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Cazadores del Mar Celestial por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

¡¡POR FIN EL ANSIADO DÍA HA LLEGADO!! El último capítulo de este fic eterno que me ha costado tanto acabar, pero qué ganas tenía de terminarlo. Anecdóticamente, este último capítulo ha sido el más largo de todo el fic porque quería intentar cerrar todos los frentes que pudiera. Espero que os guste y me dejéis comentario <3

28. Convivir con los demonios

 

A Hikaru le costó volver a sentirse a gusto en casa. Además de la nostalgia y la sensación de que nada de aquello había pasado, ahora que ya no había guerra, sus pesadillas sobre rayos, truenos y aquel palacio eran más frecuentes. Intentaba no hacer ningún ruido con metales y su lanza y su escudo estaban guardados en el mismo cuarto de invitados donde una vez pillara a Shindou y Kirino enseñándole qué era lo que hacen los amantes.

Por ello, procuraba estar cerca de sus amigos. Ichiban, Tenma e Hinano le hacían salir todas las mañanas de casa para pasear o ayudar en la construcción de la muralla, que avanzó muy rápidamente al regreso de los soldados.

—Nadie ha visto a Goenji desde que se encerró en su casa —comentó un día Tenma—. Endou dice que le ha visto y que está bien, pero yo no me lo creo.

—¡No vamos a husmear! —le advirtió Hikaru—. ¡La última vez que lo hicimos nos pillaron!

—Y nos mandaron a la guerra —apuntó Ichiban.

—Eso habría pasado igualmente —rechazó Tenma—. Pero vale, no husmearemos. Sólo estoy preocupado.

En cierto modo, todos miraban la puerta de casa de Goenji cada vez que pasaban por allí. Era una especie de recordatorio de que podía ser que las promesas que una vez recibieron de unas criaturas que ni siquiera vivían en el mismo mundo que ellos podrían no cumplirse. Era una ansiosa sensación de espera que sólo desaparecería con la primera visita. Eso era lo que Hikaru esperaba, por lo menos.

Kazemaru apareció ante ellos en la entrada a la ciudad. Llevaba dos mensajes.

—Hikaru, esto es para ti.

El joven abrió una carta delante de todos, incluso del propio mensajero.

—¡Es el rey Níctimo! —exclamó.

—¿Quién? —preguntó Ichiban.

—Ah, sí, tú te lo perdiste por lo de esa ninfa, pero Hikaru estuvo prisionero en Licosura —explicó Tenma—. Aún no sé exactamente qué pasó ahí, pero de alguna manera Níctimo le salvó y acabó en el trono después de que Zeus destruyera el palacio.

A Hikaru le temblaron las manos al oír su propia historia y dejó de leer por un instante. Cuando volvió a concentrarse, dijo:

—Quiere que le visite alguna vez, en otoño. Quiere saber cómo está. Sabe lo de Elis.

—¡Es genial! —aplaudió Tenma—. ¿O no?

—No estoy seguro de que pueda volver a ese sitio.

Hinano le pasó un brazo por el hombro y le acercó un poco.

—Níctimo es tu amigo. Y podemos acompañarte, y decirle que no se quede en palacio.

Hikaru sonrió sin mirarle y asintió.

Después de un segundo, Tenma saltó para curiosear sobre el otro mensaje.

—Es de Argos, va para Kidou —le reveló—. Voy a ir a verle ahora, y como te vea merodeando cerca de su casa antes, durante o después de mi entrega, te plantaré delante del consejo y les contaré qué te pasaba cuando me tocaba cuidarte de noche cuando eras niño.

—¡No! ¡No me acercaré! —aseguró el joven, apurado.

Ichiban e Hinano se rieron con ternura, pues recordaban perfectamente las noches en las que se oía llorar sin parar al pequeño Tenma porque tenía miedo a la oscuridad y ellos iban en su rescate.

*  *  *

Kazemaru llamó a la puerta de casa de Kidou mirando a su espalda. Los cuatro chavales seguían cerca de las murallas, comentando algo.

—Hola, Kazemaru. ¿Algún mensaje?

—¡Sí! Argos ha respondido —dijo, entregándole el mensaje. Kidou lo leyó rápidamente—. ¿Vas a irte de Tirea?

—Es muy probable. Mi sistema de batalla triunfó allí, al parecer. Quieren que instruya a sus soldados.

—Vaya, es una gran oportunidad —comentó sin mucha energía.

—No te apenes por ello, la temporada de guerras es solo en verano y en primavera. Puedo seguir estando por aquí para echar una mano.

—Te echaremos de menos igual —le aseguró, sonriendo con tristeza—. Bueno, me toca ir al consejo a ver si tengo más trabajo. ¡Nos vemos!

—Gracias por el mensaje —concluyó Kidou, cerrando la puerta después.

En cuanto la cerró, una brisa de aire rápida sacudió su casa.

—Vaya, así que Argos, ¿eh?

—¡¿Qué?! ¡¿Quién…?! —chilló, sacando una lanza de un lado de la puerta.

—Relájate, hombre, soy yo, Fudou.

Kidou suspiró profundamente para recuperarse del susto, dejó su lanza y caminó hasta el salón.

—¿Cómo es que has venido el primero? —preguntó. Le miró y supo que esa suposición era cierta—. Soy el único con el que Orión no tiene una relación más allá del compañerismo.

—¿Es esa manera de tratar a un amigo?

—¿Ves? Lo confirmas. Anda, siéntate, que tirarás mi pared al suelo, ahí recostado —le invitó, fastidiado. Nunca había que olvidar la hospitalidad.

—En realidad he venido para explicar justamente eso.

Kidou se giró hacia él con seriedad. Hasta entonces no le había mirado directamente. Se dispuso a escuchar, no sin antes sentarse delante de él para no perderle de vista.

—Adelante.

—Supongo que viste nuestras reacciones hacia Ártemis cuando apareció en la ciudad.

—Los jóvenes se pusieron celosos —recordó.

—Orión, entre las muchas cosas que hizo durante su vida corriente, entró como cazador experto de Ártemis. Una diosa no necesita ayuda, pero nos consideraba de mucho valor. Éramos poderosos siendo uno. Rivalizábamos con las criaturas más peligrosas. Pero nos debilitamos. Nos enamoramos de Ártemis.

—Lo dijo ella misma cuando perdimos a Tenma. No es nuevo. Es más, ¿por qué no reaccionasteis del mismo modo extraño cuando se mostró la primera vez?

—Los dioses tienen muchas formas, Kidou, y la forma de la que nos enamoramos fue la que dejaba que la luz lunar la enalteciera. En los bosques estábamos más centrados. —Se pausó un segundo para centrarse de nuevo—. La cuestión es que nunca lo acabamos de superar. Y el Escorpión nos mató antes de poder hacerlo. Nos subieron al Mar Celestial como compensación por nuestro servicio y por piedad, y nos dividieron en estrellas. Kariya es el lado bribón, travieso y experto en trampas de Orión. Tsurugi es la parte más fría y guerra, capaz del cuerpo a cuerpo. Otras partes de su personalidad se dividieron en otras estrellas también. Y yo soy la peor parte. El liderazgo y el orgullo.

—Ya veo por dónde van los tiros. La parte orgullosa mató a Orión al creerse capaz de matar a cualquier criatura.

—También es la parte que se enamoró en primer lugar, porque en cierta manera ser mandado era inusual en Orión. Le impactaba y obedecía sus órdenes, y también tuvo que renunciar a su orgullo para ser rescatado. La complacía porque deseaba hacerlo. Y sólo cuando el orgullo, la hybris(1), pudo más que el amor, me descontrolé, y morimos. Y mientras que los otros fragmentos de Orión pudieron empezar a superar su amor por la diosa junto a tus compañeros, yo no pude.

—Entiendo —dijo con voz queda Kidou—. Yo tampoco soy el más eficaz para estas cosas, pero has hecho bien en decírmelo, porque así no hará falta que me haga ilusiones. Pero espero que eso no signifique que me vas a dejar tirado, sea aquí o en Argos. Vas a aprovechar la libertad que te han concedido. Has sido un buen compañero de armas.

—No lo dudes. —Y sonrió, de esa forma tan altiva que sacaba de quicio a cualquiera. Luego usó sus poderes para salir volando por la ventana.

Kidou se giró hacia sus armas y empezó a ordenarlas en el más absoluto silencio.

*  *  *

Todas las ventanas cerradas excepto la de su habitación. La puerta atrancada. Una cantidad razonable de comida y agua para pasar un par de días más.

Prácticamente invisible para todos los demás, Goenji había sentido bastante más sufrimiento desde el primer momento. Nunca podría olvidar el rostro de dolor y el enloquecimiento de Fubuki cuando vio morir a su hermano por la embestida del toro. Inmediatamente se vio a sí mismo en él cuando perdió a su hermana años atrás.

Sabía que no podía hacerse mucho la víctima. Tenía un trabajo que realizar, una labor encomendada por los dioses nada menos, tenía que dar la talla mientras sus compañeros quedaban heridos, o desaparecían, o eran secuestrados de alguna forma.

Pero ese lobo feroz transformado en un cachorrito indefenso le llegó al alma, y sintió el deseo más profundo de protegerlo, cuidarlo, mimarlo, calmarle cuando tuviera pesadillas y cuando se sintiera solo e inseguro, salvarlo de lo que fuera que le amenazara. Quería ayudarle a superar ese horrible momento por el que estaba pasando, pues él nunca recibió tal cantidad de apoyo.

Quería que, cuando Fubuki volviera y viniera sabiendo que su hermano estaba descansando en el cielo a su lado, él ya estuviera preparado para aceptarle no como un cachorrito abandonado, sino como un adulto al que quería.

Todo lo que podía hacer hasta entonces era llorar. Llorar hasta más no poder, hasta que no le quedaran lágrimas, porque así ya no podría hacerlo delante de Fubuki. Lloraba por su hermana, y lloraba porque nunca fue capaz de aceptar que se había ido ni se había dado el tiempo de siquiera pensarlo. Nunca encontraría mejor ocasión para hacerlo que ahora que podía estar asolas con sus pensamientos y emociones. Ya llevaba varios días así.

No fueron los suficientes. El vendaval sacudió las ventanas y cesó cuando una figura gris apareció en el umbral de la única que estaba abierta.

—¿Goenji? ¿Estás aquí?

El rubio quiso ocultarse pero Fubuki no dejaba de ser un perro. Su olfato ya hacía rato que le había dicho que estaba en casa.

Fue curioso darse cuenta de que aquella estrella tan particular tenía tan buen aspecto ahora, y que se estaba tomando su tiempo en encontrarlo. Decidió interrumpir el extraño momento en el que se puso a oler por encima de la cama de Goenji.

—Has llegado antes de lo que esperaba.

—¡Goenji! —exclamó, encarándose hacia el marco de la puerta con ilusión. Su cara se descompuso rápidamente—. Goenji, ¿qué te pasa? Pareces un fantasma…

—Nada.

—¡No me mientas! Yo he sido sincero todo el tiempo.

—¿Cómo está tu hermano? —desvió el tireano.

—Está recuperándose. No puede adoptar una forma física, pero sus pensamientos se unen a los míos cuando estamos allí arriba.

Goenji sintió una mezcla agridulce de sentimientos. Al final, sólo había servido de apoyo moral en un momento duro y Fubuki había conseguido salir de su hoyo por su cuenta, sabiendo que su hermano estaba medio vivo. El rubio esperaba haber hecho más. Nunca era suficiente para él.

—Me alegro. —Fubuki le puso cara de enfado—. ¿Qué ocurre?

—¡Que eres idiota, eso es lo que ocurre! ¡¿Por qué diablos has querido hacer esto solo?!

—¿El qué?

—¡No disimules! ¡No puedes solucionar tu vida tú solo!

Goenji fue a replicarle, pero se calló cuando sintió el repentino abrazo del ser celestial. No fue capaz de derramar una sola lágrima, pero le apretó la espalda más fuerte de lo que debería.

—Estás que te caes —se quejó Fubuki—. Sólo tenemos unas horas, así que te vas a sentar ahí y vas a hablar. Es hora de que te devuelva el favor por lo que hiciste durante la misión.

—¿Cómo que «el favor»?

—Pues sí que eres idiota… —se rio entonces—. ¿Te crees que hubiera sido nadie decente si no me hubieras ayudado? Me demostraste amor y paciencia. Es hora de que te lo demuestre yo a ti.

Goenji sintió cómo el peso de su pasado se aligeraba un poco con una ola de calidez en su corazón.

*  *  *

—Ellos lo tienen fácil. Sólo tienen que bajar a verles. Para nosotros es distinto.

—Para ti no, un dios se puede aparecer en nada delante de ti. Hasta de noche, si quiere.

—Puede, pero tiene sus obligaciones también. Y no le gusta que nos veamos en la ciudad.

Ichiban e Hinano conversaban sobre sus experiencias estando fuera del grupo de guerreros de Kidou. Ichiban solía palparse el sitio donde había sido herido con esa lanza para acordarse no del dolor, sino de lo que había venido después. Yoichi. Aquella ninfa traviesa y calenturienta con gusto para los jovenzuelos.

—Dudo que la vuelva a ver. Es una ninfa.

—No digas eso, hombre.

—Seguro que puede hacerse con más personas. Por algo vive en un río. Siempre hay personas en los ríos.

—Es que no te dejas animar, ¿eh? Pues vale, si no quieres oír palabras, tu y yo nos vamos de excursión.

Ichiban no dejó de protestar durante todo el rato hasta que salieron de la ciudad en pleno día y se acercaron al bosque. Allí, escondido detrás de los primeros árboles, estaba ni más ni menos que un dios, Taiyo.

—¿Está preparado? —preguntó.

—Qué va. Está siendo un quejica deprimido de cuidado.

—Oh, entonces será más divertido.

—Eh, pero ¿qué está pasando aquí? —inquirió Ichiban.

Pero a los dos segundos, Taiyo le había agarrado, una luz le había cegado y ya se encontraba en el mismo estanque bien cerrado por las montañas en la que se había recuperado aquella vez.

—¡Ichiban! ¡Estás vivo!

Se giró y allí estaba Yoichi. No había ni rastro ni de Taiyo, ni de Hinano, ni de la ciudad. De repente, se encontraba en brazos de la ninfa.

—El dios ha hecho un trabajo magnífico, le pediré que haga esto más a menudo.

—¿Esto es cosa tuya?

—¡Pues claro, tontorrón! He esperado con ansias a que acabara la guerra para echarte el guante de nuevo —aseguró, con tanta picardía como su cuerpo fue capaz—. Y espero que pueda hacerlo durante mucho tiempo. Las ninfas necesitan vivir con intensidad su vida, así que vas a tener que alegrar esa cara como para los próximos… Toda. Tu. Vida —sentenció, poniéndole un dedo en el pecho por cada una de esas tres últimas palabras. Ichiban estaba completamente mudo y anonadado.

*  *  *

La primera vez que Tsurugi bajó a ver a Tenma se discutieron. Tenma volvía a casa hablando animadamente con Aoi, su mejor amiga, que vivía al lado, y Tsurugi malpensó de ellos y se puso celoso.

—¿Quién es? —preguntó, después de estar de morros durante los primeros minutos, viendo que Tenma no sabía adivinar porqué.

—Te refieres a Aoi, ¿Verdad? Es mi mejor amiga. De toda la vida. —Y entonces lo pilló—. Oye, muy mal, yo no te dije nada cuando me puse celoso de Ártemis. Y menos ahora que Kidou nos lo ha contado todo.

—No me has dado una razón por la que no deba estar celoso —replicó, insistiendo en el tema—. ¿Te gusta?

Su fría y algo agresiva mirada penetraba en Tenma como un cuchillo, pero él no se amilanaba por ello.

—Pues un poco, quizás. Y Endou nos enseñó que si la ciudad tiene que sobrevivir por su cuenta, necesitamos tener hijos. Es más, quiero tener hijos, y los quiero tener con ella. Aoi y yo ya estamos de acuerdo en eso.

Tenma sintió cierto temor que, ante tal revelación, el cazador hiciera estallar toda la casa. Incluso aunque los dioses hubieran limitado los poderes de Orión, estaba convencido de que era capaz de hacerlo. En su lugar, se sentó en la cama de Tenma.

—¿La quieres?

—Sí. Pero no como a ti. Ni de la misma forma.

Tsurugi bajó la cabeza, algo irritado y confundido por la situación. Tenma se sentó a su lado e insistió en su decisión.

—A cada persona que conozco bien en mi vida le confiaría una cosa distinta. A Aoi le confío mi futura familia. A Hikaru le confío mi más profunda amistad. A Endou le confío mi capacidad para entender cómo funciona la ciudad. A Kidou, la guerra y el liderazgo. —Luego le miró con pose imponente. Tenía que hacerse ver—. Y a ti, pequeño cazador celosillo, te confío el amor que solo alguien con verdadera pasión por otra persona pueda sentir. Y si te atreves a poner en duda esto de alguna manera que vaya más allá de un pequeño ataque de celos te daré una patada en los morros para que entres en razón. ¿Estamos?

La firmeza de la persona de quien se enamoró Orión siempre fue lo que más le atrajo desde un primer momento. Tsurugi vio en Tenma lo que nunca esperó haber visto en ningún humano.

*  *  *

Hikaru había perdido ya la cuenta de la de veces que había visto estelas de estrellas acercarse a Tirea, apenas visibles si no es que uno las buscaba. Un par de veces había sido Kariya haciéndole una visita. Ya sabía que el cazador se presentaba aterrizando en el patio interior, porque le gustaba remojarse los pies después de un viaje. Aunque luego Hikaru tuviera que beber de allí. Por suerte las estrellas siempre tienen los pies impolutos.

Cuando recibió el tercer salpicón de agua se rio por la travesura y se dejó llevar a besos hasta su cuarto y lo cerró tras de sí tanto como pudo. No quería ser molestado. Y se dejaron llevar durante horas por la pasión que les proporcionaba la paz.

Luego siempre ocurría lo mismo: Hikaru no dejaba ir a Kariya. Ni éste quería irse. Así que se ponían a hablar de cualquier cosa que sucedía en el cielo o en la tierra.

—Hemos recibido una carta de Shindou y Kirino. Están reconstruyendo la isla. Les va a tomar su tiempo.

—Los monstruos marinos son siempre más grandes que los de tierra. No debió de quedar nada —comentó Kariya, suspirando.

—Dicen que van por buen camino, que Elis se ha prestado a ayudar. Seguro que pronto recibiremos una carta que diga que vienen a hacernos una visita.

—Curioso que ahora sí quieras verles. Ha cambiado mucho de cuando me dijiste que vinieron a reclamar el Amuleto Alado.

—Todo es muy distinto ahora… Como por ejemplo esto: Kidou se va.

—¿No me digas?

—Argos le reclama para enseñar la nueva formación de soldados a la guardia de la ciudad. Su formación hoplítica va a triunfar. —Y vaya que si triunfó—. ¿Crees que formará una familia?

—Es posible. ¿Es que quieres formar una tú también? —preguntó el cazador, algo sorprendido.

—No lo he pensado. Sólo pienso en ti.

—Qué bobo eres… —le dijo mientras le plantaba un beso—. Mis compañeros ya saben de todo. Es difícil no compartir pensamientos allí arriba. Fudou sigue enamorado de Ártemis, Tsurugi está aceptando que Tenma va a querer familia, Fubuki está de terapeuta amoroso de Goenji…

—Con lo que nos cuesta a los vulgares mortales enterarnos de todo esto —se quejó en coña Hikaru—. También hemos recibido noticias de Midorikawa. Será diplomático entre Esparta y Argos, seguro que le veremos a menudo por aquí.

—Ese sabiondo sabía hacernos quedar mal con el montón de historias que conocía. Me cae bien. ¿Se casará?

—Lo dudo. Esparta siempre funciona al revés de los demás. Y siempre estuvo en contra de la idea de los amantes masculinos y las familias que Endou nos enseñó. Él sí que se casará, aunque sea solo por moralidad.

—¿Y tú? —le preguntó de repente.

—¿Yo qué?

—¿Te casarás?

—Si pudiera hacerlo contigo, quizás. Pero no soy fácil de convencer.

—Bueno, tengo toda tu vida para conseguirlo.

Hikaru sonrió y le desafió con la mirada a empezar a intentarlo desde aquel mismo momento. Siempre cargaría con sus demonios, pero tenía su forma particular de apaciguarlos. Tenía a un cazador tramposo, travieso y que se metía con él. ¿Qué más necesitaba?

 

FIN

Notas finales:

(1): La hybris es el peor pecado que existía en el mundo griego antiguo. Describía el exceso de confianza, la superioridad personal y el orgullo desmesurados que acababan con ese humano creyéndose mejor que un dios o por encima de todas las demás criaturas no divinas (lo que viene a ser, compararse a un dios). Los castigos por ese pecado son horribles y trágicos, como Aracne convertida en araña por creerse mejor artista que Atenea, o Medusa convertida en esa criatura por enorgullecerse en exceso de su belleza.

¡¡HASTA AQUÍ HA LLEGADO ESTE FIC!! Espero veros en muchos otros fics de los míos, los tengo a patadas <3 y si os gusta el yuri, en esta misma plataforma tengo mi propio foro lleno de chicas enamoradas <3


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