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Notas del capitulo:

Bienvenidos sean al último capítulo

Uno largo para culminar XD

Muchas gracias por llegar hasta aquí 

Besos~

Disfrútenlo~

 

 

 

 

¿Cómo nacía una quimera? ¿Cómo moría un mártir? No era bonito, pero tampoco era complicado. Y quien deseara obtener la respuesta respectiva, sólo debía asomarse a la ventana del segundo piso de aquella cabaña… claro, si es que no moría en el intento

Reborn sostuvo entre sus brazos al castaño, que entre gritos suplicaba que se fuera, pero el mayor fingió ser sordo ante esas palabras. El ambiente era pesado, tanto como para que un ser pequeño desfalleciera por el poder mostrado a su alrededor, fue buena idea mandar a Leon en busca de Luce. La magia se esparcía en forma de pequeñas y brillantes lucecitas que hipnotizarían a cualquier espectador, pues era un espectáculo mágico digno de ser retratado por manos de los mejores artistas de ese mundo. Aquella bella danza mágica de luces amarillentas o blancas empezaba a nacer de la nada o eso parecía, porque Tsuna sabía que ese brillo era su alma, fuerza, magia y vida. Un proceso que parecía eterno para los dos entes mágicos involucrados, pero que en realidad sólo duró una hora.

Las lágrimas del mártir se regaban cual riachuelo, el mismo que caía a un acantilado infinito para perderse ante el abismo, simulando que toda el agua se volvía gotas que evaporaban por acción del sol. Los labios separados permitían salir esa voz de forma constante, gritos agónicos que simbolizaban que el proceso era doloroso y sin limitaciones. Un hitman que por primera vez en su vida apreciaba la belleza de un sacrificio de cerca, pero que, en vez de sentirse privilegiado, sólo se llenaba de rabia contra el mundo que lo acogía. Dos figuras que se mantenían unidas por el simple hecho de querer hacerlo, porque el uno tenía la opción de huir, pero no la tomó

A lo lejos los arcobalenos luchaban por levantarse, pues era tanta la energía que de pronto invadió cada rincón cercano a esa cabaña, que sus piernas temblaron y sucumbieron. Intentaban ir en auxilio del castaño que les mostró amabilidad, bondad, una sonrisa sincera; querían ayudar, porque ese muchacho les caía bien y tenía una sazón de los dioses también. Las criaturas más débiles escapaban con prisa, pero sólo las que lograban hacerlo, pues las otras simplemente no podían moverse. El aire se volvía denso, los seres diminutos sentían sobre sí el peso de una tonelada, y estampándose en el suelo permanecerían hasta que eso acabara… era como si el mundo se detuviera por completo durante esa horrenda y eterna hora

 

 

—recuerda que no debes morir — refunfuñó el asesino mientras apretaba los dientes y su agarre alrededor de Tsuna, pues el aire pesado también le estaba causando estragos. Su cabeza dolía, sus pulmones pedían aire fresco, pero ignoró sus necesidades y se quedó mirando solamente a ese mocoso

—ya viene — susurró mientras la marca que nacía de su vientre y había ocupado parte de su pecho y abdomen, empezaba a brillar y a extenderse por el resto de su cuerpo. Brillo del infierno que se notaba a través de la tela — ya… ya está… — suspiraba profundo porque el dolor pasó de repente, dejándolo respirar al fin y de paso fijarse en su vientre. Sus manos acariciaron esa zona, sintió un movimiento leve, como si la mano de su hijo le diera consuelo en ese momento y no pudo evitar sonreír sutilmente

—detén esto, Tsuna — ordenó mientras veía que esas letras se expandían, se movían por todo ese brazo descubierto, como si fuesen una serpiente que estrangula a su castaño

—NO PUEDO — gritó en desesperación derramando innumerables lágrimas porque tenía miedo… un miedo que nadie entendería. Tsuna estaba aterrado porque no sabía qué futuro tendría su hijo, porque estaba consciente de que no podría cuidarlo… porque dejaría su hogar con Reborn y porque sólo quiso extender su felicidad un poco más. Separó sus manos de su vientre y miró al asesino, porque quería memorizar ese rostro — no puedo — susurró al ver que las insignias ya cubrieron sus palmas y las que elevó con temor

—¿qué demonios pasa? — gruñó insatisfecho, tomando una de esas manos y apreciando que esa blanca piel ahora estaba manchada de negro

—cuidado… porque ya termina — susurró el castaño empujando levemente el pecho del mayor

 

 

Un golpe sin aviso hizo tambalear al asesino, quien no pudo sostener el agarre en ese cuerpo delgado y sintió como se deslizaba entre sus dedos. Tsuna despidió una fuerza increíble que se esparció como una onda expansiva y que rompió ventanas. Las luces brillantes salieron volando por estas y se perdieron en el paisaje mientras el castaño echaba su cabeza hacia atrás  y lanzaba un gemido de dolor. Reborn apenas pudo agarrarse de la cabecera de su cama y poner los pies en el suelo, sentía la brisa en sus cabellos e incluso cerró los ojos porque la presión fue demasiada. Soltó un jadeo cuando esa fuerza se disipó y sus piernas tambalearon, pero se negó a caer. No entendía cómo demonios algo así podía estar pasando, pues claramente sintió como alguna cosa extraña atravesó su cuerpo y terminó con el cansancio, frustraciones, sensaciones de estrés, era como si algo lo hubiese purificado en el nivel que se pudo

Reborn elevó su rostro casi de inmediato, con cierta sensación de angustia, imaginando que el castaño había desaparecido, pero no fue así. Allí estaba, flotando sutilmente a varios centímetros del lecho, con esa piel que emitía un leve brillo. Aquel tatuaje formado por letras y figuras desconocidas parecía estar despegándose de la piel del castaño, se separaba unos centímetros antes de volverse una estela de neblina opaca que parecía desaparecer en la nada. Todo asemejaba a ser simplemente un sueño, pero el asesino sabía que no era así. La negrura se desprendió totalmente del cuerpo del castaño y en vez de eso, la piel que antes mostraba un poco de color, empalidecía.

Una nueva onda expansiva se dio, pero en menor intensidad que la anterior y aun así, fue dura de soportar. Reborn tuvo que usar toda su fuerza para o salir expulsado contra una de las paredes, empujando sus piernas en dirección opuesta a la ubicación de Tsuna. Todo pasó con rapidez, el hitman apenas logró poner sus manos al frente, pues esta vez sí cayó de rodillas cuando todo empezaba a estamparse contra al suelo estrepitosamente. Libros, adornos, muebles que al parecer se elevaron centímetros en el aire, el resto de los vidrios y demás. Reborn jadeó, pero se levantó de inmediato, chasqueando su lengua al ver a Tsuna reposar en la cama y susurrar algo mientras su piel se volvía blanca, tanto que parecía un fantasma. Lo acunó en brazos tan rápido como pudo mientras se deshacía del polvo que cayó del techo dañado… eso iba de mal en peor

 

 

—dolió… más… de lo que… pensé — susurró Tsuna cuando sintió el abrazo de Reborn, quien de inmediato procedía a sentarlo en su regazo — pero… pasó — su mano temblorosa entonces se posaba en su, ahora, plano vientre, que aún mantenía un brillo en el centro, cosa que se notaba a pesar de la ropa que llevaba encima

—¿y nuestro hijo? — susurró, pues esa magia esparcida fue simplemente… bestial —cómo… — en ese instante supo que podía sentirse preocupado por un ajeno y maldecía la sensación dolorosa en alguna parte de su torso

—Reborn-san — susurró y su mano temblorosa se elevó para ser tomada por el ajeno casi de inmediato — me gusta… su aroma — sonrió mientras atraía aquella mano a su vientre

—deja de decir tonterías, Tsuna — enfureció, ¿por qué? Porque ni en ese instante ese chiquillo dejaba de ser tan… dame

—el nombre… se lo encomiendo… a usted — susurró mientras su otra mano se unía a las que posaban en su abdomen y por instinto Reborn posaba su mano libre en el mismo sitio, en el centro del vientre que empezó a brillar — su crianza… también… su futuro… usted…

—deja de decir tonterías. No te despidas porque me niego a aceptarlo

—gracias — reía bajito, pues en su alma sólo había… paz… el dolor se había vuelto inexistente

 

 

El castaño sonrió mientras admiraba el brillo que se expandía por su cuerpo, un brillo leve, que no cegaba, pero que transmitía calor tenue. El tatuaje en su vientre se mostró incluso por encima de la tela, se removió como si tuviera vida propia hasta formar un sol en el centro, uno que se comprimía hasta casi desaparecer. Una pequeña esfera de color naranja brotó y un hilillo de un brillo amarillo se elevaba a su lado para proceder a envolverla como si protegiera a la pequeña bolita de luz. La pequeña pelotita que era el vientre de Tsuna, donde el heredero de dos magias muy diferentes se acunaba, desapareció, pero en vez de eso surgió aquella energía que se elevaba ante la vista de ambos padres. Las manos de Tsuna se alejaron de ese “contenedor” mientras empezaba a flotar, el castaño sabía que ese era… su hijo.

La risita leve de Tsuna adornó el silencio y la esfera crujió sonoramente mientras se acercaba al pecho del mártir, ahora completo. Un cántico brotó de la garganta del hechicero y Reborn quiso acallarlo, pero sólo admiró como el brillo de la esfera aumentaba hasta que en cierto punto tuvo que cerrar los ojos para soportar aquello, después de todo, no quería cegarse de repente. Tardó unos minutos en recomponerse, seguía escuchando el cantar de Tsuna y se calmó al saber que seguía allí… entre sus brazos. Al abrir sus párpados, Reborn lo vio y escuchó. El primer llanto de un pequeño bultito que Tsuna abrazaba sobre su pecho, dos manitas que se extendían con los puños apretados, los pies pataleaban levemente y Reborn se quedó callado por un instante, hasta que la leve caricia en su mejilla lo despertó

 

 

—Re… born — susurró. Tsuna sintió como era abrazado instantáneamente y con ello su hijo se vio envuelto en aquella calidez también — es…

—calla — no fue rudo, sino que su voz salió apenas en un susurro. Estaba consternado al escuchar la fuerza de ese llanto y apreciar la pequeña mata castaña que se removía cuando el pequeño ser abría la boca para gritar con fuerza dada por la vida que lo envolvía — ese… — no podía articular palabra. Todo parecía tan irreal

—Reborn — susurró sin sentir más que el calorcito del bebé en sus brazos. Sonrió mientras sus lágrimas brotaban porque al menos poda verlo un momento — él… sus ojos…

—lo sostengo — el azabache de patillas se acomodó para cargar al pequeño ser en uno de sus brazos y sostener el cuerpo de Tsuna en el otro. Ni siquiera entendía bien por qué ahora tenía una sensación extraña al sostener ese pequeño cuerpo que llevaba sus genes — ¿cómo lo callo? — se quejó al seguir viendo la pataleta del pequeño, al que, con miedo –aunque no reconociera que eso era- mantenía acunado en su brazo

—será… difícil — soltó una leve risita divertida. Ni en ese momento Reborn dejaba de ser… Reborn — sus ojos… son del color que me… gusta — sonrió mientras dejaba su cuerpo reposar en el pecho ajeno y sentía el agarre firme en su cintura

—Tsuna… ni siquiera te atrevas a cerrar los malditos ojos — vociferó ignorando el llanto infantil que no cesaba

—mi pequeño niño~ — canturreó Tsuna mientras con dificultad elevaba su mano hasta tocar la manita del bebé y con su otra mano tocar el vientre ya plano y sin marca alguna — es un hechizo de bendición — seguía cantando mientras veía su piel tomar brillo levemente más fuerte — es una reliquia de… grandeza

—no cantes

—es quimera… es una flor — sonreía al ver que el pequeño se calmaba poco a poco y bostezaba mientras temblaba levemente por la desnudez — es hitman… y es… hechicero — rió suavemente cuando lo vio abrir esos ojitos. Negros como la noche, negros como su parte heredada — es… nuestro… hijo

— Tsuna

—lo amo — susurró mientras suspiraba y dejaba su mano caer, después de todo… ya logró calmar temporalmente a su pequeño. La debilidad llegaba, el alivio en cada músculo también — lo amo… a usted… y a él

—no te doy permiso de irte — apretó sus dientes y el agarre en el castaño que empezaba a brillar. Ya vio a muchos morir… jamás pensó en que ese proceso le parecería asqueroso alguna vez, pero en ese momento… lo odiaba — Tsuna… recuerda que me perteneces

—fui… feliz — sonrió mientras el brillo de su cuerpo se convertía en escarcha que se elevaba en el aire — muy feliz — sus lágrimas brotaron solas, pero se volvían lucecitas con prontitud

—¡Tsuna! ¡Maldita sea! No me desobedezcas — lo invadió la desesperación al sentir el cuerpo cálido que empezaba a ser más ligero. Tsuna empezar a perder calor y brillo en esa piel.  El asesino no quería perder su posesión

—me iré… con… el… cielo — susurraba cerrando sus ojos y respirando con calma, pues él sabía que su misión había culminado

—te amo — susurró Reborn. Lo hizo tan bajito que alguien tal vez no escuchó

—y yo… a usted — Tsuna sintió un beso en su frente y uno en sus labios. Una sonrisa se le escapó porque no podía ser más feliz en esa vida corta. Correspondido por quien amó con locura y ceguera. En ese momento su única verdad eran esas palabras, no importaba lo que los demás dijeran… incluso podían mentirle, pero esa dicha nadie se la quitaría

—Tsuna — quiso decirle algo más, tal vez otra orden para que dejara de despedirse, pero… él desapareció — Tsuna — susurró por última vez antes de que su voz se apagara debido a la frustración

 

 

Miles de lucecitas se esparcieron por la habitación y aunque quiso agarrarlas, estas atravesaron su mano. Quiso atar a ese ser a su lado, pero no pudo y eso sólo causó un shock en su cuerpo, lo que se reflejó en el temblor en la mano que estiró. Reborn maldijo entre dientes, frunció su ceño, apretó sus puños y quiso gritarle improperios a ese “cielo” tan hijo de puta que le cedió al castaño para que fuese su maldito proveedor de una paz que jamás quiso; pero cuando estuvo a punto de hacerlo, escuchó al pequeño ser que aún estaba en uno de sus brazos. Admiró al infante que lanzaba un sonido al succionar algo inexistente, no supo qué hacer y sólo se quedó viendo como aquel diminuto cuerpo bostezaba y hasta lo sintió patalear.

Su hijo, en eso pensaba Reborn mientras veía al pequeño separar sus labios, cerrar los ojos y hacer una mueca. Tsuna se había ido dejando aquel único recuerdo, pues el pequeño era una imagen diminuta de aquella persona. Lo acunó lo mejor que pudo y volvió a intentar agarrar, aunque sea, una de esas luces, pero era inútil, todo se había esfumado hacia afuera de esa habitación. Entonces buscó aquello en su bolsillo, pero, al igual que Tsuna… se desvanecía y se perdía en el aire. La piedra cristalina, preciosa, llamativa, que estaba hecha con la magia del castaño se volvió simple arena que se deslizó entre sus dedos y se unió a sus compañeras en la brisa. Nada quedó como evidencia, nada más que el perfume del castaño que se reflejaba en el pequeño ser que, amenazando en volver a llorar, empezaba a temblar y a quejarse en susurros. El silencio se hizo después de eso, porque Reborn se mordió el interior de su mejilla y se quedó viendo al bebé que le fue entregado mientras lo pegaba a su pecho en un vano intento de que este aún se sintiera en el refugio, que Tsuna debió darle durante esos meses

Se decía que los asesinos de criaturas mágicas no lloraban, simplemente porque no se les daba el privilegio de sentir algo tan puro como la tristeza. Reborn comprobó que eso era realidad, porque, aunque sintió el dolor en su pecho, en su estómago y el leve escozor en sus ojos, nada brotó. No sentía tristeza o algo parecido, lo que sentía… era ira. Una oscura e inmensa ira en contra de todo el maldito mundo que causó esa situación. Odio, por todos los imbéciles que pedían auxilio cuando sentían su magia escaparse y pedían a gritos un mártir que los salvara de la miseria. Odiaba a los hechiceros por hacer a esa persona el elegido. Odiaba su origen marchito, porque por primera vez en su asquerosa vida quiso llorar, más no pudo. Odiaba el frío que le dejó ese castaño… odió quedarse en silencio y odió por muchas razones… estar vivo.

 

 

—ahora quedamos tú y yo, mocoso — apretó levemente la nariz del mencionado y como respuesta, el infante se removió y lanzó un quejido — ¿cómo te llamaré, mocoso? — Reborn lo veía lagrimear y protestar con la boca abierta, eso lo hizo reír suavemente — Aki… porque eres tan molesto como esas lucecitas brillantes… Aki… porque debes brillar como el otro mocoso al que salvé — se acomodó el cabello con un ligero movimiento para después acomodar a su hijo entre sus brazos. Con paso elegante se dispuso a abandonar aquella maldita habitación — Aki… — se dirigió al bebé, como si éste pudiera entenderlo — si preguntan… tu papi fue quien te dio el nombre. Yo no tuve nada que ver — dictaminó con autoridad

 

 

El llanto de un bebé adornó el silencio instaurado después de que, toda la presión ejercida por una magia pura y desconocida, terminara. Reborn caminó con lentitud y fue el movimiento que hizo al bajar las escaleras lo que causó que el pequeño protestara. El mejor hitman debía admitir que no tenía idea de cómo cuidar de otro ente que no fuera él mismo, pero cosas básicas si las sabía… porque el propio Tsuna se las explicó en una de sus pláticas “absurdas” de las tardes. Aún recuerda aquellas palabras «Reborn-san deberá cuidar de su hijo también, es por eso, que, al menos, sostener a un pequeño regalo del cielo, debe aprender». Un hechicero enseñándole a un asesino ser padre, sonaría tan poco creíble, pero pasó en realidad y –aunque Reborn jamás lo reconocería- eso le ayudó a que ese bebé, al menos, estuviera bien sujeto entre sus brazos

Buscó cierta cosa en la sala, algo que estaba ocultando con esmero, porque tenía la fabulosa idea de dejarlo en medio de la habitación de Tsuna y que ese castaño lo descubriera por sí solo. El asesino diría que alguien debió haber dejado eso allí y se haría el desentendido. Claro… tal vez debió ser más sincero, pero en su naturaleza turbia esa palabra no tenía significado claro. Un pequeño conjunto de ropa color celeste estaba en un paquete bien colocado en el interior de un cajón en un mueble enorme. Reborn lo halló de inmediato, porque nadie más que él sabía de su existencia.

Destruyó sin piedad aquel paquete y sacó el contenido; un pantalón, un suéter, medias, guantes, una gorra y un chupete para vestir al mocoso que lloraba como si no hubiera mañana. Improvisó un pañal con una tela que halló por ahí. Con suavidad cobijó ese cuerpecito con la pequeña ropa y cargó al pequeño bulto sin saber qué demonios hacer primero. Tenía un hijo, estaba solo, odiaba pedir “ayuda”, necesitaba una nana, seguramente debería irse de allí antes de que los hechiceros llegasen. Tenía una necesidad inmensa de matar a alguien con una buena bala fabricada por leon, simplemente para liberar rabia y estrés… pero todo se resumía a que acunó al niño en sus brazos hasta que éste detuvo el llanto. De pronto algo se estampó contra su rostro, pero no protestó, porque reconoció el color verde que tomaba forma nuevamente. Reborn escuchó un pequeño ruido que Leon emitió, era señal de que su compañero camaleón había realizado perfectamente la tarea. Hizo que leon se convirtiera en un sonajero, colocó el objeto en el pecho del pequeño y dejó ese hogar. Había mucho que hacer

Al salir de esa cabaña en medio de la nada, respiró profundo y miró al cielo, quería protestar, maldecir, injuriar, pero ni siquiera eso podía hacer, porque aquel azul que estaba encima de su cabeza se había escondido detrás de muchas nubes blancas, tantas que nada más que eso se notaba. Una brisa fría le golpeó de frente y hasta su hijo protestó con un ruido opacado por el chupón que mantenía en su boca. En un instante ese clima cambió de repente, un acto imposible para esas fechas, pero ya muchas cosas extrañas habían pasado. La nieve caía con soltura, copo a copo que seguramente se acumularía y formaría una sábana blanca, pero cuando una de esas pequeñas cosas golpeó la mejilla del hitman, éste supo que esa cosa blanca no era nieve… y a su memoria llegó un recuerdo. Tsuna se lo dijo una vez… declaró que la magia blanca que él cedería, se volvería nieve que adornaría el cielo y caería al mundo en equidad

 

 

—esto eres tú, Tsuna — habló a la nada, mirando al frente mientras empezaba a caminar — esta maldita lluvia de blanca magia… eres tú — cada copo que caía, llegaba al suelo, pero no se quedaba ahí, sino se desvanecía en un brillo sutil que parecía ser absorbido por la propia tierra o cuerpo — te dije que no volvieras a ceder magia a nadie — a lo lejos veía que esos copos se pegaban a los árboles, brillaban unos segundos y desaparecían — pero te has distribuido de esa forma — gruñó — tu papi… mejor dicho mami — miró a Aki y suspiró sutilmente — fue un desobediente… pero tú no serás igual, Aki

 

  

Reborn dejó de fijarse en esa magia, ya no era su problema, porque no podía detener los millares de porciones que caían desde el cielo, sólo lo consideró un bello paisaje que era el acto inicial para su nueva vida y la cuenta regresiva de otros, después de todo, alguien debía aguantar su ira y esos serían los hechiceros. Juraba que esos “almitas puras” pagarían caro por la desfachatez que le hicieron. ¿Qué exactamente le hicieron? Reborn no necesitaba una excusa siquiera, porque si él decidía que esos estúpidos maguitos de mierda serían sus futuras presas, nadie osaría a contradecirlo. Sabía perfectamente que ahora tenía un hijo, una responsabilidad, por eso no podía darse el lujo de meterse en líos, pero ¡que se jodiera el mundo! ¡él iba a desquitarse! ¡iba a matarlos a todos!

En su camino para alejarse de aquellos territorios, recuerdos, vivencias, se encontró con los otros imbéciles que eran de su misma especie y obviamente los ignoró. Seguía su camino sin siquiera mirarlos, lo único que aceptó fue una cobija de tono azulado que Colonello le dio con una sonrisa. Ahora que lo pensaba, Tsuna siempre mencionó que tendría un hijo, un varón y no se había equivocado, ese era una de las rarezas que el castaño acumuló en ese periodo de tiempo. Escuchaba las quejas, preguntas, reclamos, más no detuvo su paso mientras cubría a Aki con la manta y lo ocultaba usando su fedora, todo para que a su hijo no le diera frío o se le pegara la estupidez de quienes lo rodeaban

Siguió a paso constante, sin emitir sonido alguno. Obviamente alguno de esos idiotas debía ser tan estúpido como seguirlo y convenientemente esa fue Luce, quien en silencio lo acompañó. La mujer se mantenía siempre tres metros detrás, respetando el espacio personal del azabache y la interacción amena con entre padre e hijo: pues el pequeño parecía muy cómodo entre los brazos del mayor, tanto como para no quejarse a pesar de que debía tener hambre. Esa mujer era un parasito si se lo proponía, pero servía de algo cuando las cosas se complicaban, por eso Reborn mandó a Leon por ella. Luce era la única que más o menos entendía el accionar del mejor asesino de esos tiempos y con una sonrisa y aura calmada, sabía comportarse, además, Luce parecía tener respeto profundo por el recuerdo de Tsuna

Luce sabía de niños, porque al parecer iba a tener uno en unos meses. Eso era un secreto que sólo se lo reveló a Reborn; tal vez por eso el azabache de patillas confiaba medianamente en ella y la dejó seguirlo en su ruta. La mujer de cabellos azulados se encargó de reconocer los pedidos de Aki, los mismos que se hacían a través de un llanto incontrolable que causaba estrés en Reborn. Una risita disimulada siempre salía de la mujer antes de acercarse al hombre que sólo emitía un «¿y ahora qué tienes, Aki?» cuando el bebé empezaba a llorar, soltando el chupón. Luce estaba preparada para esos momentos, alimentó al pequeño usando un pequeño frasquito en cuyo extremo tenía algo parecido a un chupón, al parecer esa era una de las cosas que usaban los humanos. Obviamente el hitman nunca prestó mucha atención a cosas como esa, porque jamás le pareció importante. Las tareas difíciles, Reborn se as dejaba a Luce, como cambiar un par de pañales, sacar los gases, arrullar a Aki hasta que el llanto calmara. El hitman mientras tanto se encargaba de marcar la ruta, siempre dirigiendo el camino mientras alcanzaban la frontera de ese territorio inhóspito, donde Naly vivía.

 

 

—¿pretendes atarla a tu lado una vez más? — mencionaba Luce mientras cedía al bebé cuando este ya dormía — Naly es una ninfa libre, ¿sabes?

—no te metas

—Reborn… Aki es un bonito nombre — sonreía con amabilidad, ignorando la mirada amenazadora que el otro le daba — Tsuna lo hubiese adorado

—me incomoda que asumas cosas de las que no tienes pruebas — reprochó enseguida, mientras revisaba que su hijo estuviera plenamente dormido — ya puedes irte

—fue un placer cuidar del futuro mártir — sonrió sutilmente antes de acariciar la manito del bebé

—él no lo será — frunció su ceño. Ahora “mártir” era una palabra que no cabía en su vocabulario

—Tsuna y Aki tienen sus misiones, Reborn — le cedió una pequeña maleta donde llevaba el biberón, una cobijita más y varias telas que servirían como pañales temporales — no puedes simplemente cambiar sus destinos

—¿quieres probar?

—serás un gran padre — lo miró con dulzura — porque Tsuna te ha cambiado para bien

—ese mocoso no tuvo ningún impacto en mi vida — reprochó, a pesar de que él mismo sabía que eso que dijo era una falacia completa. La prueba de que Tsuna influyó en él era Aki, quien se acurrucaba en su pecho. Reborn cargaba a su hijo con sumo cuidado, algo que jamás hizo con otro ser viviente aparte de Tsuna 

—Reborn — sonrió mientras acomodaba un mechón de su cabello — Aki es tu hijo, lo único que te une a Tsuna… entiendo que lo quieras proteger, pero también deja que tenga su libertad

—si no tienes nada más que decir, vete

—es bueno que Aki se parezca a Tsuna — sonrió antes de emprender su camino, pues ella también tenía que seguir con su ruta — cuídate, Reborn

 

 

Reborn siempre supo que Luce era diferente del resto, pues a pesar de ser una criatura de oscuridad poseía alguna habilidad parecida a la de un oráculo. Luce era extraña, hacía y decía cosas que a veces eran como un calmante, por eso no la soportaría por mucho tiempo. Reborn se olvidó de todo cuando ingresó al bosque respectivo, con paso elegante, pero seguro. Bastó con que se acercara como para que la propia Naly saliera a recibirlo. La orden que el hitman dio fue clara, «serás la nana de Aki. Alista tus cosas, nos iremos en cinco minutos». No hubo reclamo por parte de la ninfa, tampoco pedidos por explicaciones, sólo hubo silencio, un asentimiento y un bebé que exigía alimento… así empezaba todo

 

 

Experiencias…

 

 

Naly se encargaba del pequeño una gran cantidad de tiempo y siempre permaneció junto al azabache de patillas, en donde éste deseara. Ella era una nana, lo tenía presente, pero no le desagradaba, porque veía en aquel imponente asesino una fortaleza sin igual y, a la vez, un ser que podía mostrar compasión por quien en realidad mereciera la pena. Naly adoraba estar con el pequeño Aki, lo cuidaba con esmero como si de su propia sangre se tratase y más aún porque era la herencia de la persona más pura que ella llegó a conocer. Ella había visto al cielo en uno de sus sueños, le encargaron ayudar al mártir de esa época, se sintió honrada por aquello y por eso su lealtad hacia Reborn era inquebrantable

 

 

—quédate aquí. Si le pasa algo a Aki, tú lo pagarás

—no se preocupe, Reborn-san — solía sonreír, porque reconocía la preocupación de un padre por su preciado hijo — daré mi vida si es necesario

—escucharás muchas cosas, pero tú no saldrás de aquí

—entendido

 

 

Los ruidos fuera de su refugio en esas semanas, era intenso. Disparos, explosiones, maldiciones al aire, gritos, todo lo que se debía escuchar en una batalla o en una guerra, pero Naly sabía que todo estaría bien al final. Ya habían pasado por eso muchas veces, pues el hijo de Tsuna era buscado por los líderes de los hechiceros, después de todo, ellos clamaban al salvador como su posesión más preciada después del anterior elegido. Ella se acostumbró a arrullar a Aki, hablarle en susurros, cubrirle los oídos para que durmiese o verlo chuparse los dedos mientras todo a su alrededor era un caos. No tenía miedo alguno, porque sabía que aquel hombre era fuerte

Como todas las veces en esos nueve meses, ella recibía al asesino con una sonrisa cuando la batalla terminaba, estaba ya preparada con una mochila y las cosas necesarias. Emprendían un camino largo hacia otra zona donde pudiesen permanecer en paz con el bebé, pero había algo que a Naly no le estaba gustando. El azabache de patillas era un padre, aprendía, erraba, pero era difícil recomponer algunas de las actitudes que tomaba, Naly lo sabía perfectamente y por eso trataba de ser sutil y amable cuando necesitaba lograr que su dueño reaccionara. Era así que ella caminaba junto al mayor y lo enfrentaba con una sonrisa

 

 

—¿qué quieres?

—Aki — mencionaba mientras elevaba aquel bultito que dormía entre sus brazos — necesita más de usted

—deja de decir tonterías y sigue — la miraba con severidad, pero ella se negaba a apartarse

—usted es su padre, usted es importante para él

—perdemos tiempo, ahora sigue

—cárguelo y sabrá de lo que hablo — sonrió mientras valientemente se acercaba al otro y forzosamente le cedía al pequeño, quien de inmediato se removía

—demonios — gruñó cuando lo vio manotear al aire y abrir esos ojos negros… los que a Tsuna le gustaban — si llora, lo pagarás

—requiere de usted, ahora más que antes — sonreía cuando veía al pequeño patalear cuando Reborn lo tomaba por debajo de los brazos para elevarlo un poco. Aki restregaba sus ojitos y bostezaba antes de reconocer a quien lo había despertado — no se aleje de su hijo — el chiquillo iba a empezar a protestar, eso hasta que se encontró con los ojos negros de su progenitor

—¿emocionado? — el azabache miraba al bebé que casi gritaba mientras lo miraba. Pataleando, balbuceando y aplaudiendo expresaba algo que Reborn desconocía— ¿qué te sucede, Aki? — admiraba a ese niño y reconocía a Tsuna en él, por eso se atrevía a soltar una sonrisa ladeada

—ahora reconoce a la gente — Naly sonrió al ver que el pequeño se estiraba intentando alcanzar el rostro del azabache — y lo que quiere… es estar junto a su padre el mayor tiempo posible. No le niegue eso, Reborn-san

—¿eso quieres? — acercó al pequeño hacia su rostro, aun sujetándolo por los costados y manteniéndolo en el aire — Aki — y cuando decía ese nombre el bebé reía sonoramente intentando tomarlo por las patillas, pero claro que no lo iba a dejar

 

 

Naly apreciaba entonces un gesto propio de un buen padre, un beso en la frente del infante que reía emocionado porque le prestaban atención. Ella de inmediato se giraba, pues “no vio nada”, se adelantaba un poco y sólo escuchaba los balbuceos de ese pequeño ser al que cuidaría con esmero hasta que el cielo lo destinara. Reborn, por su lado, cargaba a un pequeño inquieto que se removía con constancia, lo pegaba a su pecho ocasionalmente y en otras, simplemente lo cargaba de forma que Aki mirara el camino que tomarían. El pequeño jugaba con león que, como siempre, se mantenía posado encima de la fedora del asesino o simplemente jugaba con sus manos y pies. Era la interacción de esa familia singular y cosas como esas se verían a futuro también

 

 

Tres…

 

 

Reborn miraba de lejos a un niño que, sólo caminando, le daba problemas a Naly, la ninfa a la que le perdonó la vida muchos años atrás y que se volvió su sirvienta permanente desde que Aki nació. Sonreía al ver que el pequeño tenía habilidad para escabullirse, enredar a la ninfa, escaparse, sonreír mientras hacía travesuras. Ya un par de veces lo vio moviendo las manos antes de que de la tierra brotaran hermosas flores de color blanco, obviamente esa parte fue heredada por los hechiceros. Aki era un niño que creció sin problemas, pues su padre fue quien lo alejó de todo peligro y así continuaría mientras el mayor lo deseara

Reborn había pasado por muchas cosas en esos años, entre ellas la afrenta contra dos hechiceros del más alto rango. Uno en especial le fue difícil ahuyentar, pues era venido desde la mismísima mierda, albino y era una patada en el trasero que le costó superar. Como fuera, nadie se iba a llevar a su primogénito, quien era el único recuerdo de aquel castaño que llegó a su vida de pronto y se le escapó de las manos con velocidad. Peleó con voluntad de hierro, enfrentó a cada malnacido, mató de decenas para demostrar su poderío, se vengó lentamente en ocasiones. Asesinó a muchos altos mandos, e incluso en una ocasión se infiltró en el estúpido castillito de luz para acabar con la generación de novatos. Lo disfrutó inmensamente porque fue su venganza

El asesino debía reconocer que en muchas ocasiones se vio arrinconado como una pequeña presa, pero obviamente él no era la “presa” sino el cazador. Si estaba solo era sencillo, el problema siempre fue cuando Naly y Aki estaban con él, pues con alguien importante a quien proteger cualquiera tendría dificultades, pero, como si obra divina fuese, siempre que estaba en problemas aparecía alguien para ayudarlo. Generalmente era Fon, quien tenía un gustito un poco sospechoso por venir a visitar a Aki y darle mil regalos… por eso Reborn no lo dejaba quedarse más de dos horas o al menos hasta que su hijo se distrajera y no notara que mandó a Fon por el caño.

Su vida era excelente y provechosa. Su hogar era estable. Su hijo era su orgullo

 

 

—¡Aki, vuelve aquí! — Naly se alteraba al ver al pequeño rebelde irse por allí en busca de la flor más lejana de la casa. Ese niño hacía lo que se le diera la gana… tal vez lo heredó de alguien, pero la ninfa sólo reía, porque debía admitir que el encanto del pequeño superaba los pocos defectos

—no, no… ¡quiero esa for! — gritaba mientras corría por entre las plantas que se extendían como limitaciones de su actual hogar

—te caerás, ¡espera Aki!

—for para papi — reía mientras se escapaba de las manos de Naly y se perdía entre las hierbas altas

—no dejes que se ensucie mucho — Reborn daba la orden mientras leía algo, sentado en una silla en el patio de su hogar. Una cabaña aparatada de todos los malditos idiotas que hacían ruido

—Aki, ven aquí… ya mismo es hora de comer — Naly sabía que iba a tardar en encontrarlo y atraparlo, por eso tenía que agudizar sus sentidos y encontrar a pequeño que se escabullía entre la maleza que daba inicio al bosque adjunto

—fores, fores para papi — canturreaba mientras gateaba para hundirse en un pequeño túnel hecho de arbustos

—Aki, vuelve — pedía la ninfa antes de suspirar profundamente y recoger su falda para empezar a internarse en el bosque con hierba alta. Nana y niño se perdieron entre los adornos de color verdoso

—este mocoso ya no me dice padre — bufaba el azabache mientras dejaba de lado su libro y se encaminaba a la cocina por un café

 

 

Tres años de convivir con el niñito de cabellos castaños y ojos negros, fue divertido, tenía que aceptarlo. Rebelde como ninguno, hábil como pocos, autoritario, pero cariñoso cuando quería. Sonrisa espléndida, pero cuando se enfadaba daba la misma mirada que su padre. Aki era una combinación especial entre dos especies muy distintas entre sí

El único hombre en esa casa veía a través de la ventana el cómo Aki se escondía de Naly, salían del bosque un momento y volvían a perderse nuevamente. Aki era de los niños que adoraba ensuciarse, por esa razón la ninfa solía también salir perjudicada. Aquella mujer, la misma que como cualquier ninfa tenía debilidad por las criaturas que requirieran protección, fue una gran ayuda en esos años, por eso Reborn la aguantaba. Mientras Naly no invadiera su espacio personal, se metiera en lo que no debía, reclamara o desobedeciera, estaba jodidamente bien.

Reborn miraba al cielo en ese día, despejado a pesar de que los dos días anteriores llovió como nunca y por eso aún había charcos y lodo por ciertas partes. Se perdía en el azul de esa cosa, recordando algo de su pasado y sonreía sin poder detenerse, porque un par de ojos chocolates aparecían en su memoria. Tsuna había calado profundamente en la marchita alma de ese asesino, de eso no cabía duda.

Reborn cuidaba del chiquillo que heredó sus habilidades físicas, al igual que sus manías de estratega, pero quien también tenía otras cualidades heredadas de su castaño progenitor. El azabache de patillas cuidaba de su hijo con empeño, aunque la mayoría de tiempo intentara disimular esa cualidad…  Reborn veía en el mocoso a alguien que lo superaría y estaba orgulloso de eso, pues nadie habría mejor que Aki en un futuro no muy lejano

 

 

—¿aún no crees en el cielo? — Reborn bajó su taza de café con tranquilidad, estaba en su casa después de todo… quien se hubiese metido estaba condenado

—seas quien seas, te patearé el trasero si no das la cara — gruñó al escuchar aquella voz desfigurada por el eco. Parecía ser una voz dividida, como si dos personas hablaran a la misma vez

—no respondiste… Reborn

—¿quién eres? — de un solo movimiento le dio cara a quien fuera

—¿crees en el cielo? — de nuevo aquella voz y Reborn sacó su arma especial, apuntando al vacío de dónde provenía el sonido

—no creo… tampoco creo en las hadas y me importa una mierda que una se muera sólo porque lo dije en voz alta — altanero como siempre mantenía su guardia alta, apuntando y esperando. Su mano libre mientras tanto acercaba la taza a sus labios, pues no desperdiciaría su preciada bebida

—¿y si lo vieras?

—deja de joder y muéstrate... ¿quién eres?… ¿un enviado de Ricardo de nuevo? — dijo con seriedad, pues no sería la primera vez que recibiera visitas indeseadas — Te dije que Aki se queda conmigo

—Aki… es un lindo nombre — una voz dulce entonces se entonaba y Reborn suspiró dejando su café de lado

—ahora si te mato... usar la voz de “ese” alguien… fue un pecado — dejó que leon se posara en su mano libre y se transformara en un arma. Usar la voz de Tsuna sería castigado con muerte dolorosa — muéstrate, ¡ahora!

 

 

Un hombre encapuchado aparece de pronto, salido de la propia pared de la cocina y con cuidado muestra sus manos vacías, extendiéndolas para mostrar que era inofensivo. Reborn le exige mostrarse por completo y el extraño no se niega. Alto, de buena apariencia, rubio y de ojos color naranja, en su frente una flama del mismo color de sus ojos se muestra y una sonrisa adorna el rostro inmaculado. Joven, no superaría los treinta años humanos, el mismo que tras dar una reverencia leve con su cabeza, se relaja y aquella flama se extingue de a poco, de tal forma que sus ojos se trasforman y se vuelven un azul intenso… como el mismo cielo despejado.

Reborn lo mira un instante, pues no había visto una criatura con esas habilidades. Sigue apuntándole porque a pesar de que parece inofensivo, sigue siendo un invasor en su hogar y debe pagarlo. El asesino notó desde un inicio el parecido que tiene ese sujeto con Tsuna; analiza las varias posibilidades y entre ellas destaca que lo quieren llevar a una trampa, pero hay otras opciones más. Esa mirada dulce le causa estragos, porque recuerda a su “esclavo” más importante. Tal vez esa persona es un familiar de Tsuna, así que frunce el ceño y exige explicaciones. Pero la respuesta consistente en un «el cielo me guía. El cielo soy yo» no lo deja satisfecho, así que dispara sin piedad, pero nada sucede, porque la bala cae antes de impactar contra el cuerpo del desconocido

 

 

—tú me causarás problemas por lo que veo — Reborn gruñe insatisfecho, porque no quiere desperdiciar municiones

—tal vez — su voz cambió a una más grave de repente

—eso de que eres el cielo no lo creo — expresa su insatisfacción con un ceño fruncido

—Tsuna me advirtió que así sería — sonrió divertido — entonces llámame Giotto, porque ese era mi antiguo nombre, aquí… en este mundo

—deja tus cuentitos tontos

—¿no quieres saber por qué menciono a Tsunayoshi? — sonríe con amabilidad y nota que el asesino se está poniendo tenso

—di tus intenciones claras. Yo decidiré si vives o mueres — amenazó con furia. ¿quién se creía ese tipo para nombrar a su castaño?

—el mártir — Giotto ignora al azabache, sonríe mientras mueve su mano y un collar aparece de pronto entre sus dedos. Aquel objeto no es cualquier cosa, es algo que Reborn identifica de inmediato, porque es el regalo que una vez Tsuna le dio… y que cuando su hijo nació desapareció de la misma forma en que su castaño lo hizo

—qué demonios — gruñe y con sus dos armas apunta al sujeto. Analiza si disparar o no… pero decide esperar al momento adecuado

—el mártir sufre, odie, ama, olvida a veces. El mártir tiene que experimentar cada emoción negativa y solo así apreciará las emociones positivas de forma tan poderosa que sus lágrimas se vuelven catalizadores de la magia blanca que debe distribuirse a este mundo y al mundo de los humanos — la voz de Giotto es amable, como un suave paño que roza los oídos de cualquiera — Como humano fue un ser puro, que no sufrió, que vivió con alegría y de esa forma cumplió con la parte blanca de su labor… ese humano murió joven, de la misma forma en que vivió, sin dolor ni agonía. Un humano nacido sólo para no marchitarse espiritualmente… porque la mancha debía obtenerla aquí, en este lado de la existencia, en su reencarnación como un ser de luz, y así completa el “todo” que debe formar — hace contacto visual con el asesino y sonríe satisfecho, pues al parecer el azabache ha entendido sus intenciones — Tsuna y los mártires debemos experimentar todo, absolutamente todo… el bien y el mal de forma equitativa. Es un proceso que no se puede evitar para estar completos

—deja de darme sermones, y explícate correctamente

—Todos nacemos de humanos, nos volvemos seres mágicos, pero regresamos a ser humanos… porque el ciclo no puede detenerse jamás

—no me jodas… ahora me vendrás con un estúpido cuento de hadas — aprieta sus dientes, porque se está cansando de esa tontería — dirás que encontraré a Tsuna entre humanos y lo veré unos años antes de que envejezca y muera. Después tendré que buscarlo entre los seres mágicos. Vaya mierda

—existen pocas almas destinadas a algo mayor que cumplir con el ciclo — Giotto sonríe porque el hitman no le ha disparado de nuevo, eso significa que le interesa esa charla — unos pocos humanos, sin mal en su alma, raros… aparecen cada dos mil años y se convierten en mártires desde que son seres sin magia. Como humanos aprenden las emociones positivas, mueren jóvenes y como seres mágicos obligatoriamente deben aprender las emociones negativas a través de un juez, ejecutor o carcelero como se lo denomina

—¿por qué hacerlos sufrir?

—Su destino está ligado al equilibrio de los mundos, pues recoge la magia del ambiente humano, toda, porque ellos deben ser limitados de esa bondad… y lo trae a nuestro ambiente, el cual ha ido perdiendo magia progresivamente. Ellos mantienen la división del mundo… todos saben que su labor es la más importante, porque si uno de los mundos se destruye, el otro lo hará poco después y el final será impostergable. Nuestra misión, la misión del cielo y los mártires, es la de jamás dejar que la existencia perezca… nosotros protegemos la existencia de toda criatura con magia o sin ella

—me aburro… ¿a qué quieres llegar?

—cuando el mártir realiza su trabajo a plenitud… se entrega… muere, pero distribuye la magia en las cantidades adecuadas para cada mundo — dice con un leve toque de melancolía — Deja un descendiente a temprana edad y muere prematuramente. La otra opción es morir después de mucho sufrimiento, pues desintegrarse lentamente es más atroz

—y a Tsuna le tocó ambos — protesta enseguida, porque ese hombre le dice cosas que lo enfurecen. Otro predicador de las bondades del cielo, una mierda como las demás

—Reborn-san… ¿cree en el cielo ahora?

—no, y no me vas a convencer

—¿y si le digo que el mártir se vuelve el cielo? — sonríe mientras aprieta el cristal entre sus manos — así que… si le muestro parte del cielo… ¿creerá en el cielo ahora?

—muchas palabras enredadas, por eso odio a los hechiceros

—Tsuna… tenía razón con usted

—¿qué dijo? — pregunta por inercia y baja una de sus manos, pues hasta ese punto jamás dejó de apuntar… pero algo le dice que ese hombre no miente

—muchas cosas — Giotto sonríe mientras lanza el cristal al suelo y éste empieza a brillar — ¿sabe?… las parejas de los mártires siempre son seres de tinieblas… pocas veces aman al mártir de verdad… y usted, al igual que mi antigua pareja son las pocas excepciones

—¿quién fue tu pareja? — no pierde detalle de aquel desconocido y tampoco deja de fijarse en ese collar que quería recuperar

—Su nombre fue Daemon… uno de los tantos mentores de los asesinos — sonrió divertido al ver la inexpresión en el hitman — pero para eso no he venido aquí

—ya era hora. Se me cerraban los ojos y me tiembla el brazo — sonreía pues una de sus armas jamás fue bajada — ¿qué quieres?

—a las excepciones… se les da un trato especial, porque tal vez sufrieron más que las demás

 

 

Las manos de Giotto desprendían un brillo leve que daba la sensación de ser cálido, algo nacía de entre sus dedos, una estela de escarcha de color dorado que caía al suelo donde el cristal de Tsuna se elevaba en el aire. El rubio de ojos azules sonreía con ternura mientras acumulaba su magia en aquel acto, se concentraba plenamente en su labor y pronto un cuerpo se formaba debido a la acumulación de toda aquella brillante sustancia. Giotto admiró al asesino antes de susurrar algo entre dientes, de su garganta brota una tonada dulce y bajita mientras mueve sus manos para darle una forma constante a su magia… un cuerpo se forma de aquello y el cristal que brillaba se posa en el centro de todo

Giotto se quita su capa con paciencia, para después enredarla en la figura humana creada de su propia magia. Se toma su tiempo para no perder detalle y al estar completa, cierra la capa por completo, antes de abrazar a su creación y susurrarle algo. Un cuerpo delgado se forma con rapidez bajo un brillo casi cegador. El proceso no dura más de cinco minutos y aun así no deja de ser demasiado tardío para la desesperación de aquel azabache, quien no podía dejar de apreciar la rebeldía de unos cabellos que empezaban a tomar solidez. Un cuerpo se genera entre los brazos del rubio, el mismo que al sentir que era correcto se separa levemente y de inmediato, el ser creado cae de rodillas. Giotto lo sostiene antes de que se impacte con dureza, sonríe mientras quita el cristal del pecho ajeno y lo extiende al hitman, pero éste ni siquiera logra moverse.

Las dudas aún no se despejaban de la mente del asesino y era por eso que Giotto quitaba la capucha que impedía diferenciar las facciones del ser al que había invocado. La mata de cabellos castaños sobresalía entonces, la piel un poco pálida brillaba levemente y Giotto sonrió antes de tomar aquel pequeño cuerpo en brazos y a paso calmado acercarse al hitman. El de ojos azules no deja de tener esa aura de calma, dulzura, imponente, pero eso no es lo que mantiene al asesino en un estado de shock. Giotto se acerca al azabache con calma, simplemente para susurrarle una sola cosa

 

 

—no puedo dejarlo aquí por mucho tiempo, porque es parte del cielo y tiene que trabajar — extiende el cuerpo juvenil hacia los brazos del asesino, que sin esperar lo recibe — pero te daré un mes… y luego de eso, cada cierto tiempo te lo devolveré — acaricia la mejilla del castaño con dulzura — cuídalo por favor

 

 

Reborn no lo pensó dos veces antes de arrancar aquel cuerpo de brazos del rubio, se arrodilló en el suelo con rapidez, porque así podía usar fácilmente uno de sus brazos. Golpea esa mejilla pálida con delicadeza, lo toca, acaricia, lo mira para verificar que no está siendo engañado. Ni siquiera se despidió cuando el tal Giotto se fue, pues Reborn sólo veía al castaño entre sus brazos y al que ahora podía tocar sin restricciones. Está conmocionado y a pesar de eso, sólo quiere que esos ojos se abran para poder al fin admirar ese brillo único, que, para su maldita suerte, invade sus sueños en noches cualquiera. Pero no hay respuesta alguna por parte de Tsuna y Reborn sólo puede seguir intentando

El asesino tenía un límite en su paciencia, por eso se estaba hartando de la falta de respuesta de ese cuerpo delgaducho y flojo. No quería ser rudo y hasta lo besó como en los cuentos de hadas en donde la princesa despertaba debido al amor verdadero… se sintió estúpido por intentar aquello, ¡¿en qué pensaba?! ¡se le estaba atrofiando el cerebro! ¡maldita fuera Naly por traerle cuentos humanos para leérselos a Aki!

Y cuando Reborn ya se cansó de que el mocoso lo ignorara, recurrió a una solución sencilla. Un recipiente, un poco de agua y con precisión la arrojó hacia el bello durmiente. El cuerpo se removió de inmediato, tosiendo el agua tragada, respirando con dificultad, estremeciéndose y despabilando con rapidez. Eso sí era efectivo, nada de relatos cursis, lo que funcionaba era la practicidad

 

 

—¡me quedé dormido en el trabajo! ¡Lo siento Giotto-san! — decía removiéndose y buscando la mirada de su jefe, pero lo único que halló fue a un hombre que se le lanzó encima y aprisionó sus labios. Tsuna se asustó, claro estaba, e intentó zafarse del duro agarre, pero poco a poco cedió… porque… esa mirada color carbón era… era nostálgica — Reborn — susurró cuando fue liberado de repente

—maldito mocoso — dijo con voz suave. Pretendió fingir amenaza, pero su tono no fue el correcto y solo suspiró al final — me has dado miles de problemas y dolores de cabeza

—Reborn — repitió sin creer lo que veía — pero… yo… ¿cómo?

—muchacho idiota y despistado — susurró antes de abrazarlo por la cintura y acercarlo para un beso más. Uno más calmo y… suave. Estaban solos, podía hacer lo que se le diese en gana

—no puede ser — susurró cuando consiguió respirar y se abrazó al mayor mientras sonreía. No dijo más cuando fue él quien beso a aquel asesino, abriendo sus labios para aceptar la lengua ajena. Perdiéndose en el delirio del sabor fuerte que despedía Reborn — es usted — sus lágrimas de felicidad cayeron de repente, sonriendo porque de nuevo estaba siendo hipnotizado por aquellos ojos negros — es… es… no sé… por qué

—te amo — susurró quedito en el oído ajeno antes de derribar al muchacho y aprisionarlo en el suelo para besarlo con placer. El castaño abrió sus ojos por la impresión de escuchar aquello, pero terminó por sonreír entre el beso y complacido dejó que el otro se colara entre sus piernas. No necesitaba guía, él mismo rodeó la cintura del azabache con sus extremidades inferiores para acercarlo más… el calor ajeno era tan reconfortante que… podía llorar

—ah~ Re… Reborn

—qué lindo gemido — sonrió descaradamente — además te ves muy bien con solo esa capa cubriendo tu desnudez… un regalo del tal Giotto supongo — sonrió al ver las mejillas del castaño encenderse instantáneamente — o es que intentas seducirme

—hiii… ¡estoy desnudo! — confirmaba lo obvio mientras, con la poca tela que hallaba en su cuerpo, trataba de cubrirse — ¡yo no estoy intentando nada! — se apresuró a decir al ver aquellos ojos recorriéndole en totalidad

—ya te he visto todo, Tsuna… es inútil que te cubras… además, pienso arrancarte eso después de todo — pasada la impresión estaba sus más bajos pensamientos. Obviamente el primer castigo que se le venía a la mente para ese descarado castaño era… “aquello”

—hiiii… ¡es-espere! Aun no sé qué está pasando — se quejaba, pero cuando la lengua ajena tocó su piel no pudo evitar emitir un gemido más placentero que el anterior

—abandonarme tres años fue descarado. Ahora deberás reponer ese tiempo

—¿tan rápido? — susurró mientras sentía las manos del hitman ascender por sus piernas y se estremecía ante el toque — es… espere… quiero… quiero saber qué…

—tenemos diez minutos antes de que Naly traiga a Aki a casa… así que cálmate

—Aki — Tsuna sonrió divertido mientras dejaba que el otro le quitara la tela que lo cubría — es un bonito nombre… gracias — una sonrisa llena de ternura y gratitud se le escapaba de repente. La emoción del momento era desbordante

—tengo una mejor idea para que me agradezcas, dame-Tsuna

—Reborn-san — sonrió mientras tiraba de la camisa del mayor y lo abrazaba. No despegaba su mirada de la del contrario mientras empezaba con su tarea, la de quitar los botones… porque… no podía negarse a ese hombre — usted es un atrevido… manchará una parte del cielo y eso… saldrá un poco caro — susurraba mientras atraía al mayor hasta que sus cuerpos se pegaron por completo

—para lo que me importa… eres mío después de todo — malicia en su voz, lujuria en su mirada, en lo más profundo de su alma un sentimiento, del que el nombre, sólo reveló dos veces — debo castigarte porque te has portado mal

—sabía que diría eso — rió divertido mientras besaba al desesperado ser que lo mantenía aferrado como para comprobar que no era un sueño. No se quejaba… ¿quién lo haría después de escuchar un “te amo” tan sincero? Estaría loco si dijera que no le gustaba aquello… era extraño… pero real a la vez

—no esperes dulzura

—lo sé — susurraba bajito antes de besarlo, porque no necesitaba más palabras de las que ya se dijeron. Sólo quería estar junto a Reborn  

 

 

Hijo…

 

 

Naly tuvo muchos problemas en atrapar a Aki, era normal que jugaran de esa forma, pero en esta ocasión pareció ser aún más difícil de controlar, pues Aki desprendía una inmensa energía. El castaño festejaba con su cantarina voz, mientras sujetaba con delicadeza las diez flores entre sus manos, repetía una y otra vez que se las daría a su papi. Naly lo cargaba mientras recorrían el trayecto a la cabaña e interrogó al pequeño con curiosidad, pues Aki se dirigía a Reborn como padre, entonces… ¿quién era papi? Aki, por su parte, reía mientras contaba una y otra vez las flores, diciendo que el cielo le dijo que las recogiera, escogiendo siempre las más bellas y vigorosas. Era un niño muy tierno a veces y por eso la ninfa lo cuidaba como si fuera su retoño, uno que jamás tuvo por cuenta propia.

Naly caminó despacio hacia la cabaña, riéndose por la amorosa forma de Aki al tratar con las plantitas arrancadas y de cómo tarareaba algo mientras movía su cabeza de un lado a otro. Cargarlo era cansado, pero valía la pena porque era encantador mirar esa carita de cerca, eso, aunque estuviera manchado levemente de barro. Cuando llegaron, Aki se bajó de brazos ajenos con prisa y entró corriendo a la casa, seguido por la ninfa… quien, al reconocer a alguien ajeno a su jefe, se quedó en silencio. No podía creer lo que veía. Un castaño que usaba una camisa que no era de su talla y unos pantalones cortos que Naly reconoció como una de las pertenencias que Reborn guardaba con celo

 

 

—hola pequeño Aki — Tsuna se fijó solamente en el castañito, quien sonriente ingresaba por aquella puerta. Se arrodilló en el suelo cuando aquella pequeña figura corrió hasta él — ¿sabes quién soy? — interrogó con la voz más dulce que nació de su garganta

—el cielo dijo… fores para papi — sonreía mientras estiraba sus manitas hacia el castaño que con ternura recibía el regalo  

—Aki… estoy en casa — Tsuna sonrió entre lágrimas mientras abría sus brazos y el pequeño se lanzó encima de él con emoción

—¡papi! — sin duda, sin temor. Aki ya sabía que recibiría la visita de su papi ese día

—pensé que eras su mami, Tsuna — se burlaba el azabache, quien observaba todo desde la puerta que llevaba a la cocina. Ataba su corbata y miraba a la ninfa que estaba en shock parada en la puerta de entrada — y a ti, ¿qué te pasa? — regañó a la mujer

—pero…

—soy el papi de Aki — sonrió Tsuna mientras se paraba con su niño en brazos y lo besaba en la mejilla — un gusto — se presentó sin siquiera mirar a la muchacha, pues estaba encantado reconociendo cada detalle de su hijo

—¡Tsunayoshi-san!… pero usted — decía la ninfa mientras hacía una reverencia exagerada — yo…

—tienes un mes de vacaciones — antes de que se empezase con la política de “reencuentros”, Reborn cortó las palabras de Tsuna — vete ahora, Naly

—¡Reborn! No seas así — suspiraba Tsuna antes de mirar a la ninfa. Naly fue su mejor amiga en ese mundo, la miraba con dulzura al reconocerla — tranquila, puedes quedarte en esta casa cuanto quieras

—es mía y yo decido — reclamaba el azabache de patillas con seriedad mientras veía a Aki aferrarse al cuello del castaño

—es Aki quien lo hace — sonrió al ver que tenía razón, pues Reborn solo sonreía con malicia. Tsuna vio a su niño antes de acariciarle la mejilla — Aki... ¿Naly se va?

—¡no! — decía con las manos arriba y una sonrisa espléndida — Naly juega mañana. Me llevará al río

—pesándolo bien, te quedas — sonrió Reborn mientras su mente captaba el lado bueno de las cosas — eres la nana de Aki… cuidarás de él durante unas horas — su voz era seria, cargada de malicia, digna de un asesino que planeó su estrategia de “caza”. Tsuna al escuchar aquello se tensó de inmediato, un escalofrío le recorrió entero… ya sabía lo que pretendía Reborn

—¿quieres que vaya contigo al rio, Aki? — sonrió, pues su hijo era importante y había mucho tiempo que recuperar

—¡si! ¡quiero a papi conmigo! — exigía con emoción abrazándose nuevamente al castaño y Tsuna con dulzura le correspondía

—no te salvarás así de fácil Tsuna — susurró Reborn en el oído de Tsuna, quien no se había dado cuenta de la cercanía del azabache — ¿lo entiendes? — advirtió antes de darle una nalgada y un beso en la mejilla cuando el castaño iba a reclamar — aunque este niño de aquí… te dejará más cansado que yo — el pequeño entonces reía divertido mientras intentaba alcanzar las patillas de su padre

—será… divertido — el castaño, con sus mejillas rojas por el atrevido comportar de su ahora amante –denominativo que se dio el propio Reborn- simplemente se centró en su realidad… pues estaba en casa

 

 

Karma, coincidencia o suerte. Lo que fuera… a ellos poco les interesaba. Lo único que sabían era que… sus días aún se extenderían, tanto como la vida del asesino lo hiciera.

 

 

FIN

 

 

Notas finales:

 

Señores, aquí se terminó su dolor XD

Confesaré que me la pasé bomba leyendo sus comentarios y reacciones en toda esta historia. Nacida como one shot, extendida por pedido general, culminada con las energías casi nulas, pero con una sonrisa sincera.

Esta ficker está satisfecha con su final. Yo les dije que les daría su happy end y hasta casi les doy lemon, pero me gustó con la “inocencia” final que mostró, así que decidí hacerlo de esta forma

A todas mis lectoras les diré que pueden creer que el final fue muy apresurado, pues muchas cosas pasaron al mismo tiempo, pero sólo les diré una cosa.

Cuándo se está emocionado, ¿el tiempo no corre con velocidad? Todo es caótico, todo es a prisa, porque al final lo que cuenta es la felicidad en tu alma y la paz en tu cuerpo, por eso fue así XD

Espero que les haya gustado la historia

Agradezco mucho sus comentarios, y su paciencia con esta loca historia

Muchos besos~

Tal vez nos volvamos a ver, o tal vez no~

Como fuere, los amos XD

Besitos~

PD: Creo que esta fue una de las muertes más bellas que he narrado. ¿Qué piensan ustedes?


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