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Fragmentos Incandescentes por Syarehn

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Notas del capitulo:

Buen día, amado mundo, gracias por pasarse por aquí. Nos leemos en las notas finales~

FRAGMENTO II

Chispeante

 

 

Ace abrió los ojos sintiendo los parpados pesados. Se removió un poco tratando de recordar dónde estaba pero lo último que venía a su mente era un grupo de marines atacándolo, culpándolo por haber robado una especie de droga que él ni siquiera sabía que existía. Frunció el ceño.

 

También recordaba la pelea y haber ganado.

 

¿O no?

 

Se quejó por lo bajo al sentir una fuerte punzada en el costado derecho e inevitablemente se destapó, observando que estaba vendado. Entonces remembró la daga de kairoseki y la debilidad inmediata que lo había invadido. Había caído al suelo y… ¿Qué había pasado después?

 

Suponía que alguien lo había llevado al hospital, pues aquella habitación lucia como una pequeña sala de operaciones; los aditamentos y los estantes con medicina se lo hacían saber, así como el hombre con bata dormido a su lado en un sofá. Sonrió. Él debía ser el médico que lo atendió.

 

Ace soltó un suspiro de alivio, agradecido con el hombre, pues de haber quedado en manos de la Marina ya estaría muerto o encerrado y en espera de su ejecución. Debía agradecerle en cuanto despertara.

 

Con curiosidad se acomodó sobre su costado sano para quedar de frente al médico, observándolo. Lucía sereno y Ace pensó que se le hacía ligeramente conocido. Se acercó un poco más, notando las ojeras en su rostro mientras se pregunta si habría pasado una mala noche por su culpa y por ello estaba tan cansado –era raro que él despertara primero que alguien–. Una veta de remordimiento se hizo presente y no pudo más agradecerle de nuevo mentalmente por sus atenciones. Ya encontraría la manera de compensárselo.

 

Sus ojos no pudieron despegarse del médico al tiempo que una sonrisa suave se dibujaba en sus labios. Era casi tierno ver durmiendo a alguien así de apacible, con su cabello oscuro revuelto bajo el gorro blanco con motitas y mal acomodado que caía de lado. Ace, guiado por la curiosidad, se permitió colocarlo en su sitio y pasar lentamente sus dedos entre su desordenado cabello. Sin embargo, casi de inmediato vio al médico removerse, al parecer tenía el sueño ligero pero justo antes de que pudiera retirar su mano un par de ojos grises lo miraron.

 

Ace se congeló un segundo en el acto, un chispazo de nerviosismo lo atravesó al saberse descubierto, haciéndolo sentir tonto y avergonzado por la cercanía y su mano sobre la cabeza ajena. Sorprendido más que por la desconfianza e irritación con que lo observaban los irises del médico, por la intensa profundidad de los mismos y manera en que resaltaba su tono plateado con la piel morena de su dueño.

 

—¡Lo siento! —se apresuró a decir el pecoso, retirando su mano de inmediato mientras Law se incorporaba mirándolo impasible y llevándose una mano a la cabeza, tratando de saber qué había estado haciendo el chico antes de que despertara.

 

¡Porque también estaba ese detalle! ¿Cómo carajo se había dormido así, allí y tan fácilmente?

 

Sin despegar la vista de su forzado paciente, Law sintió con las yemas que su gorro estaba perfectamente acomodado en su cabeza. ¿Portgas se lo había colocado? Una extraña sensación hormigueó sutilmente en su nuca mientras ambos seguían sosteniéndose la mirada, tratando de descifrar algo del otro y de pronto el silencio comenzó a tornarse extraño, tan magnético que resultaba incómodo –aunque no desagradable–, por lo que fue Ace el primero en carraspear y decir lo primero que se vino a su mente para cortar aquel electrizante ambiente:

 

—Buenos días —exclamó Portgas, dedicándole al médico una amplia sonrisa—. Disculpa las molestias que seguramente te he causado —añadió, sentándose con dificultad para poder hacer una reverencia.

 

Law lo observó sorprendido por su actitud. ¿Ése era el imponente “Puño de Fuego”? ¿Ese chiquillo insensato, confiado y de sonrisa radiante? Porque internamente admitía que sonreía de forma única, torpe sí, pero atrayente a la vista.

 

—¿Qué se supone que haces? —preguntó con voz neutra y rostro imperturbable, reprimiendo la media sonrisa que le estaba contagiando el pecoso—. Vuelve a acostarte o te abrirás la herida.

 

Ace levantó la mirada hacia él, boquiabierto por la fría reprimenda. Sin embargo, cuando estaba por decirle que no podía quedarse más tiempo, tocaron la puerta.

 

—¡Capitán! —La voz de Penguin se escuchó al otro lado—. Capitán, el desayuno está listo. ¿Saldrá o lo traemos aquí? —cuestionó—. También preparamos algo para su paciente.

 

Law entrecerró los ojos. ¡Portgas no era su paciente! Era el tipo molesto al que Bepo y Shachi le habían arrojado para que cuidara. ¡Y aquel par de idiotas ni siquiera habían vuelto con el antídoto! Exhaló con fastidio, ya se encargaría de ellos, mientras tenía que alimentar con su invitado no deseado. No obstante, cuando estaba a punto de pedirle a Penguin que llevara la comida para que Portgas no hiciera esfuerzos, éste se movió torpemente rápido para abrir la puerta.

 

—¿Comida?  —preguntó el pecoso emocionado—. ¡Qué oportuno, muero de hambre! Pero no es necesario que se molesten trayéndola —concluyó educadamente.

 

Law sintió un tic en el ojo. ¡Se suponía que el efecto de las toxinas lo mantendría en cama un par de días! ¿Cómo podía siquiera estar despierto? ¿Qué clase de fenómeno era? ¿¡Y por qué Penguin lo ayudaba a caminar hacia la cocina, platicando como si fuesen amigos de toda la vida!?

 

Su tic aumentó.

 

—¿No vienes, médico-san? —preguntó Ace respetuosamente, girando el rostro hacia él cuando estaban ya a media cubierta.

 

Law quiso mandarlo al diablo y echarlo, pero Portgas le sonreía de nuevo de aquella forma tan cálida y amplia que terminó por resoplar y avanzar hacia ellos.

 

Toda la tripulación estaba ya reunida en el comedor cuando ellos ingresaron. Ninguno parecía sorprendido por la presencia de “Puño de Fuego” en el Polar Tang y Law supuso que Bepo les había contado acerca de su forzado visitante. El único que parecía sorprendido era el propio Ace, que no paraba de mirar con admiración a Bepo, sentándose a su lado.

 

Ace quiso preguntarle al oso si había ingerido alguna fruta del diablo y de qué tipo, pero no lo hizo; no quería ser grosero ni impertinente con quienes lo habían ayudado. Ya habría tiempo para ello cuando hubiese algo más de confianza.

 

Por su parte, Law lo observaba cauteloso en medio de las presentaciones. Seguía asombrado por su resistencia física y lo que parecía ser un fuerte sistema inmune, pero lo que más lo desconcertaba eran las maneras extrañamente educadas de Ace al hablar y comportarse, incluso para comer, a pesar de tener un apetito voraz, casi interminable. Sin mencionar la forma tan natural con la que se relacionaba con lo demás; sus nakamas estaban atentos a la conversación ¡Hasta se sentían animados a preguntar acerca de su pertenencia a la tripulación de Shirohige! Y Ace les contestaba sin muestras de alarde o desconfianza mientras devoraba plato tras plato.

 

Tampoco pareció ofendido cuando Shachi, tan boca floja como era, le contó cómo lo había ayudado tras la pelea y sobre la reticencia de Law por atenderlo, al contrario, el chico volvió a agradecerles y a disculparse expresamente con el médico, haciéndolo sentirse incómodo y desviar la mirada. Luego le explicaron que tenían el antídoto por si hacía falta, contándole también todo lo que tuvieron que pasar para robarlo.

 

Ace los escuchaba atento, entre risas. Sin embargo, para Law no pasaron inadvertidas las breves miradas que el chico le dirigía, acompañadas de sonrisas suaves. Y era consciente de ello porque él también lo observaba de vez en vez aunque de manera más disimulada e inexpresiva.

 

Resultaba innegable que había algo que parecía provocar chispas cosquilleantes entre ambos.

 

No obstante, precisamente por ello, Law decidió pasar del asunto y concentrarse en su comida, cuando un grito por parte de uno de sus nakamas casi le hace atragantarse con su bocado.

 

—¡Se ha desmayado! —gritaba, e incluso el propio Law sintió algo de consternación al ver a Portgas desplomarse de bruces contra el plato que tenían enfrente.

 

—A un lado —ordenó el médico, acercándose. Preguntándose qué diablos había ocurrido, ¿acaso no había sacado todo el veneno de su interior? ¿Un descuido suyo iba a costarle la vida al idiota de sonrisa contagiosa?—. Scan —dijo al llegar a su lado, buscando rastros del veneno, pero su cuerpo estaba limpio, ¿entonces que…?

 

Un ronquido suave salió de los labios del pecoso.

 

Law apretó los puños y cerró los ojos. ¡El muy bastardo se había quedado dormido! ¡Enfrente de su comida! ¡Y él incluso había sentido un atisbo de preocupación inmerecida!

 

Gruñó, y sin querer contenerse terminó estrellando con fuerza su nodachi enfundada contra la cabeza del otro, despertándolo en el acto.

 

—¿Qué? ¿Qué fue lo que…? —Ace no terminó, volvió a caer dormido, esta vez resbalando de la mesa hasta estamparse de lleno con el suelo.

 

Law ya no se tomó la molestia de despertarlo, era el sujeto con la personalidad más contradictoria que pudo haber imaginado, con esa apariencia exótica y llamativa, tan imponente y fuerte pero a la vez siendo un completo idiota compasivo con modales. Salió del comedor sin encontrar lógica alguna en Portgas D. Ace, ¡Era una especie de fenómeno!

 

Pero aun así sentía curiosidad por él y por su contagiosa sonrisa. 

Notas finales:

¡Por Odín! Casi lloro de felicidad al ver que AY estaba de vuelta. ¡Alabada sea Marfil por su paciencia y dedicación a la página! 

Y bueno, pasando a la historia, ya habrán notado que irá algo lenta. De momento su relación será más de atracción y sexo casual *¬* que de romance, eso se dará poco a poco. Espero que les guste y no se aburran.

También decidí que los capítulos serán así de cortos para que pueda actualizar más rápido, pues siento a este bebé como mi desliz culposo de todo lo que tengo que escribir –sí, soy terrible, so sorry–. 

Gracias a quienes se toman el tiempo de leer y mi amor eterno a quienes comentan. 


¡Besos! 💘


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