Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Eternos Enemigos por kurerublume

[Reviews - 85]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

CAPÍTULO XXI: Desesperación

 

 

Llego sigilosamente a Caesonia, nadie tiene que saber que he logrado “escapar” del sátiro.  Pocos conocen este camino para entrar porque en sí no es para eso, sino para cuando pueda haber una evacuación de emergencia.

 

Con dificultad abro la puerta secreta, parece que últimamente hay muchas de esas. Salgo en uno de los pasillos del templo. Cubro un poco mi rostro y me encorvo para que nadie logre verme, no es que sea muy conocido, pero nunca se sabe. En especial ahora que hay demasiadas mujeres y niños orando por sus esposos, padres, amigos. 

 

Nuestro templo fue edificado con enormes piedras, deja pasar la luz bastante bien por su estructura rodeada de columnas que le dan soporte. 

 

Camino hacia afuera, hacia las calles, las cuales se ven desiertas. Apresuro el paso y pronto veo la enorme estructura de nuestro señor. Obviamente algunos guardias cubren la entrada, pero no me preocupa mucho porque sé cómo entrar sin ser visto. Después de todo, la biblioteca principal está adentro y no en un lugar público, ya que contiene los pergaminos más clasificados sobre nuestra historia. Y casualmente el único al que se le permite entrar es al rey.

 

Sin más, rodeo hacia un pequeño jardín que mandó a hacer nuestro señor junto a ese laberinto que provoca tanto miedo a nuestra gente. Aquel en el que el Toro de Minos fue prisionero hace ya muchos años.

 

Trepo una de las columnas más pequeñas, la cual soporta un balcón y permite entrar sin mucha dificultad a este lugar que sinceramente no me agrada mucho. Es enorme y también aquí se encuentra la Cámara del Consejo. No me sorprendería ver a algunos de esos viejos merodeando por aquí bien cobardemente. Yo a su edad con mucho gusto me iría, mínimo, a dar apoyo moral al pueblo.

 

Veo una espada sobre una mesa blanca, probablemente por defectuosa, pero me puedo servir para algo, así que tomo sin pensarlo dos veces.

 

— Asegúrate de que nadie me moleste —escucho la voz de nuestro señor a lo lejos, lleva mucha prisa y su fiel sirviente está atrás de él—. No quiero que nadie entre a mis aposentos, ¿entendido?

 

— Sí, mi rey.

 

La escena no genera nada en mí, aunque sí un poco de sospecha. No me sorprende tampoco que ese tipo no haya ido con sus soldados a la guerra. No sé cómo es que de repente llegamos a esto. Pero habría que estar idiota para no sentir la tierra temblar bajo mis pies ni ver a los soldados que marchaban hacia la batalla.

 

Por eso supe que mi tiempo era escaso.

 

Una vez que me aseguro que no hay nadie por aquí, continúo mi camino hacia la biblioteca principal. La puerta es de una madera muy robusta y oscura. Debido a la escasez de soldados, puedo abrirla sin problemas.

 

Una vez adentro, me dirijo hacia los estantes más alejados. Hacia esa puerta que siempre permanece cerrada. Es pequeña. Saco la espada y comienzo a destrozar la cerradura. Después de unos minutos, cede y se abre.

 

La abro con cuidado, no puedo confiar en que no haya nadie aquí.

              

Me muevo con agilidad, viendo los pasillos y rincones para asegurarme que yo soy el único que está adentro. Lo que parece ser así una vez rodeo toda esta zona.

 

Sé que los reyes tienen un protocolo muy importante: siempre dar testimonio de lo que ocurra. Solo otros reyes pueden leerlas, así que si alguien me descubre, pues… terminaré bien muerto. Voy a la sección que ha escrito nuestro actual señor. Son demasiados. Me frustro por eso.

 

— Qué mierda —bufo molesto. Inhalo profundamente y decido tomar los más viejos, después de todo, si esta guerra comenzó hace diez años, tengo que buscar de ahí para atrás. Lo cual es algo a mi favor, ya que el rey lleva 11 años en el poder. Tomo los que puedo y los llevo hacia una mesa de madera que está aquí. Los abro y leo rápidamente; desechando los que no me dan buena información. Solo tengo que leer como 2 años de historia para hallar algo antes de que sea tarde.

 

Siempre he sabido que la información es poder, no por nada hemos aguantado tanto contra las criaturas.

 

Leo pergamino tras pergamino sin éxito, sin nada que me ayude. Comienzo a rascarme el cabello y masajearme el cuello. ¿Cuánto tiempo me quedará? Cuando llegué a Caesonia los soldados apenas estaban afuera de la muralla.

 

— Mierda, mierda… —separo los que ya leí y vuelvo al estante para tomar otros. Pero al acercarme a este, noto cómo tiene una profundidad menor a la de los demás. Doy unos golpecitos a este y escucha extraño. Golpeo más fuerte y al final una tabla se mueve ligeramente, puedo ver más pergaminos ahí.

 

Aviento los que no están dentro de ese estante escondido. En total hay 8 pergaminos.

 

Los tomo con cuidado y así comienzo a leer una historia que no sabía. Pero es justo lo que estaba buscando.

 

 ***

 

Apenas hemos empezado a pelear y ya me siento algo cansado. Tal vez perdí algo de condición mientras era prisionero de Lykaios.

 

— ¡Que muera! —grito enfadado al pensar eso. Delante de mí se plantan dos sátiros— No sabía que los violadores también peleaban “con honor” —digo con burla, pero ellos simplemente se enojan más y se miran entre sí apenas un segundo—. Vengan aquí, escoria —pongo mi escudo cubriendo de mi nariz para abajo—. No, mejor yo iré —digo para mí y corro hacia ellos lo más rápido que puedo.

 

Impacto mi escudo de lleno a la cara de uno para pretender herir al otro con mi espada. Digo pretender porque ese maldito lo esquiva muy bien.

 

— Vaya, quién diría que aún nos llaman violadores cuando hace años que nadie hace eso, ¿no crees? —dice uno con un tono ofendido.

 

— Bueno, son humanos de los que hablamos. Son estúpidos —contesta el más bajito con una sonrisa.

 

— ¿No saben pelear y por eso solo hablan? —les grito enojado, quiero verdadera acción, quiero rebanarlos con mi espada y pegarles con mis puños.

 

Justo cuando voy a atacar otra vez, noto que ambos se quedan mirando a un punto fijo detrás de mí. No hay que ser muy listo para saber que un enemigo me quiere atacar por la espalda.

 

Sin pensarlo más, ataco hacia atrás solo para encontrarme con nada más y nada menos que ese centauro.

 

— Yo me encargo de este —dice con un tono de voz muy profundo y con la cara más horrorosa que le he visto en años. Una vez se van, me sonríe —. Ahora, Lucius, ¿qué dices si tenemos un verdadero enfrentamiento entre los Generales de cada bando?  —juega con su espada mientras dice eso.

 

Exhalo fuertemente por lo molesto que esa pregunta me ha puesto— ¿No lo sabías? Ya no soy más el General, gracias a ti, animal —aprieto la empuñadura de mi espada.

 

— Cielos, ni cómo pedir perdón. Así que ahora de verdad eres un peón más, eh —exclama con gozo en sus palabras y sé que de manera implícita se refiere a mi padre.

 

— Vamos a ver lo que un peón puede hacerle a una pieza más importante, ¿quieres?

 

— Lo siento, pero yo quería una pelea con un igual —se encoje de hombros y me da la espalda, caminando hacia una zona muy boscosa. Voltea a verme y me sonríe con arrogancia.

 

Corro hacia él y antes de llegar, detiene mi ataque al dar patadas con sus patas traseras.

 

Un golpe así y me va a sacar el aire o peor. Necesito que se ponga frente a mí.

 

— ¿Ahora ya no me quieres ver a la cara? —tal vez si le pico un poco el orgullo.

 

— Ni quién quiera, Lucius. Pero ya que estás tan desesperado, está bien —lentamente queda frente a mí, a una distancia prudente—. Ven acá y atácame, porque te prometí que yo haría lo mismo, ¿no?

 

Sí, recuerdo que eso dijo antes de que yo regresara a Caesonia.

 

Un silencio se genera, a lo lejos se escuchan los gritos de los más; el choque de armas. Comenzamos a caminar en círculos, intentando ver un ángulo débil en el otro.

 

Y así de rápido, ambos encontramos el momento, atacando al mismo tiempo. Nuestras espadas chocan y chocan, nuestras armaduras nos protegen a la perfección. Tal vez la única ventaja que tengo es que yo sí tengo escudo.

 

Nuestra batalla sigue a partir de ese momento.

 

Pero me empiezo a desesperar cuando nuestro encuentro lleva al menos quince minutos. Puedo notar que él también ya está bastante agitado y sudando, como yo. Mi escudo ya me pesa demasiado, apenas lo puedo sostener correctamente. No puedo dejarlo así, tengo que terminar esto ahora, ¡ahora!

 

En un acto desesperado, me acerco rápidamente y le arrojo mi escudo directo a la cara. Por reflejo él lo aviente y se descuida, dejándome un espacio libre para atacarlo. Pero no sé cómo, no sé qué momento… termina de nuevo dándome la espalda y esta vez sus patas logran dar en mi pecho.

 

Caigo de lleno en el césped, sin poder respirar.

 

— ¡Agh! —exclamo cuando siento una de sus patas apretando mi garganta. No puedo tomar aire, siento que…

 

— Peleaste bien, Lucius, pero no lo suficiente —con ambas manos, toma su espada. Yo comienzo a intentar zafarme, pero pone más fuerza en su pata sobre mí. Me detengo cuando siento el frío metal rozar mi garganta.

 

— Lo sé —le respondo apenas, creo que ni se alcanzó a escuchar lo que dije.

 

Me le quedo mirando una vez más, de verdad que es la criatura más fea que mis ojos han visto. Así que los cierro, imaginándome algo hermoso antes de morir. No moriré como un cobarde rogando por su vida.

 

— Dime que te rindes —me dice Lykaios.

 

— No —siento que en cualquier momento podría aplastar mi cuello y esa imagen no ayuda en nada. Pero no suplicaré nada ni me rendiré.

 

— Por favor, hazlo —abro los ojos al escuchar eso. Lykaios está… está…—, Lucius.

 

Lykaios está llorando. ¿Qué significa esto?

 

El peso sobre mí se desvanece y aprovecho para inhalar fuertemente.

 

Me siento y noto que una vez más, ese centauro me está dando la espalda.

 

— ¿Qué haces? —le cuestiono incorporándome lentamente. Pero antes de levantarme por completo, Lykaios toma mi cuello y me estampa contra un árbol— ¡Agh! —vuelve esa horrible sensación de asfixia.

 

— Ya no importa nada más —cierra los ojos, puedo ver cómo una lágrima va hasta su barbilla. ¿Qué es lo que ya no importa más? —. No tienes idea de cuánto intenté convencerme de que tenía que hacerlo —su rostro se muestra más serio, acercándose al mío. Y sin más, me besa. Me besa con desespero, me forza a seguir el ritmo de su boca contra la mía. Se siente extraño. Intento alejarlo, pero solo se pega más contra mí. Dejando mi cuello en paz para tomar mis piernas y enroscarlas en su cintura para después apresar mis manos sobre mi cabeza—, pero al final de verdad no puedo. No puedo matar a la persona que he amado durante más de 10 años. Siempre que te veo recuerdo a ese pequeño que no dejaba de ir tras de mí —vuelve a abrir los ojos y me mira fijamente—. Me encantaba cuando no te querías despegar y me pedías que te dejara montarme. No me di cuenta de que te amaba hasta que nos volvimos a encontrar hace 3 años.

 

—¿Qué…?

 

—No sabes lo mucho que me sorprendí al verte blandir una espada tan bien. Y no sabes lo mucho que me dolió que no me recordaras ni un poco.

 

No entiendo nada. 

Notas finales:

Espero les haya gustado y que, los que hayan regresado a clases, estén empezando con todo jaja (aunque es difícil, lo sé ????).

Nos seguimos leyendo.

¡Besos! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).