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Cazadores del Mar Celestial por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

Vale, lo siento, me he tardado un mes con este, me había quedado encallado y he tenido varios brotes de ansiedad. Lo último que me apetecía era escribir.


¡Pero lo tenemos! A disfrutar :)

22. Cumbre

 

El regreso de Ichiban, el descubrimiento de las melíades en su forma amistosa y la calma en que se había sumido Hikaru creó durante ese día y el siguiente un ambiente muy distinto al que habían estado viviendo hasta entonces.

Estaban descansando, sentados en medio del bosque. Kidou se miraba con cierta precaución a Ichiban, Tenma y Hikaru hablar con toda la tranquilidad sobre lo que le había pasado al primero. Al parecer, aquella ninfa había cobrado la forma de un chico y básicamente se había recuperado de sus heridas a base de travesuras que pusieron totalmente colorados a los que escuchaban.

Lo que veía el líder de la cuadrilla eran datos: todos tenían más moral ahora para enfrentarse a lo que viniera, eran uno más, y sabían que otro, Hinano, estaba bien.

—Tienes que relajarte un poco —le recriminó Fudou—. Déjate llevar. Mira a esos dos, creo que ahí hay algo, ¿no crees?

Kariya y Hikaru hablaban entre susurros, y los dos sonreían. Unas horas antes, el tireano no era capaz ni de mirar a la cara a nadie del miedo que tenía. A Kidou le resultó evidente lo que Fudou decía.

—Mientras estén atentos al campo de batalla…

—¿Sabes? Soy de la opinión de que dos amantes luchan más unidos en el campo de batalla(1). Y la muerte de uno de ellos puede ser un buen incentivo también. ¿Recuerdas a Patroclo, primo de Aquiles, y lo que hizo el legendario guerrero después de que su primo muriera?

—Fue horrible.

—¡Fue pasión! No quiero que nadie más muera, créeme…

—No lo parece.

— … Pero considera que tú y los tuyos os dejéis llevar también. ¿Ichiban, se llama? Él ya lo ha hecho.

Hacía años que Kidou no se ruborizaba tanto. Miró a Fudou con cara de repugnancia muy bien fingida y alejando su cuerpo de él en el proceso. No podía negar que le vendría bien relajarse de esa manera, pero si él no estaba al tanto de lo que pasaba a su alrededor, ¿quién lo haría? Ya no estaban rodeados de centenares de espartanos.

—Tú mismo —se rio por lo bajo Fudou.

Kidou descartó la idea en cuanto el cazador dejó de insistir, pero vio todas las señales en sus compañeros: Hikaru se llevaba bien con Kariya, y el segundo se notaba que iba con otras intenciones; Tenma y Tsurugi eran lo opuesto, el tireano siempre estaba tirando del cazador para unirse a la conversación o hacer tonterías, y trabar lazos. Estaba claro que Tsurugi admiraba y le atraía esa faceta de Tenma; Goenji y Fubuki eran un mundo aparte. El rubio respondía bien a los momentos de dolor y debilidad de Fubuki cuando estaban descansando, y se pasaban ese tiempo acurrucados juntos (Fubuki en su forma de perrito pequeño), pero luego era frío como el hielo cuando marchaban. No resultaba muy sano; Ichiban estaba muy despierto, pero se notaba que su cara de felicidad no era por haber combatido mucho; los únicos que se comportaban eran Shindou y Kirino, que acostumbraban a pasar desapercibidos entre el grupo por su escasa participación en los combates.

—Bueno, supongo que no es malo que se relajen —dijo al cabo de un largo rato. Fudou le escuchó, aunque fingió que no, y Kidou se dio cuenta—. No te hagas el sordo ahora. Conmigo no vayas con jueguecitos. Los odio.

—Entonces, ¿te unes a la fiesta?

—En otra vida, quizás —se rio.

—¡Ha! Si es que no tienes remedio.

*  *  *

Se había hecho de noche ya. Ichiban y Hikaru ya dormían. Kariya estaba al lado de Hikaru, tumbado boca arriba, pero con los ojos abiertos. Otro cazador que no dormía.

Tenma tampoco podía dormir. Estaba demasiado contento como para perder tiempo durmiendo. Se sentía descansado, se sentía listo, y no tenía ganas de parar de hablar con Tsurugi. Éste debía de estar haciendo la ronda nocturna para vigilar que no hubiera enemigos paseándose por su alrededor. Tenma se preguntaba cómo exactamente detectaban a sus enemigos, o si siquiera lo hacían con sus poderes.

No le dio opción a Tsurugi cuando éste volvió.

—Nos guiamos por rastros, por los olores a veces. Los perros Fubuki son los mejores para la vigilancia, pero Fudou, por ejemplo, tiene capacidad para detectar presencia de humanos a todo lo que alcanza la vista de uno de vosotros en un llano. Es muy útil en bosques y montañas con poca visibilidad.

—¡Qué interesante! Aunque me siento pequeño, a la vez.

Vieron a Fubuki empezar su parte de la ronda, pero Tenma no vio a Tsurugi para nada tranquilo.

—¿Qué pasa?

—Melia nos dijo que el Escorpión que nos mató la primera vez estaba cerca.

—Pero no tanto, o lo habríais notado.

—No te creas, no tiene olor que rastrear y es silencioso hasta que ya es demasiado tarde.

—Pero no hemos salido de los bosques aún. Tendríamos que estar cerca de Elis para encontrarlo.

Tsurugi no estaba del todo convencido, pero la sonrisa de Tenma le calmó un poco.

—¿No tendrías que estar durmiendo?

—No puedo. Y estoy bien. ¿Damos un paseo?

—No deberíamos…

—Anda, Kariya está despierto, Fubuki de guardia, ¿qué mal hay?

Realmente no había nada que Tsurugi pudiera hacer para combatir al tireano en cuanto a argumentos. Siempre acababa haciendo lo que él quería, que curiosamente también era lo que Tsurugi quería, en el fondo. Se emperraba en mantener la compostura, a estar atento, a no ceder con facilidad, porque eso era lo que tenía que hacer como cazador, pero…

Tenma era Tenma. Lo sabía desde que le conoció.

Acabaron adentrándose en el bosque, porque Tenma insistía en que, si acaso, estaban vigilados por sus compañeros, y perderse no se perderían.

—Por cierto, ¿qué poderes especiales tienes tú? Kariya es bueno atrapando y Fudou detecta a humanos.

—Tengo habilidades de combate superiores.

—¡Eres el forzudo!

—No lo digas así, que suena ridículo… —replicó, irritado.

—Lo siento. Pero bueno, alguien tiene que combatir frente a frente, ¿no? Haces el trabajo más duro encarándote al enemigo.

Tsurugi sonrió, eso sí que le hacía sentir mejor. Más que nada porque veía que Tenma lo sentía en sus carnes, ya lo había experimentado él mismo.

Estuvieron unos minutos en silencio, caminando entre la maleza. De vez en cuando, uno de los dos miraba al otro, o miraba a la luna escurrirse entre las copas de los árboles, como si les espiara.

Tsurugi no lo había notado, pero Tenma estaba nervioso. Con la mala suerte que tenía esa expedición, probablemente esa sería la única ocasión en la que podría estar a solas con el cazador con toda calma, y tenía ganas de decirle que era lo que se le pasaba por la cabeza, lo bueno y lo malo. Y efectivamente, no se le notaba, porque Tsurugi le puso las cosas tremendamente más fáciles:

—Oye, gracias por hablar conmigo y hacerme hablar con tus amigos. No estoy acostumbrado a tanta actividad. Ser cazador casi siempre es estar en silencio, esperando.

—¡Qué tonto! Pues claro que hablo contigo, casi lo pedías a gritos. Además, me gustas, eso es un gran incentivo para estar cerca de ti.

“Y lo dice como si nada…” se dijo Tsurugi, algo avergonzado por la revelación. Ojalá él tuviera esa capacidad por ir diciendo las cosas tan tranquilamente. Cada frase que pronunciaba era un esfuerzo, si no era para quejarse o menospreciar a alguien. Y ni siquiera hacía eso ya. La presencia de Tenma lo cambiaba todo, al parecer.

Tsurugi se detuvo. Tenma hizo lo mismo, reaccionando. El cazador consiguió lo que quería, porque necesitaba detener a Tenma para poder empujarle contra un árbol y poder besarle por fin.

—Espera, ¡espera! —reaccionó Tenma, después de los primeros besos. Se le veía azorado y algo avergonzado, pero claramente le había gustado la atención. Tsurugi se separó un poco—. No hace falta ser tan brusco, no tenemos ninguna prisa, ¿no?

—Supongo que tienes razón —replicó, después de un segundo. Había estado a punto de decir “perdón”, y no le pegaba nada.

Tenma sonrió y le besó con más ternura. Sonrió más cuando notó que Tsurugi no era del tipo calmado, porque se notaba que no sabía exactamente qué hacer. O quizás era por los siglos que había pasado en el cielo como parte de una constelación de una sola criatura.

—Se me da mejor de la otra manera —dijo.

—No te preocupes, ya tendremos tiempo para “tu manera” cuando acabe esta guerra —dijo con retintín—. No es como si no quisiera probarla, pero hay que ir paso a paso.

—Me parece bien —sonrió Tsurugi.

Fueron unos minutos de silencio y calma absolutos, de besos y de abrazos. La cumbre del momento de felicidad por la que estaba pasando Tenma, con Ichiban de vuelta, y habiendo acabado un capítulo más de aquel viaje.

—Deberíamos volver. Tienes que descansar —le dijo Tsurugi a Tenma.

—Te he dicho que no me hace falta —replicó con una risita.

—Necesitarás las energías.

Tenma se encogió de hombros y empezaron a caminar de nuevo, dando la vuelta hacia el campamento.

No daron ni un par de pasos, que Tenma se sintió en pleno aire. Tardó en percatarse de que Tsurugi había saltado, agarrándole en brazos. Cuando aterrizaron de nuevo, unos metros más allá, echó la vista al lugar donde había estado y encontró una gran figura parda.

—¿Qué es eso?

—Es el Escorpión que nos mató —dijo de mala gana. Entonces silbó, como alerta a sus compañeros—. Vete, corre al campamento.

La criatura se lanzó a por Tsurugi, pero en cuanto Tenma se alejó corriendo, sus pinzas apartaron al cazador y persiguieron al tireano. Fue apenas un segundo en el que el resto de cazadores aparecía y el Escorpión rozaba con su aguijón el brazo de Tenma.

—¡Tenma!

El tireano se quedó quieto en el sitio, como si se hubiera quedado de piedra. Del corte empezó a salir una luz azulada, que pasó de ser una nube dispersa a formar la figura de Tenma, que se resistía a abandonar su cuerpo. La figura irremediablemente quedó amarrada al aguijón del monstruo, que se alejó tan rápida y silenciosamente como pudo.

—Tsurugi, cuida del cuerpo. ¡El resto, vamos! —ordenó Fudou.

Los cazadores le persiguieron por todo el bosque. Los colores pardos de la criatura hacían que fuera tremendamente difícil distinguirla entre los árboles, y como no desprendía olor, era imposible seguirle el rastro. Y fue peor cuando la figura luminosa de Tenma se deshizo en el aire.

—Se ha vuelto invisible. No podemos seguirle —dijo Kariya, fastidiado.

—Tenemos que volver.

Habían pasado apenas cinco minutos, entre aparición y desaparición. Había sido todo tan veloz que Tsurugi no se había dado cuenta aún de que había perdido a alguien a quien quería. Y mientras estuvo solo con el cuerpo de Tenma paralizado, tampoco pudo lamentarse, pues alguien más apareció:

—Orión, has vuelto a caer en el mismo error. Para ser un gigante tan listo y capacitado, haces igual que los humanos. Tan caprichosos, incapaces de progresar.

Tsurugi reconoció la voz inmediatamente. Era imposible que ninguno de los componentes que formaban Orión olvidaran nunca aquella voz cargada de dureza y a la vez tan suave.

—Ártemis.

—No aprendiste nada de cuando te enamoraste de mí, ¿Orión?(2) Por lo menos has tenido la sensatez de perseguir a un humano esta vez.

—¿Qué quieres?

—Aún velo por ti. Te odio por lo que intentaste conmigo, pero sigo apreciando a uno de los mejores cazadores que he tenido a mi lado.

—Déjate de parloteo y dime qué quieres —repitió—. ¿Sabes cómo salvar a Tenma?

Tanto tireanos como cazadores llegaron entonces de diferentes direcciones. Hikaru e Ichiban se arrodillaron al lado de Tenma gritando que qué había pasado.

—El Escorpión ha extraído el alma de vuestro compañero —explicó Ártemis a los tireanos, con bastante más tacto—. Pero hay una manera de recuperarla. El alma seguirá en este mundo durante unos pocos días antes de irse al inframundo. No es una muerte habitual.

—Los dioses nunca nos ayudan sin más —replicó Fudou, aunque parecía que sólo lo afirmaba de forma muy serena, en vez de criticar—. ¿Qué quieres a cambio de la información?

—Me salvaréis a mí salvando a Tenma, eso es todo lo que quiero. Prometimos protección en esta misión que nos ha de salvar de los descreídos. Es nuestra existencia la que está en juego, no un simple trueque. —Hizo una pausa, intentando relajarse, aunque a nadie le pareció que la diosa estuviera tensa—. Por ahora, el alma del chico sigue en el mundo de los vivos, y sólo se puede recuperar mediante una magia muy concreta.

—Entonces sólo hay una entidad en todos los mundos que pueda ayudarnos —dio un paso desde las sombras Kirino—. Tenemos que encontrar a mi madre, la diosa Hécate.

 

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Notas finales:

(1): En esa época no había, pero por ejemplo existió el Batallón Sagrado de Tebas, un grupo de guerreros que funcionaban por parejas de amantes (hombres, por supuesto). Su capacidad de combate fue legendaria precisamente por los lazos que habían trabado entre ellos. –Un saludo a Víctor, alias GoldenPaladin, por recordarme el batallón hace unas semanas–.

(2): Efectivamente, en una de las muchas versiones que hay sobre sus mitos, Orión se enamoró de Artemisa cuando formó parte de su grupo de cazadoras, todas femeninas excepto él. En los más conocidos, Orión sólo alardeaba de ser mejor cazador que ella y ligaba con otras, y moría o bien por flecha de Ártemis o por el escorpión.


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