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Amante inocente por Haruka Eastwood

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Título: Amante inocente

Resumen: Él y solo él, era la persona que tanto había buscado...

Categoría: Naruto

Clasificación: Mayores de 16 años.

Género: AU. Romance. Drama.

Advertencias: Lemon. Mpreg.

Autor: Haruka Eastwood

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Amante inocente

Capítulo 5: Recuerdo de amor

Minato frunció el ceño y dio otro paso, contrariado al ver a Naruto alejarse y hacerse un ovillo en el rincón del baño, comenzando a balbucear frases inconexas. ¿Quien mierda era Sai y por qué Naruto parecía temerle y odiarlo por igual? Entonces sus respuestas llegaron como un balde de agua helada que transformó su desconcierto en ira. Un extraño fuego negro, frío y letal llenó su torrente sanguíneo y amenazó con emerger de una forma violenta para arrasar con todo.

Apretó los labios e intentó tranquilizarse. Respiró profundamente y tomó una toalla blanca que estaba sobre el lavamanos doble, la extendió e ignorando las quejas de un confundido Naruto, se acercó hasta él envolviendo su magullado cuerpo en un cálido abrazo que poco hizo por calmar a un alterado rubito que se removía inquieto. Aun así Minato no le soltó y comenzó a secarlo cuidadosamente.

Media hora después, se encontraba en su habitación con un Naruto profundamente dormido que ardía por la fiebre. Le había costado un par de rasguños conseguir ponerle el pijama y varios golpes lograr que se dejara curar los moretones más evidentes, al final se había acostado con él, haciéndole mimos en la espalda mientras le decía que él era papá, no el bastardo que lo había deshonrado.

—Lo lamento —susurró, acariciando la frente del doncel con la nariz, depositando un besito sobre su ceja.

Naruto no dejaba de temblar, por lo que se separó un poco y se incorporó lo suficiente para poder abrir el cajón de su mueble de noche en donde guardaba los medicamentos. Gracias a ella, tenía el conocimiento médico necesario para atender a Naruto, por lo que no precisaba de un profesional, así que tras darle algo para la fiebre le puso un paño húmedo y se volvió a acurrucar con él, consciente de que no podría dormirse aunque lo intentara.

●●●

Con los ojos cerrados, soltó un juramento y se estiró para coger la bocina del teléfono. No tenía ni idea de quien rayos sería el desconsiderado que osaba despertarla cuando ni siquiera había amanecido. Había horas para todo “todo” y evidentemente, llamar en la madrugada era una descortesía enorme, por lo que terminó contestando con un gruñido, maldiciendo a la persona del otro lado de la línea.

—Diga.

—Sakura —la gruesa voz de Minato le provocó escalofríos, logrando que abriera los ojos y se espavilara mirando el reloj que marcaba las cinco menos veinte de la madrugada—. Necesito que vengas, es Naruto. Un taxi pasará por ti en quince minutos.

Con los nervios a flor de piel y las manos temblorosas, se levantó de un brinco. Minato no le dijo más, simplemente dio por terminada la llamada y por su tono —gélido y serio— no alcanzó a razonar si estaba molesto o angustiado. Sakura lo conocía desde hace catorce años y seguía siendo todo un enigma, era complejo y muy difícil de tratar. Claro que pese a su habitual trato hosco, siempre habían mantenido una relación cordial que se limitaba a charlas escuetas y formalidades con respecto a Naruto. Jamás se había impuesto ante ella con órdenes toscas, llamado a deshoras, o exigencias rudas.

En ese momento su embotado cerebro procesó la frase completa. “Es Naruto” repitió para sí misma mientras sus torpes manos batallaban para subir el cierre del precioso vestido color cereza que intentaba ponerse. Rogaba que nada malo le hubiera pasado a su niño, porque para ella aquel doncel risueño era su hijo, la persona más importante en su vida. Naruto era todo lo que le quedaba y su único motivo para seguir viviendo, sobre todo, después de que los médicos dijeran que jamás podría tener hijos.

—Sakura, ¿qué pasó? —la suave voz de Ino la sacó de sus turbios pensamientos, volteandola a ver con un nudo en la garganta—. ¿Por qué lloras? ¿Quién llamó?

—Minato —balbuceó dejando que la ayudara a terminar de vestirse con manos ágiles—. Llamó para que fuera, se trata de Naruto. Un taxi vendrá dentro de cinco minutos.

—¿Pero él está bien?

—No lo sé —sollozó limpiándose una lágrima mientras cogía su bolso y caminaba a la salida—. Me muero si algo le pasó a mi niño.

—Él estará bien —aseguró dándole un fuerte abrazo—. No te preocupes.

No muy convencida, Sakura asintió y salio de casa. Afuera ya le esperaba un taxi, por suerte el chofer no hizo preguntas, simplemente la miró extrañado a través del espejo retrovisor y se dedicó a manejar hasta la casa de Minato en un viaje aparentemente corto, aunque a Sakura se le hizo eterno. Cuando finalmente llegó, tomó su juego de llaves y abrió como si aquella fuera su casa.

Sus tacones resonaron en el pulido suelo de madera. Dejó su bolso sobre uno de los sillones y sin miramientos subió las escaleras, viendo la luz encendida del cuarto de Minato. Tragó saliva sintiéndose como la protagonista de un libro de terror mientras abría lentamente la puerta entrecerrando los ojos, aunque lo único que vio fue a un serio Minato recargado en la cabecera de la cama intentando darle de beber una infusión a Naruto, quien estaba cómodamente dormido sobre su regazo, como si fuera un infante.

—Minato —susurró más tranquila mientras se acercaba y tocaba la frente del doncel con mucho cariño—. Tiene mucha fiebre, hay que llevarlo al hospital.

—No te llame por eso —tajó dejando el vaso en el mueble de noche para recostar nuevamente a Naruto y cubrirlo con una delgada manta—. La fiebre ya bajo y dentro de unas horas estará mejor.

—¿Entonces…?

—Cuando llegue —la interrumpió— lo encontré en el baño. Por la fiebre alta, los delirios y temblores asumo que pasó casi una hora bajo el agua helada. Sabes que él siempre ha tenido una salud muy delicada, por lo que no es de extrañar, sin embargo en cuanto me vio comenzó a temblar y sollozar —vio directamente los ojos jade de la mujer, quien no parecía extrañada con su última declaración haciendo que se sintiera una mierda, aun así ignoró el malestar y agregó—. Sé que él te tiene mucha confianza y continuamente te visita, así que supongo que has de saber quien es Sai.

—Sai Shimura —balbuceó desconcertada, pero en cuanto vio el ceño fruncido y la mirada letal del varón dio un paso atrás, consciente de que había hablado de más.

—Naruto estaba delirando por la fiebre, me ha confundido con ese bastardo y me ha exigido entre sollozos e insultos que me fuera, llegando a golpearme cuando quise curarlo y vestirlo —apretó los puños—. ¿Quién es él, Sakura? —demandó mientras se prometía hacerle una visita a Sai, para recordarle el ácido sabor del miedo.

La fémina apretó los labios con frustración, observando el rostro magullado de Naruto. Tenía el labio inferior inflamado y por la expresión seria de Minato, esa era una de las muchas heridas. Indignada y frustrada, apretó los labios viendo finamente aquellos intimidantes ojos azules.

●●●

Chasqueó la lengua y se miró nuevamente en el espejo, maldiciendo a Naruto entre dientes. Aquel jodido doncel le había arañado como un puto gato y tenía un enorme cardenal bajo el ojo derecho, que se hacía más visible debido a la extrema palidez de su piel, al menos las marcas “más notorias” permanecían ocultas bajo la ropa, pero seguía sin poder explicarse como un doncel que apenas y rebasaba el metro y medio, cuyo peso rondaba los cuarenta kilos pudo provocar tanto daño.

Ahora el problema era explicar cómo se había hecho eso a su padre. La noche anterior había tenido suerte, ya que Danzõ llegó a altas horas de la noche, sin embargo no podía quedarse en su habitación y esperar a que se marchara o de lo contrario llegaría tarde a la Universidad y eso sería inaceptable.

Frustrado, bajó al comedor y vio al serio hombre concentrado en su periódico mientras bebía un poco de café. Con suerte lo dejaría pasar, sin embargo, en cuanto Tayuya —la mujer que se encargaba de los quehaceres de la casa— lo vio, soltó una exclamación inentendible. Tomó su rostro entre ambas manos y lo examinó con minuciosidad.

—Niño, ¿se puede saber quién le dejó el rostro así?

—No es nada —farfulló con los dientes apretados, maldiciendo a la mujer.

—¿Cómo que nada? —exclamó con indignación—. Tienes hasta el ojo hinchado.

—¿Qué fue lo que pasó, Sai?

—Padre —musitó con educación— no tiene porque preocuparse, es una simple nimiedad, ayer quisieron robarme el maletín. Nada grave.

—No sabía que los asaltantes de hoy en día rasguñaran y mordieran por un maletín —comentó casual, dándole un sorbo a su café—. Te advierto que no quiero problemas, eres un Shimura y sería inaceptable un escándalo, así que contrólate y controla a tus juguetitos.

—Entiendo, y le prometo que no se volverá a repetir —soltó lacónico, esbozando una falsa sonrisa—. Si me disculpa, he de retirarme.

En cuanto se levantó de la mesa le envió una mirada asesina a Tayuya. Sabía de antemano que era una pérdida de tiempo decirle algo por lo que tomó su maletín y una carpeta negra al salir de casa. Tenía el tiempo justo para llegar a la universidad, la cual estaba a veinte minutos a pie, sin embargo conforme avanzaba la sensación de que alguien lo seguía se iba haciendo más intensa.

Al final, decidió tomar otra ruta mirando constantemente hacia atrás; al cabo de quince minutos, creyó que había despistado lo suficiente a su perseguidor, aunque terminó maldiciendo al darse cuenta que no tenía ni idea de donde estaba. Comenzó a avanzar por entre las feas callejuelas que rápidamente distinguió como de un barrio bajo de Konoha, sorprendido de haber llegado ahí tan rápido.

—No puede ser —refunfuñó al llegar a un callejón sin salida.

—Veo que te perdiste… Sai Shimura, ¿cierto? —escuchó la gruesa e intimidante voz de un hombre tras de él. Tragó saliva e intentó voltear cuando sintió algo frío y muy probablemente afilado contra su cuello—. Tengo un mensaje para ti —frente a él, apareció la foto de un Naruto sonriente que le helo la sangre—, veo que lo reconoces…

●●●

Con cuidado, Sakura acomodó un plato con fruta y un vaso con jugo en la pequeña charola, justo cuando el teléfono comenzó a sonar. Soltó un suspiro y salio de la cocina para contestar, pero Minato ya sostenía la bocina junto a su oreja esbozando una amplia sonrisa que le revolvió el estómago, la charla fue relativamente corta. “Con eso entendera” y un “gracias” dieron por terminada la llamada.

—¿Qué fue lo que hiciste, Minato? —cuestionó con la voz temblorosa.

—Solo lo estrictamente necesario para asegurar que ese tal Sai no se volverá a acercar a mi hijo.

Con seguridad y una elegancia tan propia de él, Minato se acercó a Sakura y la rodeó en un abrazo cálido y demasiado extraño por no decir irreal. Sin embargo, cuando el varón se inclinó para susurrar sobre su oído, Sakura deseó apartarlo y salir corriendo.

—Mina…

—Eres muy inteligente y sabes mejor que nadie que no debes hacer preguntas cuya respuesta no te gustara, Sakura —su voz serena era mucho más intimidante, más peligrosa, aún así se obligó a permanecer inmóvil—. Ahora solo debes cuidar a Naruto —se separó de ella viéndola a los ojos, jugueteando entre sus dedos un mechoncito de cabello rosa—, eres lo más cercano a una madre para él y te necesita más que nunca.

—También te necesita.

Una risa ronca y puramente varonil llenó la sala, haciéndola sentir incómoda. Desde siempre, Minato le había parecido un varón demasiado atractivo —aunque no por ello menos peligroso— tenerlo tan cerca, percibir su aroma embriagante, seductor y masculino la perturbaba de mil formas distintas, llegando a ser incluso vergonzoso.

—Mi Naru no necesita tener cerca a un hombre a quien le teme, Sakura —susurró con un tono lleno de matices sombríos y decadentes que parecieron una caricia siniestra sobre la piel de ella—. Para él soy un mal padre que nunca ha sabido tratarlo. Lo sabes, durante años pague con él mi frustración por la pérdida de ella.

—Nunca es tarde.

—Tal vez, pero no es el mejor momento.

—¿Cuándo lo será, Minato?

—Basta, Sakura. Para Naruto soy un extraño —arguyó con los puños apretados—. Durante meses he querido abrazarlo y da un paso atrás, baja la cabeza y espera una reprimenda, cada que quiero tocarlo tiembla. ¡¿Realmente crees que es el mejor momento?!

Aquel hombre era intimidante y peligroso, de repente se sintió pequeña estando de pie frente a él. Los ojos le escocían y sentía la necesidad de salir huyendo, sin embargo no lo hizo, apretó los puños y observó con determinación aquellos profundos ojos azules llenos de dolor. Minato jamás perdía el control, aun así estaba gritando, estaba furioso pero no con ella, sino consigo mismo. Podía apreciar su frustración y miedo, miedo a alejar aún más a Naruto, a que lo odiara y no hubiera vuelta atrás.

—¡Sí, es el mejor momento! —le retó sintiendo las lágrimas descender por sus mejillas—. Jamás has sido un extraño, Naruto te llama en sueños, grita “papá” cuando tiene miedo, hace la comida que a “papá” le gusta. Se acerca y te abraza cuando duermes… te pide que no lo odies porque él te ama muchísimo, te jura que se portará bien, te pide perdón sin saber que ha hecho y llora en silencio —limpió sus lágrimas con el dorso de la mano, viendo con furia a Minato—. En tu cumpleaños se levanta de madrugada, se para frente a la puerta de tu habitación y susurra la canción de feliz cumpleaños, sintiendo miedo de que despiertes y lo regañes pero deseando al mismo tiempo que lo escuches ¡Tu hijo te ama mucho más de lo que mereces, y tu solo sales huyendo!

—¡¿Y crees que para mi es facil?! —bramó desordenando su cabello—. Es mi hijo y ni siquiera se como hablarle sin que me tema.

—¡Tampoco lo intentas! —gritó—. ¡Olvida tu maldito orgullo y habla con él! —sorbió por la nariz—. ¿Te digo algo? Naruto me dijo que su mayor deseo era ver a su papá feliz. ¡Por Dios, Minato! Ese niño te ama tanto que te pone como prioridad, casi idolatra al bastardo que tiene como padre, ¡quien vive aferrado a un maldito pasado! ¡Kushina está muerta.

—¡¡Cállate!! —levantó la mano dispuesto a abofetear a Sakura por su insolencia, deteniéndose a escasos centímetros de su rostro.

—Adelante, pegame como le pegas a Naruto si con eso crees sentirte mejor —retó, y al ver que el varón apretaba la mano hasta hacerla puño, dio media vuelta—. Déjala ir y valora el gran tesoro que te ha dado. Él es todo lo que tienes, no hagas que ese inmenso amor se convierta en el odio que mereces —segundos después se escuchó la puerta ser cerrada con cuidado, dejándolo todo en silencio.

—Sakura-chan...  

Se escuchó una débil vocecita en aquel tenso silencio. Minato apretó los labios y deslizó su mano por su rostro, sintiendo que los ojos le escocían a causa de las lágrimas retenidas. Llevaba años sin llorar, sin desahogarse ni dejarse guiar por el sentimentalismo, la última vez que lo hizo fue el día que enterró a su amada Kushina mientras le juraba amor eterno. Sin embargo, en esta ocasión cedió a sus impulsos y con pasos lentos caminó hasta un pequeño y tembloroso Naruto.

El doncel lo miró con las manos a la altura de su pecho e incrédulo, observó como Minato se arrodillaba ante él, extendía los brazos y le rodeaba la cintura atrayéndolo hacia su cuerpo, sintiendo su calor abrasador y el estremecimiento de aquel hombre que creyó implacable, fuerte y demasiado serio como para mostrarse tan débil frente a él, tan vulnerable y solo, mientras agachaba la cabeza.

—Perdóname… Naru —susurró con un nudo en la garganta, preparado para que su retoño diera un paso atrás y se alejara de él—. Sé que no lo merezco, que como padre fui y sigo siendo…

Las pequeñas y frágiles manos acunaron sus mejillas interrumpiendolo y le obligaron a levantar el rostro. Con una asombrosa delicadeza, limpió las finas lágrimas que descendían por el rostro de su padre; rodeó su cuello con ambos brazos e incapaz de pronunciar palabra alguna, se agachó un poco, enterró la cara en el cuello de Minato y lloró aferrado a él, lloró como nunca lo había hecho sintiendo su calor envolverlo como un manto protector, mientras unas grandes manos le daban el consuelo que tanto había añorado todos esos años.

●●●

Una semana, se dijó con un gesto que iba de la molestia a la frustración mientras veía el pequeño peluche de zorro guardado en un rincón de su mochila. Lo había comprado un día después de conocer a Naruto porque creyó que le gustaría y de cierta forma, le recordaba al bonito doncel. Fue un impulso extraño —nada propio de él—, pero en cuanto lo vio pensó en aquellos maravillosos ojos azules y en su resplandeciente sonrisa, sin embargo no había tenido la oportunidad de verlo, dudando incluso si sería apropiado darle un regalo tan “íntimo” a alguien que no conocía.

—¿Te enteraste? —cuestionó en un susurró Suigetsu que se había situado a su derecha—. Yo lo acabo de descubrir.

—¿Qué?

—Lo de Sai —aclaró con impaciencia—. Escuche hablando a Neji, al parecer a estado en el hospital, porque lo asaltaron y le golpearon. ¡Casi lo matan! —cotilleo procurando que nadie lo escuchara—. Pero hay rumores que afirman haberlo visto en el barrio más bajo de Konoha con una pandilla. Tal vez consumía algo… ya sabes.

—No me interesa.

—Ni a mi, es alguien extraño —se estremeció haciendo una mueca de desagrado—, pero como soy una buena persona, tampoco le deseo el mal.

—¿Ahora eres Santo Suigetsu?

—No blasfemes —se escandalizó con dramatismo viendo al frente, entonces su sonrisa maliciosa se ensanchó—. Recordé que debo irme hacia el otro lado, suerte.

Desconcertado, vio al rarito de Suigetsu correr en la dirección contraria hacia su casa. Levantó una ceja, chasqueó la lengua y volteó al frente con desconcierto, entonces su mirada se topó con un precioso doncel de cabello rubio y sin pensarlo mucho, caminó hasta él con una sensación de ansiedad y nervios que comenzaba a hacer mella en él.

—N-Naruto —tartamudeó en el último segundo, obligándose a bajar la cabeza para ocultar el bochorno. ¡Jamás le había pasado algo así!—. Me alegra verte...  —consiguió decir cuando esos hermosos ojos azules lo voltearon a ver con una expresión de alegría y temor que pusieron al máximo sus sentidos—. ¿Te sientes bien?

—Si, es solo que… —apretó los labios y observó todo a su alrededor en busca de Sai, Sakura le había asegurado que él jamás lo volvería a molestar pero seguía sintiéndose ansioso al pensar en ser pillado con Sasuke—, ya debo irme ttebayo.

—Te acompaño —sentenció.

—No es necesario tteba. No quiero importunar.

—Vivimos a unas calles de distancia —se encogió de hombros—. Además ya es tarde y prefiero acompañarte.

¡Aquel varón era un teme! Se dijo frustrado, volvió a mirar la calle comprobando que nadie lo espiaba y gustosamente “se dió por vencido”, comenzando a caminar junto a él. Extrañamente se sentía cómodo a su lado, dándole una cálida sensación de pertenencia que le hizo sonreír bobamente y querer tomar la mano de Sasuke entre la suya. Irónicamente le había echado de menos, ¡y eso que ni lo conocía! Era consciente de que tampoco se debía a su extensa y animada charla —con trabajos y le sacaba una frase de más de diez palabras—. Simplemente le gustaba estar a su lado, compartiendo un cómodo silencio como en aquel momento.

—Gracias —susurró mirándolo de soslayo, mientras sus mejillas adquirían un sutil tono granate.

—Me gusta acompañarte —se encogió de hombros fingiendo desinterés—. Estas muy callado hoy, ¿te pasa algo?

—No es nada ttebayo —en sus labios se dibujó una sonrisa tan resplandeciente que llegó hasta sus ojos, cautivando una vez más a Sasuke—. Tan solo estoy feliz…

Y realmente lo estaba, su padre se había mostrado amable desde aquel día, si bien, seguía manteniendo aquella seriedad tan común en él, al menos podía tener la certeza de que cuando se acercaba y levantaba su mano no era para reprenderlo. Lo mejor de todo es que tampoco volvió a mencionar lo del incidente con Sai, pensándolo bien, ni lo cuestionó al respecto. En un principio se había asustado al despertar y ver que se encontraba en la habitación de Minato, y cuando la bruma de su cerebro se disipó un poco, recordó vagamente haberlo confundido, por lo que se incorporó de un saltó y salio de allí guiado por las fuertes voces de la sala. Sakura le gritó a su padre, después se marchó y segundos más tarde, aquel imponente hombre estaba frente a él pidiéndole perdón de rodillas por todos esos años ausentes, al final había llorado aferrado a sus brazos, sintiéndose pequeño.

—Me alegra —comentó Sasuke en un susurro, admirando una vez más las delicadas y perfectas facciones del doncel. Y sin detenerse, comenzó a abrir su mochila captando la atención de un curioso rubito—. Tengo algo para ti.

—¿Para mi? —cuestionó con extrañeza, recibiendo un precioso zorrito de felpa de unos quince centímetros de alto, el cual tenía un moñito azul atado al cuello—. ¿Cómo sabías? —sus ojos brillaron y su sonrisa se amplió admirando su hermoso regalo.

—¿Eh?

—¿Cómo sabías que hoy era mi cumpleaños...  —preguntó maravillado, sintiendo la suave tela del peluche entre sus manos— y que me fascinan los zorros?

—Es un secreto —susurró intentando mantener una expresión serena y no evidenciar su sorpresa—, tal vez algún día te lo cuente —ronroneó acariciando sutilmente la acanelada mejilla con el pulgar. Y guiado por un impulso desconocido, se fue acercando a Naruto, hasta depositar un inocente beso sobre su frente—. Feliz cumpleaños, Naru.

 

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Continuará

Notas finales:

Hola!! Muchas gracias por leer, ojalá y les haya gustado el capítulo nwn ¿creen que fui muy mala con Sai? Y personalmente me agrado la actitud de Sakura xD bueno, yo encantada de saber su opinión. 

Haruka Eastwood


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