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Cuando el invierno llega / hunhan por LYhobbit

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Notas del capitulo:

hooolaaa! nueva actu!! Espero les guste c:

En los tres siguientes días, martes por la mañana, Luhan prepara un almuerzo mejor presentado para el joven como lo hubo hecho anteriormente. Pone en una mesita un plato con sopa caliente, verdura, fruta, té y una rosa roja de dulce olor a un lado de los trastos. Sehun le ha estado evadiendo, Luhan le ha estado buscando cada minuto del alba. Está un tanto desconcertado por la actitud del muchacho, actuando como si nada hubiese sucedido con su profesor. Apaga el radio de Sehun, y éste, al ya no oír nada más que los pasos de su enfermero acercándose a él, sube la mirada bañada en resquemor. Intenta presionar el botón con el que siempre reproduce su música favorita, pero le detienen con una mano, mientras con la otra buscan tomar el mentón para que le mire a los ojos.


—¿No le dirás nada a tus padres? —cuestiona. Ahora sus dos manos toman la barbilla y le obliga a mirarle—. Respóndeme, es importante que le cuentes a tus padres lo que ese profesor te hace, eso no puedo tolerarlo.


El joven continúa luchando en contra de su cuidador. Se remueve constantemente de las manos que le sujetan. Se va a la izquierda, y luego a la derecha, se intenta levantar incluso; pero Luhan sigue tomándole con fuerza. Y aunque no le agarra con brusquedad, se mantiene firme para no dejarlo ir.


Sehun va perdiendo energía usada de manera vana con el paso de los segundos. Cuando hubo perdido totalmente su fuerza y Luhan siente que ya no intenta apartarse más de él, le suelta. Un suspiro cansino vuela porque siguen actuando indiferente, como si nadie estuviese allí, solo él y ya. Se tira a la cama, evadiéndolo de nuevo, observando el techo de claros colores. Enseguida, Luhan se tira junto a él sobre la acolchonada frazada café y no se levanta, muy a pesar de los gestos de coraje manifestados por su paciente.


—¿Estarás callado? —vuelve a preguntar directo. A Luhan ya no le interesa si lo hace enojar, si el chico va con sus padres y les cuenta lo fastidioso que ha sido en sus primeros días de trabajo y es despedido. A Luhan solo le importa el bienestar, su bienestar —¿¡Por qué no dices nada, por qué te quedas callado!? ¡Si no puedo hacer nada por ti, me siento como un imbécil!


Su voz aumenta con tintes amargos y dolientes acompañados de una lluvia de gotas cristalinas sobre el angelical rostro. Sehun le ve pasmado, sin despegar el par de iris tan redondas y negras, sin parpadear ni un segundo. Y aunque entienda la condición de su supuesto nulo intelecto y sepa que no es el chico más brillante de entre brillantes, sabe que Luhan no está mintiendo, y la sinceridad se dispersa en cada facción de atenuada condolencia. Aquellos pómulos casi a diario levantados por una alegría inextinguible se tornan a rojo y luego las lágrimas se resbalan mucho más hasta caer al piso, salpicándose disimuladamente, como si fuesen a crear una especie de estanque plagado de angustia.


No entiende por qué lo hace, por qué llora como su madre. Tan parecido a esos días  conviviendo con ambos, en donde la comida es lanzada con repugnancia luego de que su padre le ve y entonces, su madre le intenta defender de los insultos y la aversión por no ser el hijo tan deseado como en los primeros días de dicha y felicidad. Cenas familiares mirando discusiones y pleitos y en la hora posterior, el hombre le culpa de todo, de todo. De la desdicha, de los problemas, del fallido matrimonio.


Solo en estos instantes, Sehun se siente tan cercano a Luhan, como si los días en el hogar hubiesen pasado siendo meses y ya no fuese un total extraño en su casa, mucho más cercano a sus conflictos emocionales. Llorando por él sin miedo, con una sinceridad tan condescendiente a su pesimismo, comprendiendo las congojas encerradas en aquella cortina de frialdad y falsa seguridad. Entonces, Sehun se siente culpable, sin entenderlo del todo; tan culpable, y solo sabe cuánto desea detener el llanto para volver a degustar de la sonrisa cándida que le hace olvidar sus problemas.


—¿Dime qué puedo hacer para ayudarte?, somos amigos ¿no?


Amigos, ¿qué son los amigos? Qué significa ser amigo de alguien. Sehun no comprendía bien aquel significado, al menos no hasta ahora, porque en la escuela nunca tuvo uno. Los recesos y las clases tomaban el significado de estar acompañado de soledad y burlas, de empujones y sobrenombres, de mentiras y bromas en contra de él.


¿Qué era un amigo?


¿Qué es un amigo en el ahora?


Cuando por fin siente la mano de Luhan rozarle el extremo de sus dedos hasta invadir la piel desnuda del dorso de su muñeca, sube sus ojos achocolatados hasta chocar con unos labios temblorosos intentando articular algún tipo de sílabas siendo solo susurros. Alza más la cara, condenándose finalmente cuando el líquido salino nubla aquella mirada vasta de calidez adictiva y sinceridad insuperable.


—¿A-amigos? —responde al fin.


—Sí, amigos.


Amigos. Si Sehun tuviera que decidir en este momento quién sería su amigo y quién no, sin flaquear en lo más mínimo rechazaría la amistad de cualquier otra persona, familiar o conocido, para articular el dulce nombre de su enfermero, inmortalizándolo en su lengua y atesorarle en su corazón como su único y primer amigo para toda una eternidad e incluso más.


Le sujeta su mano, consolidando aquellas sílabas en unos meñiques entrelazándose al infinito, para nunca dejarle partir ni siquiera en la muerte. Comprendiendo por fin tan inefable e imprescindible valor de la palabra amigo en alguien anónimo a su vocabulario: Luhan.


Solo él y nadie más.


*


Un viento y algunas ramas de hojas carmesí golpean sutilmente el cristal de las ventanas. Las cortinas bailan al ritmo de una melodía delicada en el aire, una sonata de romance y promesas viviendo entre penurias y desconsuelos se instalan en la ciudad bañada en rojos y anaranjados. Han dormido por esa tarde juntos porque Luhan se negó a dejarle solo, a dejarle en el abismo de la angustia como lo hacen todas esas almas que dicen quererlo, amarlo y cuidarlo. No le importó la indiferencia de su menor y la actitud apática a la grave contrariedad. Luhan se ha quedado a su lado en la soledad de la inmensa mansión, y solo así el vacío existencial se desvanece por cada tic-tac.


Han pasado algunas dos horas, el mayor despierta con el viento gritando en las afueras haciendo caer más las hojas secas de los árboles. Al observar su brazo derecho, una cabeza de castaños cabellos reposa sobre él. Entonces, con el brazo izquierdo le envuelve con delicadeza, sin poner todo su peso para no despertarle e incomodarle. Pese al nimio movimiento, Sehun sigue durmiendo en contraste a un descanso plácido. El sudor en su frente denota pesadillas cargadas de incontrolables pavores; y a pesar de la valentía farsante del dormido, no le saca de aquellos sueños oscuros. Solo le abraza más, se acerca más, se une más. No uniendo solo un par de cuerpos, aquel tacto va más allá de un abrazo, trasciende en dos almas ansiosas por salir de pena y lástima. El menor susurra confesiones entre la necesidad de sentirse amado, querido, comprendido, hasta revelaciones hechas de perdón, de sentirse culpable y de odiarse a sí mismo por ser el causante de las dificultades de lo que debería ser un matrimonio feliz en su familia.


El enfermero aprieta fuertemente sus ojos, porque duele ser alguien lejano para Sehun, porque duele ser enfermero y nada al mismo tiempo; duele tanto. En uno de  sus tantos parpadeos pesados, el lago rodando en sus mejillas cae más que nunca, y tocan los cabellos ajenos, rozando con la yema de sus dedos la humedad para secarlo; los cabellos son tan suaves como la seda, como la espuma, como el pétalo de una rosa, tan endeble en invierno.


Se acomoda cerca del dormido, los inestables hálitos golpetean su rostro; entonces, para poder dormir con comodidad junto a Sehun, le acorruca como si él fuese el más claro ejemplo de amor. Luego borra el líquido de sus ojos despiertos en uno de los cojines satinados. Cerrándolos al fin y descansar en esa tarde-noche serena y cobijadora.


Cuando Sehun también le abraza con fuerza y le atrapa el cuerpo entero con sus piernas, es como Luhan vuelve a la tranquilidad total, pudiendo entrar al mundo de los dulces sueños; gracias a él, a Sehun.


Así pasan las horas, consumiéndose entre milésimas de segundos hasta pintar el cielo de una oscuridad callada, trayendo consigo un manto estrellado y una lluvia gélida cayendo del cielo. Las nubes grises cargadas de nostalgias casi indelebles se borran para regalar un edén despejado, menos grisáceo, menos pesado. Y aunque por fuera todo sea frío y ventoso, el par de jóvenes se sienten en los brazos de la tibieza de un sol ausente en las noches de cada otoño, de cada invierno, primavera y verano.


*


Cuando Sehun abre los ojos, un ángel, o lo más parecido a él, le están acariciando los cabellos y le sabe a aquel alivio de otoño ya gustado una vez. Se cuela una risita dentro de sus oídos en los minutos posteriores luego de pestañear unas cuatro veces antes de despertar por completo.


—Buenos días.


No responde, solo un sonrojo invade su rostro por el escenario de este nuevo día, por una persona envolviéndolo gustoso, y él abrazándolo de igual manera.


—No te molestaré más, aun así, sabes que puedes confiar en mí, —acaricia los cabellos —estaré contigo, cuidándote, no importa qué, no te dejaré nunca.


Sus palabras a pesar de ser transparentes y foráneas a su vida, le saben tan bien a sus cinco sentidos cuando se lo vuelven a repetir. Son como aquellos ensueños nebulosos que no puede tocar, tan inalcanzables; pero ahora toman forma verdadera, tan sentida y tan deseada.


—P-papá lo-lo sabe —se pausa un poco volteando hacia donde se encuentra la comida—, m-mamá tam-también.


Los ojos del mayor se quiebran y esas palabras hacen eco en su mente.


Solo pueden escuchar los vientos afuera y algunas ramas bailando con éste, un poco de música electrónica también interrumpe esos momentos de desconciertos indescriptibles. Busca soluciones inmediatas a esos problemas que en definitiva no puede, ninguno de los dos, seguir soportando. Se golpea mentalmente porque sabe que no puede hacer algo más que permanecer como su enfermero de gran confianza. Y cae en una especie de depresión estática corroborando el nulo apoyo de su padre, de su madre, de su familia, de todo el mundo para y con Sehun. Le duele el que la madre le ame de una manera peculiar, callando ante el visiblemente maltrato del jefe de la familia, siendo ella un cómplice más. Seguramente tiene sus erróneas razones para no hacer nada, más sin en cambio, no lo acepta, no lo haría ni lo hará jamás.


—¡Ya sé! —voltea para observar el rostro perdido pero más calmado de Sehun, sujetándolo con ambas manos—. Yo te enseñaré, no es tan difícil, he aprendido a enseñar a algunas personas porque en la escuela de enfermería lo hice varias veces, será pan comido. Sehun-ah, tú tienes todo para ser incluso más listo que yo. Solo debemos encontrar una forma —Se mantiene pensativo antes de volver a contestar—. Tú sabes hacer el chocolate caliente ¿no es así?


—S-sí.


—¿Cómo aprendiste a prepararlo tan deliciosamente? ¿Quién te enseñó? ¿Cómo lo hizo?


No se rendiría, no lo haría incluso si rebasaba más allá de lo que un enfermero debía rebasar, pisaría los límites de cada reglamento aun si fuese castigado. Pero si eso ayudaba a mejorar la vida de Sehun, entonces desobedecería cualquier precepto de su estricta profesión, desobedecería a todo y a todos.


*


No había sido difícil persuadir al papá de Sehun. Luhan había hablado con él a solas por la mañana, luego de despertar y desayunar. El señor estaba buscando algunos papeles en la inmensa biblioteca. Si bien, le había dicho que no tenía mucho tiempo, accedió a escucharlo por unos minutos. Luhan había explicado que Sehun necesitaba educación especial, agregando detalles como que él contaba con todas esas herramientas para poder enseñarle y que los profesores de Sehun carecían de aquellas especialidades; si bien, no lo dijo todo, como que el no tuviera tales formaciones, mintió solo un poco, aunque no del todo—en su primer año de universidad muchos acudían a su ayuda. No había sido muy inteligente en sus estudios, pero sabía muy bien cómo instruir sin problemas. Además, había tratado a pacientes con demencia y niños con bajo intelecto; siempre habían aprendido algo con él, siempre se habían esforzado, y no dudaba en que Sehun lo haría también.


—¿No lo estará diciendo por los castigos? El señor Min me comentó que usted no salió de la habitación mientras estaba dando su clase de matemáticas desde el miércoles pasado, y no dejó de hacerlo en las clases siguientes.


—Me quedé allí por si había algo en qué pudiera ser de utilidad, señor Oh.


—¿Y por qué cree que debería ser el tutor de Sehun?


—Créame, aparte de ser enfermero soy un muy buen docente, pregúntele al doctor Kim. Además, siento que el profesor Min no es…


—Si mi hijo recibe castigos es por su bien, así aprenderá mucho mejor que con tratos dóciles —expresa frío, renuente a ser comprensivo con el dolor que su hijo estaría sintiendo en el interior—. Pero como me lo recomendó el Doctor Kim Jongin, no hay ningún problema. Veré si es tan bueno como dice ser.


—No se arrepentirá.


—Deberé agregar más dinero a su paga entonces.


—No se preocupe por eso…


—Es su trabajo, lo entiendo, nada en la vida es gratis. Solo espero ver resultados positivos.


Ese fue el último día que vio a los profesores. Ni siquiera esperaba que se despidieran calurosamente del menor, pues éste había pasado malos ratos en sus clases, por lo cual, en la despedida, Sehun tembló cuando le abrazaron y le “felicitaron” por haber progresado pobremente.


Ambas personas no tenían ética ni moral.


El de lectura y español era demasiado impaciente, jamás intentó comprenderlo y solo se limitaba a enseñar; por suerte había renunciado mucho antes. El de matemáticas era cínico y se creía superior al llevar auto del año y títulos en papel dorado, ofendiendo con burlas y apelativos indignos. Se enteró por más abusos crueles por parte de los profesores y otros anteriores en boca de la nana. Ninguno intentó ser buen docente, nunca se esforzaron, al menos a su punto de vista. Siempre gritaban, siempre golpeaban, siempre siendo sarcásticos. Quizá, lo más hiriente fue cuando le comentó sobre la actitud insensible del padre, quien no hacía nada al respecto para detenerlos luego de saber los malos tratos; al contrario, les apoyaba. Y si su esposa intervenía, las noches de cena familiar se convertían en todo un desastre entre riñas y gritos, haciendo fluir en Sehun miedo y culpabilidad. Como en un día de verano, a la edad de 12 años, donde unas manos y unas marcas se alzaron en el rostro del menor, el rojo estaba tan vivo y feroz y punzaba asiduamente, Sehun intentó decirle a sus padres, más sin en cambio, al llegar a la oficina de su padre, éste le recibió con una nueva bofetada, su madre le defendió al escuchar sus fuertes quejidos y entonces todo se descontroló a gritos y amenazas.


Quizá fue allí cuando Sehun decidió ocultarlo todo, tal vez desde antes, desde mucho antes.


Los tutores tomaron su última paga y se marcharon. Luhan dio gracias a no presenciar más ese tipo de tratos a la persona que estaba bajo su cuidado. Suficiente había sido con aquella vez en la que se recriminó bastante por no poder actuar correctamente; justo como él se había obligado a hacerlo.


—Hoy será el primer día de mi primera clase —ríe mientras escribe en el pizarrón el nombre de su ahora también: estudiante—. Sehun… ¿cómo te gustaría que te llamara?


Se-Sehun-ah, m-me gustó cuando me-me llamaste a-así —contesta tímidamente, cubriéndose con una libreta.


—¡Qué bien que lo recuerdes! Y si también te digo…—se queda pensativo, rodando los ojos —¿Sehunnie?


El menor ríe a escondidas ante el nuevo nombramiento, porque suena bonito en esa voz y ese rostro angelical frente a su timidez, y afirma de inmediato con un sí apenas audible.


—No te debe dar pena preguntar, si tienes dudas, preguntas, si no entiendes algo, solo alza la mano ¿sí? Solo dime: profesor Luhan, no entiendo nada.


—S-sí —vuelve a reír dejando caer el objeto, deteniéndose casi al instante cuando Luhan le queda mirando de una manera enternecedora, sin cerrar los ojos ni quitar la vista del menor. Y se cubre con otro libro al empezar a oír la risa tan franca del mayor.


El enfermero no sabe por qué lo ha hecho, solo sabe que la sonrisa de su menor es linda, es paz, es suave, y hasta se podría hacer adicto a los semblantes de su tímida alegría que le llegase a mostrar Sehun con el paso de los días.

Notas finales:

Espero les haya gustado; recuerden que hoy es un día para sonreír; los quiero mucho y los quiero ver triunfar :v

{Cualquier comentario es sumamente bienvenido ;u;}

Gracias a quienes se tomaron la molestia de dejar uno, lo aprecio mucho c:

—lyhobbit~

Los veo!!!!!!!!!!!!!!! *kokoro xD*


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