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Mi obra favorita por kurotsuki_mikoto

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Un fondo desagradable

 

El arte tenía diferentes formar de expresar las vivencias que la gente atravesaba a lo largo de su vida. Podía expresarse en pintura, teatro, música, fotografías, dibujos, escritos o cualquier obra que al humano se le pudiera pasar por la cabeza.

El arte era una herramienta que muchos usaban para expresar sus vivencias, emociones del momento o sentimientos a alguien. Y si alguien le preguntaba la herramienta que el usaba, respondería de inmediato una sola palabra: teatro.

Cada persona tenía su propia idea de lo que las herramientas eran capaces de expresar, pero para él, la más diversa era el teatro, esa que podía combinar las pinturas de los fondos, las expresiones y voces que los actores ponían como si fuera su alma, las palabras, las luces; todo.

Era un lugar precioso donde más de una herramienta se fundía para hacer una maquina, una hermosa maquina llena de colores que lograban opacar el gris de una rutina aburrida.

—¡Romeo, Romeo! ¿Dónde estas que no te veo?

 

Lawless salió de forma dramática de atrás del escenario, extendiendo sus brazos a la joven con el mismo color de hebras que las suyas y casi dejándose caer al suelo cuando estaban lo suficientemente cerca.

 

—¡Aquí estoy, Julieta!

 

—Oh Romeo~— la joven sostuvo al actor antes de que cayera al suelo, dejando que reposara sobre su regazo y la desesperación fuera casi palpable entre los dos —Por favor no me dejes, no me hagas esto...No cuando has perdido la apuesta y me debes el almuerzo ¡Oh, Romeo!

 

—¡Lo siento, Julieta! Si de mí dependiera, pagaría cada deuda que...ah, no puedo— dejo caer de la misma forma dramática su mano a un lado. Acabando aquella escena que habían engendrado minutos después de escuchar que el jefe de su club gritaba el final de una jornada de práctica.

 

—¡Ustedes dos dejen de estar perdiendo el tiempo o los pondré a hacer los fondos con los del club de arte!

 

—¡Oh Julieta! Debemos huir antes de que vengan en nuestra búsqueda. Huye, conmigo— y a pesar de que todo era un acto esporádico, por unos segundos Lawless dejo que sus propios sentimientos lo traicionaran y la impulsividad de su tono de voz dejo que su actuación revelara un poco de su verdadero sentir. —Quédate a mi lado, por siempre.

Y si Lawless disfrutaba algo más aparte del teatro, eso serían aquellas practicas espontaneas que salía de forma natural con su mejor amiga, la chica de sus sueños y su amor secreto por los últimos dos años; Ophelia.

 

—Por supuesto Romeo, yo siempre estaré a tu lado. En la salud y la enfermedad, en las buenas y en las malas hasta que la muerte nos separe.

 

Lawless debía agregar a si mismo que si algo lograba romper su actuación perfecta y crisparle los nervios, era la excelente calidad que Ophelia ponía en sus actuaciones, esas que parecían expresarse con el alma igual que las suyas y le sacaban olas de calor sobre sus mejillas con la misma facilidad con que un cuchillo parte la mantequilla.

 

—B-Bien, entonces vámonos por ese almuerzo antes de que realmente nos pongan a ayudarle. Sabes que mis habilidades en pintura...

—Son peores que las mías en música.

 

Ambos se dirigieron una sonrisa, uno más apenado que la otra y dirigieron sus pasos a la salida, donde los esperaba una tienda andante con comida rápida, alta en colesterol y lo menos saludable que había cerca pero lo único que se encontraba abierto a esas horas de la noche.

 

—¿Crees que todo vaya bien en la obra del sábado?

—Obviamente, Ophelia. ¿Esperas menos cuando me tienen a mi en el elenco?

—Espero menos de los otros personajes porque no soy yo.

—Naturalmente, naturalmente.

 

Repitió con burla al llegar a donde estaba su meta. Disfrutando del olor a pan tostado que despedía la estufa eléctrica del encargado y señalando de forma galante el menú que reposaba a un lado de la van, como si fuera algún caballero señalando el más elegante de los castillos a la princesa de sus sueños.

 

—Oh Romeo, a veces no puedo con todo el lujo que te cargas.

—Solo gózalo, hasta la siguiente apuesta donde mi victoria sea la responsable de el vaciado de tu cartera.

—Y tan romántico como siempre.

 

Pidieron algo sencillo de comer, que no involucrara la caída de ingredientes o demasiada grasa cuando debían mantener la figura por la última semana para la obra que significaba el proyecto final para la escuela.

Despues de esa obra, tenía planeado llevarla a una verdadera cena romantica. Una donde intentaría explicarle sus sentimientos, esos que no esperaba que fueran correspondidos pero que solo le dañaría seguir escondiendo las palabras que volvían más pesados sus hombros con cada día que pasaba.

te amo

Dos palabras que podían volverlo el hombre más feliz del mundo pero también el más desdichado.

Que podían afectar en la actuación de ambos por la emoción o la incomodidad que no fueran capaces de ocultar.

No, era mejor esperar hasta el momento indicado. Solo tres días serían su tortura final.

Despues de todo, si fue capaz de esperar más de dos años, unos cuantos días eran solo minutos comparados con meses.

 

—Lawless.

 

Su mano fue atrapada por los delicados dedos de su compañera que parecía más concentrada en ver su comida que sostenía en la mano contraria que en la conversación que parecía querer aflorar entre ellos.

 

—¿Qué pasa? ¿Le pusieron cebolla a tu baguette?

No necesito palabras que aclararan que ese no era el tema principal que quería sacar a relucir, no cuando las mejillas de Ophelia tenían el mismo color que los ojos del contrario y parecía aferrarse a su almuerzo con la misma fuerza con la que sus dedos sujetaban su brazo.

—¿Qué sucede?

Se volteó a prestarle más atención, toda en realidad. Parecía alguna escena espontanea de romance, salvo que ese tipo de escenas solo lograban hacerlas cuando se encontraban en el escenario.

—Yo quería decirte algo, antes de que hagamos la obra.

 

Lawless podía sentir como su ritmo cardiaco aumentaba en velocidad, era la primera vez que veía un lado nuevo de ella, uno confundido, desorientado y avergonzado. Su silueta solo se volvió más clara con las luces que los autos que iban en sentido contrario alumbraban contra ellos.

No necesito escuchar más, solo inclinarse a intentar alcanzar sus labios, subir un poco su mano en busca de que sus dedos se entrelazaran y entonces solo el impacto del conductor imprudente fue capaz de despertarlo de su momento mágico.

 

 

 

 


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