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Love puraido por Meyko

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Al día siguiente el joven colorín se levantó con más ánimo que de costumbre, a pesar de que ése día tocaban los electivos y no veía a su interesante compañero hasta la hora de almuerzo. En fin, la jornada transcurrió como acostumbraba antes de saber de la existencia del pálido chico, o sea con mucha flojera en las clases y los recreos hablando de cualquier chorrada con sus amigos, sin embargo no podía evitar estar ridículamente sobre estimulado

-Nee banchō, siempre te comportas como un idiota ¿Pero a qué se debe que hoy sea más que de costumbre?- insinuó con malicia, Yuka -¿Acaso pasó eso?- sonrió de la misma forma

-No sé de qué hablas Oni encogida- se defendió. Creía saber a qué se refería su amiga, sin embargo no era consciente de que esta le había visto irse con su compañero, si que no entendía a qué iba su acusación

-Hehe ¿Te refresco la memoria, bastardo?- Preguntó mientras una densa aura oscura crecía a su alrededor, o al menos así les pareció a sus amigos, Yuusuke tragó pesado tras imaginar con lo que pudiese salir -Lo vi- continuó torturándole

- ¡Ya dilo, maldita! - se quejó Shinji, un chico de 1,75 de estatura, tez bronceada y cabellos negros peinados en punta

-Sucede que bakanchō conoció a un chico ayer, al cual miraba como lobo hambriento, le esperó al final de clases y se lo llevó… montado sobre Kappa- reveló sin borrar su perversa sonrisa -Entonces ¿Ya lo hicieron?- pronunció provocante
-¿Queeeeeeeé? Yuusuke, malnacido ¿Hasta cuándo pensabas ocultarlo?- sobrerreaccionó el moreno

El colorín se sintió incómodo y desconcertado, fue como si su amiga hubiera usado un ultimate combo súper efectivo contra su ser cuando sólo le quedaba una barra de vida, o así fue como lo imaginó, mientras buscaba una explicación que sonara convincente, aunque estaba consciente que desde ese momento todo sonaría a excusa -No es como piensas…- comenzó -Tenemos que trabar en un proyecto y creí que sería mejor cuánto antes-

-Tío, el asunto es que ¡Lo subiste a Kappa! Ni con él fue así- acotó el pelos de erizo, haciendo referencia al ex del líder

-Esto es ser profesional, no mezclen las cosas- respondió un poco ofuscado -además es muy poco probable que sea como yo- pronunció decaído

-¡Ahí está! Ayer dijiste que no podías sentir nada porque le acababas de conocer, pero ahora dejaste en claro que es así. Te conozco desgraciado, no puedes ocultarme nada- explicó burlona la más baja, concluyendo su revelación con un guiño ocular

El mayor al verse visto vacilado nuevamente por los trucos de su amiga tuvo la necesidad de golpearla para canalizar su vergüenza, sin embargo ésta se le adelantó y corrió rápidamente por el estrecho pasillo -¡Ven acá, desgraciada!- gritó mientras se disponía a perseguirla

- Eres demasiado predecible…- respondió desde su ventaja, sin embargo en ese momento sonó el timbre que indicaba el final del receso, se volteó y le sacó la lengua, luego continuó corriendo y se metió a su sala

El más alto del grupo se detuvo con frustración y en ese entonces se encontró con Shinji, que les había seguido pero a su propio paso, se despidieron y caminaron a sus respectivas aulas. A pesar de que solían jugar siempre de esa forma, las palabras de la menor esta vez le afectaron, sin embargo, le hicieron reaccionar a tiempo. Puede que sus ganas de conocer mejor al pelinegro fueran desinteresadas, sin embargo la forma en que hizo que se dieran las cosas podría hacer que cualquiera le malinterpretara.

Las clases comenzaron, pero no fue capaz de prestar atención en ningún momento, seguía sumido en pensamientos estratégicos para no perder al menor, luego pensó que ver el asunto de ésa forma también era un problema, si que se dedicó a hacer retrospección y analizar en qué cosas se había equivocado en sus relaciones anteriores, ya fuera románticas o amistosas. Entre sus delirios y pensamientos recordó que esa era la última hora antes de ir a almorzar, eso automáticamente le puso muy ansioso, sentía que le debía una disculpa al menor y al mismo tiempo usar eso de excusa para acercarse más, prácticamente su imaginación lo llevó a adelantarse en el tiempo, allí se quedó en ese futuro hipotético e idealizado, donde hablaban de muchas cosas mientras comían, tranquilos, donde el resto desaparecía y dónde cosas como sus pasados, defectos, paranoias y limitaciones desaparecían por completo. Soltó un pequeño suspiro que sirvió de hincapié para volver a la realidad, dado que en todo el período no escuchó ninguna palabra del profesor y ahora le oía diciendo que la próxima semana tendrían examen, levantó su vista hacia el pizarrón y pudo notar como un montón de fórmulas lo adornaban como patrones de papel mural, sin distinguirse dónde comenzaba una y terminaba otra. No alcanzó a hacer más que una mueca de terror cuando el timbre le sentenció y anunció la esperada hora de almuerzo, pensó en quedarse hasta terminar de apuntar los ejercicios, pero un fugaz recuerdo sobre el plan que había estado ideando toda la mañana le provocó un fuerte dolor de estómago, que no le permitió ser responsable, tenía que llegar al casino cuánto antes -Al diablo la tarea, luego me la conseguiré- murmuró sobrellevado, tomó sus cosas y se dirigió al lugar donde enfrentaría su destino. Como de costumbre los pasillos y la propia entrada al casino era caótica, usualmente esto a Nanchō no le importaba, sabía que en algún momento entraría y podría comer, pero esta vez su ansiedad y cada pensamiento que tuviese al respecto le llevaron incluso a abrirse paso a empujones, sin embargo, como estaba tan concentrado en su objetivo, ni siquiera se percató de esto. Asimismo, la gente que lo rodeaba tampoco era capaz de deducir que algo le pasaba, dado que llevaba la misma expresión indiferente de siempre, simplemente decidían apartarse, con miedo de que les fuera peor si se entrometían en su camino. Mientras buscaba al menor, eufóricamente, con la mirada de pronto se fijó que yacía en pleno centro del casino, aquello le enervó un poco, porque si Mitoru estaba cerca tendría toda una panorámica de su persona y entonces ya no podría hacer una aparición genial y “casual”, pensó rápidamente una nueva estrategia con poca probabilidad de fracaso: caminar firme y decidido, mirando notoriamente cada mesa, así podría excusarse que buscaba un lugar donde sentarse sin molestar a nadie y al mismo tiempo fijarse quiénes estaban por ahí.
Las miradas comenzaron a posarse descriteriadamente sobre su persona una vez que llegó al final, aquello le cohibió un poco, sin embargo trataba de mantener su postura intimidante, dio media vuelta y se dispuso a salir, para su suerte la salida del casino estaba cerca y no debía cruzar el mar de gente que se concentraba a la entrada, pero aun así tuvo que soportar la incómoda atención ajena y los murmullos tras su persona, de vez en cuando volteaba con el ceño fruncido al lugar de dónde provenían, los que cesaban inmediatamente tras el reproche visual. Al salir creyó distinguir a su presa, nuevamente se agitó y siguió al menor con la mirada mientras ideaba un nuevo plan para coincidir y no parecer un psicópata, aunque se comportase como tal. Tal parecía ser que el pelinegro se dirigía detrás del auditorio, cerca del estacionamiento, entonces Yuusuke ingresó nuevamente al edificio por el ala derecha, era imposible que el menor le viese a no ser que volteara, pero era poco probable, de todas formas el colorín se apresuró, bajó tres pisos y tras unas vueltas salió por el costado del auditorio y allí, en la banca que usualmente los del club de música usaban para ensayar antes de las evaluaciones, estaba sentado quien le había hecho perder la razón en un día, agradeciendo antes de empezar a comer. Caminó con sigilo hacia las escaleras, como si su destino hubiese sido siempre el estacionamiento y una vez estando más cerca de la banca bifurcó hacia la dirección del menor, el cual se había percatado de la presencia de alguien por lo que podía apreciar de reojo, levantó la mirada y se encontró con la del más alto, la cual desbordaba vitalidad, sin embargo antes de poder articular algo, él rompió el silencio
- Vaya, no creí que te encontraría por acá ¿Te molesta si te acompaño?- pronunció con una extensa y brillante sonrisa

- Nanchō san…- balbuceó incrédulo- también es una sorpresa para mí, jamás te había visto por aquí- murmuró, aún se sentía raro luego de la escena nocturna que el mayor había protagonizado- Sí, claro- agregó al final con una sonrisa tímida

Por suerte el comentario del menor le indicó qué excusas descartar -No seas tan formal- le regañó en son de broma- Ah sí, pensaba comer en el estacionamiento, el casino está repleto- mintió mientras se sentaba y sacaba su obento, pero antes de abrirlo se detuvo y miró al otro seriamente -Quiero pedirte disculpas por lo de anoche- comenzó mientras miraba hacia el pequeño fragmento de mar que se podía apreciar desde ese punto -Sé que fui muy grosero y se notaba que era una situación que deseabas evitar, pero si alguien no actúa, la sociedad será asquerosa siempre. Lamento haberme dado el lujo de intervenir y de haberte hecho pasar un mal rato- concluyó con una sonrisa mientras ahora se volvía hacia el más bajo  

El chico de tez nival se sintió completamente aliviado al oír eso -Ya no importa, aprecio más lo que haces ahora- respondió con una sonrisa tímida -Creo que de alguna forma debo agradecerte, mi madre ha estado menos insoportable desde anoche, supongo que la dejaste más que sin habla- bromeó sin embargo llevaba un gesto de leve aflicción el cual ocultó al mirar a su comida

El moreno no esperaba escuchar palabras de gratitud, sin embargo aquellas también le aliviaron, no sólo todo estaba bien entre ambos, sino que además sentía que desde ese punto ya podía empezar a fluir. Agradeció por la comida y se dispuso a engullir con bastante entusiasmo

Mitoru no pudo evitar fijarse en la dedicación de su caja -Qué lindo obento ¿Lo ha hecho tu novia?- preguntó con delicadeza y a modo de obtener información sutilmente

Yuusuke se atragantó al oír la pregunta -¿Qué te hace creer que tengo novia?- preguntó confundido, pensaba que a esas alturas su orientación sexual era obvia

-Ah, que eres amable, responsable, sabes lo que quieres y se nota que eres consecuente con tus ideales y muy fuerte… Además eres guapo, cualquier chica desearía estar contigo- resaltó sin quitar la vista de su comida y mientras jugaba un poco con ella

-Nunca he tenido novia- respondió implícito mientras miraba de reojo el comportamiento ajeno y trataba de no demostrar cuánto le había agitado esa descripción -Los hace mi mamá, todos los días nos prepara, a mi papá y a mí. A pesar de cómo se ve, es una mujer muy dulce-  

-Ah así que vives con tu padre ¿Qué hace él? -

-¿Sabes? Si quieres saber algo, sólo pregúntamelo, se notaba que ayer querías hacerlo, pero te contuviste- Evidenció de pronto -Él trabaja en la construcción, si que vuelve tarde- Le contó

El menor se sonrojó e intentó esconder su rostro de cualquier forma –Bu-bueno, ahora estoy preguntando– pretendió defenderse para no sentirse tan idiota y predecible, sin embargo su precario esfuerzo por sonar agresivo develó lo contrario, lo que provocó que el mayor soltara una carcajada  y que Mitoru, tras esta acción, quisiera esconderse aún más. Estaba a punto reprocharle, el calor de la situación le había dado el valor para enfrentarle y hacerle saber lo humillado que se sentía, mas el colorín se le adelantó

- Buscar una forma de desviar el tema porque te quedaste con la duda anteriormente y aprovechar cualquier situación para llegar implícitamente a él, es realmente una buena técnica - elogió con una sonrisa, aunque algo fanfarrona para el menor, el que tras esa lectura se quedó perplejo, sin poder ocultar su enrojecido rostro y no porque le faltaran ganas, sino porque en ese mismo instante se dio cuenta que aquél era lo más cercano a la encarnación de una caja de pandora, incluso, desde ese segundo, sintió entenderlo realmente, comprendió que toda su personalidad y existencia misma giraba en torno a su lucha, él era esa disconformidad social, él era demasiado sensible con un mecanismo de defensa tan potente que paradójicamente era su maldición. Tras este escueto análisis de iluminación repentina se preguntó cómo habrá sido su vida y qué le habría ocurrido para llegar a ser de esa forma, en qué momento de su vida comenzó a tener esa clase de consciencia y muchas cosas similares
 
-¿Estás bien?- preguntó luego de un largo rato de silencio, a pesar que para el menor eran segundos, realmente su ensimismamiento era tan profundo como para haber dejado pasar minutos

-Ah... ¡Sí!-salió abruptamente de su trance -disculpa, me distraigo fácil- se excusó. A pesar de que el mayor le había dado la confianza deliberada de preguntar y él actualmente tenía muchas dudas, decidió ignorar la oferta e ir descubriendo de a poco, tampoco quería demostrar su fascinación.
 
El oxigenado se limitó a sonreír ante esa excusa y luego irrumpió, en ese miedo por el silencio ante este chico que llamaba su atención -Me gusta el curso que va tomando el proyecto…-

Entonces el menor, al oír la mención del trabajo, saltó con efusividad que el mayor apreció -¿¡En serio!? Temía que no te gustara, estaba pensando que si nos juntamos todos los jueves, alcanzaríamos perfectamente y además tendríamos tiempo para hacerle algunas mejoras estéticas- explicó con rapidez, se notaba que trabajaba con todo el corazón en las cosas que hacía.

-Me parece una idea genial, de hecho… Estaba pensando que deberíamos conocernos más-dudó unos segundos, pero lanzó aquella bomba con seguridad, sino no lograría nada- Pienso que hacemos un buen equipo, tengo expectativas demasiado altas en esto y me gustaría que fuese profesional, pero no frío, si es que me entiendes…- se detuvo y miró de frente a su sorprendido y congelado compañero-  Creo que cosas mucho mejores pueden surgir de aquí si somos amigos, si que ¿Quieres ser mi amigo? -

 El menor permaneció atónito por lo que consideró una eternidad, dentro de ése momento congelado, aquello le había pillado de improvisto y se sentía incapaz de procesar lo que acontecía. Sinceramente era algo que no esperaba del mayor, pero que le había calado hasta los huesos, sentía que había pasado mucho tiempo sin emitir palabra y que comenzaría a ser una situación bastante torpe, sin embargo, a pesar de que imaginaba qué responderle, sus palabras no salían, fue entonces cuando se percató que Yuuzuke lo miraba de reojo, fijamente, con una sonrisa de medio lado, dispuesto a ayudarle a enunciar su respuesta, divertido del giro de la conversación.

-Jaja ¿Tanta gracia te hace que alguien quiera formalizar su relación laboral?- Rió haciéndose el desentendido.

Y entonces lo que le pareció una victimización pasiva, le hizo salir inmediatamente de su burbuja temporal -No es eso, sino que es raro presenciar una formalidad tan… Eh ¿Romántica? En pleno 2017- rió avergonzado intentado sonar más duro, en un acto desesperado por recuperar su orgullo, el que creyó herido luego de “su percance”

El mayor enarcó levemente ambas cejas en señal de sorpresa, sin embargo volteó con lo que parecía ser decepción y clavó su mirada en el trozo de mar que se veía desde su sitio, nuevamente. En ése mismo momento el menor sintió que había perdido todo el avance en la relación con su compañero, esto le entristeció un poco, por lo que retrocedió y bajó su mirada hacia una flor –Bueno- rompió el incómodo silencio- ¿Qué te parece si vamos al monte Nokogiri el sábado?- preguntó con alegría fingida, buscando impedir que la tensión acabara con el momento

Mitoru no tuvo mucho tiempo para alcanzar a reaccionar por completo ante provocar esa tensión, cuando de pronto el colorín le propuso la salida con tanto interés, tratando de mantenerse optimista, le dio la impresión, por lo que en un segundo se sintió muy confundido y balbuceó un poco –Está bien- dijo al fin, con una sonrisa, sintiéndose menos miserable gracias a los esfuerzos de su compañero por establecer un vínculo

-Genial- respondió el mayor un poco dolido, a pesar de llevaba un semblante de alegría –Juntémonos afuera de la escuela a las 12:00- propuso

-¡Claro!- afirmó el menor, a ojos cerrados. Sin embargo para cuando los abrió pudo notar que Yuusuke estaba parado y había tomado distancia de él
-Hablamos, entonces- dijo el otro mientras adoptaba pose de inminente escape, como si fuera incapaz de aceptar quedarse, no importando el pretexto –Qué estés bien- se despidió y se fue corriendo.

El pelinegro, quién había quedado desconcertado ante tal escena no tuvo más remedio que seguir sentado, esperando la última clase y sintiéndose culpable por la irrupción del momento. Mientras tanto, el más alto había logrado alejarse lo suficiente del lugar, sin embargo no podía huir de sus sensaciones, las que le hacían sentir casi tan culpable como su compañero –Qué imprudente, qué tonto…- murmuró mientras lavaba su cara con abundante agua helada y se castigaba en el reflejo del espejo del baño.

Esa misma noche fue bastante pesada para ambos, ya que por una parte les inundaba la ansiedad de saber que saldrían al otro día y no podían dejar de pensar en cómo sería y qué vivirían en su expedición al Monte Nokogiri. Sin embargo, por otro lado, también se sentían abatidos por cómo habían concluido su encuentro, del que ambos se culpaban por supuestamente arruinarlo.

.          .          .

De pronto un lejano e insistente pitido más el fulgor matutino, despertaron al pálido joven, quien se sentía un poco aturdido y tenía la sensación de que no había dormido nada. Apagó la alarma y buscó sus lentes en el velador, aún dormido y desorientado, no recordaba porqué había puesto una alarma, hasta que de las imágenes del día anterior llegaron a su cabeza como ráfagas de balas, lo que le produjo instantáneamente un nudo en el estómago y su ritmo cardiaco aumentó, producto de la ansiedad. Se levantó a la brevedad, pensando en las cosas que debía hacer y cuánto tiempo le tomarían, Tenía que estar afuera de la escuela a las doce en punto: se demoraba veinte minutos en llegar ahí y la locomoción que pasaba cerca de su casa tenía una periodicidad de diez minutos, o sea tenía que salir como máximo a las once y media de su casa, aún debía bañarse, arreglarse y hacer la comida. Siendo recién las nueve cinco, el menor, creía que no alcanzaría hacer todo y comenzó su día muy apurado.

Por otro lado, el mayor, que tampoco había dormido muy bien, se encontraba canalizando su nerviosismo con una rutina de ejercicios. A diferencia de Mitoru, había dejado la comida lista en la noche, aprovechando su insomnio, sí que no tenía mucho que hacer, salvo bañarse, arreglarse, aunque esto debía hacerlo con anticipación, ya que sólo peinándose se demoraba cuarenta minutos. Una vez que terminara eso sólo le quedaba salir. Yuusuke vivía a diez minutos de su escuela y cómo tenía moto, el tiempo que le restaba para llegar no era tema. Sin embargo, eso no le impedía sentir una gran ansiedad, aunque en su caso se debía a que no podía dejar de fantasear con el menor y se había creado muchas expectativas sobre su salida, aunque a ratos trataba de volver a la realidad y convencerse de que lo más probable es que nunca se concretaran.

Era la segunda semana desde el inicio de la primavera, por lo que hacía algo de calor pero al mismo tiempo la brisa era constante y gélida, sí que climáticamente era el día perfecto para ir de excursión. Y faltando cinco minutos el joven banchō se encontraba en el lugar acordado, ya que en un arrebato de emoción incontenible salió antes de lo previsto. Se llevó una gran decepción, que sirvió para apaciguar sus nervios, cuando se percató que el pelinegro aún no llegaba, revisó su reloj y al percatarse de que aún no era la hora se calmó un poco y decidió limitarse a escuchar música. Pasaron diez minutos, Yuusuke estaba comenzando a preocuparse, sobre todo por el hecho de que, en el calor de los hechos el día anterior, había olvidado pedirle algún medio de contacto a su nuevo amigo. Se sintió muy torpe por aquello y casi inmediatamente comenzó a pensar lo peor ¿Si algo le había ocurrido? Sería en parte responsable y no se perdonaría nunca no haber podido evitarlo –Debí recogerlo en su casa- se reprochó mientras miraba al suelo con angustia y mordía su labio inferior. Fueron tantos los pensamientos que atormentaron su mente en ése corto lapsus, que al último no pudo evitar creer que simplemente el chico no vendría, le habría asustado, de seguro. No sabía qué hacer, sólo sabía que podría estar perdiendo tiempo valioso si a Mitoru le hubiese ocurrido algo y el hecho de no tener información suficiente para decidirse sobre una de sus teorías y actuar, le estaba matando.

Mientras tanto, a unas cuatro cuadras y sobre el bus, se encontraba igual de nervioso, aún más pálido que lo habitual el joven pelinegro, que se encontraba en una encrucijada similar a su compañero, a la que además se le agregaba la presión de encontrarse relativamente cerca pero no avanzar nada, pensó muchas veces bajarse y correr hasta el punto de encuentro, sin embargo al parecer había un accidente automovilístico y además se encontraban en otro carril, por lo que el chofer no le dejaría bajar en medio de la acera y con tantos autos en ella. En esos instantes también le invadía la culpa de no haber pedido algún contacto, pero por sobre todo se culpó por su timidez, que según él había sido el causal del incómodo momento del día anterior. Hasta que de pronto tuvo una idea: sacó su celular y buscó al colorín por Facebook, para su suerte estaba registrado con su verdadero nombre, por lo que le apareció de inmediato. Suspiró con alivio y le escribió rápidamente “Nanchō-san, estoy atrapado en el tráfico, al parecer hubo un accidente, disculpe las molestias >o<”.

El teléfono del mayor vibró segundos después, en el bolsillo de su pantalón, haciéndole sobresaltar. Rápidamente lo revisó. En la pantalla aparecía una burbuja con una foto que no reconocía, abrió el mensaje, en lo primero que se fijó fue el nombre, el cual era “Hoshi no yadori”, con un atisbo de esperanza leyó el mensaje, sintió cómo sus latidos se calmaron y con ellos sus pensamientos “No te preocupes, llegué hace poco ; )texteó en un parpadeo, sus manos aún temblaban un poco pero ya había pasado todo lo malo. Y por su parte, a leer la respuesta, el joven Tomoe, logró calmarse sin embargo no podía dejar de mover la pierna con mucha ansiedad. Una vez que al fin llegó al paradero, sintió un calambre estomacal, como si estuviera a punto de implotar, lo que detonó otra cadena de pensamientos premonitorios que le enervaron nuevamente. Caminó a paso acelerado hacia el punto de encuentro, mirando hacia el suelo y con la respiración agitada. De pronto llegó al cruce frente a la escuela, que le obligaba a levantar la vista si no quería hacer algo imprudente y entonces divisó al pelinaranjo, de espalda, con una chaqueta de cuero que resaltaba sus anchos hombros, sintió cómo sus mejillas comenzaban a arder y agradeció que el mayor se encontrara de espaldas, puesto que eso le daba tiempo para prepararse y saludar apropiadamente, de lo contrario habría desatado una escena muy vergonzosa.

-¡Nanchō-san!- llamó el menor cuando cruzó la calle –disculpe el…- Había practicado empezar de esa forma para luego tener una conversación fluida, sin embargo al estar un poco más cerca y notar que el otro aún no volteaba, se fijó en que llevaba audífonos, acto suficiente para cortar sus alas y sentirse inseguro de nuevo.

Sin embargo, el más alto no llevaba la música muy fuerte y de todas formas le sintió detrás, pero esperaba que estuviera más cerca, dado que la idea de verlo de lejos igual le incomodaba un poco y al tener la moto atrás suyo le complicaba voltear con naturalidad. Volteó dispuesto a saludar lo más natural y calmado que pudiese, pero al encontrarlo de pronto a su lado se exaltó - ¡Hola! - Saludó en un tono más alto del normal, mientras se sacaba sus audífonos, aunque al mirar al más bajo se paralizó. Le miró de arriba abajo: El pálido chico vestía unos pantalones pitillo negros con una polera blanca de corte cuadrado por sobre la pretina del pantalón, le quedaba más bien holgada y le adornaban delgadas líneas rojas, en sus pies vestía unas vans negras que dejaban ver su aún más blanco tobillo. Su pelo estaba peinado con su característico corte honguito sobre las cejas y llevaba los mismos lentes redondos sin marco de siempre, que le servían para disimular un poco su sonrojo, en ése entonces

- Nanchō-san… ¿Pasa algo? – preguntó apenado el menor, mientras se encogía de hombros con algo de temor – Entenderé si estás molesto…-

Aquellas palabras sacaron al colorín de su ensimismamiento - ¡No! De hecho estoy muy feliz de que hubieras podido avisarme de tu retraso… es sólo que…-

- ¿Sólo qué? –Preguntó el otro temiendo lo peor

El mayor tomó aire audiblemente –Sólo que me preguntaba cómo acostumbrabas a vestir y… Creo que te queda muy bien, pareces el personaje de alguna carátula de Asian kung-fu generation- prefirió decir la verdad, aunque le diera vergüenza, para así evitar que su compañero se sintiera mal. Al concluir sus palabras sintió como el calor se apoderaría rápidamente de sus mejillas por lo que volteó con brusquedad en busca de los cascos y para cuando quedaron de frente otra vez, el mayor pudo notar que los ojos ajenos estaban vidriosos y sus mejillas muy afiebradas, pensó que quizás había sonado muy raro, no conocía mucho a su compañero como para hacer deducciones, pero por su núcleo familiar era probable que tuviera algún tipo de prejuicio o incomodidad sobre la conducta que los hombres deben tener entre sí, pensó también que podría necesitar pedir disculpas constantemente o desde ése momento controlar lo que decía, pero entonces la suave voz contraria le sacó una vez más de sus pensamientos

-Es una de mis bandas favoritas, muchas gracias- le dijo en un trémulo meloso y a punto de quebrarse

El moreno sonrió con alivio y le extendió el mismo casco que le había prestado hace dos días – Uhh tendrás que sacarte lo lentes ¿Puedes ver sin ellos? – preguntó mientras montaba su moto y la encendía.
El menor se los sacó con cuidado y los guardó en su mochila –Descuida sólo son de descanso- sonrió y se puso el casco con cuidado, subió torpemente, como analizando cada movimiento producto de un temor latente y luego se aferró a la espalda ajena que le ofrecía la protección que necesitaba. Yuusuke tragó fuerte ante el agarre e interpretó la tranquilidad posterior como una señal de que estaba listo –Muy bien, Monte Nokogiri ahí vamos- avisó el despegue de todas formas, con mucho entusiasmo.

Tomaron la ruta 92, que estaba a la salida de su escuela en la radio sonaba el primer disco de la banda favorita de Yuusuke y según su investigación, si no había tráfico, se demorarían 34 minutos aproximadamente. Lo primero que vieron luego de entrar a la ruta fue una panadería

-Ahí hacen unos chukaman exquisitos- habló fuerte el mayor, ya que por los cascos, la música y la velocidad no podían hablar normal ni establecer mucho diálogo

El pelinegro asintió con interés, por costumbre, ya que aún no entraba en consciencia que la comunicación gestual no era efectiva en esas condiciones y en ése entonces recordó que en varias ocasiones había visto a su compañero comiendo esos bollos al recreo, realmente se veían muy ricos, por lo que se hizo una especie de nota mental para sugerirle ir un día a probarlos. Tras pasar la panadería, giraron a la derecha. Mitoru se aferró con fuerza al sentir el ladeo de la moto, lo que hizo que el conductor sobresaltara y acelerara un poco, por lo que el menor sostuvo el agarre.

La calle era bastante larga y poco transitada, a pesar de ser un sector algo periférico e industrial, seguía teniendo un aura rural, Ya que podían apreciarse torres de alta tensión, bodegas y todo muy pavimentado, pero a su vez también se veían árboles y valles e incluso granjas. A doscientos metros aproximadamente se encontraron con la oficina de ventas de Kimitsu, Awa Express, la cual tiene dos sucursales a noventa y ocho metros de distancia. A cuarenta y seis metros la carretera se estrechó, convirtiéndose en un puente para autos y otro para personas, que pasaba sobre el río Koito, por suerte no había casi nada de tráfico, puesto que, aunque la calle era doble vía, al compartir el puente se estrechaba y los vehículos pasaban muy cerca de sí. Esto ponía muy nervioso al menor que no sentía seguridad con las motos, aunque el ver al colorín tan tranquilo de cierta forma apaciguaba un poco sus temores.

Al salir del estrecho puente llegaron a un cruce, con semáforos de tres tiempos donde tuvieron que parar, el espacio se abrió considerablemente. Mitoru aprovechó la pausa para mirar a su alrededor, pudo divisar como el tránsito estaba compuesto mayormente por camiones que transportaban toda clase de productos, principalmente de industria agrónoma. Y entonces miró hacia la derecha y pudo ver los valles donde abundaban los invernaderos, granjas y templos budistas, aunque no eran visibles a simple vista, los conocía ya que muchas veces había pasado por ahí con sus padres y ellos le contaban las cosas importantes que había cerca, la ruta 92 era una de las principales de la prefectura de Chiba. El pelinegro salió de su ensimismamiento una vez que sintió la moto andar, nuevamente. Yuusuke giró a la izquierda y al ser una curva pronunciada, el vehículo se balanceó pronunciadamente y entonces sintió rápidamente unas manitas aferrarse a su pecho con mucha fuerza, el colorín se sintió mal por no avisar su maniobra, a pesar de que no tenía cómo saber el estado de alerta del menor y que éste era responsabilidad propia, decretó que desde ése momento avisaría siempre antes de cualquier maniobra

-No te preocupes, es un movimiento común- Le dijo para calmarlo, en tono amable.

Sin embargo, gracias a los cascos, la sutileza del énfasis de su voz se perdió a oídos del más bajo, quién se sintió estúpido por no confiar en su amigo, era obvio que él sabía dominar su moto a la perfección, era un maldito banchō, seguramente había hecho maniobras mucho más peligrosas a velocidades imprudentes, por ende, eso no había sido nada que no pudiera controlar. Pensar aquello le produjo una considerable baja anímica, y disminuyó la intensidad de su agarre, no quería que el mayor le viera como un ser miedoso e indefenso, aunque él reconocía fuertemente esas cualidades en su persona. Para acallar sus pensamientos de autodesprecio, que sabía irían en aumento si les hacía caso, se concentró en la canción que sonaba en ése entonces, si no se equivocaba era la sexta en sonar. La melodía estaba llena de optimismo y creía que quedaba muy bien con el clima y el paisaje, que ahora era mucho más rural. aa tsumari kono tatakai wa ore no tame ni aru” era la frase que acababa de escuchar, pensó que era una canción que claramente debía ser como un himno para el mayor, ya que pudo divisar por sobre su hombro como sujetaba con más fuerza el manubrio y porque hablaba de luchas propias. Sin embargo, luego de pensar aquello, pudo proyectarlo en sí. Quizás era el momento de empezar a forjar carácter y dejar de dudar o temer. Miró al mayor por el espejo retrovisor y se preguntó por cuánto tuvo que pasar para ser como le conoce o si siempre fue así –Se lo preguntaré cuando lleguemos- pensó nuevamente.

Mientras ponía atención a la música y miraba embelesado hacia el verde paisaje y casas que se perdían entre los árboles, pasaron la intersección con la ruta 269, que se veía mucho más desierta y soleada. Se preguntó qué habría para allá, imagino que probablemente más templos, rió para sí. Era conocido que, en toda esa área de la ciudad estaba lleno de templos, por lo general budistas o sintoístas. De repente el paisaje se oscureció producto de los árboles cerrando el paso, fundiendo sus copas con una entrada de un túnel. El colorín miró a su copiloto por el espejo retrovisor, el mismo donde fue observado hace unos minutos sin notarlo. Se puso feliz al ver que el menor estaba más relajado, al fin disfrutando del paisaje, por lo que le hubiera gustado poder apreciar su reacción, pero la verdad es que prefería que estuviera a salvo, con el casco puesto.

Al salir del túnel el paisaje era mucho más verde, ahora muy rara vez se veía algún tipo de casa y la canción que sonaba, por algún abstracto motivo, al pelinegro le parecía que era una canción para conducir, que transmitía muy bien la libertad que otorgaba conducir, sobre todo por una carretera como esa. La estrofa que sonaba en ese minuto hablaba de las ganas del cantante de ver a alguien, seguido de un grito recalcando lo último y luego el sonido de una moto estrellándose. Mitoru se sorprendió, creyó que la canción era bastante poética y sabía transmitir muy bien las emociones, pudo comprender por qué a su amigo le gustaban tanto, después de todo era un chico sensible. Inmediatamente le llamó la atención que en la canción decían “127”, rápidamente ató cabos.
 - Nanchō-san ¿Se refiere a la ruta nacional 127? - Preguntó atropelladamente, tratando de hablar lo más fuerte posible. Notó como en ése segundo, el mayor comenzó a mirarlo de reojo a través del espejo retrovisor, la atención fija y repentina le avergonzó mucho y dio gracias por tener el casco, que taparía el rubor que comenzaba a aparecer sobre su cara.

-Así es, tres de los integrantes son de aquí y hacen varios honores al pueblo de Kisarazu en sus canciones- explicó feliz

Atravesaron dos túneles más, uno corto y otro más largo. Separados sólo por vegetación y el asfalto, mientras que al final del tercero ya podía verse el inicio del plan urbano, nuevamente. El mayor tuvo que disminuir su velocidad a cuarenta kilómetros por hora. Pasaron por el restaurant “Kurakuri”, cuyos menús dependen de las estaciones del año y luego llegaron a otro cruce. El sol parecía tener más intensidad, el copiloto se preguntó si el hormigón de las estructuras tenía algo que ver en la refracción de la luz, o si acaso era una especie de ilusión producto de la desforestación del lugar, o sea aún había un poco de naturaleza, pero al menos la que estaba cerca de la carretera se veía seca. Avanzaron doscientos metros más en línea recta. El paisaje era tan plano que lograba distinguirse el lejano horizonte

-Voy a doblar- avisó el conductor, y viró hacia la derecha, en dirección a la salida hacia la autopista Tateyama. El menor se sujetó por impulso, pero nunca hizo la conexión que el aviso justamente tenía que ver con su seguridad.


Rápidamente llegaron a un peaje, Mitoru enervó. El mayor nunca le dijo que su salida implicaría dinero y se sentía culpable con que el otro tuviese que cubrir con todos los gastos. Sin embargo, no creía que fuera buena idea intervenir, se lo comentaría una vez que llegaran a su destino. Por mientras le observó por el espejo, el colorín había levantado el lente protector del casco y hablaba con la cajera del cubículo, notaba en él algo coqueto y le dio la impresión que naturalmente era muy galán, incluso la chica, que debía estar cerca de sus veinticinco, parecía notarlo… y gozarlo. Entonces se preguntó por qué Yuusuke no tenía novia, quizás su galantería espantaba a las mujeres porque lo creían mujeriego… O quizás lo era.

-¡Hasta luego, qué tengan un buen viaje!- Se despidió la cajera, en ése típico tono de euforia adolescente, mientras levantaba la barra de contención.

El mayor sólo le hizo un gesto con la mano, ya había bajado la lentilla nuevamente. El menor, quien creía que la situación no le importaba, tenía la mandíbula apretada.

Llegaron a una bifurcación, donde la salida izquierda conducía a Chiba y Kawasaki, mientras que la derecha a Tateyama. El conductor viró hacia la segunda opción, pasaron por debajo de un puente de concreto y tomaron una mini rotonda, de la que podían observarse algunos cerros y vegetación, toda desde los tonos anaranjados al más verde. El menor, un poco desganado concluyó que lo más probable es que ése fenómeno se diera porque el sol les llegaba directo, durante todo el día, a las plantas y nadie las regaba. De pronto, al salir de la rotonda, al horizonte ya podían notarse casas y cordones montañosos que parecían encerrarlas. El paisaje se mantuvo similar por 8.42 km, plano y monótono, sin ninguna distracción más que la que ofrecía la iluminación del sol sobre los elementos de su entorno. Hasta que llegaron a una leve curva, que anunciaba que pronto abandonarían esa carretera. Yuusuke, pensó que su copiloto ya debía estar aburrido y cansado, lo lamentó puesto que hace unos minutos habían pasado paradas de descanso, pero, aunque hubiese querido, eran para las autopistas laterales que ya habían descendido, ellos seguían suspendidos sobre la ciudad y era la única forma de llegar. Tras ése pensamiento se dijo que habría sido mejor idea ir a cualquier otro monte más cercano, como el monte Kano, que sólo estaba a cinco kilómetros y medio del colegio, pero no, había sido egoísta y había propuesto el más lejano sólo porque tenía ganas de conocerlo. Aunque mientras se castigaba, otro pensamiento cruzó en su mente ¡Compensaría a Mitoru! Y tenía la idea perfecta.
 
Eventualmente llegaron al peaje de Futtsu-Chuo, el pelinegro se tensó de nuevo se preguntó cuántos peajes más tendrían que atravesar y cuánto dinero pedían, aunque en ése instante se le ocurrió la mejor solución de la vida, para mantener tranquila su consciencia, le propondría al mayor pagarlos todos a la vuelta. Para su suerte, ésta vez les atendió un hombre, definitivamente eso le relajó mucho más. El mayor tuvo la misma actitud con el cajero, por lo que el más bajo tuvo que descartar la teoría de su galantería innata, ahora le parecía que su compañero era más bien un hombre educado y amable.


A poca distancia del peaje, se encontraron nuevamente con un cruce, ésta vez más parecido al primero, de la ruta 92, puesto que era abierto y plano, ya no le cruzaban autopistas suspendidas ni estaban rodeados de estructuras de hormigón. Ésta vez, el más alto tuvo la luz a su favor, por lo que viró inmediatamente a la izquierda, saliendo a su querida ruta 127 nacional o “de las hadas”, como había acuñado de su banda favorita, Kishidan. El joven pelinegro alcanzó a leer el nombre en una señalética y le pareció saber lo que sentía el mayor. Pudo entender toda su ideología, aunque aún no le contara ni la mitad, pudo sentir su libertad, gran espíritu y el profundo amor que tenía por la banda que estaban escuchando. Aquello le enterneció tanto que antes de pensarlo ya lo estaba abrazando. El mayor pudo darse cuenta de la diferencia del gesto, porque sus manos no se agarraban con fuerza de sus ropas, sino que estaban extendidas sobre su pecho y le pareció sentir su cuerpo rozando su espalda, distancia que durante todo el viaje el menor parecía querer mantener. Su corazón se alteró con prontitud, su estómago se contrajo y su garganta se secó, no sabía bien cómo reaccionar; por una parte, quería corresponder el gesto de alguna forma, ya que podría no repetirse, pero por otra parte tenía que mantenerse concentrado en el camino. Tragó saliva con dificultad, en su mente pensamientos contradictorios tenían una batalla sanguinaria, que le aislaban de la realidad, lo que podría resultar peor y entonces le pareció divisar la mejor idea entre esa matanza de análisis. Inhaló profundamente y redujo la velocidad, la que le parecía ridícula y manejable, pero ahora había mucho más tráfico que en la autopista, dónde varias veces excedió el límite sólo porque estaba vacía. Y entonces llevó su diestra a la del muchacho y la aprisionó contra su pecho. Al principio sólo la había puesto encima, pero se puso tan nervioso que terminó estrechándola con necesidad. Ahogó un gemido con otra inhalación profunda y cerró, por unos segundos, sus ojos con mucho dolor, como queriendo extender ése momento y esa sensación hacia el infinito, o al menos lograr recordarla.

Por otro lado, Mitoru, se había quedado pensando en lo cómodo que se sentía, principalmente porque el cuerpo contrario era muy cálido y grande, por lo que además se sentía protegido, aunque seguía sin notar su actuar, hasta que sintió la mano ajena. Fue similar a despertar de golpe, no entendía nada y quería escapar. Su estómago también se contrajo y de pronto sintió mucha ansiedad, más aún cuando comenzó a apretarla. El copiloto quiso buscar cualquier pretexto para soltarse, como que iban a chocar, a pesar que seguían manteniendo buena distancia del resto de los vehículos y entonces como si el conductor hubiese leído sus pensamientos, le soltó. Esto dejó más confundido al menor.

Cada vez el paisaje era más urbano: casas, bencineras, negocios, colegios, vías estrechas y tráfico. El mayor supo que se acercaba el momento de la sorpresa. Había evitado tomar la autopista de Tateyama y con ello alargar el viaje, para concretarlo y quedaba poco, de pronto se puso tan ansioso que creyó que le daría un infarto, para su mala suerte se encontró con una luz amarilla a roja en el cruce de la ruta 127 con la 236.

-Es muy bonito por aquí- Interrumpió, por suerte, los pensamientos del colorín

Yuusuke balbuceó un poco antes de lograr decir algo coherente –Me alegra que te guste, pensé que ya estabas aburrido- comentó con sinceridad. Como ya estaban en una zona residencial, y no estaban en movimiento, podían escucharse con más facilidad

- ¡Para nada! – apresuró a explicarse – Ha sido un viaje interesante...-

- Aún falta lo mejor- respondió un sonriente motociclista, esperando a tentar la curiosidad de su acompañante.

Dio la luz verde y continuaron su viaje, la manera en que el sol iluminaba la madera de las casas, el refrescante aire, las angostas calles por negocios y viviendas accesibles al paso, puestas con confianza y sin miedo hacían del ambiente algo muy acogedor. Incluso cuando el paisaje comenzó a cerrarse con automotoras, metal y hormigón, con jardines de impresión poco amistosa y pastizales secos, continuaba siendo un paisaje amable y humilde, tranquilo. Cuando una señalética indicó que faltaban tres metros para pasar por el puente sobre el río Minato, el corazón del moreno volvió a apretarse, mientras que el muchacho le contemplaba con emoción y recibía la refrescante brisa en su cuerpo. Al final del puente les esperaba un pasaje frío, entre cerros y construcciones pseudoindustriales que hacían sombra. Sin embargo fueron rápidamente abrazados por el sol en la copa de los árboles.

Luego del último paso de cebra, por sobre “Uchibo line”, pasaron por más cerros que fueron cercenados para construir las autopistas, sacrificio que ambos chicos agradecieron en silencio, puesto que gracias a ello podían ir más lejos de su pueblo y apreciar tal paisaje. La próxima señalética era para virar hacia la izquierda… Yuusuke no podía más con la ansiedad, los árboles disminuyeron su largo y cantidad de hojas, dejando pasar más luz, las barras de contención eran cada vez más notorias, estaban en altura nuevamente y de repente…A cuarenta metros de distancia, hacia la derecha, podía verse el mar, tranquilo, azul, brillante e imponente. El mayor sintió que al fin podía respirar en paz, mientras que el pálido joven se veía sobrecogido por tan bella postal.

Descendieron, el mar fue cubierto por el restaurante de ramen “Susuya” y posteriormente por lo que uno puede esperar de casas playeras, igualmente de hermosas y pictóricas, que luego se intercalaban de todas formas con el agua, haciéndolo mucho más especial. Mitoru en un arrebato de felicidad abrazó a su compañero una vez más. El más grande nuevamente se exaltó, pero tras la última experiencia, decidió sólo vivir el momento. Además, ya había superado el clímax que lo atormentaba, el cual era tener vista al mar para deleite de su invitado. Pasaron por otro restaurante de ramen, sólo que este se llamaba “Umenoya” y luego por el cruce con la ruta 91, viraron a la izquierda y a quinientos setenta y cuatro metros entraron en otro túnel, tenía partes enchapadas con metal y apenas contaba con iluminación. El menor cuyos sentidos estaban sensibilizados con los paisajes, se exaltó y esta vez se aferró al mayor, quien sintió como éste intentaba usarlo de escudo, aquello le pareció muy tierno y en vez de decirle algo para calmarle se dejó utilizar como medio de protección.
Habían pasado ya cinco restaurantes más desde la última vez y desde hace un buen rato el sol les pegaba directo en la cara. El mayor ya se sentía fatigado y en lo único que podía pensar era en llegar al monte y hacer cumbre pronto para poder almorzar, inmediatamente sintió su estómago gruñir y pensó que sería mejor que el recinto tuviera zonas planas de descanso para comer antes de subir y así poder disfrutar el viaje. Por suerte la brisa impactando constantemente contra sus cuerpos se daba fuerzas para continuar. Pensaba en ello cunado satisfactoriamente llegó a la bifurcación entre su amada ruta 127 y la 237, donde tuvo que virar a la derecha para tomar esta y así despedirse de la ruta de las hadas. La nueva ruta subía por una rampa que quedaba prácticamente sobre el mar al menos en su curva inicial, porque luego giró hacia la izquierda y comenzó a meterse entra la vegetación, nuevamente atravesaban lo que en la antigüedad era el bosque de una montaña. La temperatura había disminuido y el sol les llegaba dificultosamente por la derecha, hasta que fue completamente cubierto por los cerros y un túnel. Cuando salieron de él, encontraron la última casilla de peaje. El moreno suspiró sonoramente, con satisfacción, puesto que por lo que había investigado, una vez que lo atravesara sólo estaban a un kilómetro sesenta y tres de distancia, pero sabía que tendría que darse una larga vuelta por el poblado para llegar, ya que, si seguía la ruta eventualmente llegarían a un largo túnel que pasaba por su destino, pero no tenía salida hacia él. Sin embargo, el pelinegro, que sintió la toma de aire a través de la caja torácica ajena, lo interpretó como hastío y a su mente volvió la idea de reembolsar los peajes, aunque no le duró mucho, porque en ése mismo instante sintió que el mayor viraba a la derecha y con ellos techos de casas. Nuevamente no entendía nada.

La nueva vía era estrecha y unilateral, le rodeaban casas humildes y algunas con pequeño autocultivo. En el ambiente había olor a almuerzo, principalmente sopas condimentadas, lo que fue una especie de tortura para ambos, aunque al menor le preocupaba mucho más que no viniera un vehículo en dirección contraria y no alcanzaran a frenar o tuvieran problemas para salir. Rápidamente llegaron al final de la calle, que la atravesaba una vertical y eso les proponía dos direcciones que tomar. El muchacho no tenía idea dónde se encontraban y ya estaba empezando a sentir miedo. Doblaron hacia la derecha, la calle estaba en pendiente hacia abajo y Mitoru comenzó a sentir la gravedad presionándole el estómago, creía que no tendría la suficiente fuerza para mantenerse en la moto y se aferró con mucha fuerza al cuerpo contrario, mientras emitía audibles gemidos de terror, acto que le partió el corazón al moreno, otra vez se creía culpable de todo. Sin embargo la pesadilla terminó rápido, el recorrido era plano una vez más y al llegar al final pudieron ver la línea férrea de “Uchibo line”.

-Lo lamento- Dijo a penado el mayor -¿Estás bien?- preguntó con temor de que el otro se enojara o por el contrario estuviese muy asustado

-Descuida… estoy bien- contestó el menor con un hilillo de voz puesto que su acelerado corazón aún no disminuía las pulsaciones y adrenalina.

Viraron a la izquierda y pasaron por cruce sobre la vía férrea, dando una vuelta en “U” sobre una calle de las mismas características de la que habían pasado hace un rato. Llegaron a otro cruce donde viraron a la izquierda en dirección a la 127, virando otra vez a la izquierda. Prontamente ya podían ver el mar y cruzaron por un estero. La húmeda brisa más el sol del mediodía evaporaron las malas vivencias de minutos atrás, aunque ésta arrastró en su cuerpo el olor de las marisquerías aledañas y con ello el recuerdo de almorzar. Aunque al fin quedaba realmente poco, sólo un kilómetro más. Dadas las vueltas extra que recorrieron, había empezado el segundo disco de la misma banda, llamado “Boy´s color”, la primera canción estaba terminando, mientras anunciaba “Koishite iru no sa kono yoru ni koishiteru no sa”, entonces la moto se detuvo y se escuchó el sonido de las luces intermitentes. Antes de llegar a otro túnel, había una bifurcación que subía y se perdía hacia la izquierda, entre cerros. Al menor le pareció ver que el más alto miraba su teléfono, porque estaba cabizbajo, aunque no podía asegurar nada puesto que su espalda ocultaba todo lo que sucedía al frente. Inmediatamente se incorporó a su labor y tomaron aquel nuevo camino.

Cuando por fin llegaron a su destino, una gran alameda y un camino pavimentado lleno de escaleras les recibió. Se veía que había que caminar un buen tramo hacia el interior y no se veía algún guardia o lugar dónde subir con vehículos. Yuusuke analizó la situación con preocupación… O, mejor dicho: intentó. Sin embargo, el asunto del viaje en general, más el hambre que sentía, le tenían completamente superado, Se sacó el casco, tenía toda la cara sudorosa y estaba cansado de respirar aire caliente, por lo que el cambio de temperatura para su cara fue violento pero anhelado. Se secó el sudor con el antebrazo y luego, después de mucho se giró para ver a su acompañante

-Ya llegamos- le comentó con una sonrisa

El chico miró hacia la entrada y luego al mayor, al menos unas dos veces. Se sacó el casco y sintió el aire fresco donde más lo anhelaba, su rostro - ¿Cómo lo haremos Nanchō-san? –preguntó preocupado tras notar el conflicto que debían enfrentar

El pelinaranjo que anclaba el vehículo con sus piernas, se alegró de notar tan sincera preocupación y que se incluyera en la problemática –De momento sólo necesito que te bajes, mientras busco un lugar dónde esconderla- explicó –Dame el casco-

Mitoru miró al suelo con decepción, pero acató, pensó que era mejor así después de todo. Se bajó con cuidado y le entregó el casco al mayor e inmediatamente buscó sus gafas, ya sentía la vista cansada luego de estar casi una hora sin ellas.

Para suerte del moreno, el lugar estaba rodeado de hierba, por lo que sólo debía encontrar un arbusto lo suficientemente tupido para cubrirlo. Se metió a lo más profundo que encontró, más o menos a la altura del primer descanso de las escaleras de la entrada, y escondió su moto detrás de un arbusto, tal cual planeó. Sin embargo, al tener tantas modificaciones sobresalía un poco. Por primera vez en su vida se arrepentía de seguir un movimiento tan llamativo, pero sabía que sólo duraría mientras durara la tensión. Aseguró a Kappa al árbol que yacía frente al arbusto, trancó el manubrio y prendió el rastreador GPS que tenía bajo la moto. Por último, sacó su mochila y una funda impermeable negra de la maleta removible y guardó los cascos en ella, posteriormente también la aseguró y entonces procedió a cubrirla con la funda. Se alejó un tanto, y aunque la espesura del follaje evitaba que el vehículo se viera desde el camino, no le daba seguridad, por lo que se devolvió, sacó su navaja desde uno de sus bolsillos y comenzó a cortar algunas hojas y ramas grandes, las que esparció sobre el negro bulto. Una vez concluido el trabajo volvió donde su amigo, el cual no se había movido ni un centímetro de donde había quedado luego de bajar. Le saludó eufóricamente mientras se acercaba - ¿¡Estás listo!?- llamó con energía. Al fin comenzaba la verdadera expedición, la cual le había quitado el sueño y la misma que aún tenía muchos secretos que desvelarle.

Notas finales:

-Mapa del recorrido inicial (sin la desviación): https://www.google.com/maps/dir/Chiba+Kenritsu+Kazusa+High+School,+957+Kami,+Kimitsu,+Chiba+Prefecture+299-1107,+Jap%C3%B3n/Mount+Nokogiri,+Kanaya,+Futtsu,+Prefectura+de+Chiba,+Jap%C3%B3n/@35.282549,139.8258632,11z/data=!4m24!4m23!1m15!1m1!1s0x6018096959f6bc47:0x8eb60b19b9225253!2m2!1d139.961729!2d35.308304!3m4!1m2!1d139.8698026!2d35.2154421!3s0x60180ff402a03f53:0xdbdf784be8498940!3m4!1m2!1d139.8231026!2d35.1935548!3s0x601810781112d0bd:0x27c1dc3d0b2a1a5e!1m5!1m1!1s0x60181b26e686b0ef:0xc258c596637b9320!2m2!1d139.8408694!2d35.160391!3e0

-Primera canción: https://www.youtube.com/watch?v=NxJCpgS5ez4
-Segunda canción: https://www.youtube.com/watch?v=y_Qpekbr0Hk
-Tercera canción: https://www.youtube.com/watch?v=p_iReansmtc


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