba con esos avellana temblorosos de preocupación, la expresión de su rostro era de ansiedad ¿Cómo se atrevía? No lo había olvidado ¿Cómo pudo haberlo hecho? Furia repentina explotó en su pecho — ¿Estas...? — no pudo terminar, Tsukishima lo calló con una fuerte bofetada que le dejó marcada la piel y la mano ardiendo. Estaba furioso, estaba aterrado. Quería llorar, pero no podía permitirse hacerlo...no frente a él.


— Tus sabias sobre esto ¿Verdad? Por eso no querías que volviéramos hoy — preguntó sin ocultar su furia, aunque todo ya estaba claro para él — ¡Me usaste! ¡A mí y a mi hijo! — apretó los párpados reteniendo las lágrimas de rabia que amenazaban con escapársele, temblaba, sus emociones era un caos. Angustia y furia ahogándolo, consumiéndolo hasta la locura.


— Sabia de los rumores, sí, pero yo jamás te habría arriesgado...— Tsukishima apretó los puños y le lanzó otra bofetada con más fuerza; no le importaba su propia vida, pero ese niño era lo único que le importaba en el mundo y ese bastardo estuvo dispuesto a arriesgarlo sin más ¡Que ingenuo! ¡Que estúpido! Este tipo era un monstruo peor al que se había enfrentado hace un segundo, le enfermaba tener que verlo — Kei, esta no fue mi idea — exclamó sosteniéndolo de ambas manos, impidiéndole moverse — Escúchame.


Tsukishima forcejeó contra él con todo lo que tenía, como un animal herido. No quería escucharlo, ya todo está a claro para él. Se agitó sobre el sofá. La furia y el dolor lo estaban ahogando, le apretaba la garganta y sus pulmones. El auto se movía bruscamente tratando de librar a sus perseguidores, el sonido de los disparos no se alejaba de ellos. Impactaba contra el metal, siseaba contra las ventanas. Pero eso parecía no importarles a ambos. Estaba librando una batalla propia.


— ¡No quiero escucharte! ¡Cállate! — gritó, sus ojos cubiertos de lágrimas, destilaban odió, ardían — ¡Eres un maldito bastardo! No hay profundidad a la que no estarías dispuesto a bajar para conseguir tus propios fines ¿Verdad? No te importa nada, ni siquiera tu hijo, no sé cómo pude pensar que te...— Kei tuvo que morderse los labios para evitar seguir hablando, una gruesa lágrima se deslizó, traicionera, por su mejilla. Jadeaba. Dejó de luchar. Estaba cansado de todo esto.


Kuroo lo miró con los ojos muy abiertos, el tiempo suspendiéndose momentáneamente un corto instante — ¿Qué me amabas? ¿Es eso? ¿Me amaste, Kei? — Tsukishima apartó la mirada. Quería gritarle a la cara que jamás lo había hecho, pero no sé atrevió. No podía siquiera mirarlo a los ojos, estaba tan decepcionado. Kuroo suspiró, sus fríos dedos se mantuvieron firmemente sobre sus muñecas — No planee esto, Kei, te envíe con tu hermano porque quería que tuvieras un poco de tranquilidad, no era mi intención que esto pasara, de haberlo sabido jamás te habría dejado solo...no sacrificaría la vida de mi hijo, lo juro.


La mirada de Kuroo le decía que no estaba mintiendo. Ya no sabía en qué creer, no sabía que sentir. No quería confiar tan fácilmente. No después de lo que acababa de ocurrir, tenía tantas dudas, deseaba hacerle una infinidad de preguntas. Deseaba llorar y golpearlo hasta que todo lo que estaba experimentando desapareciera. Sin embargo, sabía que ese no era el momento ni el lugar para hacerlo. Nunca obtuvo las respuestas que buscaba en el pasado ¿Por qué lo haría ahora que ya no eran nada? ¿Por qué debería pensar que le importaba?


El auto zigzagueó tras ser bruscamente embestido, Kuroo liberó sus muñecas y protegió su cuerpo con el suyo tras otro brusco movimiento que amenazó con elevar su cuerpo — Mantente abajo...todo terminará pronto.


Dos autos los flanqueaban y otro iba detrás. Estaban atrapados. Kuroo bajó la ventana, recuperó rápidamente su arma y comenzó a disparar contra sus perseguidores, consiguiendo dar sobre los cristales que se rompieron tras una serie de disparos. El copiloto realizó la misma acción que Kuroo, recibió un impacto en el hombro, sin embargo eso no lo detuvo. Tsukishima observó, sorprendido, como las balas impactaban incrustándose en el cristal y se hizo un ovillo en su sitio tratando de proteger al bebé con todo. Los estallidos de las armas no se detenían, empujes y movimientos bruscos agitaban el mundo a su alrededor.


Esto era una locura, el infierno y estaba aterrado de ser engullido por las llamas, de no poder salir con vida de ahí.


Entre maniobras y envestidas, el conductor giró bruscamente a la derecha evadiendo a los dos autos que los flanqueaban. Sintió un vacío en el estómago. Aceleraron con un rugido de motores destrozando un muro de contención, la velocidad aumentó más. Uno de los cristales delanteros exploto en una lluvia de cristales. La respiración de Kei se volvió acelerada, sin embargo el oxígeno no llegaba a sus pulmones, todo daba vueltas a su alrededor. El terror que sintió al estar dentro de él edificio parecía nada comparado con esto. Su corazón latía tan fuerte que estaba a punto de detenerse. Kuroo se apartó de la ventana y lo tomó entre sus brazos tratando de protegerlo, lo notó mover los labios como si estuviera hablando, sin embargo ninguna palabra alcanzó a sus oídos.


Y solo pudo aferrarse a él...sentía que si no lo hacía perdería la cabeza.


Las balas seguían lloviendo sobre ellos, parecía que nunca terminaría. Era como si hubiera pasado una eternidad y un solo maldito segundo a la vez. Quería que terminara, pero parecía que nunca lo haría. Dieron una vuelta en sentido contrario, los autos se abalanzaban uno tras otro contra ellos en una transitada carretera, sin embargo sus perseguidores no desistían y continuaron con la persecución como bestias hambrientas de sangre y muerte.


Tsukishima creyó estar alucinando cuando vio a lo lejos el gran edificio departamental de Kuroo, parecía demasiado bueno como para ser verdad. No podía creerlo. Todo se veía borroso ahora, parecía tan irreal; oleadas de horror contrastando con latigazos fugaces de una aterradora histeria.


Continuaron avanzando atropellando todo a su paso. Otro cristal estalló. Kuroo lo protegió con su cuerpo. Cerca del estacionamiento el conductor pisó el freno bruscamente y le dio un giro al volante provocando que el auto ingresara girando como si de un trompo se tratara; el motor hizo un ruido extraño, algo similar a un grito trémulo, una pantalla de humo negro salió de la parte delantera y los envolvió. El aroma le revolvió las entrañas.


Entonces todo fue oscuridad. Sus propios jadeos, los latidos de su corazón y una calma teñida de confusión.


Aturdido, sintió que alguien le toma del brazo, pegó un respingo en su propio sitio. Forcejeó desesperadamente hasta qué notó que era Kuroo quien lo sujetaba — Está todo bien — susurró él tomando su rostro entre sus manos; el miedo en sus ojos removió algo en él — Estás a salvo — no se relajó de inmediato, no podía creer esas palabas, sin embargo se permitió ser ayudado a salir del auto.


El mundo seguía girando a su alrededor mientras observaba cómo tres autos salían disparados entre gritos de neumáticos y como gran puerta metálica descendía bloqueando la única entrada, dejándolos aislados del exterior. La observó con mirada ausente. Sus oídos aún zumbaban, su cuerpo temblaba y su corazón palpitaba acelerado, pero no estaba asustado. No comprendía totalmente lo que estaba experimentando, todo se movía de forma extraña.


Kuroo gritaba sus órdenes a la docena de hombres que habían bajado del elevador. Había un corte a la altura de su pómulo. Más se movían por todo el lugar. Estaban armados y Kei se abrazó a sí mismo. Este no era el sitio en el que quería estar, está no era la vida que quería para su hijo. No lo permitiría jamás. Un fuerte quejido le hizo voltear y toda su atención se centró sobre el desalineado y golpeado hombre de rodillas en el suelo. Era el mismo que lo había llevado hasta ese lugar, aunque con el rostro en ese estado era un poco difícil reconocerlo, no podría olvidarlo jamás.


— Señor ¿Que deberíamos hacer con él? — preguntó un tipo con un peinado mohicano, era una de las personas que habitualmente lo vigilaban.


Kuroo dio una fría mirada al hombre en el suelo; no había nada ahí, ni decepción ni ira. Para él moreno, el ser humano que tenía frente a sus ojos, no era más que un trozo de basura que no merecía permanecer en su presencia — Definitivamente eres demasiado amable e ingenuo para este trabajo, Kai...te lo dije; la muerte es lo único que espera a los estúpidos y...aquí estás.


— Y tú eres demasiado cruel — murmuró con dificultad, su voz entrecortada y dificultosa, un silbante sonido provenía de su nariz rota; aún brotaba sangre de ella. No fue una visión agradable.


— Es necesario ser cruel para sobrevivir en un mundo como este, creí habértelo dicho antes — dijo Kuroo. Esa voz no pertenecía al hombre que Kei conocía. Este era frío y sin emociones, su rostro lleno de una inexpresiva crueldad que le erizó la piel — Eres muy ingenuo, no debiste confiar en ella...tal vez ya lo sepas, pero ese error va a costarte todo.


— ¿Que vas a hacer con el niño?


— ¡Oh! No lo sé...estuvo un tiempo considerable de ese lado, quizá deberíamos hacer algunas preguntas...podría o no saber algo que nos interese ¿Tu qué crees? ¿Debería? Recuerda que mi humor es cambiante — en su rostro se dibujó una media sonrisa que encarnaba todo lo cruel del mundo; fue aterrador notar una única violenta emoción en ese rostro. Él estaba disfrutando de esto. Era tan aterrador que ni siquiera se atrevía a moverse, sin embargo también se sentía a salvo — No debiste traicionarme, supongo ahora tendrás que pasar lo que te reste sin saberlo.


— ¿Vas a matarme? — preguntó. No parecía asustado, era como si ya hubiera aceptado su destino, Kei supuso que cualquiera que conociera al verdadero Kuroo debía ser realmente estúpido si se atrevía a pensar que recibiría una sola pizca de compasión de él. Sin duda ese hombre, Kai, sabía que no sucedería jamás.


— Ya deberías saber cómo funciona esto...has estado de este lado antes — Kuroo le propinó una patada en el abdomen, el hombre cayó hacía atrás como si fuera un trapo viejo. Estaba sufriendo, jadeaba — Estoy muy molesto ahora y ya sabes lo que pasa cuando no estoy de humor, así que es probable que sea mucho peor...— dijo — Llévenlo al sótano...dile a Fukunaga que le haga compañía, me encargaré de él después — el tipo del mohicano asintió y sin consideración llevó a rastras a Kai; ni siquiera le permitió levantarse apropiadamente o se preocupó por su pierna aparentemente rota...al igual que Kuroo ese otro hombre no sentía compasión ni pena.


Era una visión desagradable, no le gustaba, sin embargo no existían más sentimientos que ese para él y eso no cambió ni siquiera cuando Kai volteó a verlo y le dedicó una lastimosa mirada de disculpa. Esta situación era culpa suya, él lo había llevado hasta ahí sin preocuparse por el niño en su vientre; no podía perdonarlo sin importar que.


— ¿Estas bien? ¿Kei? ¿Te lastimaste en alguna parte? — Preguntó Kuroo, estaba preocupado. Era como si la escena que acababa de presenciar hace sólo un minuto hubiera sido una ilusión — Hay un médico entre nosotros, te revisará de inmediato.


Tsukishima lo miró en silencio, percatándose de lo poco que en realidad conocía a Kuroo. El rostro lleno de preocupación que está viendo ahora, no se parecía al rostro sin emociones que vio hace unos segundos o al rostro de dolor y desprecio que vio en el hospital. Había tanto de él que no había visto ¿Cuál era el verdadero Kuroo? ¿Por qué quería tanto conocer la respuesta? No tenía sentido.


— Está mal — se dijo en un susurro apenas audible. Había algo que deseaba. Su mente le gritaba que lo que estaba a punto de hacer estaba mal, lo sabía bastante bien, pero, como siempre, su cuerpo no obedecía sus demandas y terminó cediendo ante sus propios estúpidos impulsos. Elevó la mano hacia el rostro contrario, pero, afortunadamente, antes de que pudiera alcanzar su objetivo la voz de Kuroo lo trajo de vuelta a la realidad.


Fue alivio y dolor.


— ¿Kei? ¿No te sientes bien? — su rostro estaba tan cerca que podía sentir su aliento, la mano que hasta ahora había notado estaba acunando su rostro fue abruptamente apartada. Su aroma, aunque corrupto por el olor de la pólvora y sangre seguía siendo tan suyo. Tiró de él — Vamos arriba, ahí podrás descansar...ha sido un día largo para todos.


— ¿Quién era el niño del que estaba hablando? — se dejó guiar por él, sus hombres seguían deambulando por la zona, sujetaban grandes armas entre sus manos. Cuatro de ellos estaban firmemente parados frente al elevador. No sabía si sentirse seguro o preocupado por ello — Ese hombre, Kai ¿También lo estabas usando? ¿Sabías que esto pasaría?


— Ese niño es su hijo — dijo y continuó hablando hasta que las puertas del elevador se cerraron — Hace algunos años, nos dejó para casarse...era blando, sabía que tarde o temprano ocurriría, pero tiempo después volvió y permití que se reincorporara a nosotros.


Quería preguntar si le haría daño a ese niño, pero no sé atrevió — ¿Eso no te pareció extraño?


Kuroo sonrió — No soy idiota, Kei. Lo investigué, su esposa enfermó justo después de dar a luz, necesitaba dinero para los gastos del hospital y yo le pagó muy bien a mis hombres — venían su alma al diablo por una buena suma de dinero ¿Verdad? Aunque muchos parecían disfrutar de ese trabajo — Estuvimos siguiéndolo durante un tiempo hasta que su pequeño hijo desapareció, esperaba que me hablara sobre ello...crecimos juntos en un orfanato, pero se mantuvo en silencio. No le perdimos la vista de encima desde entonces, todo parecía marchar normalmente, era como si no le importara en absoluto que el niño hubiese desaparecido hasta que hace unos días su comportamiento comenzó a cambiar. Supe que algo andaba mal cuando nos enteramos de esos nuevos rumores sobre ti y él insistió en venir. Íbamos a enfrentarlo hoy, pero nos tendieron una emboscada, hubo un tiroteo y él escapó. Esperaba que los hombres de Ushijima lo detuvieran, pero al parecer no se esforzaron demasiado y le permitieron pasar — lo miró — Fue él quien le permitió llegar hasta ti.


Kei chasqueó la lengua ¿Este tipo realmente creía que simplemente asentiría y aceptaría su justificación de mierda? Solo estaba tratando de lavarse las manos — No trates de evadir la culpa, Kuroo, sabías que esto iba a pasar y no te importó arriesgar nuestra vida — exclamó Tsukishima furioso. No podía sacarse de la mente lo que pudo haber ocurrido si su madre lograba su cometido, no podía evitar pensar que Kuroo podría haberlo evitado. No perdonaría esto, no lo haría jamás.


Apretó la mandíbula y las manos. Kei no lo estaba escuchando, era frustrante, le desesperaba ¿Por qué tenía que ser siempre así? Le había explicado cómo sucedió todo y aun así se empeñaba en culparlo, nada de esto habría pasado si el bastardo de Ushijima uniera hecho su trabajo apropiadamente — No estoy evadiendo nada, yo no quería que esto pasara ¿De verdad crees que sería capaz de arriesgar así la vida de nuestro hijo y la tuya?


— Kuroo, a ti no te importa lo que me pase, estoy seguro de que si no estuviera esperando a tu hijo ahora mismo yo ya estaría muerto — escupió Tsukishima. Esa era la única verdad aquí, una que el silencio de Kuroo le acababa de confirmar...una que ingenuamente esperó él desmintiera.


Las puertas del elevador se abrieron y Tsukishima se dirigió al departamento sin esperar a Kuroo, no quería seguir viendo su rostro. No soportaba más su presencia. Estaba demasiado alterado y ansioso, harto de todo. Del miedo y de sí mismo. Quería tanto gritar. Necesitaba entrar y aislarse de todos un momento. Sin embargo la puerta estaba cerrada y en su frustración la golpeó con todas sus fuerzas, desquitando un poco su enojo. Pero no era suficiente, estaba enloquecido, se sofocaba. Sus emociones se desbordaban sin control.


— Detente, vas a lastimarte — Kuroo se acercó a él, a grandes pero lentas zancada, tocó su hombro, lo apartó para evitar que siguiera haciéndose daño y abrió la puerta con ayuda de una tarjeta y un código numérico.


Kei lo miró por un segundo, jadeaba intensamente; estaba herido, sus ojos temblaban y una amarga sonrisa se formó en su pálido rostro — Como si eso te importara — entró al departamento, su mano sujetando su vientre; ese bebé era lo único que daba estabilidad al caos que era su vida, lo único que lo salvaba de la locura y desesperación.


— Kei...— Kuroo se apresuró a entrar detrás de él dispuesto a explicarle las cosas, ni siquiera tenía por qué hacerlo ¿Que importaba lo que creyera? Solo tenía que seguir sus órdenes y mantenerse callado y sumiso como debería ser. Le están dando demasiado poder. Estaba bailando sobre la palma de su mano nuevamente, ese amor que se negaba a morir se clavaba cada vez más y más profundo en su pecho ¿Por qué demonios no podía pasar la maldita página? — No te quiero muerto.


— ¡¿No?! — exclamó incrédulo, una risa ácida se deslizó de sus temblorosos labios — Recuerdo haberte escuchado decir lo contrario hace tiempo.


Kuroo estaba llegando a su límite, a la mierda con la amabilidad...a la mierda con todo.


— ¡Ya deja de actuar como si fueras una víctima inocente, Kei! ¡¿Quieres hablar de esa ocasión?! ¡¿Quieres?!


— ¡Ya deja de llamarme por mi nombre! Vete de aquí, no quiero verte, no quiero escucharte ¡Desaparece de una maldita vez! — exclamó golpeando el pecho del moreno con los puños. Basta, ya era suficiente, no podía soportarlo más. Nadie le dijo que amar a una persona dolería tanto, nadie le dijo que un amor perdido podía sentirse como morir lentamente en vida. Era un tormento. Jamás debió creer en él. Jamás debió entregarle todo...quizá de esa forma esta angustia no sería tan insoportable — ¡¿Por qué no me dejas en paz?! ¡Basta!


Bailaba sobre el límite de la locura, no había defensa que lo salvara.


— ¡Porque te amo! ¡Maldita sea, te amo! — gritó Kuroo — ¡¿Crees que no lo intento?! ¡Quiero odiarte! Quiero convertir este maldito amor en odio, pero parece que es imposible, cada vez que lo intento solo termino añorándote más...la distancia me enloquece, tu desplantes solo me hacen desearte más — confesó, ese deseo se estaba volviendo una obsesión, una fiebre, lo deseaba con un ardor que estaba volviéndolo loco — Me haces dudar de todo ¿Qué fue lo que hiciste conmigo? ¿Qué demonios me hiciste?


El silencio se cernió sobre ellos, sus ojos parecían hablar a gritos. Kei tenía la respiración contenida y le resultaba físicamente imposible llevar más aire a sus pulmones. También deseaba hacerle las mismas preguntas, también deseaba deshacerse de ese amor que solo lo hería. Cada latido de su corazón dolía, cada segundo que permanecía cerca de él era sofocante, era perturbador lo bien que su alma se sentía con tan solo percibir su presencia, la tranquilizante que resultaba saber que estaba ahí; como si hubiese encontrado su lugar. Dolía, dolía mucho y las lágrimas quemaban como acido en las comisuras de sus ojos.


No podía contenerlas más.


Un escalofrío le recorrió la espalda cuando Kuroo lo envolvió entre sus brazos, su cuerpo tembló. Quería aferrarse a él, no quería que lo soltara jamás...lo necesitaba, lo había necesitado desde el instante en el que se separaron por primera vez.


— Vete, Kuroo, déjame solo — susurró Tsukishima con un hilo de voz. La energía había abandonado su cuerpo, sin embargo podía sentirse nuevamente vivo entre sus brazos — Te estoy diciendo que te vayas, no te quiero aquí...hazlo por el bebé — apoyó las manos contra el pecho de Kuroo tratando inútilmente de empujarlo. Su cuerpo pesaba sobre el suyo, quería quitárselo de encima. Empujó más fuerte. Entonces lo notó. Una cálida humedad empapando su ropa, tiñendo sus palmas de un intenso rojo carmín. Fue en ese momento cuando fue completamente consiente del característico olor metálico de la sangre emanando de él. De lo intenso que  era y de lo que este anunciaba — ¿Cuándo...cuándo te dispararon?


Su rostro estaba pálido, quitó los botones de su chaqueta y notó a su ropa empapada de sangre. Era eso ¿Verdad? La razón por la que percibió sus manos más frías de lo normal hace un momento. Él temblaba, jadeaba suavemente ¿Porque no lo había notado antes? ¿Cuándo pasó? La angustia cayó sobre su corazón — ¿Qué? ¿Estás preocupado por mí? — Kuroo se dejó caer sobre el sofá, Kei se apresuró a ayudarle sin pensarlo, su piel se sentía más fría.


— Por supuesto que no — respondió de inmediato, trató de que su voz no temblara, de mantenerse sereno mientras pasaba una mano por su cabello y descubría como sus dedos temblaban — Pero tampoco puedo dejarte así, no sé qué va a pasar conmigo si mueres ahora...no soy idiota y tengo que pensar en mí y en mi hijo antes que cualquier otra cosa — Kuroo sonrió — ¿A quién se supone que debo llamar? Dame un nombre.


— Es solo un rasguño — murmuró. Tsukishima negó con la cabeza, si pudiera golpearlo lo haría, los rasguños no sangraban así. Tenía tantos deseos de gritarle que era un completo idiota ¿Cómo se atrevía a hacer que se preocupara? No tenía derecho, una chispa de indignación se encendió en su pecho a medida que avanzaba a la puerta, este luchaba y perdía la batalla contra su creciente angustia.


— Voy a llamar a alguien.


— Kei — le llamó Kuroo, este se detuvo frente a la puerta, pero no volteó. No sé sentía con la voluntad suficiente como para mirarlo a los ojos y mostrar indiferencia, él lo notaría — ¿Fue cierto lo que dijiste hace un rato? ¿Me amabas?


— No, jamás te amé.


— De acuerdo, ahora mírame a los ojos y repítelo.


No podía, quería dar la vuelta y terminar de una vez por todas con esa tontería. Pero, para este momento, en este instante, la verdad debía estar escrita en ellos y no podía permitirse perder. Así que solo se mantuvo estático frente a la puerta, apretándose las manos que no paraban de temblar.


— No tengo tiempo para esto, ha sido un día horrible y no me siento bien — dejó caer las manos a los costados, deseó poder decirle que no, como había hecho antes, deseó poder tener la fuerza suficiente como para poder mentirle a él y a sí mismo. Pero después de su confesión de hace un momento sus sentimientos bullían — Voy a buscar a alguien ahora.


Tras salir apoyó la espalda contra la puerta y respiró hondo. Esto tenía que terminarse. Kuroo no le afectaría más, sus palabras no cambiarían nada, no iba a flaquear ahora. Sin importar cuanto su corazón latiera en regocijo por sus palabras. Era una mentira, no sabía lo que el moreno trataba de hacer o qué era lo que quería conseguir, pero estaba seguro de que mentía. Se cubrió la cara con las manos y se apretó las sienes, pensar en ello solo aumentaba el tormento. Giró hacia el pasillo, para su alivio, había dos hombres a unos metros de la puerta.


— Kuroo necesita su ayuda, vayan a verlo — los dos hombres se miraron ¿Qué demonios pasaba con ellos? Esta no era una situación para quedarse ahí parados como idiotas — ¡Ahora! — gritó frustrado, los hombres dieron un salto en su sitio y obedecieron su orden.


Kei no entró, permaneció en el pasillo y volvió a apoyar la espalda contra la pared, sentía una mezcla de emociones confusas en el pecho; todas ellas luchando por tomar el control de él. Necesitaba calmarse pero ¿Cómo hacerlo en una situación cómo está? Estaba demasiado molestó con Kuroo y con sigo mismo ¿Cómo era posible que después de todo lo que había pasado entre ellos siguiera preocupándose por él? No quería admitirlo, pero era demasiado claro y real ahora; estaba asustado...no quería que muriera.


La puerta del elevador se abrió y de ella salió un hombre mayor cargando un botiquín, el hombre ingresó casi corriendo al departamento, ni siquiera le dedicó una mirada. Otro hombre seguía detrás de él, tanto o más presuroso que él médico. Parecía muy preocupado.


Observó sus manos cubiertas de sangre aún fresca, las frotó sobre sus piernas, sus dedos no dejaban de temblar. Su cuerpo estaba helado y las imágenes de lo que había vivido, ese infierno, volvieron a su mente. Difícilmente podría olvidarlo. Volvió al departamento, necesitaba limpiarse, darse un baño. Encontrar un momento de estabilidad dentro de él caos que se estaba suscitando en su interior.


Kuroo se encontraba aún en la sala, desnudo de la cintura para arriba, el hombre del maletín limpiaba cuidadosamente una herida sobre hombro, mientras que los otros dos hombres sostenían gasas y algodones, y el otro custodiaba la puerta. No parecía que quisieran moverse de ahí. Esa herida no se veía muy bien, había otra sobre la zona de sus costillas también ¿Él iba a estar bien? Contuvo el aliento cuando él levantó la mirada y encontró la suya, se miraron en silencio por largo tiempo hasta que el moreno apartó la mirada y Kei se sintió aliviado y solo al mismo tiempo.


No dijo nada y a grandes zancadas se dirigió a la habitación. Nada había cambiado desde la última vez que estuvo ahí...estaba tan llena de recuerdos. Se despojó de su ropa arrojándola al suelo, el calor abandonándolo lentamente, acariciaba lentamente su piel. Enjuagó su cuerpo y los restos de sangre de sus dedos y uñas, y dio un suspiro de alivio cuando su cuerpo se sumergió en la tina. El agua tenía la temperatura perfecta. Tomó una esponja y la exprimió sobre su cabeza, su cuello y hombros, lavó cada rincón de su cuerpo, aspiró el aroma de las relajantes sales de baño y se hundió más profundamente en la amplia tina. Permitiendo que el agua lo envolviera con su agradable tibieza. Gracias a eso Tsukishima casi logró olvidar lo recientemente ocurrido.


Miró hacia la puerta y por un instante el sonido del grifo goteando momentáneamente lo llenó todo, hasta sus pensamientos. Pero ese cosquilleo sobre su piel seguía ahí, igual que el ansia por volver a la sala y comprobar a Kuroo.


Pasó una mano por su vientre, frotó suavemente y presionó con los dedos con delicadeza tratando de calmar a su inquieto bebé. No había dejado de moverse desde que iniciaron la persecución del auto, lo sentía un poco distinto. Generalmente era tranquilo, pero, esto podía ser una locura, pasaba mucho tiempo solo, a veces creía poder percibir sus emociones y lo que percibió esta noche no era miedo.


No quería que él se transformara en alguien tan frío y cruel como su padre, no lo permitiría.


Cuando al fin hubo terminado su baño tomó algunas prendas del armario; eligió algo cálido y cómodo, calzó unas suaves pantuflas y salió a la sala de estar. Kuroo seguía ahí, estaba vez solo. No supo cómo sentirse en ese momento, él parecía recuperado, sin embargo su piel se mostraba pálida y sus ojos cansados. No volteó a verlo. El moreno tomó el arma que descansaba sobre la mesa, la examinó unos instantes y la colocó dentro de la funda sobre su cintura


— ¿A dónde vas? — preguntó Tsukishima ¿Qué era lo que esta persona pretendía hacer en su estado? ¿Estaba loco? No podía salir así, pero a juzgar por cómo estaba preparándose, estaba dispuesto a hacerlo — ¿Que va a pasar ahora? ¿Solo vas a irte y dejarme aquí solo? — Kuroo no respondió, ni siquiera volteó a verlo y se dirigió a la puerta; el rubio caminó detrás de él, nuevamente ansioso. Estaba seguro de que él había perdido mucha sangre, necesitaba descansar. Sería malo si la herida se infectaba — No puedes irte así — sujetó su brazo, el calor aún no había vuelto a su cuerpo.


— Tranquilo, ellos no van a entrar a este edificio y en el poco probable caso de que lo hagan, hay un helicóptero en el techo listo para llevarte devuelta...lo tengo todo cubierto.


Iba a abrir la boca para decirle que no se refería a eso, que le preocupaba que se fuera en el estado en el que se encontraba, que necesitaba descansar, pero decidió callar. Era lo mejor ¿Verdad? No quería tenerlo cerca. Lo estaba confundiendo y atormentando. Pero a medida que Kuroo se alejaba se le formaba un nudo en el estómago y se preguntó por qué no podía odiarlo. Le guardaba rencor por todo lo que había hecho, por no ser capaz de confiar en él ni creer en su amor. Estaba herido, pero no lo odiaba.


A veces extrañaba el tiempo en el que no sabía lo que era amar, a veces deseaba jamás haber conocido ese sentimiento tan doloroso, sin embargo el vacío que esa idea generaba en su pecho era más insoportable y frío que cualquier cosa...incluso más qué la perdida de esa dulce calor — También quiero odiarte — murmuró arrepintiéndose de inmediato de sus palabras cuando Kuroo volteó a verlo, sus ojos se buscaron y encontraron de inmediato.


— Si no me odias entonces ¿Qué? — dio un paso en su dirección, Kei trató de retroceder, pero no pudo hacerlo. Fue atrapado por la prisión de esos afilados ojos avellana, por esos viejos sentimientos a los que caprichosamente no quería poner fin — Kei, necesito que respondas esto ¿Me amaste?


— Ya te di mi respuesta, no quiero discutir más esto...si vas a irte entonces hazlo de una vez — Kuroo no parecía satisfecho con esa respuesta y dio otro paso hacia él, no se detenía. Kei encontró la fuerza para hacer lo mismo, se tambaleó hacia atrás hasta que sus piernas chocaron contra el borde del sofá. No podía apartar la mirada, no podía escapar. Él iba a descubrirlo. No quería que lo hiciera.


Parecía otra persona, sus ojos lo miraban oscurecidos, llenos de emociones que cambiaban tan rápido que era difícil determinar cuál lo dominaba. Ardientes e intensos, estremecieron su cuerpo hasta la parte más profunda de su interior. No podía moverse. Tenía la respiración contenida. Él lo tenía y Kei supo que no tenía escapatoria cuando Kuroo tomó su brazo ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Atacarlo? ¿Obligarlo a confesar? Quería apartarse, pero no podía, sus sentidos fueron nublados por su irresistible aroma masculino; ese que su cuerpo aún recordaba con intensidad...ese que aún no dejaba de añorar.


Fácilmente podría perderse en él, pero no podía hacerlo y mientras Tsukishima peleaba por recuperar el control de sí mismo, Kuroo lo haló hacia él tomándolo de la cintura con la otra mano, envolviéndole con el calor de su cuerpo. Haciéndole caer irremediablemente por él. Lo había necesitado tanto desde que se supo embarazado, lo necesitó tanto que ahora simplemente no era capaz de frenarse a sí mismo. Sus manos lo buscaron lentamente, sus ojos volvieron a chocar, sus labios se sintieron resecos y cuando creyó que todo estaba perdido; la puerta se abrió y el moreno se apartó.


Kei jamás había estado tan feliz de ver a Kenma en su vida, pero tampoco recordaba haber sentido tanto frío como cuando perdió su calor. Sin embargo había sido lo correcto. El menor se acercó rápidamente hacia el moreno y lo tomó de los hombros, el temor en sus ojos le indicaba que ya había sido informado sobre su actual condición — Kuroo, no tenías que ir...te dije que nos encargaríamos de todo — Kenma tampoco estaba en un mejor estado, tenía raspones por todo su rostro y cuello, una de las mangas de su camisa había sido arrancada y licia un horrible corte que, si bien había recibido tratamiento improvisado, aún sangraba.


Sin embargo no había dudado en correr hasta aquí para verlo.


— Tenía que ir también.


Lo que dijo kenma al principio lo descolocó un poco, sin embargo no se quedó para aclarar nada y volvió rápidamente al dormitorio. Esas palabras seguían resonando en su mente, no podía dejar de pensarlas ¿Kuroo fue a buscarlo estando herido? ¿Arriesgó su vida para buscarlo? ¿Era eso cierto? Lo había visto, no era una mentira.


Repentinamente se sintió ser víctima de un mareo, sus piernas lo llevaron, tambaleantes, a la cama. Se recostó. Las sabanas conservaban la esencia de Kuroo, el aroma de su colonia, el de su cabello y su piel, y aunque no lo deseara volvió a sentirse en calma. Ya no quería pensar más, solo quería dormir. El día había resultado ser demasiado largo y el cansancio en su cuerpo era tal que a duras penas podía mantener los párpados abiertos. El peso de todo lo que había ocurrido cayó sobre él y no tardó mucho tiempo antes de quedar profundamente dormido.


Despertó cerca de las cuatro de la mañana, su estómago rugía como si no hubiese comido nada en semanas. El bebé pedía con insistencia por algo picante y dulce a la vez. A tientas, buscó sus anteojos y salió de la habitación no sin antes calzar unas tibias pantufla. La puerta rechinó casi imperceptiblemente, el silencio reinaba en el departamento, oscuridad cubría el pasillo, parecía como si estuvieran en medio del desierto.


Parecía como si el infierno que vivió horas atrás hubiera sido solo un mal sueño.


Fue a la cocina y se preparó un emparedado con un poco de todo lo que encontró apetitoso en la nevera, esta estaba repleta de comida, se sirvió un vaso de leche y comió en silencio hasta que su estómago dejó de rugir. Sin embargo el bebé aún no estaba del todo satisfecho. Él siempre lo hacía comer un poco más de la cuenta. Rellenó el vaso con un poco más de leche y se dispuso a volver a su habitación. Sin embargo tuvo que detenerse cuando se percató de que una oscura figura lo miraba desde el sofá.


— Esto es tú culpa — murmuró Kenma, levantándose. Tsukishima alzó una ceja sin comprender a que se refería — Él está así por ti — hubo un corto silencio después de eso, Kei alzó la barbilla con orgullo y Kenma entornó los ojos con desprecio — El solo salió corriendo a buscarte cuando nos informaron que estabas en peligro, olvidó por completo su propia seguridad para ir por ti...ni siquiera le importó que le hubieran disparado, no se detuvo.


Su voz, aunque suave, estaba llena de reproche, encerraban profundos sentimientos, era como si no pudiera ver más allá de lo que sentía por Kuroo.


— Yo no fui quién le disparó — respondió Tsukishima. Este chico parecía esperar lo mismo que todos los que lo rodeaban; que bajara la cabeza. No iba a suceder, de ninguna manera iba a dejarse intimidar. Su orgullo era lo único que le quedaba — Si no quieres que algo como esto vuelva a pasar, entonces dile que se aleje y me deje tranquilo, todo lo que ha pasado hasta ahora ha sido su culpa — apuntó. Vivía una vida tranquila, su propia vida, hasta que Kuroo decidió transformarlo en su maldito capricho.


¿Creían que quería esto? ¡Por supuesto que no! Todo era un desastre y estaba harto de tener miedo.


— ¡Lo estás destrozando! — exclamó Kenma. Tsukishima lo miró con incredulidad, sus dedos tensos sobre su vaso de leche ¿Qué demonios era esto? Kei no se consideraba una víctima aquí, decidió quedarse y se equivocó, pero creer que Kuroo era alguien inocente en todo esto era ridículo — Lo estás acabando lentamente, tienes tanto poder sobre él que es aterrador...no va a olvidarte, no va a superarte y lo sabes tanto como yo o como él aunque se niegue a creerlo...mientras estés cerca Kuroo va a seguir cayendo lentamente hasta que esa obsesión lo destruya...por eso tienes que desaparecer, tienes que irte.


— No van a quitarme a mi hijo.


— Puedes llevarlo contigo, no importa — respondió Kenma en un susurro, lo notó mirar fugazmente hacia el pasillo ¿De qué demonios estaba hablando? — Yo...puedo sacarte de aquí.


Tsukishima entrecerró los ojos ¿Había escuchado bien? ¿Él realmente creía que caería? Esto tenía que ser alguna clase de truco. Kenma lo odiaba, lo odió desde el principio y nunca se molestó en ocultarlo. Y ahora venía y decía querer ayudarlo a escapar, tenía que estar tramando algo más pero ¿Qué? ¿Matarlo junto al bebé mientras huía? No sería difícil para él hacerlo ver cómo un accidente en medio del caos, eso terminaría con todos sus problemas ¿Verdad? — ¿Por qué me estás diciendo esto? ¿Qué es lo que buscas en realidad? Habla.


— Solo quiero que desaparezcas de nuestras vidas, quiero que vuelva a ser como antes...quiero que Kuroo vuelva y no va a conseguirlo si sigues aquí atormentándolo — estaba desesperado ¿Verdad? Así como nunca pudo ocultar su odio de él, tampoco podía ocultar eso. Tsukishima jamás pensó que vería a Kenma poner esa expresión tan desolada en su rostro. No parecía él mismo — Entregarte a Ushijima no es la solución, lo hará peor, los celos van a volverlo loco, él lo sabe, pero se niega a dar marcha atrás sin importar cuanto trate hacer que lo entienda... — suspiro, dio un paso hacia él — Tú también quieres irte ¿Verdad? Déjame ayudarte...puedo sacarte en cualquier momento, solo piensa en el destino que te espera a manos de ese hombre.


— No — era demasiado bueno para ser verdad...porque probablemente no lo era. No iba a dejarse convencer, no iba a seguir escuchándolo, Kenma mentía; tenía que estar mintiendo. No le daría la satisfacción de burlarse de él. Solo podía ser una trampa — Está conversación se termina hora — masculló mirándole a los ojos, el menor le sostuvo la mirada con intensidad, parecía que seguiría hablando hasta que, de un momento a otro, la apartó. Era el fin.


Kei giró sobre sus talones con altivez y comenzó a andar hacía el pasillo que llevaba a su habitación, sin embargo Kenma volvió a hablar — Kuroo está en la habitación frente a la tuya, tiene fiebre, pero se niega a ir a un hospital o a dejar la habitación, tal vez si tú se lo pides...


— Kuroo ya no es un niño y yo no soy su madre — respondió sin siquiera voltear a verlo. Se esforzó por qué su mente no pensara mientras caminaba de vuelta a la habitación, si pensaba perdería. Consiguió llegar con éxito, sin embargo su mano se mantuvo estática sobre la manija. Suspiró suavemente, sus dedos tamborilearon sobre el vaso. Contrajo los dedos de sus pies. Estaban fríos.


No. La condición de Kuroo no le importaba, si se negaba a ir a un médico era solo asunto suyo, su problema. No le importaba, no estaba obligado a ir a su lado. Pero sería malo para él sí algo le ocurría ¿Verdad? El moreno era lo único que lo alejaba de Ushijima y lo último que quería era terminar en sus manos.


Lentamente volteó hacia la puerta detrás de él, se acercó a ella y se mordió el labio inferior tratando de hacerse entrar en razón, pero no funcionó. Mientras más pensaba en ello más sentía que debía echarle un vistazo, sus pensamientos lo traicionaban. La idea de que él podría necesitarlo ya estaba ahí. Y se burló de sí mismo y de su debilidad cuando abrió la puerta. Entonces vio a Kuroo dormido sobre la cama.


Kenma estaba equivocado ¿Cómo podría tener alguna clase de poder sobre Kuroo cuando no podía controlarse a sí mismo? ¡Era ridículo! Ese chico solo estaba viendo lo que quería o lo que ese amor unilateral le permitía ver. Pero tal vez era mejor así, era la única defensa que tenía.


Caminó lentamente hacia él y le observó en silencio durante unos segundos, no se veía tan mal como kenma lo había hecho ver; había pequeñas gotitas de sudor en su cuello y rostro. Estiró una mano, apartó con los dedos algunos mechones de cabello de su frente y comprobó que efectivamente tenía un poco de fiebre. Su respiración era un poco más dificultosa de lo normal. Había un recipiente de agua sobre la mesita de noche, Tsukishima abandonó su vaso de leche juntó a este, sumergió el paño en el agua fría y lo usó para limpiarlo.


Kuroo jadeó bajito, agitó su cuerpo entre las sábanas y entreabrió los ojos causando que el rubio diera un respingo en su sitio. Le sonrió antes de volver a cerrarlos, llamó a su nombre y el tiempo repentinamente se suspendió en el aire, había pasado mucho desde la última vez que él lo había visto así; con dulzura.


— ¿Que rayos estoy haciendo? — murmuró al tiempo que apoyaba el dorso de su mano sobre su frente. Se le había acelerado el corazón.


No podía seguir más así, tenía que irse pronto. Debía escapar antes de que la necesidad abrumadora de estar con Kuroo lo consumiera por completo, antes de que llegara a un punto de no retorno. No sabía cuánto tiempo más podría mantenerse frío e impasible frente a él, estaba perdiendo, sus defensas estaban cubiertas de grietas. No tardarían mucho en desmoronarse.


Tenía que darse prisa.


Ahora estaba más decidido que nunca; haría lo posible por qué sus planes funcionaran, se marcharía y dejaría atrás todo...aunque eso terminara por destrozar lo poco que quedaba de su corazón.


*****


Hinata se subió a su viejo auto y arrancó el motor, condujo por una cuesta empinada y deambuló libremente por la ciudad. La luna brillaba en lo alto mientras se dirigía a uno de los lugares más apartados y solitarios de la ciudad. La mirada siempre fija sobre la carretera, el sonido de la radio encendida llenando el silencio de pensamientos. Sus sentidos alerta a cualquier movimiento.


La noche prometía ser larga.


Cuando ya había recorrido la mayor parte del camino y faltaban casi cinco minutos para llegar, comprobó el espejo retrovisor, la mochila vacía en el asiento del pasajero y el arma que descansaba sobre el tablero del auto con una fugaz mirada. La carretera estaba vacía y oscura, ni un solo farol iluminaba la descuidada calle. Esporádicas sombras errantes anunciaban la presencia de vagabundos y borrachos. Tenía que estar alerta, no quería sorpresas.


Giró hacia un callejón y esperó, no había nadie a la vista ni percibió movimientos; el silencio era casi sepulcral, del tipo del que siempre había que esperar algo. Estacionó el auto, tomó la mochila, el arma y la guardó en la cartuchera, lista para ser usada en cualquier momento. Entonces salió y comenzó a andar a pie. Sus pasos no emitieron sonido alguno, la oscuridad cubría su esbelta figura. Tras avanzar unos doscientos metros se encontró con una bodega de concreto y paredes grafiteadas. Alta e intimidante, todo el mundo evitaba acercarse a ella tanto como podía.


Algunos pájaros trinaron y alzaron el vuelo hacia la oscura noche, pero él los ignoro y se concentró en forzar la cerradura de la bodega con una ganzúa y una lleve de tención. Hinata agradeció que la bodega fuera vieja y de que nadie se hubiera tomado la molestia de actualizar la seguridad. Por supuesto eso no le haría bajar la guardia, estaba listo para correr en cualquier momento. La puerta se abrió después de un crujido y empujando esta suavemente el menor logró entrar. Filas de estantes llenos de armas, cajas con municiones y armas más pequeñas aparecieron ante su visita iluminados por la luz de la luna que se filtraba por las pequeñas ventanas en la parte superior, había algunas otras armas antiguas que solo había visto en revistas también y el predomínate olor a polvo y pólvora inundando la enorme bodega. Todo parecía tal y como lo dejó la última vez.


Aún  no podía creerlo, no entendía como alguien podía abandonar semejante lugar, pero había sido toda una suerte inusual que diera con él.


Tarareando, abrió la mochila y comenzó a meter algunas pistolas y municiones hasta llenarla. No volvería a ese lugar, Tsukishima insistió mucho en que se metería en problemas si seguía haciéndolo y creía que tenía razón. Tampoco tenía muchos deseos de seguir frecuentando está zona, era demasiado oscuro y no lo decía solo por la poca presencia de luz.


Repentinamente alguien entró a la bodega, Hinata se tensó, cerró la mochila, ocultó su cuerpo tanto como pudo entre las sombras y sacó la pistola para apuntar hacia la puerta. Ya había sido detectado.


Se oyó un disparo y Hinata rápidamente se refugió detrás de unas cajas. Cerca de ocho metros lo separaban de la puerta, tenía que ser rápido y salir de ahí. Un tiroteo dentro de un almacén lleno de armas jamás tendría fin y estaba seguro de que no terminaría bien para él. Respiró hondo y disparó hacia la puerta. Usando como escudo las cajas de madera a su alrededor, el veloz pelirrojo trató de abrirse camino, los disparos no cesaban, una bala rozó su pierna y gimió de dolor, otra silbó muy cerca de su oído. Pero eso no lo detuvo y continuó avanzando sin detenerse.


Por el rabillo de ojo Hinata detectó movimiento, dos hombres acababan de entrar corriendo por la puerta, se arrodillo detrás de una caja y sacó un cargador nuevo para el arma, lo insertó y después salió de su escondite. Un solo segundo marcaba la diferencia entre la vida y la muerte. Logró dispararle a la garganta a uno de ellos y el otro tiro impactó en la pierna al segundo hombre, que de inmediato se ocultó detrás de un estante. Eso lo retrasaría, sin embargo también elevaría la alerta sobre su persona. El menor hizo una mueca de dolor, su pierna pulsó y se sostuvo el brazo en el sitio donde otra bala había rozado, tenía que salir de ahí antes de que fuera tarde. No podría resistir por más tiempo. Respiró hondo, trató de salir corriendo y cuando al fin estuvo cerca de la salida una bala rozó nuevamente su pierna lastimándole profundamente y provocando que cayera de rodillas al suelo.


Gimió, quería correr, la adrenalina corriendo por sus venas le impulsaba a hacerlo, sin embargo la bala que impactó a unos metros de su cabeza paralizó su cuerpo.


— Date vuelta — ordenó el hombre detrás de él. Hinata alzó las manos, lentamente se levantó del suelo y giró hacia el dueño de aquella demandante voz. Tan bajo como él y de cabello castaño, había visto antes a esa persona; si su memoria no le fallaba su nombre era Yaku, uno de los hombres de Kuroo Tetsurō. Empezaba a creer que estaba perdido, ellos tenían una fama terrible. Algunos decían que la muerte era mejor que caer en sus manos — Creo que te he visto antes, dime cuál es tu nombre y para quien trabajas — exigió apuntándole directo entre los ojos, no dudaría en matarlo, su mirada era clara. El hombre que se encontraba escondido detrás del estante salió arrastrando una pierna, este le lanzó una mirada colérica y se unió a Yaku para apuntarle.


Tranquilo. Tenía que mantenerse tranquilo, aún no estaba muerto y eso ya era lo suficientemente bueno para él, tenía esperanza.


Miró hacia arriba, vio una vieja viga en el techo que se tambaleaba, débil, sobre ambos hombres. Siempre fue impulsivo, pensó que quizá podría usar eso a su favor y reuniendo todo su valor disparó tres veces hacia arriba; la viga se rompió y cayó sobre ambos hombres levantando una nube de polvo. Eso solo los detendría por unos momentos, no podía aspirar a más, eso era lo único que necesitaba y a toda prisa, corrió fuera de la bodega y bloqueó la salida con la barra metálica que había ocultado afuera la primera vez que entró, obviamente eso no sería suficiente, pero al menos estaba comprando un poco más de tiempo.


Balas impactaron contra el metal de la pesada puerta, luces de autos cortaban la oscuridad a la distancia. Venían más. Corrió hacia el callejón con todas sus fuerzas solo para descubrir que alguien lo esperaba dentro de su auto; una figura conocida a la que no esperaba ver — ¿Kageyama? ¿Qué estás haciendo aquí?


— Eso mismo quiero peguntarte yo, idiota, este no es nuestro territorio.


Esto no era muy bueno, pero no tenía mucho tiempo para preocuparse para el problema potencial en el que se había metido — ¡Te lo explicare después, ahora conduce! — exclamó subiéndose rápidamente al asiento del copiloto, por ahora tenía que pensar en salir de esta situación, aunque no le hacía muy feliz involucrarse en otra.


Era inevitable.


Kageyama murmuró un par de maldiciones al tiempo que arrancaba el auto y maniobraba hábilmente por el estrecho callejón hasta la calle. Hinata observaba compulsivamente el espejo retrovisor, pero nadie parecía estarlos siguiendo. Sin embargo no pudo relajarse si no hasta que el auto se sumergió dentro del tráfico del centro de la ciudad. La adrenalina comenzó a abandonar lentamente su cuerpo, el dolor de sus heridas atacó su cuerpo y echó la cabeza hacia atrás al tiempo que apretaba los párpados.


— ¿Por qué no has hecho tu trabajo? — preguntó Kageyama sin quitar la mirada del frente; sabía que esa pregunta vendría de él tarde o temprano, nunca tuvo mucho tacto.


— uhm...estoy en eso — respondió nervioso, Hinata también estaba lleno de preguntas, parecía demasiada causalidad que Kageyama apareciera repentinamente dentro de su auto. No era ningún genio, pero hasta él podía encontrar sospechosa su presencia — ¿A dónde vamos?


— A mi departamento, necesitas tratar esas heridas — Hinata estaba un poco sorprendido, esta reunión no era como normalmente ¿Dónde estaban sus peleas o insultos habituales? Era poco convencional y siempre eran reprendidos, pero esa era su forma de saludarse y ya estaba acostumbrado. El silencio solo podía indicar que algo andaba mal — Daichi-san lo quiere muerto pronto...haz tu trabajo de una vez.


Hinata se abrazó a la mochila, no miró a Kageyama a los ojos e ignoró el dolor de sus heridas...había muchas más cosas que quería ignorar, pero ahora era muy difícil — Él no sabe nada y está esperando un bebé...el jefe no esperará que lo mate estando...


— Si no vas a tomar el trabajo entonces hazte a un lado y deja que otro lo haga — le interrumpió Kageyama; Hinata apretó su abrazo sobre la mochila, las balas dentro se agitaron un poco, pero el moreno pareció no haberlo notado — No te entrometas y no te atrevas a traicionarnos...tienes mucho que perder, será mejor que no olvides eso.


— lo sé — respondió Hinata en voz baja, su mirada perdiéndose entre las luces de una ciudad aún llena de vida. Era muy difícil olvidar.


En cualquier otro momento habría tomado el trabajo sin preocuparse, esto no era nada que no hubiera hecho antes, sin embargo este no era un encargo normal para Hinata. Había muchos riesgos, poco se sabía de la ubicación exacta del objetivo y era probable que estuviera fuertemente custodiado. Era una persona valiosa. Si fuera cualquier otra persona, le habría emocionado realizar semejante hazaña, era un trabajo muy importante y había sido delegado a él. Era una oportunidad única que no querría desaprovechar, pero conocía a su objetivo, era amigo de su objetivo, su objetivo ya se había vuelto parte de su familia...alguien preciado.


Por esa razón, definitivamente, no podía matar a su objetivo...no podía matar a Tsukishima.


Pero el tiempo se le estaba terminando.

Notas finales:

>3< GRACIAS POR LEER >3<


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