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Amante inocente por Haruka Eastwood

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Título: Amante inocente

Resumen: Él y solo él, era la persona que tanto había buscado...
Clasificación: Mayores de 16 años.
Género: AU. Romance. Drama.
Advertencias: Lemon. Mpreg.

Autor: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~
Amante inocente

Capítulo 14: Siempre a tu lado

Se miró en el espejo, hizo una mueca, se giró y observó al hombre que estaba detrás de él, viéndolo con aprobación al esbozar una sutil sonrisa. No entendía su alegría, para él era un día como cualquier otro, estaba a meses de cumplir los quince, aun así en una hora ingresaría a la pomposa universidad de Kumogakure. Su vida se resumiria en estudiar, sacar las mejores notas, graduarse, trabajar, casarse con quien su padre elija, darle un heredero, seguir trabajando y morir.

¡Sí, genial! Se dijo con sarcasmo. Minato adoraba a su padre, pero odiaba que fuera tan estricto, nunca tenía tiempo para él ya que lo agobiaba con clases, clases y más clases. Desde su infancia se le inculcó que no bastaba con ser bueno en todo, tenia que llegar a la excelencia y rozar la perfección. Era un muñequito que sonreía con galantería y elegancia, reverenciaba y se comportaba como todos esperaban que lo hiciera, teniendo los mejores modales en todo momento, aunque siempre era manejado por los hilos invisibles de su padre, llegando incluso, a sentirse como una herramienta.

—Estoy muy orgulloso de ti, hijo.

—Muchas gracias, padre —le dedicó aquella sonrisa vacía que complació a Jiraiya.

—Será mejor que vayamos a desayunar —dio media vuelta para salir de allí, pero cuando sujeto el pomo de la puerta, sus movimientos se detuvieron, apretó los labios y soltó el aire que inconscientemente había retenido—, tu madre estaría encantada de verte, de saber que has logrado tanto en tan poco tiempo.

Fue incapaz de responder, aun era muy pronto para hacerlo, para siquiera superarlo. Su madre, Tsunade, había fallecido un año atrás, había contemplado como su vida se extinguia poco a poco, como su sonrisa cada vez era más sutil, su rostro más pálido y sus movimientos más lentos, consumiéndose por una enfermedad sin cura que la acechaba desde hace ya mucho tiempo. Sorprendentemente había vivido más de lo esperado… diez años, cuando los médicos dijeron que máximo tres.

Por aquella mujer es que había decidido ser doctor. Deseaba poder curarla, y pese a que muy dentro de él sabía que era imposible, porque a Tsunade no le quedaba mucho tiempo, ella siempre le sonreía, alentaba y apoyaba incondicionalmente. Incluso le había comprado una infinidad de libros médicos que leía en tiempo record. A sus escasos doce años, era capaz de dar diagnósticos muy completos, sin embargo, al ser el único heredero de todo el imperio Namikaze, que abarcaba desde joyerias hasta restaurantes, hoteles y diversas empresas que ni le interesaban, su padre no le permitió continuar con su sueño.

Y ahí estaba él un año después, preparándose para asistir a una universidad pija y estudiar una carrera que no deseaba. Al llegar todo era tal como espero, los compañeros comentaban acerca de las influencias que debió mover, otros se preguntaban si era un genio como se decía y los profesores no paraban de hablar sobre su inteligencia, capacidad y gran futuro que le esperaba. En medio de todo ese mundo del que deseaba escapar, apareció ella. Kushina Uzumaki, una mujer extremadamente bella, alta y delgada que acostumbraba llevar su larga cabellera rojiza en una apretada trenza que descansaba sobre su hombro. Kushina era perfecta, y el sueño de cualquier varón, aunque había un problema.

La primera vez que la vio acababa de cumplir quince años. Aquel día se dirigía a la biblioteca sin embargo, unos compañeros bloquearon el pasillo por lo que dio media vuelta y opto por el camino más largo, teniendo que pasar frente a la dirección. Entonces le fue inevitable no fijarse en la bonita y sensual secretaria del director, una mujer elegante de veintidós años que vestía un entallado traje sastre en color verde oscuro, la misma mujer que le dedicó una hermosa sonrisa capaz de quitarle el aliento y que lo enamoró sin mucho esfuerzo. Kushina se volvió su meta, su inspiración y su sol.

Tan solo era un chiquillo, un chiquillo que logró enamorar a una “diosa”. Y justo el dia en que cumplio diesiseis años, ella acepto tener un romance secreto con él. La emoción y el peligro valian la pena, su cuerpo se llenaba de adrenalina aquellas horas que lograban ocultarse del mundo y compartir besos, caricias y tal vez algo más, desgraciadamente la magia termino un año después. Kushina lloraba mientras intentaba sonreír, diciéndole que no se preocupara ya que ella lo solucionaria.

Tenía dos meses de embarazo pero estaba dispuesta a criarlo sola si con ello Minato estaba bien. La mujer conocía de sobra el carácter de Jiraiya y no quería meterlo en problemas, se supone que ella era la adulta responsable, sin embargo él se negó, la tomó de la mano y la llevo hasta la pomposa y fría mansión Namikaze, hizo unas maletas, tomó dinero de la caja fuerte, algunas joyas y las metió en un auto que condujo hasta las afuera de la propiedad. Después de aquello esperaron a Jiraiya.

El alto e imponente varón les dedico una mirada, entonces Minato se armó de valor y confesó que ella era el amor de su vida y que esperaban un hijo. La reacción de Jiraiya fue inesperada, le dio un puñetazo a Minato, uno tan fuerte que lo dejó aturdido por varios segundos en los que se acercó a una asustada y furiosa Kushina, ofreciendo una exorbitante suma de dinero a cambio de no tener al niño y desaparecer de la vida de su estúpido y calenturiento hijo. Sin embargo ella se negó, lo encaró defendiendo a Minato sin importarle nada. Cuándo lograron salir de allí, Minato tenía varios golpes, había sido desheredado, amenazado y sentenciado por el hombre que se decía su padre.

Jiraiya Namikaze tenía demasiado poder, tanto que incluso la familia de Kushina les dio la espalda y a él se le complicó buscar trabajo. Muchos conocían a su padre y nadie quería problemas con el magnate Namikaze, desesperados, se vieron en la necesidad de irse de Kumogakure, llegando a Konoha, en donde dejo de ser un Namikaze, pasando a convertirse en Uzumaki al lado de su esposa. Sin embargo, la difícil situación terminó por enfermar a Kushina, vivían en un pequeño cuarto y la comida escaseaba, cuando finalmente consiguió empleo en las oficinas Hokage, Minato estaba ahogado en deudas.

Para ese entonces, Kushina contaba con cinco meses de embarazo, lucía pálida, demacrada y demasiado delgada para ser una mujer embarazada. Aun así esto continuo por un mes más; ella jamás se enteró de lo que él tuvo que hacer para pagar las deudas pero lo hizo e incluso obtuvo el dinero suficiente para ingresarla a un hospital, desgraciadamente fue muy tarde. Kushina Uzumaki falleció un diez de octubre, luego de dar a luz a un precioso y delicado doncel al que nombró Naruto.

—Es perfecto —susurró con lágrimas en los ojos, viendo de soslayo a Minato—. Estoy segura que sera un sol, uno que desearía contemplar por horas, verlo crecer, decir mamá, brincar, jugar y enamorarse…

—Kushi… —la nombró con un nudo en la garganta, colocando al pequeño Naruto al lado de ella, sintiendo que la vida se iba de sus bonitos ojos—. ¿Qué tonterías dices? —sollozó—. Tu te pondras bien… y estoy seguro que pasaras horas viéndolo dormir y te olvidaras de mi, su primera palabra será mamá… tiene que ser mamá… pero jamás dejare que este con un varón, no me importa que se enoje, será mi niño siempre…

—Mina… lo lamento tanto, pero al verlo sé que todo valio la pena —con mucho esfuerzo, acaricio la mejilla del bebé, dándole un besito en la nariz—. Mi Naru… no seas quisquilloso con la comida... come, crece mucho y sé un buen niño... ve a la cama temprano y duerme bien... haz amigos, asegúrate que sean verdaderos y en los cuales confíes, no importa si son pocos. Estudia... nunca fui buena para ello, quizás tu si... todo el mundo es muy bueno y muy malo en algunas cosas... No te sientas mal si hay algo que no puedas hacer... asegúrate de escuchar a tus profesores. Evita los tres vicios... no pidas prestado dinero... ahorra lo que ganes... no tomes Sake o arruinaras tu cuerpo. En cuanto a hombres, no sé qué decir, solo asegurate de escoger a alguien como tu padre. Hay tantas, tantas... cosas que quisiera decirte y enseñarte; quiero estar contigo hijo mío…

—Kushi… basta, por favor basta —se acercó hasta ella, juntando su frente con la fría mejilla—. No me hagas esto, no te despidas, no aún… no puedo perderte, no quiero. Te amo tanto, tanto, solo no me dejes… no me dejes por favor…

—Yo también te amo Mina… t-te amo demasiado… y siempre… siempre estare a tu… lado…

—¿Kushi? —levantó la cabeza, viendo el semblante sereno y su sutil sonrisa—. Kushina… no por favor no… no me hagas esto, Kushi…

●●●

Al abrir los ojos se sentía sofocado, teniendo que incorporarse de golpe en el sofá donde había pasado la noche bebiendo, maldiciendo y culpando a la vida por todo. Sin embargo, sintió como pequeñas gotas resbalaban por su mejilla, confundido, levantó la mano tocando su rostro. No había llorado desde el día en que murió su amada Kushina. Durante años se centro en el trabajo como un medio de escape, no entendía por qué ahora. ¿Por qué volvían sus recuerdos, sus palabras y aquella promesa que le hizo días antes de su muerte?

¡Daba igual! Siempre era lo mismo, cada que creía que todo mejoraba, la vida le demostraba que estaba equivocado. Decir que estaba harto de todo era poco, primero su madre, después su padre, Kushina y ahora Naruto. ¿Qué más faltaba? Y como si el destino se burlara en su cara, el timbre de la puerta sonó un par de veces, obligandolo a incorporarse y sujetarse la cabeza. Estaba mareado, tenía nauseas y el cuerpo agarrotado, así que llegar a la puerta sin caer de bruces se volvió una tarea titánica que le tomo un mínimo, de seis veces más de lo normal. Y cuando finalmente abrió, se encontró con la última persona que espero ver, como si él fuera la respuesta a su anterior pregunta.

—Itachi… —susurró tratando de enfocarlo mejor.

Era inútil, todo le daba vueltas y la voz del contrario se hacía distante y su silueta borrosa. Minato juraba que hubiera caído si él no lo sujetaba en el momento adecuado, llevándolo a rastras hasta el sillón mientras le decía algo que no alcanzaba a comprender, simplemente se dejo hacer, aferrándose a la delgada pero fuerte silueta de Itachi, sintiendo aquel calorcito agradable que tanto amaba junto a su acelerado respirar y el frenético latir de su corazón el cual podía escuchar gracias a la cercanía.

—Por Dios, ayer me prometiste llamar en cuanto llegaras a casa y hoy quedamos de vernos media hora antes del almuerzo con aquel socio —le dijo con reproche y preocupación en cuanto llegó al sofá, intentando no dejar caer a Minato—. Creí que algo te había pasado y decidí venir a tu casa, sabes que jamás lo haría sin una buena razón.

—Te amo, Itachi.

—Minato —confundido y avergonzado, volteó a todos lados pero no vio a nadie, dejando salir un suspiro de alivio—. ¿Qué te pasa? Naru pudo escucharte.

—¡No me importa! —alzó la voz. Era fácil darse cuenta que seguia bastante ebrio y por las botellas tiradas y el desorden, Itachi se preguntó qué diablos pasó, Minato poseía una gran resistencia al alcohol, no solo eso, jamás se atrevería a quedar en ese estado, en donde su Naru pudiera verlo—. Ese no esta.

—¿Naruto no esta?

—No —tajó abrazando con excesiva fuerza a Itachi, hundiendo su rostro en la curvatura de su cuello, aspirando su delicioso aroma antes de depositar un sonoro beso.

—Minato, basta.

—Te deseo.

—Estas ebrio.

—Tal vez —alejó el rostro de su escondite para poder mirar aquellos hermosos ojos negros—. Pero mi estado no evita que te desee y te ame.

Sus mejillas se tiñeron de un hermoso carmín, normalmente hubiera cedido a sus impulsos, pero esa no era su casa y Minato estaba ebrio, por lo que le apartó con suavidad, tomó sus mejillas con ambas manos y le dio un suave beso en la nariz.

—Yo también te amo, pero apestas a alcohol, necesitas un baño.

—Bañate conmigo —ronroneó.

Un Minato sobrio era seductor, pero un Minato ebrio era descarado y extrañamente atrayente. Tuvo que morder el interior de su mejilla para no ceder, empujarlo contra el sillón y montarse sobre él a horcajadas, cumpliendo sus caprichos. Al final le tomó diez minutos convencerlo de tomar un baño solo, y otros veinte llevarlo hasta el cuarto de baño, llenar la tina y ayudarlo a desnudarse sin hacer nada indevido. En cuanto lo logró, bajo a la estancia, era un asco pero después limpiaria, prefirió ir a la cocina para prepararle un café cargado, también sirvió agua en un vaso grande, le hecho el jugo de un limón y un poquito de sal.

Él jamás bebía por dos simples motivos, su resistencia era nula y el sabor le desagrada, sin embargo, su amigo Kisame solía irse cada fin de semana a divertirse, muchas veces le contó que el café y el agua con limón y sal era lo mejor para que se te pase lo ebrio, comentando que un buen plus era una ducha de agua fría. Claro que en este caso fue agua tibia, rogando para que bastara con eso, temiendo que en cualquier momento llegaría el “retoño” de Minato. Lo que menos quería era que siguiera viendo a su padre así, aunque también le preocupaba lo que causó que él bebiera tanto, probablemente solo exageraba pero tenía un extraño malestar que se le formaba en la boca del estómago.

No deseaba prestarle más atención a sus paranoias por lo que tomó ambas bebidas y regresó a la habitación de Minato en silencio. En cuanto entró, lo vio sentado en el borde de la cama con una toalla en la cintura y otra en la cabeza. Mantenía la mirada gacha y las manos entrelazadas frente a él. No sabia que decirle, simplemente se limitó a pararse frente a él llamando su atención para entregarle la taza de café.

—Bebelo —ordenó.

Sin dudarlo hizo caso, haciendo una mueca de asco en cuanto lo probó.

—Sabe asqueroso.

—No me importa, tomatelo.

Cualquier otra persona se hubiese intimidado ante la mirada que le dedico Minato a Itachi, sin embargo él solo se encogió de hombros haciéndolo suspirar. Amaba el café, sí, pero ligero con leche y azúcar. Tuvo que contener la respiración y tomarlo de un trago intentando reprimir la mueca de asco y las nauseas por lo que gustoso aceptó el vaso de agua aunque también tenía un sabor extraño, pero era más soportable que el café.

—¿Pretendias envenenarme? —cuestionó sujetando a Itachi de la cintura.

—Eso lo haces tu solito al beber como lo hiciste, ahora vistete.

No dejó que replicara, mucho menos que dijera otro comentario que terminaría por matarlo de verguenza. Se limitó a salir de la habitación y fue directo a la cocina para dejar los trastes sucios. Normalmente Minato era un hombre excesivamente ordenado y limpio, no solo en su persona sino también con sus cosas, pero la sala de su casa era un caos, había papeles e imágenes —a las cuales no les presto atención— regadas por el suelo, un sillón estaba de cabeza, la mesa del centro —que era de cristal— rota al igual que el florero y varios adornitos del lugar.

A todo eso se sumaban un par de botellas rotas en las esquinas. Era obvio que Minato las arrojo llenas porque mancharon las paredes y la alfombra. Mirando bien todo, era claro que había sido “una pelea”. Cuando se acercó a recoger las fotos contemplo una mancha de sangre, no era de Minato puesto a que lo acababa de ver desnudo, y junto a esta se encontraba una hoja de tonalidad roja, casi rosa, hecha bola, al desdoblarla y leerla su sorpresa e incredulidad se reflejaba en su rostro.

A lo largo de su vida había visto la escritura de muchas personas y aquella era inconfundible, sobre todo por la firma de abajo, vamos, aunque no la tuviera, solo conocia a una persona que escribía las vocales al revés. En esta ocasión y con angustia recogió las imágenes mirandolas más detenidamente, en todas aparecía un precioso doncel rubio que era idéntico a Minato, el cual era acompañado de varones o en poses sugerentes, algunas estaban rotas o hechas bola pero seguían siendo reconocibles.

Tragó saliva y supo inmediatamente el porque no estaba Naruto, de quien era la sangre en el suelo y el porque el lugar estaba así, también entendió el estado de aquel varón rubio. Con el miedo reflejado en el rostro, subió las escaleras corriendo y abrió la puerta del cuarto de Minato, quien terminaba de vestirse, caminó hasta él y sin titubeos lo empotro contra la pared con excesiva fuerza, sujetándolo del cuello de la camisa.

—¡¿Donde esta Naruto?!

 

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Continuará

Notas finales:

Y entonces aparece mamá itachi bien furioso (? 

Creen que golpee a Minato?

Itachi se enojara con su padre?

Buscara a Naru?

Y Sasuke?

Todo esto y más en el siguiente capítulo xD 

Hola! Yo sé que ni me extrañaron, aun así os dejo este lendo capítulo esperando que les guste, no sé ustedes pero queria mantener el suspenso y que mejor forma de hacerlo que ver el pasado de Minato, por un momento me dio tristeza... bueno, yo me despido y les deseo un lindo día.

Cualquier duda o comentario favor de dejarla en un sexy rw 7u7r

Haruka Eastwood


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