Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Locura por mi todo por 1827kratSN

[Reviews - 84]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Fue una pelea rápida, instantánea tal y como lo fue el ataque. I-pin vio todo aquello mientras se aferraba a la esperanza de ser salvada, acurrucada contra una pared, apretando sus puños tanto que sus uñas la hirieron, presa del miedo que pasó hasta ese punto. Pero ahora estaba como espectadora de aquel azabache quien golpeó con maestría a su captor, usó su voz de mando y en menos de diez minutos despachó a aquel alfa quien se largó después de maldecir un par de veces.

 

—¿Estás bien? —se acercó a I-pin y aunque la muchachita tenía miedo no retrocedió.

—Sí —jadeó intentando calmarse cuando identificó aquella trenza larga y el tono negro de esas hebras—, estoy bien… Fon-san.

—Cuanto me alegro —con cautela, el alfa sostuvo la mano de I-pin y la ayudó a ponerse de pie—. Qué bueno que venía a visitar a mi hijo.

—¿A Kyoya? —murmuró en automático.

—Sí —sonrió y la abrazó protectoramente, emitiendo feromonas ligeras para calmar a la omega—. Tranquila, ya estás a salvo.

—¿Eh? —ni se había fijado que estaba temblando notoriamente— Yo… estoy…

—Asustada, lo sé —susurró endulzando su voz con maestría, dándose tiempo hasta que la chica dejó de parecer una gelatina—. Vamos, te llevaré con tus amigos.

—Gracias —soltó el aire antes de cerrar sus ojos y separarse lo suficiente para mirar al mayor.

—Aunque no sé por qué ese alfa te tenía en su poder si Kyoya estaba protegiéndolos a ustedes.

—Nos atacaron demasiados alfas —no sabía cómo más explicar lo sucedido.

—Entiendo… —Fon hizo una mueca sutil antes de volver a sonreír—, esperemos que todos hayan sido rescatados entonces.

 

Para Enma la cosa no fue tan sencilla como lo fue para su amiga. Él tuvo que usar sus manos para cubrir su cuello y soportar las heridas en las mismas porque Zakuro intentó marcarlo innumerables veces mientras lo alejaba de sus amigos. Peleó contra su primo, pero no pudo contra la voz de mando usada cuando estaban a una distancia considerable y nadie había a su alrededor. Y cuando estuvo a punto de resignarse a pertenecerle a uno de sus familiares, su salvación llegó de entre un callejón adjunto.

 

—Obligar a un omega por medio de la voz de mando es de escorias inhumanas —dura, firme, una voz autoritaria y femenina.

—Largo —fue la amenaza instantánea de Zakuro que seguía intentando sujetar las manos de Enma y separarlas de ese cuello pulcro—, este omega es mío.

—Él no es de nadie porque no es un esclavo.

—¡Ja! —tras burlarse dio vuelta— Una rebelde —reconoció cuando sus ojos se conectaron con aquellos rojizos pozos afilados.

—Te voy a disciplinar con gusto —frunció su ceño.

—Suzuki-san —jadeó Enma al reconocer a la alfa y sin dudarlo pateó a su primo para aflojar su agarre. Estaba luchando, no dejaría de hacerlo—. ¡Ayúdeme, por favor!

—Quieto, Enma —ordenaba Zakuro, pero no podía centrarse correctamente debido a la amenaza que tenía a pocos pasos. Cualquiera reconocería a una alfa de “sangre pura”, y Adelheid era una de ellas.

 

Justo cuando Zakuro iba a lanzar un golpe y Enma cerró los ojos por el miedo, aquella mujer actuó. Con agiles movimientos, Adelheid liberó y lanzó lejos al omega para proceder a golpear al alfa adversario. Fue una pelea rápida pues Suzuki parecía experta en muchas artes marciales y terminó por dejar inconsciente a su oponente pelirrojo. Enma jamás había estado tan asustado y aliviado al mismo tiempo.

 

—Gracias —Enma ni siquiera podía apartar la mirada de su primo, no podía creer que se salvó una vez más.

—Se supone que Kyoya los estaba ayudando —ignoró al alfa caído y miró en la dirección que seguía hasta antes de ese penoso encuentro.

—Algo salió mal —se levantó ignorando el miedo que le producía esa alfa—… de todas formas, gracias —, ahora se centraría en Adelheid quien podría tal vez ayudarlos.

—Llévame donde esta Kyoya —miró al omega sin dejar de lado su seriedad y calma—, apuesto que necesitará de un médico después.

—Sí.

—Muévete… —no era como si tratara mal a todos, pero en ese momento tenía prisa y estaba estresada— ¿Enma? Creo —miró al pelirrojo y elevó una ceja para denotar su pregunta.

—Sí, mi nombre es Enma… —sonrió algo cohibido por la imponente aura de la doctora—. Y sígame por favor.

 

Él jamás se esperó ser salvado por Suzuki, y tampoco esperó ser quien encontrara a Kyoya en aquel estado. En realidad, jamás pensó que en su ruta se toparía con algo que lo marcaría de por vida.

Enma jamás pensó apreciar algo de humanidad en el alfa que en ese momento lloraba y gritaba amargamente mientras sostenía el cuerpo de una mujer —a la que no lograba reconocer—, entre los brazos. Se quedó en silencio, apretando las mangas de su suéter para evitar decir algo e interrumpir ese dolor, ignorando el frío y el ardor en su piel y heridas, olvidó incluso a sus amigos y se quedó viendo a Hibari llorar como un niño pequeño mientras negaba. Eso no duró demasiado, pero fue impactante. Y finalmente apreció como Suzuki se aceraba y detenía esa escena para generar otra.

 

—Suzuki-san —murmuró después de ver a Hibari correr lejos de ellos tras la pequeña charla que tuvo con Adelheid—, ¿quién es ella?

—Fue una omega —fue la respuesta de la alfa antes de acomodar el cuerpo de la muchacha con cabellos violáceos entre sus brazos—, nacida en cuna de plata y condenada al dolor obligatorio.

—¿Por qué? —susurró con voz temblorosa porque por un momento se imaginó ser él quien terminaba en ese estado. Muerto.

—Porque la tomó el alfa equivocado —Adelheid pareció entristecer—, y fue usada como objeto de chantaje hasta ahora que ha dejado de respirar.

—¿Está muerta?

—¿No ves las manchas de sangre? —era cierto, entre tanto caos, Enma no vio la sangre y olvidó su fobia— Pues mira bien porque éste es el resultado de un lazo roto.

—Es horrible —apenas se fijó a donde miraba la azabache y tuvo que girar su rostro porque si veía más de esa herida se iba a desmayar.

—Al menos ya puede descansar en paz.

 

Y entonces siguieron su camino, con paso calmo, en silencio absoluto por parte de sus voces, pero escuchando la lluvia caer por todos lados. Enma iba dirigiendo a la alfa para así evitar ver el cadáver que transportaban, entendiendo que después la llevarían a la clínica al igual que a todos los heridos en ese día, pero no se esperó ver tal horror al llegar a su destino.

De lejos escuchó gritos, golpes, llanto. Un par de betas los interceptaron y le susurraron algo a Adelheid, cosa que no escuchó Enma quien por curiosidad se adelantó para ver algo. Fue una mala decisión porque captó los momentos en donde Hibari golpeaba a un cuerpo maltrecho sin consideración ni tacto. Esa escena le produjo náuseas y horror. Jadeó, tenía intenciones incluso de gritar, pero sus ojos fueron cubiertos por dos manos gentiles y cálidas a pesar de estar húmedas por las gotas de lluvia.

 

—Detrás de mí.

 

Enma reconoció la femenina voz de esa azabache y sin dudarlo le hizo caso, cerrando los ojos hasta que se aferró a la espalda de Adelheid y se le dio permiso de abrirlos nuevamente. Se sujetaba a ella como a un salvavidas porque en ese día había visto más horrores del que hizo en toda su existencia. Jadeó, sollozó quedito, pero al final fue reconfortado por las feromonas ligeras que la alfa expulsó para él. No la soltó, tenía miedo de hacerlo. Se aferró a la cintura de aquella alfa que le superaba en altura y le generaba miedo mezclado con alivio.

 

—¡Ya basta, Hibari! —Adelheid no se quejó por el niño que se aferraba a su espalda, lo dejó así porque estaba acostumbrada a tratar con omegas, pero seguía en su labor.

—¡No! —seguía ondeando sus tonfas y golpeando. A pesar del tiempo, no creía tener suficiente.

—Lo vas a desfigurar —no se movió ni un centímetro para acercarse, respetó la distancia de cinco metros que la separaba de esa bestia fúrica— y de esa forma los familiares no podrán reconocerlo… Piensa en ellos —intentó abogar a la madurez de Hibari, pero sabía que no sería fácil.

—No me importa —seguía en su faena, golpeando el cuerpo que ya no tenía un ápice de vida, desahogando su ira y alertando a todo alfa cercano que la iban a pasar mal si lo volvían a provocar.

—Hibari Kyoya —Adelheid frunció el ceño—. ¡Deja de portarte como un maldito mocoso de dieciocho y mírame!

—¡¿Qué quieres, Adel?! —al fin se detuvo, girando velozmente para enfrentar a quien lo interrumpía.

—Quiero que tomes el cuerpo de Lili y la lleves a la clínica para proceder a llamar a su familia —suavizó un poco su voz y se enfocó en la mirada apagada de Kyoya—, quiero que dejes ese cuerpo de ahí para hacerme cargo, y quiero que tomes consciencia de que habrá un lío legal que afrontar después.

—Lo sé y no me interesa —bufó mientras se limpiaba la sangre de una de sus mejillas.

—Kato ya pagó, ahora debes priorizar lo demás… y deja de asustar a los omegas que te miran desde esa maldita ventana, maldita sea —gruñó por lo bajo porque el aroma a miedo se sentía a lo lejos.

—Hum —Kyoya al fin se percató de los olores que le llegaron, de los lejanos llantos de miedo, y de su cuerpo cubierto de agua entremezclada con sangre—. ¿Y Lili? —susurró al fin.

—Hasta que al fin preguntas —suspiró pues logró hacerlo volver—. Kusakabe la puso en su auto. Ve con ella…, la clínica te recibirá sin problema.

 

Enma escuchó todo, pero no se animó a mirar aquel hecho. Esperó a que todo se calmara, sin importarle que la lluvia siguiera cayendo y estuviera empapado, sólo siguió las órdenes de Suzuki hasta el punto en que se halló junto a todos sus amigos rodeándolo y, entre lágrimas, mostrándose tan asustados como él. Se aferró a los que quedaban en ese sitio, se alegró de saber que Squalo estaba bien, se dejó llevar por las lágrimas porque su cuerpo temblaba de miedo e impotencia.

Lejos de ese pequeño grupo, de esa casa, de todos, un auto negro elegante se detuvo; del mismo salió Fon con un paraguas en mano quien procedió a rodear el auto y así ayudar a la muchachita que rescató para que saliera. La acompañó hasta la casa correcta, recibió el agradecimiento y la vio correr para juntarse con sus amigos. Fon se quedó en silencio apreciando lo que ocurría, identificando sin mucho esfuerzo el aroma de Liliana entremezclado con sangre y lágrimas. Uno de los betas a servicio de su hijo le informó los hechos, y a pesar de que quiso acercarse, bien supo que no era conveniente. De modo que en el mismo silencio que llegó, se marchó.

El pequeño grupo que empezó hace más de un día, estaba completo. I-pin fue la última en unirse a ese nudo de abrazos y lágrimas, agradeciendo a todos por su esfuerzo, enterándose de lo sucedido en su corta ausencia y lamentándose por el derramamiento de sangre y el miedo. Se mantuvieron unidos incluso cuando a pocos metros de ellos pasó aquel alfa azabache de ojos azules que despedía un aroma pesado y agrio, mismo que los ignoró y pasó de largo. Los betas se les acercaron con sombrillas para resguardarlos de la lluvia y al final estaba la alfa que una vez los había sacado de la clínica en donde Hibari reposaba.

 

—¿Quién está herido? —cuando se paró frente a ellos, la lluvia había menguado un poco hasta volverse una ligera llovizna.

—Todos estamos algo heridos —respondió Haru.

—Bien —Adel inspeccionó a todos con rapidez antes de relamerse los labios y girar su visión hasta los betas que custodiarían el cadáver de Kato hasta que llegase la policía—, los que tengan heridas que no puedan ser tratadas en casa, van a venir conmigo.

—Yo me quedo a cuidar de Squalo —I-pin les sonrió a todos—, tengo sólo rasguños.

—Yo también —Fuuta y Haru se unieron.

—Y yo —Enma iba a dar el paso faltante para unirse al pequeño grupo, pero la alfa lo detuvo.

—Tú vienes conmigo —dijo mientras elevaba la manga del pelirrojo y fruncía el ceño—, necesitas al menos dos puntos en esta herida —Enma ni se había dado cuenta que sangraba en abundancia y tembló.

—Vamos entonces —fue Tsuna quien ocultó la herida de Enma y lo alejó de la alfa, todo para no alterar más a su amigo.

—Entonces suban al auto. Rápido.

 

Yamamoto, Nagi, Mukuro, Tsuna y Enma fueron escoltados por un par de betas hasta una camioneta en donde ingresaron sin más. Adelheid iba al frente, realizando una llamada en la que pedía las cosas necesarias para la atención de los heridos e informaba algo más que los omegas no supieron entender.

Llegaron a la clínica que ya conocían, los hermanos alfas desaparecieron en cierto punto y los omegas fueron escoltados por las enfermeras, ubicados en dos habitaciones, vendados y cosidos, despojados de su ropa humedecida, cedidos de prendas de hospital, y dejados en espera de más información. Así se terminó su horrendo día, pero al menos la estancia tenía una temperatura agradable, les sirvieron chocolate caliente y les permitieron estar juntos.

No fue tan malo.

 

 

Heridas…

 

 

Cuando despertaron en esa mañana —pues les exigieron quedarse hasta revisar que las contusiones en la cabeza de Yamamoto y Tsuna no fueran de gravedad y verificar que la pérdida de sangre de Enma no hubiese sido grave—, estaban en completo silencio. Normal siendo que era la clínica de una alfa que adoraba la calma y el orden. Aun así, desearon al menos ver a una enfermera.

 

—¿Y si salimos a ver? —Tsuna no era de los que se quedaban quietos en un lugar desconocido.

—Ya esperamos mucho, supongo que deberíamos salir a averiguar si ya podemos irnos.

—Vamos entonces.

 

Escucharon algunas voces a lo lejos y con curiosidad se acercaron, pero al reconocer que una de las voces era la de Adelheid pidiendo que dejaran el pasillo despejado para dar privacidad a quien fuera, se quedaron estáticos, ocultos en uno de los pasillos y dudando de si debían espiar. Sin embargo, mayor fue la curiosidad pues escucharon claramente la voz de aquel desgraciado que era algo así como su salvador y su perdición. El que los abandonaba y regresaba cuando le daba la gana.

 

—Lamento que el vernos de nuevo sea para entregarles malas noticias —era Hibari quien estaba frente a tres personas, dos adultos y un adolescente que seguramente llegaría a los quince años.

—Hace tanto tiempo que no nos vemos —era un hombre de pote serio, un alfa ya maduro que vestía de traje pero que claramente habría estado llorando hasta hace poco, pues su nariz y sus ojos estaban rojizos al igual que los de la mujer y el jovencito que lo acompañaban.

—Kyoya-kun —fue la dulce voz de una mujer algo gruesita, de cabellos largos violáceos y trenzados—, no has… cambiado nada —su voz quebradiza no opacaba la sutil sonrisa que mostraba.

—Yo sólo quiero saber, ¿por qué —y la voz de un beta joven que respiraba dificultosamente— dejaste morir a mi hermana?

—Hace mucho tiempo les prometí protegerla —Kyoya cerró los ojos unos segundos antes de mirar a esa familia— y lo intenté desde el primer día en que su hija —vio a los dos adultos— y tu hermana —al final se fijó en el chiquillo— se les fue arrebatada… pero he fallado.

—Kyoya —sollozó la mujer.

—Perdón —aquel orgulloso alfa inclinó su cabeza ante aquellas tres personas.

—Pudiste hacer más —el chiquillo no midió su ánimo y acciones, empujó al alfa e intentó golpearlo—. ¡Pudiste!

—Hijo —la mujer chilló, el padre sujetó al muchachito—, calma.

—¡Está muerta ahora! —ahogaba sus sollozos, pero sus lágrimas brotaban sin control— ¡De qué me sirve entonces tus disculpas!

—De nada —la voz de Hibari perdió fuerza y tembló—. Lo sé.

—Mi hermana ha vivido un infierno y tú permitiste que su final fuera aun peor.

—¡Calla ahora! —exigió el alfa mayor antes de abrazar a su hijo y obligarlo a callarse.

—Hijo, las cosas no son así —entre lágrimas la mujer trataba de calmar todo, pero no había caso porque el dolor brotaba en forma de agresión y no se podía evitar.

—Nos quitaron a Liliana y la dejaron morir —se quejaba el poseedor de un cabello oscurecido, casi negro y de ojos tan parecidos a su hermana, mismos que se aguaban con rapidez—. La dejaste morir…, Kyoya.

 

Lágrimas, dolor, protestas, palabras al aire. Todo un conjunto de sentimientos exteriorizados en la soledad de un pasillo y ante la atenta mirada de tres furtivos curiosos que se quedaron no sólo por la curiosidad de saber sobre la familia de Liliana, sino por el accionar del alfa que en ese punto permanecía con la cabeza gacha, sin impedir las agresiones e insultos hacia su persona y que en cierto punto volvió a hablar.

 

—Soy culpable de todo lo que se me acusa —Kyoya miró a los familiares de su pequeña Lili— no lo niego, por el contrario, lo acepto.

—No, no, las cosas no son así —trataba de menguar el alfa longevo—, Hibari.

—Fallé en protegerla, fallé en seguir las órdenes que la mantendrían con bien, fallé en cada decisión tomada, fallé en muchas cosas… y por eso… les pido perdón.

 

Fue entonces que, en medio de las protestas del jovencito, la mirada asombrada del padre y el llanto de la madre, Hibari Kyoya agachó su cabeza y dobló su cuerpo hasta colocarse de rodillas en ese suelo frío, blanco y de baldosa mientras repetía un perdón más dolido. Colocó sus manos en el suelo y descendió su frente hasta que también tocaron la frialdad. Pedía perdón al punto de denigrar su estatus y colocarse de rodillas ante otro alfa de menor rango que él, ante una omega madre, y un chiquillo beta que sollozaba con impotencia.

 

—Perdón por haber sido el causante de la muerte de Liliana.

 

Desde el suelo, con los ojos cerrados, derramando un par de lágrimas más, Hibari repitió sus disculpas porque no era más que un ser humano arrepentido por sus errores, dolido por la muerte de su ser amado, sin saber qué más hacer para aliviar a la familia de Liliana.

La madre fue la primera en sollozar agudamente antes de arrodillarse junto a Hibari, levantarlo, y abrazarlo, porque no culpaba al único alfa que mostró verdadero amor por su difunta hija. El chiquillo se aferró a su padre para desahogar su pérdida, el mayor se mordía el labio por la impotencia de no poder hacer algo más que abrazar a su hijo. Estaban desahogando todo el dolor de años, actuando como simples seres vivientes, dándose confort en medio de ese infierno. No se dijo algo más mientras cada uno de los presentes se consolaban como les era posible. Ya no podían hacen más que eso.

Incluso los curiosos se fueron de ahí porque estaban espiando algo que era netamente personal. Vieron el lado humano de aquel alfa. Sintieron el dolor de esa familia. Incluso dieron una oración en nombre del alma de Liliana a quien no conocían, pero con la que compartían su casta.

 

 

Decisión…

 

 

—“No quiero ser molestado hasta que regrese” —Mukuro miraba a los omegas reunidos en esa casa que él decidió visitar—, eso me dijo Kyoya.

—¿Eso significa que no ayudará en el celo de I-pin? —Fuuta tembló ante la posibilidad.

—Al menos dejen que termine de darles la noticia, kufufu —rodó los ojos antes de continuar—. También dijo: “diles a esos omegas que los ayudaré sin límite de tiempo”.

—¿Qué? —susurró Tsuna.

—Es curioso —sonrió Mukuro— me advirtió que alguien estúpido haría esa pregunta tan obvia —ignoró la mala mirada de los omegas, especialmente del castaño y siguió—, como sea, también dijo: “los ayudaré desde que inicie el celo de esa herbívora, pero que no hagan que me arrepienta de eso”.

—¿Por qué esa amabilidad repentina?

—¿Por qué no aceptarla? —Mukuro miró al chiquillo castaño— puedes aprovecharte del alfa que tiene el corazón hecho pedazos, las esperanzas destrozadas hasta el grado de ser polvo, que tiene el orgullo en el suelo y que ya no tiene nada por lo que seguir aceptando los mandatos de la sociedad alfista —frunció el ceño—. Aprovéchate del alfa que tú mismo lograste destruir —habló con veneno.

—Yo jamás quise destruir nada —se defendió el omega, sin quitar su mirada de ese iris asimétrico.

—Cierto, kufufu… tú sólo querías salvarte a ti mismo y luego a tus amigos.

—Nii-sama… debemos irnos —acotó Nagi a sabiendas de que su hermano podría empezar una pelea.

—Sí, Nagi —se giró sin opción a réplica para su comentario—. Yamamoto, tú también vienes.

—Sí —el azabache se volteó a sus amigos para sonreírles—, nos veremos en otra ocasión.

 

Estaba claro que Mukuro fue hasta ellos simplemente para echarles en cara la culpabilidad que ellos supuestamente tenían, para desahogar un poco de su rabia y dolor; cada omega en esa sala lo sabía, pero por esa única vez se callaron ya que ellos también estaban conscientes de que parte de lo dicho por Mukuro era cierto.

Si ellos no hubiesen insistido en que Hibari los ayudara, la clase alfista jamás se hubiese siquiera enterado de su existencia y mucho menos los habría puesto en la lista negra, tampoco Kyoya habría tenido que protegerlos porque se sentía culpable. No habrían conocido al tal Kato, Xanxus, Belphegor o todos esos alfas, y estaba claro que de no ser por su pedido egoísta de auxilio… la tal Liliana no hubiese muerto porque Kato quizá hubiese seguido en su rutinaria vida en un estatus ya ganado.

Se sentía culpables a pesar de que en realidad no lo eran, a pesar de que no querían sentirse así.

Y como para acrecentar su desdicha, Squalo había desaparecido sin dejar rastro después del segundo día en que su celo desapareció. En la mañana lo habían revisado y dejado comida, en la tarde regresaron y nadie les abrió la puerta. Los vecinos no supieron nada, cuando pidieron ayuda a la policía y forzaron la puerta no hallaron ningún indicio de violencia, pero tampoco alguna posesión preciada de Squalo. Estaba claro para ellos que su amigo se había ido por cuenta propia, dejando atrás sólo un mensaje de texto llegado al celular de Enma que dictaba: “uno menos del que preocuparse”.

No tenían más que preparar la estrategia para enfrentar el último celo de su pequeño grupo, una muy básica puesto que Hibari los ayudaría sin problemas, pero al menos de esa forma minimizaron la ansiedad de I-pin quien a veces temblaba al imaginarse el peor escenario en su celo.

Sólo una cosa era diferente en esa ocasión: no estaban solos y por ende no debían huir de los alfas que se les acercaran con mundanas intensiones.

 

 

Pacto…

 

 

Squalo miró aquella lujosa mansión al que fue llevado, apretó las navajas que ocultaba entre su ropa porque estaba listo para defenderse si era el caso, y esperó a que le permitieran el ingreso. Fue escoltado por el propio chofer, terminó siendo objetivo de al menos diez miradas y diversas burlas. Nada a lo que no estuviese acostumbrado. Al final llegó a un gran salón donde aquel estúpido alfa mordía con paciencia un filete que sujetaba con su mano derecha.

 

—Póntelo, escoria.

—Tengo nombre, jodido idiota, y es Squalo, ¿cuántas malditas veces tengo que repetírtelo?

—Desde ahora serás un tiburón, a eso me recuerdas y así te llamarás.

—Vete a la mierda.

 

Squalo entonces ignoró a su ahora jefe y miró detalladamente el collar que estaba en una esquina de la mesa, suspiró profundo antes de tomarlo en manos y aceptar que era menos tosco de lo que pensó y algo maleable como para que no le estorbara demasiado cuando moviera el cuello. Lo estiró en manos, intentó rasgarlo para verificar su resistencia y al final se lo colocó sin miramientos, sujetándolo bien, abrochándolo y sintiéndose la nueva mascota del azabache que le brindó una sonrisa maliciosa antes de dejar su plato y levantarse.

 

—Te doy el collar, basura —rodeó la mesa hasta estar junto al albino al que le sujetó del cabello con rudeza.

—Ni te creas —con agilidad sacó uno de sus cuchillos y amenazó a Xanxus, pero éste sólo lo ignoró—, ¿qué carajos haces?

—Te coloco el dispositivo del que sólo tú y yo tendremos la llave —Xanxus sujetó la hebilla del collar, apretando hasta que se acoplara perfectamente con el cuello del omega, y acercó un pequeño cuadradito negro que con habilidad insertó en parte del metal—, esto evitará que te marquen.

—¿No puedes ser más grosero, imbécil? —se quejó cuando empujaron su cabeza después de ajustar el dispositivo.

—Pero esa cosa —dijo mientras enseñaba dos pequeñas tarjetas del tamaño de una fotografía de carnet, las cuales tenían un pequeño agujero por el cual se atravesaba un collar platinado— no evita que alguien te rompa el culo.

—Como si pudieran —Squalo le arranchó la tarjeta que suponía era suya y la miró, leves caminitos brillantes daban seña de que era algo electrónico—. Primero les corto las bolas antes que dejar que me toquen.

—Bien, basura —seguía ignorándolo mientras guardaba la tarjeta de su pertenencia—. Esconde esa llave, yo escondo la mía, eso es todo.

—No me vengas con que eso es todo… —enfureció y golpeó la mesa—. Quiero empezar con mi entrenamiento.

—Me agrada como piensas, escoria —Xanxus sonrió.

—Ahora dime.

—Levi —el azabache elevó un poco su voz y el susodicho apareció de inmediato por la puerta cercana—, asígnalo con los novatos, pero que no le den trato especial, muy por el contrario.

—Sí, señor.

—No te olvides lo pedido para mis amigos, Xanxus —Squalo le miró por última vez—, que los saquen de esa lista.

—Sí, sí. Ya vete, basura.

 

Squalo sonrió por lo dicho, entonces miró a su guía y con ansias empezó con su nueva vida.  

Tocó su collar, sonriendo de lado porque juraba que no se lo iba a quitar jamás. Ya planeó cómo destruir la llave que abriría el dispositivo de su cuello porque ni loco la guardaba y corría el riesgo de que alguien la encontrara, mucho menos pensaba dársela a alguien para que la guardara por él porque no confiaba en nadie y no quería involucrar a alguien más en esa estupidez, mucho menos quería correr el riesgo de que algún día su mente vacilara y se entregara a un bastardo alfa. Squalo tenía en claro que no quería una pareja, sólo quería vivir por su cuenta… y por eso, idearía como quitarle la otra tarjeta a Xanxus para así poder destruir esa también. Ya luego averiguaría si hay otra forma de abrir el collar aparte de las tarjetas electrónicas, y si la había buscaría la forma de evitarla a toda costa.

Su inicio empezaba ahí.

 

 

Suspiros y deshonra…

 

 

—Ya no teneos una palanca con la que forzar.

—Tus analogías son basura, hombre.

—¡Callados! Esto es serio.

—Hibari Kyoya no se nos puede escapar de las manos, debemos hallar algo con lo que forzarlo a cooperar.

—Lo creo caso perdido —suspiró uno de los integrantes de esa reunión— pues tal y como con otros alfas que lo han pedido todo, el muchacho se ha forjado su libertad ante nuestra sociedad.

—Hay que buscar alguna forma.

—Yo sé una —sonrió una de las figuras reunidas—, en realidad todos podemos tener una o crearla.

—¿Y cómo planea hacerlo?

—En realidad es bastante simple.

—¡Escuchen! —interrumpió uno de los hombres que había salido debido a una llamada de urgencia— Todos revisen la página de la alta sociedad alfista.

—¿Qué ocurre? —mientras cada uno empezaba a teclear en sus ordenadores o celulares, el miembro más perceptivo de ese sitio decidió mirar a su colega—. Dilo y ahórranos el tiempo.

—Han hackeado la página… la lista de diamantes cambió. Ya no hay nadie en ella.

—Así que… tenemos un enemigo silente.

—Mejoremos el sistema de seguridad y ya. De todas formas, íbamos a cambiar de táctica.

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

¿Quién quiere un acercamiento entre Hibari y Sawada?

Si la respuesta es, “yo”, analicen lo pasado en este cap y respondan esta pregunta: ¿se puede aprovechar el drama en el que está Hibari?

Si la respuesta es, “yo no”, respondan: ¿es correcto el XS?

Krat los ama~

Besos~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).