Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tigre de Bengala por RyuStark

[Reviews - 200]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola bebés! <3

Dios, estoy tan feliz de actualizar. Tanto que la alegría no me cabe en el pecho. Y es que no me esperaba que a tanta gente le llamara la atención esta historia rara…y ugh, los amo. <3 Gracias por su apoyo y buenos deseos en serio.

Por cierto, aprovechando quería decirles que los capítulos serán de medianos a laaaaaargos, espero a nadie le moleste.

Y dejando eso, seguimos con la historia. ¿Recuerdan que les dije que esto es fluff? Pues lo es, pero presten atención a los pequeños detalles ¿Sí? Los dejo con extrañas revelaciones, amor intenso y un poco de humor estúpido. Que lo disfruten.

Nunca, y cuando digo nunca es nunca, había conocido a alguien tan raro como Aomine. Seré totalmente sincero, el tipo es un demente con apariencia de jefe de la mafia. Se oculta tras esos trajes caros hecho a la medida de Dior, Chanel o una mierda así, un Rolex de oro y zapatos lustrados de esos que solo se ven en pasarelas y que sabes nunca tendrás.

¿Y ya mencione que el tipo conduce un jodido Alfa Romeo deportivo del año? Auto que ocupa para trabajar como si fuera lo más normal del mundo. Porque mientras los demás usan patrullas o autos discretos, él tiene que utilizar el maldito auto de James Bond, al cual al ponerle una pequeña sirena portátil encima se convierte en patrulla —según él—.¿Qué cree que es esto? ¿Dubái?

Lo que me deja pensandoen que: En la estación de Too pagan muy bien o Aomine Daiki es el mayor líder de distribución de droga en Japón. Bien, tal vez exagero. Pero mi punto es, que siempre va por la vida dando la apariencia de hombre exitoso, maduro y respetuoso, cuando en realidad es un salvaje atrapado en el cuerpo de un hombre de treinta y dos años.

¿Qué cómo lo sé? Fácil. He visto lo que hay dentro de él.

Cuando se quita esos trajes caros es como si fuera alguien distinto, alguien…extraordinario. Mal hablado, gruñón, terco, rudo, egoísta, irrespetuoso y un maldito burlón de primera; pero también un hombre que se ríe adorable por las cosas más simples.

Un hombre que se ahoga con la comida por comer a prisa cuando tiene mucha hambre, que ronca y se babea al quedarse dormido en el sillón al ver una película que le aburre. Ugh, uno que me avienta contra los estantes de comida en pleno supermercado; y ni hablar de cómo ama joderme, molestarme y sobre todo hacerme odiarlo, porque sabe que entre más lo odio, más me gusta.

Porque Aomine Daiki es justo como yo. Tan diferente, pero al mismo tiempo idéntico. Ambos estamos atrapados en un cuerpo, en una ciudad y en un mundo al que no pertenecemos, y estamos por todos los medios intentando liberarnos el uno al otro.

Aomine Daiki es mi todo.

Porque aunque mi mente y mi vida estén jodidas—porque lo están— Él es para mí la razón de todo. Mierda horrible, lo sé, patético, cursi. Pero es verdad. Mi vida ha sido un asco desde que tengo memoria, pero cuando estoy con Aomine sé que por fin encontré lo que más he anhelado con mil vidas diferentes.

Bien, mil tal vez sea mucho, así que dejémoslo en novecientas noventa y nueve.

Una vez más perdido en mis pensamientos parpadeo frente al espejo del baño, el cual sigue un poco empañado por la ducha rápida que tome después de hacer ejercicio. ¿Qué estaba haciendo? Maldigo a mi confusa mente, a la vez que intento acomodar mi estúpido y rebelde cabello en un intento por no lucir como que me acaba de explotar la estufa, pero es inútil.

Mi cabello no quiere cooperar, así que después de un par de cepillazos y revolturas queda tal como el principio. No quiero verme demasiado casual, pero tampoco muy formal. Mierda, ¿Y si me invita a jugar un partido? Claro que no Kagami, después de todo Daiki tiene trabajo y no va cargando un balón bajo el brazo cada que nos vemos.

Luzco bien, seguro que ese pervertido de Aomine se pone duro apenas me vea. Sonrío ante eso porque sé cómo me mira. Poco le falta para babear. No que me importe, él también es bastante guapo y lo peor es que lo sabe y jamás duda en utilizarlo en mi contra para manipularme. Carajo, quiero besarlo por ser un imbécil.

¡Agh! Pensé algo vergonzoso de nuevo. Me cubro el rostro apenado por mis tontas ideas. ¡Todo es su culpa por hacerme sentir especial y la mierda!

—Kagami-kun, ¿Todo está bien?

Salgo de mis ensoñaciones al ver en el reflejo del espejo, que Kuroko ha entrado y me observa curioso recargado en el marco de la puerta.—Todo bien.

—¿Hoy verás a Aomine-kun?

Mi estúpido corazón comienza a latir abrumado en cariño y emoción por solo escuchar su nombre, aunque intento no lucir sorprendido. Pero como siempre el astuto de Kuroko me lee tan bien. Juro que este tipo debe tener poderes o algo así. — ¿Tal vez?

—Eso es un sí. Bueno pues que te vaya bien. Por ahora me iré con mi grupo de estudio y si no salgo tan tarde vendré a verte.

—No soy un bebé ‘mamá’, deja de preocuparte por mí que estaré bien.—Kuroko me mira impasible con sus inexpresivos ojos de cielo, simplemente negando. Aquí vamos.

—Vendré rápido y me iré aún más veloz ‘mi enorme bebé’. —El muy cabrón me lo dice con un tonito burlón que me hace gruñir.

—¡Kuroko idiota! Ya te dije que no es necesario. Además…¿Qué tal si Aomine está aquí huh?

—¿Lo estará? ¿Lo invitarás a quedarse la noche? Cuán atrevido es Kagami-kun.

Y eso me lo dice porque —quizás— no le he contado que hace dos semanas sí que invite a Aomine a pasar la noche, después de besarme con él y casi coger en plena entrada. Cosa que seguirá siendo un secreto si quiero seguir vivo y no morir de tantas preguntas por parte de mi mejor y muy metiche amigo. —Bueno pues…podría ser.

—Bien, bien, no quiero arruinar la noche candente de Kagami-kun, así que vendré lo doble de rápido. Y Kagami-kun, no olvides tus medicamentos.

Ruedo los malditos ojos por su trato de cuidador de niñatos, mientras Kuroko sonríe diminuta, casi imperceptible antes de darme unas palmaditas, como si fuera un vil perro y luego pasarme un par de pastillas que me meto a la boca y finjo tragarme.

—Ábrela.

—¿Estás jodiéndome? ¿Es en serio?

—Kagami-kun…

Kuroko me da una mirada filosa, que no me deja más que abrir la boca y sacar la lengua. —¿Contento?—Como siempre me turba con su silencio por un minuto, hasta que sonríe y se va en definitivo.

Una vez que compruebo que la puerta de la entrada se cierra no dudo en escupir las dos pastillas que ocultaba bajo mi lengua al lavadero, para luego sacar de mi escondite una enorme bolsa de plástico con cierre y agregarlas al resto, agitándolas y viendo lo pesada que ya está.

Mierda si alguien viera esto pensaría que soy un maldito traficante de anfetaminas.

Aunque dejando eso de lado tengo hambre, pero más me preocupa lo tarde que ya voy. Tanto que de inmediato guardo la bolsa, me coloco algo de loción, una chaqueta y listo. 

Respiro hondo porque estoy por enfrentarme a mi peor miedo, a mi propia mente en el mundo exterior. Y aunque me aterra, con tal de ver a Aomine haría eso y más.  Oh sí, puedo ser muchas cosas, ¡Pero jamás un cobarde!

Salgo a pasos seguros del edificio donde vivo, recibiendo miradas curiosas de todos cuántos me ven. Supongo que para ser mitad japonés luzco algo grande. Sí, debe ser eso. El Dr. Midorima dijo que no siempre puedo pensar cosas negativas.

Avanzo a prisa rumbo al parque donde quede de verme con Aomine, comenzando a sentirme bastante feliz y emocionado, pero también muy nervioso y ansioso. Lo veré, lo veré, por fin lo veré. Mierda me va a dar un ataque o algo así. ¡Control carajo, que no tienes quince años!

Agito la cabeza intentando despejar pensamientos, mirando que ya he llegado al lugar acordado. Corro torpemente en su búsqueda, notando que nuestra banca sigue vacía y en su lugar los faros del parque comienzan a encenderse ya que el sol se ha terminado de ocultar.

Aun no llega Aomine.

Me siento para esperarlo y respirar hondo en un intento por aclarar todo en mi cabeza. Respira, luce natural, no quieres asustarlo. No a él. No a Aomine. No a tu única oportunidad de tener una vida normal y de ser feliz. No al único hombre que no te ha visto como un bicho raro. Lo has hecho bien hasta ahora, no lo jodas. Daiki…

—¿Soñando despierto Bakagami?

Elevo la mirada, sonriendo como un estúpido enamorado al ver a Aomine frente a mí, luciendo mortalmente atractivo, con un impecable traje negro de tres piezas, más un precioso abrigo del mismo tono. Inclusive está bien peinado y hasta aquí me llega el rico aroma a su loción de madera y ámbar.

Mi guapo y coqueto novio se sienta junto a mí, aprovechando para darme un beso rápido sin siquiera dejarme reaccionar.

—¿A quién le dices Bakagami, Ahomine?

—Ya te dije que no puedes ofender a un oficial de la ley, podría arrestarte sabes.

—Inténtalo si puedes. Ambos nos sonreímos mientras él me pasa un café y una bolsa que contiene un par de donas que miro con ojos brillantes. —Llegas tarde.

—Traje café y donas de disculpa.

—Eso es tan cliché de policías.Se nos escapan un par de risitas mientras yo me meto un par de donas a la boca para morderlas, disfrutando el glaseado crujiente derretirse en mi boca al igual que el relleno de frambuesa.

—Sabía que debí haber comprado la caja de veinte y seguro que ni con esas te llenas.

Le doy un golpe en el brazo, que le saca una mueca socarrona y que me hace avergonzar. —Soy un tipo grande, así que como en grande.

—Cariño, yo soy un tipo grande y no me puedo comer ni la mitad de lo que tú sueles comerte.

—Por eso eres débil “cariño”. Aomine pone los ojos en blanco no sin pellizcarme las mejillas, haciéndome gruñir y darle un manotazo. —Basta tonto. Y aunque le he dicho eso, me armo de valor y me pego a él para abrázalo con demasiada fuerza, intentando quebrarle los huesos y de paso todos mis miedos.

Y pasa justo así, porque Aomine también me abraza y comienza a frotarme la espalda y a darme un par de besos en el cabello, brindándome el confort que tanto necesitaba. A veces pienso que Daiki es mágico, es como si con solo tocarme pudiera borrar toda preocupación y miedo de mí.

—Alguien me extraño, ¿No es así?

—No lo hice.Sonreímos mientras yo disfruto metiendo mi nariz tras su oreja, justo en el crecimiento de su cabello, para aspirar ese rico aroma concentrado de su loción, más la esencia natural y erótica de su cuerpo caliente.

Y justo así, mi mente se pierde entre toneladas de sensaciones que me aplastan los sentidos.

He odiado la idea de ser una carga para alguien, por lo que sé que no está bien actuar como un niñato mimado, pero con Aomine es con la única persona con la que aun sintiéndome vulnerable, me siento tan a gusto. —Te ves bien hoy Daiki.

—No te acostumbres chico lindo. Tuve que dar una plática a nuevos reclutas y supuestamente tengo que lucir como un ejemplo a seguir.

—Si supieran la mala influencia que realmente eres. —De nuevo las sonrisas se desatan mientras yo continuo abrazándolo sin intención alguna de soltarlo.

—¿Cómo te fue con tu padre ahora que vino? Me quede preocupado cuando me dijiste que se puso a gritarte.

Su voz resuena en mi cabeza, pero estoy muy ocupado siendo feliz al abrazarlo.

—Kagami mírame, ¿Pasó algo? ¿Te dijo cosas feas?

Aomine intenta llamar mi atención pero no lo consigue, y es que sinceramente no me interesa para nada hablar sobre mi padre el gruñón.

—Taiga mírame, enfócame…vamos tigre mírame.

Aomine toma mi rostro para que lo mire fijo, pero mi estúpida mente ha decidido desconectarse y no consigo enfocarme hasta que pega su frente con la mía por fin logrando captar mi atención.

—Vamos cuéntame, ¿De nuevo se comportó como un idiota?

—Supongo. Tal cual lo digo lo abrazo de nuevo y sonrío como nunca. Lo quiero tanto y quiero que todos lo sepan.

—Kagami, Kagami concéntrate bebé, solo un poco.

—Pues como siempre se puso a gritarme por cualquier tontería, no es que se malo, me golpee o una mierda así. Ya me acostumbre, no es importante. Además ya se fue así que…

—¿Qué él qué? No, no…Kagami óyeme. No está bien y ¡Claro que es importante! ¿Me oíste? Las palabras también hieren y nadie debe lastimarte, ni siquiera tu padre, carajo ni siquiera yo.

—Si eres tú quién me lastima no me importaría. Aomine sonríe complacido ante mi respuesta, sin embargo toma mi rostro y niega.

—Nadie tiene ese derecho. Ni siquiera yo. Ahora, la próxima vez que tu padre comience a comportarse como un idiota debes decírmelo ¿Sí? O mejor aún, ¿Por qué no vienes a mi casa? ¿Eso te gustaría? Ahí puedes estar un rato y cuando él se calme volverías a tu hogar, claro si quieres, sino puedes quedarte.

¿Ya mencione cuanto amo su faceta de hombre maduro y en control de la situación? ¿En serio?—Lo miro incrédulo y con emoción, ya que a un a tanto tiempo no conozco su casa.

—¡Claro que si Bakagami! ¡No es broma mocoso torpe!

—Pues, ¡Tú…tú hombre viejo!—Aomine se ríe a la vez que me pellizca la nariz haciéndome gruñir.

—Ya en serio. Kagami cuando pase algo debes llamarme. No importa si es pequeño o grande debes llamarme ¿Está claro? Así no puedas abrir un puto frasco de pepinillos o te pierdas quiero que me llames.

—No me confundas con débiles como tú ¿Quieres? Mi novio me jala las mejillas mientras yo me rio divertido por su reacción. —Bien carajo, te llamaré. Lo prometo.

—Y si no contesto o estoy ocupado solo ve a mi casa, ¿Bien?

—Ugh…bien. Eres igual que Kuroko, un maldito sobreprotector.

—Pero a diferencia de Tetsu, yo tengo dobles intenciones Kagami-chan. Tenerte en mí casa, preferentemente desnudo y listo para recibir todo mi consuelo, si sabes a lo que me refiero.

Aomine se ríe de mí al ver que todos los estúpidos colores se me suben a la cara. —Un viejo pervertido, eso es lo que eres Ahomine.

—No soy yo quién me invitó a quedarme la otra noche tierna palomita.

El desdichado que tengo por novio se ríe feliz de mis expresiones mientras yo intento ignorarlo y de paso jalarle esa estúpida perilla que tiene, haciéndolo gruñir y regresarme la travesura al jalarme una ceja. Finalmente terminamos soltándonos y riéndonos antes de levantarnos para irnos rumbo a su auto porque según él me invitará a cenar.

Aunque la idea se ve interrumpida en cuanto Daiki me sorprende al abrazarme de la nada por la espalda, para pegarme contra su pecho y de paso enterrar su nariz en mi cuello al recargar su barbilla en mi hombro. Sonrío ante sus gestos, porque aun a su edad y con su porte jamás teme demostrarme cuanto me quiere.

—Pídeme algo Kagami, lo que sea. No importa lo grande o ridículo que sea si me lo pides te lo daré. Absolutamente todo.

Sonrío en exceso complacido por sus palabras roncas contra mi piel sensible, girándome para encontrar nuestros rostros y darle un pequeño beso. —Te quiero a ti. — Daiki me da una mueca perversa que me supone calor y peligro, pero que me encanta.

—Tienes tan buen gusto.

—Sí claro, pero ¿Sabes qué más tengo? Oh sí…hambre.

—De hecho me sorprende que no me hayas pedido comida en primer lugar.

—Fue para no hacerte sentir mal Ahomine. — Daiki suelta una carcajada antes de comenzar a mordisquearme el cuello provocándome un rico escalofrío. —Basta pervertido, por aquí pasan niños.

—¿Qué tal si yo te hago un par de niños a ti?

Me lo dice coqueto y con un insinuante juego de cejas. Pero obviamente ruedo los ojos ante su estupidez, antes de empujarlo para meternos al auto y arrancar hacia un lugar desconocido. —Y ¿Ya no tienes más trabajo hoy? ¿O de nuevo estás saltándotelo por mí?

—Deberías sentirte dichoso porque me salto obligaciones para verte.

—No me sentiré dichoso cuando te quedes sin trabajo y tenga que golpearte.Aomine se bufa de mi comentario, acelerando y perdiéndonos por las callejuelas de Tokio.

—¿Te preocupa que ya no pueda comprarte todo el menú del Maji Burger Kagami-chan?

—Jódete con todo y tu estúpido Kagami-chan. Y por supuesto que no es por eso. Solo no dejes cosas importantes de lado por mi ¿Sí?

—¿Eres idiota? Espera, no contestes eso. Y déjame decirte, que no hay nada más importante para mí que tú.

Sus palabras directas, toscas y apremiantes, me hacen desviar el rostro para ocultar mi vergüenza. Sin embargo sonrío interiormente, atreviéndome a sujetar su dedo meñique sin permitirme verlo a los ojos. Eso es lo que me gusta más de Aomine, siempre tiene esa aura despreocupada y hasta simplona, pero cuando habla y te ve de frente, te hace sentir la persona más segura y especial en este mundo.

Será que la edad le ha aportado ese toque irascible y maduro a su personalidad enigmática.

—¿Recuerdas el camino hasta aquí cierto?

Regreso de mis nubes, mirando por la ventana y notando que nos encontramos en la zona rica de la ciudad,  justo frente a un enorme y estilizado edificio con preciosos ventanales de cristal y enormes balcones. —Uh, sí. ¿Qué es este lugar?

—¿Ves ese balcón con un par de calzoncillos rojos?

Me asomo, rápidamente identificándolos a lo lejos, porque nadie se atrevería a colgar nada de esa calaña ahí más que este tipo. —Déjame adivinar. Son tuyos.

—Así es, y siempre estarán ahí para guiarte. Vivo en el piso quince.

Eres un idiota, con dinero por lo visto, pero idiota.

—¿Qué te puedo decir? Supongo que muchos lo gastan con el paso de los años en sus familias o en salir de viaje. Y otros como yo lo ahorran ya que nos quedamos encerrados, sin familia y siempre trabajando. Hasta que un día llega cierto tonto con cejas raras y nos pone el mundo de cabeza.Pero ahora toma esta llave y no la pierdas. Mierda, ¿Debería ponértela en un collar y atártela al cuello?

—¡Te odio! Aomine se burla de mi­­ con su mueca toca cojones dándome una llave, mientras yo saco mi propio llavero y la meto junto a las de mi casa. —No la perderé, porque si la pierdo también las de mi departamento. ¿Feliz Ahomine?

—Extasiado. Ahora vamos, te llevaré a cenar al mejor lugar de la ciudad.

Lo miro sin comprender bajándome junto a él y siguiéndolo al edificio dónde vive, al cual entramos y subimos hasta el piso quince. Aomine no tarda en abrir la puerta y mostrarme un estilizado departamento de lujo. —Creí que iríamos a cenar.

—Sí, al mejor lugar de la ciudad…mi casa. En donde soy enemigo de la cocina, pero las llamadas al servicio a domicilio me salen exquisitas.

—No sé cómo sigues sorprendiéndome. — Daiki sonríe mientras me invita a ponerme cómodo ya que él hará un par de llamadas.

Me paseo viendo que todos los muebles y decoraciones son bastante modernos y ostentosos. Pero sin duda lo mejor es la vista de toda la ciudad. Me quedo sin aliento, pegándome al enorme ventanal de cristal para admirar las luces que se propagan hasta el horizonte. Claro, hasta que de nuevo siento como me abrazan por la cintura y se pegan a mí.

Cierro los ojos al percibir sus labios húmedos sobre mi nuca y sus manos metiéndose bajo mi camiseta arrancándome un par de suspiros. Me fascina el juego perverso de Aomine que me hace caer todas y cada una de las veces.

Tanto que me giro para toparme con él y su mirada agresiva, que me desnuda y consume como fuego puro. Y lo mejor, definitivamente son sus labios, porque apenas chocan con los míos una estremecedora corriente eléctrica me recorre el cuerpo de pies a cabeza conforme su lengua morbosa se talla deliciosacontra la mía.

Quiero coger con él demasiado y tan mal que no lo soporto. El deseo me está matando lentamente desde la primera vez que lo vi.

—¿Desesperado por mi Taiga? ¿Qué pasa? ¿No soportas el no poder tenerme dentro de ti?

Aomine me lo susurra eróticamente cruel contra los labios, a la vez que me toma de la quijada con fuerza sabiendo que tiene el maldito control. —Jódete.

—Justo eso quisieras. Niñato sucio y caliente.

Me despega brusco, no sin antes darme un beso y morderme el labio inferior dejándome perdido, desesperado y en exceso caliente. —Te odio tanto.

—No más que yo a ti.

Daiki se separa de mí con esa sonrisa burlona, yéndose a sentar al sillón para descansar y aflojarse un poco la corbata. Hijo de perra, ¡Me enerva! ¡Me fastidia! ¡Me encanta! Gruño molesto simplemente yéndome a sentar a su lado para pegarme a él y recargar mi cabeza en su hombro. —Disfrutas tanto esto ¿Cierto?

—No sabes cuánto tigre, no sabes…cuánto.

—Hmp…—Me limito a ignorarlo, si es que se le puede decir así mientras admiro el paisaje de la ciudad neón frente a mis ojos, quizás por un segundo o quizás por veinte minutos, hasta que escuchamos el timbre. Aomine se levanta como si nada y va abrir conmigo siguiéndolo.

—Mira lo que pedí para ti.

Daiki me muestra aparte de las bolsas y cajas de comida, un enorme vaso de frappé de cereza que me saca corazones en los ojos. Y el cual no dudo en arrebatarle para darle un trago sintiendo el frío congelarme la boca y hasta el cerebro. Pero sabe tan bien.

Aunque no puedo evitar sentir mis mejillas arder al ver la sonrisa en su rostro que me incrimina. —No me veas como si fuera un mocoso.

—Si tú lo dices. Ahora  a comer, ¿Qué no morías de hambre Bakagami?

—¡Claro que sí! —Simplemente lo sigo hasta la mesa dónde saca las charolas y cajas de comida con pasta, ensalada y pizza. Nos dedicamos a comer platicando y como siempre riéndonos de cualquier tontería.

Me encanta estar con él. Siempre me saca una estúpida sonrisa que no logro explicar, aparte de que me hace sentir tan jodidamente feliz. Justo como si fuéramos mejores amigos de toda la vida, pero algo más que eso, porque el coqueteo y tensión sexual siempre es claro entre ambos.

—Dame un poco…o tal vez todo.

Aomine está por quitarme mi enorme vaso de frappé, pero en un intento por impedirlo lo agarro y jalo tan fuerte que el estúpido vaso de cartón barato se revienta y todo termina cayéndome encima, avergonzándome y matando a mi novio de la risa. —¡Mira lo que hiciste!

—Eso te pasa por ser un envidioso Kagami-chan.

—Ugh…— Lo mataría de no ser porque estoy muy ocupado limpiándome, pero es obvio que el color rojo se ha quedado impregnado en mi camiseta y hasta pantalones y ni mencionar la asquerosa sensación pegajosa en mi piel. —No se quita, tendré que ducharme.

—Adelante, puedes usar el baño de mi habitación.

—¿Hah? Claro que no. —Se lo digo apenado por toda la situación.

—Solo cierra la boca y ve, porque no pienso tocarte todo pegajoso.

—Como si quisiera que me tocaras. —Lo gruño levantándome y entrando a la habitación que me indica. Miro que es elegante pero minimalista, lo más llamativo es la enorme cama con sabanas que parecieran de satín negro yrevueltas, porque seguramente salió a prisa en la mañana.

Algo dentro mío me dice que no debería estar husmeando, por lo que entro al baño y abro la regadera. Me desvisto y meto agradeciendo que el agua ya esté tibia. Me doy un baño extra rápido alegrándome al utilizar las mismas cosas que él; me agrada la idea de tener parte de su esencia en mí.

Una vez que acabo me seco y enredo una toalla a la cintura, pero me percato que claramente no puedo utilizar la misma ropa. ¿Si tomo algo suyo se enojará? Me lo pienso, pero decido no tentar mi suerte y mejor salir y preguntarle.

Lo miro de nuevo en el sillón ahora fumándose un cigarrillo mientras contempla la vista, así que me acerco sigiloso y con cautela llegando frente a él que pareciera no notarme a primera instancia.—¿Daiki puedo uh…tomar algo de tu ropa?

Aomine eleva la mirada viéndome fijo y haciéndome tragar, al ver que sus ojos se posan en la toalla que traigo y que es lo único que me cubre. No me responde, al contrario, se recarga de lleno en el sillón como poniéndose cómodo.

—Quítatela.

—¿Qué? —Parpadeo un par de veces, ya que no estoy seguro de haber oído bien.

—Dije que te la quites. Quítate la toalla.

—Eres un pervertido.

—¿Te molesta?

Daiki no me lo dice serio, ni molesto, sino más bien directo y sin pena mientras eleva una ceja diciéndome que va muy en serio. Me pongo nervioso porque no es el hecho de que me vea desnudo, sino que…quizás, con suerte podría pasar algo más. —No…no me molesta.

—Entonces quítatela y déjame verte.

Un escalofrío me recorre la nuca y toda la espina dorsal mientras lo hago. Dejo caer la toalla para mostrarle mi cuerpo. Su primera reacción es escanearme de arriba abajo, pero esta vez sus ojos tienen cierto deje animal y exótico que me hace sentir un rico cosquilleo en el abdomen bajo.

Oh mierda, estoy poniéndome duro.

Daiki apaga su cigarrillo en el cenicero de la mesita de centro, para luego indicarme que me acerque. Apenas me basta con dar un paso tembloroso, para sentir sus manos grandes y ásperas sobre mis caderas. Aomine me atrae hacía él, enterrando de lleno su nariz en mi abdomen y mirando hacia arriba encontrando nuestras miradas.

Mi respiración se agita con violencia mientras meto mis dedos entre su cabello, despeinándolo y sujetándolo con fuerza al sentir sus labios húmedos y tibios recorrer mi piel muy lento. Daiki se asegura de inhalar con fuerza mi aroma, quizás deseando impregnarse en el, tanto como yo en el suyo. —Daiki…por favor. — Mi voz sale quebrada y necesitada indicándole lo que tanto quiero.

Y pareciera saberlo al soltarme, para arremangarse la camiseta hasta los codos y de nuevo recargarse en el respaldo, indicándome con las manos un claro ‘Ven y haz lo que quieras’. Ni siquiera tiene que sugerírmelo de nuevo, que ya me encuentro sentándome sobre su regazo de frente, para comenzar a besarlo con un exceso de pasión irrevocable, a la vez que intento abrirle el estúpido chaleco.

Mi hombre me deja hacer y deshacer con él, besos, mordidas, rasguños, botones abiertos y corbata fuera. Todo con tal de sentirlo, de realmente sentirlo.

Por fin logro abrirle el chaleco y la camiseta a jalones violentos, encontrándome con su pecho fornido y abdomen duro, que me hacen jadear inconsciente.

Me relamo los labios al palpar su piel morena que pareciera derretirse entre mis dedos como delicioso chocolate caliente. Pero no es suficiente, no lo maldita sea es. Y se lo digo al restregarme contra él, masturbándome con fuerza y sin pena alguna con una mano mientras con la otra me abrazo a su cuello y le rasguño la nuca jadeándole sobre los labios.

Aomine me mira tentador, siniestro y con mucha malicia, disfrutando esto mucho más que yo. Porque lo sabe, sabe el maldito efecto que tiene en mí.

—Mírate nada más, duro, enorme y mojado por mí. ¿Quieres correrte Kagami? ¿Quieres que te mire hacerlo? —Su voz sale indecente y erótica haciéndome gruñir desesperado.

—Daiki, quiero…— Más no me deja continuar al besarme despacio.

—Shh…yo me haré cargo.

Daiki acaricia mis muslos con fuerza, abriéndolos un poco más a los costados de su regazo conforme sube hasta mi trasero, el cual frota y estruja sin decoro alguno mientras me besa con hambre.Metiéndome su lengua cremosa y suave rico y profundo hasta la maldita garganta, haciéndome gemir abrumado entre hilos espesos de saliva y montones de suspiros cálidos.

Pero el caos llega en cuanto una de sus manos sujeta con firmeza mi erección dura, rojiza e hinchada.

Daiki se separa de mis labios, para apenas si inclinarse y soltar de su boca un denso y burbujeantechorro de saliva tibia sobre mí punta. Mis dientes crujen al sentir su saliva resbalar por mi largo, al igual que las gotas translucidas de pre-seminal que no dejan de brotar de mi glande, por lo duro y excitado que estoy.

Aomine se encarga de bombear su mano de arriba para abajo con fuerza sobre mi piel ardiente, asegurándose de presionar cada vena punzante y de hacerme agonizar con cada segundo que pasa conforme el ritmo de su mano aumenta. —Sí…sí, carajo sí…Daiki, Daiki, no pares.—Se lo exijo por el calor abrasante de mi cuerpo jodiéndome hasta las entrañas, como sensaciones turbias y deliciosas, que me tienen aferrándome a sus hombros en un intento por no desplomarme.

—Eso es…justo así, vamos Taiga quiero ver cómo te corres para mí.

Mi visión se vuelve borrosa, mi respiración un caos y mi pecho una explosión en cuanto el placer aumenta a millones de espasmos acumulándose en mi vientre bajo. Y sé que estoy acabado en cuanto su otra mano juguetea y presiona tenue mis testículos pesados, que escurren en fluidos densos y viscosos.

Y se siente tan retorcida y pérfidamente bien, que con tan sólo un par de bruscos tirones más,la presión y el calor me aniquilan haciéndome terminar entre sus dedos. Mi semen cae hirviente sobre su abdomen al igual que yo sobre él, porque no puedo ni moverme. Intento respirar, pero he olvidado como se hace por el placer retumbándome hasta el rincón más alejado.

No quiero que acabe aún.

Por lo que con el mayor de los esfuerzos lo beso mientras intento abrirle los pantalones, sorprendiéndome cuando me detiene. De inmediato lo miro con agresividad y anhelo, pegando mi frente con la suya. —Cógeme ya, sé quieres. Sé que lo quieres tanto como yo.

—¿Eso quieres Taiga? ¿Me quieres grueso, duro y abriéndote rico?

—Sabes que sí. —Ambos nos miramos con una sonrisa traviesa y morbosa antes de darnos otro beso apasionado. Y sé que por fin conseguiré lo que tanto quiero…o tal vez no. Su maldito celular comienza a sonar escandaloso cortando mi momento perfecto. Daiki también lo nota suspirando agotado a la vez que hecha la cabeza para atrás.

—Ese tono es del imbécil de Imayoshi…tengo que.

—Lo sé…—Me aparto tirándome a un lado sobre el sillón, mirándolo levantarse e ir por su teléfono. Y por cómo ha comenzado a gritonearse con su jefe sé que no puedo quedarme. Por lo que me levanto notando las malditas piernas aun temblarme, pero como lo disfrute.

Ya en su habitación tomo lo primero que encuentro y me lo coloco sintiéndome feliz de que fuera de los trajes, tenemos el mismo gusto deportivo. Así que una camiseta y pants después salgo encontrándomelo limpiándose todo el desastre que hice sobre él. La pena me llega, pero en cuanto me sonríe sé que todo está bien.

—Tengo que salir, surgió un caso. Me queda de paso dejarte en tu casa. Aunque…puedes quedarte si quieres.

—Me gustaría, pero ahora que recuerdo Kuroko quedó de ir a verme así que…—Daiki asiente comprensivo y me pasa de largo para seguramente irse a cambiar. Seguro que no es muy bien visto que el detective en cargo llegue todo despeinado y escurriendo en…cosas.

Sin más el trayecto a mi casa es tranquilo, a excepción de que entre cada semáforo nos comemos el uno el otro, tan sólo… un poco.

—Llegamos.

—¿Me llamas cuando termines?

—Las cosas se pondrán algo tediosas, con suerte terminaré por la madrugada.

—No importa, estaré esperando.Aomine sonríe ante mis palabras haciéndome sentir un lindo calor en el pecho.

—Sabes, debiste haberte quedado en mi casa, desnudo…sobre mi cama.

—Sueñas demasiado Ahomine. Aunque…si te debo algo por lo de hoy y me aseguraré de dártelo la próxima vez.

—Eso me encantaría Taiga.

—Lo sé. —Finalmente le pellizco la nariz, antes de salir del auto y cerrar la puerta viendo como sonríe ampliamente y me guiña un ojo para después irse. —Vaya idiota.

—Dios los hace y ustedes se juntan.

Grito y brinco del susto, tan sólo apretándome el corazón al ver a Kuroko a mi lado. —Maldita sea, ¿Cuántas veces debo decirte que no hagas eso?

—Kagami-kun es el grosero al no haberme notado aquí. Pero parece ser que has hecho un gran progreso con Aomine-kun.

Kuroko me lo dice mientras comienza a seguirme rumbo a mi departamento. —Pues nos gustamos, somos novios y la jodida, es normal.

—A este paso en menos de un mes estarás casado, viviendo con él y esperando a sus hijos.

—¡Kuroko!Me estrello contra uno de los espejos del interior del elevador, muriendo por esas palabras que suenan tan perversas como magnificas. Una familia…una familia con Aomine.

—Te gusta esa idea ¿No es así?

Lo ignoro saliendo del elevador hacia mi puerta, la cual intento abrir tembloroso.

—¿No crees que van muy rápido Kagami-kun?

—No, no lo creo. Nos conocimos hace un año y aunque recién formalizamos, él me ha gustado desde el primer momento en que lo vi.

—Lo sé, pero tal vez…deberías tomarlo con más calma.

Suelto las llaves, para voltear a verlo algo enojado.—Kuroko es la primera vez que un hombre ante-pone todo por mí y me lo dice de frente. Aomine me quiere en serio. Me ha dejado entrar en su vida. ¡A mí por todos los cielos! ¡A un maldito raro! ¿Comprendes?

Él sabe que soy distraído, que me pierdo, que divago y que no soy brillante y aun así le gusto. Si tan sólo me quisiera llevar a la cama ya lo habría intentado antes, pero en su lugar me ha dejado elegir el ritmo y me hace sentir feliz. Él me hace tan feliz…por primera vez en mi vida me siento realmente alegre a pesar de lo que tengo.

Será que es mi enfermedad hablando, pero si Aomine me pidiera que escapara con él, que me casara con él, o que hiciera cualquier idiotez con él, lo haría. Lo haría sin pensarlo. ¡Carajo que lo haría! Y no solo porque es mi única oportunidad en la vida, sino porque se trata de él…Kuroko eres como mi hermano, nadie me ha querido y cuidado tanto como tú.

Pero necesito algo más…y ese algo más para mi es Aomine. Él me ha dado esa oportunidad de sentirme normal. Y si tú me apoyarás, eso me haría aún más feliz. ¿Puedes hacerlo? Kuroko me mira fijamente, como nunca antes, inclusive cruzándose de brazos.

—Jamás me habías hablado así Kagami-kun…Y no eres ningún maldito raro. Supongo que si Aomine-kun es tan maravilloso como dices tendré que creerte. Pero, aunque él sea un oficial, detective, lo que sea, no dudaré en asesinarlo si te hiere.

—No podría pedirle a nadie más que a ti a ayudarme a esconder un cadáver.Ambos sonreímos y entramos a mi departamento. —Y hablando de cadáveres, ¿Vemos una película de terror? Porque te quedarás a cenar ¿Cierto?

—Me parece una buena idea, yo preparo los batidos de vainilla. Y por cierto, Kagami-kun… tu medicina.

Ruedo los ojos ideando como escupir de nuevo esa basura sin que Kuroko me descubra.A la vez que veo que he recibido un mensaje de texto de cierto novio idiota. “Es la peor escena de crimen del mundo, un apuñalado y un detective jodidamente duro por recordar a cierto tonto gimiendo sobre él. Todo es tu maldita culpa Bakagami, Imayoshi no deja de verme raro.”

No puedo evitar reírme a la vez que algo insano punza dentro de mí haciéndome sonreír nostálgico. Oh Daiki…mi perfecto Daiki, me pregunto qué dirás el día en que te enteres cuan maldita sea loco estoy por ti, en todos los sentidos.

Notas finales:

Cuando digo todos, espero sea todos. Han notado que a Kagami se le corre la teja, se le van las cabras, se le truena el enchufe, blah, blah. Tiene su motivo. Además toma medicina, ¿para qué? ¡Todos tranquilos! Kagami NO tiene una enfermedad terminar que terminará en tragedia. No, no. Kagami está vivo, muy feliz y sobre todo enamorado. Solo esperen y verán.

Creo yo que prácticamente les he dado pistas en bandeja de plata, pero si quieren saber más tendrán que esperar. Recuerden que con paciencia se gana el cielo ;)

Y ahora lo vital, así como Daiki está ahogado de amor por el –raro- de Kagami, también el tigre de Bengala está enamorado hasta la médula de su hombre de la ley. Y amigos míos, las cosas están por ponerse más intensas entre estos dos…<3

En fin, si tienen teorías, comentarios, lo que sea, estaré feliz de leerlos. Los adoro. Nos vemos el próximo miércoles :3333


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).