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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

>3< Actualización >3<


¡¡Esta vez sí logre actualizar a tiempo!! ¡Viva! Voy a celebrar esto durmiendo mucho XD

Capítulo 33


Hinata tomó el pomo, girándolo lentamente y abrió la puerta con suma cautela. Hubo un ligero crujido que le hizo detenerse justo antes de poner el primer pie en el interior del departamento. Agudizó el oído, esperando durante unos segundos sin percibir sonido alguno y suspiró aliviado, cerrando silenciosamente la puerta detrás de él.


Caminó, mirando de un lado a otro de la, aparentemente, silenciosa estancia, no iba a volver a bajar la guardia; debía estar totalmente atento a su entorno. Ingresó a la cocina, sintiendo una creciente sensación de alivio y seguridad; parecía que lo había conseguido, era su día de suerte.


Sonrió, tarareando una canción mientras abría la nevera y tomaba el cartón de leche, dispuesto a beber de su contenido.


– Usa un vaso.


– ¡AH! – Hinata lanzó un grito que lastimó su garganta y como acto reflejo, lanzó el cartón de leche en dirección al dueño de la voz; salpicando su rostro y parte de su ropa de leche. – Ka-Kageyama, lo siento...


El pelinegro lo miró con el ceño fruncido más intimidante que jamás creyó ver y sin decir nada caminó en su dirección; estaba muerto, iba a matarlo. Sin embargo no iba a irse sin pelear, alzó las dos manos adoptando una pose defensiva en el momento en el que el pelinegro largó la mano hacia él y cerró los ojos esperando un primer contacto que jamás llegó.


– ¿Eh? – entreabrió los ojos percatándose de como Kageyama tomaba una toalla de cocina y se limpiaba, al tiempo que se daba media vuelta y salía de la cocina.


¿No iba a decirle nada? ¿No estaba molesto? No, ese no era su Kageyama. Su Kageyama habría tratado de ahorcarlo o golpearlo y le habría gritado "Hinata, idiota" porque era alguien demasiado gruñón, poco tolerante, cascarrabias...y un poco idiota.


¿Había tenido un mal día? había estado mucho tiempo fuera de casa últimamente, tal vez le había pasado algo. Asomó la cabeza desde la puerta de la cocina y lo vio perderse en el pasillo que llevaba a su habitación ¿Debería seguirlo y preguntarle? Había estado viviendo en su departamento desde el incidente con Terushima, cuidó de él y de sus heridas, y también dijo todas esas cosas…y eso significaba que tenían algo ¿No? Aun no sabía exactamente bien lo que era, pero tenían algo.


Y por ese algo, debía preguntarle.


Caminó en silencio, sintiéndose nervioso cuando llegó hasta la puerta de su habitación ¿Qué se suponía que debía hacer? Llegar y decirle “Hola ¿Cómo estuvo tu día?” o “¿Paso algo interesante en el trabajo?” No parecía muy apropiado para dos personas cuya relación aun no era del todo clara. Quizá hablarle como normalmente lo hacía sería lo mejor, pero ya no podía recordar cómo era hablar casualmente con Kageyama.


Ahora solo bastaba con escuchar su voz o mirar su rostro para que su corazón saltara como un loco y que toda esa sangre se concentrara en sus mejillas. 


Suspiró, estaba bien; encontraría las palabras para decirle en cuanto estuviera frente a él o se quedaría mudo o tartamudearía como últimamente lo hacía. Sea lo que sea haría algo. Alzó la mano para llamar a la puerta, pero esta se abrió antes de que su mano tocara la madera.


– Uh…¿Kageyama-kun?


El pelinegro lo miró, todo rastro de hostilidad había desaparecido ya de su rostro; siendo reemplazada por algo que no pudo identificar – Te dije que no salieras de aquí.


– Mis heridas no duelen tanto – miró las vendas de sus manos y los moretones de sus muñecas y brazos, esto no era nada; había terminado en condiciones mucho peores antes – Puedo moverme perfectamente bien – afirmó con seguridad.


– No me refiero a eso – murmuró mientras cruzaba el portal de la puerta y se dirigía a la sala ¿Qué le pasaba? Estaba actuando un poco extraño. 


Hinata lo siguió, comprendía que Kageyama estuviera renuente a permitirle salir; su estado tanto físico como emocional no eran los mejores y él prometió que lo cuidaría, pero tenía cosas realmente importantes que tenía que hacer. El momento en el que tendría que ir por Tsukishima estaba llegando, aún tenía que ultimar preparativos y no podría hacerlo si no podía salir.


– Todo está bien ahora, no hay razón para seguir ocultándome ¿No? No hay nadie más siguiéndome – dijo – Ya puedo volver.


Kageyama arrugó el entrecejo; tenía que decirle, no podía seguir ocultándolo más tiempo – No existe ningún lugar al que puedas volver. – claro y sin rodeos, Hinata podía llegar a ser un poco tonto y no comprendería a menos que fuera completamente directo con él – Ya cumpliste tu función en nuestra organización, ahora...


– No me necesitan más. – y eso claramente implicaba que tampoco lo necesitaban con vida. Comprendía eso, lo había hecho desde que Kageyama había confesado la verdadera razón por la que le permitieron quedarse.


Sin embargo no estaba molesto, tal vez un poco triste. El tiempo que estuvo con ellos realmente sintió que formaba parte de sus vidas y ellos de la suya. No iba a olvidar ese sentimiento o cada uno de los momentos que vivió con ellos.


– Hinata...


– Kageyama, está bien – el pelinegro alzó una ceja – Gracias por...por cuidar de mí – a pesar de que siempre parecía molesto o renuente a ayudarle, Kageyama jamás se negó. En ningún momento. Y estar juntos se volvió tan natural y necesario como respirar.


No lo había notado antes, pero pensar en separarse de él era como arrancarse una parte del cuerpo. Una parte vital...jamás pensó que podría doler tanto. De verdad lo quería ¿Eh? Si lo hubiera notado antes...No, pensar en eso no serviría de nada ahora. Su destino había sido sellado desde el momento en el que se conocieron.


Aquel momento que cambió su vida, ese en el sus ojos se encontraron y por primera vez supo que todo iba a estar bien. A pesar de que no lo conocía, Hinata supo que todo iba a estar bien y fue así...y esa sensación jamás desapareció.


Ni siquiera ahora.


– Hinata – volvió a llamarle el pelinegro.


No estaba triste, sin embargo quería llorar; no parecía posible para él mirarlo a la cara, pero reunió todo el valor que pudo y lo hizo. Lo que vio lo dejó un poco decepcionado; esperaba una expresión diferente, algo que le indicará que también era difícil para él decir adiós, sin embargo se veía mucho más molesto que hace un segundo y parecía que esa molestia iba en aumento.


– Bien...– giró hacia la puerta, quizá Kageyama quería que se marchara de una vez – Adiós...– esperaba una despedida más emotiva, como en las películas que Tsukishima, Natsu y él solían ver juntos. Pero, por supuesto eso no era una película; así que tampoco podía soñar con que el pelinegro lo detuviera.


– ¿A dónde demonios crees que vas? No recuerdo haberte pedido que te fueras – apuntó Kageyama – ¿Lo hice?


– Bueno, no...Pero dijiste ya no me necesitaban más, no es buena idea que me quedé aquí. – dijo – Puedo cuidarme, estoy bien yo solo.


"Idiota, no quiero dejarte solo. Ya no puedo" pasó una mano por su cabello peinándolo hacia atrás ¿De verdad creía que podía dejarlo después de haberle dicho que lo protegería? ¡Por supuesto que no!


Pasó los últimos días tratando de hacer entrar en razón a Sawamura, tratando de convencerlo de que Hinata no era una amenaza para ellos. Pero fue imposible. El menor sabía cómo trabajaban, conocía la forma en la que estaban organizados y parte de sus secretos como organización; dejarlo libre sin más no sería una sabía decisión. Si estuviera en la posición de su jefe, y existiera la posibilidad de que el incidente de Yamaguchi se repitiera con Hinata, tampoco concebiría esa idea.


Sin embargo Hinata no era Yamaguchi, Hinata era solo un enano de corazón blando. Nada más. También era idiota, lo suficiente como para no imaginar que el "déjame protegerte" de días atrás significaba para siempre. Quizá debería probar ser más directo con él.


– No vas a estar bien solo, no puedes solo salir y arriesgarte a qué te encuentren.


– Pero tampoco puedo quedarme aquí – ellos sabían dónde vivía Kageyama y si descubrían que Hinata estaba con él, nada bueno ocurriría con ninguno de los dos.


– No – por supuesto que no podía quedarse, entonces ¿Por qué lo estaba deteniendo? Kageyama tomó su móvil y miró fijamente la pantalla antes de apagarlo y dejarlo sobre la mesita frente al sofá – No puedes quedarte aquí, pero tampoco voy a abandonarte.


Hinata ladeó la cabeza, mientras le observaba marcharse por el pasillo. No estaba comprendiendo que estaba pasando ¿Qué significaba eso? No podía permitirle quedarse en su departamento, pero tampoco podía permitirle irse. Entonces ¿Qué? Sería realmente genial si pudiera hablarle claro, el siempre actuaba por cuenta propia.


Se mantuvo estático buscando el sentido a sus palabras hasta que el mayor volvió con una mochila sobre el hombro y dijo algo que lo confundió aún más – Vámonos.


– ¿Qué?


– Nos vamos – respondió buscando en uno de los costados del sofá hasta extraer un arma oculta – Puedes poner cara de idiota o hacer preguntas más tarde, ahora necesitamos irnos de aquí antes de que lleguen hasta aquí.


– ¿Qué? – repitió confundido, como si todo lo que Kageyama estuviese diciendo estuviera en un idioma incomprensible.


Kageyama gruñó; Hinata estaba seguro de que iba a gritarle, pero en su lugar solo respiró hondo y le tomo de la muñeca para arrastrarlo con él. Salieron al pasillo y caminaron en dirección contraria al elevador. Estaba dispuesto a replicar, necesitaba una explicación…una explicación con palabras que pudiera comprender, sin embargo ese deseo murió cuando sintió el ligero temblor en la mano del pelinegro. No percibía miedo o nerviosismo provenir de él, pero sabía que había algo diferente, un sentimiento que jamás creyó podría provenir de él.


Giraron por el pasillo evitando chocar con un carrito de mantenimiento que estaba estacionado justo frente a ellos, apretaron el paso hasta alcanzar una puerta metálica al fondo que, tal y como había comprobado tiempo atrás, daba justo a una construcción metálica en forma de caracol; la escalera de emergencia.


– Kageyama…– le llamó deteniendo cualquier avance – ¿Podemos usar las escaleras? – no temía a las alturas, temía a la caída. Estaban en un quinto piso y esa escalera no se veía muy segura.


– No, ahora camina. – ordenó dando una mirada que indicaba que no aceptaría replicas.


Hinata, se aferró al rellano con desesperación y bajó los primeros escalones con mucha cautela, Kageyama detrás de él lanzó otro gruñido, sin embargo el menor no apresuró el paso; quería salir ileso de ahí…y estaba un poco asustado, podía jurar que escuchó la escalera crujir hace un segundo, lo cual no le ayudaba a calmar los nervios.


Dejó escapar un chillido tras escuchar otro crujido y se detuvo sosteniéndose con ambas manos del rellano.


– No te detengas, continúa bajando – masculló Kageyama, empujándolo. Sin embargo, Hinata no se movió, tenía que reunir un poco valor primero y conseguí que sus piernas se movieron en lugar de temblar como fideos. – Solo es una maldita escalera, baja ya – gruñó enredando un brazo alrededor de su cintura para alzarlo sobre su hombro sin dificultad – No puedo seguir esperándote, aquí somos un blanco fácil.


– Puedo bajar yo solo – pataleó Hinata removiéndose como una oruga, sus mejillas ardían y su corazón retumbaba en su pecho – ¿Porque estamos haciendo esto? ¡Bájame ya! – exclamó sin dejar de patalear – ¿Blanco fácil? ¿A qué te refieres con...? ¡Oh!


Fuertes luces provenientes de cinco coches lo cegaron momentáneamente, Kageyama se detuvo, conteniendo la respiración y alertando la pistola con su mano libre hasta que el último auto pasó. Hinata tuvo un mal presentimiento ¿A eso se refería? ¿Iban por ellos? No !Iban por él y Kageyama lo sabía! Lo sabía y lo estaba ayudando ¿Estaba loco? ¿Entendía lo que eso podría significar para él? Ya no podría volver.


– Kageyama, no...


– Cállate – le reprendió, estaban a menos de dos metros del suelo ¿Cuánto tiempo tenían antes de que ellos se percataron de estaban escapando?


Terminaron de descender. El pelinegro bajó a un extrañamente silencioso Hinata al suelo y miró un instante hacia el edificio; sus sospechas eran ciertas, Sawamura sabía que estaba mintiendo sobre Hinata y le había encomendado ese "Trabajo especial" para mantenerlo alejado mientras ellos realizaban su propia investigación. Que predecible.


Suspiró, de no haber desobedecido esa orden ahora Hinata estaría muerto, era hábil, pero no había forma de que pudiera escapar solo de ellos. Conocían sus debilidades. Miró a su alrededor comprobando que no habían sido vistos; debía pensar y actuar rápido, su edificio y alrededores se habían convertido en un territorio hostil y tal y como su entrenamiento lo dictaba siempre debía tener un plan de escape para irse sin ser detectado.


En el pasado se había enfrentado a numerosos entornos en los que debía poner en práctica cada una de sus habilidades; durante cada una de esas situaciones había ejecutar con éxito todo aquello que se le había encomendado, ganándose el respeto, admiración y envidia de alguno de sus compañeros. Era sencillo, sin embargo en esta ocasión era diferente; se estaba enfrentando a personas que conocían sus hábitos, sabían cómo se movía y podían encontrar formas de detener su paso; sus compañeros.


Hinata miraba a Kageyama tratando de dilucidar en que pensaba; a pesar de haberse encontrado en situaciones similares antes, ahora no sabía qué hacer. Todo era tan extraño, parecía muy difícil de creer que él se detuviera arriesgando así para ayudarlo ¿Por qué lo hacía? ¿Se sentía responsable por él? Si. Había prometido protegerlo, pero no había comprendido el alcance de esas palabras hasta ahora.


Él no tenía por qué hacerlo, era solo problema suyo y como tal debía resolverlo solo. No podía arrastrarlo...tenía que liberarlo de esa promesa.


– Vamos por aquí – en el suelo, a cerca de cuatro metros desde su posición, había una alcantarilla.


Sin dejar de prestar atención a los alrededores corrieron en su dirección. Al inclinarse, Hinata notó lo grande que la alcantarilla era y vio por los barrotes que había una angosta escalera que sin duda había sido instalada para ascender y descender, lo que significaba que su interior era lo suficientemente ancho para que una persona logrará entrar. Entonces pensó que si el ducto del alcantarillado era igual de grande, ambos podrían huir por él.


– Voy a levantar esto – murmuró Kageyama inclinándose sobre sus rodillas.


Introdujo los dedos de ambas manos en las ranuras y tiró de ella con todas sus fuerzas. La alcantarilla se abrió con un crujido metálico y Hinata frunció el ceño, Kageyama lo hacía para ver tan fácil, como si no estuviera hecha de metal.


– Ve primero – dijo el más alto.


Hinata acercó la cabeza al borde de la alcantarilla; la escalera parecía de metal y estaba firmemente anclada a la pared, le fue difícil apreciar el fondo del ducto, pero calculó que debía ser cerca de diez metros de descenso. Estaba obscuro y frío, y parecía un lugar aterrador, no quería bajar ahí. Escuchó una historia durante su escuela primaria, sobre una criatura amorfa que habitaba en las alcantarillas y que había sido la culpable de la desaparición de muchos niños ¿Que si la veían? ¿Y si los atacaba?


Dio una mirada ansiosa a Kageyama. Quería volver...debía, tenía que decirle que no tenía que hacer esto – Creo que tal vez... podríamos.


– No vamos a volver. – el mayor lo miró a los ojos y el destello azul de su mirada desapareció por completo toda la incertidumbre y miedo que suponían entrar a ese lúgubre lugar – Ahora tenemos que entrar.


Volvió su rostro hacia la alcantarilla y la miró con resignación. Se encontraban en un estrecho callejón sin salida, rodeados por dos altos edificios y por ningún motivo podían ir por el frente, sabiendo que podrían estarlos esperando ahí. No había otra vía de escape además de esa y tampoco podían pensar en alguna otra...porque ya los habían encontrado.


Un disparo que estaba seguro provenía desde el edificio impactó contra el suelo a su izquierda y con él todo duda se disipó por completo. – Tenemos que entrar – se apresuró a decir.


– Ve tu primero – le entregó la mochila y tomó el arma con ambas manos e inició un tiroteo con el hombre que parecía estar bajando por las escaleras de emergencia.


Hinata colocó su pie derecho en el segundo escalón y echando un vistazo hacia abajo colocó su pie izquierdo en el mismo; estaba resbaloso y lleno de moho. Sin darse tiempo para asustarse, inició su descenso por la fría escritura de metal, escuchando los disparos en la superficie y cuando había alcanzado la mitad del camino escuchó el sonido de metal cayendo al suelo hacer eco por el conducto de una forma lúgubre y amenazadora.  


Detuvo su paso aterrado por lo que podría haber ocurrido a Kageyama y antes de que pudiera iniciar su retornó vio al pelinegro poner el primer pie en el segundo escalón – Kageyama ¿Que fue ese sonido? ¿Te hirieron?


– No fue nada, la escalera cayó – dijo en un susurro casi inaudible – Tenemos un poco de tiempo antes de que nos sigan, sigue bajando.


Reanudó su camino percatándose de como Kageyama cerraba la alcantarilla. No lo entendía; la escalera no parecía muy segura, sin embargo estaba en muy buen estado. La única explicación que podía encontrar a tan “conveniente” suceso era que él de alguna forma la hubiera estropeado deliberadamente. Quizá lo estaba pensando demasiado, Kageyama podía llegar a ser un poco paranoico y siempre parecía tener un plan de escape para todo. La prueba estaba en el arma que ocultaba en el sofá y también en el colchón de su habitación.


Al llegar al fondo echó un vistazo a su alrededor encontrándose con una profunda oscuridad y un largo pasillo de metal. Un escalofrió recorrió su cuerpo, nunca había estado en un sitio similar y era aterradoramente opresivo. Como si el aire se redujera a su alrededor. A su mente llegaron imágenes de las múltiples películas de terror que había visto con Tsukishima y en muchas de esas películas había callejones obscuros donde nada nunca resultaba bien. Había tratado de suprimir esos recuerdos, pero dado el lugar en el que se encontraba resultó imposible.


– Hay una linterna dentro de la mochila – su voz rebotó por las paredes rompiendo el silencio que le hacía sentir inseguro, hasta ser tragada por la inmensidad del ducto y su oscuridad – tómala y deja de temblar.


– ¿Qué vamos a hacer ahora? – preguntó Hinata cuando Kageyama estuvo en el suelo junto a él. La linterna iluminaba muy tenuemente una pequeña porción del ducto.


– Seguir antes de que se den cuenta de que estamos aquí. – El menor no respondió. Kageyama admitía que el lugar era un tanto tenebroso para que una persona se animara a caminar sola y para alguien como Hinata, quien parecía creer en cuantos de fantasmas debía ser terrible. Casi podía sentirlo temblar junto a él. – Andando – le dijo al tiempo que le estrechaba la mano izquierda.


Fue solo un impulso del momento, uno que le hizo sentir orgulloso en cuando sintió que los ligeros temblores del menor desaparecer por completo.


– De-de acuerdo – respondió Hinata mientras apretaba con fuerza la mano del más alto.


No estaba asustado, a pesar de que ese lugar era aterrador y estaba seguro de que escuchó el eco de algo que se asemejaba a un gruñido al fondo, no sentía miedo. Estaba muy nervioso, más de lo que jamás pensó estar, estaban huyendo juntos ¿Cierto? Solo ese pensamiento provocaba una revolución en su pecho.


Pero muy en su interior, opacado por la felicidad que sentía al tenerlo tan cerca, sabía que era probable que todas sus acciones fueran influenciadas por la promesa que le hizo y eso generaba en él una gran incertidumbre, incertidumbre que trataba de ahogar apretando más su mano.


Ninguno de los dos mencionó palabra alguna. No podían volver, de hacerlo se enfrentarían a una muerte inminente; no tenían información importante, solo necesitaba callarlos. El sonido de sus apresurados pasos levantaba un eco que, acompañado con el incesante latido de su corazón, llenaba el silencio. Los pasos de Kageyama eran firmes y decididos, y como si fuera capaz de percibir su miedo y quisiera tranquilizarlo apretaba su mano espasmódicamente y se plantó frente a él como una especie de escudo que le hacía sentir protegido y que estaba causando estragos en su corazón.


Anduvieron a paso veloz cerca de diez minutos, con la oscuridad envolviéndolos y sus respiraciones haciéndose cada vez más audibles. No había ningún tipo de luz que hiciera pensar que estaba llegando al final, la oscuridad parecía dominarlo todo y engullir poco a poco la luz de la linterna, tenía demasiado que preguntarle, sin embargo decidió guardar silencio mientras avanzaban.


Había algo reconfortante en la forma en la que el pelinegro sostenía su mano moviendo el pulgar en círculos sobre su dorso y lo escudaba con su cuerpo. Era como si él en verdad lo quisiera y eso bastaba para compensar el temor que suponía estar en ese oscuro túnel. No quería pensar en que era lo que pasaría después, solo apretó más su mano y dejó que lo guiara.


Continuaron avanzando hasta que escucharon el casi imperceptible sonido de una maldición detrás de ellos – Kageyama...creo que vienen – una alcantarilla no era el lugar idóneo para un enfrentamiento, no había sitios donde resguardarse de las balas, pasillos por los cueles correr, solo tenían un arma y no tenían municiones extra. Estaban en completa desventaja ¿En qué estaba pensando el mayor al entrar a esa alcantarilla? Creía que era más listo.


– Se lo que estás pensando ¿De verdad crees que sería tan tonto como para no tener un plan? – el pelinegro se detuvo repentinamente e hizo que el menor dirigiera la linterna a su rostro.


– ¿Tal vez...?


Kageyama respiró hondo y rechinó los dientes reprimiendo el deseo de gritarle ¿En qué concepto lo tenía este chico? Había planeado esto por días, no fue algo que nació del calor del momento. Nació de un sentimiento tan profundo que lo llenaba por completo, uno que lo hacía más fuerte de lo que jamás creyó podría.


– Tenemos que subir por aquí – dijo dirigiendo la linterna hacia las escaleras en la pared – Voy a ir primero, tu sube detrás de mí y no te retrases ¿Entendido?


Hinata hizo un sonido afirmativo, ese era un pasadizo distinto al que bajaron, no tenía barrotes y ni un solo rayo de luz se filtraba de él. De no haber sido por Kageyama no lo había notado jamás, entonces ¿Él sabía que estaba ahí? ¿Sabía que sus ahora antiguos camaradas vendrían por él? ¿No estaba yendo demasiado lejos por esa promesa?


– Sube ya, maldición – masculló – ¿O prefieres quedarte ahí solo?


– No – se apresuró a responder al tiempo que colocaba la linterna su boca y ponía las manos en los tubos del pasamanos. De ninguna manera iba a quedarse en un sitio donde la preciada luz no alcanzaba, amaba el exterior e incluso el aire viciado de la ciudad.


El mayor miró hacia abajo para asegurarse de que Hinata se encontraba cerca y al verlo a solo unos cuantos escalones de él, sintió alivio y continuó su ascenso.


– Voy a quitar la alcantarilla, asegúrate de dirigir la linterna hacia mí – Hinata hizo lo que le pidió; Kageyama introdujo los dedos en unos pequeños orificios a los bordes de la alcantarilla y la empujó hacia arriba tratando de hacer el menor ruido posible. Ellos estaban cerca, podía percibirlo.


Sin perder tiempo hecho la pesada tapa a un lado y ayudó al menor a salir del túnel; estaban en un callejón oscuro y maloliente, el cielo nocturno oscurecido por una gran masa de nubes en su cabezas anunciaba la llegada de una tormenta y con ella un sin fin de posibles problemas a los que, extrañamente, no temía enfrentar...no si estaban juntos.


– No tenías que hacer esto...yo podía.  


– No estoy haciendo esto por qué me sienta obligado a hacerlo, lo estoy haciendo por qué quiero – dijo al tiempo que volvía a colocar la tapa metálica en su lugar y la cubría con pesados bloques de concreto – ¿Podrías dejar de ser idiota y entenderlo de una vez?


Hinata infló las mejillas ¿Porque nunca podía ser agradable con él? – No soy un idiota !Tú lo eres! – atacó estampando un pie contra el suelo – ¿Cómo esperas que entienda algo si no me lo explicas? No puedo leer las mentes.


– Solo tú no podrías entender algo que es tan obvio. – suspiró alzando las manos al cielo. No podía haber sido más claro en ese entonces, todo lo que dijo e hizo por él apuntaba a una sola dirección. Lo amaba ¿Que tan difícil podía ser comprenderlo? Nunca había sido amable con nadie más, las otras personas ni siquiera le importaban.


– ¿Eso qué significa? – un suspiro agónico salió de los labios del mayor ¿En verdad quería pasar el resto de su vida con ese chico? La respuesta era simple. Si.


– Solo piensa un poco.


Sabía que pedirle eso no serviría de nada, Hinata podía ser muy intuitivo, pero cuando se trataba de sus propios asuntos era mucho más lento que una babosa. Sin embargo esa pequeña "sugerencia" lo mantendría callado el tiempo suficiente para llevarlo a un lugar seguro.


Lo guió por el callejón pasando paredes cubiertas de mugre y graffiti y se subieron a un auto que el pelinegro había preparado con antelación. Podía percibir la tensión en el ambiente y casi podía jurar que alguien los estaba siguiendo. Tragó saliva, tenían que salir pronto de ahí, podría haber detenido el avance de aquellos de que seguían por la alcantarilla, pero sabía que sus perseguidores no eran idiotas. Lo conocían lo suficientemente bien como para saber que podía estarlos guiando a una trampa, sin embargo era lo mismo para Kageyama. Los conocía lo suficiente como para evitarlos el tiempo suficiente como para escapar.


Condujo hacia la parte más abarrotada de la ciudad, mezclándose con los autos que aún transitaban dispuestos a no perderse nada de la maravillosa vida nocturna.


– Sobre Natsu...– habló Hinata, quien se encontraba en el asiento del copiloto aferrándose a la mochila con ambos brazos.


– La busqué, pero la ocultarse tan bien que no pude dar con ella. – dijo – ¿Quieres que vayamos por ella?


– No, ella está mejor ahí – no quería involúcrala en todo lo que estaba ocurriendo. Agradecía haber seguido el consejo de Tsukishima y haberla ocultado en el sitio más obvio que jamás podría haber imaginado.


En silencio miró con cierta melancolía a través del cristal, las primeras gotas de lluvia impactaron contra el cristal dejando una fina línea horizontal que desaparecía tan rápido como se formaba y era reemplazada por otras más gruesas. Se sentía ahogarse en incertidumbre y culpabilidad, Kageyama no tenía que hacer esto; no era su deber ¿Que si lo odiaba por haberlo orillado a hacerlo?


No debió involúcralo, tenía que hacer algo, disculparse...lo que sea.


Continuaron maniobrando por las calles cerca de una hora, la lluvia caía a correntales por los cristales dificultando su visión ¿Cuándo se detendrían? ¿A dónde estaba yendo? Subieron una muy empinada pendiente y giraron a la izquierda rodeando un pequeño edificio departamental, continuaron conduciendo por 20 minutos y entonces se detuvieron. Hinata tuvo que agudizar la vista para poder distinguir algo a través del cristal empañado; casas cuya pintura estaba desgastada, edificios departamentales, pequeñas tiendas, restaurantes y heladerías vacías y saqueadas.


Conocía ese lugar manchado por las cicatrices del tiempo y de la violencia humana; un sin fin de enfrentamientos entre bandas delictivas tenía lugar ahí, las autoridades no pudieron hacer nada para detenerlo y había declarado una zona restringida hace mucho tiempo. Entrar ahí era buscar problemas.


– Está bien, esta zona es la más segura – le habló Kageyama – Escucha, tengo que ocultar el auto. Sigue primero – dejó unas llaves sobre sus manos y las sujetó – Gira a la derecha, sigue recto, sube al primer edificio y abre la puerta que marca la llave ¿Estaré pronto ahí?


– No tienes que seguir haciendo esto, yo puedo...


– Ya te lo dije – le interrumpió con voz tranquila – Estoy haciendo esto por qué quiero, date cuenta de una vez. Tonto. – dio dos suaves golpes sobre su frente con los dedos índice y corazón de la mano derecha y prácticamente lo hecho del auto.


Confundido por sus palabras hizo lo que le pidió abrió la puerta marcada; era una habitación, pequeña, con muy pocos muebles y necesitaba una nueva capa de pintura, pero era limpia y acogedora. Demasiado para un sitio como ese.


Se dejó caer al suelo junto con la mochila y ocultó su rostro entre sus piernas; su ropa estaba mojada y el frío le calaba hasta los huesos, pero no hizo nada para remediarlo.


Kageyama parecía haber tenido todo preparado, la escalera, la alcantarilla, el auto, la habitación...no dudó un solo segundo, quería preguntar la razón pero tenía miedo ¿No estaba preocupado? Irse así sin más y desobedecer órdenes directas de su jefe, tendría consecuencias...terribles consecuencias.


No estaba bien. Fue feliz el poco tiempo que estuvieron juntos, fue feliz por sus palabras, pero ya era suficiente. No era bueno para Kageyama y nunca lo sería. Solo le traería problemas.


– ¿Podrías dejar de tener pensamientos estúpidos? – habló Kageyama cerrando la puerta detrás de él. Tenía el cabello y la ropa mojada, y las gotas de agua resbalaban gruesas por su rostro hasta caer humedeciendo la alfombra.


– Kageyama, lo siento...todavía puedes volver, si me dejas aquí y les explicas.


Kageyama suspiró y sin importarle empapar el suelo caminó hacia el – Mírame – ordenó y voz era fría y eso le asustó – Mírame – repitió, elevando la voz por sobre el sonido de la lluvia. Hinata lo miró, temeroso ¿Estaba molesto ahora? – Te quiero.


Hinata parpadeó confundido, parecía un pequeño animalito indefenso ¿Por qué estaba tan confundido? ¿A caso no había terminado de comprender la magnitud de esas palabras? Era muy claro para Kageyama, sin embargo el aun parecía no terminar de enterarse de nada. – Pero si vienes conmigo…


– ¿En verdad crees que no conozco las implicaciones de esto? – espetó cruzándose de brazos – Te lo dije hace un momento. No estoy haciendo esto porque me sienta obligado, lo hago porque quiero hacerlo; porque te quiero ¿Tiene eso sentido para ti? ¿Tu pequeño cerebro puede comprenderlo?


No, las palabras se repetían una y otra vez como ecos en su cabeza, pero, a pesar de que podía entenderlas, no las comprendía ¿Por qué? Kageyama sabia sobre él, conocía su vergonzoso pasado, todo lo que habían hecho con él, todo lo que él había hecho por su naturaleza Omega ¿No le resultaba desagradable? ¿No lo odiaba? Porque Hinata lo hacía, le avergonzaba y temía que con el tiempo él también lo hiciera.


Kageyama se inclinó hacia él. Alzó su mano para acariciarle la cara y deslizo su pulgar suavemente por el contorno de su mejilla. Amable. Él era una persona amable a pesar de su tan horrible actitud ¿Era tonto pensar que él merecía a alguien mejor? ¿Qué no lo merecía? Ese recuerdo, esa mancha que no podía borrar de su piel lo perseguirían por siempre y no podía creer que alguien, cualquier persona en su sano juicio pudiera querer a alguien como él.


No podía dejar de sentirse desagradable o de sentir que no era digno de nadie. Tenía que salvarlo de él. – Estas en un error…yo no soy…


– Escucha, lo que te dije aquel día era verdad; estoy celoso de todo lo que se te acerca, me gusta estar cerca de ti, quiero estar cerca de ti…por esa razón no me importa dejar atrás mi actual vida, porque si tu no estas entonces dejaría de tener sentido. Te extrañaría hasta morir ¿Quieres matarme?


 Los ojos de Hinata se llenaron de lágrimas. Lo amaba. Lo hacía sentir tan renovado y renacido con tan solo estar cerca de él y sentía su corazón partirse con la sola idea de separarse  – ¿Estas bien con alguien como yo? ¿No vas a odiarme? – nunca antes había experimentado la sensación de sentirse amado, tenía miedo de ella y de que esa experiencia se viera nublada por su pasado.


Kageyama sonrió, no de la forma aterradora en la que la había visto antes hacer; en esta ocasión fue tan sincero, parecía como si algo caliente de pronto lo llenara y se sintiera embargado por una intensa emoción  – Hinata, eres demasiado bueno para cualquiera…demasiado bueno para mí, pero sé que también me quieres y no me importa nada más que eso.


– ¿Nada? ¿Estás seguro de que no te importa nada más? Muchos otros me han tocado…de muchas formas…¿No odias eso? ¿No es desagradable para ti?


– No y es probable que lo que voy a decirte ahora suene horrible, pero no lamento lo que te pasó – confesó bajando su dedo pulgar hasta sus labios; Hinata estaba en shock – Porque de no haber sido así, no te habría conocido.


Elevó su temblorosa mano y la colocó sobre la del pelinegro ¿Era normal que su corazón saltara de alegría por eso?  – Eso no es muy amable.


– Nunca he sido amable con nade y nunca nadie me había importado hasta que tu llegaste…es molesto, pero no lo odio – con lentitud le ayudó a levantarse del suelo y sin dejar de sujetar su rostro planto un casto beso sobre sus labios – Jamás podía odiarte. Traté de hacerlo, pero termine enamorándome de ti…


– ¿Me amas?


Kageyama reprimió una carcajada ¿No se lo había dicho desde el principio? Quizá no con esas mismas palabras, pero lo había hecho de la forma más obvia posible. No comprendía como alguien podía ser tan lento hasta el punto de llegar a ser irritante y sin embargo parecerle tan lindo…tan perfecto.


Iba a decírselo con todas y cada una de sus letras y si aun así no lograba comprenderlo, entonces se lo demostraría con acciones.


– Lo hago, te amo – Hinata abrió la boca, probablemente para protestar, cuestionar sus sentimientos con sus dudas, pero Kageyama lo cayó de la única forma en la que sabía podía dejarlo mudo; con un beso – Y no, no estoy confundido. Estoy completamente seguro.


Volvió a besarlo. Era tan extraño, no sabía que un beso podía llegar a sentirse así de correcto, no sabía que podía causar que su corazón acelerara su latir hasta volverse frenético o que sentiría una explosión de electricidad y deseo recorrerle la piel. El cuerpo de Hinata comenzó a responder, parecía estar experimentando algo similar, tensándose, apretándose contra él y aventurando sus brazos a enredarse en su cuello.


– ¿Lo entiendes ahora? ¿O también quieres que lo deletree?


– Ya lo entiendo – su rostro, estaba tan cerca que podía sentir su aliento mezclado con el suyo y los latidos de su corazón resonaban ensordecedores en sus oídos ¡Lo beso! ¡Fue un beso de verdad! Diferente a cualquiera que hubiera recibido antes, tan lleno de todo ¿Era normal querer gritar de alegría? ¿O querer llorar?


Silencio. No tenso o extraño, pero si lleno de incertidumbre los envolvió ¿Que debían hacer ahora? Ninguno se atrevía a apartarse del otro, su calor corporal los mantenía unidos como imán al metal. Jadeaba, los labios de Hinata eran tan rojos como las cerezas y dulces como la fruta madura, y su olor mezclado con el aroma de la lluvia en su piel capturó sus sentidos dirigiéndose a una sola dirección; la pasión.


Entonces, llevado por esa pasión lo apretó todo lo que pudo contra su cuerpo y se hundió en su cuello – Dime si quieres que pare – susurró con voz sofocada – Solo tienes que decirlo...si no lo quieres voy a parar.


El jadeo abogado que recibió como respuesta encendió una llama, intensa, capaz de arrasar con ciudades enteras, de reducir todo a cenizas y la certeza de que él era suyo se grabó en su conciencia avivando el fuego que lo abrazaba. Y con pasos torpes, tropezones y un par de pistones lo guió a la cama que crujió ante él peso de sus cuerpos.


Hinata no quería que parara, podía sentir el intenso calor de sus manos paseando por su cuerpo y luchar por arrancar su húmeda ropa, y las propias tratar de imitar torpemente las acciones de las contrarias. – ¡Oh! – un vergonzoso sonido escapó de sus labios cuando un dedo tocó uno de sus peones, esa no era solo voz ¿O sí?


No entendía, estaba asustado. Sabía que quien lo tocaba era Kageyama, pero no podía evitar recordar, todas esas sensaciones, él peso de un cuerpo sobre el suyo y las manos que acariciaban cada parte de su cuerpo volvían a su mente recuerdos dolorosos y desgarradores. Lo envolvían en temor.


"No, por favor no" "Por favor, no de nuevo" "No quiero, No quiero"


El mayor percibió el cambio en su cuerpo. Temblaba y se agitaba debajo de él. Si. Pero, También sollozaba murmurando palabras inteligibles, estaba asustado; el temor era claramente reflejado en su olor y en la forma en la que enterraba las uñas en su piel ¿Había hecho algo mal? ¿Lo lastimó de alguna forma?


– Hinata...– le llamó poniendo distancia entre ellos apoyándose sobre sus codos – Hinata, mírame – finas lágrimas se derramaban de esos bonitos ojos chocolate, y en ese momento, al ver esa imagen recordó al tembloroso Hinata de años atrás y se sintió como un idiota – Lo siento, Hinata...yo, lo lamento.


¿Pedirle que parara? Cómo podría si ni siquiera era capaz de hablar. Con lentitud y temor a asustarlo más de lo que ya estaba, Kageyama se levantó; Hinata se mantuvo estático, viéndose privado de su calor y una pequeña parte de él se sintió decepcionado de sí mismo. Había superado su pasado en su mayoría, sin embargo habían cosas que eran difíciles de dejar atrás...momentos que lo perseguían como una sombra ¿Quería seguir así?


– Kageyama...– sujetó su mano levantándose con dificultad y limpió sus lágrimas con el dorso de la otra – Está bien...creo que puedo.


Pelinegro cubrió su mano con la otra y negó suavemente con la cabeza – No, puede esperar – respondió estudiando su rostro, sus ojos, sus labios; era perfecto, precioso y estaba asustado. No podía forzarlo a hacerlo – Tenemos todo el tiempo del mundo ¿Si?


– No – ya había pasado mucho tiempo, era momento de enfrentarlo, de superarlo y que mejor que hacerlo con la persona que tanto amaba – Hagámoslo... abrázame – podía hacerlo porque era él, podía hacerlo porque en verdad lo quería.


Su mano temblaba bajo la suya, se estaba esforzado demasiado; siempre se esforzaba demasiado...era una de las tantas cosas que habían capturado su atención. – Dime...cuando quieras que pare – no era tan fuerte como para resistirse a él, la llama seguía entendida en su pecho y la voz que le decía que debían convertirse en un solo ser era ensordecedora.


Volvió a ponerse sobre él e inclinó su rostro sobre el suyo, buscando el aterciopelado contacto de sus labios; provocándole una catarata de sensaciones. Algo estaba creciendo en su pecho, diferente al temor o la humillación que había sentido en el pasado ¿Que era? Le asustaba de una extraña forma que hacía vibrar su cuerpo.


– Solo mírame...estoy aquí, soy yo – mordisqueo su blanco cuello y sintió su pulso sobre sus labios. Tentador. Demasiado tentador – Solo yo, no tengas miedo.


– Tu das...un poco de miedo...


– ¿Me tienes miedo?


Hinata no respondió. Se mantuvo observando esos penetrantes ojos azules; era aterrador a veces, estaba molesto todo el tiempo y parecía siempre dispuesto a atacar a cualquiera que lo irritara, pero no temía a él. Era difícil de explicar. Kageyama lo soltó, apartándose lentamente y Hinata se sorprendió al apretarse contra el en lugar de apartarse. Rodeó su cuello, impulsando se hacía arriba y pegó su mejilla contra la suya.


– Está bien si eres tú...


Sus músculos se tensaron en respuesta, un sonido grave burbujeó en su garganta y lo apretó contra su pecho. Estaba bien, tenía miedo, pero si era Kageyama entonces podría superarlo. No estaba solo, él estaba ahí y no había absolutamente nada que temer.


"Está bien si eres tú, está bien porque eres tú"


Sus bocas se fundieron profunda y apasionadamente, en ardiente deleite. Gota a gota su razón iba perdiéndose; jamás imaginó que podía sentirse así, que el miedo se dispara con tan solo besos y suaves caricias ¿Era así como se sentía que alguien lo quisiera? No parecía cierto. Era como magia.


"Es verdad, esto es real" "Estoy bien, tengo miedo, estoy bien"


Sintió que todo su cuerpo temblaba; era tan pequeño e indefenso. Estaba bien ¿Cierto? Hinata iba a estar bien. Su voz y ese cuerpo que irradiaba tanto calor como el mismo sol, lo excitaban, era peligroso. Quería detenerse, pero sus labios no se detenían; besaban con ardiente deleite sus labios, su barbilla, garganta y cuello. Sus manos le despojaban de sus prendas húmedas y se deslizaban desde sus muslos a su cadera y cintura. Quería fundirse en él, pronto. No podía soportar esa necesidad.


– ¡Ahhh! – sus dientes castañearon y sus labios temblaron. Dura y calenté, podía sentir su erección apretarse contra su cuerpo; no era nada nuevo para él y siempre había sido algo desagradable, y por eso no podía hacer otra cosa más que extrañarse por lo excitante que era ahora.


"No lo entiendo, es diferente...extraño ¿Debería pedirle que se detenga?"


Si tan solo pudiera. La lengua de Kageyama dibujaba círculos alrededor de su pezón hasta endurecerlo; la mano en su cadera lo empujaba contra su erección al mismo ritmo que tiraba de su pezón. Hinata enredó los dedos en aquellas suaves hebras azabaches y arqueó el pecho gimoteando por más contacto.


– ¿Estás bien? – se retiró un poco hacia atrás, y con la yema de los dedos recorrió su torso, su vientre, deslizándose por su erección hasta bajar por sus muslos y separar gentilmente sus piernas.


Hinata, cerró automáticamente las piernas en un espasmo nervioso, tras sentirle deslizarse hasta su entrada y ejercer una presión ardiente y lasciva...le aterraba, le aterraba demasiado. El dolor solo volvía y se mezclaba con el miedo – ¿Me...veo bien? – consiguió articular, un irracional miedo carcomía sus entrañas.


El cuerpo de Hinata estaba tenso, podía ver la incertidumbre y el miedo en sus ojos cristalizados por las lágrimas contenidas y sintió rabia, de todos aquellos que osaron herirlo, que lo transformaron en ese manojo de nervios e inseguridad – Eres...precioso – lo más hermoso que sus ojos jamás tuvieron el privilegio de contemplar y como tal deseaba protegerlo...siempre. De todo, de todos.


Porque era demasiado bueno para cualquier, incluso para él.


Los ojos de Hinata se abrieron en sorpresa – ¿Lo soy? – no podía creerlo, era imposible. Nadie nunca le  diría algo así, era mentira...una muy cruel.


– Lo eres...por supuesto – le sostuvo la mirada, transmitiéndole así su sinceridad y entonces, volvió a buscar su boca, su pecho, sus pezones y sintió como su cuerpo se relajaba e inconscientemente se abría para él. Perfecto, tanto que era doloroso...tanto que sintió temor de no ser digno de él. – Confía en mí.


Si ¡No mentía! De verdad lo creía, nadie le había dicho antes. No sabía cómo o porque, pero esas palabras le hicieron feliz. Tomó su rostro entre sus manos y lo besó, sintiendo como su espalda era despegada del colchón y era asentando sobre el regazo del pelinegro quien envolvió un brazo alrededor de su cintura y frotaba su erección contra la suya al tiempo que deslizaba un dedo en su entrada.


"Dulce y cálido, no me permite pensar" "Hay una tormenta en mi pecho" "lo quiero, voy a estar bien, no tengo miedo"


Ardía, estaba sintiendo los efectos del cielo sin sufrirlos. La boca de Kageyama se movía, mordía sus labios, succionaba su lengua y se deslizaba hasta su cuello preparando su piel con caliente pasión. Hinata estaba enloqueciendo entre exabruptos de placer que lo orillaban cada vez más y más a entregarle todo.


"Más, más, más"


Jadeó completamente sometido a aquella tortura y sus ardientes besos. Le clavó las unas en la piel de los brazos recorriendo la con frenesí al tiempo impulsaba las caderas en una súplica silenciosa por más. Estaba en celo, sin drogas que lo indujeran, y sin el miedo y la vergüenza que eso suponía.


– No puedo – articuló en un gemido, la sensación de esos dedos entrar y salir de su interior eran tan real, intensa – No puedo – los sonidos húmedos que sus dedos provocaban, sus jadeos, los murmullos de Kageyama se mezclan con la vocecilla en su cabeza y explotaban en una sola palabra. Mío.


No había ninguna otro vedad además de esa.


– Voy a hacerlo ahora – murmuró contra su oído – ¿Está bien? – su cuerpo se tensó cuando extrajo sus dedos de su interior y observó una lucha entre el miedo y el deseo en los achocolatados ojos del menor que le rompió el corazón.


Era duro para él, lo sabía. Lo último que deseaba era forzarlo a continuar, pero no podía detenerse llegado a este punto. Cada partícula de su cuerpo clamaba por hacerlo suyo, era de lo peor. Él, que juro protegerlo, él, que prometió, jamás lastimarlo; estaba a punto de hacer algo imperdonable.


– Está bien – un tembloroso beso en sus labios y una cálida mano sobre su mejilla trajeron de vuelta a su mente un poco de raciocinio – Puedes hacerlo…confió en ti.


Kageyama sonrió, aun en esa situación, con el cuerpo tembloroso y el carmín cubriendo su rostro, Hinata trataba de reconfortarlo. Qué clase de Alfa inútil permite que un Omega asustadizo lo reconforte, probablemente solo él y por muy extraña que pareciera estaba orgulloso de eso. Orgulloso de que solo ese Omega tuviera ese efecto en él y que estuviera dispuesto a entregarle su confianza.


No babia nada más maravilloso en el mundo.


“Te amo, Kageyama. Quiero decírtelo, pero apuesto a que ya lo sabes”


Kageyama lo recostó sobre la cama con gentileza y elevó una de sus piernas hasta su hombro. Expuesto y vulnerable, sabía que no había razón para sentir miedo, pero no podía evitarlo; todo era tan nuevo. Entró en él produciéndole una mezcla de ardor y dolor que se manifestaron en un grito. Su respiración se volvió violenta, su cuerpo estaba completamente tenso; estaba entrando en él, su entrada se expandía recibiendo cada centímetro de su caliente eje.


“Está bien, duele y se siente bien” “¿Cómo ese dolor puede sentirse tan bien? ¿Hay algo mal en mí?”


El pelinegro lo sujetaba con fuerza, como si tuviera miedo de que escapara. Quería decirle que no iría a ningún sitio, que sabía que su lugar era con él, pero esas palabras murieron en el instante en el que sus labios tocaron los suyos. Continuó cubriéndolo de besos y susurros de aliento mientras esa quemazón continuaba penetrando su cuerpo ¿Cuándo iba a terminar? Se estaba ahogando y entonces, una fuerte estocada golpeó un sitio que jamás nadie había alcanzado. Gritó angustiado ¿Qué era ese lugar?


– Mierda – la voz del pelinegro parecía también quebrada por él dolor. Respiraba suave y pausadamente, dejaba besos fugaces sobre su rostro y le invitaba a tocarlo – Esto es mejor de lo que imaginaba.


Se mantuvo quieto, totalmente dentro de él. Hinata soltó un prolongado suspiro y como si de una señal se tratase, Kageyama inició un lento va y ven que dio la bienvenida a un dolor que iba remitiendo cada vez más transformándose en delirio y placer. Podía sentirlo todo; sus músculos apretar el miembro que se movía con soltura en su interior y como se clavaba cada vez más profundamente. Tan dentro de él.


Le provocaba un enorme placer.


Hinata no podía creer que aquel acto pudiera llegar a ser tan intenso, el fuego estaba arrasando todo de él y si seguía así terminaría convirtiéndose en cenizas. Sus ojos empezaron a nublarse, su cabeza dio vueltas y sus labios sollozaron su nombre incansablemente. Con aquellos movimientos que provocaban infinidad de sensaciones en su cuerpo, el dolor se convirtió en un concepto fácilmente desechable; no existía. No había nada más que placer y locura.


“Te quiero, de verdad lo hago”


Parecía mentira que él también lo quisiera, le aterraba la idea de que fuera aun sueño. Pero los sueños no se sentían tan reales, jamás se había sentido tan lleno de vida en un sueño; jamás un sueño le había hecho tan feliz.


“No quiero que termine jamás. Si esto es un sueño entonces no quiero despertar” “Déjame ser feliz un poco más”


– Por favor –  fue lo único que alcanzo a susurrar. Su cerebro apenas funcionaba. Estaba completamente rendido aquel maravilloso acto y sentía que estaba a punto de desmayarse.


El menor lo rodeó con sus brazos, como si quisiera que se convirtieran en un solo cuerpo. Era maravilloso, el placer de estar dentro del era tan nuevo, sus paredes apretaban su miembro asfixiándolo y lo abrazaban con su intenso calor, espasmo tras espasmo, hundiéndolo en el completo delirio.


No podía compararlo con nadie más.


– Hinata…Hinata…


La cama se mecía de un lado a otro, las embestidas aumentaron más; su calor, la presión de su cuerpo le invitaban al abandono total. Hinata arqueó la espalda echando la cabeza hacia atrás y lanzando un largo y melódico gemido que deleito sus oídos y creció su hambre de él.


Y entonces perdió el control. Los músculos de Hinata lo engullían cada vez más profundo, se contraían y lo apretaban en un masaje que lo volvía loco. No era suficiente, necesitaba más de él; lo quería todo. Sus lágrimas y sus sonrisas. Sus tristezas y sus alegrías. Quería todo de él, quería compartirlo todo con él; estaba seguro de ello. No iba a abandonarlo nunca, iba a protegerlo siempre e iba a estar siempre con él.


Porque lo amaba y por esa simple razón, no tenía por qué dudar. No tenía nada de qué preocuparse…si estaba con él todo estría bien.


Cerca de alcanzar el clímax, Kageyama lo volteó boca abajó y con solo objetivo en mente, enterró los dientes en su nuca al tiempo que ambos alcanzaban el orgasmo. Era suyo ahora; era suyo en cuerpo, alma y mente. Hinata gimió sintiendo aquel maravilloso dolor, el pelinegro no dejaba de moverse empujando el nudo de su miembro más y más dentro mientras aquel liquido caliente le llenaba hasta las entrañas mezclándose con su calor.


Estaban enlazados ahora y no podía ser más feliz por eso.


*****


Hinata abrió los ojos a la luz de la mañana, un punzante dolor atacó su nuca y con él los recuerdos de lo acontecido la noche anterior lo golpearon. Corrió directo al baño y contemplo su reflejo en el pequeño espejo rectangular; una venda rodeaba su cuello como prueba de su unión ¡En verdad había pasado!


– No fue un sueño – murmuró a su reflejo – No te lo esperabas ¿Eh? – rió con una mezcla de nerviosa alegría. Lo estaba viendo, sin embargo no lo creía.


– ¿Hinata? – la voz de Kageyama se hizo presente en la habitación.


El menor se removió nervioso y después de contar no tan silenciosamente hasta diez asomó la cabeza por la puerta – Bi-bienvenido.


– Desayuno – dijo alzando una bolsa de papel con el inconfundible olor a bollos de carne emanando de ella.


Rápidamente Hinata se apresuró a arrebatársela de las manos y a tomar uno de los bollos e introducírselo a la boca. Kageyama estaba preocupado por él, se desmayó segundos después de haberlo marcado y eso lo habida mantenido inquieto toda la mañana. Sin embargo parecía que sus temores eran por nada. El menor tenía energía de sobra.


– ¿Cuánto tiempo vamos a estar aquí? – inquirió con la boca llena de comida.


– Esta noche va a llevarse a cabo una celebración, parece que todos se están concentrando en ella – dijo – Creo que lo mejor sería tomar ventaja de eso y marcharnos. 


Hinata tragó con dificultad y sostuvo el bollo a medio comer entre sus manos – No podemos irnos todavía, aún tengo algo que hacer…


– Es sobre ese nuevo amigo tuyo al que estas protegiendo ¿Cierto? – Hinata lo miró sorprendido ¿A caso creía que no lo sabía? Fue tan difícil encubrirlo durante todo ese tiempo. – Esta bien…contacta con él, dile que tenemos que irnos pronto. – cargar con más personas no era su ideal de un escape, pero Hinata parecía feliz y si el menor lo era, entonces él también.


Hinata sonrió, no podía esperara a contarle todo a Tsukishima. Estaba seguro de que se sorprendería, pero que también se alegraría por él. Quería verlo pronto y se preguntó que estaría haciendo en estos momento y porque ese pensamiento le hacía sentir tan ansioso. 

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<


¡¡Hasta la próxima!!


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