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Amante inocente por Haruka Eastwood

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Notas del capitulo:

Hola!! ¿Cómo estan? ¿Me extrañaron? =D

 

ACLARACIONES

 

Leve mención Sai x Naru 

 

Advierto que este capítulo es algo así como una introducción a la historia, ojalá les guste nwn

 

Y por si alguien se lo pregunta, Naru esta a pocos días de cumplir 14, mientras que Sasuke tiene 17 xD

Título: Amante inocente

Resumen: Él y solo él, era la persona que tanto había buscado...

Categoría: Naruto

Clasificación: Mayores de 16 años.

Género: AU. Romance. Drama.

Advertencias: Lemon. Mpreg.

Autor: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Amante inocente

Capítulo 1: Consejos casquivanos

Y aquí empieza nuestra historia llena de perversiones y dramas… o puede que no. Desde ya, te dire que a pesar de que estaba por cumplir los catorce años, Naruto podía afirmar que tener sexo se había vuelto algo común, algo sin importancia y con nula relevancia en su vida, o eso es lo que se forzaba a creer. En un principio tuvo miedo, uno muy grande y es que con tan solo doce años de edad perdió la virginidad… en realidad la ofreció gustoso, pero ese no es el punto. Al final, su primera experiencia sexual fue terrible por muchos motivos que se sabrán a su debido tiempo.

He aquí su primera gran preocupación. Él no había sido el indicado, no solo eso, se suponía que algo tan valioso como su virginidad solo podía y debía ser entregada a su esposo, en su gran noche de bodas luego de haberse casado con un inmaculado kimono blanco, y es que las leyendas afirmaban que el blanco era sinónimo de pureza, pero así como estaban las cosas, comenzaba a sopesar la idea de casarse de negro. Entonces la palabra inocencia tuvo un nuevo significado, ya que si se había entregado a un hombre, podía volverlo a hacer con la esperanza de esta vez, sí ser correspondido.

Oh, pero que iluso había sido, tan solo por eso recurrio a ella, un poco tarde —y dos varones después— pero era la única persona a la que podría confiarle algo así y que no intentaría ahogarlo en agua bendita. Obviamente la palabra sexo era un tabú, y era una blasfemia aún más grande que ofender a Dios, si alguien tan joven e “inocente” como él la pronunciaba. Esas eran cosas del demonio. ¡Un pecado imperdonable que lo condenaba a arder en las llamas del infierno!

Si salía a la luz, pasaría a convertirse en una deshonra, a ser señalado y repudiado por toda aquellas personas que se decían devotas de Dios, y también por las que ni creían en su madre —en general sería catalogado como demonio que incita a la lujuria—. ¿Y su padre? ¿Qué pensaría de él? Lo medito un poco y palabras como promiscuo, casquivano, pervertido, ramera y puta, podían definir a la perfección su comportamiento. Básicamente estaba perdido, condenado y solo… bueno, casi solo.

Naruto no sabía si el odio que sentía su padre hacía él, le había obligado a contratar a una joven prostituta que fingía ser su niñera. Sakura era una mujer muy hermosa de largo cabello rosado, expresivos ojos jade y piel de porcelana, alguien realmente buena —y no solo en la cama— que con tan solo quince años comenzó a cuidar de él. Para Naruto era lo más cercano a una familia amorosa, aunque un poco peculiar ya que ella no se contenía al hablar de temas sexuales e inmorales a un pequeño Naruto de ocho años.

Tristemente, Minato la despidió cuando su retoño cumplio diez primaveras, y es que considero que era lo suficientemente grande para cuidarse solo y hacer los deberes del hogar. Aunque a escondidas de un huraño Minato, la chica lo seguía visitando una vez al mes, después de todo se sentía algo así como su madre. Y pese a su enorme esfuerzo por estar al pendiente del hiperactivo rubito, no se enteró sino hasta medio año después, de que ya no era virgen ni un poquito.

Con lágrimas en los ojos él le dijo todo y ella lo abrazo fuertemente, diciendo que el varón que lo amara lo haría por como es, no por cuantos a tenido entre las piernas. Hay Sakura, pero pese a que sus intenciones eran muy nobles, no se podía esperar mucho de una prostituta, porque si, después de que Minato la despidiera ella no fue capaz de conseguir otro empleo decente y se vio obligada a ejercer su “antigua profesión”, aunque cada vez las cosas se le complicaba más, debido a que rondaba los treinta.

Consejos y abrazos, eso era lo único que ella le podía ofrecer, así que como buen “hijo”, los aprovechaba al máximo para conseguir lo que quería, desde ropa hasta joyería y viajes de uno o dos días, gracias a que Minato salia de Konoha hasta por una semana de forma muy constante. Entonces Naruto sonrió sin ganas y suspiró con pesar al observar aquel enorme techo blanco que pronto pasaría a quedar en el olvido y muy dentro de él, sabía que no había forma de impedirlo.

Haciendo uso de toda su coquetería disfrazada de inocencia, se levantó tranquilamente de la amplia cama dejando ver su cuerpo completamente desnudo a Sai, antes de colocarse con movimientos sugerentes y delicados una fina bata de seda en color azul, comprada exclusivamente para él en el centro de Konoha. No lo iba a negar, Sai le agradaba y mucho, después de todo era un atractivo varón cinco años mayor que él, de buena posición económica y un talento prometedor en el mundo de la pintura, aunque su padre insistió en que debía estudiar derecho como él y trabajar en el bufete familiar. Llevaban cuatro meses en una relación supuestamente estable.

Se conocieron en la escuela y fue así como el varón se propuso cortejar a ese precioso doncel. No había duda de que Naruto le agradaba y comenzaba a estimarlo mucho, sin embargo, el hecho de que esa preciosura ya no fuera virgen envió todos sus ánimos de algo más estable por la borda, y es que no te voy a mentir, el descubrir que su lindo novio de casi catorce años ya no era inocente le afectó en el orgullo de macho. Al menos ya lo había disfrutado, así que sonrió con picardía mientras se incorporaba y con delicadeza colocaba un precioso collar de oro blanco sobre el fino cuello del doncel.

—Luce precioso en ti, Naru-chan.

—¿En serio lo crees ttebayo? —preguntó con inocencia cautivando al varón, que sonrió bobamente, asintiendo sutilmente con la cabeza.

—Claro que sí, y sin miedo a equivocarme, déjame decirte que eres lo más hermoso que he visto en mi vida.

—Sai —susurró fingiendo vergüenza—. Yo… creo que lo mejor sera irme, no es conveniente que esté tan tarde aquí.

—No quisiera que te vayas.

—Mañana podrías invitarme un café ttebayo.

—Será un placer —depositó un inocente beso en la mejilla trigueña, rodeando su pequeña cintura—. Prometo llamarte, y en la tarde pasare por ti, ¿te parece?

—Estare esperando tu llamada ttebayo.

Su sonrisa se amplió de forma zorruna. Estaba claro que Sai no lo llamaría nunca más y evitaría verlo hasta que se graduara de la universidad. Naruto era activamente sexual, no un tonto, por lo que fingió que le creía, se dio una ducha rápida, vistió y salió de allí evitando ser visto por las vecinas “cotillas” del varón, unas mujeres tan desagradables que seguramente armaran todo un revuelo si llegan a pillarlo. Al menos no todo estaba tan mal, se dijo en un falso intento de positivismo. Gracias a su relación, tenía un precioso collar que hacía juego con los aretes y pulsera que él le regaló un mes atrás, como parte del cortejo, también tenía ropa, dos pares de zapatos y fotos —muy bien guardadas— de su viaje a las cascadas que se encontraban al sur de Konoha.

Entonces suspiró con tristeza y como si la vida no valiera nada, miró el cielo comenzando a caminar por entre las callejuelas hasta llegar al barrio bajo de Konoha. En esos momentos solo existía una persona que deseaba ver, y era justamente Sakura, quien siempre lo recibia con una sonrisa cálida, un abrazo reconfortante de osito panda e infinidad de besos en su cabeza y frente, haciéndolo pasar hasta la cocina en donde le ofrecía una taza de chocolate caliente, un té o un jugo frío dependiendo del clima. En definitiva, la chica era un ángel en su caótica vida, y a Naruto le hubiese encantado que alguien así fuera su madre, claro que habría que omitir su peculiar oficio.

Y tras veinte minutos de caminata silenciosa, en donde meditó seriamente que se lo volvieron a hacer —y no en el sentido literal— se abrazó a sí mismo con fuerza y contuvo las ganas de llorar. No hacía falta ser un genio para deducir que le rompieron cruelmente el corazón en mil pedacitos, después de utilizarlo de muchas formas durante cuatro meses, dándole falsas esperanzas de una relación estable y “feliz”. En este punto, ya se había convencido de que no solo se enamoraba muy fácilmente, sino que también era muy tonto por creer que un varón lo amará incondicionalmente, después de saber su oscuro secreto. Y es que nadie quería formar una relacion seria con un doncel que hace mucho perdió la inocencia, aquel tesoro tan preciado y sobrevalorado, desde su punto de vista. Básicamente, en cuanto se enteran, lo catalogan como parte del oficio de Sakura y lo desechan como si nada.

Todos eran varones idiotas que determinaban el valor de una mujer o doncel por su virginidad, ya ni llorar era bueno, por lo que inhaló y exhaló varias veces, viendo que finalmente llegó a su destino. Era una casa sencilla de dos pisos pintada de blanco, estaba un poco alejada de las demás, porque según su dueña, buscaba discreción para sus clientes. Contaba con un amplio patio frontal, el cual estaba decorado con diversos árboles de cerezo que cumplian la función de ocultar de las miradas ajenas a todos los pervertidos que iban.

A pocos metros de llegar, observó curioso a un hombre castaño salir de la casa, ocultándose entre los árboles como si fuera un ninja, hasta que finalmente desapareció por una de las callejuelas, actuando como si nada. Naruto rodó los ojos y se adentro al jardín como si nada, en cuanto estuvo frente a la puerta dio unos leves golpecitos y fue recibido por una sonriente Ino que apretó cariñosamente su mejilla.

—Pero si eres tu, Naru-chan —sonrió maternalmente dejándolo entrar, llevándolo directo a la cocina—. Le diré a Sakura que estas aquí, no tardo.

—Gracias.

Naruto se fijo en el suave caminar de la Yamanaka, quien portaba un precioso kimono rojo, aunque algo revelador. Desde siempre, había considerado a Ino como una mujer preciosa, amable y cariñosa, quien al igual que Sakura, lucía muchos años más joven, lo cual era un punto a su favor dado su oficio. Ellas dos, junto con un hermoso doncel de diesiocho años, vivían y “trabajaban” ahí, compartiendo los gastos de la casa.

—No es bueno que un doncel bonito como tu, este en una casa de putas.

—¡Gaara! —Chilló con alegría, abrazandolo.

Conoció al pelirrojo hace dos años, prácticamente desde que apareció ahí pidiéndole a Sakura trabajar como prostituto, ya que pensó que la Haruno era una especie de madrota, pero se llevó una gran sorpresa al descubrir que ella era una mujer dulce que se vio resignada —al igual que él— a vender su cuerpo para sobrevivir, y actualmente eran algo así como una familia, una en donde Sakura era la madre, Ino la tía que lo consentía y Gaara un protector hermano, sin lugar a duda, nuestro pequeño rubito tenía una peculiar “familia”.

—Si lo sigues abrazando así, ahogaras a mi niño.

Con molestia, Gaara se separó de Naruto, le desordeno el cabello y se marchó de la cocina. Sakura aprovechó para verlo con detenimiento, sonriéndole con dulzura mientras levantaba su su rostro, apreciando el semblante triste del rubito. No hacía falta que dijera algo, después de todo era su amado niño e intuía lo que pasaba, así que tan solo besó su frente y lo rodeó en un fuerte abrazo, sintiendo como Naruto se aferraba a su ropa y comenzaba a llorar en silencio.

—Creí que Sai era el indicado ttebayo.

—Cariño, ese varón es un idiota si no sabe apreciarte —entonces se separó bruscamente de él, levantó su puño y su semblante sereno se transformó en uno lleno de ira—. Si pudiera, ahora mismo iría a romperle su maldita cara por hacerte llorar.

—Sakura-chan…

—¿Qué? Se lo merece y lo sabes, dan ganas de castrarlo.

La suave risa de Naruto mando sus pensamientos homicidas por la borda, haciendo que una sutil sonrisa se dibujara en sus labios mientras lo veía con ternura, comenzando a caminar por la cocina para preparar un poco de té. Y tras una hora de charla acompañada de galletas de nuez, amenazas de ira hacía Sai por parte de Sakura e Ino —que en algún momento se unió a la charla junto a Gaara—, Naruto decidió marcharse, antes de que oscureciera.

Si mal no recordaba, Minato llegaría mañana al mediodía, había estado fuera una semana debido a unos negocios importantes en Sunagakure. Afortunadamente aún tenía una noche libre de su huraño padre, a quien amaba incondicionalmente aun después de sus desprecios y miradas de molestia. De cierta forma, entendía el motivo de su rechazo y hacia hasta lo  imposible por obtener un poco de cariño, desde sacar las mejores notas en la escuela, hasta aprender a ser un perfecto y delicado doncel de casa —omitiendo, obviamente, su vida sexual— preparandole exquisitos platillos, encargarse de la casa y aprender actividades “tontas” como el bordado o el arreglo de flores.

Soltó un suspiro cansino mientras miraba al frente, entonces sus ojos se cruzaron con unas enigmáticas gemas de obsidiana, logrando que se paralizará ante la penetrante mirada del imponente varón frente a él. Perfecto, atemorizante y cautivador, tanto que se quedó quieto sin poder apartar la mirada de él, así que cuando pasó a su lado y recibió una sonrisa ladina, percibiendo su embriagador aroma, sus mejillas se sonrojaron con violencia y antes de poder razonar lo que estaba a punto de hacer, estiró el brazo, sujetandondolo del suéter.

 

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Continuará

Notas finales:

Muchas gracias por leer, espero que les haya gustado, si es así yo feliz de saber su opinión ♥

Haruka Eastwood


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