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No es de sangre por Heartshaoi

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Notas del capitulo:

Un nuevo comienzo.

 

¿Illumi estarás bien?

Capítulo 2: De 10

Algunos pocos conocidos los llaman “devastadores” por las ciudades que tienen bajo su mando ejerciendo su oficio. Otros dicen que solo son marionetas del estado encargados de las pantallas de humo, y, aquellos que no saben de su existencia viven bajo su poderío.
 
Pero ¿Quiénes son realmente los Zoldycks? A simple vista son unos millonarios que por alguna razón son un éxito en el comercio internacional. Los vecinos que rodean una de sus tantas mansiones los catalogan de “buenas personas” o trabajadores de alguna organización del bien común.
 
Hay verdad en cada una de las afirmaciones, pero no todo es tan bueno como lo demuestran. Aquellos que trabajan bajo su techo también desconocen la realidad. Nadie podría saber a donde realmente se dirigen los autos temprano por las mañanas, por lo que sabe la policía solo son los hijos aprovechando sus riquezas para despilfarrarlas. Son conocidos, su existencia no es un secreto ¡Y como podría serlo! ¡Si la dueña y esposa de la familia es el primer ministro! 
 
A veces les podría ser molesto tener que soportar a los periodistas que van tras cada uno de sus movimientos, sin embargo, ella solo era una figura pública para cooperar en el negocio. Silva Zoldyck era considerado el hombre más afortunado del mundo, decían que lo tenía todo; una mujer exitosa, dinero, juventud y poder. Decían que Kikyo era envidiable ¡Cuantas querrían a un esposo así! Pero era una pena que no fuesen felices.
 
¿Por qué? Será que detrás de cada historia perfecta hay un pasado que no desaparecerá, no importa que se intente en el presente, nada puede cambiar los errores cometidos.
 
Sí, las falsedades de cada una de sus sonrisas regaladas fueron ensayadas, eran los actores perfectos participando en el teatro de sus vidas. Habían trabajado durante años para mantener la “estabilidad” en la que ahora se encontraban. Solo que no todo era lo mismo en el hogar, cada vez que se encerraban en esa gigantesca mansión, como si fuesen personas totalmente distintas cambiaba su personalidad.  Tan irreal podría resultar ser perteneciente a ese lugar, una ilusión creada por ellos que vivían a flor de piel día a día, engañando a millones de personas, haciendo creer que la “perfección” se hallaba en un lugar llamado “Imperio Zoldyck”
 
Algunos podrían decir que desde los últimos años se les ve menos, desde hace dos primaveras que no ven al hijo mayor Illumi, según lo que se cuenta en las redes sociales afirman que hace trabajo social en los poblados lejanos, esos que no tienen recursos suficientes; todo para apoyar a su madre con las relaciones políticas y que haya más gente de su lado.
 
Mentiras, más y más mentiras. Desde hace dos años que Illumi ha dejado de participar abiertamente en el trabajo de su madre, Silva le ordenó que mantuviera distancia con los medios para que cuando realmente lo necesite pueda estar para él sin problemas.
 
En cambio, el matrimonio era el más visto en el país, las portadas de las revistas hablaban de ellos, tenían entrevistas con personajes importantes como los embajadores de otros países que recurrían a la buena guía de Kikyo para hacer proyectos en su estado.
 
En una de esas tantas ocasiones, mientras regresaban de la mano y muy cariñosos una alarma poco esperada para la mujer interrumpió su caminata.
 
La imagen del calendario indicando una fecha con rojo le hizo perder la gracia de su sonrisa. Silva seguía con la misma expresión mientras guardaba su celular, y soltando a su esposa subió al auto para regresar camino a casa.
 
La tensión incomodó al chofer que no pudo evitar preguntar el destino, como una orden a ciegas jugando su puesto se dirigió a la mansión hallada detrás de una colina, al lado de un gran bosque. 
 
Como buscando su mirada Kikyo lo observaba, estaba a punto de comenzar una pelea si es que no decía algo, y apenas cruzando la puerta lo encaró:
 
- ¿Qué indica esa fecha? – tirando su cartera para que alguien a servicio la recogiera se puso delante de Silva con una expresión muy siniestra. 
 
Mirándola con pesadez prefirió ignorarla, a veces esa mujer jugaba con su suerte y lo sacaba de quicio. Decidido a no tener por qué darle explicaciones se encaminó a su habitación, escuchando los gritos de su esposa. El ruido que hacia ensordeció a los presentes que a penas y soportaban los chillidos. La rabieta de su madre lo atrajo, Illumi entrando a la escena vio a esa mujer muy agitada y confundida como un animal que desconoce el ambiente donde se encuentra.
 
Kikyo trató de explicarle, pero Illumi no entendía nada, le daba asco como su saliva salía manchando la comisura de su boca, quería atención lo sabía, pero había que hacer más que eso para poder tener a Silva por un rato. 
 
- Ya cálmate – dijo el moreno y dando la orden de retirada a los mayordomos se quedó solo con su madre. 
 
- ¡Tu padre, él, él esconde algo! – dijo volviendo bruscamente a un estado normal, como si lo que acababa de ocurrir nunca hubiera existido. Su hijo mirándola con desprecio le tendió un pañuelo y prosiguió:
 
- Hoy es el cumpleaños de Killua
 
Obviamente ella no lo sabía, nunca le había dado importancia a ese ser, prefería creer al igual que Illumi que jamás existió ese niño y sonriendo amargadamente lo bofeteó.
 
- He dicho que no quiero escuchar su nombre
 
Odio, más odio se acumulaba dentro de él, otra vez soportaba a la histérica de su madre que no paraba de tratarlo como un niño, tenía 19 y sabía muy bien que el motivo era el albino, todo por su culpa estaba la situación así. 
 
Pidiendo disculpas le dijo que seguiría entrenando a Kalluto en el bosque, pero solo obtuvo su silencio, y acostumbrado ya a ese desprecio se fue del lugar maldiciendo a su hermano, que a pesar de no estar ahí, aún le causaba problemas esté donde esté. 
 

 
Hace una semana que Silva había llegado de viaje, desde esa fecha poco o nada había de tranquilidad, por todas partes se hallaba Kikyo pidiéndole explicaciones de todo lo que hacía fuera de su vista, sencillamente no les sorprendería a los niños encontrarla muerta alguno de esos días. Ella jugaba mucho con la paciencia de su esposo a tal punto de hostigarlo con su voz, ella vivía locamente enamorada de él y a veces ese amor la podría consumir al punto de volverla posesiva e irremediablemente insoportable. Ella sabía muy bien que podría perdonar todo lo que le había hecho su esposo si tan solo recibiera un poquito de atención verdadera, pero eso no sucedería. 
 
Según el calendario la fecha marcaba el día del cumpleaños del albino, Illumi lo sabía, le habían hecho prometer que no lo olvidaría, le daba malestar saber que no faltaba nada para recibir órdenes de su padre ¡Como lo detestaba! Veía con resentimiento a Silva, preguntándose por qué, por qué tenía que escoger a ese maldito niño como el heredero. Si tuviera la oportunidad lo mataría, pero no podía, aunque lo tuviese servido. Lo sabía muy bien, el hijo mayor sabía que atentar contra la familia significaría su muerte, y su vida valía mucho más que la de ese mocoso, o al menos eso se repetía para evitar su ira.  
 
Para su mala suerte el tiempo no podía detenerse y llegó ese día como un juicio final, ansioso estaba por escuchar lo que por noches había predicho, pero nada, su padre no lo llamaba.
 
Killua cumplía años ese día y no hallaba una forma de detenerlo. Él había cumplido hace poco los 19, sin embargo, no experimentó ninguna sensación diferente ese día. Aquello era lo que más le molestaba, porque estaba permitiendo que su recuerdo se metiera más en su cabeza.
 
El día terminó y preso de la angustia por no recibir órdenes, se retiró a su recamara para entrenar. Cayéndose en la soledad empezó a golpear el costal de arena que colgaba en el balcón, se sentía frustrado por no controlar su vida, quería que no haya más en la vida de su familia, aunque no los amaba, los respetaba a tal punto de poner su vida en juego todo el tiempo.
 
¿Por qué a pesar de sus esfuerzos otro consiguió su puesto? ¿Por qué mi padre no quiere a mi madre como antes? ¿Por qué nació Killua?
 
Con esas interrogantes se iba a dormir otra noche más deseando no amanecer para no tener que soportar esa dura vida. 
 

 
Después de una larga semana todos se reunian en la mesa, Kalluto y Alluka vestidos formalmente esperaban a ser atendidos por los sirvientes. 
 
Hubiera sido un buen amanecer si no fuese por el espectáculo de Kikyo, el menor de los hijos intentaba no reírse por lo gracioso que le parecía sus teatros, Illumi solo tuvo que mirarlo para darle a entender que debía guardar silencio.
 
Silva ya cansado de eso ordenó que le lleven el desayuno a su oficina y antes de desaparecer por el pasillo llamó a su primogénito. 
 
Kikyo se calmó y antes de dejar ir a su hijo, le susurró al oído:
 
- Quiero saber lo que te dirá
 
Intentando controlarse por no reírse de su pésimo maquillaje corrido por las lagrimas se fue; a veces se contagiaba de sus hermanitos cuando se juntaba mucho con ellos, se dio cuenta que tenían razón al decir que su madre se veía ridícula cuando hacía eso. 
 

 
Ansioso de conversar con su padre terminó el desayuno para darle toda la atención que necesitaba. Cuando el albino comenzó a hablar le pareció reconfortante, le gustaba saber que contaban con él para grandes trabajos y que era útil para su padre. 
 
Todo estuvo bien hasta que el nombre de “Killua” se metió en la conversación. Su estado de ánimo se perdió cuando le dijo que los “10 años” ya habían pasado y que debía empezar a vigilarlo.
 
Trató de objetar, pero se sintió como una presa que no podía huir de su destino. La orden había sido dada – Vigila a Killua, nada más – prácticamente le habían dicho que por ahora podía estar fuera de los negocios para cuidar a su hermanito. 
 
No quería hacer de niñero, de todas las cosas desastrosas que había imaginado que le pedirían, aquella era la que menos deseaba, no quería tenerlo cerca, ni compartir con él nada.  Prefería trabajar como siempre, como un asesino, como lo que realmente era y de lo cual disfrutaba más que nada.
 
- Entendido – fue lo único que dijo antes de irse. Las cosas podrían ser peor, craneaba la forma de sacar provecho a la nueva orden. Comprendía que era mucho peor haber escuchado: Killua volverá a la casa. ¡Eso sí que no lo soportaría! Al menos no tendría que dormir bajo su mismo techo ni verlo todos los días, con dos veces a la semana era suficiente para hacer su informe.
 

 
Los años habían pasado muy rápido para él, hace poco su cabello estaba sobre sus hombros y ahora sobrepasaba su pecho haciéndolo ver mucho más atractivo. Todos habían cambiado, físicamente, los rasgos del moreno ahora eran mucho más marcados, había heredado la belleza de su madre y la delicadeza de su perfil. 
 
Por estos motivos era normal que algunos transeúntes se le quedaran observando, la mayoría lo reconocía por su madre y otros creían que era un modelo de alta costura. Con frecuencia se aburria de las miradas que lo rodeaba, y, tratando de pasar desapercibido usó su auto con lunas polarizadas.
 
Ese día estaba en camino a la casa de Gotoh, después de haberlo meditado durante la noche entera había creado un plan para que nunca, nunca Killua pueda ser el heredero, el error de Silva había sido dejarlo solo con él como autoridad. Así como su madre lo había atormentado, él también lo haría, claro, no usando métodos agresivos, si no, jugaría con su fragilidad, poco a poco hasta que el mismo niño decida desaparecer.
 
Su plan era perfecto, pero no contaba que encontraría a un niño diferente a su especulación ya que creía que sería igual que Kalluto o Alluka. Tal vez sea el destino que quiso jugarle una mala pasada y que se aventuró a experimentar con ellos.
 
-  Bienvenido Illumi – sama, ha pasado mucho tiempo.
 
El jovencito entró a la vivienda captando la atención de aquel niño que jugaba en la cocina, una nueva experiencia se creó cuando cruzaron miradas, sin embargo solo el menor sonrió e Illumi lo miró con odio haciéndole saber que nada bueno sucedería desde ese momento…
 
Nada bueno…
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Notas finales:

 

 

-Heart


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