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Locura por mi todo por 1827kratSN

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—Tendré mi celo en dos días.

 

El pan se cayó de la boca de Tsunayoshi cuando escuchó las palabras de Hibari. ¿A quién se le ocurría decir eso en medio del desayuno? ¡Por dios! Pudieron haberlo hablado luego. Lo peor era que Aiko —quien era sostenida en brazos del alfa—, mordía su patito de hule haciendo sonidos chillones y estaba acorde con la neutralidad en el rostro del alfa quien mordía el último trozo de su pan. ¡¿En qué familia se había metido?! ¡Por dios!

 

—¿Celo? —fue lo único que se le ocurrió decir antes de beber su juguito.

—Sí —siguió como si nada.

—Y… pues… —incómodo, el castaño tamborileó con sus dedos porque ni él hablaba tan abiertamente sobre su propio celo—, ¿qué se supone que diga?

—Aiko tendrá que estar a tu cuidado por veinticuatro horas.

—Bien —miró a la niña, envidiaba la inocencia de la bebita—. Puedo hacerlo, creo.

—Te recomendaría que pasaras ese día con tus padres.

—¿Eh? ¿Por qué? —recibió una mirada extrañada del alfa— ¿Qué dije?

—Supongo que no entiendes lo que es lidiar con un alfa en celo.

—No —arrugó el ceño—, pero supongo que es lo mismo que lidiar con un omega en celo.

—Algo así —bebió su jugo mientras Aiko estiraba su mano intentando alcanzar el vaso.

—¿Ustedes toman supresores o algo así?

—Por lo general no, porque los alfas suelen estar emparejados cuando sus celos surgen.

—Ah —Tsuna se puso a pensar un poquito y… ¡No! No, pensar en eso era malo. ¡No debía pensar en eso! —. Iugh —golpeó su frente para no pensar en cosas raras, mejor pensó en hibird usando una gorrita de lana—. Bien, bien —soltó una risita incómoda—. Lidiaré con Aiko mientras usted se recupera, no se preocupe.

—Deberías llamar a tu padre para que te recoja.

—¿Es necesario que me vaya? —le dio curiosidad. No podía evitarlo, era la primera vez que podía hablar sobre un tema casi ignorado por los de su casta.

—Sí, es muy necesario.

—¿Por qué?

—¿Estás seguro de que quieres saber? —miró por unos segundos al omega quien desvió al mirada.

—No —rió forzadamente—. Llamaré a mi padre. Seguro que quiere ver a su nueva nieta. Estará feliz cuando se lo diga.

 

No más preguntas incómodas. No quería pensar mucho en ese tema. Sería feliz pasando un día lejos de esa casa junto con sus padres, tal vez visitaría a sus amigos, se entretendría con alguna cosa, pasearía por el centro comercial y compraría algo bonito para Aiko. Tal vez hasta podría llamar a Fuuta o a Haru para que lo acompañasen. Había muchas cosas que hacer mientras Kyoya…

¿Un alfa sufría en su celo? Porque él como omega sí lo hacía. Dolía, era desesperante e incómodo… ¿Debería preguntar? Ah, no, mejor no.

¡Debía desviar su atención!

Se concentró en la bebita que de un momento a otro soltó su juguete amarillo y se quedó viendo al alfa que bebía del vaso. La niña era una curiosa nata, así que fue normal verla estirar sus pequeños brazos intentando alcanzar el vaso que Hibari dejó en la mesa, mientras balbuceaba alguna cosa con esa voz aguda y adorable. Era tierna. Mucho más tierna cuando se distraía de nuevo y esta vez estiraba sus manos hacia el rostro del alfa quien fingía no ponerle atención hasta que Aiko gritaba a todo pulmón en protesta.

Graciosa.

Ver a Kyoya agachar su cabeza para que Aiko lo tocara era común, pero verlo besar la frente y mejilla de la niña era una rara oportunidad. Tal vez por eso se quedó mirando con detalle como los deditos de la niña se deslizaban por la quijada del alfa quien besaba esas manos regordetas, para después ser la pequeña quien separaba sus labios y los pegaba contra la mejilla del alfa simulando un beso. Un besito baboso dado por una bebé muy amada por su padre… ¡Dios! ¿Qué hacía él viendo eso?

 

—¿Qué te pasa, herbívoro?

—Ah —sin pensarlo se había cubierto el rostro con ambas manos— pues… creo que… estoy avergonzado —sentía sus mejillas rojas, era claro que estaba avergonzado.

—¿Por qué?

—No sé —quitó parcialmente una de sus manos para mirar a ese par—, cosas que recordé —fingió demencia.

—Hum —el alfa le quitó importancia a esa acción extraña, prefirió acomodar mejor a Aiko para poder levantarse de la mesa.

 

 

Visión…

 

 

Las manos que se deslizaban por sus cabellos eran tan delicadas y cálidas, eran dulces como las de su madre, y representaban el confort que necesitaba. Agradecía infinitamente el haberla conocido porque ella tomó el lugar de la madre a la que no volvería a ver si es que no era netamente necesario. Le alegraba saber que tenía a quien acudir cuando la desesperación invadía su corazón.

 

—¿Te duele?

—Sí.

—¿De verdad te duele?

—No lo sé.

 

Sintió esas manos acariciar sus mejillas y elevó su cabeza separándola del regazo que lo acunaba para poder mirar de frente a su actual madre. Lya Gesso era su nueva madre. Los ojos de ella eran de un violeta muy bonito, claro, cristalino; y sus cabellos rubios extremadamente largos adornados con zonas blanquecinas debido a la edad, le daban un toque mucho más hermoso. La sonrisa cansada le traía calidez a su alma y por eso le sonrió también. Adoraba a la madre de Byakuran.

 

—Me duele que él haya hecho eso sin preguntarme —soltó su pesar porque confiaba en que aquella mujer lo entendería.

—Me alegro que seas sincero —acarició la mejilla del pelirrojo y le besó la frente—. Dime, ¿qué más sientes, Shoichi?

—Por más que me ha pedido disculpas —sintió un nudo en su garganta y tuvo que carraspear—, me haya explicado la situación, me haya hecho ver la realidad…, no deja de doler —apretó sus labios antes de mirarla a los ojos—, porque… yo no quise eso.

—Pero era necesario.

—Lo sé —suspiró antes de sentarse correctamente junto a Lya en ese sofá—, y lo entiendo —entrelazó sus dedos—. Byakuran no quería que yo fuera despreciado porque mi vientre no pudo darle el heredero alfa que la familia requiere. Sé que intentó protegerme, pero… sigue doliendo.

—¿Por qué te duele?

—Porque era mi hijo… y lo asesinaron —apretó los labios y sintió el escozor en sus ojos—. Porque yo no quería que me lo quitaran… Porque yo quería conocerlo.

—Sé que duele. He pasado por eso, pequeño —la rubia tomó la mano del jovencito entre las suyas—, muchas más veces de las que podrías imaginar.

—¿Y cómo pudo perdonar todo eso? —la miró interrogante, desesperado por una respuesta que calmara su dolor— ¿Por amor?

—El amor que siento por mi esposo —Lya colocó su mano sobre su pecho—, se construyó con los años, pero en un inicio yo estuve en tu lugar y lo odié hasta el punto en que deseé matarlo.

—¿Y cómo lo superó? —le sorprendía la tranquilidad con la que Lya hablaba— ¿Cómo cambió todo?

—Todo cambió porque yo cambié mi forma de pensar —acomodó un mechón de cabello de Irie—, porque dejé de ver sólo mi dolor y noté que mi esposo, su madre, su padre, su familia, también sufría.

—Ayúdeme a hacer lo mismo —suplicó— o no podré seguir viviendo con el dolor que tengo aquí —golpeó su pecho.

—Tú no perdiste un hijo, pequeño, tú perdiste una semilla —apuntó al vientre del omega—, una semillita que no debía germinar en este jardín rígido y cuadrado porque sólo hubiese crecido para ser vista como una hierba mala y después hubiese sido arrancada sin piedad por las manos del jardinero que ama la perfección.

—El jardinero…, ¿sería su esposo? —la vio negar—, ¿entonces Byakuran? —la rubia volvió a negar—, entonces ¿quién?

—La sociedad alfista —suspiró con resignación—. Ese es el jardinero que quita la mala hierba, desecha lo que no le sirve, es cruel y despiadado.

—¿Y nosotros que somos? —sus ánimos decayeron.

—Somos la planta madre —sonrió sutilmente mirando a los ojos cristalinos del jovencito—. Somos la fuente de vida. Somos una hermosa flor madre que debe ser cuidada con cautela. Somos lo más importante que ellos tienen.

—¿Y entonces por qué nos usan y manipulan de esa forma?

—Porque el antecesor del jardinero le enseñó mal —palmeó la mano de Irie—, y en contra de eso no se puede luchar… Por eso somos manipulados de esa forma.

—¿Y Byakuran qué es?

—Es el agua, los nutrientes… y el fertilizante —rio a la par que Irie quien arrugó su nariz e hizo una mueca de desagrado—. Muy necesario, tachado de lo más importante, pero no sería nada sin nosotros. Ten en cuenta eso, pequeño.

—Es una forma muy… particular de ver nuestras vidas, madre —de alguna forma esas palabras lo hicieron sentir más liviano.

—Es una forma de aliviar nuestro pesar —le acarició la mejilla—, y si tu aprendes a verlo de esa forma, podrás superar el dolor por el que pasas.

—Byakuran ha sido bueno conmigo —Shoichi vio la mirada de aquella mujer iluminarse con orgullo, seguramente aliviada de tener un hijo que respete a su casta—, por eso intentaré dejar de… odiarlo.

—No quiero que me odies —la voz susurrante del alfa sorprendió a ambos omegas quienes giraron para mirarlo, Irie con espanto y Lya con pena—. Yo nunca quise que me odies —el albino suspiraba con pesadez a la par que daba sus primeros pasos con los pies arrastrados—. No me odies, Sho-chan.

—Has sido malo con él —Lya elevó su dedo índice y Byakuran se deprimió aún más—. No hablaste con él antes de tomar la decisión que tomaste, lo obligaste a ceder ante tus imposiciones.

—Pero no quería verlo sufrir —apretó los labios y formó un ligero puchero.

—Y lo lastimaste el doble —regañó con seriedad—, has hecho las cosas incorrectas, Byakuran.

—Pero… —murmuró.

—No te portes como un alfa —Irie admiraba a Lya por ser tan fuerte, una vez incluso la vio enfrentar a Gesso-san sin inmutarse por lo intimidante que ese alfa era—, sino como una persona.

—Lo siento tanto, mamá —gimoteó como si fuera un niño pequeño antes de arrodillarse frente a la mujer y abrazarla por la cintura.

—Es con Shoichi con quien debes disculparte —la rubia golpeó la cabeza del alfa con fuerza.

—Lo siento tanto, Sho-chan —Byakuran aflojó su abrazo para poder aferrarse al omega y abrazarlo en lugar de a su madre—. Sólo quise cuidarte… No quiero que nadie te apunte con el dedo o te haga sufrir.

—Ey —el pelirrojo aún no se acostumbraba a esos cambios tan raros en el ánimo del alfa. A veces era gracioso, pero en ocasiones también le generaba miedo porque no sabía cómo actuaría Byakuran si se enfadaba de verdad. Hasta ese punto sólo había visto el lado “bueno” de él, así que su temor era latente—. Yo… pues…

—No quiero que nadie te haga daño, Sho-chan.

—Lo… entiendo.

—Y no quiero que nadie se te acerque —ahí estaba ese cambio tan raro de nuevo. El aura de Byakuran se hacía oscura, su aroma intenso y su agarre desesperado—. Nadie —Shoichi miró a Lya en busca de ayuda, pero ella sólo encogió sus hombros en señal de que no lo asistiría—. Ni Spanner.

 

La mirada violeta de Byakuran se convertía en una oscurecida por el enojo. La amenaza era clara, la advertencia directa, y el omega interno de Irie se revolvía porque se sentía “halagado” o algo así, pero a su parte pensante eso le causaba repulsión, incomodidad y miedo. Se sentía como la posesión más preciada de la bestia. Se sentía encadenado y vigilado. No sabía qué hacer con esa actitud tan drástica y por eso le dolía el estómago o le sudaban las manos. ¡Entraba en pánico!

 

—Spanner es mi amigo —no se le ocurrió decir algo diferente.

—Lo odio tanto —Byakuran apretó los labios antes de acurrucar su rostro en el vientre de Irie.

—Madre —susurró porque en verdad ya no sabía que hacer—, ¿qué hago?

—Los alfas son seres muy básicos —apuntó a su hijo y soltó una risita burlona—, territoriales, posesivos, dominantes, orgullosos —ambos escucharon un bufido por parte de Byakuran quien se aferró más a la cintura del omega—. No todos, claro —corrigió— cada uno con su propia personalidad, así que debes aprender a lidiar con eso.

—¡Mamá! No soy un animal de estudio —se quejaba entre murmuros ahogados por gruñidos y maldiciones hacia Spanner. Irie rió.

—Byakuran-san —palmeó al cabeza del alfa con sutileza—, ¿estás celoso?

—¡Es obvio que estoy celoso! —bufó apartándose del pelirrojo—. Pasas todo el tiempo encerrado en esa oficina haciendo no sé qué con Spanner… ¡y Spanner es un alfa! —gruñó apretando sus puños y enfadándose aún más—. Como lo odio. Debería desaparecerlo.

—Nada de ideas exageradas —corregía Lya con un leve golpe en la cabeza de su hijo.

—Él y yo trabajamos —el pelirrojo no sabía si reírse o asustarse, hizo ambas.

—Tú y yo follamos, ¿y eso qué?

—¡Byakuran! —Lya lo golpeó con un cojín y Shoichi estalló en risas. Eran pocas las veces que podía sentirse tan “en casa”.

—Spanner-san dijo que me cuidaría porque no quiere que tú te preocupes por mí —suspiró al recordar a ese rubio amante de los dulces, sonrió cuando los ojos de Byakuran conectaron con los suyos.

—No confío en ese rubio —tomó seriedad.

—¿No eran amigos? —Shoichi estaba seguro de que los conoció como un par de amigos, es más, todos decían que eran amigos y muy cercanos desde niños.

—Aun así, desconfío de él — Byakuran gruñó por lo bajo.

—Byakuran-san —Irie tomó dubitativamente el rostro del alfa entre sus manos y lo miró—, tú eres mi alfa —murmuró gentilmente antes de cerrar sus ojos.

 

Shoichi escuchó como Lya reía divertida, y no era para menos, debía ser gracioso ver como Byakuran lo abrazaba y restregaba sus mejillas como si fuera lo más normal del mundo estar tan feliz con tan pocas palabras. Él sólo dijo lo primero que se le ocurrió, pero al parecer estaba bien con eso por ahora. Aún tenía que entender mejor al alfa y saber cómo calmarlo cuando se alteraba… pero por el momento hablarle con dulzura, besarlo o sonreírle funcionaba bastante bien.  

Especialmente besarlo, eso a pesar de que era muy vergonzoso hacerlo frente a alguien, era algo que calmaba al alfa casi al instante. Lo hacía seguido últimamente, todo para evitar pensar demasiado en aquel tema tabú para su corazón.

 

 

Dos…

 

 

Nunca había estado tanto tiempo solo con Aiko, en realidad, no habían pasado sin Hibari hasta ese punto y por eso no se le hizo raro que la pequeña le diera problemas con el pasar de las horas. Le costó mucho calmar sus sollozos en medio del viaje hasta la casa de sus padres, también tuvo que lidiar con lo temerosa que se mostró cuando Iemitsu se les acercó, pero su madre era experta así que casi estallaba en felicidad con ella ayudándolo. Amaba a su madre.

 

—Si empieza a llorar de nuevo, no sé qué voy a hacer.

—Tsu-kun, debes aprender a lidiar con tu hija —sonrió mientras agitaba el peluche en frente de la pequeña que reposaba en brazos del castaño.

—Mamá…, no sé si pueda con esto.

—Puedes hacerlo bien.

—No sé cómo a Hibari-san todo le sale tan natural.

—A mí también me sorprende —Iemitsu se había quedado cerca, mirando a la bebita con una sonrisa, pero siendo precavido pues la pequeña aun le tenía recelo—. Mira que es una niña muy linda y pequeña como para que esté en manos de ese sujeto tan frígido.

 

Iemitsu tenía un punto y Tsuna lo compartía, pero al parecer Nana y Aiko no. Era difícil de entender. ¿Qué era lo que unos veían y otros no? Tsuna esperaba que Aiko le dijera sus razones cuando fuese más grande y aprendiera a hablar, pero por ahora la pequeña sólo le expresaba su inconformidad de una sola manera: llorando. Se sentía tan rechazado cuando eso pasaba que era difícil reponerse.

Pero no se desanimó.

Sacó provecho de ese día libre del alfa. Aprendió de su mamá el cómo hacer las primeras papillas de la pequeña quien se veía contenta de probar algo nuevo. Esperaba que Hibari no se pusiera histérico cuando se enterara que le dieron papilla sin recibir el visto bueno del pediatra. Jugó con la niña a mirarse en el espejo —aunque al inicio Aiko se asustó y lloró un poco—, acostumbraron poco a poco a Iemitsu hasta que finalmente el rubio pudo sostener unos momentos a Aiko entre sus brazos, salieron a pasar un rato en el parque y hasta se encontró con su amigo para charlar un rato.

Se sintió libre de nuevo.

Lo único malo fue que al estar paseando con Fuuta en el centro comercial no pudo evitar las miradas de algunas personas que notaron en él algo “anormal”. Para ser exactos fueron dos personas que jamás había visto en su vida y de alguien a quien deseó no conocer.

La primera fue una mujer que caminaba tomada de la mano de su hijo y que lo miró de pies a cabeza durante largo rato como si buscara algo. Ni siquiera lo disimuló. Lo peor fue que cuando le devolvió la mirada, la mujer hizo una mueca de desagrado, cargó a su hijo y se fue. No entendió el comportamiento de esa mujer hasta que Fuuta se dio cuenta de que era una beta quien se esforzó en ver si había una marca en sus cuellos. Tsuna había olvidado que a veces hasta los betas los despreciaban sólo por ser de casta inferior. La segunda mirada fue de un alfa rechazado quien intentó acercárseles —más bien a Fuuta porque no cargaba a un bebé—. La tercera persona fue de Gokudera. ¿Qué hacía allí? Ni idea, pero tan pronto como los vio, bufó y se fue.

 

—¿Sabes algo de Haru, Takeshi o de Enma?

—Haru ahora está de viaje con su padre. Creo que pretendía buscar un centro de estudio para ser parvulario.

—Genial.

—Takeshi viajó con Mukuro, no sé a dónde fueron, pero siempre envía fotos divertidas —rio al mostrar un par en donde Takeshi era abrazado por Nagi, misma que apartaba el rostro de su hermano—. Enma desapareció… no he sabido de él y ya me estoy preocupando. Ni siquiera contesta las llamadas.

—¿Y tú? —Tsuna miró a Fuuta.

—Yo empezaré a trabajar en una cafetería —sonrió—, por ahora ayudaré en casa y después veré que hacer.

 

Para un omega estudiar o trabajar era difícil, no sólo porque la mayoría de ellos dependía de un esposo o esposa que por lo general no los dejaba salir de casa o no les daban independencia, sino porque estaban ligados a varios problemas como el celo y la discriminación. Joder, odiaba eso, pero no sabía muy bien cómo combatirlo.

Tsuna también quería trabajar. No iba a cuidar a Aiko por siempre y tampoco conviviría con Hibari por largo tiempo, así que debía buscar una forma de sobresalir solo. Se lo iba a plantear a Hibari en cuanto lo viera.

 

—Aiko…, ¿así eres siempre? —miraba a la pequeña que bebía tranquilamente de su botella.

—Es normal en un bebé —su madre estaba a su lado, al menos era algo.

—Pero son las tres de la mañana… —suspiró antes de restregar sus ojos y darle un vistazo a la ventana que mostraba el cielo iluminado por una luna parcial—. Y también se despertó a la una y media.

—No puede controlarlo —Nana reía divertida por el berrinche de su hijo—. ¿Jamás habías pasado por eso?

—Hibari-san es el que cuida de Aiko por las noches —bostezó con cansancio—, él es el que tiene el monitor en su habitación.

—Bueno, eso lo explica todo —acarició la cabecita de la pequeña que empezaba a cerrar sus ojos—. Pero es mejor de esta forma, así formarás un lazo más estable con tu hija.

—Mamá… —dudó un poco en lo que iba a decir—, ella no es mi hija.

—Lo será si tú quieres que lo sea —acarició la mejilla de su hijo.

—No estoy muy seguro de eso.

—No tienes la obligación de aceptar algo así, pero si fuera tú lo reconsideraría —Nana miró a la pequeña—. Esta niña se está acostumbrando a ti… porque eres lo único que tiene aparte de Kyo-kun. El amor de un niño es lo más puro que existe, despreciarlo sería algo cruel.

 

Tsuna pensó en las palabras de su madre mientras retornaba a su casa, en realidad lo pensó durante la madrugada pues no pudo dormir porque Aiko se movía mucho y le daba miedo quedarse dormido y aplastarla. Ahora entendía el por qué Aiko dormía en su cuna, por seguridad. Así que tuvo mucho tiempo para mirar esa carita haciendo muecas entre sueños y pensar en lo que sentía por aquella niña. No la odiaba, tampoco podía decir que la amaba, sólo se estaba encariñando porque era una bebé sin culpa y sin conciencia de lo que estaba pasando a su alrededor.

 

—Intentaré quererte como a una hija —sonrió al verla dormir en sus brazos.

—Eso suena muy dulce, Tsuna —Iemitsu miró de refilón a su hijo—. Eres un buen chico. Te mereces lo mejor… y no a ese alfa huraño —bufó entre dientes—. Pero tranquilo, seguro que todo se arregla con el tiempo.

—Hibari-san no es tan malo —rio por la mueca de desagrado de su padre—. Es raro, pero no es malo.

—No puedo creer lo que me dices.

 

Bueno o malo, creíble o no, seguía casado con ese alfa; así que tenía que intentar hallar el lado de bueno de las cosas. Como la amabilidad que Kyoya tuvo al avisarle cuándo tenía que irse de esa casa y cuándo podía regresar. Tsuna suponía que ya todo debería estar calmado pues era medio día y el celo del alfa ya debió terminar, así que sólo tenía que avisar que ya llegó y ya. Pero su padre insistió en entrar con él, no pudo hacerlo desistir así que ahí estaban: visitando su casa.

 

—Estoy en casa —era raro decirlo.

 

Entonces… ¿por qué carajos el ambiente estaba tan pesado? El aire era denso. El aroma intenso de cerezos y madera seca lo golpeó de tal forma que sintió un mareo poderoso apenas colocó un pie dentro de esa casa, hasta su piel se erizó y soltó un jadeo. ¡Apestaba a Hibari por donde sea! ¿No abrió las ventanas? ¡Por dios! ¡Era asfixiante! Hasta Aiko pareció incomodarse y arrugó su nariz antes de moverse erráticamente, incluso Iemitsu lo percibió e hizo una mueca.

El castaño iba a gritarle a Hibari para que abriese las ventanas, pero escuchó el leve ruido de pasos en las escaleras. ¡Genial! No tendría que gritar, pero de que le iba a reclamar, lo iba a hacer ¡Era una falta de delicadeza recibirlo de esa forma!

Tsuna vio bajar a Kyoya con prisa, dando pisadas frenéticas, con la cabeza gacha, sin nada que cubriera su parte superior y con unas bermudas holgadas —que, si no se equivocaba, lo vio usándolas como pijama en alguna ocasión—. Se veía desastroso, con el cabello desordenado y los pies descalzos que resonaban sobre la madera con cada paso dado.

 

—Hibari-san —estaba enfadado y aun así decidió ser gentil—, ¿está bien? —escuchó un jadeo y sus piernas temblaron.

—Omega —la voz del alfa estaba ronca, la palabra resonó asemejando al eco y causó que la piel del castaño se erizara en alerta de “algo”—. Omega.

—Tsuna, ¡atrás!

 

Su reacción fue de inmediata, el castaño sintió una rara sensación recorrerle entero y por eso apegó a Aiko contra su pecho y retrocedió hasta golpearse con la pared. Sintió terror al ver como aquel alfa se erguía por completo mostrando aquellos ojos azulinos oscurecidos por la falta de razón y esa lengua que repasó los colmillos visibles que se hallaban extrañamente más marcados de lo que alguna vez vio. Su padre se interpuso en su visión, quiso decirle que corriera también pero no pudo porque a la par que Hibari dio un paso para acercarse… su padre dio dos para frenarlo.

La mano de Hibari se extendió hasta que estuvo a no más de veinte centímetros de su rostro. Intentaba alcanzarlo y aprisionarlo. Hibari lo tenía por objetivo, ni siquiera pestañeó mientras luchaba por acercársele.

Tsuna no pudo moverse, se quedó frío. Sólo pudo ver a su rubio padre chocar con el cuerpo del alfa que se negaba a retroceder.

¡¿Qué carajos estaba pasando ahí?!

 

—Tsunayoshi-san —Kusakabe lo sacó del shock. Al fin alguien que le daría respuestas—, llegó antes de lo previsto.

—Kusakabe-san —apenas pudo nombrarlo cuando vio a otros dos betas correr hacia donde su padre y Hibari peleaban. Vio como taclearon al alfa y lo alejaron considerablemente—, ¿qué?

—Por favor, acompáñeme —con delicadeza el beta lo empujó fuera de casa y cerró la puerta tras de sí. Le reconocía a Kusakabe que tenía un carácter sumamente calmado.

—Pero mi padre y… —quiso regresar, pero sintió el leve movimiento de Aiko y lo reconsideró.

—No es buena idea que usted esté cerca de Kyo-san ahora —el beta jadeó antes de colocarse entre la puerta y el omega—. Y tranquilo, su padre estará bien… Nosotros nos haremos cargo de esto.

—¿Qué está pasando? —escuchó las leves quejas de Aiko y respiró profundo antes de mecerla con suavidad.

—El celo de Kyo-san aún sigue latente —se sorprendieron porque detrás de ellos se dio un grito gutural, obviamente el autor fue Hibari.

—Pero me dijo que su celo sólo duraba un día —ahora ya estaba preocupado por el alfa, por sí mismo, por su padre, los betas y por Aiko.

—Lo sé —se giró al escuchar el sonido de la pelea dentro de esa casa y la voz de mando que exigía a todos alejarse, pero obviamente él y sus subordinados eran inmunes a eso—, y a todos nos sorprendió porque jamás hemos presenciado algo así.

—¿Hibari-san está enfermo o algo? —tembló, pero su preocupación menguó el efecto de esa voz de mando.

—No lo sabemos —suspiró—, y por eso Suzuki-san viene en camino, así que sólo tenemos que esperar.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

 

Son las 3 de la mañana, hace un calor infernal que no me deja dormir y por eso les traigo una actualización madrugadora, yey~

Espero no se me haya pasado un dedazo, me disculpo si pasó algo así, pero mi mente no funciona muy bien a estas horas.

No tengo mucho que decir~

Espero les haya gustado~

Besitos~


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