Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sweet Sixteen (Yuri on Ice- Otayuri) por Korosensei86

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Después de su monumental pelea con Otabek, Yuri necesita hablar con alguien para aclarar sus sentimientos...

Yuri sentía como el aire que inhalaba con hambrientas bocanadas le quemaba la garganta. No había ninguna razón real para correr: Otabek y aquella fiesta de cumpleaños no requerida habían quedado muy atrás. Si no fuera por su conocimiento de la ciudad y por encontrarse en el corazón mismo de su centro turístico, Yuri ya habría perdido la cuenta de sus pasos. No, no tenía sentido huir, sobre todo porque aquello que tanto te aterra está dentro de ti.


Poco a poco y percatándose de lo estúpido de su carrera, Yuri fue disminuyendo el ritmo hasta acomodarse al ritmo de una caminata normal. Por desgracia, esa vuelta aparente a la normalidad, hizo que se fijara con mayor nitidez en la cara de la gente. Aquellas máscaras difuminadas, aquellos personajes secundarios en los que antes no se había preocupado en reparar, ahora parecían escrudiñarle como el más fiero de los escáneres. Todos aquellos desconocidos parecían saber lo que había hecho y lo bajo que habían sido sus actos. Durante los largos minutos que duró su paseo, Yuri Plisetsky vio su propia culpa reflejada en cada par de ojos aleatorios con lo que se encontraba.


Se acabó”, pensó, “Lo he estropeado todo”.


A lo largo de todos sus escasos pero largos años de vida, Yuri nunca pensó de una forma concienzuda en sus relaciones con los otros. Su madre no estaba, su abuelo sí estaba y lo quería y cuidaba, los demás eran sus rivales, meros estorbos para conseguir lo que siempre le habían dicho que debía desear conseguir: por su “enorme talento”, por ser hijo de quién era...


Nunca supo que quería un amigo, hasta que Otabek apareció ante él como caído del cielo, como un personaje de relleno introducido en una serie que lleva demasiados capítulos iniciada, un simple añadido casual en su mundo; y simplemente lanzó la idea. ¿Que ese tipo tan callado y cool lo conocía? ¿Que entrenaron juntos ballet cuando eran pequeños? No lo recordaba. ¿Cómo podría hacerlo cuando lo único en lo que pensaba por entonces era en ser el mejor? Porque así su abuelo estaría orgulloso, porque así tal vez mamá sólo... estaría.


Y sin embargo, ahora aparecía con la claridad de una bombilla que se enciende en plena oscuridad. Nunca sospechó que sus sentimientos corromperían esa luz tan bienvenida como inesperada, ni cuanto le dolería que esta se apagara. Pero eso es lo que parecía cada vez que intentaba reorganizar los acontecimientos de aquel fatídico aniversario en su memoria: lo había estropeado todo. Era obvio que lo que Otabek le hacía sentir no era lo que se siente normalmente por un amigo. No podía ampararse en el hecho de que nunca antes había tenido amigos, no era tan estúpido, y más cuando había respondido tan bien a su beso accidental y caótico. Pero ya era demasiado tarde para admitirlo: le había gritado, se había puesto celoso de forma estúpida y cuando había sido el momento de dar un paso adelante y aclararse, simplemente había echado a correr como el gran desastre con patas que era. Ya no podía volver junto con el resto, no después de su espectáculo. Sería demasiado patético.


Sintió como la presión en su pecho creció, mientras nuevas lágrimas de un cáliz mucho más denso y gris que las anteriores amenazaban con anegarle por dentro. Yuri se veía a sí mismo como un ser pequeño y desprotegido, como un pajarillo al que echan del nido antes de haber mudado del todo el plumón. El vacío que se cernía ante él era demasiado como para poder franquearlo sin ayuda. Por mucho que le flagelase el orgullo reconocerlo necesitaba a alguien que le hiciera sentir amada y reconocido de nuevo. Después de su épica y vergonzosa pelea con su abuelo, sólo había una persona en todo el planeta que podía llevar a cabo esa tarea. Con el corazón agitado por la idea de que en realidad no tenía derecho a hacer esa llamada, deslizó su tembloroso pulgar por la lista de contactos. Le sorprendió cuando el otro número le dio tono:


Mosh mosh —contestó una farragosa voz femenina al otro lado de la línea— Eto nanji datte... (esto, ¿Qué hora es?)


—Hola, Yuuko —saludó Yuri torpemente.


—¿Yuri-chan? —preguntó extrañada antes de susurrarle a alguien— Chotto matte, anata... (espera, querido)


Tras una breve sucesión de sonidos metálicos y deslizamientos de sábanas que atestiguaban su cambio de estancia, Yuuko Nishigori volvió a hablar:


—Cielo, ¿Qué ocurre? —le susurró en un tono alarmado— ¿Sabes qué hora es?


Al escuchar aquella pregunta, Yuri casi sintió ganas de abofetearse. En su urgencia por encontrar un hombro sobre el que llorar, había olvidado el gran detalle de la diferencia horaria.


—Yo..., tartamudeó, lo siento... No debería haber llamado.


—Cielo —le llamó aquella dulce mujer oriental— Ha ocurrido algo, ¿verdad?


El joven patinador ruso se vio noqueado por el diagnóstico tan veloz y certero de su amiga. Se quedó en franco silencio, esperando a recomponerse del golpe.


—¡Un momento! ¿No era el día de tu cumpleaños? ¡Cariño, felicidades! —exclamó ella aún controlando el volumen de su voz.


Ante una amabilidad tan pura y sincera, Yuri volvió a sentir como todos los cimientos de su armadura se zarandeaban como un edificio en pleno terremoto.


—Gra...gracias —volvió a tartamudear con un nudo en la garganta.


—Oh —afirmó ella— Sí que ha ocurrido algo. Te estás aguantando el llorar, ¿verdad? Te lo noto en la voz...


—¡No! —bramó inútilmente Yuri— Yo...


Y aquella marea de su interior volvió a alzarse dentro de él, amenazando con ahogarlo de sí mismo. Rompió a llorar.


—No pasa nada, amor —le susurró con dulzura—. Todos necesitamos llorar de vez en cuando. Te prometo que no se lo diré a nadie. Dime, ¿Qué te ha pasado?


—¡La culpa de todo la tiene Otabek! —acusó entre moqueos.


No era cierto: la culpa de todo la tenía él, pero no quería que Yuuko pensara que era un imbécil.


—Iba a venir a verme por mi cumpleaños y todo iba a ser genial. Pero entonces me besó —continuó Yuri tranquilizándose poco a poco, poniendo progresivamente orden en sus propios pensamientos.


—¡¡TE BESÓ!! —exclamó Yuuko, dominada por su faceta de mujer japonesa cotilla, para después volver a susurrar— Ah, gomen! (¡Perdón!)


—Sí, me besó —le confirmó Yuri avergonzado de tener que explicar aquello en voz alta.


—¡No me lo puedo creer! —dijo Yuuko sin disimular su entusiasmo— No pensé que se atrevería tan pronto... ¿Y no te gustó o...?


—Bueeeeenoooo —explicó Yuri cada vez más incómodo—, La verdad es que sí me gustó.


Yuuko reprimió un gritito de euforia para después aclararse la voz.


—Pero eso es bueno, ¿no? —preguntó.


—No lo sé —se sinceró Yuri— Justo después apareció mi abuelo y se enfadó con él, así que nos fuimos.


—Menuda escena de dorama  —rió Yuuko— ¿Y qué pasó después?


—Otabek empezó a pasar de mí. Se ha pegado todo el día así, pasando de mí. Era más fácil cuando sólo nos veíamos por ordenador. Yo sólo quería estar con él, pero él va y me monta una fiesta sorpresa con gente, como si no quisiera estar conmigo. Y, entonces, me enfado con él, va y me suelta que...que..


—Sí? —insistió Yuuko sin poder aguantarse la intriga...


—Que me quería y que siempre había estado enamorado de mí, terminó soltando Yuri como quién se arranca una tirita de cuajo para evitar sentir el dolor.


—¡Oh, la juventud! —exclamó la japonesa visiblemente deleitada con la situación.


—No sé a qué te refieres con eso de la maldita juventud —escupió Yuri molesto, Yo lo estoy pasando fatal, ¿sabes?


—Perdona, cielo —se disculpó ella— ¿Y cómo te han sentado todos esos sentimientos? Mejor dicho, ¿qué sientes tú al respecto?


—Yuri tomó aire antes de enfrentarse a la gran revelación.


—No lo sé —admitió con la voz aún temblorosa— Tengo miedo...


—¿Miedo de qué? —prosiguió Yuuk—, ¿De que Otabek se haya enamorado de ti? ¿O de lo que sientes tú por él?


—No lo sé —continuó Yuri— Últimamente estoy muy raro. No sé qué me pasa. Creo que de las dos.


—Bueno —repuso Yuuko—, La solución es fácil. Intenta imaginarte en un mundo sin Otabek y luego, en un mundo donde Otabek y tú estéis saliendo y entonces dime qué te da más miedo.


Ante la perspectiva de vivir sin Otabek, Yuri pudo ver cómo el suelo bajo sus pies, ya de por sí inestable, se fragmentaba irremediablemente en miles de frágiles pedazos. En plena caída, no pudo respirar.


—Yuri, corazón —se dirigió Yuuko como observadora compasiva de su tormenta interior—. No le conozco mucho pero, ¿Verdad que Otabek no es una persona muy sociable?


—No —respondió Yuri—. Creo que yo también soy su único amigo.


—¿Se lleva bien con los otros patinadores de la fiesta? —insistió Yuuko


—Pues, no sé —reflexionó el joven ruso—.creo que en las competiciones sólo habla conmigo.


—Mira, cariño —le explicó—, Me estás diciendo que él hizo un esfuerzo increíble por ponerse en contacto con gente que apenas conoce y con las que lo único que tiene en común es que ellos también te conocen a ti. No lo hizo por él o porque quisiera pasar menos tiempo contigo. Al revés, lo hizo pensando en ti, porque quería darte una sorpresa. Sé que no he estado mucho tiempo con él, pero te quiere de verdad. Hay algo en la forma en que te mira que me dice que eso es así.


Yuri volvió a tragar saliva en un vano intento de deshacerse de ese nudo en la garganta que llevaba todo el tiempo agobiándole. El eco de las palabras de Otabek en su cabeza no se lo pusieron fácil:


Porque soy tan estúpido que solo quiero hacerte feliz, aunque, al parecer no tengo ni puñetera idea de cómo hacerlo.


—Deja que esta señorona casada y con tres hijas te cuente un pequeño cuento del pasado, le pidió Yuuko, Hace años yo también tenía un amigo. Era un chico algo más joven que yo, amable y muy tierno, con un gran talento para el patinaje y el baile. También era muy inseguro y tontorrón, como si se empeñara en no ver lo especial que era en realidad, pero incluso eso hacía que tuvieras más ganas de cuidar de él. Habíamos sido amigos desde que éramos unos críos y yo, de pronto, me di cuenta de que lo que sentía por él, ya no era amistad o familiaridad, si no algo más. Pero entonces, me pasó igual que a ti. Me asusté y preferí hacer como que no pasaba nada, volver a que todo fuera como antes. Poco tiempo después, este chico se fue a entrenar a otro país, muy lejos de mí, para cumplir su sueño de ser un campeón, y yo nunca tuve el valor de declararme.


—Un momento, la interrumpió Yuri, ¿No estarás hablando del cerdo?


Por fortuna, la señora Nishigori lo ignoró totalmente.


—No me malinterpretes. Takeshi es genial. Hace que me sienta querida y protegida y gracias a él tengo a mis tres pequeños demonios, pero, incluso, ahora, con mi vida de adulto ya organizada, a veces me preguntó qué hubiera pasado si me hubiera atrevido a decirle a Yuuri lo que sentía.


—¡Joder! —exclamó Yuri— ¡Que sí estás hablando de él!


—A ver, no te me desvíes del tema —exigió Yuuko—. Lo importante aquí es que no quiero que tú también vivas con ese arrepentimiento, y más aún cuando sabes que él te corresponde. ¡Así que sal corriendo a buscarle y cuéntale lo que sientes! Yo por mi parte, voy a intentar dormir un poco antes de que las trillizas se levanten.


—Yuuko —se disculpó Yuri— Lo siento, yo...


—¡Deja de sentirlo y ve a buscarle! —le ordenó— La primicia de tu primer beso es más que suficiente para compensármelo todo.


—Dijiste que no se lo contarías a nadie —le recordó Yuri con las mejillas ardiéndole de pudor.


—Que no, tonto —le apresuró ella— ¡Ve a por él ahora mismo! ¡Ánimo!


Cuando oyó el sonido del teléfono desconectándose, Yuri levantó la vista hacia el horizonte con el sincero desconcierto de alguien que acaba de cruzar de otro mundo. Con una sincronización casi perfecta y de la misma forma casi demasiado perfecta y forzada, vio a Otabek, corriendo, aparecer ante él. Tenía el semblante enrojecido de quién ha realizado un esfuerzo físico que no sospechaba y un tinte de terror enturbiaba sus ojos oscuros. Todo eso cambió en cuanto sus miradas se cruzaron: donde antes había crispación ahora había alivio.


—¡Yuri! —le llamó mientras se acercaba corriendo— ¡Menos mal que te encuentro! ¡Te he buscado por todas partes! ¿Estás bien?


Otabek amarró los dos brazos de Yuri con las manos como si quisiera abrazarle pero no terminara de atreverse. Al ver su expresión de genuina preocupación dibujarse en el rostro normalmente ópaco del kazajo, algo en el joven ruso se conmovió. Volvió a enrojecerse.


—Sí, estoy bien —respondió—. En cuanto a lo de antes, lo siento...


—No —le interrumpió Otabek soltándole y dejándole más espacio—, No debes disculparte. Yo te presioné. Es lógico que reaccionaras así.


Yuri decidió mirar a los ojos al que hasta ese día había sido su único amigo, por mucho le pesase la nuca y fuera demasiado tentador mirar hacia abajo. Tenía que tomar fuerzas de flaqueza, pues era el momento de la verdad.


—Sobre lo que dijiste, comenzó a hablar titubeante, Hay algo que quiero comentarte...


El semblante de Otabek volvió a ser serio, pero esta vez se trataba de una seriedad vulnerable.


—Muy bien —le concedió Otabek—, Te escuchó.


Yuri volvió a tragar saliva por enésima vez aquella tarde. El nudo en la garganta se empeñaba en quedarse, pero, a pesar de ello, debía hablar.


—Verás yo...


-¡¡OH, DIOS MÍO!! —chilló una histriónica voz femenina— ¡¡¿¿ESE NO ES YURI PLISETSKY??!!


Yuri se giró a su izquierda para comprobar, aterrorizado, de que aquel desagradable sonido, provenía de una jovencita con una diadema blanca de orejitas de gato en la cabeza. Una vez más, las Yuri Angels no cejaban en su empeño de perseguir a su presa, cual tenaz leopardo tras la indefensa gacela.


—¡¡YURIIII, HAZTE UNA FOTO CONMIGOOOO!! —gritó una joven morena que sabía correr excepcionalmente bien a pesar de su desacertado calzado.


—¡¡YURIII, TE QUIEROOOOO!! —exclamaron varias chicas al unísono totalmente convencidas de que sabían lo que eso significaba.


En cuestión de segundos, Yuri se vio rodeado por una horda de seguidoras hambrientas, a las que se unieron unos cuantos curiosos casuales, mientras la mano de Otabek, que intentaba en vano alcanzarle, se perdía en aquel turbulento océano humano. Yuri nunca detestó más a sus fans como en aquel momento.

Notas finales:

Primera tontería que aclarar antes de nada: Cuando Yuuko dice "mosh, mosh", obviamente, es "moshi, moshi", pero como está dormida, lo dice deprisa y se traga las is. No lo he escrito mal XD

 

En fin, espero que no le tengan rencor a las Yuri Angels: no saben lo que han hecho. 

¡Muchas gracias a toda la gente que lee y comenta! ¡Nos vemos la semana que viene!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).