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La verdad no permanecerá oculta por Mari-Sponge

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-Está bien, tranquilo -decía sin dejar de hacer presión contra la herida. En cuanto escuchó el auto, comenzó a levantarse del sofá, para caminar a la salida -Y-ya voy...

Se acercó rápidamente al castaño, ayudándole a levantarse. Sin percatarse, había fruncido levemente el ceño, y su mirada no dejaba de pasear del suelo a la herida. Abrió la puerta, mirando con falsa calma a su madre- H-hola...

Al estar frente a la señora, sonrió -Buenas... -subió al auto, en la parte de atrás, y fue como siguió haciendo presión. -Gracias, y lamento la molestia, señora -comentó amable, intentando verse normal y tranquilo.

Le ayudó a subir, observando la preocupación en el rostro de su madre. -Yo le dije que no se moviera mucho -comentó, tratando de calmarla -"¡Atsushi! ¡No debes decir ese tipo de cosaso!" -recriminó la mujer, subiendo al auto por la otra puerta. Una vez sentada junto al chico, le puso un brazo por los hombros -"¿Te duele mucho, En?"

-¿Eh? No, realmente no mucho, no al menos como cuando me caí -comentó el ojiazul sonriendo al a señora, esperando a que arrancaran el auto e ir al hospital. -No se preocupe.

La mujer dio las indicaciones al chofer, quien comenzó a conducir en dirección al hospital. Mientras tanto, Atsushi trataba torpemente de responder las preguntas de su madre -No lo se, cuando me di cuenta, En-chan ya se había caído, y fui lo más rápido a ayudarle.

El castaño miraba a ambos conversar, y cuando la señora le preguntaba directamente, este solo afirmaba lo que el menor decía. Temía echar a perder el plan, así que solo se limitaba a eso, y cuando no sabía que decir, fingía que le empezaba a doler mucho la herida.

En el camino, madre e hijo reaccionaban ante los quejidos del castaño, siendo la madre de Atsushi la más preocupada -"¿Estás seguro que no te quieres quedar con nosotros en lo que tus padres vuelve, En?" -preguntaba algo preocupada, sin notar la sonrisa nerviosa y avergonzada de su hijo.

-¿E-eh? -miró al otro sin saber que responder. Él quería estar con el otro, pero sabía que en la casa de este, jamás los dejarían solos. Mantenía la mirada en el otro, esperando una señal de que decir. -Este...

-E-estaremos bien, mamá, en serio -trató de sonar calamado, mirando fija y tiernamente a su madre, -además, si necesitamos algo, te hablaré o a papá -colocó una mano sobre el hombre de En, sin dejar de sonreír levemente. La mujer los miró aún con preocupación, para así, soltar un suspiro. -"Esta bien... pero cualquier cosa, llamas"

-No se preocupe señora... su hijo sabe cuidar bien de otras personas -dijo finalmente para poder llegar al hospital y bajar con cuidado.

La mujer los dejó en la sala de espera de emergencias, mientras iba a buscar alguna enfermera o doctor. -Lamento si mi madre te aturdió -comentó un tanto apenado, sentado a su lado.

Miró como la mujer se iba, para después mirar al otro -Descuida, entiendo. Así son las madres -respondió mirando y sonriendo un poco al peliazul.

Devolvió la sonrisa, volviendo la mirada a la herida -¿Estás bien? ¿Te duele? -miró un poco preocupado al mayor, para después buscar a su madre.

-Si... creo que me duele un poco más que antes -comentó con una mueca de dolor en el rostro, soltando un suspiro. -No creí que me iba a lastimar seriamente con el monstruo ese -esperó a que lo llamara el doctor, deseando internamente que no tardase mucho.

Al escuchar la respuesta, comenzó a sentirse más inquieto, y al poco tiempo, notó como una enfermera se acercaba a ellos con expresión preocupada. -"¿En y Atsushi Kunigawa?" -preguntó al estar frente a ellos. -Si -se adelantó el peliazul. -"Síganme, por favor"

El castaño se levantó poco a poco, más lento que antes, y con ayuda del menor, caminó al consultorio donde el doctor los esperaba.

Una vez dentro del consultorio, ayudó al chico a sentarse en la camilla, alejándose un poco mientras el doctor checaba la herida. Se situó junto a su madre, al tiempo que esta le abrazaba y le sonreía.

El doctor comenzó a limpiar la sangre y a desinfectar la herida, una vez limpia la zona, procedió a inyectar anestesia local para poder sutar. En todo ese tiempo, el castaño trató de no quejarse, y al final, solo respondía con un sí o un no a las preguntas del mayor.

Se limitó a observar, completamente callado, sonriendo de a ratos a su madre. Escuchó con atención las indicaciones del doctor, tratando de memorizar la fecha de cuando debían regresar para que le retiraran los puntos. Una vez afuera, su madre volteó a verlos -"¿Entonces? ¿Los llevo a casa de En, o la casa?"

Miró al peliazul. -Pues... no se... como sea mejor, supongo -dijo el chico, sin realmente saber que responder. No quería ser una molestia en la casa del otro, pero tampoco quería ser una carga. Así que esperó la respuesta del menor.

Suspiró al escuchar la respuesta del otro, mirando con dulzura a su madre. -Estaremos bien, no te preocupes. Además, así tampoco molestaremos en la casa -sonrió ligeramente a la mujer, haciendo que esta aceptara y le indicara al chofer a donde ir.

Se acercó al otro para susurrar a su oído -Gracias -comentó más tranquilo y aliviado de que el otro le ayudara. Ya más relajado y sin tanto dolor, fue como en el camino se quedó dormido.

Durante el camino, su madre comenzó a hablar por teléfono, pasándole el móvil -... Solo se abrió la herida... No papá, se tropezó... Si, me quedaré a cuidarlo... Ustedes también -le devolvió el celular a su madre, notando como el otro dormía, sonriendo sutilmente.

Se la pasó dormido hasta que llegaron a la casa. Salió del auto, y ya estando al pie de la puerta, fue como con una pequeña y amable sonrisa, agradeció a la señora. -Gracias por todo, y disculpe las molestias -dicho esto, hizo una breve reverencia, sin inclinarse mucho por la herida.

-"No te preocupes, querido" -respondió la señora, sonriendo amablemente. -"Si necesitan algo, me llamas, ¿si cariño?" -el peliazul besó la mejilla de su madre con ternura. -Si, mamá -y al recibir la respuesta de su hijo, se despidió de ambos jóvenes y subió al auto. -Bien... debes descansar y comer algo.

-Si... mi mamá dejó cosas preparadas, sólo habrá que calentarlas -el castaño iba a sentarse en el sofá, mientras le decía al otro -Si quieres... o podemos ordenar pizza, ¿no? -agregó, pero en eso recordó que el doctor había puesto cierta dieta que no incluyeran grasas. Al menos, mientras tuviera los puntos. -Mejor olvídalo... calentemos lo que mamá dejó, ¿te parece?

-Está bien... iré a calentar la cena, no puedes tomar la medicina con el estómago vacío -comentó sonriente, ayudando a sentarlo en el sofá. -Cualquier cosa, me llamas, ¿si?

-Si... gracias Atsushi -el castaño se quedó bien acomodado en el sofá y encendió el televisor para esperar al otro. -Si algo no encuentras, dime y te lo puedo decir, ¿está bien? -le miró.

Asintió levemente, para así, desaparecer en la cocina. Abrió el refrigerador, sacando unos trastos con comida, poniendo a calentarlos. Una vez listos, colocó los platos y cubiertos en una charola, tomó las medicinas, y volvió con el mayor. -Listo

-Si, está bien. Vamos entonces --se empezó a levantar lentamente con ayuda del otro, y finalmente, llegaron a la mesa. -Wow, no sabía que había dejado esto para comer -tomó asiento con ayuda y se dispuso a esperar al menor.

Colocó el plato delante del chico, y al lado, las pastillas que debía tomar. -Tu mamá se preocupa mucho por ti... hay más recipientes de comida en el refrigerador -se sentó a su lado, con la sonrisa en los labios.

Miraba cada movimiento del otro, y finalmente, lo siguió con la mirada. -Si... siempre es así... -comentó, y una vez que el otro tomó asiente a su lado, este se acercó con cuidado y le robó un dulce beso de sus labios. -Gracias por todo -susurró sobre los labios ajenos, y así retomó su lugar, para empezar a comer. -Provecho

Se quedó en shock ante el beso, sintiendo nuevamente el cosquilleo en su interior. Al sentir como el chico se alejaba, lo siguió con la mirada, sintiendo como el calor se agolpaba en su rostro. -No tienes que agradecerme, En-chan... lo hago porque eres tú -respondió con una sonrisa. -Provecho -murmuró, tomando un bocado, sin dejar de mirar por el rabillo del ojo al mayor.


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