Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Eternos Enemigos por kurerublume

[Reviews - 85]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Pues sigo en el trabajo, a dos de irme a dar clases.

El próximo martes es súper seguro que haya nuevo cap. 

Le agradezco a MrsHunters, Jade y Mc-19027 por sus reviews.

Espero les guste el cap. 

CAPÍTULO XXIV: Algo que saber

 

Estoy a punto de dar el primer ataque, pero en eso, el minotauro voltea extrañado.


—¿Lykaios? —pregunta al aire, su rostro se vuelve a uno de enfado. Aprieta la mano de Cornelius.


—¿Qué pasó? —pregunta mi amigo muy preocupado, acariciando su brazo.


—Está herido —veo cómo aspira con fuerza—, tengo que ir —Cornelius empieza a seguirlo, pero el sonido de mi espada hace que vuelva a voltear hacia mí.


Suelta la mano del minotauro y le sonríe— Ve, yo hablaré con mi amigo —pero antes de retirarse esa criatura, se inclina para que sus rostros queden a la misma altura y… pareciera que van a…besarse.

Pero no, solo juntan rápidamente sus frentes y Cornelius le dice algo que no alcanzo a oír.


Hasta que la criatura esa se va, volvemos a mirarnos, muy fijo y sin querer empezar a pelear.


—¿Ya vas a empezar a confesarme tu traición? —le pregunto una vez tomo el valor de hacerlo.


Él me mira confundido— No estoy traicionando a nadie, Lucius. Yo… yo vine a pelear por Caesonia, pero no pude. No pude contra él. Apareció de la nada y me salvó. ¿Cómo esperas que pelee contra el ser del que me enamoré? No me importa si es un minotauro, de hecho —sonríe—, creo que por eso mismo terminé así. Es bondadoso, fue muy lindo conmigo.


—Secuestrándote.


Frunce el ceño— No estoy seguro que lo haya hecho así. Dijo que me conoció de niño. Tal vez… tal vez tuvo una razón.


—Más allá de lo obvio, eso seguro —respondo con fastidio. Cornelius se está cegando por esa criatura y eso me molesta demasiado.


Mi amigo se ruboriza— N-No. Lucius, no quieras engañarte. Sabes tan bien como yo que algo no anda bien. Y con Arion yo todo lo sentí correcto, me sentí seguro y… querido —sonríe con nostalgia—. Si no quieres aceptar mis sentimientos, al menos toléralos. Eres mi amigo, por favor, respeta mi decisión. No traiciono a nadie, solo decido ser feliz e intentarlo finalmente con alguien.


Me quedo en silencio por dos segundos— ¿Alguien? —digo en un volumen bajo— ¡Alguien, alguien! ¡No puedo creer que me estés pidiendo esto, Cornelius! ¿Por qué? ¿Por qué habiendo tantas personas en Caesonia, tantas personas en otros lugares… y vas y te enamoras de un minotauro? ¡¿Sabes lo enfermo que se escucha eso?! —inhalo profundamente, intentando calmarme para dejar de gritar— Solo… ¿has pensado en su futuro? ¿Crees que no llegará un día en el que quieras descendientes? ¿Una linda esposa que procure tu bienestar?


—Sabes que yo nunca he querido una esposa —contesta firme.


—No, quieres serlo —digo molesto. Y no porque sea homosexual, realmente siempre lo he aceptado. Pero ahora no puedo por más que intento callarme.


Cornelius en lugar de ofendido, luce más molesto— Sí, quiero serlo. Quiero ser quien procure el bienestar de alguien y mimarlo lo que sea necesario para que esté feliz. Y que sea recíproco. Tú tienes una idea muy diferente de la mía de lo que significa tener un futuro. Para ti, por lo visto, es tener una esposa e hijos; para mí, ser feliz con la persona que yo ame y que ambos nos cuidemos. Veo todo eso con Arion. Lucius —empieza a soltar una que otra lágrima—, esto es el adiós. Ni yo te buscaré ni tú a mí. Dirius está bien, llévalo para que lo atiendan.


Antes de que pueda decir algo, Cornelius empieza a correr hacia donde se fue el minotauro. 

 

No me muevo.


Me quedo pensando por largos segundos las palabras de mi amigo. ¿Esa es la idea que yo tengo de mi futuro? No suena mal, es lo obvio.


Decido guardar mi espada, esos dos a mí ya no me incumben. ¿Cierto? Ya no los volveré a ver, ni a ese ser ni a… Cornelius.


Es lo correcto. Es como darles una única oportunidad. Tal vez mi amigo se dé cuenta de la decisión tan estúpida que ha tomado y regrese en unos días o semanas.


Sé que lo hará.


Cornelius regresará a Caesonia y pediré su perdón.


***


Pasan largos minutos en los que logré atar a Nero del cuerpo y la cabeza, comenzar a preparar todo para su dosis y encender un pequeño fuego con un recipiente cerca de él.


Lo que Nero hizo fue juntar conocimientos de herbolaria con los bélicos para interrogar. Los volvió obedientes contra su voluntad y logró borrar todo recuerdo de ese procedimiento.


Por eso estoy dudando en hacerlo: terminaré siendo igual a él.


Pero quiero creer que con un buen guía, Nero puede volverse en una gran persona. Tal vez merece esa oportunidad, tal vez no. O igual y ni siquiera se puede considerar como una.


Recuerdo lo que dijo Koren sobre esto, incluso tengo sus escritos. Es relativamente sencillo. Pero el problema está en las frases que se quedarán en su mente al consumir el brebaje. Me dijo que tenían que ser afirmativas, nada de negaciones.


Bien, yo puedo. Yo puedo.


Tomo la escopolamina, la planta que hace que tus órdenes sean llevadas a cabo. Solo de imaginarme que Nero hizo esto, me dan náuseas.


Vacío la mezcla y comienza a calentarse.


En eso, Nero despierta.


—¿Qué..? ¿Soterios? —pregunta confundido al principio, pero inmediatamente empieza a reírse— Oh, mi ingenuo Soterios, ¿por qué regresaste? Creí que había sido benevolente al dejarte escapar. Así que dime cómo lo hiciste. Esa noche que mandé a mis guardias por ti, no te encontraron. ¿Quién te ayudó?


Aún atado este hombre logra ponerme nervioso y muy a la defensiva.


—Eso ahora es irrelevante.


Pasea la mirada por el lugar hasta que la fogata llama su atención. Empieza a aspirar repetidas veces y termina por hacer una expresión de molestia— ¿Planeas usar eso en mí? —afirmo en silencio— Pues qué malas noticias para ti. No sabes cómo funciona correctamente. Mejor mátame y termina con esto.


—No voy a matar a nadie.


—Luego no digas que no te lo advertí.


—Esto termina hoy, Nero. En cuanto esa cosa hierva, será tu fin.


—Lo dudo, Soterios. En cuanto esa cosa hierva, será el momento de que yo te ataque por la espalda. Ni sabrás qué te golpeó.


Sus palabras se escuchan con mucha seguridad, y no me gusta. Solo quiere ponerme nervioso e histérico.


Simplemente decido sentarme a una distancia prudente de él.


Pasa un rato para que el vapor comience a salir y me levanto con cautela. Vierto el contenido en un cuenco, siempre de frente a Nero.


Pero él sigue sonriendo.


Me voy acercando, con cuidado de no derramar nada.


—Oye.. —una voz detrás de mí es lo que escucho antes de caer al piso. Pero logro ver su rostro, es… es…


El joven que conocí como el heredero.


------------


Voy despertando lentamente.


Ante mí se presenta una imagen que me genera pavor: Nero de pie, con los brazos cruzados; a su lado, su hijo mayor. Pero no es como lo recordaba, ahora es tétrico.


—Seguro te acuerdas de Dralios —lo señala sutilmente con la cabeza—. Todo este tiempo oculto como mi sirviente. Nadie sabía su paradero, pero siempre ha estado junto a mí. Ni siquiera Lucius lo sabía. Te diré que siempre es bueno tener a alguien en las sombras, y qué mejor que tu propio hijo.


Sigo contemplando la escena frente a mí. Dralios ha cambiado demasiado. Pero parece…


—¿A él le sigues administrando escopolamina?


—Eso es obvio, pero en dosis mucho más pequeñas. No sabes lo útil que es tener a alguien tan a tu disposición, tan capaz de hacer todo lo que necesites. Es el heredero perfecto.


—¿A tu propio hijo? —mi voz suena entrecortada, no puedo creer cuánta crueldad existe en un humano— Eres un monstruo. Lastimaste a tu familia, al que dijiste que amabas: a mi amigo; a todos tus soldados, súbditos. ¿Por qué?


—Tuve una visión. Una imagen del futuro promisorio al cual dispuse todos mis recursos, toda mi persona.


Sigue hablando de esa visión, afirmando sus actos como necesarios y de los cuales no se arrepiente para nada. Pero dice algo que me molesta, que hace que mi cuerpo arda de coraje. «Koren sí fue un capricho, y si no me lo iba a cumplir, tenía que morir». Eso dijo.


Comienzo a apretar mis puños para contener toda la rabia que tengo.


Este es un juego macabro, uno con tantas muertes. Jamás creí que yo sería nuevamente una víctima de Nero, pero heme aquí.


—Termina de una vez con esto —digo sin ganas. Tal vez si se confía y se acerca a mí, pueda atacarle.


—Dralios —dice con tono firme—, vuélvelo sumiso, ya sabes qué hacer —e inmediatamente, se acerca a mí con ese cuenco en sus manos. Pero no puedo mover mi cabeza ni un poco.


Tomo aire.


—Pórtate bien —espeta Dralios con una expresión fría. Me acaricia los labios y me va acercando lentamente el cuenco.


Cierro mis ojos y aprieto mis labios, no quiero que me hagan ingerir tal cosa. Solo los dioses saben qué me obligará a hacer este Nero.


Pero contrario a lo que pienso, me llega un olor extraño. Abro mis ojos, mi respiración se ha acelerado. Dralios sostiene esa cosa frente a mi nariz.


—¿Qué? —y lo voy sintiendo, un hormigueo extraño recorre mi cuerpo.


—Inhala más fuerte, Soterios. Inhala todo lo que puedas —mi respiración se vuelve errática. No sabía eso, no sabía que su administración también podía ser así.


Y mi voluntad va mermando, lentamente.


Fracasé.


***


Al llegar a la biblioteca, descubro que los pergaminos siguen en donde los dejé. Reviso lo más rápido que puedo y tomo solo dos. Los que describen toda la verdad.


Salgo corriendo nuevamente, no me detengo para nada.


Recorro los pasillos de esta gran edificación; afuera es lo mismo, paso algunos puestos mercantes, viviendas. Varias mujeres aún se encuentran lamentando la partida de sus esposos y los niños rezan por sus padres.


«Maldito Nero, pagarás todo», es lo que voy pensando mientras llego a las murallas de Caesonia. Uno de los arqueros que dejaron de guardias me reconoce enseguida, extrañado por mi repentina aparición.


Baja corriendo hasta donde me encuentro.


—Domitius, ¿cómo es que…?


—No hay tiempo para eso. Recopilé información valiosa para esta guerra y debo avisar al General. Abre las puertas —abre los ojos, sorprendido. Pero inmediatamente corre a dar la orden.


Segundos después, tengo todo el paisaje frente a mí y me acercan un caballo para que llegue cuanto antes a dar el aviso.


Siendo sincero, no sé qué tan bien funcionen estos pergaminos; si ya es tarde; si van a ignorar esto.

No lo sé.


Emprendo la marcha, galopando lo más veloz que puede mi caballo. El campo de batalla no está muy lejos, así que apenas unos minutos después, hallo ante mí la escena más bélica que cualquiera pudiera describir. Jamás, en toda mi vida, había sido testigo de un panorama tan decadente.
Si antes creíamos que estábamos en guerra, esto le da un significado muy diferente.


¿Desde cuándo generan tantos muertos? ¿Dónde están los prisioneros?


«Dios mío, Dirius, ¿qué has hecho?»


Esa pregunta ronda mi cabeza, pero de la nada, se vuelve en un « ¿qué hemos hecho? ». Mi cabeza da vueltas, el olor es nauseabundo, huele a tanta sangre. Recorro con ansiedad los cuerpos a mi alrededor. No sabría decir quién ha tenido más bajas.


No sé si Dirius o Lucius siguen con vida.


Repentinamente, acaricio la herida que me hicieron los sátiros la primera noche que intenté escapar.

¿Y… Bronte aún sigue con vida?


Pero desecho esa pregunta enseguida. Debo buscar y encontrar al General.


------------


No sé cuánto tiempo pasa para que logre encontrar a un soldado, agotado y con una mirada distante.


—¿Dónde está nuestro General?


Tarda unos segundos en responder— Se fue al bosque… no ha regresado —esa es su respuesta, pues de inmediato cae inconsciente.


Así que con toda la energía que tengo aún, me dirijo con velocidad al inicio del bosque. Me detengo cuando encuentro unas pisadas bastantes profundas: un minotauro fue directo hacia allá.


Las voy siguiendo, llegando hasta una zona despejada, una que me permite ver claramente lo que hay ahí.


Inmediatamente mi corazón se detiene. Mis manos tiemblan.


Nuestros ojos se cruzan y nos quedamos mirando, sosteniendo la respiración. Corro hacia él, corro como nunca antes.


—¡Lucius! —le grito una vez llego a su lado y lo abrazo. Mi amigo está vivo. Se ve algo agotado, pero está bien, no tiene ninguna herida profunda o grave.


—Domitius, ¿cómo es que estás aquí? —pregunta entre lágrimas— Me dijeron que habías desaparecido, que fuiste a buscarme y no regresaste nunca. ¿Por qué hiciste algo tan estúpido? ¿Por qué? ¿Acaso no confiabas en que tu General regresaría? —su voz suena entrecortada, intentando aguantar el llanto.


Sonrío mientras acaricio su cabello— Temí jamás volver a ver a mi amigo. Perdóname —seguimos abrazados un rato más hasta que nos percatamos de dónde estamos y por qué—. ¿Qué haces aquí?


Hace una expresión de confusión— Yo… yo… vine a matar a un centauro.


—Encontré pisadas de un minotauro, llegaban acá, ¿también lo mataste?


—N-No… no me lo encontré —empieza a mirar hacia los lados. Está demasiado nervioso y no comprendo la razón—. Supongo que pasó antes de que viniera aquí. Podría estar esperando para atacarnos —toma su espada y ahí me doy cuenta que yo vine a la guerra sin una. Solo traigo los pergaminos, los cuales rápidamente se los doy a Lucius—. ¿Qué es esto?


—Eso es la verdad. Una que puede detener esta guerra.


—¿A qué te refieres? —deja su espada en el césped y abre uno de ellos, leyendo deprisa.


—Hay algo que tienes que saber sobre tu padre.

Notas finales:

Espero les haya gustado :)

Nos leemos el 10 de julio.

¡Besooos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).