Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Locura por mi todo por 1827kratSN

[Reviews - 84]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

—Es hora.

 

Skull preparaba meticulosamente el traje formal que su carta maestra tenía que llevar, porque debía ser el reflejo de pulcritud. Le acomodó el cabello, le acarició las mejillas, le dio las últimas instrucciones y suspiró satisfecho.

Estaba orgulloso de la muñequita que moldeó para la grandeza. Porque era una imagen pura, que nadie había tocado, y cuyas ambiciones fueron manipulables hasta ese gran día.

 

—Estás listo para ser el inicio del final.

—Suenas como si fuera el anticristo o algo.

 

Rieron a la par, divertidos por todo eso, ignorando las miradas extras sobre ellos; miradas serenas, orgullosas y satisfechas como la del propio Skull. Porque esos años no fueron en vano. Todo estaba terminando, todo se completaba, y la carga que llevaron en sus hombros, ahora estaba repartida por decenas y decenas de participantes.

 

—Recuerda quien eres, Fuuta —sonrió animado—, y recuerda por qué te instruimos todos estos años, solo para que brilles en este momento.

—Sí —sonrió antes de abrazar a Skull—. Lo sé.

—Quiero que lo digas en voz alta —lo alejó para que todos lo miraran.

—Soy un omega, el primero en mi clase —Fuuta suspiró profundo—. Soy el dueño de uno de los bancos más grandes de Japón, soy consejero de los empresarios más destacados, y soy la muestra de que mi casta no importa y que puedo ser mejor que cualquier alfa.

—Perfecto —le guiñó un ojo.

 

Porque en un juego, la pieza más importante era protegida a toda costa. Por eso Fuuta fue recogido como un aprendiz de todo a la vez, quien no apareció en púbico hasta que no fue necesario, quien se deslizó bajo las sombras para ganar experiencia y confianza, y quien solo saldría para dar el último movimiento para que el juego lo ganara su equipo.

 

—Aun no puedo creer que me hayas elegido a mí para esto.

—¿Por qué no? —Skull sonrió—. Eras el más destacado en muchos ámbitos, por encima de esos idiotas —señaló a los demás.

—¡Qué malo eres! —protestó Haru.

—Yo también me ofendí —Lambo hizo una mueca.

—Pero tiene razón —Enma rio bajito—, es el más… adecuado para esto.

—Aunque creí que sería Tsuna el elegido —Lambo miró al castaño.

—Claro que no —Skull negó divertido—, si ese niño solo es un problema duro de roer

—Gracias por lo que me tocó —sonrió Tsuna, sin ofenderse, porque sabía que algo de razón había en eso.

—Bueno —Skull aplaudió entusiasmado mientras se dirigía a la salida—. Es momento, mis amores.

 

Ese día no solo sería la presentación oficial de Fuuta como el dueño de una fortuna que le cedieron por concesión, sería la pequeña chispa que encendería la lucha de la clase trabajadora, la cual había sido reprimida hasta ese momento, y también le darían una chispa de esperanza a la clase más baja de donde ellos salieron.

La mayoría elevaría su voz.

Porque, a la par que Fuuta se presentaría al mundo como un hombre capaz, un omega sin alfa que lo protegiera, y quien tenía la confianza de muchos altos empresarios; también saldría a la luz la empresa que Skull creó desde cero en conjunto con todos los omegas que rescató de la miseria y deshonra.

Atacarían por dos francos, ambos muy importantes, el uno a nivel nacional y el otro a nivel internacional.

Y declararía la porquería que se guardaba en las sombras.

 

—Es un gusto mostrar que ser omega no significa que soy menos capaz.

 

Fuuta hablaba con prosa y amabilidad, teniendo por escoltas a los Gokudera y la familia principal de los Argento. Presentaba su imperio, su decisión por contratar personal de toda casta y ofrecer oportunidades equitativas. Se mostraba como un defensor de la clase reprimida.

Y en otro lado también se elevaba una voz.

 

—El éxito de mi empresa está dada por la superación de mis modelos, diseñadores, y creadores. Porque todos surgimos del mismo lugar.

—¿De dónde? Si se puede saber —sonreía la periodista.

—Todos somos la escoria de la clase alfista. Todos fuimos omegas vendidos como esclavos sexuales porque nuestros padres alfas nos creían desechables. Todos somos el despojo de lo que hasta hoy fue la clase alta de este país.

 

Skull hablaba con prepotencia, mostrando que era el líder de todos los maltratados de su casta, confesando la porquería que había ocultado el país, rebelando nombres, cargos, atentados contra la integridad de niños, y sacando a la luz a sus peores enemigos, quienes en ese punto ya no tenían poder para defenderse.

Ese día, la clase beta que hasta ese punto ignoraba lo que pasaba más allá de sus vidas limitadas, se enteró de la porquería que eran los hombres de poder quienes los gobernaban. Ese día los pecados de todos los alfas salieron a la luz, y a la vez, la esperanza de los omegas recluidos y minimizados salió a flote con fuerza.

 

—Es hoy —Tsuna sonreía al ver a Skull en pantalla gigante.

—¡Es hoy! —sonreía Haru, feliz con todo eso.

—Es hoy —declaró Enma quien acariciaba el anillo de compromiso que adornaba su dedo.

 

Ese día, ellos tres se liberaban de una lucha en la que inicialmente no quisieron estar.

En ese día, dejaban de ser simples conejillos de indias y se volvieron dueños de sus propias decisiones y acciones.

Ese día quedaría prendado en sus memorias como el más feliz y el más temeroso de sus días.

Porque estalló su anhelo.

Y a partir de ahí, las cosas solo mejorarían.

 

—¡Nosotros no somos la clase más débil!

—¡Queremos derechos equitativos!

—¡Queremos protección!

—¡Exigimos ser tratados como cualquier beta!

 

Las voces se levantaron, los omegas salieron a las calles, pero no lo hicieron solos. Ellos nacieron en cunas de betas, y poco a poco estos también se unieron a la causa. Exigían que los omegas fueran respetados, protegidos, y considerados como un regalo. Gritaban para que los alfas dejaran de tener privilegios solo por ser de una “mejor” casta. Querían que los líderes fueran de todas las castas y todas las clases sociales para que su futuro fuera lleno de igualdad.

Marchas.

Huelgas.

Revolución.

Vida.

Y también muerte.

Los precursores de toda esa guerra fueron los que primero abrieron sus puertas para cuidar de omegas y betas, darles las mismas oportunidades laborales, exigir a su personal a concientizar sobre la problemática de su país. Agrandaron sus riquezas al empatizar con los reprimidos y se volvieron un ejemplo.

 

—Le exigimos al gobierno japonés, investigar los atentados contra los derechos de omegas de clase alta.

—Queremos investigaciones detalladas y verdades sin tapujos o censuras.

—Queremos que se condenen las atrocidades contra los omega.

 

Las voces ya eran internacionales, quienes se enteraron de lo que le ocurrió a cada omega que trabajaba para las empresas de Skull, además, exigían que el propio Skull tuviera justicia por todo lo que vivió. Porque aquel omega no tuvo reparo en gritar a los cuatro vientos detalles de todo el calvario que vivió antes de que su alfa, Reborn, lo salvara.

Fue… divertido… y satisfactorio.

 

 

Verdades…

 

 

No todos podían superar una separación, no muchos podían adaptarse a esa lejanía autoimpuesta, no todos eran capaces de superar la tristeza, y añoranza que conllevaba la rotura parcial de un vínculo.

 

—¿Qué pasó?

 

Tsuna llegó al hospital desesperado. La noticia le llegó de improvisto, y no la pudo digerir ni siquiera en el vuelo que tomó para trasladarse a Namimori. No podía entender cómo de pronto Kyoya había empeorado en su salud, cómo es que terminó en el hospital, cómo era que no le dijo nada antes.

 

—Una vez te dije que un alfa necesita de un omega para vivir.

 

Era un dejá vu, Tsuna lo sintió así cuando vio a Adelheid junto a Ryohei recibirlo en la sala de espera para explicarle los hechos. Y odió mucho ese momento, odió más escuchar la misma explicación de hace tantos años, pero esta vez sin gritos, sin insultos ni rencores, solo con miradas que se compadecían de su realidad.

 

—Bajaron sus defensas —suspiró Ryohei—, habíamos lidiado con eso hasta ahora, pero de pronto colapsó.

—Puedes llamarlo depresión o simpe tristeza extrema —Adelheid jugó con su estetoscopio—. Pero a pesar de que Kyoya no lo demostrara, luchó contra eso desde que te fuiste.

—¿Puedo verlo?

—Por favor —el médico le palmeó la espalda—, y si te quedas con él hasta que se recupere, sería lo mejor.

—Sí… Lo haré.

 

No era tan grave como recordaba pasó hace tantos años, pero fue un shock volver a ver a Kyoya en una cama de hospital, con un suero y máquinas que regulaban sus signos vitales. Se olvidó de todo lo demás en ese momento, y solo se acercó para sostener la mano tibia de su alfa.

Suspiró.

Era su culpa, lo aceptaba, pero aun así no podía arrepentirse, porque valió la pena.

En esa tarde se quedó con Kyoya, susurrándole disculpas varias, acomodándose en el espacio libre de esa camilla, y esperando a que esos brazos lo rodearan en un abrazo cálido y acogedor como en antaño. Cuando pasó, no solo se deshizo en lágrimas, sino que se acomodó para dormir junto a Kyoya un par de horas hasta que ambos se calmaran.

 

—Quédate un poco más esta vez —suplicó en susurros.

—Me quedaré hasta que mejores, Kyoya.

 

Le dio un beso en medio de la oscuridad, escuchó el latir de ese pecho, suspiró entre susurros donde confesaba lo mucho que lo extrañaba. Volvió a ser ese adolescente que poco a poco se veía embelesado por la dulzura de ese alfa.

Tsuna se dejó amar esa noche, y en susurros platicaron sobre toda esa gran estupidez, hasta que poco a poco volvieron a creer que su vínculo estaba forjado.

Pero no todo era así de fácil.

Porque si bien Kyoya lo aceptó sin problema, le dio cariño y dulzura sin límites, además de perdonarle todos los errores… Sus hijos no lo tomaron tan a bien.

 

—Tienes que ser persistente —la castaña abuela se había mentalizado para cuando ese momento llegara—. No decaigas, Tsu-kun —estaba lista, o eso creía.

—No lo haré —sonrió con nervios—, porque son mis hijos.

—Seguro que has pasado por cosas peores —bromeó Iemitsu—, esto no será nada comparado con eso.

 

Aiko fue criada junto a Tsuna, y si bien tenía cierto resentimiento por saberse abandonada, poco faltó para que de nuevo fuera esa pequeña niña que buscaba mimos y cariños de su amado “Tsutsu”.

Cosa muy distinta fue con Sara, Alaude y Giotto, porque los niños no se criaron bajo su tutela. Ni siquiera los tantos relatos de Kyoya sobre Tsuna, ayudaron en el momento preciso. Porque Tsunayoshi era un extraño para sus hijos de sangre, y fue por eso que no pudo dejar ir a Lussuria.

 

—Él es tu papi, y ahora te va a cuidar.

—No, no, no —Giotto se aferraba con fuerza a Lussuria—. No quiero.

—Sé que me adoras, mi pequeño principito —canturreó mientras abrazaba al rubiecito—, pero tu papi también quiere un poco de cariño.

 

Kyoya necesitaba descansar, y cuidar del alfa no era difícil, porque era muy tranquilo si estaba reposando en casa y no en el hospital. Pero sus hijos fueron un reto, porque eran tres niños de cuatro años que muy pocas veces compartieron con él a solas. Incluso antes de eso, cuando Tsuna llegaba de visita, Kyoya era el mediador para que sus trillizos lo aceptaran. Pero ahora, no tenía esa ayuda, y ni siquiera Aiko podía convencer a los tres menores con sus encantos.

 

—Pero es papi Tsutsu —conversaba con Sara, quien se escondía detrás de ella—. Vamos, papi quiere jugar con nosotras.

—No quedo —murmuraba abrazándose a la cintura de Aiko—. No quedo.

 

Tsuna sabía que eso pasaría, aun así, no dejaba de doler. Pero rendirse, fallarle a sus padres y a Kyoya, no era opción. Y si bien no se quedaría por más de tres semanas, al menos tenía que intentarlo. Por eso tuvo mucha paciencia para tratar con los pequeños, y poco a poco, logró ciertos progresos.

 

—Siempre te gustó bailar.

—¡Sí! ¡Me gusta!

 

Tsuna se balanceaba junto a Aiko en la sala, girando y moviéndose a ritmo de la música, recordando sus clases de baile formal y de los días en donde era Kyoya quien lo guiaba en una danza lenta en medio de la sala. Aiko siempre quiso compartir eso con su padre omega, así que estaba encantada.

Adoraba esos recuerdos.

Entre risitas y grititos emocionados de su pequeña Aiko, Tsuna logró captar el interés de Sara, quien se hallaba extrañada porque aquel extraño —que decía ser su otro papá—, conociera el baile que su padre le enseñó. Los miraba desde el sofá, tratando de esconderse, pero sus pies y cabecita se veían claramente. Tsuna sintió que esa era su oportunidad, y con una sonrisa, invitó a la pequeñita a jugar.

Nadie más que Lussuria apreciaría la sonrisa llena de dulzura que Kyoya forjó al ver a sus hijas y a Tsuna deslizándose en la sala, como si jamás hubiesen tenido problemas, como si fueran una familia normal. Tal vez por eso Lussuria se apiadó un poco del castaño y lo ayudó a integrarse con los dos varoncitos, cada uno con su carácter complicado y especial.

 

—¿Sabes cocinar, Tsunayoshi?

—Claro —sonrió al ver a los dos pequeñitos escondidos detrás de Lussuria—, puedo ayudar si me lo permites.

—Sí, obvio —Lussuria cedió su delantal—. Los niños adoran las galletas, y si nos ayudas, ¡podemos hacer muchas! —le guiñó un ojo, Tsuna sonrió en respuesta.

—¿Les gustan las de chispitas?

—Sí —susurraron los dos pequeños.

—También me gustan, son mis favoritas.

—Entonces, ¡todos ayudaremos a hacer galletas~! —Lussuria empujó a sus niños para que fueran por sus delantales—. Mis principitos, hay que lavarse las manos antes de empezar, o los virus feos nos van a devorar.

—Sí —susurró Alaude, viendo desconfiado al castaño.

—¡Todo por las galletas! —Giotto se olvidó de todo para tomar la mano de su hermano y salir corriendo.

 

Poco a poquito, esforzándose en el día, en la tarde, y en la noche donde se inventaba algún cuento nuevo para los niños; fue así como Tsuna se ganó un pedacito de aceptación por parte de sus hijos.

Kyoya hizo el resto.

El azabache demostraba abiertamente su adoración por el castaño, le besaba las manos, las mejillas, lo acariciaba y buscaba siempre, aunque sea un momento con Tsuna. Y, a pesar de que los trillizos sintieron celos de eso al inicio, causando el rechazo total de Tsuna, poco después fue el propio Kyoya quien los involucró en sus historias, en sus juegos y momentos de ocio.

 

—Amo a tu papi —explicaba a los niños—, porque fue él quien los tuvo a todos ustedes en su pancita.

—¿Cómo la foto? —los niños habían visto los álbumes muchas veces.

—Él los cuidó cuando eran pequeños, y aunque tuvo que irse, volvió… y siempre volverá.

 

Tsuna adoraba ver a Kyoya con los niños, los miraba desde el marco de la puerta, alejado unos pasos para no forzar nada. Memorizaba cada momento y después solo participaba si es que se lo permitían. Quería tanto formar parte de esa familia.

Kyoya era quien lo reconfortaba cuando sus fuerzas menguaban y la tristeza lo acogía. Lo besaba en medio de susurros, lo abrazaba protectoramente, le susurraba que todo iba a estar bien. Y sin pensarlo, quien mejoró en esas semanas fue Tsuna, en mayor medida que Kyoya.

 

—¿Cuánto falta para que vuelvas y te quedes definitivamente? —mencionaba mientras se acurrucaban para dormir.

—Muy poco.

—Lo has hecho bien.

—Y sacrifiqué mucho —Tsuna cerraba sus ojos antes de esconderse en el pecho de Kyoya.

—¿Valió la pena?

—Sí —sus labios temblaron—. Ya falta poco… solo un poco… y seremos iguales.

—Entonces solo enfócate en eso —Kyoya le besó la frente.

—¿Me besas un poco más?

—Cuantas veces necesites.

—¿Me amas?

—Tanto que cada mañana espero tu regreso.

—Gracias.

 

Disfrutó mucho de las semanas que compartió con su familia, disfrutó más el ver las sonrisas de sus pequeños trillizos, todo a pesar de que su tiempo en casa se terminaba, y adoró ver a Aiko dormirse en sus brazos en varias noches.

Memorizó todo, porque era por eso por lo que luchaba. Porque quería verlos así de felices siempre. Porque no quería verlos temer por el futuro, como le pasó a él cuando era un niño.

Y por eso, se le fueron las lágrimas en la mañana de su partida.

 

—¿Por qué no te quedas? —Aiko estaba triste, aferrada al castaño, sin desear dejarlo ir.

—Porque tengo que completar mi trabajo.

—No quiero.

—Aiko —susurró besándole los cabellos—, volveré.

—¿Cuánto te falta?

—Muy poco.

—Y cuándo vuelvas de nuevo, ¿te vas a quedar para siempre?

—Sí, pajarillo.

 

Abrazó largo rato a su niña, abrazó aún más a Kyoya, y recibió con gusto el beso dulce que le dedicó. Se arrodilló frente a sus trillizos y les dijo que volvería, y aunque no recibió una despedida efusiva por parte de esos tres pequeños, le bastó con que le sonrieran y agitaran sus manitos en despedida.

 

—Cuídalos mucho —incluso se despidió cordialmente de Lussuria.

—Es mi trabajo, querido —sonrió.

—Y cuida a Kyoya también.

—Ese es mi segundo trabajo, castañito —dijo orgulloso—. Lo mantengo vivo hasta que vuelvas.

—Cuando lo haga, te despediré.

—Eso lo decidirán mis niños —enfrentó sin pena ni miedo.

 

Tsuna esperaba que esa fuera la última despedida de su familia que hiciera, hasta Lusuria deseaba igual, porque una familia debería estar unida siempre.

Todos confiaban en que esa locura, terminaría pronto.

 

 

Vencer…

 

 

—Deberías sonreírme más, cariño.

—¿Qué te sucede? —Reborn miró extrañado al gamberro.

—Nada —le acarició la mejilla al idiota que tenía por alfa—. Solo quería un besito de tu parte, pero es mucho pedir —rio bajito.

—Estás actuando muy raro.

—Es que estoy nervioso… —miró hacia la ventana—. Porque hoy es el día.

 

Reborn sintió un escalofrío esa mañana, y una sensación rara semejante a la nostalgia. Estuvo muy aturdido y tal vez por eso dejó que Skull lo tratara como deseara, incluso dejó de pelear. No se negó al abrazo del muchacho, ni al beso largo y lento que le dedicó. Tampoco se quejó por la forma cariñosa en que Skull lo llamaba, o de las burlas por todas las tonterías que habían hecho hasta ese punto.

Lo dejó ser.

 

—Y aquí estoy, soy el espejo de muchos omegas —Skull no tuvo reparo, lo dijo todo en una conferencia—. Fui víctima de trata de blancas, prostitución infantil, tratamientos químicos, y muchas otras cosas que no están listos para escuchar.

—¡Justicia para los omegas! —gritaron de pronto, al fondo de la sala.

—¡Nadie se merece pasar por eso!

—¡Apoyamos a Skull!

 

Reborn entendió muy tarde que Skull se había estado despidiendo esa mañana, lo supo por esa forma tan calmada de hablar ante el público, y por esa mirada tranquila. El muy imbécil no pretendía volver a casa.

Apenas y tuvo tiempo para advertir el escenario, porque Skull estaba dando una rueda de prensa abierta, expuesto ante decenas de miradas a pesar de que ya tenía enemigos declarados. Solo ahí entendió que Skull presentía que lo iban a asesinar en ese día.

 

—Puedo ganarme enemigos por esto —Skull sonrió ante las cámaras, las miradas, y se acercó más al micrófono—, pero valdrá la pena si terminan presos o muertos también.

—Eso es muy arriesgado.

 

No pudo quedarse quieto y esperar, Reborn no quería perder a ese idiota porque, mal o bien, prometió cuidarlo. Se deslizó entre el tumulto hacia una persona en específico, le dijo que el sacrificio debía ser de todos y que necesitaban un mártir. Manipuló a quienes fueran necesarios para salir ganando, y dejó que todo siguiera su rumbo.

Porque si no podía evitar una pérdida, al menos no quería que fuera suya.

No había amenazas que él detectara, no había indicios de un atentado, pero eso solo volvía a ese espectáculo más intenso, y por eso intentó buscar un lugar apartado de periodistas y asistentes para apuntar al desgraciado que intentara quitarle a Skull. Sin embargo, no previó que un dichoso miembro de la prensa, no fuera quien decía ser.

 

—¡Muerte al traidor!

 

Todos vieron con pánico el brillo del revólver, muchos gritaron y se apartaron, pero no Skull, él solo sonrió y se quedó quieto. Porque eso buscaba. Porque su muerte sería la última explosión para terminar con su guerra. Volverse mártir sería un placer si con eso terminaba por exponer a los verdaderos monstruos de esa sociedad.

Iba a morir en paz.

 

—¡No! ¡No!

 

Tres disparos.

Tres disparos que dieron en su objetivo.

Un muerto, dos heridos.

La sangre se derramó en ese día, un mártir fue creado, un omega sonrió ante su sacrificio, y un enemigo estaba acabado. Gritos, pánico, caídas, llanto, desesperación. Todo fue un caos, y todo salió en vivo, o al menos quedó grabado por algún celular que pronto haría viral aquel crimen.

 

—¡Llamen a la policía!

—¡Un médico!

—No… ¿por qué?

 

Las ambulancias llegaron con sus sirenas bulliciosas, la prensa escribía con rapidez, las cámaras captaron al culpable y al defensor, el evento se hizo público porque alguien subió un video a la red. Las noticias estallaron.

Y alguien sufrió.

 

—No tú —lloraba a viva voz mientras estrujaba entre sus brazos a la persona más importante de su vida—. ¿Por qué tú?

 

No se pudo despedir. Su último recuerdo sería el de esa mañana cuando su madre le decía que lo amaba y que fue el mejor regalo de su vida, percibiría el beso en su mejilla como un tesoro e intentaría no olvidar el aroma a rosas que aquella hermosa mujer despedía.

Gokudera Hayato sufriría eternamente por la pérdida de su madre.

Porque Lavina no pudo quedarse quieta ante esa injusticia. Porque ella ya había vivido demasiado, disfrutado de los mejores años de su vida en la libertad que su hijo le cedió, misma que su nuera solo volvió más brillante y feliz. Porque ella estaba consciente de quien sería el que cambiaría el destino de muchos desdichados como ella.

Lavina se interpuso en el ataque dirigido a Skull, y murió con dos impactos certeros.

Pero se fue feliz. Porque, a pesar de que Skull recibió el tercer disparo y terminó en urgencias, no iba a morir, y seguiría con la lucha por los que estaban en lo más bajo de las clases sociales. Lavina murió con dignidad y una sonrisa dedicada como despedida a su niño, se convertiría en la razón de muchas protestas y vandalismo, ella sería recordada como la víctima más valiosa.

Sería la razón de un gran cambio.

 

—Qué romántico eres a veces —recitaba con dificultad—. Mira que protegerme.

—Cállate y duérmete.

—¿Por qué? —susurró mientras intentaba acomodarse el respirador—. ¿Por qué no me dejaste morir, Reborn?

—Empezaste esto y quiero que lo termines —su voz jamás dejó de ser grave y seria, su rostro no perdió esa neutralidad, no dejó de ser tenebroso a vista de todos.

—Uy sí —Skull rio entre quejas porque la herida aun no sanaba—, te creo.

—Si sigues cacareando, me iré.

—Ey… No te vayas —cerró sus ojos y suspiró—, espera a que me duerma.

—No me vas a decir que tienes miedo.

—No —bufó—, ya no.

—SI dices otra estupidez, te golpearé.

—También te quiero, mocoso.

 

Fue el último paso.

Después de eso, todo el mundo supo que, de verdad, la clase alfista estaba tratando de callar todas las acusaciones. Fue el auge de críticas y saboteos. Muchos negocios turbios fueron descubiertos, la corrupción salió a la luz, se abrió un hueco para que infiltrados de filas enemigas se incrustaran en el poder.

Bastó solo con eso para que los líderes de las sombras tomaran posesión.

Hasta el punto en que el omega peón de Xanxus se hiciera de poder en la política.

Que las empresas lideradas por omegas tuvieran opción de volverse multinacionales.

Que la precursora de la educación superior para omegas creara una universidad especializada y libre.

Que las leyes se reformaran para brindar protección a omegas y betas.

La cultura alfista se quebró.

Y la lucha de todos… al fin rindió frutos.

 

—¡Somos libres!

—¡Lo somos! —festejaban algunos.

—¡Ya no hay miedo! —gritaban otros.

—¡Vamos a ser iguales!

 

Y aunque todavía faltaba eliminar la generación que creció con enseñanzas alfistas, todo parecía ir mejor. Todo era del color que debería ser.

Fue entonces que los líderes de esa revolución pudieron volver a casa.

Y en una mañana cualquiera, Tsunayoshi apareció en la puerta, cargando consigo una maleta llena de recuerdos, y mostrando una sonrisa llorosa ante la bienvenida de la familia que quería recuperar.

 

—¿Ya no te irás?

—Ya no quiero irme —sonrió antes de abrazar a su hija.

—Ya no quiero que te vayas, papi Tsutsu.

 

 

 

Notas finales:

Gracias al cielo tenía este capítulo adelantado en borrador. He estado súper ocupada y no pude escribir más, así que les dejo esto. Si mal no estoy, el siguiente es el final, así que a ser pacientes y esperarlo XD

Muchas gracias por su paciencia con todo esto.

Los ama: Krat~

 

Pd: si me olvido de detallar la vida de alguien, por favor, decirme, pa’ que no queden huecos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).