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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Ella vestía de blanco y él de negro impecable, porque actualmente ambos no calzaban en el estatus que se les había impuesto por su casta. Pero no les importaba demasiado, después de todo, eran felices así y estaban satisfechos con lo que les tocó. Porque Enma ahora era dueño de muchas cosas que le cedieron por voluntad, y Adelheid estaba reconstruyendo la única posesión que deseó conservar.

 

—Te ves cansada.

—No pasa nada —bebía su chocolate con calma, posando su mejilla en su palma derecha.

—Podemos volver a casa.

—Tal vez sea buena idea, pero quiero que al menos terminemos la cena en este lugar.

—Siento que te vas a quedar dormida en el plato fuerte —sonrió divertido.

—Si eso pasa, llama a un taxi.

—Lo haría —Enma rio bajito—, si no supiera que te pondrías a la defensiva, apenas detectaras un olor diferente al mío rodeándote.

 

Adelheid no lo discutía, no podía, ya que situaciones así se habían repetido demasiado desde su boda, así que solo cerraba los ojos y esperaba a que la risita de Enma se terminara o que la camarera les trajera su orden. Pero nadie podía decirle que ser territorial o celosa era malo, no después del calvario que tuvieron que pasar para llegar a ese punto, y de los años que les tomó concretar todo.

A veces aquella azabache alfa se preguntaba si Enma estuvo satisfecho con la pequeña ceremonia en donde unieron sus vidas, porque ella lo quiso así para evitarse situaciones indeseadas con paparazis o alguna estupidez. Pero después recordaba lo sonriente y seguro que estuvo Enma en ese día, de lo brillante y emocionado, de lo feliz que se mostraba a través de ese suave perfume que la envolvía.

 

—Te perdiste en tus pensamientos otra vez, Adel.

—Recordaba nuestra boda.

—¿En serio? —Enma solía jugar con su anillo frecuentemente, pero al tocar ese tema, parecía hacerlo por pura felicidad—. ¿Por qué?

—Por la luna de miel.

 

Sonreía ante la vergüenza de aquel omega, quien dejó de ser el muchachito inseguro y actualmente era un empresario nato, serio, culto, y decidido; porque adoraba verlo tambalear ante emociones repentinas. Dejaba su chocolate de lado, olvidaba el cansancio, y deslizaba su pierna para rozar la ajena en modo de juego, deslizando su pie en ascenso hasta un límite casi peligroso, pero solo eso, para poner a Enma en una situación complicada mientras la mesera les dejaba sus platos.

Adelheid volvió a ser esa niña juguetona que gustaba de mostrar autoridad al incomodar a alguien con cosas simples. Enma creía que eso estaba bien, porque solo ante él se mostraba de esa forma, y aunque pasara una pequeña vergüenza, después solo eran risitas cómplices y un retorno silencioso a su casa, una caminata con sus manos entrelazadas.

Más felices no podían ser.

No les faltaba nada.

Ni siquiera la dichosa marca.

Porque ya habían pasado por mucho y seguían juntos, así que separarse no era opción.

 

 

Memorias…

 

 

—Vamos —sus ojitos miraban atentamente al castaño—, es día de películas y tú también debes estar.

 

Fueron meses duros, sí, pero estaban rindiendo sus frutos, y Tsuna no podía estar más feliz. Porque era la primera vez que su pequeña Sara le tomaba de la mano y lo invitaba a la noche familiar por cuenta propia. No pudo borrar su sonrisa mientras ayudaba a preparar los bocadillos, ni cuando se le permitió sentarse en la maraña de almohadas y cojines que rodeaban el televisor de la sala, mucho menos cuando escuchó a los niños reírse por algo y sentía los dedos de Kyoya jugar con los suyos.

Lussuria ya no estaba en esa casa, así que no podía presumirle su éxito.

O tal vez lo haría en cuando se encontrara con aquel chico de nuevo.

Pero en ese momento solo disfrutó del alboroto que su pequeño Giotto armaba cuando cantaba las canciones, y de los pequeños regaños de Alaude porque quería ver la película en paz. Nadie podría entender lo feliz que fue Tsuna, cuando el pequeño rubio platinado buscó sus brazos para acomodarse cuando tuvo sueño, o cuando Sara se quedó dormida sobre su regazo.

 

—No llores.

—¿Por qué?

—Ellos podrían pensar que hicieron algo mal —Kyoya deslizó su pulgar por esa mejilla para quitar la única lágrima que se resbaló.

—Cómo podrían —Tsuna acariciaba los cabellos rojizos de su niña con su izquierda—, ¿cómo podrían? —y con su diestra, los de Alaude.

—Nunca se sabe.

 

Kyoya depositó un beso en la mejilla de Tsuna y otro en la frente del mismo, y sonrió cuando Giotto los miró fijamente sin decir algo más que quería que lo cargaran también. Los trasladaron a todos a sus cuartos, a los dos rubiecitos al suyo, y al par de pequeñas al siguiente. Tsuna besó las frentecitas de cada uno y los arropó con emoción, también soltó una risita feliz cuando Aiko le volvió a decir “mami” cuando se despidió media dormida.

No había sentido tanta emoción hace tanto.

Porque eran pasos agigantados.

Sentía que cada vez, esa familia que se vio obligado a abandonar, volvía a pertenecerle.

Por fin.

 

—Todo valió la pena —Kyoya solía reconfortar a Tsuna cuando notaba lo alterado que estaba—, nunca pienses lo contrario.

—Lo sé —se aferraba a su alfa y suspiraba.

—Ellos no se despertarán —susurró porque ya estaban en el pasillo—, vas a dormir conmigo hoy.

—No pierdes oportunidad —rio bajito.

—Y tu jamás te niegas.

 

 

Chocolate…

 

 

Peleas matutinas normales, miradas burlonas normales, un desastre en la cocina normal. Nagi ni se inmutaba, pero tuvo que explicarle el asunto a Spanner —su invitado a desayunar—, decirle que así eran esos dos a veces. Aunque últimamente eran así de “latosos” mucho más a menudo.

 

—¡Cereal!

—¡Sushi!

—¿Por qué quieres sushi para desayunar?

—¿Y por qué tú prefieres el cereal?

 

El rubio invitado empezó a reírse cuando ese par comenzó a quitarse los platos mientras se perseguían por la sala, comedor, pasillos, patio, y hasta el segundo piso. No había visto a dos adultos comportándose como niños, jamás, así que se le hizo divertido. Después solo aceptó ayudar a Nagi y a Tsuyoshi con la preparación de un desayuno para ellos, porque la pareja de la casa seguiría en esa pelea por un rato más largo todavía.

 

—Alguien debería decirle a tu hermano que los efectos del embarazo debería tenerlos el omega —Spanner no se había divertido así en años.

—Pues —Nagi suspiró antes de negar—, no. Eso es un asunto muy raro en el que no quiero entrometerme.

—Bien, si tú lo dices —suspiró divertido al escucharlos gritar a lo lejos—, tampoco intervendré.

—¿Quieres ir a pasear al centro?

—¿Es una cita?

—Sí.

—¿O solo estás harta de escuchar a tu hermano quejarse?

—También.

—Está bien.

 

Había sucedido después de todo, sí, “eso”, las doce pruebas que hicieron salieron positivas. Y se lo esperaron. Porque esos dos, sean estos Mukuro y Takeshi, eran más pareja que las mismas parejas oficiales, y ni siquiera estaban casados o compartían el mismo cuarto. Hasta Tsuyoshi llegó a regañar a ambos por lo tontos que estaban siendo al llevar esa relación tan liberal, pero el tiempo les mostró que ese par no iba a cambiar.

Fueron un desastre desde el inicio.

Así que todos en esa casa solo esperaron al día en que Takeshi tuvo un síntoma, pero se sorprendieron mucho cuando el de los síntomas fue Mukuro. Tan gracioso como sonaba. Se rieron durante días por eso, incluso Tsuyoshi, a quien ya dejó de importarle que esos dos no estuvieran casados, y simplemente se hizo ilusión por tener un nieto… o dos… Oficialmente Tsuyoshi esperaba que fueran dos, pero lo descubrirían al final.

 

—No me amas —Mukuro estaba armando el drama de siempre, acurrucado en el sofá más grande.

—¿Volvemos a eso? —Takeshi rio divertido por lo dramático extra que se puso su pareja.

—No me amas, he dicho —se giró para no mirar al azabache—. Largo, vete, déjame solo. Me voy a ahogar dormido y me voy a ver feo en el entierro.

—Me llevaré a los niños.

—¿Cuáles niños? —lo miró unos segundos.

—Ken y Chikusa.

—¡Y todavía te burlas!

 

Takeshi solía reírse mucho, disfrutando de todo ese juego que se armó desde la noticia oficial. Mukuro fingía estar llorando y se ofendía al punto de irse a la cocina, tomar lo que estuviera en el refri y le gustara, para después ir a encerrarse a su cuarto por quince minutos antes de que lo atacara un antojo y se le olvidara el drama que inició.

Todos dudaban de si ese par serían buenos padres.

En realidad, siempre lo dudaron.

Pero de algo sí estaban seguros, y es que, a pesar de que era una pareja muy rara y algo inestable, Mukuro y Takeshi demostraron que se profesaban un amor incondicional y fuerte. No decayeron ni cuando las cosas se pusieron difíciles, arreglaron cualquier discusión que tenían, jamás se iban a dormir enojados, se cuidaban mutuamente a pesar de que alguno de los dos estuviera en medio de un drama sin fundamentos —por lo general Mukuro era el de ese papel—, se apoyaban y eran cómplices incluso sin cruzar demasiadas palabras, y se demostraban cariño cuando podían y querían.

 

—¿Y no se van a casar? —era la duda de todos, pero Tsuna era nuevo en eso y cometió el error de preguntar.

—No.

—Sí.

—Ahí viene de nuevo —suspiró Nagi, a su lado Tsuyoshi rio bajito.

—¡¿Por qué no te quieres casar conmigo, pequeña y linda golondrina despistada?!

—¿Y por qué tú sí quieres?

—Va a durar mucho, así que pueden empezar a comer —Nagi suspiró mientras daba las gracias y daba su primera probada.

—Creo que evitaré hacer esa pregunta de nuevo —reía Tsuna al ver a esos dos “pelearse”.

—Herbívoro ruidoso —añadía Alaude antes de comer.

—¡Vamos, tío piña! ¡Tú puedes! —reía Giotto.

—Papi Tsutsu, ayúdame —Sara mostraba sus palillos—, no puedo usar esto.

—Papá —Aiko mostraba su plato a Kyoya— no quiero eso rojo.

—Come uno —ordenaba el azabache y quitaba los demás rábanos del plato de su hija.

—Está bien.

 

Las reuniones familiares siempre eran así de animadas y divertidas, porque todos eran diferentes, unos calmados, otros vivarachos y escandalosos, unos serios y otros molestos. Reunidos al fin, completos de verdad, tolerándose entre sí porque un par todavía tenía algunos roces que olvidarían con esfuerzo.

 

—Uuuuh… un chocolate~.

—Sí, es para ti —Nagi solía usar ese método cuando estaba cansada de su hermano y sus cambios de humor.

—Por eso te amo, Nagi~.

—Espero que el bebé no tarde en nacer —Kyoya miró a Mukuro con irritación y después se concentró en el azabache—, apresúrate.

—¡Está bien! —sonreía Takeshi en respuesta, mientras añadía otra porción a su plato, porque el único cambio que tuvo por la gestación fue su apetito.

—Eso no se pu… —Tsuna fue callado por Nagi—. Oh, ya entiendo.

—Mis nietos nacerán cuando deban nacer —Tsuyoshi hablaba emocionado.

—Pero papá, puede ser solo…

—Dije que serán dos… —amenazó— o tres…, como los tres pequeñines de aquí —para nadie era secreto que Tsuyoshi adoraba a los trillizos.

—No contradigan a papá suegro —Mukuro se volvió experto en esquivar los ataques mortales de su futuro suegro, así que no pasó a mayores.

—Me gustan las familias grandes —el mayor sonrió—, como la suya —miró a Tsuna—, espero tengas más hijos.

 

Tsuna se atoró con un fideo, Mukuro estalló en risas, los niños preguntaron si iban a tener un hermanito, y los demás solo esperaron al desenlace, porque esa reacción del castaño solo quería decir una cosa, o tal vez dos. Lo que importaba fue la risita divertida de la pareja que faltaba por arribar a ese almuerzo.

 

—Aun si lo quiere, no se puede.

—¡Adelheid! ¡Enma! —Takeshi los saludó ondeando sus manos—. Aquí están sus lugares, ya les sirvo.

—¿Cómo que no puede? —Mukuro sonrió divertido antes de mirar a Kyoya—. Es que está importante, ¿o qué? Kufufu.

 

Tsuna aún no se recuperaba cuando volvió a escupir su agua ante las risas de todos los demás, quienes esperaban sus reacciones. Había olvidado lo incómodo que era estar rodeado de gente que insinuaba cosas sobre su vida privada. No se esperó ser el blanco en esa ocasión, y no estuvo preparado para tanto.

 

—Creo que eso es un “no” —comentó Nagi sin inmutarse.

—Pero si Suzuki-san lo dice —Tsuyoshi los miró detenidamente— debe ser por una razón.

—¿Ya te quedaste estéril? —Spanner miró al alfa y después a Nagi, quien asintió—. Vaya.

—Había olvidado esa consecuencia —Mukuro bufó porque la información no fue divertida.

—No es solo eso —comentó Adel mientras agradecía por la comida.

—Adel, por favor, no digas más —susurró Enma.

—Es porque me esterilicé —Kyoya siguió como si nada, dando la información que creía conveniente para que todos se callaran—. Si la ingesta indiscriminada de supresores para omegas no me dejó estéril, la operación sí.

—¿Que tú qué? —Mukuro se quedó sin palabras.

—“Esterilizar” suena a que eres un perro o algo así —se burló Adelheid.

—¿Vasectomía? —Tsuna miró a Kyoya con sorpresa.

—Sí.

 

El ambiente se puso tenso, todos se miraron entre sí, algunos esperando que una discusión se armara, otros buscando el momento adecuado para soltar una burla, los niños no entendían nada y se concentraron en arrojar sus vegetales al suelo, y uno más estaba más centrado en su plato que en entender ese término médico nuevo para él.

 

—Vaya —el castaño hizo una mueca antes de retomar su comida.

—¿Solo eso? —Mukuro hizo un puchero—. ¿Y el drama? ¿Las lágrimas? Y… ¡Yo creí que lo ibas abandonar de nuevo! —amenazó al castaño—. ¡Dame mi drama!

—¡Mukuro-nisama! ¡Por favor!

—¡Uhhh! Huele a salsa de manzana.

 

Tsuna no tenía que decir nada, Kyoya no lo esperaba, así de simple.

Porque, así como Tsunayoshi eligió irse sin importar nada, para salvar a la sociedad que conocía; Kyoya hizo tangible su deseo de no dejar descendencia porque no la quería. Y si bien aquel alfa adoraba a sus hijos, de haberlo planeado, todos ellos hubiesen sido adoptados y no llevarían su sangre. Porque en su ADN estaban los pecados de sus ancestros y era algo que jamás quiso heredar, y ahora, ya no lo haría.

 

—Así pueden tener sexo sin miedo.

—¡Spanner!

—Todos lo pensaron, yo solo lo dije —sonrió divertido.

 

 

Noticias…

 

 

Algunas cosas cambiaban para bien, y otras para mal. Pero había pocas excepciones que se mantenían estables porque así era mejor para todos.

 

—¿Tienes idea de quién es el que está interfiriendo en los negocios?

—Sí —tecleaba con rapidez mientras veía las pantallas—, es Squalo bajo órdenes de Xanxus, seguramente.

—No ellos —Byakuran echó su cabeza hacia atrás y bufó irritado—. ¿Nunca me van a dejar en paz? ¡Sho-han! —se deslizó en su silla para protestar—. ¡Sho-chan!

—Lo siento, Byakuran-sama —sonrió divertido por el berrinche—, pero sabe que con ellos no se negocia.

—Pero, ¡Sho-chan! Íbamos a ganar ese mercado.

—Podemos competir.

—Ellos harán un juego sucio.

—Entonces tenemos que superar ese juego.

—Es que no es solo eso —Byakuran miró las pantallas—, está tu amigo, ese que salió de la nada —hizo una mueca y lanzó un malvavisco a la pantalla.

—Byakuran-sama, no haga eso por favor.

—Fuuta parece que me odia.

—Puede ser.

—Pero no lo dejaré hundirme —sonrió—. No más. Porque volveré a la cima, y tú vas a ayudarme, Sho-chan.

—Sí. Así será.

 

 

Notas…

 

 

Risas, travesuras, gritos, y colores. Los cumpleaños jamás perderían esa esencia, pero éste era especial. Porque a pesar de que cada uno tenía su vida bien trazada y alejada una de la otra, se pactó que al menos en un festejo se reuniera a todos sin excepción. Los niños eran los más felices en esa época.

 

—¡Logré traer al malhumorado! —Haru no soltaba la mano del albino gruñón con el que se casó—. ¡Aquí está!

—Odio esto —Gokudera no toleraba esas reuniones, no cuando trataba con todos esos alfas territoriales.

—No te quejes y saluda.

—No eres mi madre.

—A veces parece que lo soy. Ahora —lo empujaba—, ¡diviértete!

 

Esos dos empezaron odiándose, uniéndose por conveniencia, formando pactos, y solo se tomaron cariño a través de un tercero, de la difunta Lavina, y lamentablemente fue la muerte de ésta lo que terminó por unir definitivamente a esos dos. Porque la pérdida les dolió de la misma forma, y fue Haru el soporte de Gokudera; todo lo demás fue progresivo y ahora estaban ahí, como una verdadera pareja.

Tsuna agradecía que su amiga tuviera un final feliz.

Al igual que todos los demás.

De los que todavía tenía contacto.

Porque a pesar de que todos tenían y siempre tendrían que lidiar con sus negocios y sus problemas, hallaron un complemento, un apoyo, un lazo, y una razón para valorar. Pero no podía ponerse meditativo ni melancólico en ese momento. No. Porque era el décimo cumpleaños de su pequeño pajarillo y lo celebraría sin miedo.

 

—Con lo grande que estás —Mukuro abrazaba efusivamente a la pequeñita—, y con lo viejo que está tu papá, la alondra malhumorada…

—No le digas así —Aiko reía divertida.

—Le vas a romper la espalda, querida.

—¡Tío, Mukuro!

—Señorita de la década entera —sonreía al dejarla en el suelo—, dime que lo grabarás si eso pasa. Necesito evidencia, detalles, dirección del hospital, ¡todo!

—¡Claro que no! —soltaba carcajadas sinceras—. Porque eso no pasará.

—Me siento estafado —suspiraba—. Bien —se inclinaba para sonreírle a la chiquita—, ahora llévame a los bocadillos. ¡Quiero gelatina!

—¿Esperas otro bebé? —Aiko arqueó una ceja.

—¿Qué?

—Papá dice que comes mucho cuando esperas un bebé, aunque el de la pancita es tío golondrina.

—No —Mukuro hizo una mueca—, ¿o sí? No, no —volvió a hacer otra mueca—, mi pequeña manzanita aún tiene tres años, no es tiempo de… —se puso a pensar—. ¿O sí?

 

Tal vez Aiko no debió aprender a iniciar mal entendidos o dudas, tal y como lo hacía su tío Skull, quien la visitaba de vez en cuando, pero ella lo hacía sin intención, así que no había problema alguno. Además, era la cumpleañera, así que todo se le podía perdonar. Pero cuando se lo contase a su tío, seguro le compraría algo como premio.

 

—¡Vamos! ¡Hay flan y dulces también!

—Uh, y ¿osos de gomita?

—¡Sí!

 

Los trillizos hacían de las suyas con los invitados. Alaude siendo reservando y jugando con la pequeña Megumi, consentida del abuelo Tsuyoshi, con quien se paseaba por todos lados en busca de aventuras. Sara bailando con su tía Adelheid en medio del patio, o con quien ella eligiera al azar. Giotto riéndose a viva voz mientras presumía su nuevo atuendo de princesa de hielo junto con Lussuria mientras su abuelo lo filmaba.

Nana, Kyoya, Enma y Tsuna sirviendo las bebidas y bocadillos. Los tíos ayudando en lo que se puede, los amigos poniendo la música y actividades, todos en los suyo. Todos cediendo ante la tarde ajetreada. Todos viviendo la vida que siempre quisieron vivir. Incluso Skull y Reborn llegaron casi al final, con la misma prepotencia de siempre, con las mismas ganas de fastidiar la vida de la pareja dueña de casa, pero siendo una dulce y rápida compañía para los más pequeños. Porque mal o bien, incluso ellos formaban parte de ese concepto familiar.

 

—Hoy iremos a ver a mi mami —Aiko desfilaba su vestido nuevo, de vuelitos y brillos en los bordes—, a mi mami Liliana.

—No entiendo por qué tú tienes una mami extra —Sara miraba a su hermana mayor con extrañeza.

—No sé —hizo una mueca—, pero seguro que papá nos explica cuando seamos más grandes.

—Eso espero —dijo antes de tomar la mano de su hermana para bajar al primer piso—, porque quisiera tener otro papá. Me hace falta.

—¿Otro?

—Sí, para cuando papá Tsutsu se va a esas reuniones largas.

—Tienes razón.

—Así tendríamos quien nos cuente un cuento, y no solo esperaríamos hasta que papá duerma a Alaude y a Giotto para que vaya con nosotras.

—Sí —Aiko hizo una mueca—, ¿y si le pedimos otro papá?

—¡Podría funcionar!

 

Travesuras más, travesuras menos. Era una familia como cualquier otra, que se alistaba en domingo para ir a una visita lejana, a recordar a los que ya se fueron y a agradecer por los que aún están.

Los trillizos sabían que la señorita de la foto en el cementerio era importante, porque compartía el color de cabello con su hermana mayor. Aiko sabía que Liliana era su madre, de quien heredó muchas cosas. Tsuna sabía que aquella mujer jamás dejaría de ser importante para su esposo y su hija.

Kyoya llevaba un ramo de flores blancas, combinado con alguna de otro color, se sentaba cerca de la lápida, hablaba con su hija y luego con la memoria de su primer amor. Los trillizos y Tsuna dejaban a los otros dos solos, cediéndoles privacidad, porque era su deber.

Ya no había celos o dolor.

Solo memorias y agradecimientos.

Porque Liliana marcó un inicio y un final.

Largos paseos y caminatas, los niños jugaban como debía ser, siempre pendientes de los padres que los seguían de cerca, siendo felices y desconociendo lo feo que ayudó a darles origen. Ahora tenían siete y diez años, no sabían de rencores por abandono o añoranza por una partida sin fecha de retorno. Al fin eran parte de una familia feliz.

 

—Ahora sí puedo darte un beso.

 

Tsuna reía ante las palabras de quien lo abrazaba por la cintura antes de besarle la mejilla y después los labios, correspondía con dulzura y un poquito de vergüenza, porque las risas lejanas daban a saber que sus hijos los observaban. Nunca los besos le supieron tan dulces como en esa época, porque ya no había dolor o tragedia, y todo era felicidad y armonía.

 

—Puedes dar más que eso.

 

La sonrisa cómplice del alfa que lo elevaba del suelo un poquito para seguir besándose, las risas del castaño que se aferraba a ese cuello para no caerse, el viento suave en sus cabellos que arruinaba el momento. Las protestas de Giotto y Sara porque les dieran mimos también.

¿Qué podía ser mejor que eso?

Kyoya y Tsuna lo tenían todo.

El amor infinito que se profesaban entre caricias y besos, o entre gemidos y jadeos. El vínculo que picaba en su cuello y que los volvía dependientes de la felicidad contraria. Los lazos emocionales que se fortalecieron con cada día a partir del triunfo grupal. La riqueza que era segundaria pero que representaba la estabilidad de muchos más. La tranquilidad de saber que sus hijos serían libres de elegir su vida como desearan.

 

—Tal vez solo algo más.

—¿Qué es?

—Vuelve a casarte conmigo, Tsunayoshi.

—¡Claro que sí!

 

Porque los anillos antiguos estaban marcados por odio y rencores, manipulación y dolor. Por eso se vieron de nuevo ante los invitados y el oficial de la boda, vistiendo sus trajes más cómodos y que estaban acorde a su gusto, mirándose con dulzura cuando aceptaban esa unión, riéndose porque sus hijos les lanzaron flores, y dándose el primer beso después de un matrimonio que sí desearon. Con anillos grabados con el nombre del contrario junto a un corazón.

 

—Son tan cursis a veces.

—Creo que se lo merecen.

 

El apogeo de su felicidad, los festejos múltiples, la noche que decidieron tomar como suya mientras admiraban las estrellas en el cielo y se susurraban que en verdad se amaban. Les costó tanto ese momento que les supo a gloria. Porque ya no había opiniones extras que contaran y solo eran ellos dos ante lo que consideraban su dichoso paraíso.

 

—Porque te amo, Kyoya.

—Yo te amo más, Tsunayoshi —un beso más entre la luz de las velas—, tanto que es una locura.

 

Risitas mientras jugaban entre las sábanas, caricias cuando se rendían al cansancio y se refugiaban en el calor del contrario, suaves susurros antes de quedarse dormidos, y la total seguridad de que eso seguiría así por siempre.

 

—Porque algunos están destinados a encontrarse.

—Porque son pocos los que están destinados a amarse.

—Porque solo pocos pueden decir que el amor es una locura.

—Y porque solo unos pocos pueden decir que encontraron a su todo.

 

 

FIN.

 

 

Notas finales:

 

¡Qué hermoso es terminar un proyecto de años!

Y si tardé un poquito en darles esto, es porque eran demasiados detalles y apenas me inspiraba los relataba de a poquito. Quería que quede tan decente como en mi imaginación. Y, aun así, creo que me faltó un poquito.

¿Faltaron detalles? Porque podría explicarlos vía comentarios o algo en un capítulo extra. Pero como ya no forman parte de la historia principal, solo serían como curiosidades. ¿Qué opinan?

De todas formas, dejen sus incógnitas aquí àß, yo las responderé.

Si me animo a un extra de detalles, o si decido responder en comentarios, les daría aquello el fin de semana o la siguiente. Como la historia ya terminó, no creo que les urja eso. XD

Krat les agradece por el apoyo brindado, el hecho de que leyeran hasta el final.

No saben lo mucho que eso significa para mí.

Les deseo lo mejor.

Mucho amor y besitos.

Fuerza para la nueva realidad.

Con amor…

Se despide, su querida autora: Krat~

 

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