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Locura por mi todo por 1827kratSN

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—No puede ser —lanzó un sonidito parecido a un silbido.

—Lo es —Spanner sonrió antes de deslizar su mano por la espalda del pelirrojo—. Lo lograste.

—No, no —rio con emoción antes de levantar sus manos— ¡Lo logramos, Spanner-san!

—Al fin funciona.

—¡Lo hace! ¡Lo hace!

—Felicidades, Sho-kun

 

Spanner estaba emocionado a pesar de que su rostro cansado no lo demostrara y es que esos dos días sin dormir bien habían valido la pena, mucho si su sistema de rastreo mediante dispositivos de vuelo independiente funcionaba a la perfección. Era lo mejor que pudo pasarles. Por eso podían permitirse hacer cosas que por lo general no harían, como un festejo entre gritos, abrazos, risas y cargadas. Sí, porque el rubio rodeó al pelirrojo con sus brazos y lo elevó en el aire para dar vueltas mientras reía.

Era lo mejor de ser compañeros en esa oficina, compartir sus triunfos.

 

—¡¿Qué está pasando aquí?!

—Byakuran-sama —Shoichi dejó de reír cuando escuchó esa voz.

—No es lo que piensas —suspiró Spanner porque notó claramente ese tono territorial.

—¡Byakuran-sama! —el pelirrojo empujó al rubio para dejarse caer al suelo y correr al recién llegado—, ¡lo logramos!

 

Spanner rodó los ojos mientras escuchaba a Shoichi hablar de lo que habían logrado sin que se diera cuenta de que Byakuran no estaba del todo feliz, y es que cuando el pelirrojo se emocionaba era un desastre, un pequeño torbellino que hablaba sin parar mientras gesticulaba con exageración. Pero Spanner prefería a ese Shoichi feliz antes que al lloroso y que suspiraba la mayoría del tiempo, por eso sugirió empeñarse en ese proyecto y ayudó a que todo se completara.

 

—¡¿No es genial?! —el omega ni siquiera podía controlar sus feromonas.

—Lo es —el albino acarició la cabeza de su esposo antes de acercarse y besarlo en los labios—. Excelente trabajo, Sho-chan.

—Gracias —se sonrojaba antes de rascarse la nuca—, pero no lo hice solo.

—¡Cierto! —sonrió con malicia—. Déjame acercarme a ese alfa y felicitarlo —su tono de voz era grave, amenazante.

 

Spanner suspiró mientras veía a su amigo acercarse. Evitó el puño dirigido a su rostro y bloqueó el siguiente golpe mientras le explicaba que estaban festejando por su triunfo, y que él no reaccionaba ante ningún omega porque estaba en tratamiento, además Shoichi estaba marcado y por ende nadie aparte de su alfa le correspondía. Estaba acostumbrado a los ataques de celos de ese idiota, así que fue fácil enfrentar al retador alfa posesivo que lideraba a los Gesso. Byakuran no entendía que él y Shoichi no tenían nada de nada y que jamás podrían tenerlo.

 

—Si ya logramos esto, el siguiente paso será… —Shoichi al fin se dio cuenta del aura dominante que estaba dándose a su espalda—. ¿Byakuran-sama?

—Sí —ni siquiera volteó, siguió sujetando las manos del rubio en su pequeña pelea por poderío.

—¿Está peleando con Spanner-san?

—No~ —canturreó, pero su sonrisa era muy maligna—. Sólo estamos…

—Deja tus celos de lado, Byakuran —Spanner empujó un poco al alfa antes de liberar sus manos—, ¿cuántas veces tengo que decírtelo?

—¡No me gusta que toques a mi Sho-chan!

—Sólo me dejé llevar por el festejo —removió la piruleta en su boca.

—No te metas con mi omega —frunció el ceño.

—Byakuran-sama, deje de pelear por favor.

—¡No! —hacía un puchero ante la mirada del pelirrojo—, ¡él te tocó y no me gusta eso! ¡Nadie más que yo tocará a mi Sho-chan!

—Byakuran-sama —el pelirrojo suspiraba cansadamente—, ya le he dicho que mi relación con Spanner-san es netamente profesional.

—¡No me gusta! —se quejaba como un niño berrinchudo antes de abrazarse al pelirrojo—. No me gusta. Tampoco me gusta que te quedes trabajando hasta tarde —fingía sollozar.

—¡Pero el proyecto!

—No me importa el proyecto.

—Byakuran-sama —se dejó abrazar antes de suspirar—, también te extrañé estos días —añadió entre risas mientras le ponía atención a su alfa—. ¿Nos vamos a casa?

 

Spanner entonces se volvía un espectador, uno que sonreía de lado al ver a esos dos y tomaba una nueva piruleta de fresa que disimulaba su estado anímico. Porque nada era peor que soportar a esos dos. Las palabras de Nagi se le venían a la mente en esos momentos, unas duras declaraciones de un dolor punzante dado cuando veías a la persona más especial para ti ser la posesión de alguien más. No podía darle más razón, porque tener un amor imposible siempre era doloroso.

Pero era estúpido, porque desde un inicio supo que “eso” no podría ser.

Después de todo, era una persona inalcanzable y algo loca.

Sí, su mayor error en esa vida fue enamorarse de su amigo de la infancia, del alfa heredero de los Gesso, de Byakuran. Jamás tuvo alguna oportunidad, pero no podía simplemente borrar sus sentimientos. Y ahora simplemente le quedaba proteger al mayor tesoro de ese alfa albino loco para que fuera feliz…, por eso cuidaría de Shoichi como si fuera su tesoro también.

 

 

Temores…

 

 

Recordaba el momento exacto, el temor que le dio esa mirada, los jadeos y el aroma fuerte. Pero más que eso recordaba el cómo Hibari empezó a luchar contra su instinto mismo y buscó algo con lo que tomar consciencia. Tsuna aun recordaba el cómo Hibari se golpeó contra los muebles en sus intentos por escapar, alejarse de él; el cómo se golpeó contra una pared mientras gritaba que se fuera y se llevase a Aiko; también cómo se mordía las muñecas o cualquier cosa que estuviera al alcance. Fue horrible, pero cuando quiso acercarse fue lo peor, porque Hibari empezó a lanzar cosas, gruñir y finalmente se arrojó al suelo de la cocina.

Fue sólo ahí que huyó, y desde entonces no pudo ver más a Hibari.

Había estado preocupado por Kyoya desde que fue echado de su casa por Adelheid, y si bien se asustó mucho cuando el celo de Hibari llegó de improvisto, mayor fue su preocupación por saber si el azabache estaría bien. Y ni siquiera sabía por qué se preocupaba tanto. Sólo entendía que sentía una punzada en su pecho, algo parecido a un mal presentimiento y que eso no lo dejó en paz sino hasta que pudo refugiarse en brazos del alfa.

No se entendía ni él mismo.

Mucho menos iba a entender a Hibari.

No dijo nada cuando fue olfateado durante largo rato, revisado minuciosamente hasta que el azabache se asegurara de que no le había hecho daño —Tsuna cuidó bien de las marcas de sus muñecas para que desaparecieran en el tiempo correcto—, y después fue abrazado con dulzura por un largo rato. Tsunayoshi sintió tanta felicidad con ese simple contacto que sin pensarlo elevó su rostro para besar a aquel hombre y suspirar lleno de alivio.

Ya tenía a su alfa de nuevo, y estaba seguro de que estaba bien.

No pudo evitar treparse sobre el regazo ajeno, enrollar sus brazos en el cuello del azabache y disfrutar de las feromonas que le eran dedicadas para calmarse. No se quejó cuando su mejilla fue rozada por la ajena y rio bajito cuando fue Kyoya quien buscó sus labios para acariciarlos con suaves besos mariposa. Por ese simple y corto tiempo dejó que su omega fuera feliz siendo mimado por el alfa de ese hombre. Porque ya no había más miedo y sólo era Kyoya quien estaba ahí.

 

—Al parecer yo también tuve mi celo —confesó cuando ya pudieron estar tranquilos en su hogar, con Aiko recostada entre ellos y descansando del estrés.

—Se adelantó —Kyoya besó la mano de la pequeña que intentaba agarrar sus cabellos.

—No estoy seguro, pero creo que sí.

—Eso es raro —murmuró antes de dejar que Aiko se levantara.

—No tanto. Según Enma —cuidó de que Aiko no escapara de su protección y cayera por el filo de la cama—, a él también le pasa…, y según Adelheid-san es porque somos jóvenes y tardará en regularizarse… Al tercer año se estabilizará, o no dejará de ser irregular. Me dijo que depende de cada omega.

—Ya veo.

 

Adelheid tuvo razón en una cosa. Y es que a la semana siguiente de ese horrible incidente, una carta física fue entregada en manos de Kyoya, carta que no era más que una invitación obligatoria para una fiesta de aniversario de una de las empresas de los directores del consejo de alfas en Japón. Las especificaciones fueron claras para que llevase a su esposo, había también una amenaza sutil para que no faltase y finalmente una dirección bastante conocida por Hibari. No le gustaba que la mansión de los Caruso fuera el centro de reunión porque claramente el comportamiento sería bastante estricto.

Estaba preocupado. No por él, sino por Tsuna.

Un solo error y estaría arriesgando al castaño, porque los Caruso eran extremadamente irracionales y tradicionales. Eran de las pocas familias que obligaban a sus hijas alfas a casarse con otros alfas de sangre pura sin opción, es más, pocas eran las veces que se aceptaba que un alfa de su linaje se casara con un omega de baja clase, la mayoría de esos idiotas prefería casarse con betas femeninas para mantenerse en estatus. Y ni se dijera sobre la educación que se les daba a los descendientes. Eran el reflejo de una mente cuadrada, digna heredera de la sociedad alfista.

 

—¿Tendremos que hacer eso de la marca falsa otra vez?

—Sí.

—¿Le puedo pedir un favor?

—¿Cuál?

—¿Podemos hacerlo aquí y no en casa de mis padres como la vez pasada? —las mejillas del omega enrojecieron— No quiero pasar por esa vergüenza de nuevo.

—Está bien.

 

Debido a la cercana relación que tenían, donde incluso dormían juntos en algunas ocasiones, el castaño ya tenía impregnado sobre sí el aroma del alfa, entonces sólo faltaba la marca en el cuello. Sólo eso. Pero era lo más importante y es que en la última ocasión Tsuna sintió algo tan intenso que por poco pierde la cabeza, ¿sería lo mismo en esa ocasión? ¿Sentiría ese escalofrío extraño? ¿Su omega se alborotaría tanto otra vez?

Estaba tan alterado por eso que sus manos incluso temblaron a la par que sus rodillas cuando se acomodó sobre las piernas de Hibari. Sus nervios eran tan evidentes que sintió al alfa emitir feromonas para calmarlo, y sin embargo eso no bastó, porque Hibari tuvo incluso que abrazarlo por la espalda y susurrarle que no iba a ser rudo porque no iba a marcarlo como tal. Entonces Tsuna se preguntó cómo se sentiría una marca, y por qué su omega interno quería una con tanta desesperación.

 

—Confía en mí.

—Sé que usted…, no me haría daño.

 

Entonces respiró profundo y cerró los ojos, ladeó su cabeza hacia la izquierda para dejar expuesto el sector donde fue mordido la última vez. Suspiró antes de tragar suavemente y se quedó a merced del alfa. Sintió las mismas cosquillas que la vez anterior, el roce de esa nariz que olfateaba la zona adecuada, y sin embargo en esa ocasión sintió el suave roce de la tibia lengua de Hibari. No pudo evitar tensarse, encoger sus hombros y soltar una suave queja.

Tal vez Hibari no lo hizo a propósito, pero causó un estrago tal en el cuerpo del castaño que el omega incluso sintió sus pezones endurecerse un poco. Su piel estaba tan sensible. Tsuna tardó un poco en recomponerse de ese sobresalto, pero lo hizo gracias a los suaves besos mariposas que sintió en su mejilla, de modo que pudo serenarse una vez más y dejar que Hibari siguiese. Sus mejillas se calentaron aún más cuando sintió un suave besito en la zona que sería mordida y no pudo evitar apretar los labios para no soltar un ruido extraño.

 

—¿Estás listo?

 

Tsuna asintió antes de apretar aún más sus párpados y sentir el roce extraño de los dientes de Hibari. Apretó sus propios dientes, trató de no tensarse tanto, se sujetó de las piernas del alfa con un poco de fuerza y finalmente soltó un jadeo largo cuando sintió la presión en su piel. Fue tan extraño. Porque todo su ser se crispó, su piel se erizó, su vientre se calentó y no pudo evitar soltar una suave queja mientras esos dientes apretaban su glándula un poco más. Jadeó de forma irregular al sentir una contracción en su vientre bajo y sin pensarlo elevó un poco sus caderas para elevar su trasero.

Sintió a Hibari tan de cerca.

No fue intencional, pero pegó su cuerpo tanto al de Hibari que sin pensarlo sus glúteos se rozaron con la intimidad del alfa quien soltó un leve gruñido en respuesta. Jamás se había sentido tan extasiado como en ese momento en donde disfrutó de ese sonido grave tan cerca de su oído. Sus ojos se aguaron levemente, suaves gotitas bañaron sus pestañas y gimió. Gimió en susurros porque sentía placer ocasionado por esa mordida, sentía a su lado omega ronronear extasiado mientras pedía porque esa mordida fuera real. Quiso por un instante que Hibari lo marcara con fuerza para unir sus contrapartes y así formar un lazo irrompible y especial.

 

—Hi-Hibari-san —su voz tembló.

 

Sintió las manos del alfa sujetarlo por la cadera mientras lo obligaba a inclinarse un poco hacia adelante, la presión en su cuello se fortaleció más, olvidó el dolor y sólo sintió cosquillas por toda su piel. Fue peor cuando el fuerte perfume de Hibari lo rodeó y él mismo soltó sus feromonas para que ese ambiente despidiera una advertencia para que nadie más los molestara. Porque era su alfa y nadie debía acercarse a él.

 

—No más —fue el susurro del alfa quien sin aviso dejó de aprisionar esa piel inmaculada—. No más —jadeó antes de rodear esa cintura bien definida con sus brazos.

—Hibari-san —pero Tsuna no quería que el alfa se detuviera o alejara, por el contrario, quería sentirlo así de cerca un poco más—, sólo un… poco —sujetó las manos que se posaron en sus caderas, las apretó y las guio hasta su vientre bajo—, sólo…

—Espera —Kyoya jadeó perdido entre el aroma del omega, inclinándose hasta esconder su rostro en ese cuello—, espera…, Tsunayoshi.

—Yo… necesito…

—Me saldré de control —murmuró mientras rozaba sus labios con la marca dejada por sus dientes.

—Me siento… —tragó duro—, raro.

—Debes calmarte —sintió sus colmillos un poco más grandes y se alertó—. Tsuna… debes volver.

—Pero… —se sentía muy diferente, más… omega.

—Si no dejas de emitir feromonas —se abrazó al castaño con necesidad, posesividad—… mi celo volverá.

—¿Qué? —apenas si escuchó.

—Puedo… tal vez… entrar en celo por tu causa.

 

Y es que Adelheid se lo advirtió, porque esas alteraciones en su ciclo de celo no tenían más explicación que la influencia del omega en su hogar, eso… y que estaba iniciando el periodo de efectos segundarios por los supresores. Como fuere. Era una bomba de tiempo, una que tendría que aprender a controlarse si es que no deseaba empezar de nuevo el tratamiento con supresores fuertes. No podía…, no… su fuerza de voluntad no debía flaquear.

Pero el castaño no lo hacía fácil.

Tsuna perdía el control con frecuencia, como en esa ocasión donde se dejó llevar por su lado omega y se atrevió a girarse para mirarlo con aquel par de ojos brillosos, dulces, suplicantes. Kyoya estaba consciente de que ese no era más que un omega cegado por la mezcla de sus feromonas, sabía que el castaño no le suplicaría por un beso o una caricia si estuviera consciente.

Pero aun así… se dejó llevar.

Kyoya no pudo soportarlo. Tomó esos labios con necesidad, rozando sus lenguas con gula, succionando esa piel, poseyendo esa boca que emitía suaves suspiros. Y no bastaba. Acarició esa cintura por debajo de la camiseta suelta, disfrutó de las leves contracciones que causaban sus dedos, de esa piel intacta que quería apretar y marcar con sus dientes. Llegó incluso a girarlo hasta que estuvieron frente a frente para que besarlo fuese más fácil.

Lo acarició con dulzura, lo besó con pasión, y dejó que el tiempo siguiese sin que le importara, mientras complacía cada súplica del castaño por un roce más…, por un beso más. Lo hizo hasta que logró calmar un poco sus ansias a la par que el castaño poco a poco perdía el aliento. Su alfa ansiaba por reclamar al omega, pero su consciencia era más fuerte y se negaba a perder el control. Lo deseaba tanto, pero no hizo más que eso. Porque quería que Tsuna le pidiera un beso por voluntad propia, cuando estuviese consciente de sus actos y no estuviese nublado por el deseo.

Se calmó para lograr que el castaño se calmara también. Dejó de besarlo para que el omega respirara despacio y retomara el control perdido, lo abrazó contra su pecho para que sus feromonas se controlaran, y al final observó la vergüenza plasmada en aquella criatura inmadura que se negaba a levantar la cabeza y susurraba una disculpa por su acción tan “no suya”. Estaban conscientes de que sus lados alternos se llamaban y aun así se negaban a ceder.

 

 

Caruso, cuna de alcurnia.

 

 

—No será tan malo, Hibari-san —sonrió Tsuna, aunque tampoco le gustaba mucho la idea—. Será como la vez pasada.

—Será mucho peor —decidió ser sincero—. No toleran errores, así que no podré cuidarte todo el tiempo.

—Está bien —se mordió el labio—, prometo portarme bien.

—Bien —miró la maleta donde guardaba las cosas de Aiko a quien dejaría con los Sawada.

—Sabe, Hibari-san —sonrió el castaño—, después de esa reunión social… ¿podemos ir a otro lado en compensación?

—¿A dónde?

—No sé, cualquier lado —intentó desviar la tensión del azabache y a la vez recordó algo bastante especial—, como a una cita oficial.

—Cita —elevó una ceja, extrañado por esa petición.

—Hasta ahora no hemos tenido una cita oficial —rio bajito—, sólo unas “no” citas oficiales.

—¿Te interesan esas cosas?

—Sí —miró al alfa con diversión—, más si por cuestiones de su celo y el mío nos olvidamos de San Valentín.

—Oh —desvió su mirada al calendario que olvidó desde hace mucho—, eso.

—¿No le gusta la fecha?

—No.

—Lo sabía —suspiró— y aun así… quisiera… no sé…

—No te entiendo.

—Estamos saliendo —las mejillas del castaño se colorearon—, ¿o no?

—“Salir” es una palabra que no define esto —dobló la invitación a la dichosa reunión por la mitad y la rompió, dejando sólo el pase de entrada como evidencia—, porque a más de estar casados… a veces dormimos juntos y nos besamos.

—Eso sonó muy raro —Tuna ahogó una risita porque sabía que Hibari estaba siendo sincero.

—No sé cómo llamarlo.

—Tampoco yo… —jugó con el patito de Aiko—, aun así…, tengamos una cita.

—Si todo sale bien…, la tendremos.

 

Fue como un presagio, un designio, o simplemente casualidad. Porque la mañana en la que se preparaban para esa reunión, Tsuna tropezó al final de las escaleras, Hibari tiró una taza, y Aiko sufrió un pequeño accidente con el estante de libros. Fue un inicio desastroso que siguió siendo tenso incluso después de que dejaran a Aiko en casa de los Sawada para que Nana e Iemitsu la cuidasen.

Hibari se mantuvo en alerta, Tsuna intentó calmarlo y aun así ambos sentían que no debían ir a esa reunión, porque esa familia no les daba confianza. Pero no podían evitar esa asistencia o tendrían problemas con Fon y por ahora necesitaban estar en calma.

 

—¿Puede decirme más de esta familia? —preguntó cuando se estaban estacionando.

—Son muy anticuados, cuadrados, tradicionales y sangre fría.

—Estoy asustado —tembló ligeramente.

—Lo sé —le acarició la mejilla con el pulgar—, pero sólo debes seguir las reglas y todo estará bien.

—¿Y si no recuerdo alguna?

—Te ayudaré… I-pin también vendrá, así que intentaré que se quede contigo.

—¿Cuál era el apellido de esta familia? —se rascó el brazo derecho.

—Caruso —miró a la gente que se bajaba de los demás autos—, y como referencia… —suspiró—, Xanxus es el segundo hijo.

—¿Por qué no me lo dijo antes? —con sólo escuchar ese nombre su cuerpo entero se crispó en alerta.

—Porque no quería estresarte más.

 

Hibari tuvo razón, porque sólo con saber eso su cuerpo se tensó aún más, sus nervios incrementaron y tuvo que tomarse unos minutos para ser reconfortado con las feromonas del alfa para calmarse. Tsuna no estaba listo para enfrentar a alguien como Xanxus, no podía imaginarse siquiera al resto de esa familia, y por eso agachó su cabeza la mayor parte de tiempo mientras intentaba mantener la distancia adecuada al caminar detrás de Hibari y sonreír lo más natural posible cuando era presentado ante todos. Siguió las reglas con mucho cuidado incluso cuando Xanxus y un tal Ricardo se les acercaron para darles la bienvenida. Hasta logró mantenerse de forma adecuada cuando fue presentado ante un alfa canoso que decía ser el cabeza de familia de los Caruso.

Pero llegó cierto punto en la noche cuando no pudo aguantar más.

Porque la forma tan despectiva con la que hablaban esos alfas era repulsiva, porque ellos consideraban a los omegas y betas sólo como objetos a usar. Tsuna no creyó que esa clase de gente existiera, porque incluso entre alfas de clase alta sabían guardarse sus opiniones y aparentar ser más “tolerantes” con las demás castas, pero los Caruso eran simplemente unas ratas sin pelos en la lengua que denominaban a los omegas como unos “finos candelabros”. Ellos creían firmemente que los omegas eran cosas, utensilios, medios de negocio y se atrevían a ofrecer a los omegas bajo su yugo como simple distracción para sus compañeros de negocios.

 

—No escuches… Finge no escuchar —fue un susurro solamente, pero fue suficiente como para que Tsuna elevara su mirada y se topara con un par de ojos verdosos conocidos—. Tiempo sin verte, Tsuna.

—Shoichi —se atrevió a sonreír, por poco se sale del protocolo y se lanza sobre su amigo, pero se detuvo a tiempo—, es un gusto verte —lo reverenció sutilmente.

—El placer es mío —correspondió con una delicadeza envidiable—, mi esposo me ha pedido que entable conversación contigo porque te ha notado muy tenso, Hibari-san.

—¿Hiba…? —Tsuna recordó que estaba casado legalmente con Kyoya y por ende ya no era más un Sawada—. Gracias, Gesso-san —lo miró con incomodidad.

—Puedes ir —fue la autorización del azabache quien notó la acción de Tsuna—, pero no te alejes mucho.

—Gracias, Hibari-sama —le reverenció antes de acercarse más a su amigo.

 

No sabía si el esposo de Shoichi era bueno o malo, pero le agradeció aquel pequeño gesto, porque así pudo acercarse no sólo a su amigo, sino a Takeshi quien también era asistente en el lugar —con una falsa marca también—, y a I-pin quien parecía más relajada y acostumbrada a esas reuniones. Tuvo tiempo de verlos, hablarles, tener la seguridad de que estaban bien y finalmente enterarse que los Caruso eran una de las peores familias en ese país. Eran peligrosos, así que mejor se los tenía de buen lado y seguían los protocolos sin rechistar. Cosa difícil cuando seguían siendo vistos de forma inadecuada, como si fueran premios o juguetes muy caros que pudieran comprar, y escuchando sandeces en contra de las personas de su casta.

 

—¿Quién es tu dueño? —esa pregunta fue la menos esperada, por eso Takeshi y Tsuna se quedaron en silencio—. ¿No van a responder? —frunció el ceño.

—Disculpe a mi compañero —reverenció I-pin al alfa castaño que estaba frente a ellos—, está algo nervioso e intimidado por su garbo.

—Aún no me responde —ni siquiera miró a I-pin.

—Mi señor es Rokudo-sama —reverenció Takeshi cerrando sus ojos y apretando sus puños levemente, porque jamás había escuchado un tono de voz tan petulante.

—El idiota ese —bufó el alfa antes de gruñir entre dientes—. Vamos. Trataré de convencerlo para que me ceda tu custodia por hoy.

—¿Eh? —Takeshi no pudo hacer más que elevar su cabeza para mirar a quien le habló de esa forma—, ¿cómo…?

—Disculpe —Shoichi intervino esa vez, golpeando levemente para cabeza de su amigo para que la agachara y reverenciaran—, pero Rokudo-sama me ha ordenado no separarme de su posesión.

—Entonces te incluirás también, omega.

—Debo contradecirlo —el pelirrojo siguió aun con la cabeza gacha—, pues mi alfa es muy posesivo con sus cosas.

—Eres un simple omega —bufó el alfa antes de reír—. No puedes valer tanto.

—Está siendo muy grosero —sí, ya no pudo cerrar más su boca—, señor —Tsuna no supo que más decir para terminar con eso.

—¿Te atreves a insultarme así sin más?

—Usted ha empezado —se atrevió a mirarlo de frente.

—¿Quién es tu dueño? —agravó su voz antes de elevar su quijada para demostrar su dominio.

—Perdone —I-pin fue quien sujetó al castaño antes de que hablara otra vez y se inclinó suavemente—. Esta es su primera fiesta…, ha sido una descortesía y me disculpo por eso.

—I-pin —protestó Tsuna, pero su amiga sólo le apretó el brazo con fuerza.

—Quiero una respuesta, ¡rápido! … —la observó con desdén—, ramera.

 

No pudo más, no lo aguantó y no fue el único porque Takeshi se irguió de un salto. Pero fue la voz de Tsuna la que se elevó primero a la par que sus ojos fulgurantes de rabia hacia aquel alfa repugnante. Levantó su voz para protestar ante el insulto dado a su amiga, se atrevió a ponerse a la par que ese alfa, lo miró con desdén y finalmente dio un paso al frente como afrenta a ese ajeno. Perdió toda la paciencia y rompió el protocolo. Hizo que la fiesta se detuviera y que las miradas lo tomaran como blanco.

 

—¡¿Cómo osas mirarme?!

—Lo sentimos —Shoichi e I-pin intentaron interceder, pero fueron empujados para que el alfa se centrara en el castaño.

—Si no se te ha enseñado a tomar tu lugar —el alfa elevó su brazo y su palma extendida—, ¡lo hare yo!

 

Tsuna se mantuvo firme, mirando al alfa, dispuesto a ser golpeado porque mal o bien se sentía satisfecho por sus palabras. Se resignó al maltrato. Por eso no se esperó a que Kyoya se interpusiera en ese inconveniente y empujara al alfa agresor mientras lo amenazaba haciendo denotar su superioridad en estatura. Vio una pequeña pelea, a algunos más acercarse interesados en el castigo para el omega descarado, y finalmente se escuchó la palabra del organizador y jefe de familia.

 

—¡Castígalo como debe ser!

 

Era la presión social, las miradas, todos los alfas quienes exigían un castigo adecuado para el omega irrespetuoso. Incluso Fon se negó a interceder y lo único que hizo fue ordenarle a I-pin que se alejara del “problema” y se colocara a su lado. Tsuna entonces se sintió un idiota porque olvidó que no sólo el saldría afectado por su mal comportamiento, sino que Kyoya caería también…, y por eso sintió una punzada de dolor en su pecho al ver como aquel alfa lo miraba con esos ojos azules inundados de impotencia y duda.

Porque la exigencia era tal que Kyoya no podía negarse.

Porque lo obligó a llegar a eso.

Tsuna vio la mano del alfa temblar antes de ser elevaba, el cómo Kyoya se mordió el labio inferior antes de suplicarle perdón de forma silente. Y se dispuso a lanzar el golpe. Tsuna cerró los ojos, temeroso, preparado para el duro impacto en su mejilla…, pero apenas sintió un leve toque en su piel que apenas giró su rostro.

Hibari no fue capaz de castigarlo. Pero eso también estuvo mal.

 

—¡A un lado! —bramó el alfa castaño— Si no eres quien lo castigará, ¡yo me haré cargo!

—¡Es mi omega y yo decido cómo castigarlo! —bramó Kyoya empujando una vez más a ese tipo.

—Eres una desgracia para los Hibari… y para nuestra casta.

 

Hubo un forcejeo, una pelea. Kyoya se vio presa de la presión de los demás integrantes de su casta, de la influencia que tenía el jefe de los Caruso sobre muchas cosas y del peligro existente. Tsuna estuvo en medio de las palabras, reclamos y acusaciones, sin saber qué hacer para terminar con eso. Todo fue un lio que se terminó cuando el propio causante de esa discusión se adelantó y se dispuso a aplicar el castigo por sí mismo. Tsuna vio al hombre frente a sí, dispuesto a lanzar un golpe a puño cerrado en su contra.

Pero el golpe no le dio.

Shoichi se interpuso a tiempo, colocándose frente a su amigo castaño, consciente que lo que haría sólo empeoraría las cosas, pero siendo valiente y recibiendo el azote de ese puño en su mejilla derecha. La fuerza del castigo fue tal que el pelirrojo retrocedió hasta golpearse con Tsuna y poco después cayó junto al castaño. Todos se quedaron en silencio, esperando las risas y burlas, pero lo que hallaron fue sólo un elevado tono de voz amenazante.

 

¡¿Cómo osaste tocar a mi Sho-chan?!

 

Shoichi apenas pudo empujar a Tsuna para que se alejase del alfa castaño antes de que Byakuran se abriera paso para lanzarse sobre el causante de su daño. Jadearon en medio de su desesperación, siendo el pelirrojo quien le suplicó a Tsuna que diese una disculpa mientras temblaba presa del pánico, porque era la primera vez que sentía o veía a Byakuran tan enfadado. Takeshi fue alejado inmediatamente por Mukuro que no vio más que el peligro para su golondrina. Y finalmente…, estuvo él.

 

—¡Lo siento! De verdad lo siento —elevó su voz un poco.

—Lo sé.

 

Kyoya lo alejó lo suficiente para que no fuera afectado por la pelea a golpes y gritos que era protagonizada mayormente por Byakuran, quien parecía no tener consciencia de que con su primer golpe había partido la ceja de su oponente e ignoraba la súplica de Shoichi porque se detuviera. Era un alfa perdido en la ira, era un peligro latente que no sería controlado con facilidad. Fue el resultado de una afrenta contra una clase social estricta.

 

—No mires, no lo hagas —suplicó.

—Perdón, Hibari-san.

 

Tsuna sintió los brazos del alfa rodearlo desesperadamente y, en medio de su pánico, correspondió sin pensarlo. Estaba asustado, perdido. Fue mucho peor cuando se fijó en cierta particularidad en esa fiesta. Porque antes de que Hibari lo rodeara completamente y lo protegiese con su cuerpo, la mirada de Tsuna captó tres armas apuntándole desde las zonas alejadas al centro de la disputa y tres sonrisas siniestras que le dieron una advertencia. Xanxus, Ricardo y un beta perteneciente a los camareros, le apuntaban sin miedo, con el dedo en el gatillo, preparados para aprovechar la menor oportunidad.

 

—Voy a tener que hacerlo —su voz tembló un poco.

—¿Qué?

—Perdóname… —lo apretó un poco más entre sus brazos—, pero no hay opción.

 

El sonido silbante fue notado por muchos, el golpe resonó con la misma fuerza que el dado por los alfas que peleaban un poco más lejos que ellos dos. Muchos observaron complacidos el acto.

Tsuna sintió el escozor en su mejilla izquierda, tambaleó y cayó de sentón al suelo. Lo habían golpeado con tal fuerza que su mundo dio vueltas. Pero aun así pudo elevar su mirada hacia aquellos ojos que reflejaban culpa y tristeza, mientras esa mano usada se apretaba en un puño tembloroso.

 

¡Ve al auto ahora! —bramó Kyoya con los ojos cerrados para no observar su pecado—. Tienes prohibido salir hasta que yo lo diga. Lo demás…, lo arreglaremos en casa.

 

Tsuna no había sentido un castigo así ni siquiera con su padre, tampoco fue testigo de tantas miradas juntas complacidas a base de su dolor, mucho menos se sintió tan despreciable como en ese momento. No dijo nada más antes de levantarse, reverenciar apenas y cumplir con la orden dada por esa voz de mando. Apresuró sus pasos tanto como le fue posible sin llegar a correr, se alejó de esa pelea ajena, de los ruidos y voces, abandonó todo para refugiarse en la parte trasera de ese auto.

 

—Perdón —fue apenas un susurro.

 

Ni bien había llegado a casa, Tsuna corrió a encerrarse en su cuarto, colocó el seguro y se quedó sentado cerca de la puerta por donde resurgió aquella voz. Jamás notó tanta desesperación en una disculpa por parte de Hibari, pero en esa ocasión incluso percibió el temblor de las palabras.

 

—Perdón.

 

Tsuna no pudo decir nada porque se estaba ahogando con sus propias lágrimas, dolorosas muestras de su dolor y repudio por esa sociedad. Negó insistentemente, sollozó entre sus manos, y se encogió tanto como le fue posible para refugiarse en su lugar seguro donde nada aparte de él existía.

 

—No quise hacerte daño, Tsunayoshi.

 

Esas palabras se desvanecieron por la falta de respuesta, el autor se resignó al silencio y le dio su espacio. Tsuna entonces fue libre de sollozar sin cuidado mientras se abrazaba a sí mismo presa del pánico y de la impotencia. No podía dejar de sentirse una basura mientras se desahogaba entre esas cuatro paredes.

Porque él sabía que quien debería disculparse era sólo él.

Estaba consciente de que no pensó sobre las consecuencias de sus acciones y puso en peligro a todos. Su amigo salió herido, I-pin seguramente sería regañada, Hibari se metería en problemas y… a él hasta lo intentaron asesinar. Y nadie le aseguraba que después no intentarían matarlo otra vez.

Sólo ahí se dio cuenta de qué tan mierda era esa clase social tan alta.

Sólo entonces se decidió y encontró la respuesta a una pregunta que rondaba su mente.

Tsuna se dio cuenta de que no tenía otro camino.

Y decidió aceptar su realidad.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Krat les da actualizaciones antes de entrar en pánico XDDDD

Bueno, lo único que puedo decir es que el cuerpeo no me salió tan… bien. Creí que saldría mejor. Pero bueno, trataré de esforzarme para la siguiente vez.

Ya se sabe de dos omegas más, uwu~

Muchas gracias por seguir leyendo esta cosa~

Krat los ama~

Muchos besos~


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