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Conociendo a mamá por Samantha0507

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Yura había estado bastante pegado a la computadora, con los cascos puestos durante varias horas y mirando el celular a cada segundo en que un nuevo mensaje llegaba, en su mayoría las conversaciones se centraban en Beka, él y muchas veces Yakov, quien le hacía algunas recomendaciones en relación a lo que estaba planeando de hacer.

 

—¿Yura? — Victor lo miraba, sin notar como el rubio en realidad no lo estaba escuchando. —He estado pensando y me gustaría…—el peliplata detuvo sus palabras y frunció el ceño, haciendo aparecer un pequeño puchero en sus labios, los últimos días y luego de que el médico confirmara con él, en la última cita, que los riesgos del bebé habían disminuido, que, de alguna manera, todos estaban pasando un poco por alto su presencia y de alguna manera, se sentía olvidado, triste, abandonado, así que simplemente tocó su ya redondo vientre y con las manos sobre él, agregó. —ya nadie nos quiere bebé…

 

Victor dejó el cuarto de su hijo, tratando de no llorar, sintiendo como de alguna manera toda la casa parecía más triste de lo que él deseaba. — Bebé, debo parecer una ballena, una pelota, seguro Yuuri ya no me quiere, ya no puedo ir a la pista, ya no puedo usar mis patines, no soy más que una carga para todos, incluso para mi cachorro, se suponía que ahora tendría tiempo y la fuerza para arreglar las cosas, para ser el omega que Yura necesitaba para crecer, para que lo criara, pero soy todo lo contrario, soy simplemente una carga.

 

El peliplata se acercó a la ropa que debía meter a lavar y se la llevó a su cuarto, tomando las camisetas de los otros tres miembros de su actual familia, hasta el olor de Beka y como este se mezclaba con el de su cachorro le era perfecto ahora, se llevó las manos al vientre, cuando se recostó entre las prendas, en su mullida cama, cubriendo su rostro. — Aquí estaremos a salvo bebé, este será nuestro nido y tiene algo de todos, para que sepas quien es cada una de las personas que más te querrán.

 

Victor se terminó por acomodar, cubriendo su rostro y cerrando los ojos, recordaba el tiempo en que Yura estaba en su vientre y en como los cuerpos de los omegas se preparaban, guardando las energías para el parto, el sueño se volvía parte de su vida y de alguna manera sabía que realmente sus obligaciones quedarían un poco en el pasado, que los últimos meses de gestación sería simplemente una carga, incluso para el otro omega que ahora estaba en casa, se angustiaba, se sentía molesto y triste, pero por sobre todo, sentía que las fuerzas lo abandonaban y que no tendría manera de recargarse para ponerse frente a lo que se le venía de frente.

 

Habían pasado dos horas, cuando repentinamente el rubio se percató de la falta de ruido en el hogar y considerando la hora, Victor debía estar por todo el lugar como un loco, se quitó los cascos, tragando con dificultad, un sudor frío le recorrió la espalda, dejándole una sensación incomoda en la nuca.

 

Salió del cuarto, notando como la casa se encontraba en una completa oscuridad y que no había ningún ruido que perturbase el silencio.

 

La calefacción estaba encendida, se podía andar por la casa, Yurio caminó a la cocina y al cuarto de lavado, notando recién entonces, como no había ropa tendida, a pesar de que su madre dijo que lavaría temprano, una angustia creció en su pecho, sintiendo desesperación se paseó por los pasillos de la casa. —¿Victor? — lo llamó suavemente, pero no hubo respuesta, más que el propio silencio que llenaba el lugar. —Victor…—subió el tono de su voz, llegando al cuarto que sus padres compartían, sintiendo miedo, esperando encontrarse con Victor en el piso, con un charco de sangre, con su madre desmayado, muriendo, perdiendo a su hermanito, como en esas terribles pesadillas que le quitaban el sueño las ultimas semana.

 

Tomó el pomo de la puerta, con su celular en la mano, marcando a Yuuri, pero se quedó quieto en con la puerta ya abierta, mirando la cama, la ropa regada sobre esta y solo al notar el bulto en medio logró que el rubio se relajara.

 

Caminó despacio, oliendo entonces como las feromonas dulces de Victor cubrían la habitación y como un olor un poco más suave, se podía distinguir al inhalar profundamente, era el olor, el aroma del pequeño cachorro que ahora crecía en el vientre de su madre, era esa mezcla perfecta, pero sutil, entre el suave aroma de las flores y el duro olor de madera, un aroma tan inusual, pero a la vez embriagador, el rubio se preguntó cómo se habría sentido su olor, al estar en el vientre de su madre.

 

—Mamá, vamos Victor…—levantó la camiseta, sabiendo que, bajo esta, el rostro de Victor probablemente encontraría el rostro del peliplata. —¿Mami? Esto es…

 

—Un nido. — el omega mayor no levantó la vista, simplemente respondió a su hijo, sin hacer que sus pupilas se cruzasen con las de su cachorro. — Sé que estoy siendo una carga y por ello preparé esto, así ninguno deberá estar preocupado por mí, cuidaré al bebé aquí.

 

—Mami, ven…— Yuri notó las lágrimas que se habían quedado en las pupilas del peliplata y en como su voz parecía estar congestionada cuando le había explicado lo del nido, pero no dijo nada más. —¿qué tienes?

 

—No te gustó mi nido…—Victor hizo un nuevo puchero, mostrando como su labio temblaba, señal de que probablemente comenzaría a llorar en cualquier momento.

 

—No, me encantó y creo que, con este nido, mi pequeño hermanito o hermanita estará completamente bien, estará seguro, que estás haciendo un gran trabajo.

 

—¿Quieres recostarte conmigo?

 

El rubio sintió sus mejillas enrojecer, pero asintió cerrando los ojos y se acercó al cuerpo de su madre, sin apretar su vientre, pero dejando suavemente sus manos, sobre el abultado vientre frente a sus ojos.

 

—Yurio, sabes, nunca hice un buen nido para tenerte, ¿me odias por no hacerlo? Por no darte un buen lugar para nacer, un lugar seguro.

 

—Mamá…

 

—Fuiste mi primer cachorro y solo te di a luz y te abandoné, no te merezco, no merezco a Yuuri, no merezco nada, no hice un buen nido donde cobijarte, no pude contenerme como omega y resguardar el honor de mi alfa, de mi Yuuri, tienes el derecho a odiarme, a no querer saber de mí, y Yuuri podría tener a un omega más digno.

 

—Victor, ¿a qué viene todo esto? De donde sacas que te odio, no te odio mami, es todo lo contrario.

 

—pero no me escuchaste, solo quería hacerte algo especial de comer, ahora puedo cocinar, aunque ya no me puedo mover mucho por el bebé y me he vuelto inútil. — Los ojos del peliplata se llenaron de lágrimas nuevamente. — pero puedo hacer algo delicioso, para que me puedas querer un poquito. — Victor ya lloraba desconsolado, logrando que las pequeñas lágrimas que no lograban bajar por sus mejillas, quedaban en sus pestañas, prendadas, a la espera de que la gravedad hiciese lo suyo.

 

—Lo lamento, estaba escuchando algo, no te escuché entrar, pero no significa que no me encante tú comida, no significa tampoco que no te quiera, eres mi madre, tienes a mi hermano, no podría estar bien, si no estuviese a tú lado.

 

Ambos omegas se quedaron recostados, Victor cerró sus ojos, esperando que el menor sintiera el cuidado que el buscaba entregarle.

El rubio sintió la puerta, así que se deshizo del abrazo de su madre y simplemente se levantó, en dirección a los alfa que ahora entraban.

 

—Papá, Beka…—Yuri tenía la orilla de su suerte entre las manos, sonriendo, las palabras de su madre le habían dado la fuerza que necesita. —Quería hablar contigo papá.

 

—Hijo, ¿ha pasado algo? — El pelinegro trago grueso, preocupado. — Hijo…—el japonés se acercó a su hijo y lo tomó de los hombros, pero al notar el visible sonrojo en las mejillas del menor, se relajó, sabiendo que nada malo podía estar pasando, por lo cual se quedó en silencio y siguió a su hijo a la sala y se sentó, a esperar que las fuerzas acompañaran al rubio.

 

El japonés miró a Otabek, quien tenía las manos cruzadas y la mirada en el suelo, por un segundo la idea de que los jóvenes se habían apurado de alguna manera y que su hijo estuviese en cinta, logró que Yuuri sintiera algo en su pecho, un calor intenso, pero respiró profundamente, notando y reconociendo las esencias que llenaban todo ese hogar.

 

—Quiero que me entrenes y quiero representar una de las coreografías de Victor, una de las que hizo para mí.


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