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Notas del capitulo:

Holi~

¿Sobrevivientes?

Pues ya se viene el lado lindo de todo esto... mayor información... prosigan con el capítulo XD

Disfrútenlo~

 

 

 

Nadie escuchó las palabras finales del ejecutor designado, tampoco las de Ricardo. La barrera impedía que ese secreto saliese del lugar marcado por la franja rojiza creada con magia. Sólo cuando Xanxus terminó volviéndose un conjunto de brillantes lucecitas, se pudo deshacer la barrera y dejar que el lamento del hechicero sobreviviente se escuchara. Todos vieron como Ricardo gritaba en agonía mientras sujetaba su cabeza con fuerza. El cielo les confió aquella tarea horrible solo a ellos dos, a la rama segundaria de la familia líder de los hechiceros, y debían cargar con ese peso hasta que su existencia se extinguiera.

Los nacidos bajo el manto de los hechiceros, eran la nueva existencia basada en almas humanas puras, en otras palabras, eran seres que despedían todos los sentimientos y características positivas de la raza sin magia. Ellos renacían de un alma totalmente limpia, sus poderes eran enormes debido a esta característica y se volvían seres de luz. Pero el peso de su “blancura” los llevaba a ser empáticos, de tal forma que, si de ayudar a los congéneres se trataba, ellos serían los primeros en actuar. Su propia alma los condenaba y por eso aceptaban los designios del cielo sin protestar, sin dudar. Xanxus y Tsuna, predecesores y descendientes, todos harían lo mismo durante los siguientes siglos… el ciclo se repetiría infinidad de veces, pero era necesario para mantener el equilibrio y eso era lo único que no dejaba decaer a Ricardo… pero eso no lo libraba del dolor

 

 

—el siguiente eres tú — Reborn caminaba con gracia. Lento, pero sin dejar su elegancia —Ricardo — espetó con rabia, olvidando el dolor en su cuerpo, el cual cedía de a poco porque quien le impuso el hechizo, murió — mentirosos de mierda… hechiceros malnacidos. Señores todopoderosos — se mofaba en las dos últimas palabras mientras con su arma sujeta, apuntaba a Ricardo

—mi hijo — susurró Ricardo mientras dejaba de lamentarse y abría sus ojos. Dolía, pero se obligó a recomponer su postura… porque el trabajo no terminaba… no lo haría hasta que el mártir y su hijo distribuyeran la magia blanca en ese vasto mundo — ¡REUNIRSE AHORA!

—de esta no te escapas — el hitman disparó una vez y falló. Las manos de Ricardo se movían con prisa generando una ventisca llena de nieve y eso fue lo que impidió que la bala le llegara directamente al pecho

—¡rápido! — ordenaba Ricardo mientras apretaba sus dientes, recitando el conjuro necesario. Él debía cumplir con lo delegado por su hijo… su hora de morir aún no estaba dictaminada

—duele — susurraba Tsuna retorciéndose en el suelo. Un hechicero lo tomaba en brazos entonces, sangrante y, aun así, el mago de menor rango debía seguir con el mandado del difunto líder — no… no quiero ir — suplicaba el castaño pero sus fuerzas eran ya casi nulas. La marca dolía aun, porque no terminaba de extenderse por su piel. Sus lágrimas caían por la desesperación y aun negaba a ser trasladado de nuevo al castillo de luz

—¡vamos! ¡Hay que reunirnos! — pocos eran los hechiceros sobrevivientes de aquel ataque. Desesperados porque vieron a Xanxus caer, corrían hasta el rango en que el que Ricardo forjaba el portal

—¡claro que no! — Lal disparaba en la pierna del que cargaba a Tsuna. Skull agarraba al castaño antes de que cayera en conjunto con el otro y se hiciera daño. Fon torcía el cuello de quien, de entre los “caídos”, se levantó

—MUERE — la furia de Reborn estallaba en cada disparo certero que arrebató dos de las cinco vidas que se salvaron de su furia. Masacre

—nos volveremos a ver, arcobaleno — Ricardo entonces forjaba el portal y con el último de sus subordinados en el área asignaba, se transportaba fuera del peligro

 

 

Se acabó…

 

 

Silencio posterior al intercambio de balas. Jadeos debido al ejercicio en exceso y alguien que colapsaba debido al dolor en su cuerpo por un hechizo recibido directamente. Lal reaccionaba al escuchar la queja de Colonello y corre a socorrerlo, pues el idiota recibió un daño considerable. Skull con Tsuna en brazos, se apresura hasta donde está Fon, pero este se levanta solo y se limpia el polvo, ninguno de los dos está herido de gravedad. Reborn sonríe mientras con calma se acerca y arrebata al castaño de brazos ajenos y mira fulminantemente a los demás. El castaño aún se queja mientras se agarra el vientre con los ojos cerrados, solloza cuando su cuerpo quiere colapsar y todo se detiene instantáneamente. El dolor pasa, el cansancio llega, la inconciencia también y un suspiro largo se da… todo pasaba tan rápido que, en menos de lo planeado, ya están en la habitación respectiva para reposar un rato y decidir qué hacer

 

 

—volverán a atacar seguramente — Skull se estira cual gato en el piso, está cansado, está aliviado también, porque ya tomó venganza en cierta porción considerable — así que estar cerca de Tsuna es…

—aun no llegan los más importantes. Los que nos pusieron la maldición — gruñe Lal, porque ella aún no se siente satisfecha. La única mujer presente quiere destrozar el cuerpo de Iemitsu y no se conformará con poca cosa

—pero a acabamos con el líder, eso es bueno — Fon sonreía mientras tiraba de la tela de su ropa desgarrada y evalúa el daño a reparar

—ese tipo lo hizo — corregía Colonello mirando con atención a Reborn, quien parado junto a la cama donde Tsuna reposaba, se acomodaba la fedora y dejaba a su mascota libre de posarse en ella — Xanxus preparó el hechizo y el otro lo…

—me largo — Reborn corta la simple conversación que se llevaba a cabo entre los demás miembros de… ¿de qué? Ellos solo eran fichas a usar en el juego, pero eso ya se acabó — me llevaré a este mocoso conmigo

—¡no te dejaré! — Colonello saltó de su silla de inmediato e intentó parar al hitman antes de que tocase al castaño

—no puedes llevártelo así, sin más — Fon también se quejó e, igualando a Colonello, enfrentó a Reborn, pero una mujer los detiene y tira de ellos hasta hacerlos retroceder, pues ya muchas muertes se dieron ese día y seguramente Tsuna es el más afectado con todo eso

—mi esclavo, mi marca… mi decisión — Reborn ni siquiera los miró mientras tiraba del brazo de Tsuna y lo acercaba hasta él. Lo coloca en su espalda y se yergue con altanería

—desgraciado — las armas afuera, listas, a disposición — suelta a Tsuna — amenaza el rubio asesino y frunce el ceño

—iremos contigo — anunció Lal mientras mantiene a los otros alejados del azabache de patillas, ella sabe que habrá un problema enorme dentro de poco

—… — Reborn sonrió divertido — ustedes no están invitados a mis dominios

—no dejaremos que te lo lleves — anunció Fon con seguridad — ya ha sufrido bastante como para que tú sigas atormentándolo

—Tsunayoshi lleva a mi hijo — sonrió con satisfacción, porque, con eso, limitaba a los demás a ser simples buenos samaritanos velando por quién no lo necesita — Me pertenece por completo. Yo decido como lo trato y ustedes no deben quejarse

—tienes el alma tan negra como Xanxus — gruñó Fon, porque perdía la paciencia

—parece que debo abrirme paso a la fuerza

—tal vez… Tsuna ni siquiera quiera ir contigo — se burló Lal, quería comprobar algo antes de que las cosas pasaran a un enfrentamiento por la custodia del castaño — piénsalo. Le has hecho la vida imposible, cualquiera se cansaría de eso

—es cierto — Skull se levantaba también — Tsuna no merece una vida junto a alguien como tú… no muestras piedad y sólo lo quieres como un objeto al cual mostrar

—no te lo llevarás

—iré… lo haré — una voz débil, trémula y que surgía de la persona que enredaba sus brazos en el cuello ajeno para no caer por los primeros pasos dados, se levantó en la habitación — iré con Reborn-san

—Tsunayoshi-sama, usted no puede… usted debe ser protegido y yo seré quien…

—eres libre — susurraba mientras cerraba sus ojos y sus manos perdían fuerza a la vez que Reborn empezaba a salir de la habitación — es mi… agradecimiento por… tu dedicación… Colonello

—Yo no puedo dejarlo así — el rubio se interpuso en el camino del hitman y solo miró a Tsuna — Tsunayoshi-sama, usted va a…

—te devolveré tus recuerdos — susurró estirando su mano para tocar al rubio a quien Reborn apartó del camino casi enseguida — así que… gracias

 

 

Protestaron, claro. Skull y Fon lo hicieron de inmediato porque ellos se negaban a aceptar que Tsuna se apartara de ellos. No se iban a quedar quietos mientras que aquel muchachito ya sufrido, caía en manos de quien peor lo trataría, pero Reborn los calló con una simple cosa.

 

 

«nadie mirará, tocará o siquiera pensará en volver a hacerle daño a Tsuna, porque ese privilegio es mío»

 

 

Para muchos esa actitud sería la misma de siempre, pero era la primera vez que una amenaza contenía el nombre del chico en ella. Ya no era un esclavo, era Tsuna. El castaño emitió una leve sonrisa al escuchar aquello, pues sentía dulzura en una sola palabra dicha con la voz profunda del asesino. Para alguien tan mancillado, eso era como la gloria, porque al menos alguien se preocupaba por quien se le acercara. Para muchos podría ser hasta estúpido, pero para el castaño… era su paraíso

Lal al final tuvo que detener a Skull y Fon, porque ella ya comprobó que Reborn ocultaba un sentimiento inmenso por el hechicero con “cara de niño”. Para ella eso fue suficiente, además, el propio Tsuna decidió ir con Reborn. Y como si fuera poco… ella debía aceptar la palabra de Tsuna, porque ese muchacho ya el devolvió algo demasiado importante. Era cuestión de honor devolver el favor, por eso… si el castaño decidió quedarse con un asesino, ella lo apoyaría y ayudaría, y no era la única

 

 

—ya déjenlos en paz — se quejó enfadada mientras pateaba a Skull dentro de la habitación y apuntaba a Fon — más les vale no hacerme perder la paciencia

—Lal, estás siendo irrazonable — se quejó Fon — Tsuna sufrirá con Reborn… él…

—¡cállate! Que el mocoso ya decidió

—Lal… diablos, ¿desde cuando estás de parte de Reborn? — Skull se levantaba con dificultad, el golpe le dolió

—mi paciencia se está acabando — los miró con seriedad y apretando su arma

—más les vale no hacerla enojar-kora — la voz cantarina del rubio resonó en la habitación, eso hizo a Lal sonreír y a los otros detener sus quejas — porque… es el demonio si lo hace-kora

—Colonello

—¡atrévete a repetirlo, idiota! — pero claro, la mujer no se iba a quedar callada — ya que volviste… pagarás caro por haberte olvidado de que estamos casados, Colonello — decía con rabia y un aura demasiado tenebrosa

—no fue mi culpa-kora — miedo… los varones en la habitación sintieron mucho miedo al ver a Lal de aquella forma

—cariño — se burló Lal mientras daba el primer paso — ¡cómo te atreves a hacerme creer que estabas muerto!

 

 

Verdadera furia…

 

 

Una pérdida dolía, siempre dolía, pero ¿qué podía hacer? Ya era tarde para hacer algo e incluso cuando pudo hacerlo… se le fue reiterado la importancia del deber y negado el permiso a retractarse de la palabra dada. Ricardo observó por años la desesperación de su hijo, dada por la tarea de forjarse un carácter retorcido a la fuerza, por cumplir con su deber y obtener liberación al final. No pudo hacer nada porque al igual que Xanxus, él también prometió al cielo ser partícipe de aquello. Aún recuerda como ese azul cielo contactó con él, aun escucha la voz gloriosa que le dictaba la condena que podía aceptar o negar.

Ricardo aceptó en ese tiempo, pues pensó que su generación sería la que tomaría el rol de mártires y el que se desfiguraría sería él mismo, pero no fue así… En ese tiempo, Ricardo sufrió cada año que Xanxus crecía, pues imaginaba el dolor de su hijo al ver a su padre siento el lastre de la familia, pero no fue así… fue peor que ganarse el rencor de su pequeño hijo. El cielo se anunció un día, lo contactó, pero también llamó a Xanxus y en ese momento Ricardo entendió todo. Él estaba destinado a forjar un hijo que tendría la carga de condenar al mártir a la miseria… Ricardo no era el ejecutor, Xanxus lo sería… y eso… eso era cruel, pero justo a la vez

Xanxus resplandecía en luz cuando era tan solo un pequeño infante, la sonrisa amplia que mostró en esos tiempos era solo un dulce recuerdo que Ricardo atesoraría en sus más gratas y profundas memorias. Ese pequeño de mirada risueña y dulce, como la de su madre, se sintió feliz de ser contactado por el cielo. Un niño inocente que habló con el cielo, quien le explicó la tarea que debía cumplir, que le dio la opción a negarse, pero la cabecita de aquel niño de cabellos negros y brillantes ojos rojos, negó con prisa. Xanxus, con fortaleza innata de su personalidad, aceptó el designio, porque el mismísimo cielo se lo dio. Las almas puras no se negaban a las peticiones del cielo, porque ellos sabían que detrás de tantas peticiones había el bien común… y eso les daba fuerza

Pero después de hacer ese pacto oral y despedirse de su guía, Ricardo vio a su pequeño hijo llorar amargamente y lo único que pudo hacer fue abrazarlo. El padre ya estaba manchado en esa época, el tiempo era exacto para que ya alcanzara su negrura y por eso sus lágrimas eran rojas cuando acompañó a su retoño en ese desahogo. Xanxus derramó lágrimas llenas de dolor, que en ese tiempo aún eran unas perlitas de colores, porque sabía que tendría que hacer millón de cosas malas a su familia y desde ese punto debía cambiar sus sonrisas por negrura. El padre sería el guía del hijo en esa autoflagelación, por eso el cielo lo contactó primero, pero después… la tarea más lacerante sería le pertenecería a Xanxus… y así se hizo.

Ricardo estaba orgulloso de la fortaleza mostrada por su primogénito, por eso, aceptaría la última petición de su hijo y no dañaría a Tsuna. Dejaría que el mártir disfrutara del tiempo restante en esa misión… pero eso solo sería temporal, porque después… tendría que perseguir al hijo del salvador principal… para eso tenía tiempo y podría descansar un poco… solo un poco

 

 

—mi hijo — susurraba con desespero — mi hijo — se quejaba cuando tocó las puertas de su castillo y el brillo de su portal cedió

—Ricardo-sama… ¿está bien?

—¡FUERA TODOS! — Ricardo no estaba de humor para ser el maldito de siempre, serio y formal — ¡Largo! ¡Malditas basuras inútiles!

—sí, Ricardo-sama — se asustaron en conjunto y, aun así, entendían por qué su neutral líder les gritaba y amenazaba

—nos retiramos, Ricardo-sama

—mi hijo — murmuraba entre dientes mientras empezaba a caminar por los pasillos de aquella mansión, tirando todo lo que estuviera en su camino — mi Xanxus, ¡mi pequeño!... ¡MI HIJO!

 

 

Los sirvientes se apartaban, huían de la furia de aquel alto mando que, con solo chasquear sus dedos, podía volverlos cenizas. Ricardo estaba fúrico, dolido, quebrado, pues las lágrimas rojas que derramaba formaban ya un camino notable por los pasillos que recorría. Un rastro de sangre que marcaba el dolor de un alma condenada. Estaba tan enfadado consigo mismo, con el mundo entero, con sus enemigos y con el mismo cielo, que lanzó un hechizo potente que destrozó el techo del ala oeste del castillo. Ricardo lanzó un grito dolido que estremeció las paredes, el cristal, la vajilla de la mansión y el corazón de todos los que estaban en el rango de alcance de ese ruido. Los soldados que sobrevivieron al ataque de los asesinos, temieron ser presas de la furia de su líder y se escondieron… eran seres de luz renacidos desde almas humanas… como los seres sin magia, ellos tenían emociones en sus cuerpos. El miedo era la emoción más potente en esos momentos

Ricardo sabía que llorar era en vano, que gritarle al cielo era peor, pero no sabía que más hacer en ese momento, pues perdió lo único que le quedaba en ese maldito mundo. Sabía que la misión aun no terminaba, que sin su hijo el peso caía en sus hombros, pero en ese momento todo era tan negro como su destino. Se desahogó entre gritos, lágrimas y maldiciones. Recordaba cada cosa que tuvo que soportar y que Xanxus supo enfrentar, hasta incluso, volver su mente una caótica oleada de demencia. Y al final, cuando el dolor de Ricardo ya menguaba una milésima parte después de desahogarse y podía respirar agitadamente sin soltar un grito, se quedó viendo a la nada. Por el honor de su familia tomaría el cargo y lo haría tan perfectamente como lo hizo su hijo, pero antes de eso… tenía solo una cosita más que hacer… una debilidad que enfrentar

 

 

—¿no me digas que vienes a justificar de nuevo a Xanxus? — se quejaba aquel muchacho de larga cabellera blanca que posaba en el suelo. Sentado, cruzado de pies y manos, en espera de que le dieran explicación de porqué el ruido lo despertó de su rutinaria siesta — desata su furia, destroza el castillo y ni siquiera tiene la puta decencia de venir a verme

—Squalo — Ricardo miraba al muchacho y se le formaba un nudo en la garganta… porque de cierta forma, ese muchacho era lo único que su hijo le dejó — tengo que…

—VOOOOIIII… ¿qué quiere de mi ahora? — con rabia enfrentaba al mayor, incluso levantándose y mostrándose por completo. Su piel clara adornada por tela fina que destellaba en brillantes tonalidades que parecían cambiar con el movimiento del cuerpo del albino — ¡¿no me deja salir de este maldito cuarto siquiera?! ¡Dile que no me joda! Que no se atreva a pedirme algo más — se quejaba mientras acomodaba levemente su cabello que molestaba en su rostro — estoy cansado de ser su pequeño tesoro que debe estar encerrado en esta cajita de cristal

—Xanxus no vendrá — recompuso su postura y su voz. Ricardo miró al muchacho y trató de parecer lo más normal posible — así que despreocúpate

—¿por qué el bastardo jefe no vendrá? ¿Se encontró mujer ya? — se quejaba Squalo mientras apretaba los puños — no me sorprendería

—podrías callarte solo un poco

—¡no hasta que ese bastardo venga y yo le grite todo lo que se merece! Alguien tiene que abrirle los ojos a ese hechicero de quinta, error del cielo, error de nuestra raza… un alma que nació en donde no debió nacer

—¡CÁLLATE! — enfureció y sin tacto alguno, lanzó un hechizo que golpeó a Squalo y lo hizo retroceder hasta caer sobre el suave lecho que lo acunaba en las noches — ¡no te atrevas a decir eso de mi hijo!

—¡tan bastardo como el padre! No sé por qué nacieron en esta cuna de magia pura — protestaba mientras se removía hasta volver a salir de entre sus cojines y enfrentar al moreno. El hechizo dolió, pero su furia era mayor — par de bastardos

—¡Xanxus ha muerto! — no pudo evitar levantar la voz, pero luego se calmó. Ricardo daba algunos pasos hacia la mesa que contenía un cofre cerrado con un hechizo poderoso y de calidad, digno de Xanxus — vine a decirte eso y algunas cosas más

—¿qué? — el desconcierto se le adelantó al grito en protesta — VOOOIIII… ¡no me jodas! — su voz se apaciguó segundos después, porque solo veía la espalda de Ricardo y ninguna respuesta a sus gritos — nadie puede matar a Xanxus… dile al bastardo que venga a verme ahora

—Squalo… ¿crees que el alma de Xanxus siempre fue así de negra? — el padre, distinguido de su hijo sólo por sus ojos verdes, abrió aquel pequeño contenedor y sonrió al ver el interior… Su hijo… su hijo se preparó para su muerte desde hace demasiado tiempo

—obviamente si — respondió con prontitud. Ponía atención a cada movimiento ajeno en busca de una pista que le dijera que lo que escuchó era sólo una maldita broma

—¿crees que encerrarte aquí fue su deseo más retorcido y egoísta? — acarició con la punta de sus dedos la rosa roja que reposaba encima de decenas de lo que parecían ser cartas escritas por su propio hijo, en una caligrafía tan hermosa que era el único vestigio de lo que fue Xanxus antes de enterarse de su destino — ¿crees que no tenía otra razón?

—¿qué otra razón puede tener? — su voz bajó de tonalidad porque admiraba al padre de Xanxus tomar el cofre abierto y caminar tan suavemente con ese objeto, como si estuviera relatando una sonata fúnebre — dime la verdad, ¿dónde está Xanxus? — se negaba a creer eso… ¡se negaba! ¡se negaría hasta que algo le diera a entender lo contrario a su… deseo!

—él te amó como no tienes idea — Ricardo sonrió sutilmente mientras le extendía el cofre a Squalo y éste se negaba a tomarlo

—tráelo ahora… quiero… quiero gritarle en la cara que… que quiero huir de él — retrocedió un par de pasos, pues sentía que ese cofre era sólo un puñal que lo heriría

—él no volverá, Squalo — susurró Ricardo mientras sentía de nuevo una de sus lágrimas escapar de sus ojos — él… él cumplió con su tarea y decidió dejar que el resto… que el resto siguiera con calma, después de todo, su parte estaba casi completa

—trae a Xanxus — miraba aquel cofre en manos de moreno y negó. Xanxus siempre le gritó que ese cofre no sería abierto jamás, porque tenía su hechizo en el y solo se quitaría con su muerte. Si ese cofre se abría, sería solo porque el dueño ya no tendría magia para mantener la cerradura — ¡lo quiero ver ahora! ¡Tráelo!

—te contaré lo que pasó — dijo mientras chasqueaba los dedos de su mano derecha para cerrar la habitación y crear una barrera estable

—no me jodas — susurró y su voz se quebró al final, pues veía las lágrimas rojizas caer por la quijada de Ricardo… Squalo jamás vio llorar a esos dos — Ricardo… Xanxus no puede siquiera pensar en morir, porque es un maldito que…

—tómalo — obligó al albino a tomar el cofre y vio el horror en esa mirada grisácea — revísalo… y cuando te sientas capaz… yo te diré lo que quieres saber

—ese idiota tiene que volver… la broma es pésima — sus propias lágrimas aparecieron cuando sostenía aquel elemento en sus manos — por favor… dime que no es verdad — susurró con dolor mientras se aferraba al cofre y se arrodillaba en el suelo inmaculado

—lo siento

 

 

Una rosa roja, un cristal en tono azul, un collar que ambos hicieron cuando eran niños y aprendían el arte de su magia. Una primera carta infantil que tenía aun mala redacción, la siguiente parecida, las demás más elaboradas, pero siempre con hermosa caligrafía. Squalo se dio el lujo de abrir cada una y leerla con rapidez, en cada una reconocía al viejo Xanxus que en algún punto dejó de ver. No podía ser verdad todo lo que contenían aquellas primeras cartas, secretos que explicaban el cambio de comportamiento del idiota que nació unos años antes que él. Un papelito que era adornado por letras redondeadas y bonitas, declaraciones de los hechos y que le causaban un inmenso nudo en la garganta. Con cada una de esas cositas de papel, sus lágrimas aparecían con más fuerza y hasta sollozó mientras estaba revisando la quinta o sexta de aquella infinidad de papelitos con dedicatoria final, dictaminada como “mi amado tiburón”.

Squalo no soportó ver más de aquello, regresó todo al cofre y lo cerró con fuerza, incluso lo empujó lejos de si porque sentía que le quemaba. Repasó su rostro con ambas manos, se peinó el cabello y regularizó su respiración agitada porque sentía que su vida fue un maldito engaño. El albino dirigió su vista al mayor, quien en silencio seguía derramando lágrimas color carmín. Dolorosa muestra de la realidad que enfrentaban. Squalo exigió una explicación, porque tanta dulzura expresadas en papel no podría salir de un corazón tan marchito como el de Xanxus… el mismo Xanxus que lo puso en esa habitación llena de lujos

Squalo estaba enclaustrado en esa hermosa cárcel de paredes blancas y relucientes, con un lecho de suave plumaje de alguna ave sagrada, con todo lo que pidiera, pero que lo obligaba a desechar su libertad. Xanxus lo puso allí desde que tuvo la autoridad de hacer lo que se le diera la gana, incluso desde antes de eso, porque esa habitación también era la de Xanxus y… Squalo fue a buscarlo allí centenares de veces y otras centenas fue arrastrado y negado de salir mientras la oscuridad los acunara. Ricardo admiraba la desesperación del muchachito que fue la única lucecita en la vida de su hijo, el único capricho que Xanxus no fue capaz de desechar. El mayor no se negó y soltó cada porción de “realidad” que sabía mientras veía el desconcierto de Squalo… la verdad nunca era bien aceptada

 

 

—él te amó tanto que le dolía — susurró cuando finalizaba todo y Squalo parecía ya ni siquiera tener ganas de llorar

—fue idiota — su garganta estaba cerrada y aun así lanzó aquello — debió de… decirme eso y… y yo…

—no podía, no puede, no podrá — dijo levantándose y colocándose junto al albino, quien se había quedado sentado en medio de la habitación, sintiendo el suelo frío en sus pies desnudos — y yo tampoco

—entonces… ¿por qué me dijiste esto?

—porque no iba a negarle un deseo final a mi único hijo — dictaminó mientras posaba su mano en la frente del muchacho — pero lamentablemente… nadie aparte de mi debe saber eso

—¿me matarás también? — sonrió con melancolía y sentía sus lágrimas de colores brotar ya sin fuerza, pero con constancia

—lo siento — su mirada verdosa endureció de repente y el muchacho sonrió con más amplitud. Era perfecto

—no lo hará — susurró mientras sujetaba la muñeca de Ricardo y la quitaba para no perder de vista del que, supuso, tomaría el liderazgo — lo sabe, ¿verdad?

—entonces no te atrevas a decirle nada a nadie — amenazó con la misma mirada fría y temible que Xanxus mostró cientos de veces cuando estaba… vivo

—nadie me creería — rió dolorosamente mientras se acercaba al mayor y le cedía un abrazo — porque… es de Xanxus de quien hablamos — lanzó un sollozo quedito y se pegó al anciano padre… Ricardo no mostraba los siglos que llevaba encima, pero no dejaba de ser un viejo

—Squalo — correspondió al gesto y suspiró al sentir aquel cuerpo temblar antes de empezar a sollozar — es verdad — susurró y entendió que no podría acabar con la vida del muchachito… porque era el único recuerdo de su hijo que quedaba

—también lo amé — susurró mientras se aferraba al mayor, porque era lo único que podía hacer. Necesitaba… necesitaba ser consolado, aunque fuese por unos minutos, antes de continuar… porque se había ganado una libertad que ahora odiaba… porque sin Xanxus, él no quería seguir — Xanxus — susurró antes de soltar su maldita frustración y arrepentimiento porque… ahora que lo pensaba… hasta ese punto jamás fue honesto y solo vivía para martirizar a su captor.

 

 

Ricardo tenía razón, eran tal para cual. Las palabras dichas años atrás… eran ciertas en ese momento. Ninguno de los dos podía vivir sin el contrario, pero nunca admitirían aquello… un par de mocosos estúpidos que vivían peleándose e insultándose para esconder que, en el fondo, muy en el fondo… algo sentían el uno por el otro. Lamentablemente ninguno de los dos dijo algo claramente y ahora solo las cartas evidenciaban lo que se guardó en secreto durante toda una vida  

 

 

Calma…

 

 

Despertaba con la luz de la mañana y un aroma un tanto extraño a su alrededor. Un aroma que no podía identificar, pero que le traía recuerdos por alguna razón. Veía luces, pero no sabía que eran, pues el cielo aun lo mantenía ciego casi en totalidad. Tanteó el lugar, era una cama. Ubicó el filo y con esfuerzo se obligó a levantarse. Se tocó el vientre con miedo de no encontrar aquello que protegió con tanto esfuerzo, pero cuando sintió un leve movimiento y se dio cuenta que su pequeña curva que demarcaba a su pequeño había aumentado un poco, sonrió lleno de emoción. Su embarazo no era como en cualquier criatura mágica, no era mujer esencialmente, así que su cuerpo no se expandía para mostrar al bebé. Aun no entendía muy bien aquello, pero sabía que estaba allí por cosas tan simples como un leve movimiento que lo hacia reír… era su hijo dándole fuerzas para seguir

Tsuna caminaba con seguridad, pero chocó contra algo y se dio cuenta que perdió esa habilidad instintiva para protegerse a sí mismo. Eso era malo, pues podría lastimarse de alguna forma. Seguramente al terminar con el hechizo que le quitaba la voluntad, ciertos privilegios también lo hacían. Suspiró, se resignó a estirar sus manos para ubicar algo para sostenerse y poder seguir. La pared que encontró estaba hecha de madera, eso le daba señales que estaba en una cabaña. Con cuidado logró ir por el pasillo al parecer. Escuchaba leves sonidos a lo lejos y eso le decía que no estaba solo… entonces recordó con quien se había marchado, de quien era el perfume que percibía y su corazón saltó emocionado, avergonzado, preocupado también.

¿Qué diría Reborn? ¿Seguiría siendo el mismo? ¿le recriminaría el haberse ido? ¿Cómo estaría? ¿Por qué no podía verlo?  ¿El cielo le quería decir que su camino aun no terminaba? Era verdad, aun no terminaba. Tsuna se sentía cansado en extremo, por eso se recargó en una pared y suspiró. Aún quedaba mucho por hacer y su tiempo se iba agotando… era tan terriblemente tedioso que simplemente quería abandonar todo, como cualquier humano cuando se cansaba de su vida y decidía huir a una nueva ciudad, pero nada era fácil en su mundo

Bajar las escaleras no fue un reto, al menos podía sujetarse del barandal para eso y con mucho cuidado logró pisar el final de estas después de un rato. El aroma seguía allí, cada vez más fuerte y lo reconoció. Era algo que se estaba quemando. Tsuna sonrió divertido porque recordó cuando era un niño y estaba empezando a descubrir el arte de la cocina. Las cosas no salían bien, gastó muchos ingredientes, pero poco a poco y con empeño se acostumbró a esa tarea y a todas las demás que tuvo que hacer, para al menos complacer al líder de la familia. Estirando sus manos y con ojos cerrados, se encaminó por el lugar. Debería hallar el origen de ese aroma en poco tiempo. Mas no pudo lograrlo, pues sintió el dolor en su cuerpo. Un dolor tan extenuante que lo hizo jadear y caer de rodillas. Tsuna ya no sabía qué tan acostumbrado estaba a eso, cuantas veces pasó por lo mismo, cuántas veces pidió un poco de agua al menos, pero nadie lo ayudó. Se acurrucó en el suelo apretando sus puños, intentando rasgar el suelo en busca de alivio, pero nunca bastaba… todo seguía igual

 

 

—a… ayuda — susurró sin esperanzas de que alguien lo auxiliara. Sus palabras salían solamente por puro capricho — por… favor

—¿Y por qué no le pides a ese “cielo” tuyo que te ayude?

—… — Tsuna apretó sus ojos al escuchar aquello. Sus lágrimas brotaron de repente y su cuerpo tembló — él no me responderá

—entonces, ¿por qué sigues cumpliendo cada estúpido pedido que te hace? — Reborn había ingresado a la habitación en silencio, presenciando todo de lejos, pues quería ver qué hacía ese castaño. Deseaba comprobar si de verdad Tsuna estaba ciego, y si ese cuerpo menudo sufría el dolor que Xanxus le mostró — te hace sufrir sin darte recompensa alguna

—es necesario… Reborn-san — susurró mientras trataba de olvidarse del dolor que hacía a sus piernas temblar — el cielo provee, pero también decide cobrar su bondad

—entonces eso no sería bondad… sería interés

—no critique a mi cielo y su accionar — pidió en un susurro cuando su pecho se estrujó por una nueva oleada de dolor

—tu cielo no existe. Son solo esos cuentos de fantasía que te relatan tus familiares — se acercó al cuerpo caído y se acuclilló para admirar el dolor en esa expresión. Le haría entender a Tsuna a las malas, que solo estaba siendo estúpido

—¿cómo sabe que no existe? — replicó sin siquiera abrir los ojos. Se concentraba en responder, en tratar de ubicar el perfume de su preciado… ¿qué? No sabía darle nombre a Reborn. No sabía qué título darle

—¿lo has visto alguna vez?

—no

—no hay prueba de que “el cielo que todo lo cubre” sea real… a lo que llamas cielo solo es el color de alguna cosa que está encima de tu cabeza, por encima de nubes y arcoíris — Reborn seguía insultando las creencias ajenas, detestándolas, tratando de demostrar que eran puras tonterías — No es un ente pensante. No está vivo. No te dice nada. No te pide nada

—¿usted cree en las doxys? — sonrió sutilmente mientras trataba de ocultar su dolor

—malditas criaturas cubiertas de pelo… no me preguntes tonterías, dame-Tsuna

—¿ha visto una?

—no — dijo frunciendo su ceño, intuyendo lo que el castaño le diría

—el hecho de que no las haya visto, no significa que no existan — sonrió débilmente mientras jadeaba debido al dolor que poco a poco se extendía por su cuerpo

—¿y que hay de tu cielo? ¿Hay evidencia acaso?

—tal vez aquella persona que lo haya visto, aun no es encontrada — abrió sus ojos tratando de ver algo, pero solo vio oscuridad — tal vez me falta buscar más… pero nadie me puede decir que el cielo no existe

—dices cosas absurdas, mocoso

—perdóneme… por serle una carga — sonrió con dulzura y cerró sus ojos — a pesar de que me trajo a su casa de nuevo

—en primera, te traje aquí porque mi esclavo morirá bajo mis manos… en segunda, no es mi casa… es la de un enano que muy amablemente acaba de irse, incluso lo acompañé hasta la frontera de esta propiedad — sonrió divertido al admirar la sorpresa en Tsuna

—no me diga que lo mató — suspiró profundo intentando levantarse, pero no logró y cayó al suelo de nuevo

—eso no te importa —logró agarrar al castaño antes de que golpeara el piso y con fuerza tiró de ese brazo delgado hasta que el muchachito se irguió frente a él, pero temblaba y seguramente caería si lo soltaba — tú sólo debes explicarme por qué demonios llevas un hijo mío, por qué escapaste, por qué no tienes barriga y todo lo que se me vaya ocurriendo mientras te arrastro a tu habitación

—gracias

—¿agradeces mi maltrato? Eres idiota

—ha dicho que tengo el privilegio de tener una habitación propia… eso es muy amable de su parte — sintió como obligaban a su brazo a rodear el cuello ajeno, y la mano ruda le apretaba la cadera para que empezara a caminar — ¿no lo cree?

—si dices más tonterías, te dejaré en el suelo

—lo siento — sonrió divertido mientras dejaba a su cabeza apoyarse en el hombro ajeno — puedo contestar a su pregunta con una simple frase… mi cielo me lo dijo — Tsuna ahogó un gemido de dolor y con su mano apretó la tela que cubría su vientre — Me dijo que quien daría estabilidad al mundo mágico seríamos, yo y mi hijo… que yo tracé mi camino cuando escapé de casa y cuando me entregué a usted

—¿y por qué no tienes barriga? — al llegar a las escaleras cargó al castaño en sus brazos. Admiraba la sorpresa en aquel muchacho y esas mejillas levemente rosadas junto con los labios que se curvaban en una sonrisa. Los ojos cerrados… en verdad Tsuna estaba ciego, eso supuso — dime

—porque mi… es decir, nuestro hijo, crece ocupando el espacio disponible en el centro de mi cuerpo. No es un bebé común… es creado de mi magia y la suya… la que consumí cuando estaba en el lecho de su propiedad

—aparte de traidor, eres ladrón — su expresión seria no cambiaba mientras caminaba al cuarto con aquella “pluma” entre sus brazos

—yo no sabía que aquello pasaba en mi cuerpo… ni en el suyo

—explícate

—yo tomaba su magia oscura… y le cedía la mía. Es por eso que usted no sufrió de pérdida de magia blanca como todos los demás… y con eso jamás tuvo el problema de una muerte cercana

—Lal tampoco sufría de esos estragos

—ella… ella consumió la de Colonello… él se la cedió porque no quería verla morir

—par de estúpidos —depositó al castaño en la cama y con cuidado lo cubrió con las mantas

—se amaban tanto… tanto que… dolía verlos lejos el uno del otro… espero me perdonen… por haberle quitado a Colonello algunos recuerdos… pero lo hice por seguridad — decía entre jadeos. Aquella pequeña caminata le quitó todas las fuerzas que tenía y el dolor tampoco ayudaba

—así que fuiste tú el del jueguito de “amnesia” forzada… me sorprendes mocoso

—Reborn-san — dijo mientras “miraba” al techo — no me mate hasta que nuestro hijo nazca

—¿por qué he de matarte, si puedo volver tu vida un infierno hasta que me dé la gana de prescindir de tus servicios? — sonrió sutilmente con libertad, pues Tsuna no lo veía. ¿Por qué reía? Tal vez porque Tsuna siempre decía y hacía cosas interesantes

—¿por placer? — sonrió mientras cerraba sus ojos — no sé… Reborn-san

—¿por qué rayos sonríes a pesar de todo?

—porque por cosas tan pequeñas como esta — el castaño sonrió mientras alargaba su mano y sujetaba el colgante en el espaldar de su cama — puedo decir que soy feliz — entre sus dedos acogió el collar que hace meses dejó en casa de Reborn antes de irse, solo con el tacto podía reconocerlo

—podría valer mucho si lo vendía — se excusó de repente, fue instintivo… una mentira tras otra y no pensaba dejar de hacerlo

—gracias por cuidar de él — susurró mientras acunaba el collar en su mano derecha — este cristal… fue hecho con parte de mi alma y lo dejé para protegerlo a usted… me alegra que no lo tirara

—duérmete — interrumpió el discursito cursi del castaño, porque tanta dulzura no la aguantaba — iré a desechar todo lo que el enano dejó aquí

—empiece por la cocina — rió delicadamente — el asado… ahora es carbón

—eres solo un niño

—cuando pueda pararme… le cocinaré algo, lo prometo

 

 

Un hechicero necesitado de alguien que sepa darle amabilidad. Un asesino que necesita de alguien que cumpla su inmensa necesidad de egoísmo. Tsuna encontró en aquel hombre las pequeñas porciones de felicidad que calmaban su agonía y Reborn halló, en las sonrisas de Tsuna, la humanidad que a él le faltaba. Su destino tal vez estuvo marcado desde mucho antes de que el menor de ellos naciera, o incluso de que el mayor lo hiciera.

Y finalmente concluía en eso, en ese momento, en ese instante, en el simple acto de sonreír para que el otro lo disfrutara. Tsuna pudo ver aquello, una leve curva en el rostro del hitman… y Reborn ni siquiera tuvo necesidad de mirar, porque esa sonrisa se le había quedado grabada como un doloroso tatuaje con la sangre de un doxy

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

Notas finales:

Bueno chiquillas, ya solo faltan tres capítulos para finalizar esta historia, que personalmente, me ha encantado. Un universo extraño que seguramente no lo dejaré de lado y lo usaré en otro fandom para hacer una historia con las mismas bases… tal vez en YOI, en Haikyuu o en Kuroko no basket… o con otra pareja de KHR… no sé. ¿Ustedes que opinan?

Pero dejando mis divagaciones de lado, me permito decir que… me encantó hacerlas sufrir. Era el plan, pero me sorprendió mucho que no mencionaran nada acerca de Nana… ¿no les dio pena lo que le pasó? Creí que eso sería lo que me recriminarían primero, pero bueno. Tal vez no fue tan relevante para ustedes, aunque para mí si lo fue. Me dolió wey :v

Muchas gracias por leer y darse cuenta de que todos pueden tener un lado bueno ^^ 

Muchos besos~

Nos veremos~


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