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Entre aullidos y bestias. por reinadescalza

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Notas del capitulo:

Hola a todooos!!

3...2...1...¡ Capítulo!

 No se equivocaba cuando pensó que tener a Bellatrix y a Lucius en la casa sería un problema. Sus teorías se afirmaron esa misma noche a la hora de la cena.
 
En el gran comedor del salón se encontraban  los señores Snape junto a sus tres hijos, disfrutando de los deliciosos manjares que la cocinera había preparado en honor a la llegada de la hija mayor, claramente por orden de la señora Snape. Sin embargo, mientras Bellatrix les contaba a sus padres lo “maravilloso” que había sido su viaje, Severus prefería remover lentamente su comida con el tenedor; sobraba decir que esa noche no tenía nada de hambre. 
 
 
Remus notó la inconformidad de su amo y no perdió el tiempo en acercarse a él y, preocupándose de que los padres no le vieran, sentarse al lado de su silla y posar una pata en su pierna. El joven alzó la mirada de su plato y la posó en du adorado lobo, una sonrisa se formó en su rostro casi de inmediato. Le acarició las orejas y, disimuladamente, cogió un trozo de su filete y se lo dio a Remus. Basta decir que el animal quedó encantado y dejó que su amo le siguiera mimando con caricias mientras que a Narcisa, la niña rubia y tierna que era la hermana menor de Snape, “accidentalmente” se le caía algún que otro trocito de  carne al suelo, cosa que Remus no desaprovechó. Sí, definitivamente la niña era la segunda persona favorita del lobo.
 
- No sabía que ahora le dais las sobras al chucho- como siempre, Bellatrix tuvo que fastidiar el momento.
 
- ¿Pero qué? - la madre saltó nada más ver al lobo- Narcisa, te he dicho mil veces que no tires tu comida… ¡ y menos si es para eso!
 
- ¿Y qué esperas si Remus no ha cenado? - salió a la defensiva Severus. – No pasa nada porque coma algo decente de vez en cuando.
 
- ¿Decente? Si ya le basta con su propia comida, sino se pondrá más gordo de lo que está- Bellatrix seguía metiendo cizaña en la conversación.
 
- Para gordo estará tu perro que hasta se ha comido la cena de Remus.
 
- No es culpa de Lucius que tu chucho sea un inútil hasta para defender lo suyo.
 
Esas palabras hirieron profundamente el orgullo del lobo y fijó la mirada en, lo que hasta el momento, había tratado de ignorar. Lucius se encontraba en el otro lado de la mesa, junto a dos platos para cánidos vacíos, el muy maldito se había comido su cena en un pestañeo y todo porque todavía seguía “indignado” ante la negación de Remus para compartir la cama. No es que Lucius estuviera con kilos de más, pero debajo de todo ese pelaje albino había unos buenos músculos tonificados, por no decir que era un poco más grande que el propio Remus. En definitiva, luchar por la comida no habría sido una buena idea por dos razones: la primera, podría salir malherido y , la segunda, si los señores Snape se enteraban de que  había dañado al preciado perro de su hijita, lo echarían de casa.
 
- “Que mierda de vida”-fue el pensamiento que Remus no pudo reprimir.
 
- ¡ No es culpa de Remus!- ya harto de su hermana, Severus se levantó de la silla provocando un sonoro ruido- Si tú no…
 
- ¡ Ya es suficiente, Severus!- su padre, por primera vez, habló serio y conciso.- No quiero escuchar más  tonterías por un maldito animal. Si no eres capaz de comportarte adecuadamente mientras tu hermana está de visita, será mejor que te vayas. Ya hablaremos más tarde en mi despacho.
 
Ante las duras palabras del hombre, Remus se sintió pequeño y se alejó un poco de la mesa con el rabo entre las piernas y las orejas encogidas. En cambio, Severus le sostuvo la mirada a su padre. En ese momento tenía ganas de soltar tantas cosas, tantas verdades dolorosas, pero simplemente se marchó sin despedirse de nadie, no quería provocar algo que seguramente haría llorar a Narcisa, la única persona en esa casa que no era una vil rata. 
 
 
Remus siguió a su amo escaleras arriba hasta llegar a su cuarto y una vez que ambos ya estaban en la habitación, Severus cerró la puerta para tirarse en la cama y mirar al techo. Remus se subió a la cama y comenzó a lamer la cara de su amo, se sentía su tristeza a kilómetros.
 
Severus le dedicó una débil sonrisa y,  mientras  le acariciaba la cabeza, comenzó a hablar:
 
- Estoy harto de esta familia, Remus- le confesó al lobo- Tanta hipocresía no va conmigo. Mi hermana es una hiena carroñera que solo se pasa por aquí por el dinero, mi madre es una arpía que sólo se centra en sus propios intereses y que, de vez en cuando, me mira de una forma tan extraña… que parece que me odia, Remus, me odia de verdad y lo peor es que no sé ni por qué. En cuanto a mi padre, de pequeño le admiraba y tenía respeto, pero ahora no sé ni qué pensar de él. Siento que a medida que crezco, cuadro menos en esta familia.
 
- Ya somos dos- dijo el lobo, pero claramente el humano no lo entendió.
 
- Menos mal que os tengo a Narcisa y a ti- el chico se abrazó a su mejor amigo y Remus le volvió a lamer, dándole su apoyo- Con vosotros sí que me siento en una auténtica familia.
 
- Yo también te considero mi familia- y, de nuevo, las palabras de Remus fueron incomprensibles para el oído de Severus.
 
Severus estuvo acariciando a su mascota durante unos minutos llenos de paz, pero esa tranquilidad se esfumó cuando una voz chillona e irritante se escuchó con el estruendo de la puerta al ser abierta con fuerza.
 
- Niño, mi padre te espera en su despacho- Bellatrix le miraba con superioridad.
 
Severus le dedicó una mirada asesina y se levantó de la cama seguido de Remus. Bellatrix se fue y el chico caminó hacia el despacho de su padre, preparándose mentalmente para la riña que iba a recibir por parte de su progenitor. Cuando llegaron, el señor Snape estaba de pie junto a la puerta. Hizo pasar a su hijo, pero le cerró la puerta en las narices al lobo, quién tuvo ganas de hacer un puchero de indignación. Vaya educación…
 
- Eres importante Remus, pero no tanto.
 
Genial, lo que faltaba.
 
- No recuerdo haber pedido tu opinión.
 
- ¿Ya te pones a la defensiva? - Lucius se acercó al lobo, quién evitó totalmente su cercanía.
 
- Déjame en paz, eres el último perro con el que querría hablar ahora mismo.
 
Remus caminó por todo el pasillo seguido, para su desgracia, por el perro albino que parecía no perderlo de vista ni un minuto. Ambos bajaron las escaleras y llegaron al salón. En cualquier otra circunstancia, Remus se habría ido a dormir a su preciada cama cerca de la ventana, pero al recordar que ahora le pertenecía a Lucius, no podía sentir nada más que impotencia mal contenida.
 
- La oferta de antes sigue en pie- le recordó el perro.
 
- Y la respuesta también- le devolvió la jugada Remus.
 
Con la cabeza bien alta, Remus caminó hasta la chimenea (que se encontraba encendida) y se tumbó en la alfombra. Escuchó los pasos de Lucius alejarse y una pequeña sonrisa se formó en su rostro, al parecer el chucho ya lo había entendido. Sin embargo, cuando volvió a escuchar las pisadas del albino, el lobo quiso pegarse un tiro, una lástima que no tuviese dedos para hacerlo.
 
Sus ojos se abrieron cuando, ante él, vio un apetitoso filete. Confuso, dirigió su mirada a Lucius, quién le dedicaba una extraña sonrisa.
 
- Come, debes estar hambriento.
 
Y tanto que estaba hambriento, no había cenado y todo por culpa del mismo individuo que ahora le alimentaba. Remus quiso soltar más de una palabra en contra del comportamiento del perro, pero tenía tanta hambre que, con tan solo oler el sabroso aroma de la carne, se le hacía la boca agua. Así que no perdió el tiempo en malgastar saliva y comenzó a comer. Estaba tan concentrado que no sintió la mirada de satisfacción que le dedicaba el otro. Lucius estaba encantado de ver cómo el lobo había cedido a algo procedente de él. Silenciosamente se acercó al lobo, quería oler de nuevo el olor tan suave que siempre había desprendido: una mezcla de miel y flores, su favorita. Pero su ceño se frunció al detectar otro aroma procedente de Remus, un aroma que no era suyo, sino de otro animal, un perro. Un perro que no era él.
 
Lucius sintió ganas de lanzarse sobre el lobo y morderle, sentía mucha rabia en ese momento. Pero trató de tranquilizarse y evitó que cualquier gruñido saliera de su boca, no podía alertar a su presa. Le echó una ojeada a Remus, todavía seguía disfrutando de su cena. Perfecto.
Con cautela se puso encima del otro y, cuando vio que el lobo seguía concentrado en su comida, lo aprisionó provocando un pequeño ruidito de sorpresa por su parte. Remus no era consciente de lo que sucedía, por esa razón saber que Lucius le estaba aplastaba entre su cuerpo y el suelo no lo tranquilizó.
 
- ¡Lucius!- el lobo trató de liberarse- ¿ Pero qué haces?
 
El perro no respondió y se dedicó a restregar todo su cuerpo contra el otro. El maldito aroma intruso tenía que desaparecer. Cuando Remus le gruñó, el albino le mostró los dientes y le gruñó con más intensidad, advirtiéndole de que, si no se doblegaba, las cosas acabarían mal. Remus cerró el hocico y se mantuvo quieto, no lo admitiría jamás, pero estaba asustado. El perro terminó de dejar su olor impregnado en el lobo y, sólo así, se tranquilizó para tumbarse encima de otro y darle leves lamidas de cariño. Un cariño que no sintió Remus para nada, es más, estaba sorprendido por la reacción de otro; jamás había actuado así, jamás.
 
Bastó que Remus sintiese a Lucius relajarse para poder escapar. Lucius no trató de retenerlo y, mientras veía  al asustado lobo subir las escaleras, una sonrisa lobuna asomó en las comisuras de sus labios. Había lanzado un aviso, ese lobo era suyo.
 
 
Remus subió las escaleras sin mirar atrás, estaba confundido y asustado. No sabía lo que había pasado en el salón, ni tampoco se iba a quedar para averiguarlo, pero de lo que estaba seguro es que no volvería a acercarse a Lucius. Ese maldito Husky estaba loco.
 
Cuando entró en a habitación de Severus se sintió a salvo, aunque unos sollozos le alarmaron y, al ver a Severus sentado en su cama y con las manos tapándose el rostro, sintió la angustia recorrer su cuerpo. Rápidamente se acerco a su amo y se puso de pie para poder apoyar las patas delanteras en las piernas del chico. Su llanto le desesperaba.
 
- Amo, ¿qué te pasa?
 
Severus se quitó las manos del rostro al notar a su amigo, entonces Remus se quedó sin habla. Severus tenía una mano marcada en la mejilla, su padre le había pegado.
 

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