Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Eternos Enemigos por kurerublume

[Reviews - 85]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ya estamos en la recta final :)

Y se preguntarán qué carajos me pasa con mi lentitud. De manera rápida, pues una tía se puso muy grave y saliendo de trabajar me iba a urgencias a hacer guardia. Así que llegaba como 11:30 a mi casa. Me dormía a las 12 y me levantaba a las 5 para irme al trabajo. Estuve muy cansada y pues sin ganas de escribir. 

Desde la semana pasada llevo escribiendo este cap. Espero les guste.

Les agradezco muchísimo sus reviews. 

Disfruten :)

CAPÍTULO  XXXIII: Días después

 


Aquella noche recuerdo haberme dormido plácidamente en mi alcoba. Guié a Lykaios hasta ella y fue él quien me colocó en mi cama, acarició mi cabello y siguió besando mi rostro. Tomaba mi mano y con su pulgar la acariciaba. 


Eso es todo lo que recuerdo. 


Amanecí con los párpados hinchados y una opresión que parecía haberse debilitado. Fue fácil comprender la razón. 


Cuando terminó el banquete, se dio una pequeña ceremonia. Fue más formal, en el gran salón ya limpio y con las mesas dispuestas alrededor, de manera que todos podían verse a la cara. 


En cuanto la última firma se impregnó en el pergamino, suspiré aliviado. Ya era una realidad; minotauros, sátiros, centauros y humanos vivirían en paz. Incluso se permitiría el comercio y la entrada controlada a las criaturas. 


Todo iba bien, hasta que recordé que debía agradecerle a Lykaios su apoyo. Pero no lo pude encontrar por ninguna parte después de que firmara el acuerdo de paz. 


Algo de eso me molestó. Me siguió molestando porque durante dos días no supe de él. Hasta esta mañana…


El maldito llegó de lo más contento con otros dos centauros para empezar a comerciar con Caesonia. Traían más que nada frutas de su región, de sabor dulce y tonos cálidos. 


Lykaios me vio e hizo una ligera reverencia. ¿Cuándo en su vida ha hecho algo así? 


Dos comerciantes de Caesonia fueron a recibir, inspeccionar y valorar sus productos. Anotaban y comentaban sobre el sabor y la consistencia. También sobre qué mercaderes querrían venderlas. 


Al final agradecieron a los centauros y les pagaron con más frutas, esta vez de nuestra región.

Igualmente los centauros comentaron al respecto, pero fue sobre quiénes se interesarían en comerlo. Ya que ellos no manejaban tanto el pago con monedas como nosotros. 


Pero Lykaios en ningún momento me miró. No sabía de verdad qué pretendía con eso. ¿Acaso estaba fingiendo que no había pasado nada? ¿Quería olvidar? 


Yo no lo iba a permitir. 


Así que sin pensarlo mucho le dije en voz alta que quería hablar con él sobre la próxima entrega. 


Ahora me encuentro caminando a un lugar más apartado. Una pequeña calle de paredes blancas y algunas flores moradas en las ventanas de las casas. 


—¿Te parece bien que sea en la próxima luna nueva? —pero no quiero contestarle— ¿Lucius? 


—Sí, sí. Me parece estupendo.


—Entonces es un acuerdo —veo cómo se quiere ir de aquí.


—Oye, respecto a lo de hace unos días…


—No sé de qué hablas —lo veo a la cara y noto su sonrisa dulce—, solo me mostraste el lugar y ya. 


Sigue en marcha, pero no, sigue sin ser suficiente para mí— ¿Entonces sí quieres olvidar? —porque yo no quiero. Me niego. 


Lykaios regresa a donde estoy con un semblante algo  serio— ¿No es eso lo que quieres, Lucius? Lo estoy haciendo por ti. 

—Pero ese día ni siquiera te rechacé. Yo… te correspondí —dioses, creo que me estoy sonrojando—. Pensé que…


—No me malinterpretes, Lucius. Te amo —dice muy seguro—, pero no estoy de acuerdo con aprovecharme de tu poca vulnerabilidad. Te he estado esperando estos años, creo que podré soportar unos más hasta que te des cuenta que seré un amante leal —acaricia mi mejilla antes de volver a hablar—, y que también me amas. 


Sonríe nuevamente y me da un beso en la frente— ¿Entonces esperarás por mí? —algo dentro de mí parece agitarse. Porque decido ignorar el hecho de que me piensa vulnerable. 


—Lucius, solo no tardes tanto. Mi cuerpo no será tan atractivo si demoras otros años más.


—¿Tu cuerpo? —pregunto confundido. 


Lykaios empieza a reírse— Seguro Cornelius podrá explicarte después


Abro la boca en cuanto comprendo sus palabras. Me avergüenzo por no haber sido más perspicaz. 


—Eso es demasiado vulgar —respondo algo agitado. 


—¿Lo es? —cuestiona despreocupado— Lo que quiero decir es que mi amor por ti es de esa manera también. Deseo eso, así que prefiero darte tu espacio, Lucius. 


Esta vez entiendo perfectamente de qué está hablando— ¿Cuánto estarías dispuesto a esperar? Yo aún no… no entiendo del todo. 


—Al menos has aceptado mis caricias y besos —contesta algo contento—, así que estoy bien en tanto no quieras que me vaya. 

 

—No quiero eso. 


—Eso es algo —pasa sus manos por mi cabello antes de irse con sus compañeros. 


Creo que tengo cierto anhelo de verlo otra vez. Así que discretamente pregunto a los comerciantes cuándo regresarán con la mercancía y me responden que en tres días será la luna nueva.


De repente siento que tres días son muchos, pero no me queda de otra. 


Camino entre los pasillos del palacio con mi fiel túnica azul, muy pensativo. Alguien interrumpe mi camino con su mano en mi hombro.


—Lucius —me llama Cornelius—, yo… vengo a despedirme. 


—¿Despedirte? —me toma desprevenido— ¿A qué te refieres? Sabes que ya pueden quedarse aquí. 


Mi amigo se pone nervioso— Lo sé, pero… queremos tener un lugar para nosotros. Así que decidí regresar con él como hace unos días. 


—Hace unos días fue porque, en mi ignorancia, te consideré un traidor. Quédate, Cornelius —se acerca a mí con una sonrisa algo triste. 


—Gracias, Lucius. Pero… de verdad quiero estar con él. Vendré aquí con frecuencia, lo prometo. Ya no necesitan un arquero más si la guerra terminó.


Me rindo con una sonrisa también— Entiendo —nos miramos y nos damos un abrazo. Pero el momento se me hace perfecto para molestarlo un poco—. Así que un espacio para ustedes, eh. Me pregunto por qué será, ruidosos.


Cornelius se separa de inmediato con la cara más roja que he visto en mi vida— ¿Nos escuchaste? 


—¿Cuál de todas las veces? —me cruzo de brazos. Pero en ese momento me surge una duda algo incómoda— Pero hablando en serio, ¿te… duele? Ya sabes. 


—¿Por qué quieres saber eso? 


—Solo me preguntaba. 


Al principio parece sospechar de mí, pero me responde— Claro que duele, y no es la primera vez que lo hago. Pero es algo que deseé por tantas semanas, que de verdad estoy muy feliz. Poder hacer el amor con Arion fue…


—Ok, ya entendí, ya entendí. Eres el hombre más feliz de Caesonia —cierro los ojos intentando no recordar sus malditos gritos de aquella vez del banquete. ¿Tan bien se siente? 

 

—¿Qué hay de ti? —suelta de la nada— ¿No quieres ser feliz también? 


—Ya lo soy.


—No se nota —contesta sin intención de herirme—, es solo que te conozco, Lucius. Veo que estás sufriendo. Te veo disperso. 


Decido decirle la verdad— Lo estoy. Supongo que han sido muchos cambios en poco tiempo. Siento que estoy solo, Cornelius —volteo hacia el balcón que tiene una jardinera verde. Intentando evitar su mirada—. Estoy feliz por esta paz a mi pueblo, pero la mía está perturbada. Más que solo, me siento perdido. 


Cornelius me vuelve a abrazar con más fuerza— Perdón, no sé cómo ayudarte a encontrar tu camino. 


—Lo haré con el tiempo.


Antes de poder continuar la conversación, escuchamos una ligera discusión acercarse hacia nosotros.


—Carajo, Bronte. Ya te dije que no, fue una noche y ya.


—¿Entonces por qué hueles tan excitado cuando me acerco a ti? —dice el sátiro mientras lo abraza por atrás y pasa su nariz por su cuello. 


Cornelius y yo nos quedamos estáticos en cuanto Domitius nota nuestra presencia— No… no sé de qué hablas, sátiro. Ya lárgate. 


El sátiro hace una expresión de molestia y antes de irse le da un beso a mi amigo. Domitius solo lo empuja y claramente está avergonzado. 


—Ahh… —intenta hablar Cornelius.


—No es lo que creen —responde, pero después suelta un bufido—. Bueno, sí lo es. Sí, sí, tuve sexo con ese sátiro. No hay nada más que decir. 


—¿Fuiste tan bueno que te está pidiendo repetir? —pregunta maravillado Cornelius— Dioses, debes de ser realmente bueno —bromea con discreción. 


—Claro… —la inseguridad en su respuesta me hace dudar. 


—Domitius, confiesa, ¿quién fue el pasivo? —le exijo cuidando mi tono. Y claro, inmediatamente se pone a la defensiva. 


Cornelius y yo no podemos evitar reír y aplaudirle a ese sátiro. Ninguno de los dos se cree que alguien, menos una criatura, haya logrado doblegar al siempre dominante Domitius. 


—¡Ya dejen de burlarse! —grita casi histérico— Fue solo un error, ¿entendido? Ahorita que estoy en mis cinco sentidos comprendo que lo fue y que me doy asco. 


Las risas cesan.


Deja de ser gracioso cuando ese sátiro regresa con aquel otro de pelaje negro y que es más grande.

Deja de ser gracioso porque Cornelius y yo notamos cómo el comentario de Domitius le dolió. 


En cambio, el otro sátiro negro simplemente le da un golpe en la espalda para que siga caminando.


Domitius se cohíbe al notar su presencia. 


Todos nos quedamos en silencio. 


 Cornelius es el primero en romperlo— ¿Sabes? Si nos reímos fue porque estábamos atónitos. Pero eso no quiere decir que esté mal, si ese sátiro te gusta… no tiene nada de malo, Domitius. No sé cómo sea su relación, pero se nota que le importa. Tal vez deberías ir a disculparte.  


—¿Por qué habría de hacerlo? —se nota que está nervioso— Prefiero conversar con ustedes y saber qué ha sido de sus vidas. Temo que hace mucho no lo hacemos. 


—Ustedes lo hicieron hace poco —bromeo, ellos se empiezan a reír, uno más nervioso que otro.


—Por eso estamos así, no como tú: todo amargado. 


Sus palabras no me duelen, sino que de verdad me dan risa. Porque sí que a veces soy un maldito amargado. 


 
Los siguientes dos días no dejo de pensar en Lykaios. Siento que le debo algo más allá de un agradecimiento. Además, se me hace casi extraño no estar con él.


Recuerdo cuando me llevó afuera mientras me mantenía prisionero. Recuerdo cuando le gané. Cada cosa buena y mala pasan por mi cabeza como una obra. 


Lo que más me molesta es no poder recordar cuando yo era un niño. Lykaios lo hace a la perfección. Quiero saber cómo éramos. 


--------


Por fin llega el tercer día. Estoy nervioso, ansioso. Confundido, pero quiero verlo. Así que en cuanto se les da la entrada a Caesonia, me muestro algo impaciente. 


El procedimiento es el mismo que el anterior, excepto que esta vez la mercancía es mayor y hay más comerciantes que pagan de inmediato a las criaturas. 


Una vez terminan, le hago una seña a Lykaios para que entienda que quiero hablar con él. Me entiende enseguida y me sigue. 


Llegamos al palacio en total silencio. Pasamos las grandes habitaciones blancas hasta llegar a un pequeño jardín. En su mayoría es verde, cuenta con algunas flores blancas. La luz del sol pasa perfectamente al no tener techo, huele fresco y es tranquilo. 


—Gracias por el recorrido —dice sarcástico. 


—Cuéntame más —le pido—, quiero saber más. 


—¿Por qué? Eso ya pasó, no lo vas a recordar aún así —se acerca a mí, escucho sus patas chocar con el piso. Me doy cuenta que nota mi tristeza porque suaviza su voz—. Lucius, no te presiones. Sé que te sientes confundido y perdido; sin nada. Pero créeme que no es así —me obliga a mirarlo a los ojos—. Te diré que eres igual de testarudo que hace años, jugábamos casi diario y una vez me dijiste que era el centauro más bonito que habías visto.


—¿Yo dije eso? No veo cómo —cierro los ojos y sonrío. Intentando no llorar—. No eres bonito, ni de cerca. 


—Eso mismo opino yo, pero bueno, eras un niño.


Se cruza de brazos y noto cómo el sol logra hacer que su abdomen se vea algo marcado. Sus músculos se notan fuertes. Mi vista sigue hacia abajo y a los costados. Contemplando muy bien su cuerpo de caballo. También su rostro. 


Es… majestuoso. Creo que Lykaios se ve imponente de esta manera. Me agrada.


—Lykaios, bésame —suelto con seguridad. Pero el centauro infeliz voltea con cara de idiota—. Bésame —repito apretando mis manos. De verdad deseo que lo haga. 


Y lo hace cuando termina de juntar nuestros cuerpos. Su barba me da cosquillas, pero le resto importancia. Sus labios son suaves, como aquella última vez. 


—¿Mejor? —pregunta sonriendo. 


—Mucho mejor —susurro y recargo mi cabeza en su cuerpo—. Gracias. 


Comienza a acariciar mi espalda y siento un cosquilleo único. Arqueo mi espalda cuando pasa un dedo por mi columna. 


—Es gracioso, antes siempre te molestaba haciéndote esto. Ahora parece que lo haces para provocarme —lo miro de mala manera. Para nada es como si estuviera haciendo eso—. Me retiro, Lucius —besa el dorso de mi mano y da media vuelta. 


—Quiero intentarlo —digo nervioso—, de verdad quiero —eso llama su atención porque se detiene—. Así que despídete como debes —escucho cómo se ríe y de inmediato va a mi lado. Noto cómo ambos estamos nerviosos. 


Aprieta mi hombro y se agacha, yo me estiro para que me alcance ya. Y por fin nos besamos apasionadamente. Su barba se siente algo suave, agarro su cabeza y lo obligo a profundizar. 


Me toma de la cintura y me levanta. Al principio jadeo por la sorpresa, pero él toma mis piernas y las enrosca en su cintura. 


Es algo… incómodo. Es vergonzoso porque así me está dejando en claro quién será el dominante. Me cohíbo al pensar en eso y volteo mi rostro. 


—Me dejé llevar —confiesa algo apenado. Me baja y me siento tranquilo cuando por fin estoy de pie—. ¿Te molesté? —miro a los lados, a los arbustos.


—No es eso, es que… —creo que me estoy poniendo rojo, mis orejas se sienten calientes— me da vergüenza. No estoy acostumbrado. 


—Comprendo. 


—Pero no me molestó que hicieras eso —aclaro para que no ande pensando en cosas innecesarias. De verdad no me molestó, pero sí va a ser cosa de irme acostumbrando. Después de todo, ya volví a ser el general, así que mi hombría es un tema del cual prefiero no hablar. 


No si este centauro terminará siendo mi pareja. O algo así. 

 

—No te presiones, Lucius.


Claro, tan fácil. 


***


Bronte, Bronte, Bronte. 


Ese maldito nombre que no dejo de pensar. Me ha estado insistiendo en repetir lo de hace unas noches. 


No quiero. Le dije que sería una sola noche y pienso mantenerlo así. 


Sí, sí, disfruté mucho. Me corrí varias veces, pero no planeo dejar que los demás piensen que puedo dar y recibir. Yo solo doy. 


Aunque… si he de confesar, anoche no resistí y me penetré con dos dedos. Fue incómodo y dolió un largo rato. Lo cual me molestó más porque se supone que soy experto dilatando.


Tal vez es diferente hacerlo a alguien que hacértelo a ti mismo. Porque para nada me agradó esa intrusión. Sentir la textura de mi interior no estaba en mis planes. 


Pero eso no quiere decir que quiera o vaya a hacerlo de nuevo. 


Para demostrar eso he decidido salir con un arquero con el que a veces tengo sexo. Su trasero es una preciosidad. 


Lo haré con él y podré quitarme esta sensación de ser pasivo. 
 

Notas finales:

¿Les ha gustado? Vimos un poquito de Domitius y Cornelius también. 

Nos seguimos leyendo. 

Mañana respondo sus bonitos rws.

¡BESOS! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).