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Un acto de bondad (crush/sekai) por Broknyouth

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Podía contar con sus dos manos las ocasiones en que concordó con Jongin posterior a terminar.


 


Éste, con descaro, se veía feliz y le trataba como si nada hubiera pasado, claro, porque le convenía mostrarse de esa manera. 


 


¿Qué diría Sehun si supiera que siempre anduvo pendiente suyo? Que preguntaba si estaba bien, que a veces le dedicaba poesía que nunca escucharía y que el humor se le iba a la mierda cada que era tratado con fría indiferencia por él. Era un masoquista, y Sehun también por haberlos condenado a los dos.


 


El menor recordaba haber dicho que lo odiaría. De ahí que debiera demostrarlo. Un pensar no es una acción verdadera hasta que se demuestra. Evitaba sus miradas y hasta sus saludos, haciendo que el ajeno en consecuencia cediera de tratarlo.


 


Había enterrado el anillo en su patio, cerca del lugar donde Jongin se lo entregó. Un par de meses después consiguió novia y siguió con su vida, descubriendo que de todas formas, no lograba sentirse mejor.


 


¿Verdaderamente valía la pena? Era tarde para arrepentirse, pensó.


 


Tal vez debió buscarse a un chico, uno rico y con piel blanca para que su familia no fuera a escandalizarse —tanto—. En cambio, se encontró a sí mismo otra vez en la cafetería, preguntando por quien dijo odiar. Le dijeron que ya no trabajaba allí, que según escucharon ahora era ayudante del veterinario y pues, él quiso buscarlo. No sabía para qué, pero quería verlo. Quería ver a su —ex— novio.


 


Podría haberle preguntado a sus amigos que seguro eran todavía amigos de Jongin, mas no se atrevía. Además querer estar con él a esas alturas lo hacía sentir mal, confundido y culpable. Y esa ya era su maldita trinidad emocional. Decidió tragarse la necesidad para cumplir las expectativas, pidiéndole en un ataque de adrenalina, a la mujer con la que recién cumplía seis meses de relación, casarse. Ella aceptó gustosa y aliviada aunque nadie le diera una fecha, y él le sonrió dispuesto a entregarle lo que podía de su vida como pago de no poder amarla. Se imaginó el futuro y bueno, al menos el resto estaría contento.


 


Casi resignado, una mañana a finales del 98, mientras de costumbre se sentaba en la acera con un Vivi mucho más grande y flojo, alguien le preguntó si podía acariciar a la mascota. Y esa vez Vivi se dejó, encantado.


 


Jongin era de ese tipo de gente, de la peligrosa y estúpida. Y él bien lo sabía. Sabía que no importaba si se llevaba el anillo, el moreno ya tenía una parte suya enterrada, marcada, y por eso regresaría, así él mismo no tuviera el valor para pedírselo. Así estuviera metiéndolo en problemas y así lo hubiera echado. Le conocía, Jongin le conocía tanto como para saber que él lo seguía queriendo.


 


El susodicho acarició al perro y miró al otro joven adulto. Sehun no lo evitó como de costumbre y él aprovechó para preguntar por su vida. Esta no presentaba muchos cambios a diferencia de la propia. El ejemplo principal era que ya no tenía bicicleta. Se extendieron hablando como por dos horas seguidas, como si nunca se hubieran dejado de encontrar, con Vivi sentado en medio y en algún momento, Jongin se arriesgó, de nuevo se volvió loco.


 


—¿No me vas a invitar a tu cuarto? —y Sehun le pegó en el brazo.


 


—Estás demente si crees que lo haré, Kim Jongin. 


 


—Lo estoy, Oh Sehun. Siempre me lo has dicho. —respondió al instante, ganándose otro tonto golpe y a pesar de eso, estaba riéndose.


 


—Pues yo también lo estoy, por tu culpa. —soltó y tuvo que aguantarse las ganas de lanzársele encima.


 


Cómo agradecían que los padres del menor no estuvieran hasta la noche.


 


El perro corrió hacia el patio trasero a echarse a dormir y ellos siguieron hasta el cuarto de Oh. Sin preguntas, sin dudas, porque esos ocho meses que pasaron lejos ya hablaban por sí solos y a Jongin le resbalaba si todo era una broma y Sehun lo terminaba jodiendo, al igual que viceversa. Era capaz de decir que no le importaría solo quedarse mirándole mientras estuvieran acostados. Lo había extrañado tanto que por poco lloraba como un imbécil cada que lo recordaba, por lo que ver, oler y sentir que Sehun ahora estaba a su lado era más que suficiente. Y muchísimo, en exceso más que suficiente fueron las manos pálidas colándose por debajo de su camiseta.


 


¿A quién iban a engañar diciendo que ninguno haría nada?


 


Debió habérselo esperado. Se deslizó a su lado, lamiendo aquel cuello de paso y yendo a colocarse sobre su acompañante. El sabor era el mismo de hace tantos meses, suave y adictivo, el mejor que hubo conocido. Siguió lamiendo, besando y también fue añadiendo unas cuantas succiones, con Sehun suspirando abajo suyo y sintiendo un peso en el pecho al segundo. Sehun podía sentirlo igualmente y se intensificó cuando recordó a su novia, a su familia. Pero el aliento de Jongin sobre su cuello y las manos de éste desabrochando su pantalón con desespero se sentían bastante mejor. Gimió cuando al fin la mano ajena acarició su entrepierna, la cual delataba lo sensible que ya estaba, decidiendo al instante olvidarse del resto del mundo y pedirle, más bien, a su novio, que lo partiera en dos. Puesto Jongin jamás dejó de ser su novio en alma y corazón.


 


El contraste más hermoso que Jongin pudo presenciar era su piel contra la más clara. La combinación de sus voces jadeando no tenía melodía que se le comparara y el calor que se creaba entre ellos, le hacía ver como una pobre y simple llama al verano. Tanta gente pasó por sus brazos y tantas cosas experimentó, por eso aseguraba que estar con Sehun era la mejor de todas. Él sería su felicidad, aun si siempre le dejaba queriendo más.


 


Siendo sincero, no le importaba ser un perro fiel hasta el final de sus días si Sehun prometía ser completamente suyo en el amor, estuviera casado o divorciado, feliz o enojado, lejos o cerca. Iba a ser bondadoso, a dañarse a sí mismo por su amado y permitiría que éste decidiera su destino, convirtiéndose en su hombre y Sehun en el suyo. Ninguna prometida, ningunos familiares y ninguna indecisión volverían a arrancar al menor de su lado. Tampoco temía al infierno si es que lo que hacía era pecado. Iba a enfrentarse por fin al exterior si es que era necesario. 


 


Rasguñó un poco la piel ajena al sacarle la ropa, hundiéndose en sus deseos y olvidándose de sus pesares al besar a Sehun con suma intensidad. Oh abrazó su cuello, luego abrazando su cintura con las piernas.


 


—Por favor, Jongin...


 


Necesitaban hablar sobre eso, sí, pero por el momento, Jongin lo partiría en dos tal y como pedía. 


 


Regresaban a lo normal, él siempre le daba más a Sehun de lo que podía tomar.


 


Estaba seguro de que aún no abría los ojos cuando notó una caricia en su espalda desnuda. A decir verdad, estaba completamente desnudo. Jongin hasta había roto su ropa, si era que podía hacer memoria y lo peor, es que eso no le molestaba. Abrió los ojos y él seguía a su lado, mirándolo con la intensidad que solo esos ojos oscuros podían dedicar. Le sonrió, detallándolo despacio y lentamente comenzando a llorar después.


 


—Sehunnie. —Jongin acarició los cabellos de Sehun, con su anillo de piedras blanquecinas adornando su mano. El menor lo veía y en reacción, escondía sus lágrimas contra la almohada. Tenía esa maña de esconder su rostro cuando las emociones le sobrepasaban. Recién le empezaba el llanto y ya creía que no podría hablar. ¿Cómo podía decirle a Jongin que había metido la pata con aquella mujer? Lo iba a abandonar por definitiva, si le contaba eso, Jongin le daría una patada por el culo y se buscaría a alguien más. A alguien que sí le respondiera al momento sin condiciones o miedos. Y era egoísta dentro de su cabeza al contrario de afuera, ya que pensar en su peculiar amante queriendo a otra persona le destruía, cuando él, muy descarado, tenía una prometida y por supuesto que se había acostado con ella.


 


—Yo... Tengo que decirte algo, uh... —su rostro siguió contra la almohada, con la mano más oscura continuando el paseo en su cabello, nuca y espalda.


 


—¿Que me quieres? Pfff. Si eso ya lo sé. Te mueres por mí.


 


—No es eso, Jongin...


 


—¿Que te vas a casar? Eso también lo sé. —su mano llegó hasta el trasero contrario, en el cual se deslizó sutilmente hasta llegar a su muslo.


—No es solo eso...


 


—¿Que tu prometida está embarazada? También lo sé. —Sehun levantó la cara con las lágrimas aún escurriendo y su nariz mocosa inclusive, teniendo como respuesta rápida a Jongin dándole un beso sonoro en la frente.


 


—Casi me da algo. Mas es la explicación más lógica para que hayas decidido eso del matrimonio... —al hablar, limpiaba con sus pulgares el camino de agua salada de aquel rostro tan hermoso, cual le miraba en silencio. —Entonces dime, ¿qué es lo que quieres que haga? Puedes casarte. Yo no te lo voy a impedir.


 


—¿N-no te importa que me case? —los labios de Sehun temblaron al preguntar, estaba hecho un desastre.


 


—Sí me importa. La cosa es que te cases o no seguirás siendo mío, Sehun. —y le atrajo para que pegaran frentes. —Si me amas a mí, y solo a mí de esa manera que ya sabes... yo estaré contento. Porque yo te amo a ti, y solo a ti. Sé que tendrás un hijo, y puede que termine amando a ese niño aunque no sea mío ¿sabes? por el simple hecho de ser tuyo, ya lo adoro. Además, sabes que tengo paciencia para los infantes. —agregó a lo random. —Yo no le voy a quitar que crezca con su padre. No te voy a proponer un escape. Si ya embarazaste a esa mujer pues hazte responsable, sinvergüenza. —y su discurso acabó con un beso en los labios más delgados. Sehun le correspondió sin dudarlo.


 


—Yo no voy a estar más con ella, Jongin... Me voy a casar, pero los matrimonios no son eternos. —¿qué tan mal sonaba lo que decía? —Tú bien lo sabías cuando me propusiste uno que nunca podría darse a cabo... Porque lo sabes ¿no? Los hombres no pueden casarse.


 


—Nosotros estamos casados. —porfió. —Además, ¿qué sabes tú si algún día aceptan el matrimonio homo en alguna parte?


 


—Aquí no lo harán. —soltó seco.


 


—Entonces viajaremos. —y volvió a porfiar, haciendo que Sehun volteara los ojos, aun si andaba sonriendo. —Viajaremos a donde sea que se puedan casar los maricas como nosotros y si nunca nadie acepta nada, pues nos casamos a lo porque sí y ya. Me visto de mujer con vestido blanco y busco un carnet falso.


 


—Ya cállate, empezaste con tus incoherencias. —rió el menor.


 


Tenía que sacar el anillo del patio ahora que lo pensaba. No podrían usarlos porque levantarían sospechas, lo sabía, solo quería tenerlo consigo de nuevo.


 


—Te encantan mis incoherencias, no te hagas. —decía al apretarlo contra sí y Sehun no pudo negarlo.


 


—Sí, de hecho... Todo tú me encantas.


 


Todo salía más fácil cuando estaban juntos.


 


 


*


 


 


Unos años más tarde, Sehun acabó trabajando como administrador. No tenía una casa grande, pero sí un departamento acomodado y decente. Estaba divorciado y como era de esperarse, sus papeles no decían de que se hubiera casado por segunda vez.


 


—No quero comer eso... —se quejó un niño de seis años. La viva imagen de su padre, aunque parecía que iba a ser bajo como la mamá.


 


Sehun descubrió que tal y como anticipó, no era el mejor papá de todos. El bebé JongHoo le miraba mal y cruzaba sus brazos, arrugando la cara cuando su teléfono móvil sonó.


 


—Come, Hun. Sino no saldrás al parque.


 


—Pero quero ir al parque...


 


—Entonces termina de comer. No te falta mucho ¿sí? Mira que mañana temprano tu madre vendrá a buscarte. —comentó antes de contestar el celular, aun fijándose en su hijo.


 


Jonghoo seguía con cara arrugada, aunque sí tomó el cubierto para comer. 


 


Eh, bombón, ¿a qué hora estás libre hoy? —Sehun frunció el ceño.


 


—Deja de jugar y apúrate. Jonghoo quiere que lo lleves al parque hoy. Muévelo. —y limpió la cara del infante que de nuevo intentaba terminar su plato. Jongin se rió al otro lado de la línea.


 


Dile a Hunhun que ya estoy por llegar.


 


—Jongin dice que ya viene. —y el bebé aplaudió, fingiendo demencia para no acabar la comida.


 


Como a los cuarenta segundos más tarde sonó la puerta, él la abrió y se encontró con un moreno teñido de rosa, con bolsas en las manos. Tenía treinta años, pero el tipo no crecía. Atrás, Jonghoo se echaba a reír al ver ese cabello y bueno, él intentó ser serio mas Jongin le descubrió.


 


—¡Aah, no comenten nada! Sé que me veo espectacular. —y echó sus mechones hacia atrás, volviendo hacia él. —Hey, sabes que deberíamos ver una película que se está estrenando en el cine... Es de vaqueros y una montaña. 


 


—Ya, luego revisamos si podemos ir. Ponte a acomodar lo que compraste que Jonghoon ya está por terminar.


 


Se escuchaba una risa infantil y a Jongin revisando las bolsas. Sehun volteó a verlos, y sí, pensó que era extraño, por seguro nada común, no obstante era agradable, era acogedor y también era su hogar, y este le encantaba tal y cual.


 


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