Las manecillas del reloj sonaban haciendo un eco en la habitación. ¿Por qué tenía ese reloj si normalmente maneja digitales? Claro, por Steve. Sin darse cuenta su habitación estaba llena de objetos que a su parecer eran anticuados pero que al policia le gustaban. Recuerda como una vez compró un exprimidor de naranja manual cuando prefería uno eléctrico pero como su pareja quería el manual por el simple hecho de que aseguraba que de esa forma haría el jugo con más amor, lo compró.
Respiraba hondo, sus ropas del trabajo habían sido cambiadas y ahora llevaba sólo unos boxers puestos. Sentado a la orilla de la cama, notando por completo la ausencia del calor ajeno que extrañaba. Ni siquiera una llamada había recibido después de que le aviso en la oficina que no llegaría esa noche. ¿Realmente era por trabajo? No quería creer en que Steve lo estuviera engañando, pero había muchas mujeres lindas a su alrededor. Como esa chica pelirroja que parecía estar interesada en él.
-Creo que se llama Natasha...su apellido era Romanov, creo.- se levantó en la búsqueda de su portátil. No es que fuese a buscar datos de la mujer, tal vez un poco, pero es que sus nervios estaban a flor de piel y ni siquiera entendía por que. No tenía razones para sospechar de ella o de Steve, estaba hecho un mar de dudas.
Dejó la computadora de lado, se acostó a mitad de esa enorme cama y se dio vuelta para quedar boca abajo. Hacerle una pequeña llamada no estaba mal ¿Vedad? No es que fuese molestia, además ¿No es él quién debería llamarlo? Ladeo la cabeza frunciendo el ceño, parecía una boba adolescente, levantó el rostro dejando ver un poco revuelto su cabello que se había frotado contra las sábanas. Se paró y estiró un poco el cuerpo. Intentaría dormir, esa sería la mejor forma de dejar que el tiempo pasara.
Mientras él se acomodaba en la suavidad de las sábanas, en la delegación de policia, el rubio hacía papeleo, más informes sobre lo que había estado sucediendo durante la semana. Su cuerpo lucía algo tenso, sus manos se movían rápido sobre el teclado. De vez en cuando movía su cuello de lado, intentando quitar un poco esa tensión que se acumulaba pero no servía de nada. Justo en esos instantes recordaba como en ocasiones Tony se las daba de masajista. Una vez antes de dormir, lo tomó por sorpresa y le quitó la camisa para poder dejarlo boca abajo sobre la cama. Se sentó en la parte baja de su espalda y le esparció lo que al parecer era aceite de almendras, o al menos ese es el olor que recuerda.
Imaginaba el movimiento que esas manos algo callosas hacían sobre sus hombros y espalda. Sus ojos se cerraron ante la idea de tener esas fuertes manos sobre él aunque algo lo desconcertó, sentía las manos pero no eran grandes y mucho menos fuertes. ¿Pequeñas y suaves? Abrió los ojos y se topó con que la joven pelirroja estaba dándole un masaje o al menos eso intentaba por que no tenía la fuerza suficiente.
Carraspeó la garganta y retiró las manos de la joven. Ésta caminó para poder quedar frente a su escritorio.
-¿Sucede algo señorita Romanov? – hablaba de la forma más seria posible.
-Sólo intentaba darle un poco de relajación. Ha estado aqui todo el día, ni siquiera salió a comer. ¿Acaso nadie lo espera en casa?- esa pregunta la hizo con interés y fijó su mirada en la boca rojiza del rubio quien sólo se dedicó a continuar escribiendo mientras la escuchaba.
-No creo que sea momento de hablar de la vida personal. Hay trabajo que hacer. Hemos estado saliendo a varios operativos y nadie a dejado reportes al jefe. En una hora salimos a otro y de suma importancia, así que quiero aligerar la carga de trabajo para que más tarde no tenga que quedarme tanto tiempo aqui.
La joven fruncía los labios al verse ignorada, ni por que había desabotonado un poco la camisa para dar a notar su escote el rubio le hacía caso.
-¿A dónde iremos? Sólo sé que tenemos que esperar ordenes.
-Bueno entonces mejor acátese a lo que te dijeron. Espere las ordenes, además yo tampoco sé con certeza a dónde vamos. Y si eso es todo, hágame un favor y vaya a revisar una documentación que llegó hace media hora, necesita ser archivada. – finalizó con una sonrisa a la que la chica no pudo negarse, aunque tampoco fue a hacer el trabajo con el mejor de los ánimos.
Sólo de nuevo, miraba la hora en la pantalla sin detener sus dedos. Soltó un suspiro, deseaba estar en la cama y poder descansar. Ya tenía varias semanas en las que no descansaba muy bien por el trabajo. Si no salía tarde, entraba muy temprano o ambas. El estrés lo tenía a tope.
-Rogers.- la voz masculina le llamó la atención, así que dejó el teclado y volteó la cabeza para fijar su mirada en la entrada de aquel lugar atiborrado de escritorios, archiveros y teléfonos.
-¿Sucede algo señor? - el hombre de piel oscura se le acercó sin quitar la expresión seria que adornaba su rostro.
-Sólo vengo a decirte que después de esta noche quiero que tomes un descanso. Has estado día y noche aquí, ya ni siquiera pasas tiempo en tu casa. No quiero que te presiones por la oferta que se te hizo para subir de rango.
-Lo sé señor, pero no me estoy sobre esforzando.
-De igual forma, debes tomarte aunque sea una semana. No debes dejar que el trabajo afecte tu vida personal. - la mano de su superior se posó en uno de sus hombros. Él era el único que estaba al tanto de su relación con Tony, no por que se lo haya contado, se vio descubierto. Aunque tampoco le pidió que ocultase nada, aún así no difundió la noticia.
-Tendré su propuesta en mente.- el hombre se retiró. ¿Tanto era el tiempo que le dedicaba al trabajo que su jefe tiene que decirle que descanse? Ahora que reflexionaba, si tenía muy abandonado a su amante, pero le veía mucha importancia a todo lo que sucedía en su área laboral.
Suspiró pesadamente, hace varios días que no compartía bien una noche con su amante. Comenzaba a considerar la idea de tomarse el descanso. Quizá si le comentaba al pelinegro sobre eso, él se tomaría descanso también y así poder pasar un rato juntos. La idea comenzaba a gustarle. Pasó otro rato anotando algunas cosas hasta que su compañero llegó por él.
-¿Vamos? – ambos se sonreian mientras el rubio acentía. Al menos le tocaba tener de compañeroa su amigo, así los casos eran más cómodos.
Apagó el telefono, no quería que nada lo interrumpiera durante ese rato, además de que ya era tarde y no pensaba en que podía recibir alguna llamada. Cual equivocado estaba. Sin saber que la soledad corroía al pelinegro que postrado en la cama no dejaba de marcar aquel número esperando escuchar algo más que la linea de espera.
La bebida siempre era buen acompañante en esos momento, aunque no la más recomendable. Tony tomó algo de ron antes de decidir dejar de marcar, creyendose ignorado. No dejó escapar lágrimas, sólo se durmió.