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El mal del dragón por -Raiden-

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Notas del capitulo:

"Quizá hay algo más que todos podríamos haber hecho, pero tenemos que dejar que la culpa nos lo recuerde, para hacerlo mejor la proxima vez."


 

 

 

El corazón de un dragón…

 

 

~ + ~

 

 

 

 

Podía sentir el ritmo de su corazón bombeando con fuerza, cada latido queriendo partirle el pecho de lo fuerte que era la presión de su sangre corriendo a gran velocidad.

 

¿Esto era lo que necesitaba? ¿Lo que deseaba?

 

No lo pensaba claramente, la cabeza le vio vueltas por un instante dejándolo mareado pero aun de pie frente a la cama, desnudo donde había estado toda la mañana.

 

Peino aquel mechón rubio de su frente hacia atrás, cuidando de que quedara perfectamente en su lugar. Las trenzas de su cabello seguían bien hechas con las cuentas de oro con los grabados de su gente, las runas de su pueblo, incluso las de su bien recortado bigote rubio, su hermano se las había trenzado esa mañana cuando fue a verlo…

 

Estaba feliz, Kili estaba feliz de que se sintiera mejor, de que las heridas que tenía sanaban rápido, que los cuidados que también le daba con cariño ayudaban a su recuperación. Verlo en manos de ese maldito orco pálido seguía en la mente del más joven de los hermanos, muchas se lo había confesado cuando estaban a solas, con voz quebrada y abrazándolo con mucha fuerza esperando que no estuviera en una pesadilla. Y muchas de esas veces, el guardaba silencio antes sus palabras, acariciando su espalda hasta que se encontrara mejor…

 

Nada más…

 

Entonces su mundo perfecto se caía pedazo a pedazo cuando nombraba a Tauriel.

 

Cierto, le había salvado la vida a su hermano con esa magia, y muy probablemente habría muerto de no ser por ella, pero su pueblo los había encerrado injustamente cuando pasaron por el bosque negro, quitándoles sus armas, intentando hacer un trato cuando antes no les habían ayudado. El no odiaba a los elfos, nunca le hicieron nada a él directamente pero uno de ellos, o mejor dicho una, le robo algo que desde hace mucho le pertenecía: Kili.

 

Y no se daba cuenta realmente que lo que tenía, era un mal aun peor de lo que llego a ver en su tío.

 

Soltó un extraño suspiro al mirar sus palmas, hace poco sentía como estas ardían cual fuego sobre las brasas y sintiendo ese ardor desaparecer cuando al fin lo toco.

 

Levanto la vista y vio a Kili dormido o más bien desmayado sobre el lecho de su cama.

 

¿Cuánto tiempo estuvieron despiertos? Quizás toda la noche, parte de la mañana también, no lo recordaba exactamente. Con Kili el tiempo parecía detenerse, ir tan despacio que sentía que nunca se acabaría, que con él podía estar por siempre…

 

- Uhgg…

 

Escucho el pequeño quejido de su hermano al intentar vagamente moverse.

 

- No te muevas. – se acerco de nuevo en tono cariñoso sentándose en la cama.

 

No dudo en acariciar su cabello castaño húmedo, lavado en sudor de hace unos minutos y quedando sedoso. Le gustaba mucho cuando este quedaba pegado sobre su frente y despejarlo con su mano al tenerlo tan cerca…

 

Las caricias bajaron por su cuello, notando las líneas rojas con las huellas de sus dedos incluidas como una impresión en un papel, no mostraba ninguna emoción al verlas, ni orgullo, ni satisfacción… nada. Llego a delinearlas a modo de revivir el recuerdo fresco al estar con él. Los jadeos y un par de gemidos que lo dejaba expresar para que no los vieran, para que nadie más viera el deseo de su terrible anhelo, lo que lo volvía loco.

 

Vio las pequeñas gotas de sangre sobre la sabana de algodón, las que recorrieron lentamente su piel a causa de la herida que le hizo en el hombro con sus dientes; se podía ver la perfecta media luna en la amoratada zona de lo profundo que era. Relamió su labio inferior por instinto, el sabor de la sangre de su hermano, metálico que no sabía su gusto por el hasta hace apenas dos lunas. No habían llegado hasta ese extremo… pero el que la nombrara cuando estaban juntos no tenía nombre, no tenía porqué hacerlo y eso lo había hecho enojar, y mucho.

 

El sonido metálico de las cadenas chocando tintineo bajo la manta. ¿Cómo había olvidado quitar el grillete de sus muñecas? Cierto… creyó ver a alguien en la puerta, una sombra de alguien curioseando.

 

No importaba ya… nadie podía decirle que hacer y que no.

 

- ¿Fili?

 

Ya sabía quién lo llamaba cuando el choque de miradas avellana y azul sucedió.

 

- Descansa Kili… lo necesitas. – beso su frente castamente, sonriéndole y dando otro beso en su cabello.

 

- Pero Tau…

 

No termino de decir esa palabra cuando el sonido de un azote en su mejilla lo calló.

 

- Dije que descansaras… - la mirada azul se volvió más opaca, oscura con un brillo siniestro que nadie más veía.

 

El menor de los hermano se llevo las manos maniatadas a su boca, sintiendo el calor de la nueva herida que le hizo, bajando la mirada entristecida para no hacerlo enojar mas.

 

- Debes tener hambre, te traeré algo. – se levanto de la cama vistiéndose con un par de pantalones de piel de ciervo. – No te muevas… por favor. – eso sonaba claramente a una amenaza sin serlo.

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer...


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