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Locura por mi todo por 1827kratSN

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—¿Esto podría ser considerado como una cita? —Tsuna miró al azabache en frente suyo.

—No —siguió revisando el menú.

—Pues a mí me parece que sí.

 

El castaño dejó su menú de lado para analizar un poquito la situación dada en esa mesa para dos. Estaban en un restaurante bastante lindo para almorzar, vestían semi formales como para una salida que sobrepasaba el rango de “normal”, había un florero con una rosa roja en medio de la mesa, la música de fondo era suave, las personas que los rodeaban se hallaban en parejas o conformaban grupos de adultos en una reunión pequeña, y el mesero los recibió con un «Es un gusto tenerlo aquí, Hibari-sama, y a su esposo. Su mesa está por aquí”.

Todo daba a entender que era una cita. Incluso dejaron a Aiko en casa bajo cuidado de Kusakabe para tener algo de privacidad.

 

—Es mi primera cita —el omega miró a Kyoya quien ni se inmutó por sus palabras—. Va bien hasta ahora.

—No es una cita, herbívoro.

—Entonces, ¿por qué me trajo aquí? —volvió a abrir el menú y se fijó en la sección de platos fuertes—. Además, me di cuenta que reservó esto con antelación —se sintió triunfante por unos segundos.

—Tengo pase VIP en este sitio, no necesito reservación… Y tenía hambre —el alfa dejó su menú de lado antes de levantar su mano para llamar al mesero—. Más vale que ya te hayas decidido por algo, herbívoro.

—Usted es un hombre muy extraño —rio bajito antes de negar—, pero en parte es divertido.

—Después de esto iremos a ampliar tu guardarropa.

—¿Para qué? —al parecer Hibari ya tenía planeado su itinerario.

—En algún momento tendré que presentarte en sociedad y debes vestir adecuadamente —respondió sin muchas ganas antes de beber de la copa de agua.

—Oiga —hizo una mueca con su labio—, como que siento que me está ofendiendo.

—También llamaremos a I-pin para que te enseñe a comportarte.

—Sé cómo comportarme —Tsuna golpeó levemente la mesa y chistó antes de cruzarse de brazos.

—No —el alfa miró al mesero quien les reverenció—. No tienes ni idea.

—Es un idiota —dijo sin más, incluso logrando que el mesero ahogara una leve sonrisa.

—Y tú un herbívoro ingenuo.

—Pediré lo más caro como venganza —tenía hambre también, así que no se iba a enojar en esa ocasión. Desaprovechar una comida gourmet sería pecado.  

 

Con esa simple y extraña explicación —si es que se podía llamarle así a esa frase dada en tono ofensivo—, algunas cosas tomaron sentido. Como el por qué últimamente Hibari recibía correo físico en vez de sólo emails, además de las visitas que Hibari se negaba a recibir —y si es que alguno tenía la suerte de que le abriera, recibía un azote de la puerta en la cara—, y las llamadas interminables que el alfa colgó sin escuchar más de dos palabras.

Estaban exigiendo que Hibari se presentara en conjunto con su esposo en algún evento social importante. Eso también explicaría por qué últimamente el aroma de Hibari estaba un poquito más notable de lo normal, y por qué se la pasaba frunciendo el ceño. Hasta Aiko parecía inquieta por la actitud del azabache alfa.

 

—Sigo sin saber de dónde saca el dinero para sustentarnos —el castaño miró la tarjetita negra con la que se pagó la cuenta—. ¿Está gastando su herencia acaso?

—Tengo mi propio dinero —frunció levemente el ceño.

—De su trabajo, supongo —Tsuna iba a tentar a su suerte—. ¿Y en qué trabaja?

—Industria farmacéutica.

—Oh —asintió mientras trataba de recordar lo que averiguó de los Hibari en internet. Negocios varios y sin ninguna especialidad en general—. ¿Es algo de familia?

—No —salieron con calma del establecimiento—. Es mi propio emprendimiento.

—Es usted muy orgulloso —Tsuna lo admitía—. Así que debí suponer que no quería el dinero de Fon-san.

—El dinero de Fon lo gasto de mala forma, en estupideces o como pagos alternos por favores especiales —Kyoya percibió el interés genuino del castaño y decidió soltar un poquito su lengua para que el omega dejase de insistir en ese tema—. Es divertido verlo furioso.

—Sí que se llevan mal. ¿Por qué?

—No es necesario que lo sepas.

 

¿Qué habrá hecho Fon como para que Kyoya lo odiase tanto? Si mal no recordaba al principio Fon le pareció buena persona, después Tsuna se dio cuenta que era un hombre horrible; pero sinceramente no podía creer que dañara a su propio hijo, al único heredero alfa que tenía. Ignoraba muchas cosas todavía, tal vez debería hacer una lista y tratar de ir preguntando poco a poco en medio de los recesos de las clases de inglés que Hibari le impartía.

Clases que le secaban las energías en sólo dos horas.

En el último mes habían tenido una convivencia más rígida de lo normal, más formal y sin mucha interacción; Tsuna admitía que fue por su culpa pues aún le carcomía los nervios el recordar lo sucedido en su celo. Pero desde de que Hibari pareció empezar con su mal humor, decidió volver a ponerle las cosas más fáciles. Empezó por hacerle plática o simplemente usar a Aiko como excusa para distraerlo porque no quería verlo de ese humor —y no sólo lo decía por el aroma aumentado de Hibari—, porque creía firmemente que el alfa no se merecía ese estrés.

Tal vez por eso no hizo muchas preguntas y siguió al alfa en silencio para complacerlo un poco en esa cita. Porque, aunque Hibari lo negara, eso parecía una cita de verdad.

Tsuna nunca había tenido una cita; la mayoría de sus amigos tampoco las tuvieron por obvias razones, y en parte era muy triste el admitirlo en voz alta. Siempre envidió a los betas que desde los quince años o antes ya podían salir con quien se les diera la gana y entablaban noviazgos sin preocupaciones. Siempre quiso tener una cita con una persona especial para él. Y, sin embargo, salir con Hibari no era tan malo, incluso iniciaron bien con el almuerzo variado —un tanto condimentado, pero estuvo rico—.

 

—Tenemos variedad de opciones para usted y su… —Tsuna no entendió la duda de la beta que los recibió—, ¿hermano?

 

Soltó carcajadas sin detenerse, en serio que no pudo evitarlo. ¿Hermano? ¿En serio? ¿No pudo decir otra cosa? Era inconcebible y muy gracioso, más por el nerviosismo de la pobre beta que no podía estar más roja. Hibari ni se inmutó, pero seguramente no se le hizo gracioso ser denominado el hermano mayor. Al alfa no se lo podía leer fácilmente, pero Tsuna al menos podía sacar conjeturas basadas en el sentido común.

 

—Soy su esposo —el castaño miró a la chica y sonrió.

—Ah, lo... ¡Lo siento mucho!

—No hay problema —rió y agitó sus manos para que la mujer no le reverenciara—. Es que somos muy parecidos y siempre nos confunden —no pudo evitar bromear un poco más.

 

Tsuna siguió riéndose de lo sucedido incluso cuando Hibari lo dirigió a la zona dada para ropa formal y le cedió varios atuendos. El alfa ni siquiera le pidió su talla, ni sus gustos, sólo le dio lo que pareció conveniente y Tsuna no protestó, no lo hizo porque seguía riéndose bajito y hasta le dolía el estómago.

¿Cómo pudo llamarlos hermanos? Qué gracioso… A no ser porque la muchacha hubiese notado que no tenía marca y sacó la deducción más apresurada para no quedarse callada. No, era imposible, una beta no lo detectaría a simple vista. ¿Entonces por qué?

 

—Pruébatelos, elige los más cómodos, y si quieres otra cosa pídele ayuda a la herbívora.

—No se enoje con ella, Hibari-san. Seguro estaba nerviosa.

—Apúrate, herbívoro.

 

Tsuna rodó los ojos al ver a Hibari sentarse en un sillón cercano a los espejos y cerrar los ojos. Seguro era tedioso para el alfa, pero ni modo, fue su idea. En el probador suspiró porque tenía al menos cinco conjuntos que ponerse y todos constaban de camisas de colores claros al igual que los trajes de casimir, ¿o era algodón? Como sea, iba a preguntar por qué no escogió colores oscuros, convenientes para evitar que se vean las manchas de comida… Y también tenía que preguntarle al alfa cómo fue que adivinó su talla.

 

—¿Cómo me veo? —no estaba seguro de cómo le quedaba esa cosa que se pegaba mucho a su cuerpo.

—¡Muy hermoso! —la chica sonrió de forma amable— ¡Ese color gris perla le sienta muy bien!

 

Sinceramente las palabras de la vendedora le parecían vacías y sin chiste, así que el castaño miró al alfa quien seguía con los ojos cerrados y con los brazos cruzados. ¿Estaría dormido? Pues si lo trajo hasta ahí por lo menos que le diera su opinión. Por eso le tocó la rodilla con su dedo índice un par de veces para moverlo. Sonrió triunfal cuando esos iris azulados se mostraron, y se señaló a sí mismo pidiendo una opinión, pero sólo recibió un leve bufido.

 

—Hibari-san, ¿no fue usted el de la idea de ampliar mi guardarropa? —volvió a empujarle la rodilla—. Ahora despierte y al menos míreme.

—Ya lo hice, herbívoro.

—¿Y qué opina? —insistió para molestarlo—. Vamos, hable un poco al menos. Deme su aprobación o algo. Hasta ella está ansiosa por una respuesta —señaló a la beta a la que se le olvidó preguntar el nombre.

—Mi nombre es Yuu —respondió ante la duda muda del castaño.

—Lamento no haber preguntado antes —sonrió—. Ahora de nuevo. Hibari-san, ¡diga algo!

—Te queda bien —la respuesta del alfa hizo sonreír ampliamente a la vendedora y causó un extraño estremecimiento en el castaño. Era raro recibir una aprobación a su apariencia—. Ahora sólo elige otro y ya.

 

No lo dejó en paz, por capricho o sólo por molestarlo un poco, como fuere: traje que Tsunayoshi se probó, opinión que exigió. Hibari al final sólo asentía sin siquiera mirarlo, pero al menos colaboró. El omega le reconocía la paciencia, pues hasta el propio Tsuna sintió que estaba siendo demasiado fastidioso en esa ocasión. ¿Todos los alfas harían lo mismo que Hibari? ¿Acompañarían a los omegas a comprar? Puede que sí porque muchos eran posesivos y celosos con lo “suyo”.

Ahora entendía la reacción de la beta cuando los recibió.

Seguramente todos los alfas que llegaban siempre estaban al pendiente del omega, o el omega siempre estaba aferrado a su alfa, es decir, siempre estaban muy juntos. Hibari siempre caminaba a su lado, pero a una distancia prudente. Y si mal no recordaba, en la fiesta vio cómo los omegas caminaban detrás de sus alfas en pro de mostrar respeto, cosa que Tsuna no hacía jamás. Tenía sentido que los confundieran como conocidos, amigos, pero hermanos ya era algo absurdo.

 

—¿Puede mostrarme uno negro o de color oscuro?

—Esos colores no, herbívoro.

—¿Eh? ¿Por qué? —pero el alfa no pareció dispuesto a responder.

—Es porque usted debe verse pulcro en cualquier instante y los colores claros son para eso. Para destacar que siempre está impecable y para demostrar perfección —Yuu era amable, le sonrió en la explicación mientras le ayudaba a arreglarse la corbata blanca de su último atuendo.

—Pues no me gusta.

—Es cuestión de elegancia y formalidad —la chica le quitó incluso las pelusitas que él no vio—. Siendo usted un omega debe brillar a la par que su alfa para demostrar que pertenece a la clase alta.

—Debo mantener las apariencias —Tsuna suspiró. Debió suponerlo.

—Al fin lo entendiste, herbívoro —Hibari se levantó mientras removía su cuello y se acercó para mirar a la encargada—. Los llevaré todos.

—¿Todos? —casi se ahoga al escucharlo—. Hibari-san, ¿no es esto demasiado? Vi el precio de la camisa y créame que es exagerado.

—No importa.

—Pero dijo que podía elegir algo cómodo y sinceramente no me gustó ninguno.

—Todos le quedaron perfectos, elegantes. Destacan mucho sus facciones y su cuerpo. Yo tampoco podría elegir cuál de todos le quedó mejor —sonrió la beta.

—Gracias, pero, aun así…

—Llevaremos esos —el alfa miró al castaño y levantó una ceja—. A menos que quieras llevar kimonos tradicionales o qipaos, incluso un hanfu, como son los típicos en mi familia.

—Momento —Tsuna rio nerviosamente antes de mirar al azabache—, ¿usted no es netamente japonés?

—Los orígenes de los Hibari se remontan a los nobles de la dinastía China.

—¡Carajo!

—Te lo dije —frunció levemente su nariz—, no sabes comportarte. No puedes decir vulgaridades en público.

 

Después de un rato deseó jamás haber deseado saber más de los Hibari, y odió también la necesidad de ser presentado ante la sociedad alfista como esposo del heredero. Es más, quiso tirar todo e irse a casa de sus padres. Pero no podía.

Ahora resultaba que debía aprenderse al menos los datos básicos de los Hibari, su origen, empresa, detalles de su alfa y absolutamente todas las normas de comportamiento de la clase alfista.

Si su boda le pareció horrible de soportar, las fiestas a las que debería asistir iban a ser peor.

 

—Ya no quiero ser un Hibari —apenas pudo darse un respiro cuando fue a los sanitarios. Se dio tiempo hasta de mojar su rostro porque estaba agotado de pasar por las tiendas.

—¿Ya te llevas mejor con el alfa ese? —el susto del castaño fue tal que casi resbala, pero logró sostenerse del lavamanos.

—¡No me asustes así! —se levantó para de inmediato enfocar esos ojos verdes que extrañó—. ¿Qué haces aquí, Lambo?

—Sin abrazos, ni contacto físico —retrocedió cuando el castaño quiso acercársele—, es más, mantén dos metros de distancia.

—¿Qué te pasa?

—No quiero que tu alfa me descubra, es obvio —sonrió recargándose en una pared—. No tenemos mucho tiempo, así que escúchame —hablaba con prisa y seriedad, eso era extraño.

—Me estás asuntando, Lambo.

—¿Odias a los alfas? ¿Los odias tanto como antes?

—¿Y eso a que viene?

—Sólo responde —el pelinegro se encogió de hombros.

—Sí —le costó un poco, pero logró contestar—. Me disgustan todos esos tipos de la clase alfista.

—No me pareces convencido —de pronto un chico de apariencia extravagante y de cabellos violáceos salió de uno de los cubículos. Tsuna retrocedió, Lambo se mantuvo calmado y el recién llegado sonrió denotando una de sus perforaciones—. ¿Estás seguro de que podemos confiar en él, Lambo?

—Sí, lo conozco desde hace años —el mencionado se estiró un poco y chasqueó los dedos—. Es de fiar.

—Bien —Tsuna no quería saber por qué su amigo andaba con un tipo tan raro—, creo que empezaré a gritar ¡si no me explican qué pasa!

—¡Somos una sociedad secreta de omegas que quiere dominar al mundo! —Lambo elevó sus brazos, pero después de segundos soltó una risita a la par que Skull—. Es broma, sólo queremos hacer que la sociedad alfista caiga. ¿Quieres unirte?

—Espera. No entiendo.

—Niño —el de cabellos violáceos se le acercó y le extendió una tarjetita—. Cuando estés seguro de que los odias, llámame, y te diremos como puedes ayudar y lo que debes hacer con tu esposo.

—Espera —levantó las manos ya con la tarjetita entre sus dedos—, ¿quieres hacerle daño a Hibari-san? —porque notó un cierto tono de desagrado al mencionar la palabra “esposo”.

—Sí —Skull elevó una ceja—. Más bien usarlo para hacerle daño a alguien más, y al final dañarlo a él también… —pareció pensárselo—. Así que sí, quiero hacerle daño.

—Pero…

—Suficiente —Lambo miró su reloj y señaló la puerta—. Si no te vas ahora Hibari sospechará y nos olfateará. Así que vete, Tsuna.

 

El castaño no pudo siquiera dar una negativa pues Lambo se metió a un cubículo a la par que el otro tipo, le exigieron que se fuera y simplemente cumplió. ¿Qué fue eso? Es más, ¿a qué estaban jugando esos dos?

Pero hablaba de Lambo. Su amigo podía ser todo lo inmaduro que quisiera, pero obviamente en ese instante hablaba en serio. Además, si dejaron a Lambo salir sin compañía de un alfa —porque estaba claro que el otro chico no era un alfa—, debió ser por algo importante.

¡Tenía que volver y preguntarle!

 

—¡¿Ese es tu esposo?! —Tsuna no tuvo tiempo ni de reaccionar cuando en frente de él ya tenía a Kyoya siendo abrazado por un hombre de rubios cabellos y ojos grises—. ¡Maldita sea, Kyoya! Debí ir a tu boda.

—Ya suéltame, Leo —fastidiado, enojado e incómodo. Hibari era un mar de emociones en ese instante.  

—No —el rubio apretó más su agarre hasta que casi juntó su rostro con el de Hibari—. Sé que odias el contacto, así que estoy dispuesto a besarte si es necesario.

—Te morderé…

—Hasta la muerte —se burló imitando la fría voz ajena—. Ni que pudieras, mocoso.

—¿Mocoso? —Tsuna iba a burlarse de eso por años—. Ahora el carnívoro es un mocoso. ¿Quién lo diría?

—Suéltame ya —Kyoya golpeó la costilla ajena hasta que al fin pudo separarse del rubio. Se acomodó la ropa antes de mirar a su compañero—. No creí encontrarte aquí.

—Wow —después de respirar profundo, aquel desconocido pudo erguirse y sonreír—. Eres muy hermoso como para estar eternamente casado con este amargado de cara larga —su sonrisa fue brillante y gentil—. Apuesto que te costó mucho dar el sí… Pobrecito.

—Pues tuve que hacerlo —Tsuna sonrió divertido porque esa aura alegre era contagiosa.

—Adivinaré… —Leo movió sus dedos y rodó los ojos—. Fon, ¿verdad? —negó antes de hacer una seña con su mano para restarle importancia—. Mi padre intentó hacer lo mismo, pero me escapé el día de la boda. Fue divertido.

—¿Tú eres un alfa? —el castaño detalló al hombre y negó. No podía ser cierto.

—¿No se nota? —rio suavemente antes de estirar su mano—. Mi nombre es Leo. Soy algo así como el hermano mayor de Hi-chan.

—¿Hi-chan? —Tsuna no pudo evitar reírse—. Aww, qué bonito.

—Leo, no empieces —Kyoya cerró sus ojos y suspiró.

—Hay que conocernos mejor. ¡Les invito un helado!

 

No podía ser un alfa. Tsuna no lo creía, pero hubo cierto instante en que percibió claramente el aroma fuerte y el aura dominante de Leo. En verdad era un alfa. Uno diferente a todos los que conoció. El rubio no era sarcástico, grosero, orgulloso, prepotente, ni siquiera era burlesco de mala forma; sólo era amigable y risueño. Tsuna quiso preguntarle porqué era así, pero Leo le respondió por sí sólo, como si adivinara sus pensamientos; él había escapado de casa desde los doce años junto con su madre y vivió con ella hasta que lamentablemente falleció, además, fingió ser beta hasta los dieciocho cuando su padre los encontró.

Leo había sido libre y creció bajo las enseñanzas maternales de una beta amorosa, así que la mayor parte de su vida jamás tuvo que ser obligado a volverse un alfa de porte.

Y, era más que eso, pero Leo no pudo decirlo por el corto tiempo que tenían para charlar, pues debía volver a casa con su novio ya que tenían planes para una tarde romántica. Todo eso fue información que el propio Leo dio sin tapujos, es más, quiso contarles sobre su lindo novio beta —palabras propias del rubio—, pero se cortó tras recibir una llamada. Tsuna jamás se sintió tan a la par de un alfa, jamás fue tratado como un igual ni se sintió tan cómodo como con aquel alfa. Incluso Hibari pareció estar a gusto a pesar de lo muy efusivo y parlanchín que era Leo, quien lo tomaba como ejemplo para bromas sutiles.

Era cierto que existían personas que podían llevarse bien con todos.

 

—Perdona. Ya vuelvo —Leo tosió levemente—. Hi-chan, no te vayas porque quiero estar un poco más con ustedes.

 

Tsuna vio toser al alfa con algo de fuerza, pero éste sólo negó que fuera algo importante y se dirigió a los servicios. El omega creyó que tal vez ese rubio estaba a punto de enfermarse o algo, fue por eso que le pidió a Kyoya que siguiese a su amigo…, y por extraño que fuera, el alfa no se negó y se fue detrás del rubio.

Tsuna se quedó solo, terminándose el helado, mirando a la gente pasar y recordando la tarjetita que le dieron. Habían pasado muchas cosas en un solo día. Se le hizo raro tanto ajetreo después de lo pacífica que fue su vida en esos meses.

 

—Estoy bien, Hi-chan.

—Es obvio que no lo estás.

 

El alfa rubio se sostenía del lavamanos con fuerza mientras tosía entre respiraciones forzosas y jadeos. Se le notaba el esfuerzo, la dificultad para inspirar y el leve temblor en su cuerpo. Hibari le palmeó la espalda y le mojó los cabellos con un poco de agua a la par que su amigo seguía con ese ataque de tos. Se quedó en silencio mientras veía la sangre manchar el lavamanos y brotar de poco en poco en conjunto con la saliva de su amigo.

 

—No le digas a Adel…, por favor —murmuró con la voz un poco ronca.

—Tienes que decirle.

—Tú y yo sabemos lo que pasa —tosió un par de veces más y respiró profundo—. Así que…

—Tienes que ir con Adel, ahora mismo —golpeó levemente la cabeza del rubio, pero sólo recibió una risita.  

—Estoy bien —se enjuagó y limpió con prisa—. Tomo mi medicamento como se debe, además, no voy a preocupar a todos por un síntoma tan común como este.

—Leo.

—Tú y yo somos unos tercos sin remedio que hacen lo que se les dé la gana —le sonrió a su reflejo y miró el de Kyoya—. A pesar de que sepamos que está mal, lo seguimos haciendo. Así que es obvio que no voy a ir con Adelheid.

—Reconsidéralo —apretó los puños.

—Reconsidéralo tú, Hi-chan —le palmeó el hombro—. Tienes aún unos años más, un esposo que puede enamorarse de ti —rio al escuchar al azabache gruñir por lo bajo—. Es lindo, acéptalo…, y su sonrisa brilla como la de Liliana.

—No la metas en esto.

—Y, según supe, también tienes una hija —se limpió con papel para quitar el resto de rastros—. Piensa en ella, Hi-chan.

—Lo hago y por eso trabajo en los nuevos supresores.

—Maravilloso —respiró profundamente—. Sé que lo perfeccionarás, Hi-chan. Eres una mente maestra en eso y un terco sin remedio —rio divertido—. Ahora… volvamos con tu omega y finjamos que no viste eso —señaló el lavamanos antes de abrir la llave de agua—. Ni una palabra de esto —advirtió.

—Ve a verla, a mi hija… —suspiró pesadamente antes de alejarse un poco. Leo tenía razón—, su nombre es Aiko y es igual a su madre.

—Iré, y llevaré a Baek conmigo.

 

Tsuna se sintió tan feliz de volver a ese auto y ver todo el camino hacia su casa, es más, casi suspiró lleno de alivio. Estaba cansado. Fue divertido, pero agotador mental y físicamente. Estaba tan fatigado que se quedó dormido a mitad del camino, eso después de burlarse por el denominativo que Leo usaba con Hibari. Sí, estaba pensando en usarlo de vez en cuando para molestar al alfa, matar la tensión o para hacerlo enojar. Ya pensaría cómo y cuándo usarlo.

 

—Entra primero.

 

No protestó, es más, sólo asintió a lo dicho por el alfa y —aún algo perdido—, se dirigió a su casa. Ni siquiera se fijó en que la puerta no estaba asegurada, sólo entró, bostezó y buscó con su mirada a Kusakabe, pero halló los ojos negros de su amiga quien divertida se le lazó encima para un abrazo efusivo. Se asustó en un inicio, pero después sólo pudo seguirle el juego; al menos hasta que el grito agudo de la pequeña señorita de la casa los hizo separarse por el susto.

 

—Bienvenido, Tsunayoshi-san —en brazos del azabache se hallaba la alborotadora.

—Ma, ma, ma —Aiko agitaba sus manitos y piernas mientras se inclinaba hacia el castaño—, Tutu, tu, uh.

—Creo que alguien lo extrañó.

—Yo también te extrañé, pajarillo —sostuvo a la nena por debajo de sus bracitos y la sintió dar brinquitos en el aire mientras sonreía—. Gracias por cuidarla, Kusakabe-san.

 

Una cosa que le estaba gustando a Tsuna era ser recibido por esa pequeña de carita regordeta y sonrisita de cuatro dientes, quien se aferraba a él con fuerza y balbuceaba entre sus intentos por darle un beso. Aiko era muy linda y cariñosa. Era un angelito que en ese punto consideraba como su familia. Se encariñó con Aiko hasta el punto en que la pequeña siempre lo saludaba antes que a Hibari. Ser el preferido era genial. Y, aun así, Hibari se robaba la atención de Aiko poco después.

 

—Papa —era la única palabra completa que daba la bebita de cabello violeta.

—Pajarillo —y el alfa correspondía al gesto con una sonrisa y un beso.

 

No importaba dónde o frente a quién estuviera. Hibari simplemente se acercaba hasta la pequeña y le besaba la frente. Tal vez por eso Tsuna ya no se sorprendía cuando el alfa se le acercaba demasiado debido a que Aiko estaba sujeta a su pecho, tampoco se alteraba por las miradas, es más, dejaba que el alfa fuera todo lo cariñoso que quisiera con la bebita en sus brazos mientras él simplemente se quedaba callado e intentaba no rozar su propia cabeza con la del alfa.

Kusakabe solía quedarse en silencio, siendo sólo un invitado que desviaba su mirada a sabiendas de que su jefe odiaba ser el centro de atención, pero I-pin no era de esas; ella simplemente rio bajito mientras les tomaba una fotografía con su celular.

 

—Noto cierto progreso entre ustedes dos —comentó con un tono malicioso.

—I-pin —Tsuna cargó a la pequeña que se quedó mirando al alfa alejarse pues cargaba con las bolsas de compras—, ¿qué haces aquí?

—Kyo-kun me llamó —sonrió agitando su mano en saludo para el alfa quien le reverenció levemente con la cabeza—. Vine a enseñarte comportamiento.

—Me alegra tenerte aquí, pero no me gusta eso que dices vas a enseñarme.

—Es algo importante que tienes que aprender —negó divertida cuando la bebita empezó a babear la camiseta de Tsuna.

—No lo creo.

—Tsuna —I-pin suspiró antes de respirar profundo para conseguir paciencia pues su amigo era… duro de roer—. Contigo no funcionan las sutilezas, así que lo diré directamente —se cruzó de brazos y lo miró con seriedad—. Si no te comportas en la fiesta no sólo tendrás problemas con los alfas, Hibari también los tendrá… y Aiko puede pagar las consecuencias.

—No creo que… —bufó incrédulo.

—Ya lo hice una vez —la omega sonrió con tristeza y elevó sus hombros—. El castigo fue duro. No quiero que pases por algo similar.

—No… —quiso negarse a creerlo, pero I-pin no sería capaz de hacer una broma con eso, no teniendo a Fon como esposo. Tembló. No quería que Aiko o I-pin sufrieran—. ¿Qué te hicieron, I-pin?

—No quieres saber —sonrió—. Ni yo quiero recordarlo… Así que te lo repetiré —apuntó a Tsuna con su dedo—. Te comportas adecuadamente o tú y todos los que te rodean pagarán caro.

—Me asustas.

—Puedes morir incluso.

—Bromeas —quiso reír, pero no pudo porque I-pin no mentía.

—No lo hace, Tsunayoshi-san —Kusakabe le reverenció—. Y si me permite, ayudaré con las cosas. Con su permiso.

—Bien… —automáticamente se abrazó más a Aiko y le besó la frente—. Definitivamente estoy asustado.

—Pero para eso estoy aquí, Tsuna —sonrió I-pin y ondeó sus manos—. Te enseñaré todo lo que me enseñaron a mí, pero seré más agradable que las omegas viejas y estrictas que me dieron tutorías.

 

 

Verdad

 

 

—Shoichi… —Spanner despegó su mirada de la computadora con intención de preguntarle algo a su colega, pero se halló con un desganado pelirrojo recostado sobre la mesa—, ¿de nuevo estás deprimido?

—Ah… perdón —se levantó de inmediato y acomodó unos papeles cercanos—. No es nada…

—Es por Byakuran —el rubio suspiró antes de deslizar su silla hasta estar junto a su compañero—, ¿qué fue lo que te hizo ahora?

—No creo que deba decir algo sobre eso —rio de forma nerviosa—. Además, es un tema pasado… Fue hace mucho.

—No me has dicho nada hasta ahora, pero creo que necesitas abrirte con alguien más aparte de Byakuran… —hizo una mueca antes de desenvolver una piruleta pues sospechaba que la plática sería algo larga— y supongo que Lya.

—Bueno…

—Sabes —saboreó su dulce por un momento antes de mirar al pelirrojo—, adivinaré… Tu olor cambió de nuevo —se señaló la nariz—, a mí no me puedes mentir.

—Yo… —se sintió incómodo por el escrutinio de Spanner.

—Lo sé —despeinó al pelirrojo con dulzura—. He visto eso muchas veces, mejor dicho, lo he percibido… —le palmeó la espalda suavemente, como si Shoichi fuese a romperse—. Es el método de conservación de casta. Hum. Te quitaron al bebé, ¿verdad?

—Sí —admitió antes de apretar los labios y ahogar sus ganas de llorar.

—Creí que Byakuran no sería capaz de hacerte eso porque te ama demasiado… —Spanner hizo una mueca algo extraña—. A su forma, pero te ama. Ya sabes, es algo raro a veces —se metió la piruleta a la boca y la colocó en su mejilla—. Por otro lado, está el hecho de que tú y tu hijo hubiesen sido despreciados de por vida y tratados como escoria por toda la sociedad alfista… Así que…, sí, lo vi venir.

—Yo no sabía que… ustedes hacían eso.

—Y yo creí que Byakuran te lo contó después de que se casaron. Por eso no hablé del tema cuando percibí el cambio en tu aroma.

—No fue así —se encogió en su silla—. Yo no sabía nada de eso —sintió sus ojos arder como siempre que tocaba el tema.

—Por eso no me quiero casar, aunque Byakuran me insista pues quiere ser el padrino de mi boda como yo lo fui en la de ustedes —acarició el brazo de Shoichi—. Me quedaré soltero hasta la muerte… —movió la piruleta dentro de su boca—, cosa que será a mis treinta —soltó una risita—. Por eso disfrútame y saca provecho de mi mente, Sho-chan. Explótame porque después ya no se podrá.

—De qué habla, Spanner-san —sonrió divertido—, tienes toda una vida por delante. No es una buena forma para hacerme sentir mejor.

—Sho-chan, hablo en serio —le palmeó la cabeza suavemente—. Te lo voy a contar porque eres mi amigo y confío en que lo entenderás.

—¿Estás pensando en suicidarte? —se alteró y se sentó normalmente para mirar al rubio.

—Tengo veintitrés años… —hizo una señal para que no le interrumpieran—, así que me quedan algunos años más.

—Sigo sin entenderte.

—Ah… Byakuran no te lo ha dicho —negó sin creer que su amigo no revelara esos detalles tan importantes—. Bueno…, seguro que no te lo dijo porque esto es un secreto de la sociedad, pero como ya perteneces a la clase alfista creo que puedo decírtelo, si es que tú prometes no hablar sobre el tema si no es con Byakuran o conmigo.

—Spanner-san, no entiendo nada de lo que dice —se removió inquieto, sintiendo su estómago doler—. Pero prometo mantener el secreto.

—Un alfa no puede vivir mucho sin un lazo con un omega —Spanner se quitó el chupete de la boca—. Los años límites de vida para un alfa son los treinta si es que no forma un enlace.

—¿Qué? —negó antes de agitar sus manos— Espere…, ¿por qué?

—Para un alfa el lazo es vida. El lazo es una conexión que le quita el peso de las hormonas, feromonas y estrés en su cuerpo —se rascó la nuca mientras buscaba las palabras correctas para explicarse—. Una pareja le es indispensable a un alfa, o poco a poco perdemos la cabeza.

—Pero tú estás bien. Yo te veo bien y no tienes pareja.

—Es porque la mayoría que elegimos el camino de la deshonra —se señaló y sonrió— y nos negamos a tomar las riendas de la familia, optamos por un método ajeno a formar un lazo para seguir viviendo correctamente y sin inconvenientes.

—¿Cuál es? —tenía un mal presentimiento.

—Ingerimos supresores para omegas —Spanner suspiró antes de relamerse los labios—, pero eso daña nuestros cuerpos poco a poco. Los supresores calman nuestra locura, instintos y minimiza la testosterona; nos mantiene calmados y nos permite ignorar a los omegas en celo o fuera de control —mordió su dulce para masticarlo despacio—. Esa cosa es fabulosa para que evitemos formar un lazo, para seguir con nuestro camino elegido…

—¡Pero los daña!

—Nos mata en realidad —corrigió sin alterarse ni un poco—. Es como un suicidio premeditado, nos envenenamos todos los años que nos sean posibles. Dependiendo del control de supresores que tomemos, la vida se acaba a los treinta o se extiende hasta los cuarenta con los cuidados necesarios… —acomodó su cabello—. Yo aspiro morirme a los treinta y cinco años.

—¡No diga eso, así como si nada!

—Yo no quiero formar un lazo, Sho-chan —rio bajito—. Yo decidí ser un trabajador más y dejar la familia en manos de mis hermanos —habló con orgullo—. Eso conllevó a que viviera rodeado de betas y ciertos omegas, también he tenido líos con omegas no marcados que a veces llegan a pedirme ayuda así que mi ingesta de medicamentos se ha duplicado en periodos largos de tiempo…, así que…

—No hable de la muerte así de fácil, Spanner-san.

—Es algo para lo que estoy preparado, Sho-chan —le golpeó la frente y sonrió—. Yo lo elegí sabiendo que mi vida sería corta… y soy feliz así porque no voy a lastimar a un omega o a alguien más.

—¿Y si se enamora de alguien?

—Aunque dudo que eso me pase… Si eso llegase a suceder yo seguiré firme con mi decisión y no formaré un lazo.

—¿Por qué?

—Porque no voy a condenar a alguien a vivir en una sociedad tan nefasta como la alfista.

—¿Y si la otra persona quiere sacrificarse por usted?

—Seguramente haré todo lo posible para que no sufra, pero evitaré el lazo hasta las últimas consecuencias.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

 

¿Capítulo introductorio al desmadre? Puede ser, como también puede no serlo. ¡Hagan sus apuestas, señores!

En fin, les dejo esta cosita aquí antes de irme a dormir~

Krat los ama~

Besitos~


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