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El fetiche oculto (HaeHyuk) por lunafang

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Donghae hizo un sonido de incredulidad al divisar los picos de una gigantesca catedral a unos cuantos cientos de metros de distancia por dónde se desplazaba el auto. Era la primera construcción que divisaban desde que tomaron aquel camino de tierra que cruza diversos campos verdes, haría una media hora atrás. Miró a su tío con un gesto interrogante, sin embargo Lee Hyukjae simplemente negó con un corto movimiento de cabeza. El mayor hizo un gran esfuerzo para no soltar el bufido de hastío que se le formó en la garganta, pero estuvo casi convencido de que no pudo evitar que su molestia se filtrara de otra forma al apretar con más fuerza el manubrio del auto, marcando de blanco sus nudillos. Sin duda se dirigían hacia esa dirección, pero la Catedral de Jeondong no era, bajo ningún concepto, el destino final que había pensado para su excursión. Sólo se trataba de una lamentable estructura religiosa e histórica que se hallaba a pocos metros del lugar que planeaba enseñarle a su sobrino.


En pocos minutos pudieron contemplar unos largos y extensos muros de piedra antigua, y Hyukjae volvió a sonreír. A pocos metros estacionó el auto en una especie de estacionamiento sólo marcado por la huella de vehículos en un terreno desprovisto de pasto.


-Desde aquí iremos a pie, Donghae -dijo mientras se quitaba el cinturón de seguridad.


-Todavía no me dijiste a dónde iremos -sonrió con reproche el muchacho antes de abrir la puerta del auto y salir.


-Intenta adivinar. ¿No te dice nada el nombre del distrito de Wansan? -le preguntó con diversión al ponerse a su lado y comenzar a caminar juntos hacia los muros.


-Creo que seguimos dentro de Jeonju -intentó bromear.


-Es verdad, pero trata de pensar en los lugares históricos. ¿Tienes alguna idea de qué lugares históricos se encuentran en esta zona?


-Bueno, está la Catedral de Jeondong, que es una de las tres catedrales católicas existentes en todo Corea del Sur. Si mal no recuerdo... terminó de ser construida en 1931 -frunció un poco el ceño al tratar de pensar en algún dato más que agregar, sin poder conseguirlo finalmente-. Aunque recién negaste que fuéramos hacia allí.


-Pues no, no iremos allí, pero te felicito por reconocer la catedral -dijo con una mueca que deformó su sonrisa-. Piensa en algo más grande, Donghae. ¿Dónde exactamente se encuentra la Catedral de Jeondong?


-Creo que no entiendo lo que quieres preguntarme -lo miró confundido.


-Vamos, Donghae. Es simple -apenas le tocó el brazo izquierdo en un gesto conciliador-. Nos dirigimos al lugar donde se encuentra ubicada la catedral, es decir, dentro de un lugar determinado. ¿Qué otro lugar histórico hay en Wansan? Es muy reconocido a nivel nacional e incluso internacional.


-No se me ocurre ninguno -soltó un suspiro corto tras unos segundos de pensamiento mudo.


-Descuida. Ya casi estamos aquí.


Caminaron unos cuantos pasos más y se toparon con un par de guardias de seguridad que custodiaban la amplia entrada erguida entre los muros de piedra. El descubrimiento del sitio que se encontraba ante sus ojos dejó atónito al muchacho por un breve instante, al fin comprendiendo lo que había querido expresarle su tío un momento antes. Cientos y cientos de casas tradicionales coreanas se extendían por el amplio territorio, siendo interrumpidas únicamente por algunos monumentos. Realmente era un paisaje majestuoso, sin ningún tipo de contaminación de la era actual a excepción de los dos hombres postrados en la entrada. El contraste casi grotesco de los uniformes de seguridad con la arquitectura antigua del lugar que se remonta a la Dinastía de Joseon era como presenciar la escena de un dorama cómico en el que personas de la época actual viajaban en el tiempo a una fecha de la Edad Media. Mediando unas pocas palabras Hyukjae les entregó el dinero necesario para comprar dos pases, mientras que Donghae trataba de no reírse de sus ideas internas.


-El pueblo Hanok de Jeonju, también conocida como la Aldea Tradicional de Jeonju, fue fundado en 1930 y alberga hoy en día 600 hanok y 1.300 residentes. Sus principales atractivos son la Catedral de Jeondong, el Santuario Gyeonggijeon y la escuela confuciana Hyanggyo -indicó Hyukjae con un tono de voz digno de un guía turístico apenas entraron.


-Esto es increíble -sonrió Donghae de forma sincera.


Pronto ambos perdieron la noción de las horas y se dedicaron a explorar el pueblo de forma minuciosa. Tal como dijo el mayor, sólo observaron la catedral desde la distancia, a pesar de que Donghae le pidiera un par de veces que lo dejara entrar sin su compañía. En cambio, el Santuario Gyeonggijeon y la Hyanggyo se convirtieron en visitas obligadas. De esta forma el muchacho pudo apreciar en la primer parada de ciertas reliquias de la realeza coreana como las tablas mortuorias del rey Lee Taejo, el fundador de la dinastía de Joseon, y su esposa; el carruaje utilizado al transportar las tablas mortuorias, carruajes de sillas individuales y retratos del rey Taejo y varios de sus sucesores, entre los que se destacaban Sunjong, Cheoljong y Yeongjo. Apenas podía prestar atención a los detalles y las fechas que le relataba su tío por el impacto de presenciar todo aquello.


La segunda parada, no obstante, tuvo un impacto distinto. Tal vez debido a que en la escuela confuciana Donghae distinguió los antiguos escritos en los que se utilizaban los caracteres chinos como forma de describir el idioma coreano. El intento de leerlos únicamente le generó un momentáneo dolor de cabeza, ya que no logró comprender ningún significado en concreto tras las centenarias palabras. No era chino ni tampoco coreano desde el punto de vista de su propio razonamiento, aunque Hyukjae le insistiera en que se trataba de coreano medieval, con un vocabulario muy lejano para el entendimiento del ciudadano coreano promedio. Aquello era especie de identidad perdida, por lo que pudo entender el motivo de que gran parte de la población coreana de aquella época fuera analfabeta, pobres personas que no alcanzaron a relacionar los caracteres del lejano idioma chino con las pronunciaciones de su cotidiano idioma coreano.


En el momento en que tío y sobrino se detuvieron en un pequeño restaurante tradicional, ubicado dentro de la misma aldea, notaron por primera vez que se habían saltado el almuerzo y faltaba muy poco para que fuera la hora de la cena.


-Este lugar es increíble -volvió a decir Donghae en un suspiro apenas terminaron de encargar la comida, sonriendo de forma dulce.


-Sin ninguna duda -estuvo de acuerdo el profesor-. Es una de las cosas que más me atrajeron de Jeonju cuando pensé en mudarme aquí. Es asombroso, como si regresara en el tiempo a la Dinastía Joseon. Suelo venir aquí una o dos veces al mes para relajarme.


-¿En serio? ¿Ésta es tu idea de relajarte? -se rió el muchacho con un poco de burla- ¿No es mejor ir a un sauna, como dicen todos los coreanos?


-Por supuesto que voy al sauna, pero no me refería a relajación física, sino a nivel anímico -también se unió a sus risas.


-A todo esto, nunca te pregunté el motivo de que te mudaste a Jeonju. Antes tenía la idea de que te gustaba vivir en Seul.


-Me gustó vivir en Seul mientras estudiaba el profesorado de historia. Lo disfruté en aquellos años. Seul es una ciudad encantadora y tienes todo lo que puedas llegar a necesitar al alcance de la mano. Sin embargo, una vez que me recibí y quise comenzar a trabajar, me di cuenta de que necesitaba estar en otro ambiente, un lugar menos urbano y con personas más cálidas -le explicó con una sonrisa tranquila-. Es cierto que Jeonju continúa siendo una ciudad donde se vive de forma ajetreada, pero es más tranquilo que en la capital; mucho más tranquilo.


-¿No pensaste en regresar a Mokpo? -le preguntó.


-Lo pensé algunas veces, pero... realmente no puedo hacerlo. Recuerdo Mokpo y todo lo que viene a mi mente es mi omma -su sonrisa se tornó triste-. No pude regresar allí después de su funeral.


-Yo tampoco volví a viajar a Mokpo después de eso. Papá nunca quiso ir a visitar el cementerio. Hace un tiempo se me ocurrió que quizás podríamos ir juntos -dijo con cierto nerviosismo.


-No tendría mucho sentido. Ya no se encuentra allí -dijo en un suspiro cansado.


-¿Qué?


-Le pedí a un amigo de la escuela que hiciera por mí los trámites para cremar los cuerpos de mis padres. Luego él me trajo las urnas y tiré las cenizas en el río Han -le explicó de forma breve, con voz lenta y acongojada.


-¿Por qué lo hiciste? -le preguntó con una mirada extrañada, casi asustado.


-Es complicado, Donghae.


Permanecieron en silencio durante unos cuantos minutos, siendo sólo interrumpidos por la llegada del camarero con los platos de comida y los sonidos que ellos mismos provocaron al comer.


-Recuerdo que una vez que fui a visitarte, me llevaste a ver un barrio de hanok -se animó a comentar el muchacho en un momento.


-¿En serio lo recuerdas? -se sorprendió Hyukjae.


-Claro que lo recuerdo. Fue una excursión un poco rara para mí, ya que antes habíamos ido a un centro comercial -comentó con una sonrisa.


-¡Oye! No tenía muchas opciones para entretener a un niño de ocho años -se quejó divertido-. Fue lo que se me ocurrió en el momento. Pero en esa ocasión se trataba de un barrio pequeño de hanok.


-¿Y también se te ocurrió en el momento llevarme a otro centro comercial al día siguiente? -se rió con burla.


-Si mal no recuerdo, te gustó ver Buscando a Dory.


-Y si mal yo no recuerdo, tú te perdiste la película por quedarte dormido.


-No me quedé dormido.


-Sí lo hiciste.


No, realmente Hyukjae no se había quedado dormido en la sala del cine, pero él jamás podría confesarle a su sobrino los profundos pensamientos que cruzaron por su mente ese fin de semana y le impidieron adentrarse en la trama de la película infantil. Aquellos pensamientos lo perturbaron por varios años y, de forma inesperada, hacía pocos días habían regresado, cuando descubrió en el boliche Perfection la mirada poco inocente de Donghae en la pista de baile. Por fortuna se trató de un breve instante, pero esto fue suficiente para que el mayor rápidamente se fuera de allí, espantado de que pudiera reconocerlo a pesar de su disfraz.


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