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Rewind, please por VanniaDel

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Bill se metió a la cama con ropa interior por el lado derecho, era el que solía usar cuando dormían juntos. Esperó varios minutos a que Tom terminara de cepillarse los dientes, podía escucharlo desde ahí. Estaba boca abajo a la orilla, atrapado ligeramente por la colcha y el aroma a suavizante que desprendían las sábanas. Se sentía algo aturdido y tenía la ligera impresión que no se debía al escaso martini que se había empinado.

No faltó mucho para que el otro llegara al mullido espacio, sintió los resortes del colchón surtir su efecto y sin querer voltear estiró su mano para ver hasta donde llegaba.

Tom sintió los dedos delgados tocar justo en su ombligo, le dieron cosquillas porque no se lo esperaba. Apagó la luz de la lámpara y atrapó la mano de Bill cuando las yemas le dejaron sensible el área por el roce continuo.

—Duerme.

El de cabello largo al instante se dio vuelta para verle, Tom le miró con una expresión de súplica cuando sin previo aviso se empezó a acercar para acariciar  su pecho con ritmo parsimonioso, todos los vellos habían reaccionado a su tacto.

—Detente- la palabra murió en su boca cuando Bill fue más rápido y poniéndose a su costado empezó a besarle sin apuros.

Sabía lo que hacía, quería provocarle. Un poco de atención no estaría de más para su tormentosa actualidad. No le debía explicaciones a nadie y tampoco sentía que tuviera que darlas. El aura que desprendía su ser cuando estaba con Tom le daba incluso algo de temor, la pasión salía por sus poros interminablemente y sabía con ello mismo encender al otro.

Tom enredó una de sus manos en la nuca contraria mientras le respondía a sus avances, la otra descansaba firmemente en la blanca espalda para ayudarle a tener una mejor postura. Podía sentir los labios húmedos de Bill al rozar con su lengua y como se presionaban con énfasis sobre la curvatura superior de los suyos, el cosquilleo que empezaba a sentir por la espina dorsal le agradaba pecaminosamente.

Ninguno se iba a detener, fue pactado tácitamente cuando las caderas estrechas de Bill se fueron acomodando sobre la pelvis del otro sin cortar el flujo cauteloso del aún acaudalado beso. Mientras intentaba mantenerse incorporado no perdió el tiempo para tomarse una respiración, desvió sus labios a una de sus zonas predilectas cuando querer tener al de trenzas en la cama se trataba. De inmediato sintió la piel del cuello ponerse erizada y tersa, junto a unas manos deslizarse por sus muslos hasta su zona lumbar tras un leve murmullo.

—Me encantan los besos- las manos de Bill subieron hasta quedarse en sus hombros, con cuidado se acomodó mejor en su regazo, en perfecta sintonía empezó a mecerse suavemente sintiendo algo más abrasador que el calor de su pecho.

Tom le acarició el cabello atrapando sus labios de nuevo y sujetándole por las costillas para que mantuviera el ritmo de sus movimientos, el cabello de Bill le cayó por un lado de la cara y cuando se separaron se lo acomodó hacia un lado mordiendo sutilmente el lóbulo de su oreja. Le sintió estremecerse y aferrándolo aún más cerca le dio una lamida a la línea cercana a la yugular para después soplarla erizándole los vellos.

Bill se reacomodó sentándose ligero sobre su muslo mientras se afirmaba del respaldo de la cama, desde su posición podía ver la capa de sudor que empezaba a cubrir su abdomen. De forma inesperada, Tom oprimió sus dedos en las caderas del moreno y le acostó en la cama con su cuerpo encima. No le dejó recuperarse de la impresión y atacó sus labios apasionadamente paseando sus pulgares por la curva entre la mandíbula y el cuello. Cuando le sintió distendido empezó a ralentizar el movimiento de su boca sobre la suya, abrió los ojos y notando el color carmín que tenía la contraria paseó su lengua para humedecer. Era una caricia osada que hizo que Bill reaccionara parpadeando hasta enfocarle, cuando movió sus manos para acomodar las almohadas que descansaban bajo su cabeza, Tom se las sostuvo en el lugar dándole a entender que quería que las mantuviera ahí. Empezó a repartir besos desde su mejilla, pasó por el lunar que estaba bajo sus labios y continuó así hasta llegar a su abdomen.

Esa noche era diferente, las palabras sobraban en ese instante. Solían ser callados cuando se trataba de tener relaciones, no era necesario utilizarlas cuando podía expresarlas, quería que Bill recordara porqué habían durado tantos años juntos, quería enmendar sus errores acompañándole ahora que sabía que le necesitaba. En su encuentro anterior había sido un cobarde huyendo y dejándole a solas, quería despejar su cabeza y aclarar que era lo que estaban haciendo y a su lado ese día no hubiera podido. Ahora mucho más claro no quería perder oportunidad en enmendarse.

El regadío que se había extendido a lo largo de su torso le hizo soltar varios suspiros, Tom entrelazó sus dedos con los de Bill cuando este le ofreció su mano mientras acariciaba las raíces de sus trenzas con la otra. Bill dobló sus piernas hasta que sus rodillas tocaron la cama y presionó sus talones contra el trasero de Tom, así estando adheridos cuerpo con cuerpo le fue más fácil abrazarle y volver a retomar el olvidado beso.

El deseo que se sentía flotar por la habitación esta vez era diferente, era algo más allá de la lujuria y Bill supo que era tangible cuando su cuerpo se arqueó inconscientemente en búsqueda de mayor roce y caricias. Gimió contra los labios de Tom y sintió que se los  devoraba con avidez nuevamente.

Quería revivir la experiencia de estar contra el pecho del otro y cuando se pudo liberar de sus brazos fuertes y musculosos, acomodó su rostro en la almohada dándole la espalda.  Tom entendió su inocuo mensaje, sin perder tiempo masajeó su trasero con ambas manos y las subió por su columna sintiendo el irrefrenable deseo de marcarlo suyo una vez más.

Lo preparó en algunos minutos, no quería que le doliera ni siquiera en el primer segundo. Esperando que Bill se negara a hacerlo sin protección y obteniendo el pase libre le dio besos por montón, lo que menos apetecía era separarse. Muy a su pesar le dio algo de espacio para que pusiera un par de almohadones debajo del abdomen para que quedara empinado y cómodo.

Tom no tuvo la necesidad de alzarle las caderas, no quería, así que recostándose sobre su cuerpo teniendo el cuidado de no aplastarle, se introdujo en él lentamente.  Los jadeos de Bill hicieron eco contra la cama, gimió quedo cuando la profundidad de las embestidas iba en aumento una y otra vez. Podía sentir el sudor empezando a acumularse en los pliegues de su frente, las penetraciones eran rítmicas y perfectas, una mezcla entre lo rápido y apasionado más lo lento y aterciopelado.

—Dios.

Los labios de Tom le estaban estremeciendo mientras sus manos le cautivaban, se estaba moviendo cuidadosa y enloquecedoramente estimulándole al máximo. Bill no recordaba haber vivido algo similar en mucho tiempo, inclinando su rostro se encontró con el de trenzas que tomaba hondas respiraciones al lado de su oreja.

—Esto es hermoso.

Tom le penetraba lentamente y Bill rogaba por más. Aumentaba de nuevo la velocidad y le sentía alzar las caderas buscándole más cerca, particularmente siguió una nueva cadencia y le abrazó como pudo a la altura de sus hombros.

— ¿Así?- Bill asintió leve con la cabeza y envolvió con sus brazos los del otro mientras entrelazaban sus dedos y empujaba hacia arriba su cuerpo.

Deeper.

Tom siguió su orden y sin aumentar su rapidez, profundizó las embestidas sacándole jadeos y estremecimientos. Implacable e irresistible era el deseo de alcanzar esa placentera plenitud, anhelaba hacer sentir bien a Bill y desde esa posición no era fácil verle el rostro mientras gemía su nombre al tanto que le temblaban los labios.

—Mírame.

Le ayudó a darse vuelta sin salir de él, lanzó los cojines a un lado y pateó la sábana que se había enredado en sus pies. Bill estiró sus brazos hasta  atraparle en ellos y masajeó su nuca sin dejar de mirarle. Tom retomó su ritmo y quedó dentro un par de segundos más de lo habitual, el movimiento circular de sus caderas sin empujarle le hizo derretirse contra el colchón mientras absorbía la oleada de sensaciones.

Besándole sin resistirse, Tom siguió despacio y profundo con movimientos oblicuos, sus manos se quedaron quietas en sus muslos ayudándose a impulsar nuevamente contra Bill, quien solo atinaba a jadear en su boca y pestañear sobre su mejilla.

—Sí, cariño- Bill le apretó con las rodillas trayéndolo sobre su cuerpo por completo, estaban enlazados al máximo y sus bocas se sellaron cándidas.

—Más fuerte, más, más.

En ese momento el roce de sus cuerpos surtió el efecto del placer en Bill, que no sintió necesidad de tocarse para poder llegar al éxtasis. Tom había dado tan certero en el mismo ángulo un par de veces que ahogándose con su propia jadeante respiración, se liberó abrazándolo contra su cuello.

—Mierda, oh.

Tom decidió seguir embistiéndole lentamente  apoyándose en un brazo mientras lo besaba y acariciaba la línea de raíces del cabello en su frente. Los espasmos siguieron hasta que terminó, Bill tocó sus trenzas enterrando el rostro en su cuello soltando un suspiro lánguido.

Decidió que ya había sido suficiente y salió del cuerpo de Bill mientras veía su pecho subir y bajar aún por el estremecimiento. Se quedaron inmóviles en sus posiciones  con los labios tocándose y con las miradas clavadas, Tom le besó medio brusco explorando cada recoveco incrementando así sus respiraciones súbitamente de forma sonora. 

Bill enganchando sus piernas los dio vuelta y quedó encima del otro sin cortar el beso, con cuidado bajó una de sus manos y acarició la piel bajo sus dedos hasta llegar a la entrepierna de Tom. …l le estaba domando la boca y su respuesta era similar mientras trabajaba con su mano, sigilosamente e interrumpiendo el movimiento de sus labios, empezó a descender por su cuerpo hasta llegar donde quería. Nunca lo había hecho, pero esta vez un impulso le guiaba a atreverse.

Tom soltó algo parecido a una maldición cuando sintió los labios delicados rodearle, era una sensación agradable y cálida. No pensaba que fuera capaz de semejante acción, tampoco se las iba a dar de hipócrita porque realmente lo estaba disfrutando, así que para darle más confianza entrelazó sus dedos en el cabello negro acariciando con sus huellas el cuero cabelludo con cariño. Bill iba lento, con sus manos en las caderas ajenas intentaba contener esos empujes inconscientes que iban contra su boca, no sabía que iba tan bien o que habían pasado algunos minutos hasta que escuchó la primera frase coherente que iba dirigida a su persona.

—Me vengo, Bill.

Entendiendo que sería de un momento a otro, recorrió por última vez y continuó trabajando con su mano ejerciendo la presión adecuada. Poco después Tom estaba jadeando, apenas gimiendo su nombre y viniéndose para su deleite.

Subiendo de nuevo a su altura, sintió un par de manos en su cintura. Tímidamente se limpió las comisuras de la boca y se recostó sobre el cuerpo del otro, acurrucándose sobre su pecho sintiendo los latidos del desbocado corazón.

Tom se acomodó mejor en la cama y los cubrió con las mantas abandonadas sin moverse mucho, sentía las uñas de Bill arañarle suave en las costillas. Su cabello desprendía un aroma agradable a pesar del sudor que habían acumulado, con apacibilidad se lo ordenó hacia un lado captando su mirada en el proceso. Su mano le sostuvo por el mentón y su pulgar le separó los labios tras una caricia, Bill se inclinó y viendo que no sería rechazado, reclamó su boca vehemente. La contestación fue una caricia extendida a lo largo de sus piernas hasta llegar a un eléctrico recorrido por sus vértebras.

 

 


Cuando despertó se sintió desorientado por dos razones, Tom lo estaba abrazando como si se le fuera la vida mientras dormía, y segundo, no reconoció la habitación por un momento.

Intentando no despertar al otro y apaleando el sueño que aun sentía fue de  a poco y casi nada moviéndose hasta la orilla de la cama con la intención de buscar su ropa. Tom pareció sentirlo porque soltó algo parecido a un gruñido por lo bajo, aun así, sacando las piernas primero se estiró hasta que las manos y brazos contrarios se relajaron soltándole definitivamente.

Había sido algo complicado, desnudo como estaba se sentó un momento al borde para despejar su rostro y tener campo abierto para ver donde habían quedado tiradas sus cosas. Soltó un suspiro matutino y cuando iba a ponerse de pie le alertaron.

—No te vayas- la voz somnolienta de Tom capturó su atención, seguía con los ojos cerrados intentando quitarse la pereza en esos momentos sobre la cama.

— ¿Me lo dices tú?- no quería volver a mencionarlo, pero viendo que el de trenzas  reía ligero se sintió un poco mejor.

—Buenos días- Tom se deslizó por las sábanas hasta llegar donde estaba, siguió acostado y pasando una mano por la cintura contraria, le dejó un beso entre la cadera y la columna.

Bill se sintió viciado por el contacto y retractando la idea de irse, se volvió a recostar sobre las almohadas recibiendo un afectuoso abrazo. Se acomodó mirando de frente los ojos de Tom vacilando entre ambos y acariciando su nariz con la propia. Cuando bajó sus párpados Tom lamió sus labios besándole profundamente por unos segundos hasta que Bill empezó a protestar evadiéndole por el pecho.

—Sabes que no me gusta besar así- el aliento por la mañana no acompañaba mucho y era sabido por Tom que ese tipo de caricias podían empezar tras levantarse.

— ¿Qué quieres de desayuno?- cariñosamente le dio un beso en la nariz y acarició su cabello despeinado detrás de la oreja, moviendo sus piernas hasta tenerle atrapado. Al moreno le corrió un escalofrío por la espalda después de esa agradable demostración.

—Estás actuando extraño- a Bill le dolía pensar que algo había cambiado. No era un mal dolor, se sentía agradable pero atosigante.

— ¿Quieres que hablemos de esto ahora?- Tom le encaró dispuesto a sincerarse, pero como polos opuestos siempre había uno que prefería reservarse a pesar de la curiosidad.

—Panqueques de chocolate estarían bien.

 

 

 

— ¡Mamá!

Quitó la llave de la cerradura, asustándose cuando la mujer apareció en el marco abriendo al mismo tiempo que él. No era su intención llegar sigiloso, se suponía que su madre llegaría mucho más tarde ese día y al final había sido ella quien le diera la sorpresa de bienvenida.

— ¿Quién más podía ser?- le dio un beso en la mejilla dejando las llaves en la mesita de la entrada, Simone le quitó el bolso ayudándole a cerrar la puerta a su espalda.

—Pensé que llegarías más tarde.

—Son más de las cinco- maldijo por lo bajo cuando comprobó la hora en el reloj del recibidor.

— ¿Almorzaste?- entró a la cocina dejando un par de cajas medias llenas de croissants que habían quedado después del desayuno, ahora que lo pensaba, el tiempo se le había ido volando ese día.

—Comí algo en el avión. No dormiste aquí anoche- la escasa pausa que hizo su madre le incomodó, no le gustaba mentir y menos a ella.

—No, Tom me invitó a ver unas películas.

—Cariño, ¿estás bien?- se afirmó en el mueble de la cocina con ambas manos, lo que menos quería después de unas agradables doce últimas horas era tener que volver a recordar cómo había llegado a este estado de apacibilidad.

Bill no podía decir que ahora estuviera muy claro, pero tenía esa ilusión que había perdido hacía años. Se sentía agradable el volver a tener la misma complicidad con una persona a  la que no tenía en la actualidad.

—Estos días han pasado muchas cosas, tengo la cabeza hecha un lío.

—No quiero que pases por lo mismo otra vez.

Simone tenía razón, las ilusiones se iban rápido, con Tom no había sido así porque aunque costara decirlo, había sido el único con el que durara un extenso tiempo. Sin embargo, las sospechas de que sufriera lo mismo cuando volvieran a la ciudad a continuar con sus vidas, era latente.

—Tom está cambiado, no pensé…- su madre viéndole nervioso, se acercó hasta quitarle el pañuelo que rodeaba su cuello. Vio el gesto sorprendido en la mujer y desvió la mirada.

—Te acostaste con él.

—Mamá, no se trata de eso.- tuvo la decencia de sonrojarse y aguardar unos segundos antes de responder.

—Sigo sin entender en qué pudo haber cambiado, pero tú sabes dónde te estás metiendo- era la verdad, ya lo conocía pero aun así podía seguir impresionándose por los cambios o actitudes que creía por perdidas.

—Ha madurado, quizás un poco a la fuerza pero lo ha hecho y eso es algo que no pensé que pasaría. Vino a buscarme y a distraerme porque sabía que estaría mal, él aún recuerda cosas importantes para mí, no me puedes pedir que ignore sus cambios.

—No lo hago, pero ¿por qué esperó hasta ahora para demostrártelo?

Lo único que pareció completar el espacio fue el silencio. Sólo silencio.

 

 

 


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