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Locura por mi todo por 1827kratSN

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—Feliz navidad —aun con su rostro inexpresivo Kyoya miró al castaño quien se había mantenido en shock silencioso durante unos diez minutos, y levantó una de las manitas de Aiko para agitarla— Wuju.

—¡Eso pasó hace meses! —Tsuna elevó su voz debido a la furia— ¡Y una niña ni siquiera puede ser considerada un regalo! Es más… —respiró profundo antes de apretar los labios— ¡No es momento para bromas, Hibari-san!

—Te dije que no elevaras tu voz —suspiró antes de levantarse con la llorosa y asustada nena entre sus brazos.

—¡Es su culpa! —respiró profundo al escuchar el leve quejidito de esa pequeña—. Yo ni siquiera sabía que usted sabía bromear.

—No reaccionabas —caminó con tranquilidad a la cocina.

—¿Por qué no me dijo de esto antes?

 

Mirar al frío alfa tratar con un bebé era extraño, es más, ni siquiera estaba seguro de si era por el shock o por instinto natural, pero lanzó un gritito ahogado y estiró sus manos cuando vio a Hibari acomodar a la nena en una silla de bebé para auto que había estado reposando en la mesa de su comedor. Sinceramente pensó que la nena caería por la falta de tacto del mayor. Algo muy contrario a la realidad.

Cada movimiento de Hibari fue muy delicado, sosteniendo la cabecita de la nena con una de sus manos y el cuerpecito con la otra. Incluso si la nena se movía por causa del llanto quedito que iniciaba, Hibari no tuvo ningún problema en acomodarla delicadamente antes de dirigirse a una pañalera y sacar un biberón. ¡Toda parecía irreal! ¿De cuándo acá los alfas sabían de bebés? Es más, ¿de cuándo acá Kyoya sabía de bebés?

Ah, lo olvidó. Él no sabía nada de ese tipo.

Tsuna se quedó alejado del alfa y de la nenita que lloraba y agitaba sus manos. Admiró en silencio como Kyoya parecía preparar la mamila y comprobaba la temperatura de la leche al colocar un poquito del líquido en su muñeca para después proceder a cargar a la nena. Se hizo a un lado cuando el alfa se encaminó a la sala, y de nuevo se quedaron en silencio mientras Hibari alimentaba a la pequeña.

 

—¿De quién es? —susurró al fin.

—Nuestra —fue la respuesta inmediata.

—¿De dónde la adoptó? —decidió preguntar las cosas que se le llegara a la cabeza.

—No te interesa —refunfuñó por el obvio tono de desprecio dado por el omega.

—¡Con un demonio! Si va a vivir aquí al menos debo saber lo básico de esa niña.

—Te dije que no levantaras la voz —le acarició los cabellitos a la bebé antes de acomodar el biberón en la boquita de la nena otra vez—. Deja de asustarla.

—Sabe qué… —Tsuna suspiró rendido—. Si no va a hablar… está bien —dio un último vistazo antes de apretar los labios—. Suerte.

 

Se fue. Mandó todo al demonio y se fue. Salió de la casa, del barrio, de la zona donde vivía y terminó sentado en la mesa de una cafetería cualquiera esperando un pedazo grande de pastel de chocolate. Se sentía tan frustrado y ni siquiera estaba seguro del porqué.

¡Debían entenderlo! No era normal que de un día para el otro estuviera casado con un alfa frío y sin chiste, al siguiente le dijeran que debía procrear o su amiga iba a pagar las consecuencias, mucho menos que al siguiente rato ya tuviera una hija de ni se cuantos meses… ¡Y ni siquiera le preguntaron! ¡Ni siquiera le dijeron que eso era posible o que podía suceder!

No le dijeron que se estuvo rompiendo la cabeza por nada.

Lo peor era que debería estar feliz porque no iba a tener que engendrar un hijo que no quería con la persona que no quería. Tal vez por eso estaba llorando de nuevo mientras devoraba la primera cucharada de su pedido. Se sentía tan miserable y ni siquiera sabía la razón exacta, eran muchas de modo que elegir una era un caso perdido.

 

—Que alguien tan lindo llore es un desperdicio —oh no, no estaba de humor.

—Soy casado —ni siquiera miró al extraño y levantó la mano que poseía la argolla de matrimonio.

—Me tratas así cuando quise ser gentil, eres un mocoso malagradecido.

 

La cuchara de Tsuna cayó al plato en cuanto se dio cuenta de que conocía esa voz, ese insulto y esa manía por usar perfumes muy fuertes y baratos. Elevó su cabeza tan rápido que incluso sintió un calambre. Pero ahí estaba, no era su imaginación. Se topó con aquellos ojos grises retadores y orgullosos

Sus lágrimas descendieron, su labio inferior tembló y ni siquiera pudo decir algo cuando aquella persona que ocultaba su cabello con un gorro de lana negra se sentó frente a él. Es más, ni siquiera pudo tragar lo que mantenía en la boca.

 

—Sigues tan enano de cuando te dejé —sonrió antes de quitarse la chaqueta y acomodarse en esa silla— ¡Ya di algo, maldita sea!

—Squalo.

—Shh —sonrió altanero—, no divulgues esa información.

—Eres tú —sollozó.

—En realidad mi nombre clave cambió, pero tú puedes seguir llamándome así.

—Pensé que nunca te iba a volver a ver.

—Nada de abrazos, sabes que los odio… y límpiate los mocos para poder platicar mejor, mocoso.

—Tenemos la misma edad… incluso soy mayor por algunos meses —rio entre dientes intentando parar de llorar.

—¡Ja! Te jactas de cosas sin importancia.

 

¿Casualidad? ¿Eso importaba? No cuando el corazón de Tsuna tembló por la alegría de saber de su muy perdido amigo. Es más, ni siquiera le importaba su vida en ese momento, sólo se centró en escuchar las maldiciones de su amigo quien le criticaba el hecho de haberse casado con alguien que no quería y terminar formando parte de una familia de clase alta en la sociedad alfista. Ni siquiera le importó saber cómo Squalo estaba enterado de todo.

 

—¿Estás bien?

—Bastante —el albino sonreía mientras se comían un nuevo trozo de pastel—. Nunca me había divertido tanto en mi vida, es más, vengo de un encargo para mi maldito jefe y saqué una ganancia extra.

—¿Qué ganancia?

—Obvio tú —le golpeó la pierna por debajo de la mesa—. Estaba feliz hasta que me di cuenta que estabas derramando mocos y baba.

—Eres un tonto —rio bajito—, ¡un tonto que se fue sin avisar a dónde iría! ¡Idiota! ¡Estábamos preocupados por ti!

—Baja la voz, ¿acaso no entiendes que si uso un gorro y lentes falsos —agitó el artículo— es porque estoy de incógnito?

—¿Es por tu trabajo?

—Sí —hizo una mueca—, algo así.

—¿De quién escapas?

—Del hermano de mi jefe —rodó los ojos y tiró su cabeza hacia atrás—. El bastardo es un clavo en el culo cuando quiere.

—¿Quién es tu jefe? —preguntó antes de devorar un gran trozo de pastel.

—Calladito te ves más bonito —bebió su té antes de seguir—. Lo único que tienes que saber es que estoy bien, sin marca y haciendo algo que me gusta. Listo, ahora cállate y disfruta de mi compañía porque me iré en diez minutos.

—Tuviste suerte —sonrió y encogió sus hombros, estaba un poquito celoso.

—Me forjé mi suerte… —miró al castaño con seriedad—. Sugiero que tú hagas lo mismo y dejes de estar tomando decisiones estúpidas… Ah, por cierto, dile lo mismo a los demás.

—Si supieras la razón de todas mis tonterías —suspiró.

—Lo sé… Es porque tienes corazón de pollo y quieres salvar a todos —rodó los ojos—. Debes saber que ahora el que debe ser salvado eres tú mismo, así que mejor mandas al demonio a los demás y sus problemas.

—¿Gracias?

—De nada —bufó ante de sonreírle— y, por cierto, no me guardes rencor si algún día mato a alguien cercano a ti.

—¿Qué?

—Estoy jugando —rio por lo bajo. Si Tsuna supiera.

—Squalo, antes de que te vayas… ¿te puedo hacer una pregunta? —ante la afirmación silente de su amigo siguió— ¿Qué harías si estuvieras en mi lugar?

—Sacarle provecho al Hibari menor —miró por la ventana—. Tiene dinero y poder, es todo lo que un omega pudiese desear.

—Me pides imposibles —sonrió antes de rodar los ojos.

—En realidad no… —se cruzó de brazos y miró al castaño—. Digamos que hasta yo entiendo por qué te eligieron como pareja de ese desgraciado.

—¿Por qué? —arqueó una de sus cejas.

—Porque eres todo flores y buena voluntad, y él es un cubito de hielo aburrido… Aplican lo de polos opuestos se atraen. Y para tu mala suerte, eso funciona en muchas ocasiones.

—Estás loco, Squalo.

—Estoy informado que es otra cosa —miró al castaño—. Sedúcelo —le guiñó un ojo— y te ganarás a un buen perro guardián.

—Sabes que yo no haría eso.

—Pues eres más idiota de lo que creí.

—Tienes tanta experiencia en esto como yo, no te hagas el sabio ahora.

—A Irie le está funcionando —se relamió los labios antes de colocarse su chaqueta—. Hasta donde sé, él tiene todo lo que quiere y su alfa es un idiota completo que babea por él.

—¿Lo has visto? —intentó detenerlo, pero Squalo era así, un torbellino que no dejaba de moverse.

—No, pero a veces navegar en internet o preguntar a las personas correctas sirve —golpeó ligeramente la mesa—. Cuídate, mocoso.

—Cuídate también…, Squalo.

 

Seducir al alfa… No, esa idea quedaba descartada. Squalo estaba muy loco. Aunque le agradecía que al menos le diera una razón de Irie y de él mismo.

Estaba feliz porque al menos Squalo estuviera siguiendo sus sueños, de los cuales no tenía idea porque su amigo nunca fue muy comunicativo que digamos en cuanto a futuro se refería. Al menos lo vio y todos estarían tan felices como él cuando se los contara.

 

 

Nena

 

 

Internamente tenía curiosidad, pero se estaba comportando como si no le interesara porque estaba haciendo un pequeño berrinche. Sí, Tsuna lo estaba reconociendo, ¡estaba haciendo berrinche porque el idiota de Kyoya no le dijo nada sobre la posibilidad de adopción o si quiera que iba a traer a una niña a la casa! Ni siquiera tuvo la decencia de explicarle cómo sucedieron las cosas.

Aunque también fue interesante ser un espía silente de lo que hacía Kyoya con esa niña.

En quince días se dio cuenta de que el mayor estaba en verdad acostumbrado a tratar con niños. Hacía de todo: cambios de pañales, alimentación, baños, siestas, horarios, limpieza, comida, todo lo que se refería al cuidado de un niño. Incluso hasta ese punto jamás lo escuchó quejarse por el llanto a la madrugada o por estar haciendo el trabajo solo. Era como si Kyoya hubiese estado preparado de antemano.

Se sintió un poquito mal, solo un poco pues al parecer su omega interno estaba rechazando a la bebé recién llegada quien tenía el aroma del alfa encima. En sí su negativa por acercarse a la niña no era por ella, sino por el sujeto que la cuidaba… o porque la niña no le tomaba ni en cuenta y sólo se enfocaba en el “padre”. Era difícil saber la razón de su repelús hacia los dos miembros extra en su hogar.  

 

—¿Te gusta en serio?

 

Fue la pregunta que lanzó al aire cuando miraba de lejos la cuna donde la nena reposaba mientras mordisqueaba unas llaves de juguete. Tsuna observaba a la niña de lejos siempre que estaba sola, muy pocas eran esas ocasiones pues Kyoya rondaba la casa siempre desde el día en que la niña llegó. Un gran cambio cabe decir. Hasta le hizo preguntarse si Hibari trabajaba o si alguna vez lo hizo, incluso tenía la duda de cómo carajos podían vivir sin problemas si ninguno de ellos dos trabajaba.

Tal vez vivían de la fortuna de los Hibari, debería ser, no había otra explicación.

 

—No tiene caso —suspiró resignado antes de darse vuelta—. Jamás tendremos una conversación decente.

 

Quiso irse, encerrarse en su cuarto como siempre que se frustraba y quería evitar el incómodo silencio que había en la casa, pero el leve ruidito de la niña lo detuvo. Volvió sobre sus pasos para mirar de refilón la cuna donde unas manitos se agitaban y poco a poco se escuchó como se elevaba la voz de la niña —que ahora legalmente era su hija—, con la cual no había tenido mayor contacto que el visual.

Aiko lloraba y, según sabía Tsuna, Hibari estaba duchándose.

Se acercó a la niña para mirarla, devolverle el juguete caído y rogar porque se callara porque sinceramente no sabía qué carajos hacer, pero era una niña… la que al verse observada por alguien a quien consideraba un extraño, empezó a gimotear cada vez más fuerte. Rechazó el juguete o las susurrantes súplicas del omega, siguió llorando a viva voz sin opción a detenerse.

 

—No más, no más —el castaño estaba en pánico—. Shh… Deja de llorar.

 

Tsuna se acercó con cautela y removió las llaves de juguete para hacer ruido, pero no funcionó. La pequeña bebita seguía llorando y moviéndose de un lado al otro hasta que incluso se quitó la gorrita que cubría su cabeza. Tsuna vio ese cabello corto y algo alborotado de color violeta ondearse mientras las piernitas de la niña pataleaban.

 

—Vamos, tu papá ya no debe tardar. Sé buena niña y cálmate.

 

¿Aluna vez interactuó con un bebé? Según recordaba Tsuna, sí. Cuando era pequeño su madre ayudaba a cuidar del hijo de una vecina, también cuidó de un bebé cuando conoció al sobrinito de Enma, pero no más… así que no sabía qué hacer exactamente para calmarla, no más de las cosas básicas como mecerla en brazos.

Pero no tenía permitido coger a esa niña. Hibari jamás aceptaría eso, era ese alfa quien cuidaba del infante.

 

—Por favor. Me estás… estresando.

 

No lo soportó, no era un insensible; y, a pesar de que su instinto maternal era nulo con esa niña, tenía que hacer algo. Con miedo y sus manos temblorosas se acercó a la bebé y cuidadosamente la cargó entre sus brazos. No estaba seguro de lo que hacía, pero imitó los movimientos básicos que vio a Kyoya hacer. Acunó a la niña contra su pecho y la meció con delicadeza.

 

—Vamos… Cálmate, Aiko.

 

No funcionaba, en serio que no funcionaba y se estaba sintiendo como el mayor idiota de ese mundo. Se suponía que los omegas estaban destinados a cuidar de niños, entonces, ¿dónde carajo estaba su habilidad maternal en ese momento? Hasta tenía ganas de llorar también. Siguió meciéndola, caminando un poco por la habitación, desesperadamente rogando porque la niña se callara.

 

—¿Qué haces, herbívoro?

—Eh —se paralizó porque no pensó en la posibilidad de tener al alfa mirándolo enfrentar esa penosa situación—, pues yo…

 

Ese hombre apenas si se estaba colocando apuradamente una polera, traía el pantalón colocado al apuro —ni siquiera el zíper se había subido—, y el cabello mojado. Era obvio que Hibari salió corriendo de la ducha apenas escuchó el llanto de la nena. Al menos era algo pues ya tenía ayuda.

 

—¿Por qué la meces así?

—Estaba llorando, es lo único que se me ocurrió. No era mi intención tocar a su hija —rápidamente ofreció a la niña y vio a Hibari cargarla con cuidado—… Ya sé que no debo tocarla y…

—Shh… calma, pajarillo —la voz del alfa fue grave como siempre y a pesar de eso la niña pareció calmarse al escucharlo—. No pasa nada —Aiko lloraba en menor grado y abría sus ojitos para mirar al adulto.

—Yo no quise hacerla llorar —sentía angustia en su pecho. Se sentía culpable y no debería.

—Los niños lloran por muchas cosas, es normal.

—Bueno… —Tsuna jugó con sus dedos sin saber qué más hacer.

—¿Y quién te dijo que no puedes tocarla? —la mirada del alfa cruzó con la del omega en pánico— Es tu hija también.

—¿Eh? —sintió sus pulmones comprimirse, el aire se le fue— Pero es que… usted…

—Si quieres puedes cuidar de ella —Kyoya colocó a la beba con la cabeza en su hombro para así poder masajearle la espaldita—. Jamás he dicho que esté mal.

—Yo…, ¿puedo? —miró con duda a la llorosa niña.

—Sí —la pequeña se serenó de poco en poco hasta terminar gimoteando bajito y agarrándose de la ropa del alfa.

—Pues… ¿gracias?

—Hazlo porque quieres y no te sientas obligado.

 

La mirada de aquel alfa pareció reprocharle algo y Tsuna no entendió por qué. No lo hizo hasta que se dio cuenta de que ese “obligado” se refería —seguramente—, a que era la primera vez en todo ese tiempo que él cargaba a la niña.

¡Hibari pensaba que él no quería a la nena!

En realidad, no estaba tan equivocado. En el fondo no la quería ni ver, su ser la rechazaba, su omega no la aceptaba como una hija. Pero por otro lado…, no era así. ¿Quién iba a rechazar a una niña de bonitos ojos azules y cabellos parecidos a un dulce? Estaría loco si lo hiciera. Es más, sentía curiosidad por aquella bebé que se veía tan a gusto en brazos del hombre más frío del planeta.

 

—Yo no me siento obligado —persiguió al alfa que se dirigió al segundo piso. Quería aclarar eso al menos.

—Hum.

—Pero usted trata a la niña como si fuera sólo suya y no me aclaró que también podía cuidarla.

—Dije que es “nuestra” hija —siguió acariciando la espaldita de la nena mientras ingresaba al cuarto que adecuó para la pequeña.

—¡Como si eso fuera suficiente!

 

Tsuna reclamó a la vez que también caía en cuenta de que no había ingresado a ese cuarto a pesar de que vio a Hibari y a Kusakabe ingresar cosas al mismo. Era un cuarto muy bonito, decorado con letras en papel brillante, con las paredes pintadas en tonos pasteles, lleno de juguetes y ositos de felpa, con muebles coloridos, y hasta alfombrado. ¿Cuándo cambió tanto esa habitación? Él recordaba haberla visto gris y casi sin nada dentro.

 

—Creí que lo fue —el alfa ni se inmutó por la presencia del castaño, siguió con lo suyo.

—Con usted nunca sé a qué atenerme —volvió a centrarse en su reclamo—. No sé si puedo o no hacer muchas cosas…, y no es como si fuera muy expresivo.

—Si no te has dado cuenta —miró al omega de refilón mientras acomodaba algo encima de un mueble—, no soy bueno comunicándome.

—Qué novedad —rodó los ojos.

—Pero respondo tus dudas cuando me diriges la palabra.

 

Buen punto… No era como si él hubiese intentado entablar una plática amena que durara más de dos oraciones, y ya llevaban como tres meses viviendo juntos, un poco más tal vez. Ni siquiera recordaba la fecha de su boda, ni quería, era algo horrible de rememorar.

 

—¿Por qué usted no inicia la plática?

—Hum —miró con extrañeza al omega y detuvo sus acciones para quitar el pañal de la niña—. Lo he intentado.

—¿Qué? ¿Cuándo?

—Cada mañana.

 

A Tsuna le tomó tiempo procesar la información, para al fin darse cuenta que todos los días era recibido por un “buenos días” infaltable por parte del alfa. ¿Y esa era la forma de iniciar una plática? ¡En serio! ¿Qué clase de persona cree que eso es iniciar una plática? Ah…, al parecer Hibari.

 

—Por dios.

—Aiko no merece tu odio o desprecio —apretó los labios antes de volver a su rostro neutral.

—¡¿Qué?! Momento, yo no odio a la niña —la mirada del alfa le hizo suspirar—. Bueno… me genera un poco de rechazo…, pero no la odio.

—Bien. Porque ya ha sufrido demasiado.

 

Y de nuevo el silencio. Era difícil de soportar o hacer otra cosa que no fuese quedarse callado mientras Hibari hacía lo que hacía —en ese caso cambiar el pañal de la niña que ya calmadita jugaba ahora con Hibird, el cual revoloteaba por la habitación—. Al parecer el ave tomó como refugio ese cuarto, con razón no lo había visto por la casa antes.

Tsuna se quedó mirando cada movimiento del alfa, preguntándose por qué para alguien como ese azabache parecía ser natural el cuidar de una niña siendo que —hasta donde sabía—, los alfas jamás tomaban el rol que le pertenecía a los omegas. Se estaba llenando de preguntas que por alguna razón no podía exteriorizar. Se frustró por el silencio del que ahora él era el culpable ya que no sabía qué más decir por miedo a tocar un tema delicado o difícil.

 

—Soporta un año, tal vez un poco más —las palabras de Hibari lo tomaron por sorpresa.

—No entiendo.

—En un año te dejaré libre —acomodó la ropita de Aiko antes de mirar al castaño.

—¿Qué?

—Odias esto —habló con seriedad—, el matrimonio, esta vida y a la niña.

—Yo no odio a la niña —insistió.

—Sólo un año necesito para que un divorcio sea legal y no te cause problemas a ti o a tu familia.

—¿Usted haría eso por mí? —sintió su pecho punzar, de nuevo tenía esperanzas y fluía la emoción por su ser.

—Sí —jugó con las manitas de la niña—, y sólo pido que intentes mostrarte menos inconforme.

—Es algo difícil cuando usted parece ignorarme todo el tiempo —frunció su ceño.

—Eso haces tú —tenía razón, pero Tsuna no quería aceptarlo.

—E-es mutuo.

—Tratemos de llevarnos bien hasta que sea el momento del divorcio —levantó a la pequeña en brazos y se colocó frente al castaño.

—Bien… —se sintió intimidado por el tamaño del otro—, creo que puedo intentarlo.

—Mejora tu actitud también.

—Recién llegamos a un acuerdo… —apretó los puños—. No haga que cambie de ánimos.

—Sigues siendo inmaduro.

—¡Y es por esto que no podemos llevarnos bien! —bufó— Estoy intentándolo, ¿sabe?

—Bien —Kyoya señaló a Aiko con un movimiento de su cabeza—, ¿quieres cargarla? —empezaría por ahí.

—No… —Tsuna sintió miedo, rechazo, incluso dio un paso hacia atrás—. Llorará si lo hago.

—Lloraba porque tenía mojado el pañal —explicó con calma, intentando mantener ese pequeño nexo con el castaño.

—Ah, ya veo —elevó sus manos con temor.

—Inténtalo si quieres.

—Sí… Creo que quiero intentarlo.

 

Hibari quería mantener una relación cordial con el omega, lo había estado intentando desde el inicio a pesar del rechazo visible del mismo. Había querido mantener la paz en esa casa en base a lo que recordaba de las enseñanzas de su madre, en donde el respeto y la cordialidad eran la clave. Pero se había rendido tras ver que Tsunayoshi veía a su pequeña Aiko como una intrusa, percibiendo el rechazo en las feromonas que el omega emitía… pero ahora, tras esa plática, se replanteó su accionar. Quiso intentarlo de nuevo. Decidió intentarlo una vez más.

 

—Ah… no, no llores —suplicó al ver que la niña manoteó al estar en sus brazos.

—No te alteres porque tu aroma cambia y ella parece notarlo —Hibari acarició los cabellos de la pequeña para que lo mirase—. Deja de rechazarla y ella tampoco lo hará.

—No sé cómo hacerlo.

—Piensa en algo bonito y eso bastará —miró al castaño—, tu aroma se torna más suave cuando estás relajado y pareces feliz.

—¿Cómo lo sabe?

—Soy un alfa —arrugó levemente la nariz—, soy sensible a esas cosas.

—Como un perro —ahogó una carcajada por la mirada reprobatoria del alfa—. Hum…, lo siento.

—En parte, tienes razón.

 

 

Continuará….

 

 

 

 

Notas finales:

 

KRAT LES DESEA UN FELIZ AÑO NUEVO~

Y por eso les trae una actualización de último minuto (en mi país son las 9 y media, así que sigo en el 2018 XD). Espero este cap les haya relajado el alma y no haya sido todo cutre y sin chiste jajajjaa. Pero si es aburrido es porque da límite a una transición entre todo el dolor y las peleas a algo más suave y menos intenso. Así es como se forjan las relaciones, un shock inicial y después calma y rutina ahre… al menos para mí así son XD.

MUCHOS BESITOS Y ABRAZOS~

Que sus sueños se hagan realidad~

Los ama: Krat~


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