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Tigre de Bengala por RyuStark

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Notas del capitulo:

“Cómo no bendecir mis recuerdos, si allí es donde vives y es el único lugar donde siempre serás eterno…”

---Aomine Daiki---

Mentiría si dijera que cuando era joven nunca me imaginé como sería el día de mi boda. O si quisiera llegaría a casarme. Sí que lo hice y en ese entonces llegué a la conclusión de que una persona como yo estaba mejor sola. Porque cuando estás solo y no tienes nada, ya nadie te puede lastimar, ni mucho menos tienes algo que perder.

Eres un ente neutral, vas por el mundo siguiendo tu propio camino y sin preocuparte por nadie.

Sobrevives. Sí, sobrevives, porque no sentir nada al despertar, ni al dormir no puede llamarse vida. Ahora me da risa lo ingenuo que fui. Porque si bien no venimos a este mundo en busca del amor eterno, creo que por lo menos venimos a crear lazos con diversas personas, que te marcaran tanto y de tal manera que cada día valdrá la pena.

Nunca me ha gustado presumir, ni ser presuntuoso, pero hace ya un par de años, conocí al que hasta hoy considero la persona más especial con la que me he cruzado en mi vida.  Él y yo nos conocimos de la manera más extraña, justo cuando ninguno se lo esperaba, pero cuando más lo necesitábamos.

Su nombre es Kagami Taiga.

¿Cómo describirlo? Carajo, es imposible, porque es tan…tan. ¡Tan él! Aunque ahora se viste mejor, aún sus calcetines siguen siendo de colores diferentes. Y quizás ya no sea tan llorón como al principio —aún lo es— y en su lugar es más valiente.

Y ni mencionar su mente esporádica, impredecible y burbujeante. Puede gritarme que me ama en un segundo, al siguiente refunfuñar adorable y uno después encontrarse molesto. Es sencillamente perfecto y sobre todo muy dulce. Probablemente no es el adjetivo más apropiado para referirse a un tipo de casi dos metros y de porte rudo pero lo es.

Taiga es dulce como el caramelo. Un caramelo, por el cual todo el tiempo me estoy muriendo por otro bocado. Si tan sólo él supiera que cada noche y día mi mente se encuentra dando vueltas a su alrededor. Que jamás tengo suficiente de él y que probablemente nunca lo tendré.

Es verdad, nos peleamos por tonterías como cada diez minutos, pero las veces que nos reímos son mil veces mayores. Porque si de algo estoy seguro, es que no hay nada en este mundo que se compare con la sonrisa de Kagami cuando está feliz.

De solo pensar que en este momento se encuentra jugando o abrazando a nuestros hijos, no puedo evitar suspirar prolongadamente. Extraño a ese niñato torpe, grosero y precioso.

—¡Moo, tierra hablando a Aominecchi cambio! ¡¿Estás ahí?! ¡Akashicchi haz algo!

—Daiki, no me hagas ponerme de pie. —Apenas si logro rodar los ojos para Akashi, que me ha hablado con su tono demandante mientras permanece sentado en un sillón.

—Ya los oí carajo. Y tú deja de brincar Kise, que el que se casará soy yo y pareces gelatina temblando de los nervios.

—¡Aominecchi bobo! ¡Mi mejor amigo se casa, claro que estoy nervioso! Ahora recuerda, cómo lo ensayamos, no te caigas cuando camines hacia el altar ni mucho menos tartamudees cuando digas tus votos.

—¿Quién crees que soy? ¿Tú? —Le contesto burlón.

—¡Ugh! Te golpearía, pero ya te peiné y quedaste muy guapo ¡Malditos sentimientos encontrados! —Berrea Kise haciéndome reír. —Ahora quédate quieto que te pondré tu flor.

Me quedo quieto tal y como me indica, para colocarme mi flor en el bolsillo delantero de mi deslumbrante smoking. En cuanto Kagami me vea, seguro que se le caen hasta los pantalones. No es que lo sepa —claro que lo sé— cuanto ama verme bien vestido. Y si mi traje en el día de nuestra boda no le roba el aliento, por lo menos si lo embaraza.

—Muy bien, estás listo. —Me dice Kise sonriente.

Obviamente me tomo un par de segundos para admirar lo maldita sea bien que me veo frente al espejo. Cabello arreglado, smoking nuevo, zapatos deslumbrantes. Definitivamente listo para mi boda.

—Daiki, luces muy bien. Y aprovechando la ocasión quisiera brindar contigo.

Akashi que también ya está arreglado, se ha puesto de pie, destapado una botella y nos ha servido un pequeño trago a mí y a Kise.

—Me gustaría que Atsushi y Shintaro también estuvieran presentes, pero ya brindaremos con ellos más al rato. Por ahora no me queda más que desearte la más grande de las felicidades amigo mío. Nos conocimos apenas siendo adolescentes y muchas veces te vi reírte feliz, pero nunca tanto como ahora que tienes a Taiga a tu lado. Así que es para mí un verdadero placer poder estar hoy aquí contigo. Brindo porque sé que a ti y a Taiga no les espera más que dicha de ahora en adelante.

—El placer es mío. —Contesto amable.

Los tres nos sonreímos, chocamos nuestras copas brindando y nos bebemos el licor fuerte, amaderado y fresco de un trago. La garganta me quema, pero sin duda el corazón me late con fiereza. Porque, ¿Cuántos son los afortunados, que pueden decir que se casarán con el verdadero amor de su vida? No creo que muchos.

—¡Ah! Kurokocchi me acaba de mandar un mensaje. Dice que ellos ya están casi listos y también que Kagamicchi luce candente.

—¿Así lo escribió? —Pregunto divertido.

—Bueno, dijo radiante, ósea candente. Aominecchi sólo no te le arrojes hasta que termine la ceremonia ¿Quieres?

—Haré lo que pueda. —Contesto feliz. —Por cierto, lindo lugar Akashi. —No debería, pero no puedo evitar burlarme, ya que su penthouse de ex-soltero cotizado ahora está lleno de cosas relacionado con mocosos, debido al nuevo trabajo de Tetsu como maestro de jardín de niños.

—¡Ah, Akashicchi tu perro está mordiendo el sillón! —Grita Kise sacándome una carcajada y que Akashi ponga los ojos en blanco.

Por supuesto que al aceptar venir a vivir con Akashi, Tetsu trajo consigo su enorme Husky llamado Nigou que ahora tiene el lugar destrozado.

—Perro insolente detente ahora mismo, es una orden. —Le demanda Akashi al perro, que no duda en darle la espalda y en seguir mordiendo el sillón frustrando al emperador.

—Tetsu nunca te obedece, no esperes que el perro lo haga. Ahora vámonos que es tarde. —Menciono llevándomelo y de paso a Kise, que cree que es muy divertido fotografiar la escena para seguramente compartirla después con todos.

—¡Aominecchi ahí está la limusina!

—¿Hah? —Cuestiono incrédulo y más al ver que evidentemente en la entrada hay una jodida limusina y el chofer ya nos ha abierto la puerta. —Oe, ¿Es en serio?

—Por supuesto Daiki, no esperabas llegar conduciendo el día de tu boda ¿O sí?

—Uh, de hecho sí. Kagami ama mi auto, dice que le recuerda al convertible de James Bond. Eso y que hemos subido toda la velocidad en los asientos traseros, si saben a lo que me refiero. Ah…que recuerdos. —Suspiro satisfecho.

—¡Totalmente innecesario Aominecchi! ¡Solo entra a la limusina!

Soy arrojado a la limusina donde una vez más nos damos el lujo de brindar y platicar un poco mientras somos llevados al lugar donde me casaré. Me encantaría que Kagami estuviera aquí, así como es de niñato adorable ya estaría con medio cuerpo asomándose por el quemacocos y señalando cosas al azar muy emocionado.

Aunque no tan emocionado como yo. Hace una semana dijimos que nos casaríamos al día siguiente, pero la verdad es que fue imposible y lo más rápido que logramos agendar un lugar por lo menos decente y hacer preparativos fue en una semana. Todos fueron grandiosos y nos ayudaron, desde la generación de los milagros y Satsuki hasta la familia de Kagami.

Por un segundo creí que nos dirían que era una locura querer casarse de un día para otro, pero fue todo lo contrario. Es como si lo estuvieran esperando tanto como nosotros. Así que hoy, algunas noches sin dormir después, no solo por los gemelos, sino por todos los preparativos y finalmente llegó el día.

Ayer por la noche Kagami y yo nos despedimos diciéndonos que la próxima vez que nos veríamos sería en el altar. Así que me fui a beber con mis amigos y Taiga hizo algo en casa de Himuro con los suyos. Lo gracioso es que pensábamos ‘parrandear’ toda la noche —si claro— y en su lugar terminamos riéndonos, recordando viejos tiempo y bebiendo hasta que casi amaneció en el penthouse de Akashi.

Lo malo es que como ya no tenemos dieciocho años, Murasakibara parecía zombie cuando pasaron a recogerlo por la mañana para supervisar la comida de la fiesta. Justo como Midorima, que ni echándose gotas en los ojos y abrazando mil amuletos de la suerte, podría ocultarte al único paciente que tenía agendado para hoy que en realidad su doctor no conoce límites.

Y bueno, el cómo terminamos Akashi, Kise y yo es… simplemente irrelevante. Solo basta mencionar que me duele un poco todo, Akashi aún no ha notado que le falta media ceja y Kise sigue medio verde, pero nada para asustarse. O será que nada me interesa y solo muero por ver a Kagami y a nuestros hijos.

—¡Aominecchi tu celular! —Chilla Kise sacándome de mis pensamientos una vez más.

—¿Qué tiene?

—¡Está sonando! —De inmediato me palpo por doquier, encontrándolo y contestando.

—¡Aomine-san qué bueno que contesta! —Menciona Ryo del otro lado de la línea. —No sé si debería decirle esto ahora pero es importante y…

—Dilo Ryo, ¿Qué pasa?

—Uh, señor…Nash ha sido aprehendido. —Juro que me quedo pasmado como idiota, parpadeando un par de veces e indudablemente sonriendo al comprender.

—¿Dónde?

—Lo detuvieron en el aeropuerto de Narita, intentaba salir del país con un pasaporte falso pero las cámaras lograron captar su rostro y lo apresaron antes de que abordara un vuelo hacia Hong Kong. Al parecer pidió que lo extraditaran a Estados Unidos, pero por la serie de delitos que ha cometido aquí su embajada dice que no se hará cargo.

—Carajo Ryo, que regalo de boda tan grande acabas de darme. —Digo sonriendo como un imbécil.

—Cuando Nash sea llevado a juicio, encontrado culpable y condenado todo será gracias a usted.

—No fui solo yo.

—Claro que sí Aomine-san, si usted no hubiera aprovechado que Nash se encontraba oculto, para desmantelar todas sus redes de negocios ilícitos y de recopilar información en su contra, nada de esto sería posible.

—Mierda…no sé ni qué decir. Estoy…estoy muy feliz.

—Habrá una rueda de prensa como cuando atrapamos a Haizaki y se espera que asista, pero sé que no podrá. Así que no se preocupe que yo me haré cargo de todo Aomine-san.

—Ryo…te mereces unas malditas vacaciones con todo pagado. Obviamente hasta que yo vuelva de mi luna de miel. Por cierto no llegues tarde a la recepción. —Le digo, oyéndolo contestar feliz y finalmente terminando la llamada.

—¿Aominecchi pasa algo? —Kise me pregunta mirándome curioso al igual que Akashi.

—Kise….atraparon a Nash. —Mi amigo abre la boca de la impresión para decir algo, pero termina cerrándola y sonriendo. Porque no hay nada que decir. Ambos suspiramos sabiendo que por fin un terrible ciclo de nuestras vidas ha terminado. En aquel entonces éramos niños luchando contra el mundo. Metiéndonos en peleas estúpidas con Haizaki y sus amigos. Y hoy el juego terminó.

—Daiki alístate que hemos llegamos.

Finalmente nos encontramos en el precioso hotel a las afueras de la ciudad que elegimos para la boda. Ya abajo Kise no me deja ver el jardín dónde celebraremos la boda, porque quiere que sea una sorpresa para mí y Kagami, así que en su lugar me paseo por el interior encontrándome a varios conocidos y hasta mis hijos que son cuidados por Alex y Satsuki.

—¿Y Taiga? —Les pregunto mientras beso sin descanso a los gemelos.

—Está ahí dentro. —Satsuki señala la puerta a mi lado, de la cual justamente sale Tetsu junto a Himuro.

—Aomine-kun, ¿Qué haces aquí? No puedes ver a Kagami-kun hasta la boda, es de mala suerte.

—Oh vamos Tetsu, no crees en esa basura ¿O sí?

—Por supuesto que lo creo. Así que no me hagas demostrarte mis habilidades de cinturón negro en karate. Y ustedes cuídenlo de no entrar mientras regresamos.

Tetsu se va no sin antes dedicarme su mejor mirada mortal junto a Himuro. Inclusive caminando de espalda con tal de no dejar de mirarme hasta que eventualmente se pierde.

—Ah, Satsu se ve que estos guapos jovencitos ya tienen hambre, ¿Por qué no vamos a prepararles su leche? —Dice Alex llevándose a Satsuki y a los niños, no sin guiñarme un ojo en complicidad. La tía del año sin duda. Sonrío una vez que estoy solo, por lo que toco la puerta con intenciones de entrar, pero sorprendiéndome ya que tiene seguro. Obra de Tetsu seguramente.

—¿Quién es? —Pregunta Kagami al otro lado.

—Bond, James Bond. Y si me dejas pasar te mostraré mi mejor arma guardada Kagami-chan.

—Déjame adivinar, ¿La tienes guardada en tus pantalones?

—¿Cómo lo supiste? —Pregunto divertido y oyéndolo reírse.

—Jódete. A meterla a otro lado señor Bond, porque aquí no encontrarás un chico fácil.

—Oh vamos Kagami-chan, me rompes el corazón…quiero verte.

—También quiero verte, pero Kuroko dice que es de mala suerte. ¡Y no quiero mala suerte el día de nuestra boda! ¡Nos tuvieron que pasar mil estupideces para llegar a este día y tú y tu arma mortal no lo arruinarán!

Golpeo la maldita puerta para no reírme, pero también para deshacerme del impulso de destrozar todo, abrir a la fuerza, entrar y besarlo hasta que alguno pierda el aliento. ¿Cuán adorable puede ser? —Bien, bien, me quedaré aquí afuera ¿Podemos hablar? ¿Eso está bien?

—Uh…bueno.

Me siento contra la puerta de espalda y estoy seguro de que Kagami hace lo mismo. —¿Ya viste el lugar? Kise casi me sacó los ojos cuando lo intenté.

—Kuroko también utilizó sus técnicas de jiu-jitsu conmigo y no me dejó ver nada. Son unos exagerados, ni que fuera la gran cosa.

—Hazlos entender. Por cierto, los gemelos lucen cien veces más adorables y gorditos con esos trajecitos blancos.

—Lo sé, por eso se los puse.

—Tú y tu obsesión con los bebés gordos Bakagami.

—Cierra la boca Ahomine, son mis favoritos.

—Sí, sí… —Ambos nos reímos y eventualmente permanecemos callados. No incómodamente, sino algo agradable.

—Daiki…

—¿Sí?

—Quiero decirte algo desde hace tiempo. Así que solo escucha…Ya sabes que he estado solo toda mi vida, tuve algunos amigos e inclusive personas a las que les he gustado físicamente, pero nunca por quién soy en realidad. Hasta que llegaste tú. Daiki…tú te enamoraste de mí, pero antes de ello me hiciste enamorarme de mi mismo. Viniste a equilibrar el exceso de locura que no me dejaba vivir, pero a cambio de ello mi locura se convirtió en una extraña obsesión de amor por ti.

Y aunque los médicos dicen que ya estoy bien, la verdad es que aún estoy loco, más loco que nunca, de verdad y en todos los sentidos. Loco hasta las malditas entrañas, pero sobre todo estoy loco por ti. Porque esta mente jodida que tengo y que se fragmenta y hace añicos con el mero soplido del viento, se mantiene en pie por un solo pensamiento. Y es el de que te amo y siempre lo haré.

¿Ahora comprendes a que grado llega mi locura? Eres mi todo y sé que está mal, pero no quiero ni puedo evitarlo. Porque te has fijado tan profundo en mi mente, que ya eres parte de mí. Y si todo lo que te he dicho, no ha alterado lo que sientes por mí, es porque para tu desgracia yo también ya me he impregnado en ti. Daiki, sí aun sabiendo esto todavía te quieres casar conmigo, quiero que sepas que si tú así lo quieres, yo te seguiré hasta el fin del mundo.

Una vez más el silencio perdura entre ambos mientras yo siento mi corazón latir con una violencia inexplicable. Porque lo amo, lo amo tanto que no puedo explicarlo con palabras. Y lo compruebo cuando un par de segundos después la puerta se abre y miro una mano asomarse tímida. No me queda más que sonreír y tomarla para entrelazar nuestros dedos.

—Nada me haría más feliz que llevarte al fin del mundo conmigo Kagami. —Estoy seguro de que sonríe del otro lado de la puerta mientras me da un par de apretoncitos con su mano.

—Bueno…eso es muy lindo, pero pronto tendrás que dejar de decirme Kagami. Seré un Aomine por si lo olvidas.

—¿Seguro que no quieres que yo tome tu apellido?

—No. Ya te lo dije, muero por ser Aomine-chan.

—Lo haces por burlarte ¿No es así? —Una vez más nos reímos antes de que yo lo suelte al ver a Tetsu venir hacia acá. —Tengo que irme bebé, Tetsu ya me vio y tiene mirada de que me hará la técnica de los mil años del dolor. Así que te veo en un rato y algo más, Taiga…no te caigas camino al altar con esos piecitos tan torpes que tienes ¿Quieres?

—¡Ahomine! ¡Ni que fuera tú! —Lo oigo gritarme antes de salir huyendo al ver que Tetsu de verdad ya venía con todas las intenciones de ahorcarme.

La espera es relativamente corta, e inclusive tengo tiempo de hablar con mi suegro que aunque estamos en buenos términos, termina advirtiéndome muy sutilmente que si lastimo a Taiga de alguna manera me hará pedazos.

—¿Te gusta el lugar? ¿Verdad que es bonito?—Me pregunta Kise.

—Muy bonito. No puedo creer que hayan organizado todo esto con solo una semana de anticipación.

—Subestimas mis poderes y los de tus amistades Aominecchi. Eso y que no hay nada que un poco de dinero no pueda resolver. Y si te ha gustado este salón, te morirás cuando veas el jardín dónde será la fiesta.

—Usualmente me burlaría de ti, pero gracias Kise. Kagami se pondrá muy feliz cuando vea esto. —Mi amigo me ve con los ojos llorosos como el enorme niñato que es mientras se me arroja para abrazarme.

—Ya eres un grandioso amigo, serás un mejor marido y ni decir un genial tío.

—Gracias…espera, ¿Qué? —Lo despego mirándolo curioso. —¿Cómo que tío? ¿Tío de quién?

—Bueno…queríamos esperar para darles la noticia, pero ya no puedo aguantar. ¡Yukicchi y yo decidimos adoptar un bebé! —Los dos nos vemos con nuestra mejor cara de idiotas, antes de abrazarnos con muchísima fuerza para que yo lo despeine al revolverle al cabello.

—Kise eso es…maravilloso. ¡Es una gran noticia!

—¡Lo sé! Estamos muy felices. Ya iniciamos los trámites y en unos días podremos pasar por él. Luego haremos una fiesta por ello, pero ahora céntrate, céntrate que estás por casarte.

Asiento cayendo en cuenta que todos los lugares ya están llenos y que sin siquiera notarlo ya me encuentro bajo el pequeño arco en medio del camino. Mierda, es real. Está sucediendo, voy a casarme.

—Dai-chan…—Giro un poco para ver que Satsuki se encuentra a mi lado y me ha susurrado al oído.

 —Las damas de honor van del otro lado Satsuki.

—Lo sé, pero quería darte algo.

—¿Qué? —No comprendo, aun mirando al frente y sintiendo como me pasa algo. Abro mi mano mirando que se trata de un collar que creí haber olvidado.

—Ella no está aquí, pero te está viendo desde allá arriba Dai-chan. Y estoy segura que está muy orgullosa de ti. De saber que su hijo se casará con un gran hombre y que por fin encontró la felicidad que tanto buscó.

Giro encontrándome con que tanto ella como Kise me sonríen amables e indudablemente también lo hago. Acaricio el collar entre mis dedos antes de guardármelo y suspirar. Hoy no voy a llorar, hoy es un día alegre y como Satsuki dice, aunque mamá no está aquí, sé que me está viendo y está tan feliz como yo.

En cuestión de segundos la música empieza y Taiga entra a la sala luciendo más guapo que nunca y lo mejor, en compañía de su bella madre. Ambos atraviesan el camino mirando todo a su alrededor completamente maravillados. Y ahora más que nunca tengo que apretar los puños y hasta los labios, porque estoy tan emocionado que no puedo controlarlo.

La mamá de Taiga me entrega a su hijo entre besos y tiernas sonrisas mientras Kagami me ve hasta cierto punto tímido. Y lo sé porque a pesar de esa mirada desafiante, sus mejillas se encuentran ardientes. Así que en cuanto nos tomamos de la mano afianzamos lo que estamos por iniciar.

Nunca he estado casado y no sé si todos los novios sientan lo mismo, pero conforme el hombre del registro habla sin parar mi mente viaja centrándose en Taiga. No solo en lo lindo que se ve, sino en todo lo que representa para mí.

Al ser joven idealizas el amor pensando que quieres a alguien que te ame incondicional y eterno. Cuando en realidad el amor es algo más allá de eso…un pacto, una promesa duradera. Ese alguien especial que te dice que estará a tu lado sin importar lo que pase.

Afortunadamente nuestros votos transcurren normales con una que otra sonrisita y torpeza cuando casi se nos caen los anillos. Y aunque muchos esperaban que nos declaráramos nuestro amor a los cuatro vientos, creo que para nosotros es algo más personal. Algo que atesoramos en privado.

Eso y que es más rápido, porque estoy seguro que fácil cada uno podría narrarse una cátedra de diez días de porque ama al otro. Me rio por lo bajo ante eso, rápidamente recibiendo un codazo y un ceño fruncido de Kagami que se encontraba recargado en mi hombro.

—¿Ahora que te imaginas pervertido? No me digas que una vez más quieres follar de cabeza. Nos están casando por todos los cielos. —Taiga me susurra bajito y al oído haciéndome morderme los labios para no carcajearme.

—Te imaginé en la posición más sucia y comprometedora posible Kagami-chan, ya no puedo esperar porque este idiota se calle y nos vayamos de luna de miel. —Taiga rueda los ojos, pero claro que sonríe encantado.

—Bien, es un honor para mí declararlos oficialmente marido y espos…

Más el hombre no termina de hablar, porque de inmediato Taiga se me arroja encima con tanta fuerza para besarme, que me voy para atrás inclusive chocándome contra Kise y Murasakibara que se encontraban con los demás padrinos.

Kagami me violenta los sentidos con una dulzura inimaginable. Porque entre besos puedo ver que tiene un mar en esos ojos de fuego, con mil mundos y cien mil galaxias dentro. Tiene mi nombre escrito en sus pupilas, justo en esos universos. Aquella mirada que me supo esculcar el alma, leerla, buscarla y encontrarse en mis adentros.

—Te amo. Te amo tanto Daiki. —Me dice entre beso y beso, con los ojos cristalizados, sacándome una sonrisa y que le regrese el gesto.

—También te amo Taiga, como nunca tendrás una pequeña idea. —Se lo digo amándolo y abrazándolo hasta querer quebrarlo. Y en momentos así, es cuando más desearía que el tiempo se detuviera para siempre. Aquí, sólo él y yo felices eternamente.  

---Aomine Taiga---

Siempre supe que quería enamorarme. Será que recuerdo con mucha alegría la manera en que mis padres se miraban cada mañana durante el desayuno, comida y hasta en la cena. Todo el tiempo tenían esa miradita de ‘Me encanta estar contigo’. Una mirada que no se fue aun cuando los problemas se agravaron y que sigue existiendo hasta el día de hoy.

Una mirada que yo encontré hace un par de años cuando estaba completamente perdido. No puedo decir con certeza que fue amor a primera vista —sí lo fue—pero lo que Aomine me dio ese día, no fueron indicaciones solo para regresar a mi hogar, sino para encontrar uno nuevo.

Nunca alguien me miró como él.  Porque más que una mirada lasciva fue...un roce entre nuestras almas.  Y es que Aomine siempre fue así, un hombre magnético del cual es imposible no sentirse atraído, no solo por su atractivo físico, sino porque tiene una mente maravillosa.

Y si algo he aprendido con el paso de los años, es que la atracción mental es por mucho, más fuerte que la física. Cuerpo y rostros lindos hay muchos, los ves todo el tiempo, van y vienen. Pero una mente maravillosa es una gota de color en un vasto océano.

De una mente como la de Aomine Daiki no te libras ni cerrando los ojos. Es el tipo de persona que se queda para siempre en ti con una sola palabra. Es curioso y jamás se lo he dicho, pero yo considero que la mitad de la belleza de Aomine es su extraña manera de pensar.

Loco, está loco, total y perdidamente loco. ¿Cómo no me iba a enamorar de él? Me resultó imposible no hacerlo.

Aomine ama decir que lo ayudé y lo rescaté y la mierda. Pero la verdad es todo lo contrario. Si él no hubiera estado ahí para mí en mis peores momentos amándome y cuidándome, seguramente ahora sería un loco más en este mundo caótico. Pero en su lugar decidimos aferrarnos el uno al otro aun cuando todo estaba en nuestra contra y lo logramos. Lo maldita sea logramos.

Siempre supe que quería enamorarme, más no con quién, ni cuándo, ni dónde. Y hoy ya sé la respuesta. El hombre del que me enamoré se llama Aomine Daiki, con el cual tengo dos preciosos hijos y juntos hemos formado una maravillosa familia. Una familia que ahora celebra gustosa nuestro matrimonio. Porque…oh sí. ¡Estoy casado!

—Todos pueden llamarme Aomine, pero eso sí, el Ahomine está únicamente reservado para Daiki. —Menciono haciendo a mis amigos reír y viendo a Daiki poner los ojos en blanco.

—Muy gracioso tigre, podrás llamarte Aomine ahora, pero no quita que seas el Bakagami de mi corazón. —Me contesta mi estúpido marido con un torpe juego de cejas.

—¡Ahomine, no me hagas pedirte el divorcio tan rápido!

—Oh vamos, por lo menos espera a que termine la fiesta.

—Bien, solo porque hay pastel. Pero cuando me lo acabe ya verás.  —Le digo sacándole la lengua y sintiendo como me abraza por los hombros.

—Mierda, los chicos realmente se lucieron ¿No crees? —Daiki me señala la fiesta tremenda que organizaron nuestros amigos. Adornos, flores y luces por doquier, un banquete tremendo, un pastel inmenso y todos nuestros conocidos disfrutando. Cualquiera diría que lo planearon por meses y no en una semana. —¿Ya te despediste de los gemelos?

—Ya, pero lo haré una vez más antes de irnos. Los voy a extrañar mucho Daiki.

—Yo igual, pero es solo una semana Taiga y es nuestra luna de miel. Tenemos que aprovechar. Igual y con suerte les hacemos otro hermanito y regresamos para dar la sorpresa.

—Tampoco te pases eh. —Le doy un codazo que lo hace gruñir entre risas mientras yo continuo comiendo mi pastel. —Eres un idiota, no puedo creer que me hayas embarrado el pastel.

—Todos en su boda lo hacen.

—No, no lo creo estúpido. Usualmente las parejas normales se dan de comer un poco en la boca, no se avientan el uno al otro contra el maldito pastel literalmente y luego se pelean al arrojase los muñequitos a la cara.

—Ay pero te gustó, el pastel sabía rico.

—¡No es el punto Ahomine! —El marido más idiota del mundo se ríe entretenido mientras yo encuentro mi mirada con la de Kuroko que me indica con señas que ya está todo listo. —Oh…uh, ven. —Le digo a Daiki tomándolo de la mano y llevándomelo.

—¿Tan rápido lo quieres huh? Vaya chico travieso. —Juro que lo mataría de no ser porque todos nos están mirando. —¿Taiga? ¿Qué hacemos?

—Vamos a bailar, así que cierra la boca. —Y más que baile lo abrazo con fuerza intentando ocultar que estoy algo avergonzado.

¿”Can’t Help Falling in Love”? Me pregunta con una linda sonrisa cuando encontramos nuestras miradas.

—Aquella vez te dije que si te amara de verdad escucharía a Elvis cantar en mi cabeza. Y Daiki, en este momento lo escucho fuerte y claro. —Aomine me sonríe precioso antes de darme una vuelta que me hace reír y finalmente abrazarlo una vez más.

—Oh Aomine-chan, yo tampoco pude evitar enamorarme de ti. Y es que cariño, algunas cosas simplemente están destinadas a pasar… —Me susurra Daiki contra los labios haciéndome suspirar feliz.

Y así, como un río que siempre fluye hasta el mar, Daiki y yo disfrutamos la mejor noche de nuestras vidas. Bueno una de tantas de las que nos esperan.

 

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Sin duda fue una noche maravillosa, una en la que después de terminar de bailar nuestra canción nos despedimos mil veces de nuestros hijos y algunas más de nuestros amigos y tomamos un vuelo hacia Tailandia.

¿Por qué Tailandia? No tengo ni la menor estúpida idea. Seguramente porque Daiki está chiflado o porque era lo mejor disponible con tan poco tiempo. No lo sé.

Así que por la mañana cuando llegamos la verdad no estaba preparado para lo que me encontré. Nuestro pequeño paraíso perdido en medio de la jungla. Daiki y yo nos hospedamos en un lujoso búngalo en un precioso resort alado del mar cristalino. Maravillo-espectacular-increíble. No hay más que decir. Y me quedo corto.

—Taiga, no sé si hemos pasado mucho tiempo encerrados, pero estoy seriamente emocionado. ¡Tenemos una puta piscina personal!

—Solo no te ahogues Ahomine.

—¡Taiga no me estás oyendo! ¡¿Piscina privada, hola?!

—Estoy alcoholizándome como hace meses que no podía, así que no me molestes. —Menciono antes de darle otro sorbo a mi gloriosa piña colada y de paso acariciando entre mis dedos el bonito collar que Daiki me regaló y tengo entendido era de su mamá.

—¡Tú te lo pierdes cejas de flecha!

Este tipo…Intento amarlo en serio, pero se pasa de idiota y tampoco me deja matarlo al ser más rápido y arrojarse desnudo a la jodida piscina frente a mi camastro, por supuesto mojándome todo y haciéndome berrear. Más no me dura el enojo al ver el bello ocaso que se funde rojizo y purpura en el inmenso océano frente a mí.

—Mierda, esto es de lo mejor. Taiga hay que mudarnos a Tailandia, traigamos a los gemelos y seamos felices aquí por siempre. —Me dice Daiki que ha salido a flote y se recarga en la orilla para mirarme.

—¿Ah sí? ¿Y qué haríamos aquí según tú?

—No lo sé…¡Ah! Me haría detective privado y averiguaría quién se roba todos los cocos en la isla, luego pescaría y tú cocinarías y finalmente nos dormiríamos abrazados en una hamaca mientras vemos el ocaso con los gemelos corriendo por la arena.

—Eres un ridículo. Uno adorable, pero ridículo. Y algo más, seguramente terminarías en prisión porque el único que se roba los cocos en esta isla eres tú idiota. —Lo miro reírse y permanecer en el agua con una cara de satisfacción infinita. Y es que ¿A quién quiero engañar? Una vida en el paraíso a nadie le suena mal.

—Taiga…ven aquí maldición.

—Ya voy… —Digo poniéndome de pie para sacarme la camiseta.

—También esos. —Me señala el traje de baño.

—No…¿Y si alguien me ve?

—No seas tonto, nadie pasa por aquí, ¿Qué parte de búngalo y playa privada no entiendes?

Usualmente diría que no, pero qué más da. Termino desnudándome y brincando al agua junto a él dónde nos sumergimos, molestamos y jugueteamos. Siento la piel ardiéndome pero el agua fresca me provoca un contraste tan bueno que me tiene feliz y relajado. Claro, hasta que entre juego y juego Aomine termina chocándome contra una de las paredes de la piscina.

De inmediato sus brazos fuertes y musculosos me rodean la cintura pegándonos totalmente mientras sus labios se dedican a besarme y a morderme las clavículas. No puedo hacer más que disfrutar los turbios y ricos escalofríos que me provocan sus rudas caricias, a la vez que aprovecho para rasguñarle la espalda, sintiendo su piel preciosamente morena y ardiente por varias horas bajo el sol ahora fundiéndose entre mis dedos.

El sol termina de ocultarse, abriéndole paso a la noche más estrellada que jamás había visto y de paso llevándose consigo cualquier restricción de Aomine.

Mi guapo y altanero marido me tiene suplicando en silencio, debido a sus manos grandes rasguñándome y estrujándome los muslos y subiendo hasta mi trasero para frotarlo sin descaro aún debajo del agua. —Dai…Daiki a la cama, vamos a la cama. —Le digo torpe y entre besos, mirándolo sonreír y separarse para salir de la piscina y ayudarme a hacer lo mismo.

Es excitante no mentiré, de un momento a otro el ambiente se ha vuelto tan pesado, caliente y húmedo que me tiene respirando a grandes bocanadas mientras Daiki me lleva de la mano al interior de nuestra habitación.

En cuestión de segundos soy arrojado a la enorme cama esponjosa y blanca que me recibe cómoda. Pero igual de rápido tengo a Aomine encima comiéndome la boca a mordidas y besos apasionados, mojados y ruidosos que nos tienen gimiendo y suspirando calientes.

Lo deseo de una manera insana e irracional, tanto y tan mal que no dudo ni por un segundo en abrir mis piernas para él. Daiki comprende acomodándose y comenzando a besarme el pecho, bajando por mi abdomen, donde mete su lengua en mi ombligo sacándome un ronco jadeo que se convierte en grito cuando su lengua llega a mi erección ya bien dura, rojiza y goteante.

Tiemblo y estrujo las colchas, disfrutando en grande de su lengua carnosa, mojada y suave deslizándose desde mi punta, recogiendo todas las gotitas de pre-seminal traslucido que brotan y recorriendo mí largo presionando cada vena hinchada hasta la base.

Más no termina ahí, y lo sé porque mis ojos se van para atrás en cuanto su lengua baja un poco más, rodeando y presionándose contra mi pequeño agujero ya húmedo y palpitante por él. Vibro de pies a cabeza, metiendo mis manos entre su cabello y gozando como nunca su lengua entrar y moverse libertina dentro de mí. —Dai…Daiki sí…sí. Carajo sí.

Bien, se siente tan, tan bien. No quiero que se detenga nunca y se lo demuestro moviendo mis caderas en busca de más, a la vez que presiono su cabeza para sentirlo con mayor profundidad.

Aomine parece querer complacerme a toda costa, introduciéndome un par de dedos junto a su lengua hasta tenerme arqueando la espalda y tocando la maldita gloria. Estoy tan cerca de llegar y él lo sabe, por lo que sale de mí dejándome aturdido y fascinado.

—Voy a cogerte tan bien Taiga.

Sonrío entre suspiros y escalofríos diciéndole con la mirada ‘¿Y qué maldita sea esperas?’ para provocarlo. Y claro que funciona, porque rápidamente Daiki me hace gritar y enloquecer al meterme sus dedos con mayor profundidad y violencia, produciendo un sonido obsceno y líquido que resuena por todo el lugar.

—Mira lo mojado que estás Taiga, tan suave, caliente y listo para mí.

—Solo para ti. —Le digo agonizante y mirándolo sonreír satisfecho.

Pero lo mejor es cuando sus dedos salen y en su lugar Aomine sujeta su erección deliciosamente gruesa, vigorosa y bien dura para restregar su punta que no para de escurrir contra mi entada. Justo lo suficiente para tenerme en el borde de la perdición hasta que por fin decide empujar con fuerza y adentrarse en mí.

Daiki maldice por lo bajo, luciendo más exquisito que nunca, empapado en sudor ardiente y perfumado, relamiéndose los labios perverso y mirándome con lujuria extrema. Lo amo, amo a este hombre y el placer que nadie más que él puede brindarme.

Aomine se fuerza cada vez más a entrar en mi debido a lo grande que es, abriéndome y dejándome sentirlo centímetro a centímetro. Me derrito extasiado estrujando las colchas, sorbiendo la saliva que escurre lasciva por mis labios y notando mi cuerpo temblar anunciándome que no tardaré mucho.

Sin embargo Daiki me demuestra que recién iniciamos, al aferrar sus manos con toda la intención de dejarme sus dedos marcados en la cintura y comenzar a darme duras estocadas. Grito por la agresividad y por lo tremendamente bien que se siente cada vez más duro, punzante y llenándome increíble.

—Estás ardiendo y no paras de apretarme tan rico. —Daiki se inclina para susurrármelo con un toque de malicia contra los labios y sin dejar de penetrarme sumamente profundo.

Su voz ronca y erótica resuena en mi cabeza mientras intento contener la poca cordura que me queda, pero me es imposible. Mi cuerpo quema, cosquillea y vibra porque es demasiado. Y Aomine simplemente no se detiene, enterrándose en mí y recargando todo su peso mientras su nariz permanece pegada a mi cuello inhalando mi aroma.

Me abrazo a su espalda ancha, bajando hasta su trasero el cual estrujo y a la vez jalo hacía mí indicándole que lo quiero más hondo. Mi marido como el sueño hecho realidad que es entiende follándome maravilloso, duro, sin descanso y sin límites por largos y extenuantes minutos que no son más que una pequeña eternidad en mi mente.

Maldición, la cabeza me da vueltas por el calor y el placer acumulado llevándome hasta el fin del mundo y de regreso. Y más ahora que Daiki ha encontrado el ángulo perfecto para golpear directamente mi próstata.

No me queda más que sonreír y gemir encantado entre brutales estocadas por tanto placer fulminante retumbándome hasta las extremidades. —Sí…sí. Daiki, más…ya casi. —Jadeo entre torpes balbuceos sintiendo mi cuerpo crujir al igual que la maldita cama que no para de azotarse contra la pared debido a que Daiki no tarda en perforarme.

No puedo más.

En cuanto Daiki me besa haciéndome sentir su lengua tocar mis puntos débiles, por fin me corro dejando que todo se vuelva luz y caos a mí alrededor. El orgasmo intenso y estremecedor que me tiene convulsionando y escurriendo en placer me golpea con tanta potencia que apenas logro mantener la vista fija en sus ojos azules. Esos ojos de cielo estrellado que me hipnotizaron desde la primera vez que los vi.

—Carajo Taiga, me gustas tanto.

Daiki se entierra una última vez tan profundo como puede en mí para correrse abundante y espeso. Provocándome un par de temblores debido a que siento su cuerpo aceitoso ahora pesado contra el mío y como no para de llenarme.

Apenas bastan un par de besos, antes de que yo lo empuje separándolo y sintiendo todo su semen caliente comenzar a brotar de mí. Daiki me mira complacido y satisfecho seguramente aun gozando los últimos rastros de su placer latente. Pero para su buena suerte aún quiero más, por lo que no dudo en írmele encima y besarlo.

—Te amo Daiki.

—También te amo Taiga.

—¿Listo para una noche loca?

—¿Contigo? Estoy listo para una vida loca…

Aomine y yo nos sonreímos y besamos una vez más como si no existiera un mañana. Porque hay que ser hombre y estar loco, para lograr comprender el amor que nos tenemos. Un amor frenético, impúdico, catastrófico y agonizante. Un amor caótico que devasta vidas y de la misma manera las sana. Un amor infinito entre un salvaje y un tigre de bengala, que estoy seguro no se volverá a ver jamás.

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----A. Daiki----

—Daiki, estamos perdidos ¿No es así? ¡Admítelo y tal vez no te mate! ¡Claro, si es que no nos morimos primero cuando nos muerda una estúpida serpiente venenosa!

Me rio mirando a Taiga refunfuñar a mis espaldas mientras me limpio el sudor que emana ardiente de mi cuerpo, debido al brutal calor húmedo que hace en medio de la selva más salvaje en Tailandia. Llevamos ya un par de horas atravesando montes, ríos y planicies que parecieran no tener fin.

Todo es del color de la vida misma, verde en sus más amplias gamas y expresiones, además de un sinfín de colores por los frutos que caen de los inmensos árboles y de las flores y hojas que vuelan con el viento. El aroma a tierra mojada predomina y de fondo no se escucha más que aves, grillos y uno que otro reptil desplazándose por la tierra.

 —Daiki hay monos colgándose de esas lianas, ¿Qué hacemos si nos vuelven a perseguir como hace un rato?

—Bakagami eso fue tu culpa, solo a ti se te ocurre ponerte a comer frente a ellos.

—¡Pues tenía hambre y también ahora! Y tú simplemente no me dices a dónde vamos. ¿Podría por favor mi encantador marido decirme a dónde carajos vamos?

—Ya casi llegamos, deja de lloriquear. —Le digo tomándolo de la mano y ayudándolo a cruzar un enorme tronco caído.

Kagami suspira agotado, pero no quita que me siga un rato más hasta que llegamos al final de la jungla dándole paso a una inmenso río que estoy seguro desemboca en una cascada camino abajo. Es mi señal de que estamos cerca, por lo que lo llevo a prisa hasta el final de la cascada.

Al llegar no sé si gritar, sonreír o llorar, porque la vista desde este punto que es la cúspide del monte donde nos encontramos es simplemente de otro mundo.

Tanta belleza debería ser imposible y lo digo no solo porque todo el horizonte se cubre de vegetación y el ocaso sin fin, sino porque Kagami ha puesto un rostro precioso admirándolo también.

—Ven, sentémonos aquí. — Kagami me obedece en silencio, sentándose junto a mi justo al final del precipicio donde nuestros pies vuelan al vacío.

—Este lugar es muy bonito Daiki. —Me dice sonriente y hasta anhelante.

—¿Te cuento una historia Taiga? —Mi esposo me mira curioso, pero rápidamente asiente. Hace muchos años en un pequeño poblado una tigresa atacó una vaca. Y su dueño, un granjero, mató a la tigresa y se llevó a su cachorro para dárselo a un taxidermista que pretendía disecarlo.

El taxidermista lastimó al cachorro hasta dejarlo muy débil por tantos malos tratos, y sin embargo aún así seguía vivo. Inclusive el hombre intentó matarlo llegando a inyectarle veneno, pero sorprendentemente el cachorro una vez más sobrevivió.

Según mandan las tradiciones del lugar, cuando alguien intenta matar un animal y este sobrevive hay que llevarlo a un templo.  Entonces un terrateniente compró al cachorro y lo llevó a un templo abandonado entre la jungla.

Lo curioso es que el cachorro a pesar de que lo hirieron, lastimaron y quisieron matar seguía siendo un animal muy confiado con los humanos. Uno que al no darse por vencido eventualmente encontró gente que lo amó y lo dejó ser libre. Así, el pequeño cachorro creció y vivió feliz hasta sus últimos días. Era un precioso tigre de bengala…justo como tú.

Taiga me mira fijo, sonriendo a los pocos segundos y rápidamente recargando su cabeza en mi hombro. —Al principio te llamaba tigre de bengala porque te asemejabas a uno, no solo por tu nombre, sino porque eres feroz, audaz y muy impredecible. Nunca sabía que esperarme de ti. Pero conforme te fui conociendo mejor, vino a mi memoria la historia del pequeño tigre de bengala que alguna vez oí en mi juventud.

Ese tigre que tenía el mundo entero en su contra, que fue herido y empujado, pero que aún así nunca dejó de ser amable y de creer que mejores tiempos llegarían. Taiga no quiero que olvides nunca cuán lejos has llegado y por todo lo que has pasado. Todas esas veces que seguiste aun cuando sentías que no podías.

Todas esas mañanas en que saliste de la cama sin importar lo duro que fuera. Y todos esos momentos en que quisiste rendirte pero aún así llegaste a un día más. No quiero que nunca olvides cuanta fuerza hasta adquirido a lo largo de este maravilloso y tedioso camino llamado vida.

—No sigas…—Me dice abrazándome con mucha fuerza y sacándome una sonrisa.

—Bondad Taiga, eso es lo que veo cada vez que te miro. Asegúrate de nunca olvidarlo. —Kagami berrea ocultando su rostro en mi cuello y negando muchas veces.

—Yo nunca voy a olvidar, porque siempre voy a estar aquí contigo y siempre te voy a amar.

—Lo sé Taiga, yo te prometo lo mismo. Pero ahora de pie, que ese templo del que te hablé está justo en esta jungla. —Se lo digo parándome, ayudándolo y mirándolo secarse los ojos y tomar mi mano.

—¿Listo tigre de bengala? Porque nuestra aventura recién empieza.

Kagami se ríe dándome su sonrisa más bonita mientras estruja mi mano y se pega más a mí para darme un beso en la mejilla.

Quizás Kagami no es el chico más fuerte, pero es el único que pudo reconstruirme. Estaba herido y aun así se arrancó sus alas para dármelas. Con solo un abrazo me rescató cuando estaba perdido y con un pequeño toque me volvió a dar vida.

Para muchos tal vez no es el hombre perfecto, pero está hecho a la medida exacta para mí. Probablemente Taiga no es admirado por todo el mundo, pero este hombre es el protagonista de mis sueños y de mis días.

Mi precioso chico feroz, valiente y audaz.

Y aunque eventualmente todo en esta vida se termina, sé que lo nuestro es especial y perdurará eterno. Así que desde hoy y hasta el final, Kagami por siempre será… mi querido tigre de bengala.

Fin.

Notas finales:

Gracias, gracias, gracias por todo el cariño y apoyo incondicional a todos los que me leyeron desde el principio, los que se fueron integrando y hasta ahora en el final. Así es, el fic terminó. El epílogo vendrá la próxima semana. Pero oficialmente la historia ha concluido. 

Escogí "Can't help falling in love" de Elvis, porque me parece tan bonita y apropiada para el AoKaga :'v

También sé que algunos esperaban que Nash hiciera de las suyas, pero la verdad es que quería un final absolutamente feliz para todos. No quería sustos, ni suspenso, ni acción innecesaria solo quería algo dulce hasta el fin.  Kagami y Aomine pasaron por mucho a lo largo de su camino y no quería que nada les estropeara su dicha. Espero se hayan quedado tan satisfechos como yo. ¡Los amo, nos vemos muy pronto!


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