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Locura por mi todo por 1827kratSN

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—Duele —no pudo más, se quejó en voz alta—. Duele. ¡Maldición!

 

Tsuna se había tomado sus supresores como debía, pero los malestares no cesaban. Dolía en su parte baja, su vientre, incluso los dedos que usaba para apretar las sábanas dolían. Jadeaba, veía todo borroso, sentía el calor asfixiante debido al encierro entre las cobijas porque se negaba a ceder ante el impulso de desnudarse y mandar todo al demonio. No, aún le quedaba dignidad que cuidar. Todavía se negaba a ceder lo poco que le quedaba de decencia.

Se negaba a tocarse a sí mismo para poder liberarse un poco de estrés y ansiedad.

Pero dolía.

La horrible sensación entre sus nalgas y piernas era un castigo divino, o eso suponía. Sus ojos lagrimeaban, su garganta emitía suaves gemidos en súplica por algo que lo calmara, más bien dicho, por alguien que se apiadara de su estado y lo tomara de una maldita vez.

¡No! ¡No quería eso! No. Se repetía mentalmente que no lo quería, pero el tiempo era eterno y el sol no se ocultaba. Ni siquiera sabía qué hora era.

 

—¿Estás bien?

 

Lo peor era que sus síntomas empeoraban cuando lograba captar incluso un leve rastro del aroma del alfa. Solía morderse el labio para no suspirar o gemir muy alto. Mucho peor era que… no odiaba que Hibari se preocupara por él, por el contrario, se moría por suplicarle que se quedara, que al menos lo mirara un poquito.

¡Carajo! Su lado omega se ponía tan histérico cuando escuchaba esa voz monótona y grave. Era como darle una dulce puñalada en su instinto. Pero su parte razonante sabía que estaba mal sentir esas cosas o siquiera pensarlas, por eso se quedaba callado, mordiéndose los labios y apretado sus cobijas mientras escuchaba los pasos del alfa que venía a dejarle el almuerzo. Sí, recordaba que era la segunda vez en el día que comía.

Tenía que aguantar, el alfa se iría pronto.

Pronto.

Muy pronto.

¡Por los dioses! Quería gritarle que no se fuera, pero en vez de eso se removió para sostener sus piernas y esconder su rostro entre ellas. ¿Estaría mal si se tragaba otro supresor? Sí, las indicaciones dictaban que debía esperar ocho horas… y eso era a las 3 de la tarde. ¿Qué maldita hora era? Necesitaba preguntar, pero temía que al abrir la boca soltara un jadeo suplicante.

 

—Toma otro.

 

Tsunayoshi no entendió a qué se refirió esa voz tan deliciosa sino hasta que sintió el leve toque en su hombro y su piel experimentó un cosquilleo. Con dificultad abrió los ojos y se giró un poco hasta hacer contacto visual con los ojos azules de Hibari y… se quedó sin aire. Se embelesó por lo profundo de ese iris.

¡Dios! No había visto tanta preocupación en la mirada del alfa hasta ese momento. Y él lo estaba causando.

 

—Tranquilo —los dedos de Hibari lo sujetaron por la espalda para levantarlo—. Abre la boca —podía embriagarse con el aroma ajeno.

—No —maldición, le costó tanto decir sólo eso.

—Es un supresor —Hibari le mostró la pastillita blanca y sólo por eso abrió la boca. Sintió el sabor del medicamento en su lengua y el suave roce de aquellos dedos con sus labios—. Bebe —adoró el agua que se deslizó por su garganta—. Pronto te sentirás mejor.

—Hibari-san… —casi ronroneó, casi— Hi… —se mordió le lengua cuando sintió un gemido queriendo surgir.

—¿Necesitas algo? —la ceja derecha de Hibari se levantó suavemente.

—Yo… —lo tenía tan cerca y Hibari aun lo sujetaba por la espalda, sólo debía estirarse un poco y estaba seguro que podría… ¡No! ¡¿En qué carajos estaba pensando?!

—¿Tsunayoshi?

 

¡Por qué se le ocurría decir su nombre justo en ese momento! ¿Era idiota o qué? El omega tuvo que cubrirse los labios para no decir tonterías y cerró sus ojos para dejar de apreciar la preocupación del alfa por su estado. Era su celo el que lo estaba haciendo pensar y sentir cosas extrañas.

Pero no era el único sufriendo los estragos de ese celo.

Apenas salió del cuarto dejando al castaño recostado y calmado, Kyoya tuvo que ir al baño para mojarse la cara. No estaba siendo nada fácil controlarse, es más, parecía que los supresores no estaban haciendo efecto ni siquiera con la dosis doble que consumió. No había de otra, así que buscó los supresores que compró para Tsunayoshi, los sobrantes y tomó uno. No importaba, sólo era uno… Sólo uno y ya.

 

—Para la próxima…, te llevaré a ti conmigo —el azabache miró a su pequeña hija que lo esperaba en la cuna de la sala.

—Pa, pa, pa —agitaba sus manos en dirección del mayor y lanzaba un gritito agudo.

—Estoy de acuerdo —tomó a su pajarillo en brazos—. Deberíamos llamar a sus padres.

 

Pero de todos modos tendría que lidiar con el castaño hasta que Nana llegase, así que por eso —y recordando lo que Adelheid solía hacer con sus protegidas—, decidió ser empático. Tenía que recordar cómo serlo. Sólo serían un par de horas hasta que la madre del omega alistara lo que tenía que llevar, avisara a su esposo y se trasladara hasta su casa. Sería sencillo, además, el supresor para omegas que consumió hizo efecto y ahora estaba bastante calmado; lo suficiente para soportar el aroma del herbívoro en celo.

Hasta llevaría a Aiko como extra.

Kyoya ingresó en el cuarto del castaño de forma silenciosa y, como supuso, la comida estaba intacta. Suspiró. No iba a dejar que el castaño se muriera de hambre. Escuchó los balbuceos de Aiko quien seguramente reconoció el aroma del omega que se revolvía entre las cobijas y decidió entrar. Cuidaría del castaño hasta que Nana llegase y eso incluía darle de comer si era necesario.

 

—¿Hibari-san?

—¿Te sientes mejor? —se acercó un poco notando que el aroma dejó de ser intenso y que el rostro del omega ya no reflejaba dolor.

—Un poco —limpió el sudor de su frente antes de encogerse de forma fetal.

—Uh, uh —los balbuceos de Aiko podía ya ser interpretados, y en ese momento estaba llamando a Tsuna.

—¿Por qué la trajo? —miró a la bebita que estiraba la mano en su dirección y le sonrió.

—Adelheid me dijo una vez que los omegas en celo son receptivos y les gusta sentirse rodeados por un ambiente familiar.

—¿Qué? —no estaba de ánimos para pensar en cosas difíciles, Hibari debería saber expresarse de forma más simple.

—Algunos gustan de estar rodeados del aroma de sus hijos —en realidad no recordaba si era así o si ese accionar correspondía a un omega embarazado, pero ya lo dijo.

—¿Qué? —esta vez sí entendió, pero le pareció vergonzoso aceptarlo.

—Cárgala —el azabache movió un poco a la bebita en sus brazos.

 

Hibari dejó de escuchar las negativas del herbívoro, es más, ignoró todas las palabras sin coherencia que salían de boca del castaño quien se negaba a salir de su capullo de cobijas. Peleó un poco hasta que al final el omega cedió a regañadientes. Tuvo que ayudar a Tsunayoshi a sentarse de forma adecuada para que así Aiko pudiera trepársele encima. Su pequeña se veía muy feliz con eso, así que supuso hizo lo correcto, además, Tsuna pareció relajarse un poco también. Eso le quitó un pequeño peso de encima mientras él verificaba que la comida aun siguiese lo suficientemente caliente.

 

—¿Qué hace?

—Tienes que comer.

—¿Y me lo va a dar en la boca? —Tsuna soltó una risita.

—Sí.

 

Tsuna negó, es más, hasta creyó que el alfa estaba jugando, pero no fue así. Hibari no hablaba en broma, por lo general jamás lo hacía. Así que el azabache se dio el trabajo de darle de comer al castaño cuchara a cuchara mientras este cargaba a Aiko, quien también pedía un poco de aquella comida. Lo hizo a pesar de que Tsuna dijo poder hacerlo solo, lo alimentó hasta que todo fue consumido y se negó a irse después de eso. Iba a cumplir con su responsabilidad.

 

—¿Por qué?

—El aroma de un alfa calmará un poco tu estado —respondió con la monotonía de siempre.

—¿Qué? —no quería que el alfa estuviese cerca por demasiado tiempo o volvería a sentirse extraño— ¡No! Usted tiene que irse y Aiko también.

—No lo haré.

—No quiero que estén aquí —con las mejillas algo más rojas, miró al alfa quien se mantenía totalmente sereno sentado en el filo de su cama—. Por favor…, quiero estar solo.

 

Vergüenza, negativas, hasta suplicó, pero no logró hacer que el alfa se fuera. Fue desesperante y estresante. Tsuna no quería que lo vieran en medio de los malestares por su calor. No quería sentir el aroma del alfa tan cercano. No quería sostener a la pequeñita que bostezaba debido a que pronto se quedaría dormida. No quería que se dieran cuenta de que su cuerpo sudaba y su lubricante natural mojaba su ropa. No quería pasar por una vergüenza tan grande.

¿Y entonces por qué fue él quien, con el pasar de los minutos, inició una plática?

Fue él quien impidió que el alfa se fuera, quien disfrutó de percibir el aroma a cerezos, quien no podía dejar de sonreír ante la atención que le estaban dando. Fue él quien se acercó al alfa hasta el punto en que pegó su mejilla al pecho ajeno de modo que dejó a Aiko dormir entre ambos. Se sentía tan tranquilo de esa forma, escuchando el latir sereno del azabache, apreciando un leve rastro de feromonas que sólo lo hacían sentir… feliz.

Le gustaba sentirse tan seguro.

Y al parecer Hibari lo notó, no se molestó y dejó que soltara suaves suspiros de satisfacción. La posición era incómoda, sus piernas se acalambraban por estar de rodillas e inclinado hacia el alfa, pero no quería alejarse. Fue obvio que el mayor se dio cuenta de sus inconvenientes porque fue el alfa quien se acomodó hasta poder sentarse en la cama, pegar su espalda al respaldar y dejar que Tsunayoshi se acomodara sobre su regazo, incluso llegó a abrazarlo por la cintura.

Fue el celo, era la única explicación.

Se quedaron en silencio. Tsuna pegado por completo al pecho del alfa, sentado de lado sobre las piernas ajenas, olvidando todos sus miedos anteriores y dejándose embriagar por el aroma cerca de sí. Sonriendo sin poder evitarlo. Hibari no dijo nada, sólo acomodó a Aiko en su brazo libre y cerró los ojos fingiendo dormitar en conjunto con su hija.

Nada fue más allá de ese contacto.

 

—Hibari-san —Tsuna se aferró al alfa cuando escuchó el timbre de su casa—. Hibari-san —no pudo evitar quejarse al sentir el movimiento del mayor.

—Debo ir —soltó su agarre en la cintura del castaño y carraspeó. Se había estado quedando dormido de verdad.

—No —se negaba, no quería soltarlo, no quería que aquella calma terminara—. No.

—Herbívoro —advirtió, pero lo vio negar—. Sólo iré a ver quién es.

—No me deje solo… por favor —susurró sin vergüenza.

—Antes querías estar solo.

—Ya no —el castaño suspiró aferrándose a los brazos ajenos, restregando sutilmente su mejilla en el pecho del alfa—. Por favor, no se vaya.

—Volveré —acarició los cabellos alborotados del omega para calmarlo, ni siquiera le importó sentir la leve humedad dada por el sudor de ese celo.

—¿Lo promete?

—Tsunayoshi —suspiró al escuchar el segundo aviso del timbre.

—Prométalo —soltó un ligero gemido—, por favor.

—Lo haré —no pudo negarle una respuesta afirmativa.

 

Kyoya recibió a Nana con naturalidad, con Aiko entre sus brazos aun, y sin pensar demasiado en lo que acababa de pasar. Dejó de lado que su estado anímico fue afectado por aquel herbívoro, pero no podía ignorar que ahora se sentía ansioso. Suspiró, no iba a tomar otro supresor para omegas incluso si sentía una rara incomodidad en su pecho. Además, tenía que informarle a Adelheid que su nuevo lote de supresores para alfa falló y debían ponerse a investigar de nuevo.

 

—Gracias por cuidar de Tsu-kun —Kyoya sólo podía pensar en que la sonrisa de Nana era igual de brillante que la del herbívoro cuando estaba verdaderamente feliz—. Ahora puedes estar más tranquilo, yo me haré cargo de todo.

 

Y lo hizo. Nana se ocupó de todo el cuidado del castaño, desde alimentarlo adecuadamente —incluso se apoderó de la cocina a pesar de que Kyoya dijo querer ayudarla—, hasta bajarle un poco la temperatura con toallitas humedecidas en la frente. Tsuna pareció satisfecho, así que Hibari no vio problema alguno en incumplir con lo de volver a ese cuarto para acompañarlo. Hasta Aiko se veía feliz de convivir con su abuela.

Aunque para algunas cosas sí tuvo que ayudar; como cargar al castaño hasta su habitación después de que éste se bañara, o hacer lo mismo para ayudarlo a llegar a la cocina para comer juntos. Incluso tuvo que ahuyentar a un par de alfas jóvenes que llegaron atraídos por el aroma del omega en celo, fue fácil claro, eran sólo niños en comparación a él. No iba a negar que disfrutó mucho de golpearlos, perseguirlos, ejercitarse un poco y sentirse más aliviado por eso.

Pero para Tsuna eso no fue suficiente.

Nana salió de compras para abastecerse de suficientes alimentos para el último día del celo de Tsuna y Kyoya la reemplazó por ese lapso. Retomó aquella actividad tan simple como era volverse una compañía silente para vigilar a quien dormía. Tsuna suspiraba entre sueños, así que no hubo problema alguno en sentarse en una silla y resolver sus propios asuntos.

Kyoya investigaba sobre algunos compuestos químicos en su celular, miraba de vez en cuando al castaño para verificar que siguiese descansando, y trataba de no ceder al cansancio de esos días en los que poco durmió por sus propios malestares en cuanto al aroma del omega y su trabajo. Así que apenas percibió cuando los dedos de Tsuna sujetaron su manga.

 

—¿Necesitas algo? —dejó de lado su celular y se inclinó un poco para mirar al castaño.

—No volvió —el leve sonrojo de aquel niño se le hizo un poco raro pues hasta hace poco lo vio normal.

—¿Tienes algo de calentura de nuevo?

—Usted dijo que volvería —eran reclamos dados en susurros, pero que Kyoya podía escuchar con claridad.

—Tu madre tomó mi lugar, no vi conveniente cumplir con lo que me pediste.

—Sólo un poco, por favor.

 

Sintió los dedos del omega sujetar su mano, escuchó las súplicas susurrantes, percibió el aroma que se volvía más intenso en señal de que el supresor estaba perdiendo su efecto. Hibari suspiró. Ya no tenía más supresores para omegas, entre él y el castaño se acabaron los que tenía para enfrentar ese celo. Darle los supresores para alfas al castaño no sería nada prudente porque, así como el de omegas causaba estragos en los alfas, el mismo resultado tenían los que fabricaban para alfas en los cuerpos de los omegas. Difícil situación.  

 

—Sólo un poco —respondió al fin.

 

Kyoya se sentó en el filo de esa cama, resignado a volver a aplicar la estrategia que Adel le enseñó hace tiempo, misma que consistía en soltar una cantidad controlada de feromonas tranquilizantes para el omega y aumentar su aroma sólo un poco. No pasó mucho para que el castaño se le acercara, lo abrazara y se subiera sobre sus piernas. Fingió no sentir la humedad dada en la parte baja del castaño, después de todo era algo muy normal.

El alfa no impidió que el herbívoro hiciese lo que deseara, eso a pesar de que sentía un leve cosquilleo en su espina dorsal. Dejó que Tsuna se acomodara sobre sus piernas como le fuera más agradable —aunque en esa ocasión su cadera se vio aprisionada—, y le acarició la espalda dando leves palmaditas como hacía con Aiko cuando la mecía para dormirla. Esperaba que el omega también se durmiera con el tiempo para así tener esperanzas de dormir también.

Necesitaba descansar.

Sintió como la respiración del castaño se volvía más calmada, rítmica, así que dejó que sus ojos también se cerraran. Dormitaría un rato hasta que Nana volviese o hasta que Aiko despertara de su siesta y llorara en su cuarto, lo que sucediera primero. Ya luego pensaría en qué composición química usar para sus nuevos supresores… y consideraría la sugerencia de Adel en cuanto a su investigación y sujetos de prueba. Eran muchas cosas en las que pensar.  

 

—Hibari-san…

—¿Hum?

 

Apenas logró abrir sus párpados antes de sentir la respiración del omega chocar contra su rostro, un aroma dulce le inundó las fosas nasales y lo aturdió, poco después sintió el toque cálido de la piel que ardía debido al celo. Kyoya se quedó mirando las pestañas del muchacho que lo estaba besando.

Sintió claramente cuando el omega suspiró sobre sus labios y volvió a rozarlos.

No le respondió al gesto y se quedó quieto mientras dejaba al omega seguir con eso, aunque escuchó el jadeo sorprendido de Nana quien había abierto la puerta con suavidad. ¿Estaría en problemas? Seguramente sí, aunque no entendía muy bien por qué… Podría ser porque el castaño estaba sobre sus piernas, sujetándolo por los hombros, besándolo y porque él como alfa no lo detuvo.

¿Por qué no lo detuvo después del primer contacto entre sus labios?

Tal vez fue a lo que Mukuro llamaba: acciones instintivas.

Como sea, cuando pudo reaccionar sujetó suavemente los brazos del omega para alejarlo de sí. Vio extrañado las lágrimas acumuladas en aquellos ojos entrecerrados, el color rojizo en esas mejillas, el leve rastro de sudor en esa frente y el cómo la lengua del castaño repasaba la piel de esos labios. Gruñó y frunció el ceño. ¿Qué se suponía que debería hacer o decir?

 

—Tsu-kun —fue Nana quien se acercó con tranquilidad para sujetar a su hijo—, detente.

—No —y el omega se sujetó de la polera de Kyoya—. No —gimoteó con desespero.

—No hagas eso, Tsu-kun —amablemente alejó las manos de su hijo—. Es hora de tu supresor.

—Ya no hay más —Kyoya miró a la castaña quien sólo le sonrió sutilmente.

—Compré más porque me di cuenta que ya no tenían.

—Gracias.

 

Por alguna razón Nana no le reclamó nada, y por alguna razón él no dio explicaciones de esa situación tan rara en la que fue encontrado junto con el castaño. Ambos siguieron como si nada hubiese pasado, pues en el fondo ambos se excusaban en el celo que cursaba Tsuna para justificar ese incómodo momento.

Y fue así como debió de ser.

O como debió ser.

Pero no pensaron en el omega quien —al terminar con su celo—, rememoró las acciones que hizo y quiso morirse o que lo enterrasen en el patio. ¡¿Cómo pudo besar a Hibari?! Ni siquiera las palabras de ánimo de su madre, o el justificante del celo, le quitó el peso de sus acciones ridículamente vergonzosas durante esos días. Por eso evitó al alfa por los siguientes tres días y se fue de visita a casa de sus padres. Escapó tan infantilmente porque no estaba preparado para afrontar algo como eso. No pudo.

Pero algún día tenía que volver a su casa.

 

—Hibari-san…, sobre lo que pasó… —le había costado decir tan sólo eso, y hasta creyó que en la hora de juego de Aiko le sería más fácil decirlo. Obviamente se equivocó.

—Hum —el alfa miró al castaño sin entender—, ¿qué?

—Pues… —fue peor de lo que Tsuna esperó, ni siquiera podía hablar por la vergüenza, hasta evitó la mirada del alfa— sobre… —Hibari sólo esperó en silencio— ese día…, ese día muy raro en mi celo —casi se ahoga él solito.

—¿Cuando me besaste? —¿cómo podía decirlo así de fácil?

—Yo… —Tsuna sentía su sangre hervir por el bochorno.

—No teníamos supresores —Kyoya habló con calma—, tu celo se salió de control —sujetó a Aiko quien tambaleaba al intentar pararse—. Lo entiendo.

—Lo siento.

—No importa.

 

 

Apariencias…

 

 

—¿Por qué ese?

—¿Importa? Sólo completa el trabajo y ya.

 

Trabajos pequeños y simples, o tardados y complicados. Daba igual. Squalo se había acostumbrado a eso. Los completaba, aunque a veces se excedía y tenía que darle la cara a su maldito jefe quien se reía a carcajadas al escucharlo mientras lo criticaba por sus estupideces. Lo odiaba, pero lo toleraba porque hasta ahora le había dado lo que deseaba. Tal vez por eso aceptó ayudarlo también con eso de la “reputación”.

Aunque a veces se arrepentía.

Según Xanxus, no quería un lazo, no hasta que fuera extremadamente necesario. Así que Squalo, —al ser el único omega en ese sitio lleno de imbéciles asesinos betas o alfas, y no sé qué otras cosas del bajo mundo—, tuvo la “fortuna” de ser tachado como la “puta” del jefe. En realidad, eso no le importó al inicio pues así pudo moler a golpes a todos los que quiso, porque le daban excusas válidas para defenderse después… Pero cuando Xanxus sacó provecho de eso, sí que le molestó.

Ya no podía negar que era “eso”, a pesar de que no era verdad.

Lo peor era que tenía que estar cerca del jefe para seguir con esa mentira, hasta tenía su cuarto cerca de la sección especial de Xanxus para aparentar que le hacían visitas nocturnas. Iugh. Eso le jodía la vida porque a veces escuchaba cosas que no debería escuchar…, o tenía que hacer cosas que sinceramente no quería hacer…, como llevarle los informes a ese idiota junto con un refrigerio vario. ¡No era su maldita sirvienta! Pero cedió porque el maldito lo amenazó con quitarle el collar antimarca.

Era una puta mierda.

 

—Aquí tengo los… —al tener la llave de ese cuarto, porque a veces necesitaba entrar y a Xanxus le daba flojera abrir la maldita puerta, a veces se encontraba con “eso”—. ¡AY, POR DIOS!  

 

Se cubrió los ojos porque ya vio demasiado, lo malo fue que siguió escuchando “eso”.

Iba a salir del cuarto tras gritarle un par de cosas al cretino de las cicatrices más feas del planeta, pero recordó que los papeles que llevaba eran importantes…, así que suspiró. Murmuró maldiciones antes de girarse para darle la espalda a la cama de su jefe bastardo y ubicó un mueble cercano, dejó las cartas, recogió una memoria USB y un par de cartuchos mientras escucha los gruñidos de alguien.

Sinceramente no quería mentalizarse la imagen sexual que vio hace rato, pero, ¡eran jodidamente ruidosos!

 

—TEN LA DECENCIA DE AVISARME CUANDO COJAS —le gritó porque se le acabó la paciencia cuando escuchó el sonido obsceno de las bolas de ese alguien golpear con el trasero de ese otro —. ¡Qué asco!

—Ja… ¿quieres unirte? —la vocecita de Ricardo le dio náuseas.

—Dejé las cosas ahí —apretó los dientes—, me llevo esto y… —un sonido parecido a un gemido logró hacerlo explotar— ¡POR DIOS! ¡AVÍSENME QUE ESTÁN EN ESAS! —se haló su corto cabello— ¡ESTOY TRAUMADO!

—Deja de gritar, maldita… ¡escoria!

—Maldito jefe bastardo —con rapidez se dirigió a la puerta—. Si quieres que tape tus malditos fetiches incestuosos, ¡avísame al menos! —les mostró el dedo del medio—. PARA NO ABRIR LA MALDITA PUERTA.

 

Cerró la puerta con fuerza y suspiró. Gracias al cielo ese cuarto estaba insonorizado, porque nadie se aguantaría el ruido ese. Squalo tembló y se sacudió para alejar la imagen tan desagradable que le dieron esos dos, hasta revolvió frenéticamente su cabello y se mordió los labios. Ya sabía que ese par debía lidiar con la falta de lazo, pero eso era demasiado.

Ni modo, a él ni le afectaba.

Sólo hacía su trabajo para fingir ser quien compensaba el estado anímico de su jefe.

 

—Me voy a lavar los ojos con cloro —bufó antes de mirar los cartuchos—. Malditos idiotas.

 

Tenía tiempo hasta que esos dos terminaran, así que se dirigió a su cuarto. El plan era esconderse el tiempo suficiente para ser tomado como el “desahogo” de Xanxus y después volvería a su entrenamiento. Mientras tanto, se memorizaría la información de esa memoria y planearía su siguiente asesinato, aunque le daba curiosidad tener alguna misión que conllevara a extorción de los distribuidores de droga. Ya vería si Xanxus le daba un encargo de esos como compensación por el mal rato.

 

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Estoy muy tensa y corregir este capítulo me ayudó bastante. No saben lo difícil que es para mí el estar pendiente de mi canija recién esterilizada, tengo miedo de todo.

En fin.

Ya no tengo más borradores adelantados, así que me pondré a solucionar eso. Ténganle paciencia a esta ficker y su estrés jejeje.

Krat los ama~

Besitos~

PD: A que no se esperaban lo de ese par, ni lo del otro par XDDDDD 


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