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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Hibari no tardó en deducir la artimaña de su padre, es más, apenas sintió la oleada de cambios sin control en su cuerpo lo supo. Maldito fuera Fon por llevarlo a eso. Enfrentarlo no serviría de nada, así que una simple llamada lo aclararía todo.

 

 

—Tuve que hacerlo. Es una medida desesperada para que te quedes en esta ciudad, Kyoya. Necesitamos llegar a un acuerdo —Le colgó sin decirle nada más pues ya no tenía algo hiriente que decirle a Fon.

 

 

Su padre le inyectó algo, un suero experimental seguramente, no sería la primera vez que hacía eso, pero en esta ocasión era un poquito diferente. Los supresores no regularon muy bien el adelanto de su celo, además, la eficiencia para mantener su cuerpo libre de los efectos segundarios por la carencia de un lazo no duraba las dos semanas que debía, eran efectivos hasta máximo tres días y empezaban los malestares de nuevo. Esa cosa que le inyectaron debía ser algo parecido a un “antídoto” o una droga de dependencia. Sea lo que fuera, ahora no podía irse de Namimori, al menos no hasta que su cuerpo dejara de tener esos ataques de ansiedad. Debía “curarse” de lo que sea que le hizo su padre y para eso necesitaba tiempo para investigar, contrarrestar y al final curar definitivamente su cuerpo.

Aceptó proteger a esos malditos herbívoros porque simplemente así le daría gusto a su padre y lo mantendría distraído unas semanas. Si Fon habló con esos omegas de seguro les saco información, así que por ahora les daría gusto a todos: sería el salvador y obediente hijo del momento. Si se aburría se iría, cuando llegara el momento desaparecería, apenas se curara tomaría de nuevo su rumbo y se perdería por las calles desoladas tal y como lo hizo hasta ahora, sólo le tocaba esperar un poco más de lo acostumbrado.

 

 

—Necesito posada —llamaba a uno de sus aliados, al más cercano, al que definió como amigo y de los pocos que conservaba

—Kyo-san —sorprendido, estaba claro— le prepararé el departamento. Sólo dígame en qué ciudad se encuentra y me trasladaré enseguida

—Namimori —gruñó por el dolor que cursó por todo su cuerpo ya que seguramente el sedante y medicamentos ya perdieron efecto total

—Mandaré a alguien para recogerlo. Sólo deme su ubicación, Kyo-san —así de eficiente era Kusakabe Tetsuya, un beta al que dejó a su servicio desde hace mucho tiempo en una ciudad diferente a esa porque también tenía a otra persona a la que cuidar de lejos, aunque ella no lo necesitaba demasiado

—Sólo apresúrate, herbívoro

—¿Está herido, Kyo-san? —no ignoró el extraño jadeo a través de la línea

—Hum —colgó, no quería nada más. Sólo bastaría con mandarle sus coordenadas y ya

 

 

Días…

 

 

Tsunayoshi reunió a todos sus amigos el mismo día en que casi fue marcado, incluso todavía estaba algo asustado. Miraba a todos en su habitación pues tenía que contarles lo que pasó en el hospital y de paso verificar que I-pin estuviera bien, sin marca alguna. Cuando terminó claramente notó que estaban temerosos, incómodos o indignados, pero concluyeron en lo mismo: no tenían opción. Lo discutieron durante horas, pero siempre llegaban a la misma conclusión: necesitaban a ese alfa. Ya habían desperdiciado casi una semana más y eso significaba que cada vez estaban más cerca del celo de Haru. La propia castaña cedió entonces, aceptando el riesgo que conllevaba el depender de un alfa que al parecer podía salirse de control cuando menos pensaba.

La espera por el día indicado fue dura, pero Tsuna reunió valor y acudió al lugar. Las fechas de todos anotados en un papel en conjunto con sus números telefónicos, incluso sus direcciones para facilitar la localización en el día indicado. Estaba nervioso como nunca porque obviamente tratar con alfas no era su estilo y ceder esa información preciosa era un riesgo demasiado grande.

No tenía miedo de que le hicieran daño, tenía miedo de que ese hombre no llegara.

 

 

—Herbívoro —Tsuna saltó del susto cuando lo escuchó detrás de sí y aun así se mantuvo serio

—Aquí están las… —pero no pudo terminar de hablar porque el otro le quitó las hojas de un jalón y las revisó con rapidez

—Dos cerca… en total ocho —bufó mientras se guardaba la información en su chaqueta—. Estaré allí para la primera fecha. Misma condición: 24 horas exactas —dijo alejándose a paso constante

—¡Hibari-san! —habló— ¿Está usted bien? —se atrevió a seguirlo, quien sabe por qué, tal vez porque se sintió culpable de las palabras que le dijo a ese alfa la vez anterior

—Largo

—Siempre está solo y se escapó del hospital… estoy preocupado —insistió

—No seas hipócrita —se giró para verlo un momento—. Lo único que te preocupa es que yo llegue y salve a tus amigos

—Me preocupa eso —se apuró para colocarse en frente de ese azabache y mirarlo detalladamente—, pero también usted. No soy tan maldito como para olvidarme del bienestar de otros

—¿Compasión? —frunció levemente su ceño— No deberías… ¿Acaso no dijiste que me merecía estar solo y desdichado?

—Lo dije en un momento de furia. Usted debe tener razones para ser como es

—Poco me importa la compasión de los demás —lo miró con asco antes de proseguir con su camino—. Concéntrate en lograr que esa mujer llegue pura a la hora pactada

—Hibari-san

—Pero no te aseguro quedarme para proteger a todos —no lo miró siquiera—. Si tengo que irme, me iré. Si no siento interés, desapareceré sin aviso

—Hibari-san —suspiró. Por un momento vio soledad y dolor en esa mirada, sólo fue un instante, pero lo apreció—, ¿qué le pasó? —sin embargo, su susurro murió en el aire porque ese alfa desapareció entre la gente circulante

 

 

Tsuna se quedó en ese lugar por un rato pensando en las cosas que dijo la vez anterior. Dudas le llegaron a su mente y con ello preguntas específicas: ¿sería en serio eso de los supresores? ¿Hibari los necesitaba? ¿Para qué? Todo eso quedó en segundo plano cuando recordó que tenía que regresar a casa. Debían empezar a planear la estrategia de huida para Haru, además de tal vez pedir ayuda a un alfa más si es que tenían alguna oportunidad

 

 

Mandato…

 

 

—¿Qué quieres, Fon? —susurraba desde el otro lado de la línea. Voz ruda, dura y enfadada

—Ayúdame con un asunto

—¿A quién quieres que mande?

—A él —susurró con desagrado—. Sólo mándalo, te aseguro que la situación por aquí es interesante y necesito ayuda

—Dame el nombre

—Si lo mandas a él, lo reconocerá en seguida

—Creo que ya sé a quién quieres joderle la existencia —risa trémula, bajita, irónica

—Sólo has lo que te digo

—Todo por el clan

 

 

Fon suspiraba al ver el teléfono entre sus manos y el nombre del contacto que no dictaba más que un código de número primos, se mordía el labio, suspiraba, pero esperaba que al menos esa estrategia que no quiso usar antes le rindiera frutos. No tenía opción pues el tiempo se le agotaba ya que lo que usó para mantener a Kyoya en esa ciudad perdería efecto en tres meses, eso si es que su hijo no hallaba el antídoto antes, por así decirlo.

Era un padre desesperado, en eso se justificaba cada acción realizada.

 

 

Él…

 

 

Kyoya miraba el paisaje silente desde la ventana de la casa que se convertiría en su hogar por un tiempo. El dormitorio era agradable, no tenía nada más que una cama, una mesa de noche y el armario, pero era su estilo. Kusakabe solía tener en cuenta sus gustos simples cuando de acatar sus órdenes se trataba

Esperaba. No tenía otra cosa que hacer por el momento

Ya había hallado el lugar donde se hospedaba Liliana, es más, encontró el nuevo lugar al que se habían mudado desde hace menos de una semana. Kato era idiota si pensaba que sería fácil esconderse, al menos no lo sería si es que Fon se involucraba. Por el momento no quiso visitarlo para molerlo a golpes y desquitarse, porque también verificó el estado de Liliana y en verdad estaba esperando un cachorro. No quería darle una situación difícil que la afectara en el embarazo, por eso, solo por eso, Kato respiraría salud durante unos meses más

 

 

—Kyo-san —golpes en la puerta de la habitación, a veces olvidaba que ese beta podía ser así de sigiloso, aunque no era como si lo considerara una amenaza y era el que proveía su casa de lo necesario para la subsistencia

—¿Qué sucede?

—Hay movimiento sobre una persona que a usted puede interesarle

—¿Quién?

—Su padre —ignoró el gruñido que le advertía de su equivocación, no se aterró, por el contrario, se recriminó porque olvidó que esa palabra no debía ser usada—. Me disculpo y corrijo, es sobre Fon

—¿Qué hace el viejo?

—Viajará, es más, ahora mismo acaba de salir de la mansión hacia el aeropuerto

—¿Has conseguido el antídoto? —no le interesaba Fon por el momento

—No —suspiró—. Al parecer nuestro infiltrado en la farmacéutica no ha logrado encontrarlo, además, lo han transferido a otro departamento

—Sácalo de ahí, Fon ya se dio cuenta —debió imaginarlo, después de todo, su padre no era idiota. Seguramente el infiltrado cometió algún fallo que llevó a una inspección minuciosa y por eso su traslado

—Lo haré, Kyo-san

—Una cosa más —miró la tira de pastillas en su mesita de noche, ya no tenía ninguna—, ¿los supresores siguen siendo expendidos?

—Sí —al menos Fon pareció reconsiderar su amenaza

—Necesito más

—Le traeré una cantidad considerable para que dure unos meses

—Hum —miró a su subordinado y chasqueó la lengua—. Si tienes algo que decir, sólo dilo

—Me preocupa

—¿Es todo?

—Nada más —Kusakabe sabía que ir en contra de los deseos de su jefe no era sabio, además, comprendía los conflictos del mismo y por eso no renegaba tanto sobre el accionar de Kyoya — con su permiso, Kyo-san

—Intenta meter a otra persona como infiltrado, pero no superes ese número o Fon sospechará más rápido

—Como ordene

—Por cierto —miró el cielo oscurecer—, alista a cinco de tus hombres, mañana se cumple el plazo de esos herbívoros y tenemos que ir.

 

 

Pidió ayuda, un recurso extra, lo hizo porque no estaba seguro de cuanto duraría los supresores que llegaran hasta sus manos. Su cuerpo estaba infectado y por eso a veces perdía el control sin pensarlo, no quería arriesgarse a demostrar debilidad. Era sabio prevenir ante cualquier contratiempo

Hibari disfrutó del descanso, horas largas en donde reposó su cuerpo y su mente, y cuando la hora se acercaba tomó dos supresores para cerciorarse de soportar el tiempo suficiente. Suspiró cansado porque se hacía a la idea de que se enfrentaría a los mismos alfas de la vez anterior, o tal vez la chica ni siquiera pudo haber aguantado, como fuere, se trasladó al lugar pactado sin prisa, detallando el paisaje detrás de la ventana del auto que Kusakabe conducía mientras él se perdía en su mundo

Imaginaba el rostro de Liliana cuando eran apenas unos mocosos que asistían a segundaria, recordaba la risa tonta de la chica que se avergonzaba por no poder ser lo suficientemente atlética, divagaba en las escenas perdidas en sus memorias, centenas de pláticas con ella en la que imaginaban una sociedad pacifista en donde los omegas no tuvieran que ser la parte baja de la pirámide.

Era estúpido recordar eso que sólo se hallaba en el pasado y provocaba un nudo en su pecho, pero al menos así se distraía un rato.

 

 

—Hemos llegado, Kyo-san

—¿Los otros?

—Son cuatro, han estado en el perímetro de la zona sin intervenir como usted pidió

—Hum

 

 

Salió del auto frunciendo levemente el ceño porque el claxon de otro vehículo cercano estropeó su silente llegada. Ignoró lo demás y caminó a paso calmo a través de las calles mientras empezaba a detectar los aromas que rodeaban el sector. En su cabeza fijaba la imagen de la chica que debía ayudar, la tal Haru Miura, a la que buscaría desde ese momento para poder cumplir con su palabra.

Era una pérdida de tiempo

No tardó mucho en reconocer el aroma del primer celo entremezclado con al menos cinco hedores más fuertes correspondientes a los alfas que la perseguían. Suspiró cansado cuando llegó a una intersección y detectó al menos cinco rutas con la misma asquerosa fragancia, era de estúpidos usar una estrategia anterior, pero qué más daba, a él le daba igual lo que esos chiquillos hubiesen hecho. Se fijó en el aroma más potente, siguió aquello, vio como el sol caía de a poco ya que era media tarde.

Pero algo raro ocurría.

A su nariz llegó un aroma que le hizo tensarse levemente y sentir esa extraña necesidad de arrancarle la garganta al dueño de ese caminito de feromonas. No lo reconoció inicialmente, pero cuando siguió el rastro por un poco más de tiempo lo hizo. Era un conocido, un estúpido herbívoro que le hacía hervir la sangre con sólo recordarlo. Cómo lo odiaba. Y si estaba ahí sólo significaba: agriera

 

 

—Maldita molestia —gruñó por lo bajo antes de ignorar la ruta que siguió y encaminarse al lugar correcto. No estaba tan lejos

 

 

Ni siquiera se preguntó qué hacía ese italiano ahí, es más, pensó en que jamás lo volvería a ver desde la última pelea que tuvieron, pero ese aroma no podía pertenecer a alguien más. Suspiró pesadamente mientas revisaba su reloj y verificaba que faltaba media hora para actuar. Con pereza ingresó a una casa cuyas ventanas estaban rotas y vio a una figurilla escapar corriendo por la sala hasta las escaleras. Seguía sin marca, así que faltaba poco

 

 

—¡Hibari-san! —suplicó Haru cuando giró levemente verificando que su perseguidor no la alcanzase y diferenció la cabellera negra y el porte elegante de ese sujeto

—Faltan veinticinco minutos —dijo sin mirarla mientras se acercaba al sofá libre y se sentaba—. No te alejes

—¡Pensé que me iba a ayudar!

—Mejor corre —ni siquiera miró al alfa que estaba a tan solo dos metros, si no mal recordaba era uno de los que venció la vez anterior.

—A ti, te enfrentare después —lo amenazaron, pero no valía la pena ponerle atención.

 

 

No era el héroe de nadie. No era piadoso. No quería serlo. La vida ya lo maltrató, entonces que siguiera maltratando a los demás si es que quería, él no iba a interferir porque cada vez que lo hacía las cosas se ponían peor; sino que le preguntaran a su tía, la que estaba enclaustrada en una mansión para jamás volver a salir porque su alfa era un celoso posesivo. Mentiría si dijese que no la extrañaba, después de todo ella se parecía a su madre y era el último lazo que tenía con esa parte de su familia, pero ya cometió errores y debía asumir consecuencias

A veces desearía olvidarse de todo hasta ese momento, pero no se lo merecía.

Escuchó los gritos en el segundo piso, incluso vio a uno de esos chiquillos entrar desesperado con bate en mano seguramente para ayudar a su amiga; Kyoya sólo bostezó mientras revisaba de vez en cuando el reloj. Ignoró las súplicas, los ruidos de cosas rompiéndose, la voz de mando, al otro alfa que se acercaba con rapidez y a quienes bajaron la escalera para esconderse en otro lugar de la casa, incluso ese herbívoro castaño llegó junto con un pelirrojo y un albino gritón. No le interesaba

 

 

—Mira quien muestra su cara después de… ¿dos años? —y ahí venía la agriera

—Hum —Kyoya frunció su ceño antes de elevar la mirada y toparse con esos ojos verdes y ese cabello platinado— herbívoro

—Friki de las peleas —saludó con un gesto fastidiado antes de dar otra bocanada al cigarrillo

—¿Qué quieres?

—Escuché un rumor, vine a ver qué era

—Hum —verificó que faltasen diez minutos y decidió levantarse

—¿Por qué los estas protegiendo?

—¿Quién te dijo eso?

—Un alfa de por ahí

—Mentiras —le dio la espalda y se encaminó al patio, esos omegas seguramente saltaron a la casa contigua y tenía que seguirlos

—Entonces puedo ir por ellos —afirmó sin mucho entusiasmo

—Pensé que tenías preferencias específicas con los omegas

—Las tengo —el de ojos verdes iba a la par con el azabache, saltando el muro y caminando hacia el lugar donde el aroma se volvía casi asfixiante—, pero si proteges a esos omegas quiere decir que deben tener algo especial y quiero verificar

—Piérdete, herbívoro

—Ni lo pienses —ambos cruzaron la puerta trasera de aquella casa y sin mucho esfuerzo vieron a los omegas que mantenían a la chica castaña en una esquina, recostada, siendo sujeta para que no se alejase de ellos— y por si no lo sabes, necesitamos un omega si queremos independencia

—Perdedor

—Maniaco suicida —el recién llegado repasó con la mirada a los presentes—. Son ellos, ¿eh? —frunció su ceño y apretó su tabaco

—No hagas estupideces, italiano

—¿Me detendrás si me llevo a uno? —señaló a una de sus posibles presas

—No —Hibari ignoró el pánico y reproche que le llegó por medio de las miradas impactadas de los que trataban de proteger a su amiga—. Haz lo que se te venga en gana

—¡Como puede decir eso! —recriminó Takeshi y los demás sólo apretaron los dientes

—Desde ahora esa niña es mi protegida, el resto no me importa —dictó Hibari mientras sacaba una tonfa y amenazaba al italiano

—Eres un demente, Kyoya

—Y tú un inútil, Hayato

 

 

¿Qué hacer en esa situación? En eso se debatían los cuatro omegas que estaban ahí a merced del alfa recién llegado. Hibari había dictado su juicio, así que se separaron de Haru y ellos, en grupo, intentaron llegar hasta el pasillo que daba a la entrada de esa casa. Tenían miedo, no sólo porque estaban a merced de un extraño que parecía alguien con lo suficiente control como para ignorar a Haru y seguirlos con la mirada, sino porque fuera de esa casa estaban al menos dos alfas que les juraron darles una lección por la afrenta.

Pensaron que Hibari los iba a proteger a todos, pero de nuevo sus esperanzas fueron demasiado altas y la realidad era completamente diferente a lo que imaginaron.

Se escuchaban los jadeos y gemidos de Haru, las respiraciones agitadas de Enma, Tsuna, Squalo y Takeshi, los pasos firmes de Hibari quien se disponía a cargar a la castaña y llevarla a su hogar. Era horrible el silencio que expresaba ese alfa de cabellos platas que terminaba su cigarrillo

 

 

—Bien, bien —al final habló y los omegas dieron dos pasos hacia atrás analizando qué tan rápido correr—. Mi padre me ha estado fastidiando para que escoja una pareja decente

—Pensé que ya tenías una omega —añadió Hibari

—No me sirvió —bufó antes de acercarse con cautela hacia los omegas que elegían entre murmullos quien escaparía primero, siendo Enma y Takeshi los que salieron corriendo—, así que vine por otro

—No vayas marcando a cualquiera entonces, herbívoro estúpido

—Me lo dice quien casi llega a los treinta y nunca ha formado un vínculo

—Elige uno y sé fiel

—Si no cumple mis expectativas será desechado —no era raro hallar alfas así, pero seguía siendo repulsivo y más si eras un omega a su merced

—Por eso te odio —masculló el azabache con la omega en brazos y encaminándose al patio

—Yo te odio más, Kyoya —masculló—. No sabes cuánto —tiró la colilla encendida al suelo antes de saltar en contra de los omegas

—¡Squalo! —Tsuna sintió pánico

—¡VOOIII! ¡Ya lo sé! —mostraban los bates en sus manos. Decididos, intentaron golpear a quien se lanzaba contra ellos, pero no dieron en el blanco

—Sabes, Hibari —en el último momento Hayato había saltado para alejarse de los muchachitos y se giró hacia el azabache—. Decidí que esa omega —apuntó a la castaña— será la que me llevaré

—Piérdete —ya sabía que eso iba a pasar

—Por algo la proteges, ¿no? Entonces me la llevaré

—Largo, herbívoro —saltó a la pared divisoria y miró al italiano de refilón

—No me niegues que disfrutas de una buena pelea —sonrisa de lado, mirada altanera

—Hum

—Empecemos entonces

 

 

Por eso no se llevaban bien. A pesar de que se conocían desde aproximadamente diez años, jamás lograron estar por más de dos horas en la misma habitación. Tenían pensamientos muy diferentes, misiones opuestas y formas de ataque incompatibles. Cada que se reunían era una lucha sin fin, destrozos y heridas. Mas, por primera vez Hibari evitaría un enfrentamiento de frente porque primero debía poner a salvo a la mujer que llevaba en brazos, sin embargo, después de dejarla con sus padres la pelea se volvería en serio

 

 

—¿Has visto eso? —de lejos una voz resonaba suavemente

—Sí, ni-sama

—¿Crees que deberíamos ayudarlos? —la muchacha a su lado negó suavemente— Es verdad, esperemos y disfrutemos del espectáculo, Chrome

—Como diga

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Krat se ha inspirado este día, así que les tengo el capítulo. A mi parecer un poco suave, pero un tanto decente. No me detendré en muchos detalles, así que creo que avanzaré con rapidez. Eso creo. Pero conmigo nada es seguro, así que estas notas finales no tienen sentido XDDDDD

Ok ya.

Krat ama a sus lectores~

Muchos besos y abrazos~


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