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Locura por mi todo por 1827kratSN

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Miraba el horizonte que lo acunaba cuando la tarde se convertía en una pintura llena de tonos anaranjados. Lo habían solicitado especialmente para ese día y sólo por eso dejó a la piña inútil a cargo de los omegas a los que “cuidaba”, aunque le costó mucho decírselo; claro que fue más fácil decirle a Chrome para que ésta pasara el mensaje, así que no le importó demasiado después de todo. Pero ahí estaba, de nuevo subiendo en el ascensor para ir a la oficina de su padre y quitarse esa estúpida citación de encima

Un saludo miserable, la sonrisa siempre presente en ese rostro que reflejaba el suyo -pero con más madurez-, una pila de papeles y otra de carpetas, una charla que trataba de apaciguar la tensión que siempre había entre ellos, y Kyoya mirando con desinterés mientras jugaba con un pastillero en su mano oculta en el bolsillo de la chaqueta. Había que reconocer que Chrome solía darle las cosas que necesitaba cuando era preciso, esos supresores le cayeron del cielo pues sus dosis se estaban agotando ya que aún no hallaba la cura a sus malestares incrementados

 

—¿Me estás escuchando, Kyoya?

—Sabes que nunca lo hago —no le iba a dar el gusto de complacerlo, aunque fuera sólo con unas miserables palabras

—Bien —un suspiró pesado abandonó los labios de Fon mientras empujaba la pequeña pila de carpetas hacia su hijo—. Son estas. Analízalas y dime tu respuesta

—¿Qué quieres que haga con ellas? —miró esas cosas con desinterés

—Examínalas… a fondo

 

Kyoya tomó una de esas carpetas y analizó el contenido tratando de tragarse las ganas inmensas de quemarlas o lanzarlas por la ventana, debía permanecer en calma porque aquello era una negociación. Se fijó en la mujer de la portada, una omega delgada de ojos rojizos y cabello negro, nada interesante que saber, sólo fingió estar leyendo los datos adjuntos. Tomó otra carpeta y vio a una alfa, revisó dos más y se presentaron una beta y un omega masculino; se fijó al menos en que cada uno de ellos era hijo de un empresario o simplemente de una familia rica con la que seguro su padre tenía contacto.

Predecible.

 

—Tómate tu tiempo —sugirió Fon quien entrelazaba sus dedos sin perder de vista cualquier mínima expresión dada por su hijo

—No —lanzó la carpeta a la pequeña pila y frunció sus labios antes de repetir aquello con mayor acentuación—. No

—Si las revisas todas y al menos me das una opción que te agrade… te daré la cura para aquel virus que está alterando tu cuerpo y su metabolismo —ofreció sin vacilar pues con Kyoya tenía que ser directo, aunque había que admitir que jamás pensó que su hijo se resistiera a marcar a uno de esos dos omegas que dejó en el hospital. Fue decepcionante saberlo

—No quiero a ninguna pareja ni ahora ni en un futuro

—No tiene por qué ser uno de estos —señaló las carpetas que escogió con empeño minucioso—, puedes presentarme tus propias opciones y yo las verificaré

—Sólo quieres algo para calmar tus ansias porque yo muestre interés en un matrimonio, ¿o sólo quieres usarme como medio de enlace con una empresa que te beneficie? —lo miró con seriedad—. Si es así solo dime quien te interesa más y diré que esa fue mi “opción”, Fon

—Kyoya, por dios —pasó sus dedos por la larga trenza hasta posarla por sobre su hombro y pecho—, sólo estoy pensando en ti

—¿Cuántas carpetas quieres para que me des la medicina?

—Tres

—Bien —Kyoya tomó tres carpetas al azar sin mirarlas y las lanzó al escritorio de su padre—. Estos. Ahora dame la cura

—Kyoya, así no funciona esto… lo único que quiero es tu bienestar

—Entonces quema estas carpetas

—Y si… —respiró hondo, mirando a su hijo de frente y alagando un silencio—. Si quieres a uno de los omegas a los que cuidas, lo aceptaré mientras verifique que está en buenas condiciones de salud y que sus parientes…

—Dame la medicina —amenazó tras golpear el escritorio de su padre con su puño—. Tienes las tres malditas carpetas, ¡ahora dámela!

—Kyoya

—¡Ahora!

—Una semana —lo miró con seriedad sin inmutarse por ese tan predecible mal carácter y mirada afilada—. Te daré una semana para que revises esas carpetas, también será aceptable me entregues un análisis de esos omegas a los que cuidas o de cualquier otro. Quiero que lo hagas a conciencia y los examines como una posible pareja

—No

—Y sólo después de eso te daré la cura —finalizó mientras acomodaba las carpetas nuevamente

—Sólo toma esas tres capetas, Fon

—Quiero ver un informe tuyo y no es válida cualquier tipo de trampa. Conozco exactamente tu forma de pensar, el cómo usas las palabras o lo que analizas en una persona, así que sabré si lo hiciste tú… Sólo así te daré lo que tanto quieres, hijo

—Eres un maldito fastidio

—Sólo quiero…

—Forzarme —dictó mientras se levantaba y tomaba las carpetas a regañadientes. Aceptaba su derrota pues necesitaba la cura para esos horribles malestares—, lo has hecho siempre, así que deja el cuento del buen padre, Fon

—Kyoya —quiso discutir, hacerle entender que no era como lo pintaba… pero no había forma

—Lo haré porque en verdad estos problemas en mi salud me tienen hasta la coronilla… quiero volver a mi rutina normal

—¿Ha empeorado tu salud? —preguntó angustiado, al punto en que rodeó su escritorio y quiso detener a su hijo para él mismo verificar

—Eso no te incumbe —gruñó por lo bajo antes de darle la espalda y alejarse con prisa.

 

Kyoya bien sabía que había ocasiones en donde ceder ante los caprichos de su padre era conveniente, esta vez era una de esas porque después de esos largos días de pelea con Gokudera sentía que su cuerpo se debilitaba más y más. No podía darse el lujo de acelerar el proceso metabólico de los supresores en su organismo.

Lo que haría sería analizar esas carpetas, escoger tres, darle el gusto de una mínima esperanza a su padre y desaparecer otra vez. Listo, eso sería todo. Ya no tendría nada que ver con esos omegas fastidiosos, poco le importaría tener más odio sobre sus hombros y a la vez se libraría de ser tachado como un símbolo de esperanza. Esas miraditas eran… asquerosas y definitivamente no quería sentirlas por más tiempo

Suspiró cuando se sentó en medio de un parque y vio las quince carpetas delgadas que metió en una bolsa de papel, no necesitaba siquiera abrirlas para saber que había alfas mujeres, betas mujeres y omegas de ambos sexos que analizar. Su padre era un tanto exigente en cuando a géneros en ciertas clases específicas, en realidad todos los alfas importantes en su círculo social lo eran; era como una regla que debían seguir. Hasta pensó en añadir la carpeta de un alfa macho sólo para molestar a Fon, pero eso sería contraproducente como la última vez en donde se metió en un lío con la clase alfa dominante en esa ciudad en donde lo tenían definido como anarquista. Tuvo que detener eso porque el otro alfa también tuvo problemas y la verdad involucrar a alguien más en sus líos no le gustaba

Cuando volvió a su rutinario “trabajo” se encontró con la piña menor esperándolo a unas cuadras cerca; a veces admiraba la constancia de esa niña, pero en otras era completamente agotador. Lo único bueno que tenía Chrome era que su silencio era agradable y los pasos acompasados con los suyos no le generaban problemas.

 

—Hibari-sama —Kyoya la miró en señal de que continuara—, ¿va a aceptar un matrimonio arreglado? —claramente la decepción en esa mirada se notaba. ¡Genial! Más líos emocionales con los que lidiar

—No

—¿Es algo relacionado con su padre?

—Sí —se notaba que la chiquilla quería saber más, después de todo las capetas eran llamativas y bien conocidas por los alfas de los clanes de sangre puras porque un arreglo para la unión de familias era muy común—. ¿Qué quieres saber? —preguntó cuándo se cansó de ese incómodo silencio

—¿Me consideraría… una opción? —directa, con vergüenza y voz susurrante, pero valiente después de todo. Una alfa de tan sólo dieciocho años que ya vio la realidad de esa sociedad y se aferraba a lo que ella consideraba la luz en la oscuridad, eso era Chrome, sin embargo, Kyoya jamás se consideró la “luz” de alguien y jamás lo haría

—No —Hibari nunca quiso darle expectativas ni ilusiones falsas a esa niña, se podría decir que la apreciaba un poquito

—¿Por qué? —angustiada apretaba los volantes de su falda y agachaba la cabeza para centrar su vista en la calzada

—Tú lo sabes, así que no preguntes más, Chrome

—Al menos… sólo por ayudarlo —sostuvo la manga del mayor mientras caminaban—, ¿puede elegirme como una posible opción? Aunque sea sólo una mentira

—No lo haré —el azabache se detuvo frente a la casa que correspondía, sintió que lo soltaron y él suspiró— porque sería hundirte en mis problemas

—Pero… —sus ojos que compartían heterocromía con su hermano mayor brillaban por leves lágrimas que se negaba a soltar porque no quería verse débil

—Así que el idiota de mi padre tenía razón —siempre era inoportuno. Ahí estaba Mukuro sonriendo de lado, burlándose de la vida misma o fingiendo hacerlo—. Te obligarán a elegir opciones, alondra

—Qué te importa —Kyoya frunció su ceño

—Puedo odiarte demasiado —el de mirada heterocroma introdujo su mano entre su chaqueta y mostró una capeta semejante a las que Hibari llevaba en una bolsa—, pero hago todo para ver una pequeña y hermosa sonrisa en la carita de mi querida hermanita. Así que… —extendió aquel objeto con una mirada amenazante —colócala en ese grupo y más te vale que la elijas como una opción

—No lo haré —lo ignoró antes de pasar de largo y mirar a Kusakabe parado en la puerta, esperándolo como debía ser

—No seas idiota —Mukuro siempre hacía escándalo con esos temas—. ¡Mi pequeña Chrome es la mejor opción a escoger! —con agilidad introdujo la carpeta en la bolsa

—Largo, ya no eres necesario aquí —Kyoya no sacó aquella carpeta y sólo entregó la bolsa a Kusakabe quien se encargaría de lo demás. Así zanjó aquel tema desagradable.

—Eso haré… porque ya estoy cansado de lidiar con esos hormonales —Mukuro rodó los ojos al recordar las interminables miradas de odio de Squalo y los susurrantes pedidos de los omegas en celo—. Vamos mi pequeña Chrome, iremos a comer en una linda cafetería del centro

—Gracias —susurró la jovencita antes de dar una reverencia a Kyoya y proceder a caminar junto a su hermano

 

Nada. No era nada bueno. Kyoya no quería involucrar a más personas en ese lío, pero era necesario. Lo sabía. Tres de esos individuos descritos en esas carpetas lo acompañarían a lo que sería un hostigamiento y presión para aceptar un matrimonio; y, por lo que su padre insinuó, no sólo ellos… sino los nueve omegas que supuestamente iba a cuidar también estaban siendo considerados para incluirse a una lista negra que Fon manipularía a su antojo. Sin más… Kyoya sabía que debía terminar con eso y pronto

Esperó a que el celo del muchachito de ojos verdes pasara, alistó sus cosas, dejó que Hibird se posara en su cabeza, agradeció a los padres de Miura por la hospitalidad y simplemente se fue. Desapareció. Ni siquiera los miró, tampoco confirmó algo sobre el siguiente celo de esos niños. Tomó su nuevo auto y se alejó sin mirar atrás tal y como había hecho innumerables veces

O eso creyó.

 

 

Amenaza…

 

 

Corrían como lo habían hecho ya dos veces, casi tres, durante ese periodo de esperanza que los había embriagado. Tenían fe en que volverían a salvarse, que aquel hombre llegaría como las anteriores veces, que incluso le sonreirían en la bienvenida. Llevaban ya doce horas, pero algo estaba pasando, algo que no vieron venir y que era hasta irónicamente gracioso: quienes los perseguían no sólo eran los alfas de las zonas cercanas, sino que habían llegado más desconocidos

Eran ocho los que cazaban al omega en turno como a un conejito. Era el celo de Irie y las semanas habían pasado demasiado rápido. Se concentraban en combatir a los alfas, Squalo había ganado fuerza en los últimos tres meses debido a que se acostumbró al aroma de los alfas así que era su principal defensa al igual que Yamamoto, ambos a pesar de ser omegas mostraban ciertos beneficios dados por su afición al kendo y al béisbol que practicaron desde pequeños.

Pero había algo que hacía de ese día diferente a los otros: los perseguidores los llamaban a todos como los “anfitriones” y a Irie lo denominaban como “el diamante en bruto”

Era raro. A eso debían sumarle a Gokudera quien rondaba las cercanías, y si bien no se esforzaba en perseguirlos, los miraba con una sonrisa que no auguraba nada bueno. Era como si esperase que las 24 horas pasasen y hubiera analizado todos los trucos que tenían bajo la manga de modo que predecía el lugar final de escondite. Lo único bueno era que tenían al menos a ocho betas ayudándoles con los escondites y con la pelea contra los alfas que intentaban dañarlos físicamente.

 

—¿Él vendrá, Kusakabe-san? —a Tsuna se le ocurrió preguntar eso cuando el amanecer se hacía presente y había sido salvado por aquel hombre de exótico peinado de un alfa estúpido que quiso amedrentarlo con golpes

—No lo sé, Sawada-kun

—¿Y eso? —se alteró de inmediato— Porque… él debía venir, debería ahora estar cerca y…

—Él se fue hace como tres semanas, no hemos sabido de nuestro jefe desde entonces y sinceramente no hemos podido siquiera localizarlo

—¡Maldito sea! —apretó los puños con frustración

—Tiene sus motivos —sólo le bastó con ver aquellas carpetas como para saberlo, pero más detalles eran desconocidos para él

—No lo defienda, Kusakabe-san

—Es porque sé cosas que ustedes no

—Pues sea lo que sea, seguiré odiando a su estúpido jefe —se limpió el sudor de la frente, bufó y pateó una piedra para desquitar su rabia

—Él debió decirles que podría desaparecer en cualquier momento —Kusakabe miró al jovencito, sentía pena por él y por los otros. Como beta no podía ignorar el dolor de los omegas, era su instinto protegerlos cuanto le fuese posible

—Sí —Tuna sonrió con molestia mientras hacia una mueca extraña—, pero, ¡por dios!… ¡teníamos esperanzas!

—En esta sociedad las esperanzas se dan si es que se las sabe crear

—Joder —bufó mientras limpiaba sus lágrimas de impotencia

—Pero nosotros los defenderemos mientras nos sea posible, sin embargo, debo decir que ante un alfa como Gokudera-san o Mukuro-san, quienes heredan generaciones de genes de clase pura… nos será imposible luchar

—Se lo agradezco —ahogó un sollozo desesperado—. Confiaré en ustedes entonces

 

Kusakabe sólo asintió mientras verificaba por su radio la información de sus compañeros, necesitaba verificar quien más estaba en la zona y a cuantos alfas habían alejado del perímetro en que el joven Irie estaba. Pero en el fondo él sabía que la situación por la que cursaban no era simplemente un haz del destino, no si es que Kyoya no estaba en las cercanías porque, aunque no lo dijera en voz alta, él imaginaba el motivo de la partida de su jefe… y también pensaba tenía la respuesta del por qué los alfas atacantes eran más numerosos y usaban nombres claves para referirse a los omegas que su grupo de betas defendían.

La verdad deseaba creer que simplemente era coincidencia.

 

 

Pero no lo era…

 

 

Había lanzado su copa a una pared cercana mientras calzaba sus zapatos con prisa y miraba de reojo la carta que le había sido entregada hace tan sólo unos minutos. No podía creer que hicieran “eso” simplemente porque ayudó a tres omegas para que superasen su primer celo sin ser marcados, ¡en verdad eran unos hijos de puta!

Por eso no se involucraba con más de un omega, tampoco permanecía en un solo lugar por más de un mes y tenía la manía de desaparecer de inmediato. Si bien Liliana era la excepción, con ella no podían jugar porque legalmente le pertenecía ya a un alfa.

Pero esos niños… eran otra historia

 

“Le informamos a usted, Kyoya Hibari, que los omegas que usted ha evaluado y considerado como buenos prospectos para reproducción han sido añadidos a las listas disponibles para posibles parejas. Todos los herederos de los clanes alfa más prestigiosos han sido notificados. Le agradecemos su esencial aporte”

 

Casi podía escuchar la maldita voz de Ricardo, el dirigente del consejo de alfas, al decir aquello para después sonreír con cinismo junto con los demás vejetes, además, imaginaba que su padre también estaba satisfecho porque lo conocía perfectamente.

A pesar de no adorar a los omegas y que esos niños a los que decidió ayudar no le interesaban demasiado… era un golpe para su maldito orgullo ser el causante del desastre de nueve vidas en apogeo. Sentía que por su maldita causa esos niños iban a ser perseguidos y seguramente usados como vientres y nada más. Kyoya se sentía incapaz de protegerlos y eso era algo que no podía tolerar pues ya había fallado en anteriores ocasiones. Todo terminaba en desastre y le pesaba porque al final recordaba a sus fantasmas de carne y hueso.

Hibari le juró a la memoria de su madre no volver a ser el causante del sufrimiento de otro omega y ya dos veces caía en esa equivocación; su tía y Liliana eran testigos de eso. No quería pasar por eso otra vez, no quería sentir sobre sus hombros la culpa acumulada de otra vida en desgracia. Lo peor de todo era que en esa ocasión eran nueve los individuos a los que condenaría por su simple terquedad y falta de planificación. Debió haber sido mucho más discreto cuando decidió ayudar a esos omegas, pero ya era tarde para eso y debía, aunque sea, reparar un poquito de su error

A pesar de que significase quedarse a proteger permanentemente a esos niños, o al menos hasta lograr que su padre sacara sus nombres de la lista que rondaba por las manos de los alfas no sólo de Japón sino de otros países quienes buscaban simplemente un sujeto de reproducción para la nueva generación de alfas de clase alta, él estaba dispuesto a hacerlo. Iba a ayudarlos, a regañadientes, pero lo haría.

 

—Bastardos —bramó porque, a pesar de querer ayudar a esos niños, en ese momento estaba a cinco distritos de distancia y no llegaría a la hora pactada ni siquiera si tomaba un helicóptero porque necesitaba de un papeleo oficial para solicitarlo— ¡Maldición! —bufó Kyoya antes de tomar su celular

—Ave-kun —le contestaron del otro lado al tercer tono de llamada—, es un milagro que me llames, ¿qué deseas de tu maravilloso colega?

—Ve con esos omegas —exigió apretando sus puños y el aparato en cuestión

—Oh, ¿qué sucede? —se escuchó un sonidito de fondo semejante a un suspiro— ¿Estás enfermo y no puedes ir tú?

—Sólo hazlo, piña

—Ofréceme algo entonces

—¿Qué quieres?

—Que Chrome sea feliz, kufufu

—Sabes que de “eso” no haré nada

—Entonces ayúdame a entrenarla para que su voz de mando tome los niveles adecuados y para que resista al celo de los omegas sin necesidad de supresores —añadió tras morder un trocito de chocolate porque estaba disfrutando de eso—, ¿qué me dices?

—Ve ahora —lanzó un suspiro bajito mientras tomaba su chaqueta, le hacía una seña a hibird y miraba por la ventana

—Dime que aceptas, ave-kun —canturreó entre dientes

—Bien —bufó

—Debió pasar algo grave como para que me solicites auxilio, kufufu

—¿Has visto la nueva lista negra? —frunció su ceño y golpeó una pared cercana

—No… pero lo hare después de salvar a esos niños —se levantó con pereza pues imaginaba que tenía algo de tiempo—. ¿Puedes decirme a qué hora tendré que aparecer?

—Te mandaré la lista… ya sabes las condiciones

 

Le colgó después de eso. Estaba apurado, así que no había tiempo para pelear por trivialidades. Por ahora se rebajaría a ser el posible héroe de esos niños, pero ya pensaría en una forma de alejarlos de la porquería que cargaban encima los alfas y se libraría de tareas innecesarias.

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

 

Krat tenía estos capítulos hechos, yey~

Las ideas fluyen, pero el tiempo no me da XD

De todos modos nos estaremos viendo en el siguiente capítulo~

Los ama: Krat.

 

Debo advertir que –como se habrán dado cuenta- la trama es lenta. Si ya han leído otras historias mías sabrán que me gusta enfocarme en las tramas antes que en la pareja, espero no les moleste eso, además… me gustan los giros bruscos, así que trataré de irles sorprendiendo muajjaja


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