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La verdad no permanecerá oculta por Mari-Sponge

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-Ya te dije que no -rió un poco, tomando una de las manos ajenas, sosteniéndola firmemente. -En realidad, creo que me hizo feliz escuchar eso de tu parte -agregó un tanto apenado, girando el rostro, tratando de ocultarse de la mirada celeste.

-Entonces... eso... ¿significa que soy correspondido? -preguntó aún, buscando la mirada del otro -¿Atsushi? -arqueó su ceja y poco a poco le fue tomando entre sus brazos, en un cálido abrazo.

Se dejó hacer, dudando en corresponder el abrazo, rodeándole el cuerpo con las manos temblorosas. No respondió nada, por no estar seguro de sentir lo mismo; momentos después, solo se limitó a asentir con la cabeza.

-Ya veo... -sonrió mientras aún le sostenía en sus brazos. -Oye, ¿no tienes que llamar a tu casa? No quiero que tus padres se preocupen y te metas en problemas -comentaba, soltando lentamente.

-¡Oh! ¡Cierto! -exclamó abriendo los ojos, sin moverse de los brazos del mayor, en cambio, se acurrucó más en aquel abrazo, sin ganas de apartarse de su lado, cerrando los ojos y apoyando la cabeza en su hombro.

El mayor, al notar lo que el otro hacía, volvió a tomarle en el abrazo, aferrándose esta vez. -Entonces... -susurró con suavidad, cerrando sus ojos nuevamente.

-¿Entonces? -preguntó, aspirando embelesado el dulce aroma del ojiazul, alzando un poco el rostro, mirándole interrogante.

Negó con un ligero movimiento de cabeza, acurrucándole en su pecho. -Nada, solo... asegúrate de avisar a tu casa, ¿si? -susurró, después respiró hondo y sin querer se lastimó un poco -Auch...

Se apartó un poco, con una expresión de preocupación en el rostro -¿Estás bien, En-chan? -comenzó a mirar a todos lados, sin saber qué hacer.

El otro afirmó con la cabeza y le regaló una expresión tranquila. -Si... no te preocupes -le dijo para después regalarle un dulce beso en la frente. -Descuida, tranquilo.

No podía evitar mirarle con preocupación, torciendo un poco la boca. -Ven, te llevaré a tu habitación -se levantó, extendiéndole una mano para ayudarle a ponerse de pie.

-Sí, gracias -comentó el chico tomando la mano del otro   poco a poco levantarse -Auch... -susurró ante las pequeñas molestias.

-Deberías tomar algo para el dolor -comentó, sin poder disimular su tono de preocupación, pasando el brazo ajeno por sus hombros, y sosteniéndole de la cintura.

-La doctora me recetó algo, pero tengo que ir a comprar el medicamento -dijo subiendo con mucho cuidado escalón por escalón. -Lo siento en verdad -comentó, -por los problemas.

-Mmmm... -abrió la puerta de golpe, tratando de mantenerla abierta. Lo guió hasta la cama, recostándolo en ella. -Bien, quédate aquí... iré a mi casa por mi ropa y a pedir permiso... y aprovecharé para comprar la medicina

-Ah... vale... -el castaño ya se encontraba recostado en la cama. -Las llaves están en el sofá donde me recosté, ya sabes cuál es la de la casa, ¿verdad? -le miró, -y la receta está aquí -sacó una hoja doblada del bolsillo de su pantalón.

-Si, si -tomó la receta, la leyó y la guardó cuidadosamente en su pantalón. -Regresaré lo más rápido posible, así que quédate aquí - y dicho esto, le sonrió otra vez y salió de la habitación.

-Vale, ve con cuidado -dijo mirándole ir, y una vez solo, se dispuso a dormir un rato, ya que de por sí estaba desvelado de hace unos días.

Salió de la casa, un tanto preocupado por el otro, tratando de apresurarse para poder regresar a su lado lo más rápido posible. Ante ese pensamiento, un sonrojo coloreó sus mejillas, y una sonrisa adornó su rostro. Una hora después, bajó de un auto, el cual se había estacionado frente a la casa del castaño. Abrió la puerta, tomó un vaso, lo llenó de agua y subió a la habitación del mayor. -¿En-chan? Ya traje la medicina.

El castaño se había levantado para ese entonces para ir al baño. Cuando el peliazul llegó, él apenas iba saliendo lentamente  del baño, soltando un bostezo. -Vaya, que dolor -dijo para sí mismo, notando al otro. -Ah... ya llegaste... hola -caminó hacia la cama -¿si te dieron permiso?

-Si -dejó caer su maleta, colocándola el pie de la cama, ofreciéndole el vaso y la medicina, sonriendo abiertamente -Toma, aquí está lo que te mandó la doctora.

El castaño se acercó y tomó el vaso con la medicina -Oh, gracias. ¿Cuánto es? Para pagarte -comentó para luego beber la medicina. Posteriormente, colocó el vaso en el mueble junto a su cama, para luego, poco a poco recostarse en a cama. -Ouch...

-No te preocupes por eso -ladeó un poco la cabeza, colocando dudosamente su mano sobre la ajena, mirándole con dulzura. -¿Aún te duele mucho? Lo siento -bajó la mirada, apenado y triste por el estado del ojiazul.

-Oye oye -giró su rostro para ver al otro, buscando aquellos ojos ajenos, -tú no tuviste la culpa, además, ya estoy bien -le regaló una sonrisa, -mira -comentó moviéndose algo brusco. -Ouch -cerró los ojos momentáneamente, -bueno, al menos, mejor que hacer rato.

-¡No hagas eso! -le riñó, volviendo a acostarle en la cama, acomodando la almohada, de forma que quedara ligeramente levantado. Instintivamente, comenzó a acariciar sus cabellos con delicadeza  -Además... si no hubiera sido por tratar de salvarme, no estarías así.

Se dejó hacer y acomodar por el otro, y así mirarle -Lo hice porque quise, así que deja de culparte y mejor sonríe que eso me ayudará a sanar más rápido -elevó su mano y picó la mejilla ajena, -además, tu compañía me sienta bien... no está del todo mal estar así -comentó sonriendo un poco.


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