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Máscara de luna por mei yuuki

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Notas del capitulo:

Nueva actualización, como siempre no se olviden de leer las notas del final.

   Mizuage 6.

 

   •

 

   Tenía mucho en que pensar.

   Finalmente había dado con Izaya, milagrosamente, y a pesar de éste estar envuelto en circunstancias difíciles se encontraba momentáneamente bien y a salvo; hecho que sin duda era un alivio inconmensurable para Shizuo. Eso no aplacaba en lo absoluto su deseo de moler a golpes a los responsables de todo aquel lío, pero era un muy significado avance. Tenía muchísimas dudas respecto a qué demonios estaría planeando hacer el chico para escapar de las garras de esos tipos, pero fuera lo que fuese, si fallaba simplemente lo arrastraría lejos de las fauces de esa gente sin tanta palabrería y protocolo de por medio. Nunca fue bueno con ese tipo de cosas de todos modos; la paciencia era una virtud en la que recordaba pensar una vez que recuperaba el juicio y el desastre de su carencia ya se extendía ante sus ojos.

   Aun así, ahora el recuerdo de ser besado por Izaya lo distraía más que cualquier otra cosa. De manera intermitente batía sus alas rojas y obnubilada su mente por completo, repercutiendo en su desprotegido corazón. Quería molestarse con el idiota de Izaya por haberle hecho eso, pero algo le impedía sentirse enfadado.

   —Hermano, ¿me estás escuchando? —Kasuka interrumpió su diatriba interna después de no obtener respuesta alguna de su parte.

   —¿Qué?, ¿me dijiste algo, Kasuka? —recibió una inexpresiva pero analítica mirada antes que palabras.

   —Te pregunté si has tenido suerte últimamente en tu búsqueda de Orihara Izaya.

   —¿Por qué lo preguntas? —Titubeó. No quería ocultarle cosas a Kasuka, pero ni él mismo estaba seguro de lo que se traían entre manos. Desde su punto de vista era demasiado complicado.

   —Has estado más callado y quejándote menos sobre eso los últimos días —se explicó, ecuánime —. Pensé que quizás algo habría pasado.

   —Con que era eso —. Se sintió descubierto. ¿Tan fácil era de leer? Aunque no esperaba menos de su hermano.

   —Está bien si no quieres hablar de ello.

   Shizuo movió la cabeza en signo de negación.

   —No se trata de eso, Kasuka. Es sólo que —sin pretenderlo echó un vistazo al reloj de cuerda de la pared. Sus ojos casi escapan de sus órbitas y de un salto se levantó de la mesa —¡Mierda! Es tarde. Lo siento, prometo que te lo explicaré, pero ahora debo irme.

   Salió apresuradamente de la pequeña vivienda apenas colocándose los zapatos y registrando el “ve con cuidado, hermano” que Kasuka le dedicó.

   Para encontrarse con Izaya necesitaba atravesar la ciudad en menos de veinte minutos antes de irse al trabajo. Cada dos días, según acordaron. El chico de cabellos negros decía que era primordial evitar levantar sospechas sobre cualquiera de los dos, por lo cual los encuentros debían ser cortos y solamente durante ese horario si no quería que sus movimientos fueran restringidos.

   A Shizuo todo aquello lo exasperaba. Apenas era la segunda vez en que se reunían de esta forma y ya estaba deseando acabar con tal engorro. Necesitaba sacar a Izaya de ese maldito lugar de una vez por todas; no estaría tranquilo hasta verlo libre como antes.

   —Sé paciente —fue todo lo que le dijo Izaya entonces, tras llegar a la cita con cinco minutos de retraso. Le hablaba dándole la espalda mientras vigilaba los alrededores, a Shizuo le sorprendía a veces lo increíblemente precavido y meticuloso que era —. Creo que ya están por llegar a un acuerdo, Shizu-chan. Entonces el proceso comenzará y llegará mi oportunidad.

   —¿Pero tú de qué mierda me estás hablando? —empezaba a irritarse con tanta cháchara incomprensible —Habla en un idioma que pueda entender, ¿quieres?

   Izaya rió por lo bajo sin voltearse. Al no ser una cita de trabajo oficial, iba libre del maquillaje tradicional, si bien su peinado era el mismo que le había visto llevar en ocasiones anteriores. Su nuca descubierta despedía un dulce efluvio a flores que a Shizuo empezaba a serle difícil de ignorar.

   —Hablo de la ceremonia de mizuage* que una maiko debe superar antes de convertirse en geisha —le explicó —, un dolor de cabeza, pero tengo un plan para usarla a mi favor.

   —¿Ceremonia? —Inquirió el joven rubio, desconfiado por mero instinto —¿qué clase de ceremonia es ésa?, y ya deja de mirar a todas partes; mírame cuando te hablo, maldición.

   —Puede durar varios días, pero tan sólo es una cuestión social, un trámite aburrido —repusó girándose por fin, despreocupado —. No tiene ninguna importancia para mí.

   De ningún modo podía decirle a Shizuo que dicha ceremonia conllevaba la venta de su cuerpo al mejor postor; no al menos hasta el momento indicado. Incluso si se enterara en aquel preciso instante y lograra apaciguar su cólera, era imposible para él ganar la subasta, desde todos los aspectos.

   —¿Seguro que es sólo eso?

   —Lo es. ¿Qué más podría ser?

   Shizuo encogió los hombros, dubitativo.

   —Como sea —dijo por último —, si todo sale mal lo haremos a mí manera.

   E Izaya sonrió. La imagen de sus labios estirándose trajo a la vida la de éstos cubriendo los suyos. Desvió la vista, avergonzado.

   —Oye, sobre lo que —empezó a decir en un murmullo, hasta que el otro lo interrumpió.

   —Tengo que irme.

   —¿Tan pronto? —Justo cuando finalmente encontró el valor suficiente para tocar el tema.

   El chico de cabellos oscuros suspiró con malestar, no es como si le apeteciera regresar de todas maneras; mas no tenía alternativa. Harían preguntas innecesarias si tardaba demasiado visitando supuestamente a la costurera.

   —Hablaremos sobre eso la próxima vez —aseguró.

   Se despidieron discretamente e Izaya se alejó con premura sin mirar atrás. Shizuo recargó la espalda contra el tronco del árbol y suspiró al ver su figura desvanecerse al doblar la esquina.

   Siempre terminaba desvaneciéndose enfrente de sus ojos, una y otra vez. Seguía siendo incapaz de retener su efímera existencia. Pensó que si lo abrazaba, tal vez se fundiría entre sus brazos, convertido en minúsculas partículas de polvo. Demasiado leve; incapaz de resistir el peso de su ser absurdamente fuerte.

   Dos días más tarde, Izaya no se presentó en el punto de encuentro. Esperó y comenzando a impacientarse, fumó un cigarrillo detrás de otro, hasta que cuando finalmente se rindió y dio la vuelta para marcharse pensando en qué hacer a continuación, una chica se le acercó sin que lo notara en primer momento.

   Se detuvo frente a él, impidiéndole el paso. Vestía un furisode similar a los que solía usar Izaya y su peinado también correspondía con el de una maiko.

   —¿Eres Shizuo Heiwajima? —Le preguntó, mirándolo de arriba abajo con aire reticente.

   —Lo soy. —Shizuo supuso que aquella debía ser la persona que Izaya dijo que enviaría en caso de no poder asistir él y necesitara comunicarse.

   —Traigo un mensaje de Kanra. —Le informó confirmando sus pensamientos —: «La ceremonia de Mizuage comenzará mañana. Partiendo desde entonces, ven nuevamente al séptimo día después del atardecer». Eso es todo.

   Concluido el mensaje, la joven cuya identidad era desconocida para Shizuo le dio la espalda dispuesta a volver por donde había venido.

   —Detente ahí un poco, ¿qué se supone que significa...? —Ella le echó un vistazo por encima del hombro.

   —Significa justamente eso: vuelve dentro de siete días contando desde mañana. Hasta entonces, el mizuage le impedirá venir aquí. En su momento lo entenderás, si decides venir a la hanamachi. —Y se marchó dejándole con más dudas que respuestas.

   ¿Qué era lo que estaba a punto de suceder? Shizuo experimentó nuevamente aquella sensación de desconfianza que la sola mención de la ceremonia ésa le inspiró la primera vez que escuchó de ella de boca de Izaya.

   Antes de que fuera plenamente consciente de lo que hacía, su mano izquierda se aferró al poste de una farola. El profundo chasquido remeció los cimientos y finalmente cedió bajó su poderoso agarre. Se preguntó si verdaderamente podía confiar en Izaya, no obstante, en ese momento vaciló y en consecuencia su mano se abrió con torpeza.

   Quizás el mundo entero se hundía en la incertidumbre, pero todavía seguía en pie la promesa que le había hecho; a él y a sí mismo.

 

   •••••

 

   Acorde a sus predicciones, la resolución sobre cuándo y quién efectuaría su mizuage cayó más temprano que tarde encima de sus hombros. La popularidad era un arma de doble filo al fin y al cabo: en breve acabaría cortando su cabeza o bien, en su defecto, las cadenas invisibles de su esclavitud. Dependería de su astucia y habilidad utilizarla como un factor más para inclinar la balanza en su favor; y en caso de que el resultado no le fuera beneficioso, al menos se aseguraría de darle un buen espectáculo a la opinión pública.

   La misma reacción de Shizu-chan, imprevisible para Izaya, podría alterar el desenlace. Incluso cuando envió a Manami para hacerle saber una parte de la verdad, no podía estar del todo seguro de que esperaría hasta el último día para presentarse. Hasta entonces todo lo que podía hacer era desempeñar su papel como si no caminara al filo de un precipicio.

   La identidad e historia del hombre que se encargaría de realizar la “desfloración ritual” era irrelevante. Un tipo adinerado en busca de un nuevo trofeo que presumir ante sus amistades; tanto que no le importaría que éste no fuese uno femenino. Una tradición de tiempos pretéritos que guardaba la finalidad de demostrarle de una vez por definitiva que su vida no le pertenecía, que podía ser fácilmente alquilada o vendida al mejor precio. Ése era el verdadero mensaje que Shiki esperaba grabar en su cerebro con toda esta puesta en escena.

   Pues bien, echaría mano de todo lo habido en su repertorio para prolongar la ceremonia durante siete días; entretendría a ese sujeto hasta el hartazgo antes de permitirle siquiera tocarlo, y al séptimo día ejecutaría la última fase de su plan. La noche de la culminación abriría una única brecha para hacerlo.

   —¿De verdad no quieres intentarlo esta misma noche? —le interrogó Manami por tercera vez durante la mañana del Primer Día. Debía repartir pequeñas ofrendas de dulces y flores en las principales tiendas de la hanamachi como parte de la tradición, y la joven se había ofrecido a ayudarle para poder conversar a solas —Pienso que es peligroso esperar tanto. ¿Qué harás si ese hombre intenta forzarte?

   —Estaré bien, Manami-chan, ya he pensado en eso. —Contestó rebosante de calma y confianza en sí mismo entretanto saludaba con una sonrisa a una anciana que pasaba por ahí —No soy tan tan débil como parezco, pero en cualquier caso he preparado una contramedida, si es que la situación se complicara.

   Manami le dirigió una mirada renuente. Pese a todo Izaya no le había contado todos los detalles de su estrategia, mucho menos sus reales motivos, aunque eso ella no lo imaginaba. Era tan sólo un peón bien dispuesto en el lugar propicio para ser utilizado.

   —No lo pienses demasiado. Ya verás que dentro de poco ambos seremos libres.

 

•••••

 

   —No necesitas esforzarte tanto con eso, Kanra-chan —lo interrumpió a la mitad de la segunda pieza que tocaba en shamisen. Los hábiles dedos cesaron momentáneamente sus movimientos sobre las cuerdas y el sonido de la música se detuvo —. Quiero decir, se supone que debemos conocernos mejor, ¿cierto? En estos días...

   Con semblante insondable, Izaya tras el atuendo de Kanra dejó el instrumento encima de su regazo con suma delicadeza. El intenso aroma del incienso saturaba el ambiente dentro de la habitación.

   —Vaya, ¿parece que me estoy esforzando para tocar correctamente? — infirió falsamente preocupado —Temo que entonces he fallado.

   El hombre frente a él se apresuró en desmentir aquello.

   —No quise decir eso, en absoluto. Tocas maravillosamente; nunca oí nada igual. Tu música es encantadora tal cual lo eres tú.

   —Señor —lo llamó con una suave sonrisa —, quisiera deleitarlo con mis habilidades durante estos días juntos; solamente así me sentiré digna de culminar este ritual —bajó la mirada con humildad —. De otro modo siento que no lo merezco.

   Pareció conmovido con su actuación; incluso aunque aquel sujeto sabía perfectamente que bajo los adornos y las sedas Kanra era un hombre. Quizás precisamente por aquello sus ojos brillaban de manera tan enfermiza cuando se paseaban por su cuerpo.

   —Por supuesto —repuso aquel con excesiva complacencia —. Anhelo conocer todo de ti.

   Vaya pervertido, se dijo Izaya antes de esconder su orgullo y agradecer su infinita comprensión. Tomó nuevamente el shamisen para continuar con su pequeño recital improvisado. El rostro de Shizuo se deslizó en su mente y estuvo a punto de esbozar una expresión de fastidio y pura frustración.

   Iba a ser una larga, muy larga semana.

Notas finales:

Mizuage: Ya se ha explicado dentro de la misma historia y en las notas de otro capítulo lo que implicaba el mizuage de una maiko; verdaderamente podía durar hasta una semana, no era algo de una sola noche y ya está, durante ese tiempo interactuaban y la maiko se acostumbraba a la situación. Se dice incluso que el cliente (mizuage-danna como le llamaban) comenzaba lubricándola con los dedos untados en clara de huevo los primeros días, hasta finalmente consumarlo. Aparte de eso, cuanto más se pagara por el mizuage de una maiko más exitosa se creía que sería su carrera como geisha.


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