Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Eternos Enemigos por kurerublume

[Reviews - 85]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ya solo quedan dos capítulos más :)

Mil gracias por su apoyo. Espero este cap les guste. 

Y disfruten jajaja. 

CAPÍTULO XXXIV: Mi centauro 


 
Las siguientes semanas me encuentro algo confundido. Dentro de mí habitan el regocijo y algo de vergüenza. 


Es verdad que mi corazón se estremece de gozo cuando comparto mi tiempo con Lykaios. Siento un cosquilleo insoportable cuando me toca. Y por el otro lado está la vergüenza, me acecha cuando noto que hay personas alrededor. Lykaios se ha dado cuenta, por eso evita acercarse a mí más de lo necesario cuando estamos en el pueblo o viendo el intercambio de mercancías con los demás. 


Cuando logramos estar solos soy yo quien toma su mano y acaricia sus dedos. Nos sonreímos, él me besa y yo a él. Me siento en paz y querido. Más cuando me susurra lo mucho que me ama. 


Creo… creo que también lo amo. Pero lo dudo cuando no quiero que nos vean juntos. Es que es… impensable. Mis prejuicios empiezan a marchitar lo mejor que me ha pasado en años. 


Sé que se marchita porque ayer Lykaios solo me daba besos en mi rostro, evitó a toda costa mis labios, aunque yo me acercaba y cerraba los ojos para que lo hiciera. 


Estoy estropeando esto. 


—¿Lucius, estás bien? —me sobresalto al escuchar a Domitius detrás de mí— Te ves fatal.


—Gracias, Domitius. Siempre tan afable —respondo con algo de enojo. Sé que me veo fatal, pero que lo digan es otra cosa. 


Mi amigo se acerca a mí— Ya en serio, ¿qué sucede? Te ves disperso y algo confundido. Hace semanas que no te veo así —confiesa mientras pasa su brazo en mi hombro.


—Domitus… tú —quiero preguntarle otra cosa—. ¿Volviste a hacerlo con ese sátiro? 


De inmediato abre los ojos sorprendido y juraría que se ha sonrojado— ¡¿Por qué preguntas eso, Lucius?! 


—¿Sientes que fue una buena decisión? Es que… ya todos lo saben —termino de decir entre susurros.

 

Domitius se tapa el rostro, tiene el ceño fruncido— Lo sé, no son muy discretos. Y sí, al principio me molesté. Pero los puse en su lugar —admite con una sonrisa—. Con dos patadas se vuelven muy vulnerables. 


—¿Los golpeaste? ¿En serio? —dioses, hace unos días vi a dos soldados con golpes y me dijeron que había sido una pelea entre ellos. Claro que los reprendí, pero ahora entiendo que no querían confesar quién los había dejado así— Pues… solo no lo vuelvas a hacer, ¿quedó claro? 


—Sí, General —nos miramos con complicidad. Pasados unos segundos, Domitius vuelve a ponerse serio—. ¿Y por qué tu pregunta? 


—Solo quería saber si eran rumores —comienzo a caminar y mi amigo me sigue. Pasamos por un gran pasillo de paredes blancas con arcos sin ninguna tela, así que el sol pasa perfectamente—. ¿Te gustó? ¿Va a ser tu pareja? —no puedo evitar seguirle preguntando. 


—Claro que no —responde seguro—, es sexo y ya. Y de los mejores —su tono sensual me da escalofríos. 


—¿Y cómo hiciste para quitarte ese orgullo tan grande que posees? 


—¿Cuál orgullo? —contesta haciéndose el ignorante. Al ver mi expresión de seriedad, me responde— Lucius, estás haciendo preguntas muy íntimas. Supongo que algo ha estado perturbándotes, así que te lo diré —me jala a una pared, asegurándose que no haya nadie alrededor—. De acuerdo, bien sabes que ese sátiro me tenía cautivo, ¿recuerdas? —asiento en silencio— No todo fue tan malo. Él… hizo cosas que me molestaban, pero que no me disgustaban. Sé perfectamente que no me gusta que me toquen, lo aborrezco. Pero con él... mi cuerpo respondía con tanta naturalidad… que me llegué a preguntar cómo se sentiría tenerlo… bueno, hacerlo con él —carraspea un poco antes de continuar—. Nunca he dicho esto, pero aquella noche que pasó, me sentí muy satisfecho.


—¿Satisfecho?


—Sí, lo digo en el plano meramente sexual —aclara—. Pero luego el imbécil comenzó a dedicarme palabras estúpidas, y… le agarré cariño —cierra los ojos e inspira fuerte—. Hace unos días yo… me acosté con alguien más. 


—¿Fuiste el pasivo? —pregunto incrédulo.


Pero Domitius de inmediato hace una expresión de asco que me llega a dar risa— ¿Qué? Claro que no. Yo me lo cogí a él, Lucius. 


Mantengo la boca abierta— ¿Y luego? 


—Pensé justo en esto que te acabo de decir. La parte de cogerme a alguien. Y se me ocurrió una idea: —su sonrisa regresa— montarlo. 


Parpadeo con algo de pudor— ¿Disculpa? 


—Ay, por favor, Lucius. Ni que nunca te hubieran montado —mi silencio afirma sus palabras. Sí me han montado, pero imaginarlo de esa manera es casi impensable—. Como sea, ayer me armé del valor suficiente como para hacerlo. Lucius, en ese momento lo que menos te importa es el orgullo, sino la satisfacción y el placer. 


—Entiendo. 


—No, no entiendes. Estás pensando mucho en mis palabras, así que te lo diré —me acorrala en la pared y comienza a hablar en mi oído—. A quien sea que quieras cogerte, solo hazlo. No importa si es una criatura. 


Me da unos golpecitos en el hombro y se aleja. 


¿Tan obvio he sido con mis preguntas?


-------


Camino hacia la gran puerta de Caesonia, la que nos separa de los demás. La observó meticulosamente: madera oscura, antigua pero muy resistente. 


De repente suena el cuerno y la abren, lentamente y apenas lo necesario. El sol da directo en mi rostro y por reflejo lo cubro. 


Logro ver cuatro siluetas. Muy reconocibles: Lykaios, Cornelius, Arion y el otro centauro comerciante.

Me pongo inquieto. 


Puedo ver cómo Arion abraza a Cornelius y él simplemente se deja hacer, sonriendo y tomando sus manos con tanta intimidad que… siento envidia. 


Se ven felices. 


—¡Lucius! —grita primero— ¿Cómo has estado? —lo miro fijamente, analizando su expresión de pura dicha. 


—Bien —respondo una vez reacciono—. No sabía que vendrías. 


—Tampoco yo. Arion me lo dijo apenas en la mañana.

 

—Entiendo, qué bueno que vinieras hoy.


—Quería verlos —confiesa aún con una sonrisa—, ¿dónde está Domitius?


—Probablemente con ese sátiro —me incomodo un poco al decirlo—. Creo que decidió… estar con él.

 
—¿En serio? —pregunta emocionado — Me alegro por él. 


Antes de poder continuar con la conversación, siento que alguien está detrás de mí. Volteo con algo de rapidez y es Lykaios viéndome de manera neutral— Me asustaste. 


—No era mi intención. ¿Está bien que vayamos con el comerciante de siempre? 


—Claro que sí —contesto. Pero antes de ver cómo se marcha, lo detengo—. Espera, quiero hablar contigo sobre el comercio —empiezo a caminar y escucho sus pasos siguiéndome. 


Llegamos a una sala algo grande, iluminada todavía por la luz del día. Tiene dos estatuas cuidadosamente esculpidas de nuestra diosa de la justicia y el dios del sol. 


En medio hay una gran mesa especial para reuniones con el Consejo. 


Dejo que él ingresé primero, una vez lo hace, cierro la puerta. Pongo la cerradura, me muerdo el labio. Lo pienso un poco más antes de avanzar.  


Sí, lo quiero. Quiero y deseo esto. Después de lo que dijo Domitius y de ver cómo Cornelius se ve tan contento, decidí que yo también quiero eso. Y lo quiero con Lykaios. 


Él solo se me queda mirando levantando una ceja— ¿De qué quieres hablar? 


Lo miro fijamente y me acerco a él— Acércate —le pido de manera disimulada para que se aproxime a la mesa. Así lo hace y una vez que lo tengo cerca, me siento sobre ella. Abro mis piernas y lo jalo para que se coloque entre ellas. Jalo su cabello y lo beso.


Lykaios cede de inmediato, sonríe y me toma de la cadera para pegarme más a él— No creo que quieras hablar —jala de mi labio inferior, obligándome a abrir la boca. Mete dos dedos en ella y me sorprendo por el cambio tan drástico. 


Me vuelve a besar y sin pena alguna toma mis glúteos, los aprieta un poco. Yo jadeo, jamás me habían tomado así esta parte de mi cuerpo— Lykaios —susurro entre jadeos.


Él pega su frente a la mía— ¿Hasta dónde puedo llegar, Lucius? 


Parpadeo repetidas veces, él tiene los ojos cerrados. Está hablando muy en serio— Yo…  —observo el lugar al que nos traje: vacío, seguro. Y yo… estoy caliente— muéstrame lo que se puede hacer con un centauro —lamo sus labios y me acuesto sobre la mesa, estirando mis brazos y subiendo mi pecho para intentar verme más deseable. 


Lykaios levanta mi pierna izquierda y tiene una sonrisa pervertida— En realidad hay una posición muy específica para hacerlo, pero me aseguraré de que lo previo sea de tu agrado. 


Vuelve a besarme y yo alboroto su cabello, no es suave, pero su textura me gusta. En unos segundos no tengo prenda en la parte superior de mi cuerpo.  Desciende y lame mi cuello, mi pecho, mi ombligo— Mmm —muerdo mis labios cuando Lykaios comienza a succionar. Parece que el dolor me gusta, ya que guío su cabeza hacia mi cintura—. Hazlo aquí también —él me ve con cara de triunfo, yo solo decido disfrutar. 


Lo hace, también del otro lado. Mi cintura deja de tocar la mesa, mi espalda está algo arqueada. 


Todo el goce se detiene en cuanto siento sus dedos bajando mis prendas inferiores. Esto es demasiado vergonzoso para ser la primera vez que hemos tenido más contacto. Él se da cuenta— Si no quieres…


—Ya hazme lo que quieras ahora —me vuelvo sumiso y le permito desnudarme. Cierro los ojos al sentir cómo las prendas recorren mi cuerpo para dejarlo a su merced— Ahmm —me contraigo cuando sus dedos pasan de mi cadera hacia mis muslos.


—¿Sabes? Hace unos días me excité al imaginarte así —observo su rostro, su barba, sus ojos que parecen brillar—. Pero también me sentí mal al hacerlo… te conocí tan pequeño —acaricia mis piernas con sus dos manos, todo en mí se eriza. 


—Lo sé, pero ya no lo soy, ¿no lo notas? —abro más mis piernas. Con mucha vergüenza he de admitir, pero no me incomoda. Al contrario, ver cómo Lykaios abre sus ojos e inspira con fuerza, me excita también. 


—Créeme que lo noté hace años —vuelve a jalar de mí para tener nuestros cuerpos juntos—. Desde que peleamos la primera vez me percaté de cuánto habías crecido —termina diciendo mientras toma mi pene para masturbarme. Entendiendo así el sentido de sus palabras. 


—¡Ahhh, no lo digas así! —pido jadeando.


—¿Por qué no? Me acabas de decir que ya no eres un niño —lame uno de mis pezones y su pulgar hace cosquillas en la punta de mi miembro—. Y de verdad que ya no lo eres. Solo mírate, seduces con tanta habilidad, excitas sin tocarme —toma mi rostro y nos vemos entre la lujuria y el anhelo. 


—Dices eso tan naturalmente —reclamo algo apenado.


—Lo siento, mi cuerpo quiere tomar el control —empieza a respirar con fuerza—. Supongo que sí soy un animal. 


Lo dice no coqueto, sino algo triste— Lykaios, no me importa. Te… te amo así —respiro más rápido. Sin creerme que lo he dicho.


La habitación se siente más caliente.


Él toma mi rostro, haciendo que mi cara quede de frente a la suya— Yo también te amo, cariño. Muchísimo. Te demostraré cuánto —sin decir nada más, me voltea. Boca abajo. Mi cuerpo aún está sobre la mesa, Lykaios hace que… que…

 

—¡No! —grito espantado. Ha hecho que mis piernas se enrosquen entre sus hombros y su cuello. Su cara está… dioses, no.


—Lucius, calma. Dame unos segundos, si no te gusta no lo haré otra vez. ¿Te parece? —volteo a verlo, soportando mi peso en mis brazos. Sus ojitos parecen tan traviesos. 


Decido ceder nuevamente—Si te pido que pares…


—Lo haré de inmediato.


Dioses, ni siquiera debería pensarlo tanto. Así que recuerdo las palabras de Domitius, si quiero hacerlo con alguien, no debo de reprimirme— Hazlo —mi cabeza casi está sobre la mesa, mis manos y brazos tiemblan de expectación. 


Doy un respingo cuando una de sus manos abre mis glúteos, escucho cómo suspira— Lucius… —de repente su dedo da toquecitos en mi ano. Me tenso un poco.  


Sin hacerme esperar más, de la nada, su lengua pasa entre mis nalgas— ¡Ah, dioses! —gimo alto. Se siente extraño, está húmeda y suave— Mmmm —vuelve a pasarla. Es una sensación tan diferente para tratarse de sexo— ¡Ah! —moja todo mi contorno. Escupe un poco. Aprieto mis puños. 


Abre más mis nalgas y cuando volteo me voy cuenta que está mirando fijamente mi entrada— Jamás creí que me dejarías hacerte esto, General —coloca de nuevo su cabeza entre mis glúteos, pasa su lengua repetidas veces. Comienza a sentirse bien, en especial cuando ejerce presión, como si de verdad quisiera entrar. 


—No… no me llames así. Aquí no.


—Lucius, ¿sabes que todo te lo digo y hago con amor? —me pone boca arriba, mirándome con cariño. Realmente lo dice sin mentir. ¿Cómo puede quererme si yo fui tan insoportable con él? Si yo intenté asesinarlo— ¿Por qué lloras? ¿Dije algo malo? —sus pulgares secan las pocas lágrimas que escapan de mis ojos.


—No merezco que me trates así, con tanto amor.


—¿No lo mereces? 


—Lykaios, yo intenté…


Antes de que pueda seguir hablando, me cubre la boca— Así que era esto por lo que seguías distante —besa mi frente—. Escucha, te lo seguiré repitiendo hasta que esa cabecita tuya lo entienda sin dudarlo: te amo, cualquier cosa mala que hayas hecho me es indiferente. Porque me hace feliz tenerte como mi pareja, estar a tu lado, tocarte —su índice hace un camino de mi barbilla a mi pene. 


—Mmmm —se siente demasiado bien. 


—Y ahora permíteme hacerte gemir un poco más —y lo hace. Empieza a succionar mi miembro. Su lengua juega conmigo. 


—¡Ah, qué rico! —me quedo en seco cuando escucho mis palabras— Oh, dioses —cubro mi cara con los antebrazos.


—Te lo haré hasta que termines —asegura para retomar su magnífica tarea. Lo hace tan bien, su lengua me está encantando. Cuando succiona siento que terminaré.


Pasan algunos momentos para que por fin decida culminar. 


—Lykaios —retozo con una corriente invadiendo mi cuerpo. Veo de reojo que él se apartó antes de que lo hiciera, lo cual agradezco—, se sintió muy bien. Cualquiera pensaría que no es tu primera vez —insinúo mientras intento limpiarme. 


—Quédate así un poco más —me pide para tomarme en sus brazos. Me carga y me lleva contra una pared—. Me ha encantado verte así. 


Sonrío de lado antes de responder— Lo hiciste con maestría, Lykaios —lo abrazo y beso su cuello con ternura—. Sentía que iba a desmayarme, tu lengua es grandiosa —termino diciendo mientras muerdo su oreja. 


—Mmm ¿de verdad?


—Te lo juro.


Me gusta, me ha encantado estar así con Lykaios. Sí, quiero seguir de esta manera.


—Te amo —susurra.


—Yo también te amo —me sonrojo y cubro mi rostro en su hombro.


Mis temores se han ido, creo que ya no me importa si los demás me ven meloso con él. No, me daría orgullo. Porque Lykaios es un gran centauro, un atento amante. Y me está dando todo esto a mí.


No sé qué más podría pedir. 
 

Notas finales:

¿Les gustó? Espero que sí. 

Muchos besos y abrazos. <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).