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Una copa más (Serie Tragos 01) por Alma Bravo

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo!! Prometí que colgaría el segundo a la semana y aquí estoy. Como también lo cuelgo en otros sitios y por x motivos he tenido que dividir los capítulos, también lo voy a hacer aquí. De todas formas, mínimo tendrá unas 7000 palabras, así que no os preocupéis, que de cortos no tendrán nada. 

Gracias a las que dejaron reviews, es un voto de confianza que agradezco infinitamente. 

Capítulo Beteado por Taolee, te reamo linda!!

El portazo se escuchó como un trueno a su espalda.

Alejandro ya estaba harto de ese tema: ¿Cuentas congeladas? ¿Solo veinte mil euros disponibles? ¡Vaya mierda!

No sabía si valía la pena todo el dineral que se gastaba en abogados si al final tenía que ser él quién viniera a cantarles las cuarenta a la gentuza esa.

La crisis estaba pegando duro en el gremio de la construcción, pero… eso ya se pasaba de rosca. Con esa mínima cantidad disponible no podría pagarle a todas las empresas pequeñas que trabajaban para él, eso ya sin contar que su constructora no sacaría beneficio alguno hasta que los malditos pisos consiguieran venderse.

Golpeó la pared al bajar la gradilla. Tras él, la pesada puerta del piso hizo clic al cerrarse automáticamente. Tenía que concentrarse, pues todavía se veía capaz de subir allí y darle un par de hostias a esos tipos encopetados y de sonrisas falsas que le estaban jodiendo la vida. A él y a millones de familias.

Si la soga seguía apretándole tendría que despedir a unos cuantos…. ¡y no quería! Sabía que si fuera su padre quién todavía manejara la empresa, no habría dudado ni un solo momento, pero… él no podía hacerlo. No mientras Hispania aún tuviera solvencia.

Empezó a caminar lentamente por la calle, a los pocos segundos paró, metiéndose la mano en el bolsillo para coger su móvil. Jugueteó con él peligrosamente entre sus dedos, mirando fijamente la pantalla. No pudo evitar echar una sonrisita, Ricky se veía tan estúpido con la cerveza en alto mientras sus otros dos amigos, Julio e Iván, le aplastaban la cabeza hacia abajo…

Se fijó en esos ojos verdes que seguían la dirección de la cámara, hacia Alejandro.

Había pasado una semana, siete días desde ese impresionante polvo que habían echado en ese estercolero que Ricardo tenía por piso. Ni una llamada después de eso, ni un toque o mensaje, nada. Si lo pensaba con tranquilidad, era algo normal. Estaban a sábado, si quería quedar para tomar algo… llamaría a media tarde.

Si es que lo hacía.

Recordando lo que pasó, después de ducharse juntos volvieron a acostarse. Cuando se despertó al día siguiente, Ricky no estaba en el piso. Había desparecido. Así que Alejandro simplemente se vistió y se marchó encajando la puerta.

No era algo muy alentador, pero puede que fuera lo mejor. Todo lo que ocurrió esa noche pasaba por su mente con fugaces flashes. No estaba muy seguro de qué era verdad y qué no, había llevado demasiado alcohol en el cuerpo como para asegurar nada, realmente.

Lo que sí recordaba eran los gestos de la cara de Ricky, sus gemidos, la forma en la que frotaba su culo contra las caderas de él, y por supuesto, el gustazo que le proporcionaba ese apretado, estrecho… y sus jadeos, el momento de correrse…

Alex sacudió la cabeza y se echó contra la pared, demasiado aturdido para seguir pensando en eso. No hacía falta que bajara la cabeza para saber que la tenía como una piedra, pero es que… ¡el maldito de Ricky era tan sexy!

Al principio pensó que era solo a causa del alcohol y la frustración que llevaba encima. Que era ilógico que estando lúcido se follara a su mejor amigo. Un tío. Ricky. Ese amigo que se gastaba un carácter de mierda y que siempre le estaba tocando los cojones.

Sus ojos verdes, ese brillo malicioso, su lengua recogiendo la saliva que se escurría por su barbilla. Sus hombros sacudiéndose hacia delante mientras se lo follaba bien duro.

No, no, no. ¡No de nuevo!

Solo había sido un maldito polvo, nada más que eso. Ricardo pensaría igual, solo había sido eso. Nada que volver a recordar o… repetir.

¿Repetir? ¿Le dejaría Ricky que se lo follara una vez más?

Alejandro volvió a sacudir la cabeza. Por supuesto que no. Ni siquiera sabía cómo diablos se había dejado la primera vez. Tragó saliva y miró su móvil. Quería llamarlo y escuchar su voz. Saber que todo seguía igual que siempre, que su amistad estaba intacta, que se olvidarían de la noche del último sábado.

¡Pero es que no quería olvidarse de ella!

¿Qué le pasaba? La parte lógica de su mente, que siempre había predominado sobre la otra, le decía que dejara las cosas como estaban. Pero por otro lado, solo de pensar en volver a joder ese estrecho culo, lo estaba volviendo loco.

¡No había tenido un sueño húmedo desde los dieciséis años! Sin embargo había estado toda la semana con imágenes yendo y viniendo a su mente, poniéndolo cachondo en los peores momentos y lugares. ¿Era esa la nueva manera que tenía Ricky de torturarlo?

Volvió a mirar la pantalla, su atractiva cara, su media melena castaña, sus ojos verdes. ¿Qué le pasaba ahora con esos ojos? ¡Siempre le habían gustado pero nunca de esa forma tan enfermiza! Se estaba volviendo loco, había sido… solo había sido… ¡Un maldito polvo!

—Me cago en… —susurró de golpe, sintiendo el móvil vibrar en su mano. Miró el nombre en la pantalla y no pudo contener un jadeo. No podía ser, ¿que era eso? ¿Telepatía? Al quinto tono se lo llevó a la oreja. Era una estupidez, pero juraba que le temblaba la mano—. Dime —soltó secamente.

Como no, una risita se escuchó del otro lado.

Alejandro cerró los ojos y aspiró profundamente por la nariz. Solo con el sonido de su risa ya se le había erizado el vello del cogote.

¿Alex? Parece ser que no has tenido una buena mañana. ¿Seis meses para la quiebra? —Alex bufó, dejando que el aire se colara por el altavoz del móvil.

—¿Qué quieres?

Hubo un silencio del otro lado y Alejandro empezó a ponerse nervioso.

¿Por qué no hablaba? ¿Había sido demasiado cortante? Bueno, maldita sea, había estado dándole vueltas al móvil para llamarlo y ahora ahí estaba Ricky, hablándole con tanta tranquilidad que le cabreaba.

¿Le cabreaba? ¿No era eso lo que él quería? ¿Normalidad?

Justo cuando iba a llamarlo, Ricardo se aclaró la garganta.

Tienes… mmm… ¿algún problema?

Alex creyó que la mandíbula se le caería al suelo. ¿Ricky titubeando antes de decir algo? Se avecinaba el fin del mundo.

Soltó un suspiro y una sospechosa sonrisa –que no quiso evaluar– se fijó en su cara.

—¿Te acuerdas de los pisos de los que te hablé? Esos que estábamos haciendo en las afueras. La promotora no da señales de vida y el dueño tiene congeladas las cuentas. Estamos pensando qué hacer con el dinero que hay disponible.

Alejandro se rascó la frente, apartándose un poco cuando una mujer mayor hizo amago de entrar a los apartamentos que estaban a su espalda. Literalmente tapaba la puerta con su cuerpo.

Quédate tú con ellos. No seas imbécil. Casi puedo imaginar cómo ha resultado todo sin haberlo visto.

La sonrisita volvió a aparecer en su cara mientras le sujetaba la puerta a la mujer para que pasara y dejando después que se cerrara sola.

—Bueno, en realidad, voy a repartirlos con las pequeñas empresas, sobre todo la de carpintería. Podría darles uno de los pisos, aunque… bueno —dijo de pronto, negando con la cabeza como si Ricky pudiera verle—, ahora mismo, no tengo riesgo aparente si espero un par de meses más.

Ricardo se rio, chistando con la lengua.

No seas tonto, Alex. Si no tienes dinero… —tosió burlonamente—, no puedes irte de putas. Y joder, todos sabemos que te hace falta.

A Alex se le atragantó una palabrota. Intentó tranquilizarse y respirar con normalidad, aunque lo único que consiguió fue agarrar con más fuerza el móvil.

—Yo no voy de putas. Nunca lo he necesitado —miró hacia los lados—. ¡Maldita sea! —susurró cabreado, eso no era algo para ir gritándolo en mitad de la calle.

Ricky volvió a guardar silencio.

Alejandro se sentía desconcertado y porqué ¿o por qué? negarlo; algo inseguro, pues parecía que su amigo se pensaba las cosas antes de decirlas, cuando nunca había tenido reparos en decirle ninguna de las barbaridades que le soltaba.

A Ricardo le pasaba algo, de eso estaba seguro.

Supongo que… nunca te ha gustado las cosas muy usadas. Tú eres más de estrenar, ¿no? —Ricky se rio al escuchar el gruñido de Alex, nunca le había gustado que le llamara pijo y a él le encantaba—, de todas formas, si no quieres putas y… tampoco tendrás a mano el culo de ningún voluntario… —hubo una pausa continuada de un susurro—. ¿Qué harás?

¡Cómo le gustaría poder verle la cara en esos momentos!

Si era difícil saber qué pensaba Ricardo teniéndole delante, mucho menos a través del teléfono. Aunque una cosa estaba clara; le estaba advirtiendo sobre esa noche.

¿Advirtiéndole?

—Eso significa que nosotros… no… —tragó saliva, confuso. Le hubiera gustado nacer con una mejor labia pero entre el nerviosismo, su propia confusión, y ese carácter de mierda de Ricky poco podía hacer—, sobre la otra noche… cuando nosotros…

La risa irónica de Ricardo le cortó. Tragó saliva antes de apretar más el móvil contra su oreja.

¿Nosotros? ¿Has dicho nosotros? —el aire de la risita de Ricky golpeaba el micrófono de su teléfono, haciendo que Alex tuviera que retirar la oreja de su propio móvil ante el molesto sonido—. ¿Eres tonto? Yo ni siquiera recuerdo lo que pasó. Dejémonos de esas tonterías ya, Alex —otra pausa—. Eso no volverá a pasar.

Alejandro tendría que estar agradecido por ello. Su amistad seguiría igual que siempre, esa noche no había estropeado nada. Nada, nunca más, no… volverá a pasar. ¿Por qué le molestaba? ¿Era por lo hosca que había salido la última frase o la contundencia con la que Ricky había cortado cualquier réplica que pudiera hacerle?

Estaba cabreado, muy cabreado, y no sabía por qué.

—¿Para qué me llamas? —fue todo lo que respondió.

¡Oh, sí, sí! Intenté escaquearme pero Iván no se dio por vencido así que bueno… esta tarde es el cumpleaños de Ainoa, la pequeña de Iván. Nos ha dicho que vayamos a su casa, que iba a hacer una pequeña fiesta o algo así. Pero antes quiere que quedemos para un partido rápido de baloncesto. Ya sabes, como en los viejos tiempos.

¿Un partido de baloncesto? Con las puñeteras tres horas al día que se pasaba en el gimnasio ya era suficiente ejercicio para él.

Ahora que lo pensaba, si Ricky lo supiera se reiría… era tan patético. Después de ver el impresionante cuerpo de su amigo, lo bien cuidado que lo tenía, no pudo más que sentirse algo acomplejado con su leve barriguita y sus músculos bastante relajados. El mismo lunes se había apuntado al gimnasio que había a pocas calles de su casa. No quería volver a sentirse inferior a Ricardo, nunca. Ahora, suponía, que ya no le haría falta.

—No me apetece mucho ni partidos ni fiestas de mocosos, pero… tengo muchísimas menos ganas de buscarle excusas a Iván.

Ricky soltó una sonrisita maliciosa y Alejandro se preparó para el próximo comentario.

Me ha dicho que Sara estará allí. Ya sabes, es muy amiga de Diana. Iván le pidió a su ex si podría hacer algo para… prescindir de su presencia —se rio ante la acentuación—. Pero ya sabes, esas dos perras son igual de caprichosas.

Alex alzó una ceja, sorprendido.

Ricky nunca había tenido ninguna palabra brusca para Sara desde que se la había presentado. Puede que en realidad sí que fueran amigos, ya que había reaccionado como cualquiera lo haría. No estaba mal.

—Me da igual si Sara estará o no. No tenemos nada que ver uno con el otro, de cualquier forma.

Otra pausa. Alejandro estaba deseando colgar de una vez.

Bueno, si lo arreglas con ella… ya no tendrás que arruinarte. Aunque he oído que depende de las zonas, la tarifa es mucho más barata.

Alex chistó con la lengua ante tal grosería.

Ricky no cambiaría nunca. Estaba ya harto de la absurda conversación y quería colgar, pero ya.

—Sí, puede ser, qué más da —se quejó—, ¿a qué hora hemos quedado en la cancha?

Se quitó el móvil de la oreja para mirar unos segundos la hora. No era ni medio día todavía. Cuando volvió a acercárselo, escuchó una frase a medias sin comprenderla. Después un gruñido bajo y un: «A las seis» rayando el tono de finalización de llamada.

Alejandro casi no podía creérselo.

¿Le había colgado? ¡Ese maldito le había colgado!

—¿Qué diablos le pasa ahora a este idiota?

 

* * * * * * * * * * * * *

 

Alejandro golpeó el volante cuando su coche derrapó sobre el suelo de grava. ¿No decía el alcalde que iba a hacer algo con ese camino de mierda? ¡Pues no sabía a qué esperaba! Giró bruscamente hacia la izquierda y jadeó cuando dio otro bote al acercarse a las canchas. Aparcó y volvió a golpear el volante, ahora con ambas manos.

Estaba enfadado, mucho, muchísimo, y no conseguía saber exactamente por qué. Estaba nervioso, podía sentirlo en sus manos y en ese dolorcito de incertidumbre que había tenido en el pecho durante toda la semana.

¿Qué hacía? ¿Qué quería hacer, más bien?

—Esto es una mierda —gruñó, bajándose del coche y dando un portazo tremendo.

Se dirigió a la cancha, todos sus amigos estaban ya allí.

Ricky jugueteaba con Adrián, haciéndole una finta que dejaría mudo al más profesional. Lo escuchó reír cuando saltó sobre sus talones hacia atrás, tirando, y por supuesto, encestando. 

Adrián estaba parado sobre su cadera, mirando a Ricky con una ceja alzada y negando con la cabeza. Parecía cansado de que el diablo de su amigo le hiciera lo mismo una y otra vez. Alex se fijó en Adrián, en su cabello castaño entrecorto y revuelto y en sus cansados ojos azules; era bastante más bajito que Ricardo y suponía que, en el juego, lo notaba.

Sus ojos no tardaron en girarse hacia Ricky, en su melena clara echada hacia atrás por el sudor, a su verdosa mirada brillando por el éxito de su jugada. Pero lo que Alejandro no pudo obviar fue el maldito y perfecto trasero que le hacían esos pantalones cortos. Su camiseta de sisas también le daba una buena vista de gran parte de su pecho y esos brazos fuertes y bien formados tampoco estaban mal.

Si lo pensaba, Adrián podría llegar a ser «lindo» hasta para el punto de vista de un hombre, y sin embargo, él pensaba que Ricky era muchísimo más deseable. Es más, Adrián no le atraía para nada, como si fuera un… hombre. Si bien Ricky también lo era, lo sentía diferente.

Era diferente.

—Ey, tío ¿Qué pasa contigo? Pareces ausente.

Alejandro se congeló, quitando rápidamente la mirada del culo de Ricky.

Tardó unos segundos en atreverse a girar hacia Iván, como si fuera un niño al que hubieran pillado haciendo una travesura.

—Solo estoy cansado, no he tenido una buena semana.

Por fin se dirigió a Iván, andando con él hacia el banquillo donde se sentó a atarse mejor los cordones de las zapatillas. O tal vez, solo era una mala excusa para que su amigo no supiera lo que en realidad estaba pensando. O más bien en quién. Alguien que por supuesto estaba a unos metros driblando como loco y haciendo rabiar a Adrián.

¡Tenía que contenerse por el amor de Dios!

Iván se sentó a su lado, apoyando el tobillo sobre la rodilla de la pierna contraria. Mantuvo silencio unos minutos, pensando qué decir, después se apoyó sobre el hombro de Alex, suspirando.

—Doy gracias por ser un funcionario. Bendita sean las influencias.

Alejandro se permitió sonreír, girándose hacia su amigo y sintiéndose por fin un poco más cómodo. Ahí estaba Iván que, lo mirara por donde lo mirara, también se podría considerar atractivo. Ese cabello rubio de punta y cortito, ojos grandes y azules como los de Adrián, ambos con piel clara, aunque –y nunca lo diría delante de Adrián ya que no quería llevarse una hostia– Iván era algo más masculino, alto y fuerte.

—¿Qué? —preguntó Iván de pronto, pasando una mano por la cara de Alex y verificando si estaba mirándole o perdido en el vacío—. ¿Tantos problemas tiene Hispania para que estés así?

Alex reaccionó, girando la cara hacia el frente, mirando las rejas que rodeaban toda la cancha y escuchando el sonido ruidoso de una Harley zumbando por el camino. Parecía que Julio estaba llegando con su querida Fat Boy.

—Algunos cuantos, pero nada de lo que preocuparse todavía —con un mal gesto en su cara, alzó el pulgar hacia la puerta de verja que estaba siendo abierta—. ¿Y Julio?

Iván miró a Julio al igual que Alex. Era gracioso verlo en pantalones cortos y camiseta cuando iba en ese pedazo de moto y con un casco que le cubría toda la cabeza. Su cabello oscuro y liso caía sobre sus ojos, unos hermosos y feroces ojos negros que provocaban que la gente se apartara cuando pasaba por su lado. Todo su cuerpo gritaba peligro y eso era lo que mejor le resultaba para ligar.

Julio y Ricky se llevaban a todas las mujeres de calle. Alex gruñó internamente ante el pensamiento. No sabía si sentir envidia o ponerse celoso.

—Es mejor que no le digas nada a él. Parece ser que… bueno, están echando a la calle a varios peones, aunque sea un oficial, supongo que si la cosa sigue apretando, el próximo será él.

Alejandro miró fijamente a Iván con el ceño fruncido. Lo había supuesto, por eso había preguntado. Aunque quisiera ayudarle y darle un trabajo, su empresa no estaba ahora para meter gente, más bien para sacarla. Y no era algo agradable de comentar.

—Creo que los únicos que están algo tranquilos sois tú, funcionario de mierda, y tu primo. La floristería no ha tenido problemas, ¿cierto?

Iván soltó una risita, golpeándose el muslo y mirando de reojo a Adrián.

—Mi primo el pobre, aunque se estuvo resistiendo casi toda su infancia, al final se terminó haciendo cargo de la floristería de mi tía. Ahora se le ha metido en la cabeza que esa es la razón por la que sigue soltero.

Alejandro sonrió, negando con la cabeza.

—¿No será por esa cara de nena que tiene?

Iván chistó, como riñéndole, a la vez que le sonreía a Julio, que se acercaba a ellos con un simple «Ey» que los otros dos correspondieron.

Siguieron con la conversación como si Julio hubiera estado allí desde el principio.

—Si Adrián te escuchara decir que tiene cara de nena, Dios… creo que te mataría. Es pequeño pero nunca le tientes un gancho, te estarás lamentando toda tu vida por tener que ponerte una dentadura postiza prematuramente.

Alejandro puso mala cara pero asintió.

—Vi lo que hizo el otro día en el Baloo. No creo que tuviera que llegar a las manos solo porque el tipo le tocó el culo.

Julio, que no había abierto la boca todavía, cambió su postura encorvando su espalda y apoyándose en ambas piernas. Sus ojos negros se giraron hacia Alex.

—¿Tu que habrías hecho si viene un tío y te mete mano? Por mi parte, por lo menos, un puñetazo se llevaba.

Alejandro se quedó con la boca abierta, mirando inconscientemente a Ricky sus movimientos con el balón, su sonrisa y su frente perlada. Tragó saliva antes de bajar hasta su… ¿si un tío le tocaba el culo? Suponía que por lo menos algunos insultos se llevaba, sí, pero si ese tío fuera Ricky, si fuera él entonces…

—¿Alex? —preguntó Iván, golpeándole con un dedo en la frente.

Alejandro se quejó, tocándose entre las cejas y echándole un vistazo tipo «si tienes cojones atrévete a hacerlo de nuevo». Julio suspiró a su lado, ignorándolos y levantándose para atarse mejor el cordón de sus pantalones cortos.

—Venga, vamos —aprovechó Alex apresurándose hacia la cancha.

Tenía ganas de empezar ya con el partido. Un poco de ejercicio, sudor, esfuerzo, bien podrían ayudarle a quitarse algo del estrés que le estaba royendo el cerebro. Iván era un compañero agradable, aunque prefería a Julio. Su silencio resultaba bastante cómodo. Ahora solo quería jugar y si era posible, ganar.

Julio siguió su camino hacia delante, quitándole el balón de las manos a Ricky y sonriéndole superiormente cuando saltó e hizo una impresionante clavada. Ricardo se mojó los labios con la lengua y un brillo en sus ojos verdes –que Alex tanto conocía– se dejó ver cuando salió disparado sobre Julio, golpeándole bruscamente en el brazo y lanzando la pelota al otro lado de la pista.

Siguieron forcejeando y Alex sintió la necesidad de unirse, de compartir esa camaradería. Un fuerte agarre a su brazo le hizo perder el equilibro y caer un poco hacia atrás. Iván lo sujetó, girándolo hacia él. Su mirada parecía algo preocupada.

—He escuchado de boca de Ricardo lo que pasó la semana pasada.

Si antes se había sentido incómodo, ahora mismo Alejandro creía que iba a darle un ataque.

Tragó saliva y miró hacia los lados, demasiado nervioso para fijar la vista en ningún sitio.

¿Qué le había contado Ricky? No le creía una persona que fuera contando intimidades por ahí. No, él sabía que no. Aunque Ricky haría cualquier cosa por molestarlo. No sabía si podría llegar a ese extremo, pero…

Iván parecía un tanto preocupado, su frente estaba encogida y sus ojos entrecerrados. El corazón de Alejandro se volvió loco.

Miró hacia la verja, se fijó en la puerta. ¿Debería salir corriendo de allí? No, no podía hacer eso. Pero ¿entonces?

Sentía demasiada vergüenza para ni siquiera hablar; aun así, hizo un esfuerzo, puede que estuviera equivocado. Sí, tenía que estarlo. Ricky no podía haberle hecho eso.

—¿A qué te refieres? —balbuceó.

La preocupación de Iván iba en aumento, por lo menos eso le decía sus ojos azules que parecieron oscurecerse un poco más.

—A la razón por la que Sara te dejó.

Alejandro abrió los ojos, demasiado impresionado para articular palabra.

¡No sabía que era peor! ¿Contarle que había follado con Ricky o que Sara le había dejado por su obsesión por el sexo anal?

¡Qué humillación!

Buscó a Ricardo con la mirada, intentando controlar la ira que le iba subiendo por las entrañas. Estaba apretando tanto los puños que sabía que tendría las uñas marcadas en la palma. Iba a matarlo. Iba a matar a Ricky. Iba a agarrarlo, tirarlo al suelo y golpearlo hasta que le entrara algo de lucidez en esa maldita y retorcida cabeza y después, cuando ya no pudiera defenderse, lo cogería y le… le…

¡¿Le qué?!

Alex se llevó una mano a la frente, intentando ocultar su cara. Se estaba volviendo loco.

Ricky lo estaba volviendo loco.

—No pasa nada —volvió a balbucear, intentando que Iván dejara la conversación—. Lo de Sara no iba a durar, es normal que tuviéramos costumbres y… —buscó la palabra correcta—, gustos diferentes. No hay nada que se pueda hacer.

Iván asintió, apoyándole una mano en el hombro, intentando transmitirle su comprensión.

—No te preocupes, de verdad. Cuando Ricky me lo contó creo que lo entendí un poco. Es algo que un hombre siempre hace. Es algo instintivo, pero las mujeres no lo entienden. Son unas putas quisquillosas que se quejan por todo. Un pequeño esfuerzo y para ellas ya es como un maldito sacrificio.

Alejandro lo miró como si se tratara de E.T. y a continuación le fuera a señalar la dirección de su casa. ¿Estaba diciendo Iván lo que él creía? Puede que entonces no fuera el único con esa singular manía.

Sonrió, dando un suspiro de alivio.

—Sara nunca ha hecho nada que no le guste. Y después de ceder un par de veces ya se hartó. Supongo que en realidad, esta ruptura es en gran parte culpa mía.

Iván negó con la cabeza.

—No, por supuesto que no. Sara debería haber cedido en una cosa como esa. Qué le cuesta a ella agacharse un poco y hacer una rápida limpieza. ¡Solo son unas pocas veces al día! Además, tú estás casi todo el tiempo fuera de casa, así que ella no es la que tiene que preocuparse de eso. Tanto jaleo solo por unas cuantas veces, que mujer más… —Iván resopló su disconformidad.

Alex quedó un poco confundido.

¿Agacharse y hacer una rápida limpieza? A su… no, Iván no lo había entendido bien. ¿Tener sexo fuera de casa? ¿Con quién? ¿Unas pocas veces al día? ¿Eh? No, no, no. Aquí había algo raro.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Alejandro cautelosamente.

Iván parecía no entender la pregunta. Bajó su mano del hombro de Alex y ladeó confusamente su cabeza.

—De no levantar la tapadera del váter. ¿No fue por eso que te dejó?

¿Tapadera? ¿Váter? Alejandro no sabía si llorar por la frustración o reírse como un imbécil por la puñetera imaginación de Ricky. Oh Dios, ¿no había habido algo menos absurdo que poner como excusa para su ruptura con Sara? Ricardo en realidad… ¿había tratado de encubrirlo?

Se volvió a mirarlo y quedó sin habla. Ricky también lo estaba mirando a él, con la pelota bajo el brazo y una ceja alzada. Cuando ambos quedaron fijos en el otro, Ricky levantó la mano y la puso alrededor de su boca antes de dar un enorme grito:

—¿Vais a quedaros ahí toda la tarde? ¡Ya tendréis tiempo después de contaros secretitos y meteros mano!

Como siempre, Ricky acompañó la tontería con unas risas, seguidas de las de Adrián que intentó volverse para que su primo no se diera cuenta.

Iván suspiró cansado y Alejandro para su sorpresa, en vez de enfadarse, sonrió. Fue extraño pero se sintió bien. Aunque tuviera todavía varios problemas por delante, se sentía extrañamente tranquilo.

La tranquilidad le duró poco.

El partido comenzó con un alocado trío contra pareja, él junto a Julio contra los otros tres. Estaban perdiendo por poco, pero todavía quedaban unos diez minutos. Alex dio unos ligeros botes antes de driblar y pasar rápidamente a Adrián, que soltó un bufido cansado. Después se encontró con Iván, el cual estuvo a punto de arrebatarle el balón, tuvo que pasársela a Julio, que corrió como toda una fiera, saltando sobre la cabeza de Ricardo e intentando encestar.

Alejandro se sorprendió por el impresionante tapón de Ricardo. La pelota volvió a liberarse, cayendo en manos de Iván que intentó avanzar, pero Alex se apresuró a quitársela, dejándolo tan sorprendido que se volvió con un gruñido hacia él. Alejandro se rio, corriendo y colocándose frente a Ricky.

La botó un par de veces, mirándolo a los ojos, intentando saber si ya estaba adivinando sus movimientos. El primer amago fue fallido, tuvo que echarse de nuevo hacia atrás y darle la espalda para que no se la arrebatara. Hizo otro amago pero fue en vano; era imposible pasar a Ricky.

Un solo roce bastó para que Alejandro volviera a la realidad.

El pecho de Ricky se había chocado contra su espalda, haciendo un poco de fuerza hacia delante. Aquel contacto volvió loco a su corazón, y joder si estaba claro que no era solo por el esfuerzo del juego, era por su tacto, el calor de su piel.

Sintió como varias gotitas de la frente de Ricky caían sobre su cuello. Los dedos de Alex se apretaron contra la pelota, intentando nivelar su respiración. Tenía que salir de su «ataque» defensivo.

Intentó hacer una ligera finta, parecía que iba a resultar, pero tropezó. Después de haber pasado a Ricardo, estúpidamente sus pies se entorpecieron el uno con el otro y cayó al suelo. 

El golpe en su cara lo dejó un tanto atontado. No supo qué había pasado hasta que se giró y el bufido de Ricardo le chocó en la frente. Sus ojos se abrieron despacio, ahogando un jadeo cuando la mirada verde se encontró con la suya, tan cerca…

¡Demasiado cerca!

Antes de darse cuenta empujó a Ricky hacia un lado, haciendo que esta vez él también cayera sobre su culo.

—Mierda, mi tobillo —gruñó Alex, sintiendo un leve dolor. Ni siquiera hizo un intento de levantarse. Quedó en el suelo, con las piernas cruzadas y respirando profundamente.

Ricky gruñó ante el golpe, acercándose después un poco y tendiéndose al lado de Alex en el suelo. Se rio tontamente.

—Si querías tirarme al suelo, hay maneras mucho más placenteras de hacerlo.

Alex se mordió el labio, ofendido.

—Cállate, capullo —gruñó, pegándole un codazo en las costillas.

Ricky primero jadeó ante el dolor, pero después se inclinó sobre sí mismo y volvió a reírse.

Iván se tiró al otro lado de Alejandro, suspirando y con un cansancio bastante evidente adormeciéndole el cuerpo. Sus mejillas normalmente pálidas, igual que toda su piel, estaban levemente sonrojadas. Tenía una expresión satisfecha en la cara. Julio y Adrián también acabaron en el suelo. Todos sonriendo tontamente.

—Dejemos el partido como un empate —ofreció Adrián, quitándose el sudor de la frente con su muñequera.

Julio jadeó, arrancándose casi la camiseta que llevaba puesta para limpiarse el sudor del cuello y las axilas. Iván asintió al ofrecimiento de su primo para después girarse y coger la camiseta de Julio para frotarle también la espalda.

—Ha sido agradable. Hacía más de un año que no nos juntábamos los cinco.

Iván no tenía que decirlo. Alex se había sorprendido disfrutando del encuentro. Tenía muchas cosas en la cabeza que entorpecían un poco esa felicidad, pero pasara lo que pasara y decidiera lo que decidiera, ahí tenía a sus cuatro amigos para apoyarlo. Era una de las pocas cosas de las que siempre estuvo seguro. 

Adrián se estiró hacia el centro del círculo, mirando fijamente el torso de Alejandro. Los demás seguían hablando y riendo, Ricky parecía estar casi en el quinto sueño, tirado en el suelo y con los ojos cerrados.

—Si vas a decir algo, joder, dilo de una vez —se quejó Alex, un poco en guardia por la mirada curiosa y divertida de Adrián.

—Nah, es solo que parece que estás un poco más fuerte que la última vez que te vi. ¿También más delgado?

Ah, Alejandro ya sabía a qué se refería, y sí, llevaba razón. Miró de reojo a Ricky, que todavía parecía ajeno a todo lo que le rodeaba y dio gracias a Dios por que el imbécil no hubiera soltado algún comentario burlón.

—Desde el lunes estoy yendo al gimnasio. Intento echar varias horas…

—Ah… —dijo Adrián, asintiendo como si hubiera hecho un buen trabajo—. Supongo que yo también debería ir, maldita sea, cargar flores no se puede llamar esfuerzo físico.

Ricky, por primera vez en varios minutos, se echó hacia un lado, dándole la espalda a los demás e intentando aguantar la risita maliciosa que, sin poder evitarlo, se le escapaba de vez en cuando.

Alex chistó con la lengua, pero Adrián se inclinó sobre Ricky casi subiéndose sobre él.

—¿Te estás riendo de mí? —preguntó sentándose sobre el estómago de Ricardo, apretándole ambos hombros contra el pavimento para que lo mirara—. ¿Te hace gracia que me tenga que pasar todo el puto día cortándole cabos a las jodidas rosas?

Ricky sonrió, pero negó con la cabeza. En un rápido movimiento tuvo a Adrián bajo él. no se lo pensó dos veces, se echó encima, y le mordió la oreja.

—¡La oreja no! —gruñó Adrián, levantándose de golpe y desplazando a Ricky un poco de su posición—. Maldito bastardo. ¡No te rías de mí! —balbuceó nervioso, levantando el puño.

—Por supuesto que no, en realidad me la suda, ya sabes —cuando Adrián le iba a golpear, Ricky se echó hacia atrás, separándose por fin de él—. Me reía de Alex y su… su…

Alejandro tragó saliva, mirando furiosamente a Ricardo.

¿Su qué? ¿Su esfuerzo por no parecer una foca su lado? ¿Qué en realidad quisiera verse atractivo en comparación a él? Alex esperó a que Ricky hablara, pero parecía ser que tenía un poco de conciencia, ya que se tiró al suelo y cerró la boca después de negar con la cabeza.

Alex miró a Adrián, que un poco sonrojado por aquel intercambio de manoseo y palabrotas, se había quitado de en medio colocándose previsoramente al lado de Julio. Sabía que mientras estuviera cerca de él, Ricardo no se arrimaría. Desde un principio, Julio y Ricky no se habían llevado bien, o puede ser que fuera porque Julio era el único que podía callarle la boca al bastardo. Y Dios sabría cómo, porque lo que era Alex…

Estaba cabreado aunque no sabía si era por la risita de Ricky o por ese jugueteo tan poco masculino que había tenido con Adrián. No entendía qué era ese malestar que había sentido, esas ganas de coger a Adrián y arrancárselo de encima a Ricky. Por supuesto, después de pegarle una patada en el culo a ambos.

Era una estupidez, una completa tontería.

—Puede que yo también vaya contigo la próxima vez.

Alex se volvió hacia la voz de Iván, sin entender muy bien de qué estaba hablando. Seguramente la conversación había seguido, pero estaba tan perdido en sus pensamientos que no se había enterado de nada.

—¿A dónde?

Iván alzó una ceja, era su forma de llamarlo idiota.

—Al gimnasio. De verdad que hoy no es tu día.

Alex asintió, ¿qué otra cosa podía hacer? Era verdad, ningún día de esa maldita semana había sido bueno.

Al final se encogió de hombros.

—Haz lo que quieras. Vosotros también podéis venir si queréis.

Adrián asintió. Parecía entusiasmado por hacer algo juntos. Era el más joven del grupo y su personalidad tierna, aunque a veces un poco histérica, no ayudaba. Sin embargo, por parte de Julio, fue una negativa rotunda.

—Lo siento, pero no creo que después de trabajar tenga ganas de volver a hacer más ejercicio. Esta vez, yo por lo menos, me abstengo.

Iván se rio, apoyándose en el hombro de Julio, tocándole con una familiaridad pasmosa los brazos.

—¿Tú crees que a este bestia le hace falta más músculo?

Julio sacudió su brazo bruscamente para liberarse, pero Iván no se molestó, así era él. Brusco y de pocas palabras. Estaba seguro que sus tres hijos llevarían una vida espartana como poco.

Alex sonrió, mirando fijamente el cuerpo de Julio… en realidad, no estaba mal. En comparación con el de Ricky, era difícil decir cual estaba mejor desarrollado. Aunque por supuesto, el aura que despedían era muy distinta. Julio era una persona fría y peligrosa, nadie sabía cómo iba a reaccionar, aunque desde que eran amigos, no le había visto tener una reacción agresiva sin un fundamento importante. Ricky a su vez era un poco más alegre, malicioso en sentido irónico, del tipo: «¿Estoy bueno? ¡Pues ven y empieza a lamer!».

Alejandro se sorprendió al sentir dos dedos en su estómago. Iván estaba echado un poco sobre él, mirando algunas de las formas que ya se estaban dejando apreciar en su torso. No se movió, en realidad, no le importaba que lo tocara, y es más, le agradó el silbido sorprendido que siguió.

—Guau, si esto lo has hecho en una semana, joder… creo que voy a seguir tu esquema de ejercicios.

Un resoplido a su derecha hizo que Alex girara sorprendido la cabeza, más cuando Ricky se levantó, mirándolo fijamente desde arriba. Al principio no entendió muy bien qué pasaba, pero después, cuando sus ojos verdes se cerraron unos segundos, Alejandro supo que Ricardo estaba mosqueado por algo.

—Vámonos. Tu ex se cabreará si llegas tarde, Iván.

Iván se estremeció ante la idea, levantándose rápidamente y ayudando a Julio a hacerlo también.

—Una ducha ligera y nos encontramos en mi casa, ¿vale?

Todos asintieron y Alex suspiró. Una fiesta de mocosos era lo que más le apetecía en este momento, vaya.

Iba a levantarse cuando se topó con la mano de Ricky frente a su cara. La miró unos momentos evaluando las posibilidades y alzó la suya. ¿Era su imaginación o le estaba temblando?

Demasiado confundido aún para poder dar explicaciones, tomó la de Ricardo para levantarse y así evitar que se diera cuenta. Y si lo hizo, tuvo la decencia de callárselo. Aunque Ricky y decencia eran dos palabras que no podían colocarse en la misma frase y, aun así, Alex sintió que empezaba a verlo con otros ojos.

—¿Qué? —susurró de repente Alejandro.

Quiso liberar su mano pero Ricky no la soltaba, es más, dio un paso hacia él invadiendo su ya escaso espacio personal.

Alex abrió la boca para tomar una buena bocanada de aire. Tenía que tranquilizarse o hasta sus otros amigos más atrás escucharían los alocados latidos de su corazón.

¡Y maldita sea, el corazón le latía por un hombre! Sin duda, quería pegarse un tiro.

Su mano fue liberada poco después, a lo que Alex dio gracias.

—Llévame a mi casa —dijo Ricky, como si estuviera dando una orden o algo. Después de que Alex se quedara sin palabras y mirándolo como si se hubiera vuelto loco, se giró para sonreírle—. A no ser que te apetezca llevar a otro de nosotros. Y yo de ti, me pensaría la respuesta.

Alex tragó saliva, un poco confuso por esas palabras. Ricky había llegado en el coche de Adrián, pero ahora quería irse con él y encima le estaba… ¿amenazando? ¿Pero qué diablos?

—Yo me voy con Julio —dijo Iván, que en ese momento estaba montándose en la Harley—. Adrián, tío, no tardes mucho que nos conocemos.

Su primo bufó, yéndose por el camino después de una ligera despedida, seguramente habría aparcado el coche al final de la cuesta.

Julio hizo un movimiento con la cabeza en señal de despedida y la moto también se marchó.

Ahora sólo quedaban ellos dos.

Ricky se sacó la llave del bolsillo y metió el candado en la puerta, esperando a que Alejandro saliera para cerrarla. Después de bostezar, como si eso fuera cosa de todos los días, se giró sobre sus talones para caminar hacia el Audi de Alex, abriendo la puerta del copiloto y acomodándose dentro.

Alejandro no tenía palabras para definir lo que estaba pasando. No sabía si Ricky estaba intentando tocarle los cojones o simplemente quería volver a la amistad que siempre habían tenido. Tampoco tenía claro si esa amistad alguna vez se había visto amenazada por lo ocurrido el sábado.

Después de todo era solo un borracho, por lo menos él, porque Ricardo no lo había estado y aún así no lo evitó. Y joder, menos mal, porque si lo hubiera hecho tendría varios dientes menos.

Con un suspiro de resignación se acercó a su coche y se metió. Lo arrancó sin querer mirar a Ricardo, que tenía toda su atención puesta en el camino. Para su completo fastidio, los botes por culpa de la grava y los baches del suelo volvieron. Se agarró al volante y resopló. Lo único que consiguió fue una risita por parte de su amigo.

—¡No te rías, maldita sea! ¿Por qué has venido conmigo?

Ricky encogió el ceño unos segundos, fue algo fugaz, pero Alex casi podía asegurar que lo había visto.

—¿Te molesta? Por qué hay muchas otras cosas que te gusta hacer conmigo y que no les pones tantas trabas —silbó irónico, pasando dos dedos por el botón para bajar la ventanilla—. Aunque supongo que eso es más placentero que un simple viaje en coche.

Alex se mordió el labio sin saber qué decir. Sus dedos se encresparon contra el volante e intentó que sus ojos se mantuvieran fijos en cada bache frente a él, sin embargo no podía evitar girar la cabeza, observar el movimiento de los cabellos castaños de Ricky, su mirada fija en la calle. Su voz, a diferencia de lo normal, había salido un poco más triste que maliciosa.

¿Estaba Ricky tan confundido como él? Puede que con suerte pudiera tener otro polvo más. Solo una vez, con más tranquilidad, para poder disfrutar mejor del sexo y ya. Entonces olvidarían todo lo sucedido y seguirían con sus vidas. Sí, eso sería una idea estupenda. Ahora lo único que tenía que hacer era…

Los ojos verdes de Ricky lo estaba mirando fijamente, Alex cortó de tajo todos sus pensamientos tragando saliva. No había manera de que su amigo supiera lo que estaba pensando, ¿verdad?

—Ya sabía que no podía esperar ni una disculpa por tu parte. Aunque bueno, un «lo siento» hubiera sido un poco humillante.

Alex arrugó la cara en una mueca molesta, girando el coche en ese momento para pararse en un semáforo que se acababa de poner en rojo, solo para joderlo un poco más de lo que ya lo estaba.

—No voy a disculparme —soltó de repente. No sabía porqué tanto orgullo, pero había algo dentro de él que no veía esa noche como un error. Sí como algo normal que no debería volver a pasar. Pero esa noche, precisamente esas pocas horas que estuvieron juntos, fueron buenas. No había nada de malo en ello—. No me arrepiento de lo que hice —dijo, con un tono más serio—. Eso no quiere decir que quiera volver a hacerlo —se apresuró a decir. El silencio de Ricky lo volvió a poner nervioso—. A ver, no es que no quiera hacerlo, es que… a mí los hombres no… bueno esa vez no estuvo mal, pero… yo no…

Ricardo bostezó, mirándolo como si aquella conversación lo aburriera infinitamente.

—Te gustó joder conmigo pero no vas a volver a hacerlo porque temes volverte homosexual —soltó con rintintín—. En resumidas cuentas, te gustaría otro polvo para poder disfrutar más esta vez y después de eso, amigos para toda la vida. Del resto de tu vida mejor, porque yo espero vivir más años que tú.

Alex gruñó ante la sonrisita divertida que selló la desquiciante verborrea.

Pues bien, sí, estaba en lo cierto y le molestaba. No que hubiera adivinado sus pensamientos, si no la indiferencia que mostraba ante ello. Joder, si parecía que Ricky estuviera acostumbrado a que los hombres le propusieran… ¿otros hombres?

Aparcó el coche bajo el piso de Ricardo y se volvió para mirarlo.

Según todo lo que podía recordar de esa noche, Ricky no parecía haber estado acostumbrado al toque de un hombre, y sobre mujeres era mejor ni hablar, porque solo habían incrementado ese complejo que… daba lo mismo ahora. Quería preguntarle y gritarle si se había acostado con otros hombres pero no podía, si quería joder con él una vez más, no podía.

—Puedo suponer que tú también… —se mojó los labios nervioso. Ricky no le mostraba nada en su cara para poder tantear cómo continuar—. Si quieres, después de la fiesta de la niña de Iván, podríamos… volver a tu casa…

—Ni lo sueñes —susurró sonriente mientras se bajaba del coche y pegaba un buen portazo. Se apoyó en la ventanilla con una expresión risueña antes de decir—: Distrito Norte. Es donde más baratas están las putas últimamente… o eso he escuchado —otra risita—. ¡Ah! Y no hace falta que vengas a por mí después; llamaré a Adrián para que me recoja. Nos vemos en la fiesta. No te estrelles con el coche de vuelta a casa.

Un golpecito en la puerta fue toda la despedida que le iba a ofrecer. Alex estaba demasiado sorprendido para hablar. Lo único que podía hacer era mirar ese estupendo culo de Ricky antes de abrir la puerta del rellano y dejar que se cerrara sola sin siquiera voltearse una última vez.

Ricky le había dado el mayor bofetón sin mano que había recibido en toda su vida. 

Notas finales:

Notas Finales: Bueno, a los que pensaban que esta novela iba a ser todo sexo no, no es así, es verdad que este tiene una fuerza importante en la novela, pero no es el centro de ella. En este capítulo se van conociendo más sobre los personajes. ¿Cuál es vuestro favorito? Yo reconozco que tengo debilidad por Ricky ya que está basado en mi propio hermano (cosa que espero que no se entere nunca, jeje) y haber convivido con alguien tan peculiar me hizo ser más creativa, sobre todo para poder combatir su lengua afilada. Por ello, cuando pensé en una novela actual, la primera figura conocida que me vino a la mente fue él, después Alex ya es solo producto de mi imaginación la cual decidió que sería bueno para complementarse con Ricky.


En este capítulo también salen otros personajes, entre ellos los protagonistas de la segunda novela. La cual será menos sexual y más reivindicativa, o por lo menos, es lo que pretendo intentar y conseguir.  


Me gustaría ir sabiendo vuestra opinión sobre la novela, pero si no puede ser, por lo menos, saber que la habéis disfrutado. Gracias por la espera y aquí un capítulo más para quién quiera dedicar un poco de tiempo a ella. 


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