Promises
El invierno se había instalado y la ciudad había amanecido cubierta por un manto blanco y helado. Dean miraba desde la ventana de la cocina como Castiel y su sobrina Mary se divertían realizando ángeles de nieve. Hacia demasiado frío, pero eso no parecía ser un impedimento para disfrutar de la nevada que había caído hace unas horas atrás.
Tomó un sorbo de café antes de levantar la mano para saludar a la pequeña que miraba hacia su dirección.
Dejó a un lado su bebida caliente y fue en busca de su abrigo.
Salió a su patio trasero y el rostro de la niña se iluminó al verlo.
—¡Tio, Dee!—corrió hasta acortar la brecha que los separaba.
Dean le dio un fuerte abrazo.
—Hey ¿va todo bien, terrón de azúcar?
Mary rodó los ojos con exageración.
—¡Tío! no me llames así... ya estoy grande—le contestó con un leve puchero en su boca—. Sabes que tengo ocho años.
Dean rió y sacudió la cabeza sin poder creer aquella actitud.
—Esta bien, ¿cómo debería llamarte entonces?
—Mary Lilian Leahy-Winchester.
—Bueno, Mary Lilian Leahy-Winchester, ¿qué tienes pensado hacer ahora?
La niña se quedo pensando hasta que respondió entusiasmada.
—¡Ya se! hagamos un muñeco de nieve.
Cas se acercó a ambos con una gran sonrisa.
—Eso seria una buena idea—miró al otro hombre y continuó—. ¿Qué te parece, Dean?
—¿Podemos tío Dee?—pidió con ojos de cachorro, tal y como su padre.
—De acuerdo... de acuerdo—le contestó con fingida resignación.
Mary saltó de alegría y al instante se arrodilló para comenzar a juntar la nieve mientras que los dos adultos intercambiaron sonrisas antes de ayudar a su sobrina a armar la figura.
Pasó la hora y el muñeco de nieve se veía grandioso en medio del patio. Dean le sacó varias fotografías junto a su sobrina para enviárselas a Sam y a Eileen.
Los tres estuvieron jugando un tiempo mas hasta que Dean señaló que ya era un buen momento para entrar a la casa.
Instalados en la sala, Dean se encontraba con Mary viendo películas cuando Cas los interrumpió trayendo una bandeja llena de comida.
—¿Quién quiere chocolate caliente y galletas?
La niña chilló de emoción.
—Gracias tío Cas—canturreó feliz.
—De nada, Mary.
Dean le alcanzó con cuidado la taza humeante y un plato con galletas de miel.
Castiel se aproximó a Dean, acomodándose a su lado. Le tendió una taza de chocolate con crema y el hombre le agradeció con un tierno beso en los labios.
—Pasamos una buen momento, ¿no lo crees, Dean?
—Lo hicimos, Cas...—le susurró cerca del oído.
Dean beso su mejilla y apoyó su cabeza sobre el hombro de su novio con una gran sonrisa. ¿Qué mas podía pedir?