Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Locura por mi todo por 1827kratSN

[Reviews - 84]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Las peleas en esa mansión eran recurrentes y, aunque todos pensaran que estas eran originadas por disputas entre los muchos alfas que la habitaban, no era así. El detonante principal de gritos y cosas rotas, era nadie más que un omega quien tenía cierto rango significativo entre todos los habitantes. Porque Skull era y siempre sería la rosa abierta más llamativa y con más espinas.

 

—¡Atrévete entonces! —elevaba su voz sin importarle su estatus “inferior”—. Prueba conmigo —retó—, atrévete.

—¿Por qué lo haría? —gruñía en respuesta.

—¿A qué le temes?

—Estás sacándome de mis casillas.

—Eres un alfa cobarde, siempre lo has sido, aunque intentes aparentar lo contrario.

—¡Suficiente!

 

Por lo general, Lambo ignoraba aquellas peleas porque siempre era la misma rutina: gritos, feromonas, cosas rompiéndose, discusiones irrazonables que duraban largos minutos, y finalmente el silencio y la rutina normal; porque bien era sabido que esas peleas eran sólo para liberar estrés o intentar coordinar en sus planes a futuro. Bueno. Admiraba a Skull por eso, por el temple y el valor como para enfrentar a esos alfas por sí solo, y en secreto desearía ser como él y no ceder ante la dureza de esas palabras o a la voz de mando que a él lo volvía de gelatina pero que a su maestro parecía no afectarle en nada.

 

¡Cállate!

 

Fue mala idea decidir esperar a que ese par terminase con ese griterío, tal vez simplemente debió esperar cerca de la habitación de su maestro para pedirle que le aumentara las horas de entrenamiento. Últimamente no había tenido mucho que hacer después de que Bermuda abandonara el país, así que era buena idea intentar entrenar más para no afectarse tanto con esas malditas voces de mando. Pero ahora ya no sabía si quedarse y seguir escuchando los gritos distorsionados por la madera que limitaba esa habitación, o irse. Aunque aceptaba que fue buena idea quedarse.

 

—¡No me jodas!

—No puede estar pasándome esto a mí.

 

Lambo se asustó al escuchar el silencio repentino, el exceso de feromonas y ver esa puerta abriéndose de una patada poderosa. Vio a su maestro jadeando mientras bufaba algunas frases más antes de temblorosamente salir con prisa, incluso llegando a tropezarse con sus propios pies. Se acercó tan rápido como pudo para ayudar, pero después no pudo ni siquiera moverse, porque vio un líquido carmín sobre las manos de aquel gamberro que adoraba perforarse las orejas.

Sintió miedo.

Fue peor cuando captó la mirada de su maestro, su guía, y pudo apreciar la incredulidad mezclada con terror en esos ojos violetas que brillaban por lágrimas contenidas. Boqueó un par de veces sin poder preguntar, eso hasta que Skull fue quien lanzó una especie de grito antes de sujetarse el cuello —la nuca para ser específicos—, y apretarla con fuerza. El carmín volvió a notarse por entre esos dedos temblorosos y delgados. Lambo se acercó preocupado, sin saber qué hacer o decir, siendo solamente un testigo trémulo de lo que acaba de suceder.

 

—No le digas a nadie —fue la única advertencia.

 

Lambo no dijo nada mientras perseguía a quien aceleraba sus pasos por entre pasillos y habitaciones. Tenía tantas dudas, pero las acalló porque estaba consciente de que su maestro lo necesitaba en ese momento. No dudó en cerrar las puertas del cuarto de Skull con seguro y trabarlas con el mueble que tiró con fuerza. Sabía que necesitaban privacidad para eso. Fue una ayuda muda mientras Skull se retorcía en esa cama en medio de doloroso llanto, gritos ahogados por la almohada que apretaba entre sus manchadas manos, y movimientos extraños que reflejaban que algo le sucedía al cuerpo de aquel omega.

Corrió hacia el baño, buscó entre las cosas hasta hallar el botiquín, ignoró el temblor de sus manos mientras se acercaba a aquel chico al que le superaba por un año. Sí, y aun así Skull era más sabio que él. Luchó un poco para calmar al desorientado omega que lanzaba suaves gruñidos en amenaza y se deshacía en un llamado susurrante vocalizando un nombre seguido por un insulto. Se quedó con él hasta calmarlo, curarlo y abrazarlo. Le dio confort tal y como Skull se lo dio cuando lo necesitó. Cuidó de aquella hermosa rosa llena de cicatrices que en ese momento acababa de ser herida a pesar de que sus espinas cada vez se volvían más afiladas para defenderse.

 

—Sabes lo que acaba de pasar.

—Sí —tragó duro mientras escondía su rostro en el pecho de Skull, aferrándose a la cintura del mismo con fuerza—. Lo sé. Lo sé bien.

—Esto no debe saberlo nadie —advirtió mientras aguantaba otra oleada de aquella sensación repulsiva que lo hizo retorcerse un poco—. Lo entiendes —jadeó.

—Pero ¿por qué?

—No sé —cerró los ojos y soltó un par de lágrimas más—. Esto no debía suceder.

—¿Y ahora qué?

—Mi celo se adelantará —lo dijo con voz neutra, firme—. Trae los inducidores de celo que guarda Lal en su cuarto. Hazlo sin que ella se dé cuenta que tú los tomaste.

—¿Por qué quieres adelantar tu celo? —eso lo espantó mucho más.

—Porque en esos días estaré encerrado… y así… podré sanar sin que nadie sospeche —apretó la cabeza del Lambo entre sus manos—. Y… después… volveré a usar mi collar antimarca y haremos como si nada de esto hubiese pasado.

—Como digas —apretó sus párpados y respiró profundo.

—Y no preguntes por él, por su nombre, por lo que paso hoy o por mí —advirtió con seriedad—. Olvida esto… y seguiremos con el plan.

 

Lambo cedió a los pedidos e hizo todo el trabajo a la perfección. Llevó a su maestro a uno de los cuartos insonorizados donde los omegas pasaban su celo, indujo el ciclo de su maestro, se quedó con él el tiempo suficiente para cuidar de que la venda estuviese colocada adecuadamente, y después lo dejó encerrado mientras él avisaba de lo ocurrido a Aria para que ella lo designara como el único que atendería a Skull en esos días.

Fingieron que sólo fue un ciclo de celo irregular por el estrés de esas épocas, donde el mando de los Argento cambiaba de dueño debido al fallecimiento de su líder principal en un accidente. Todo debía pasar a segundo plano y centrarse sólo en que Reborn junto con Aria se repartieron el control de todas las posesiones de su familia, convirtiéndose así en líderes absolutos a la par que todos los imbéciles del consejo de alfas. Todo iba por buen camino.

 

 

Sonrisas…

 

 

Le daba ternura, y no era para menos, porque ver a Kyoya en aquella faceta paternal y dedicada era… hermoso.

Habían estado intentando enseñarle a Aiko cómo avisar que su pañal estaba mojado, luchando porque aquella pequeña dejase de confundirlos con avisos errados y que aceptara sentarse en una pequeña bacinica que adquirieron. Por eso Kyoya estaba ahí, sentado frente a la pequeña que también estaba ubicada sobre aquel pequeño artefacto mientras hablaba con su casi inentendible idioma de bebé. Era adorable ver a esos dos discutir sobre el tema de avisos para ir al baño en medio del estrecho baño del primer piso.

 

—Nene… pipi —agitaba sus manos mientras balanceaba su cabecita despeinada por haberse levantado recién—, papi no, no —decía para seguir con un montón de sonidos inentendibles.

—Algún día tendrás que dejar el pañal —se hallaba serio, poniendo atención a la discusión que mantenía con su hija—, así que jugar con eso no está bien, Aiko.

—No, no, papi no fada.

—Han sido tres veces desde que te levantaste —levantó tres de sus dedos—, todas han sido señales falsas y has mojado tu pañal sin avisar.

—No tada, mami —volvía a discutir balanceando sus manos y negando.

—Debes aprender a identificar cuando tienes ganas de hacer pipí antes de que lo hagas.

—Pipí —elevó sus manos.

—Está bien. Seguiremos intentando.

 

Tsuna era sólo un espectador, uno que soportaba las risas mientras veía a Aiko estirar sus manitos para que Kyoya la levantara de aquel asiento de bebé. Se quedaba callado mientras veía a Kyoya pasar para cambiar a Aiko de pañal y jugar con ella a la vez que esta intentaba escapar de su padre. Eran unas mañanas así de movidas desde hace un tiempo, era un buen inicio de mes, un abril que estaba destinado a enseñarle a ese pequeño dulce de uva a usar el retrete, aunque estaba consciente de que eso todavía tardaría un tiempo más. Al menos eso decía internet.

Ahora podía ver a su pequeña haciendo de las suyas en casa, corriendo por ahí aun tambaleante o insegura, viéndola caer sobre su pañal, pero sin llorar, para después erguirse y seguir haciendo travesuras sin parar. Tenía que cuidarla un poco más porque Aiko aprendió a abrir algunos cajones y meterse en ellos para sacar las cosas, tuvo que reorganizar muchas zonas para que no fuese peligroso. Aunque Aiko hizo un drama monumental cuando descubrió que algunos cajones fueron asegurados y no podía abrirlos. Cosas de niños, agotadores días y poco tiempo para descansar.

 

—Voy a ir a la fábrica —Kyoya últimamente se veía un poco más centrado en aquel tema—, tengo que hacer unas pruebas con medicamento.

—¿Podemos ir con usted?

—No —miró al castaño y a su hija quien intentaba usar la cuchara para tomar el arroz—, tal vez… en otra ocasión.

—¿Cuándo conoceré la fábrica? —bufó insatisfecho por la negativa.

—No es necesario que la conozcas por ahora.

—¿Por qué?

—Primero debes aprender qué hallarás ahí, cómo se maneja todo y que algunas áreas están prohibidas para visitas civiles.

—¿Y me va a enseñar todo eso? —sonrió al captar la atención del alfa—. Por favor. Quiero aprender.

—Lo pensaré.

 

Kyoya no era el mismo desde su último incidente, Tsuna lo sabía, pero no le importó mucho porque entendía bien los conflictos que su acercamiento produjo en sí mismo y suponía que en el alfa también. Por eso no forzó nada, se limitó a mostrar interés en las actividades de su esposo tanto en casa como en lo demás. Se centró en su hija y en las salidas al parque cuando Kyoya no estaba, buscó socializar más con otras madres, convivir con sus conocidos, independizarse un poco para que después su rutina no fuera sospechosa. Estaba aprovechando su libertad, intentando olvidar todo lo malo y enfocándose en sus prioridades.

 

 

Malestares…

 

 

Era muy extraño, hasta sobrepasó el límite de lo extraño, porque incluso Tsuyoshi dijo sentir a su hijo diferente de muchas formas. Y no era por el trabajo nuevo, no, porque en la empresa Takeshi siempre era centrado, cumpliendo sus objetivos, deberes, aprendiendo, destacando por sobre todos, aunque a veces se quejaba mucho porque el collar antimarca le estorbaba. Pero cuando llegaban a casa la cosa cambiaba, y mucho.

 

—¿Por qué comes camarones? —la segunda alfa de la casa señaló el plato de Takeshi, cosa que el propio azabache preparó— ¿No te gustó el plan para la cena de hoy?

—No es eso —sonrió mientras agarraba uno de esos mariscos con sus palillos—. Sólo que quise comer algo antes de la cena.

—Está bien —Nagi no dijo nada más, se sentó frente a Takeshi y se sirvió un vaso de leche que acompañó con galletas.

 

No era sólo la comida, eran sus acciones. Como en las mañanas donde se lo hallaba abrazando un cojín mientras veía caricaturas que había pedido se las grabasen porque se las transmitía en el horario del trabajo. También lo veían cantar mientras se cambiaba, moviendo su cuerpo en un balanceo rítmico, aunque no hubiese música acompañándolo. A veces incluso dejaba todo eso para refugiarse en su cuarto los fines de semanas y dormir hasta el mediodía, levantándose sólo cuando el almuerzo estaba listo.

Eran comportamientos nada comunes en alguien que adoraba salir, hacer ejercicio, jugar al béisbol y siempre estar lleno de energías que no podían ser contenidas por esas paredes. Takeshi estaba actuando muy raro.

 

—Buenos días —Mukuro bostezó antes de sentarse en la mesa para desayunar—, quiero…

 

Pero antes de que siquiera hablase, sintió las miradas posadas sobre él, juzgándolo, teniéndolo como objetivo de muchas cosas que no alcanzó a entender, incluso Ken y Chikusa lo miraban fijamente en una acusación tácita. Tuvo que despertarse bien, restregar sus ojos y tomar el porte de alfa cabeza de hogar para combatir aquello y preguntar por lo sucedido. Pero nadie habló porque el faltante en esa mesa llegó sonriente, despeinado y en pijama, porque era una mañana de sábado y…

 

—Qué raro verte de pie tan temprano, golondrina —sonrió Mukuro—, ¿tenías muchas ganas de…?

 

Y de nuevo guardó silencio, porque aquella persona a la que le ofreció su alma y lealtad eterna, se acercó tanto hasta que sus rostros se unieron por el roce de sus mejillas. Era tan raro que incluso él se quedó de piedra sin saber qué hacer. Fue mucho más impactante cuando Mukuro sintió aquellos labios de un delicioso sabor posarse sobre los suyos en un beso muy tierno y rápido, como el que se daba en esas novelas románticas cuando una pareja casada se amaba demasiado.

 

—Sólo bajé por algo de beber —rio suavecito.

 

Takeshi se sirvió un vaso de leche, sonrió mientras tarareaba algo, tomó el vaso y volvió a desaparecer. Suponían que iba a dormir el resto de la mañana porque se merecía el descanso debido a la semana laboral que…

 

—¡¿Qué le hiciste?!

 

Mukuro apenas logró lanzarse al suelo para que el cuchillo que le lanzó Tsuyoshi no le atravesara alguna parte del cuerpo, pero se levantó tan rápido como pudo para ponerse en pose defensiva. Respiró profundo, sintiendo sus mejillas enrojecer porque hasta a él, ese pequeño beso lo tomó desprevenido y ni siquiera tuvo tiempo de burlarse o disfrutarlo. Y ahora estaba a merced de esas cuatro miradas y el cuchillo elevado de uno de sus acusadores.

 

—¡No sé! —dijo en un tono agudo, intentando procesar lo sucedido.

—¿Cómo que no lo sabes? —bramó aquel padre—. ¡¿Qué le hiciste como para que cambiase tanto?!

—Nada, ¡lo juro! —aunque recordó un par de cosas que no debían ser mencionadas en público—. Nada malo que yo recuerde, kufufu —rio maliciosamente porque rememoró lo que pasó hace un par de semanas atrás.

—Nii-sama —Nagi apretó los puños—, ¿qué está pasando con Takeshi? ¿Es tu culpa acaso?

—Yo jamás le haría algo a mi golondrina —se tocó el pecho—, me ofendes.

—Tienes que haberle hecho algo… —pero las palabras murieron en labios de Tsuyoshi, porque algo en su mente hizo clic—. Mi hijo… —murmuró bajando un poco el cuchillo.

—Está un poco raro, lo sé —Mukuro lo analizó—, lo ha estado desde hace mucho, pero supongo que es por el cambio de rutina. ¡No sé! Aunque debo confesar que ese beso si me sorprendió.

—No puede ser.

—Le prometí que no lo besaría frente a ustedes —Mukuro movió su cabeza en negativa—, y yo cumplo las promesas que le hago a mi pequeña golondrina despistada. ¡Pero no sé lo que le pasó hoy! ¡Ya me estoy preocupando! —se acomodó los largos cabellos azules que ató al apuro antes de bajar—. Voy a llamar a un médico. ¡A Adel!

—Espera —Nagi sujetó la mano de su hermano antes de que este saliese corriendo en busca de un teléfono—, creo que… —señaló a Tsuyoshi quien se había quedado quieto y callado—, Tsuyoshi-san tiene una idea de lo que pasa.

—¿Qué le sucede al chico sonrisas-pyon? —aquel beta dejó de morder su cuchara para preguntar aquello—. Tenemos curiosidad —señaló a su callado compañero para involucrarlo en su afirmación.

—¿Es algo malo? —preguntó inocentemente Mukuro.

 

Lo que pasó después fue una pequeña mezcla entre persecuciones, insultos, palabras entrecortadas, intentos de asesinato, risas por parte de quienes presenciaban la divertida escena trasladada al patio, y el sonrojo de la única mujer de esa casa quien entendió la mitad de lo que gritó Tsuyoshi y unió las pistas hasta captar la realidad.

Nagi estaba consciente que su hermano y Takeshi tuvieron deslices, ¿cuántos? No tenía idea. Pero de que esos dos pasaron la línea restringida, lo hicieron. Aunque creyó que eso no pasaría fuera de los ciclos de celo que Takeshi cursaba, tal vez se equivocó y eso produjo aquella rara escena.

 

—¡Embarazaste a mi hijo! —señaló Tsuyoshi entre su respirar agitado mientras sujetaba su cuchillo de cocina—. ¡Sin casarte con él!

—Yo no… —Mukuro pareció procesarlo porque se quedó de pie, callado por unos segundos, con la mirada un poco perdida—. Oh, no, no. Yo no… —se lo pensó un momento—. Yo prometí que no… Yo no… —no podía ser, ¿o sí?

—¡Tú! —el mayor tomó ese silencio como una afirmación, enfureció más.

—¡No me pude resistir! —confesó mientras volvía a esquivar aquella arma que se agitó muy cerca de su rostro—. Se veía tan… ¡Usé protección!

—¡Voy a cortarte en pedacitos! ¡Te enseñaré a no plantar tu semillita en mi hijo!

—¡Y yo que creí que mi suegris ya me aceptó! —rodó lejos de su atacante.

—¡¿A quién le dices suegro?!

 

Ken reía a carcajadas, animando aquella pelea dada en el patio, Chikusa sólo negó antes de aceptar acompañar a Nagi a comprar algunas cosas. Fue un desastre que se calmó cuando la única alfa de la casa regresó con una bolsita que contenía tres cajitas compradas para comprobar la teoría que formaron entre todos. Tsuyoshi ya se había calmado después de tener una larga persecución con Mukuro, quien dio sus sinceras disculpas por ocultar cierto detalle que se repitió un par de veces sin que nadie aparte de la pareja involucrada lo supiera. De todas formas, todo estaba hecho y ahora sólo debían aceptar que… ya no había vuelta atrás.

 

—¿Y éstas qué son?

 

Todos miraban a quien apareció para el almuerzo, tan despreocupado como siempre, ya descansado y rascándose la mejilla sin entender por qué le dieron esas cajitas. Mukuro fue el único quien actuó como normalmente haría, riéndose antes de sentarse junto al azabache y apretarle las mejillas para “terminar” de despertarlo. No estaban seguros de si esos dos podrían ser lo suficientemente “adultos” como para haber hecho “eso”, pero después de todo lo ocurrido en esos meses ya ni se lo cuestionaban. De todas formas, estarían felices si ese par se convirtieran en padres.

 

—¿Y qué tiene que salir?

 

Después de a vergüenza inicial cuando Takeshi entendió las explicaciones de Nagi y Chikusa sobre el uso y para qué servían esas cosas raras que le dieron, aceptó colaborar. No fue sencillo para él aceptar frente a su padre que tuvo un par de deslices fuera de su celo, pero también aseguró que se protegió como debió ser porque a esa clase en la preparatoria sí puso atención. Tanto Mukuro como Takeshi afirmaron firmemente que no podía ser posible, pero de todos modos el azabache se hizo las pruebas para asegurarse. Sí, fueron tres para estar completamente seguros de que los resultados de esas pruebas de embarazo fueran infalibles.

 

—Pues según esto —Nagi miraba las instrucciones—. Debes tener dos rayitas.

—Pues veamos.

 

Tsuyoshi, Nagi y un curioso Ken tomaron una prueba cada uno en espera a que algo apareciera. Mukuro siguió en su pequeño berrinche porque según él, “sabría si su querido omega hubiese sido fecundado”. Ignoraron las protestas del alfa que dramatizaba porque lo consideraban un mentiroso, y curiosearon el accionar de Takeshi que simplemente decidió comer cereal con leche para matar el hambre hasta que almorzaran. Fueron unos minutos de espera bastante largos e incómodos porque la tensión se podía sentir en todos.

 

—Sólo una —dijo Ken levantando esa cosita rara—. No lo está-pyon.

—Sólo una —suspiró Tsuyoshi aliviado al ver la prueba.

—Pues no —Nagi miró a su hermano—. Dice que no lo está.

—¡Se los dije! —Mukuro infló el pecho—. Porque si algo le pasara a mi golondrina, yo y mi nariz lo sabríamos.

—Entonces ¿por qué actúas tan raro? —miraron al causante de sus dudas.

—¿Raro? —Takeshi dejó de comer y miró a su padre—, ¿cómo qué raro?

—Duermes demasiado, comes más que antes, has estado flojeando como si estuvieras siempre cansado…, comes cosas que antes no comías tan seguido.

—Me besaste hoy en la mañana —añadió Mukuro fingiendo no ver el enfado de Tsuyoshi—, creí que eso lo hacíamos en secreto, cariño.

—Ah —Takeshi enrojeció al recordar eso—. Es que hoy temprano estaba algo adormilado… —rio forzosamente para así distraer a todos de sus mejillas rojizas—. Lo siento. Lo hice sin pensar.

—No te disculpes, kufufu. Creo que ya era hora de que nuestra relación saliera a flote.

—¿Qué relación? —Takeshi miró extrañado a Mukuro.

—Sí, esa misma —negó divertido. Aun no le decían que sí, pero no perdía la esperanza—. Les dije que aún no concretamos algo —señaló a sus acusadores—. Takeshi no me quiere aceptar —se tocó el pecho y fingió deprimirse.

—Yo sólo estaba siguiendo la recomendación de mi instructor —Takeshi decidió simplemente explicar y comer—, dijo que descanse todo lo que pueda cuando estoy en casa y que coma bien, eso para compensar toda la energía gastada en el entrenamiento —masticó despacio—. No hago nada raro.

 

Sacaron conclusiones apresuradas, lo aceptaban, pero la sintomatología estaba dirigida a creer que Takeshi estaba embarazado. Lo único bueno que resultó de ese pequeño lio fue que la especie de cercanía —muy cercana—, que tenían esos dos ya no era sólo una simple suposición.

Mukuro aceptó que había ocasiones donde él buscaba a Takeshi y este no lo rechazaba, así también Takeshi admitió sentirse muy a gusto cuando sentía la atención de Mukuro sobre él. Y si bien “no eran pareja”, tenían sus roces cuando ambos estaban de acuerdo en tenerlos. Sí, fue raro escuchar eso, pero nadie protestó.

 

 

Culpa…

 

 

Las veces que tuvieron esos roces eran contados, pocos, porque Kyoya empezó a usar a Aiko para alejarse lo más posible de las situaciones en donde sólo dos adultos interactuaran. Fue justificado, en parte, porque era obvio que dar un paso de ese calibre hubiese sido brusco para cualquiera. Nadie entendería la carga que llevaba aquel alfa sobre sus hombros, los cuestionamientos que no exteriorizaba con casi nadie, las preocupaciones por sus propias acciones y de las promesas que sentía estaba rompiendo.

 

—Podemos ir al parque —era él quien ahora intentaba estar en lugares públicos para evitar la privacidad con el castaño—, Aiko podrá jugar un rato ahí.

—Está bien —Tsuna obviamente se dio cuenta de aquella estrategia—, ¿quiere que prepare algo de comer?

—No… Comeremos afuera.

 

Pero Tsuna sabía cómo aprovecharse de los momentos en donde su pequeña bolita de azúcar dormía, porque sabía que Kyoya no le iba a negar nada. Y él no quería que le negasen nada. Quería volver a la relación cercana, a ese trato amable y cariñoso que le cedían hasta antes de que se dejase llevar por su lado omega. Se acercaba al alfa, lo miraba y besaba, se aferraba a aquel hombre en súplica porque se centrara en él, sólo en él. Cedía confort y pedía lo mismo.

 

—¿Por qué lo haces?

—Porque si no le hago entender que esto está bien —se aferraba al cuello de Kyoya en un abrazo desesperado—, usted volverá a tratarme como a un extraño.

—No eres un extraño. Eres mi esposo y…

—Quiero que me trate como tal —protestaba con las mejillas rojas—, como a un esposo y…

—Dormimos juntos.

—Y me gusta eso —respiraba profundo intentando hacer que sus feromonas no sobrepasaran un nivel adecuado—, pero también quiero algo más.

—No puedo darte más de lo que te estoy ofreciendo —Kyoya sostuvo con cuidado la cintura del castaño, intentando alejarlo un poco, pero sin ser grosero.

—Sí puede —se ocultó en ese cuello y suspiró—, pero no quiere.

—¿Qué quieres exactamente?

—Que me ponga atención… como antes —cerró sus ojos—. Que me bese, me mire con tanta ternura, que acaricie mi mejilla con la suya o me olfatee cada mañana. Quiero… un poco más que eso.

—Si empiezo… —tragó seco—, no pararé.

—No quiero que pare.

—Pero yo quiero parar.

—No lo haga.

 

Tsuna quería volver a las noches cuando veían una película juntos, cuando era abrazado por la espalda y acunado por el calor ajeno. Quería que en las noches lo besaran con desesperación y lo abrazaran como si jamás desearan soltarlo. Quería que esa mirada lo recorriera entero, porque era deseo lo que provocaba en Hibari. Quería ser la prioridad de ese alfa, tal y como lo había sido hasta antes del instante cuando decidió seducirlo. Jamás quiso que eso cambiase, pero lo había hecho y tal vez fue su culpa porque intentó sobreponer sus deseos.

 

—Yo te amo.

 

Todo su ser se estremeció con tan solo esas tres palabras. Su lado omega saltó feliz, su pecho se llenó de calidez, y aunque su mente era un desastre, se atrevió a sonreír y elevar su mirada para poder toparse con esos ojos azules brillantes de amor hacia su persona. Se sintió tan dichoso, por eso sostuvo ese rostro en sus manos y se acercó para besarlo.

Fue mucho más feliz cuando los movimientos de esos labios correspondieron a los suyos en un beso que poco a poco tomó fuerza. Se aferró a aquel hombre que le robaba el aliento con cada detalle, y rio entre sus bocas porque una suave estela de feromonas le hizo saber que Kyoya quería envolverlo con su aroma en una marca olfativa para los demás.

 

—Yo te amo…, pero siento que no debería.

—Puede amarme, Hibari-san —susurró antes de volver a besarlo, porque no quería escuchar más que eso.

 

No más.

Sólo quería saber que lo amaban.

Quería sentirse ese algo importante para Kyoya.

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

 

Krat quiso que el capítulo fuera un poquito dulce, espero haberlo conseguido.

Capítulo corto como para no tardar demasiado. Alv.

Traducción del título:

Gravidanza=embarazo.

PD: Este capítulo tendrá segunda parte.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).