Serendipity
—¡Maldita sea!—murmuró Dean al resbalarse con sus patines por tercera vez. Dentro de la pista, la temperatura había descendido unos grados y se situaban muy pocas personas. Observó como su novio se deslizaba con facilidad sobre el hielo, dando unas cuantas vueltas y teniendo una expresión de felicidad en su rostro mientras que él se sujetaba con sus manos enguantadas a la barandilla y trataba de mantener sus pies firmes en el congelado suelo.
—¡Dean!—levantó su vista y Cas se aproximaba a él—. ¿Estás bien?
—Si—gruñó.
—¿Por qué no me dejas ayudarte?
—No necesito ayuda, Cas...
Castiel sacudió la cabeza y acortó el espacio.
—No debes sentir vergüenza, no eres el único que no sabe patinar...
Dean hizo un puchero con sus labios y desvió la mirada.
—¡Te enseñaré! no es tan difícil como se ve...
—No lo creo...
—¿Confías en mi?
Viendo la suplica en los ojos azules del hombre, Dean suspiró resignado y asintió. Cas agarró sus manos con fuerza y se dejó llevar de a poco.
—Tómate tu tiempo... debes arrastrar un pie a la vez... si, así...dobla un poco tus rodillas e inclínate hacia delante... mmm... sino inténtalo como si bailaras un vals... te deslizas...
Dean no quería admitirlo en voz alta, pero sentía un poco de miedo. Unos minutos sobre el hielo era como una eternidad para él.
—Cas... no puedo hacerlo...—sus piernas temblaban y deseó cerrar los ojos.
—No te centres en tu temor... mira a tu alrededor, Dean.
—Gracias por tus sabias palabras maestro Jedi.
Cas lo amonestó divertido y Dean se relajó.
Siguió las instrucciones y sin darse cuenta, se encontraba en el centro de la pista.
Sonrió y miró a su novio con triunfo.
—¿Crees que lo puedes hacer solo?
—¿Solo?—repreguntó con duda. ¿Podría?—. De acuerdo, lo haré, Cas.
Castiel lo soltó y Dean dio un paso con firmeza y luego otro y otro...
—¡Sigue, Dean!—dijo con entusiasmo.
Dean se hinchó de orgullo y con cada movimiento tomaba mas confianza y velocidad. Patinó un buen tiempo hasta que se trastabilló y pegando un grito, cayó sobre su trasero.
Cas que estaba cerca suyo, se asustó.
—Dean... Dean, ¿te encuentras bien? ¿te lastimaste?
Lejos de estar mal, el hombre se reía.
—Todo esta bien, Cas... es solamente mi trasero dolorido y no en el buen sentido...—le contestó con un guiño.
Castiel resopló y lo ayudó a levantarse.
—Entonces si estas bien...—besó de sorpresa a su novio y se alejó—. Te juego una carrera... alcánzame, Dean.
Dean aún procesando la caricia recibida, se despertó de su ensoñación.
—¡No es justo, Cas! ¡Ven aquí!
Claro que Castiel se lo hizo fácil, ya que se aproximó a él y se dejó atrapar entre sus brazos.
—Te tengo.
—Es bueno escucharlo, porque no te dejaré caer otra vez, Dean—afirmó.
—Eso espero, Cas...—se aferró a Castiel en un fuerte abrazo mientras sus figuras se borraban por la ligera nieve que comenzaba a caer sobre la ciudad.