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Criminal por Eruka Frog

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Notas del capitulo:

Aquí está el bonus, perdonen la demora, soy maestra y este inicio de ciclo escolar me está matando. Cometarios respondidos, muchas gracias por leer y comentar.

 

 

Bonus.

 

Todos somos actores secundarios en la obra de alguien más, le había quedado más que claro al observar a Sasuke y a Naruto. La melosa parejita parecían creer que la presencia de Gaara en la escuela estaba orquestada por él de manera que sirviera como punto de catarsis en su relación, pero la verdad es que aquel había sido un plan circunstancial que aunque lo había entretenido, no era ni de lejos la razón por la que su pelirrojo bonito había ingresado a la escuela.

 

La razón de su presencia ahí y en ese momento, tenía su origen hacía un año, cuando el taheño había tenido la desafortunada oportunidad de conocerlo.

Kurenai, la madre del pintor, solía ser algo quejica sobre su aislamiento de las más altas esferas de la vida social nipona a causa de la estupidez de permitirse caer ante los halagos de un hombre mayor y casado, pero Sai  le soportaba sus quejas porque la quería y sabía que pese a lo mucho que había sufrido su madre, lo adoraba y a él le parecía que era suficiente. Además, gracias a esa necesidad de mantener relaciones con gente de su clase, era que su madre aceptaba las invitaciones a casi todas las fiestas a las que era invitada, a veces incluso las obsequiadas por simples burócratas de alto perfil.

 

Así, Sai había pasado la adolescencia en una agenda social muy frenética, lo que le permitió conocer a toda suerte de personas y observar, desde su papel como hijo de una mujer poderosa, toda clase de situaciones. Él era de naturaleza callada, quizás porque los primeros años de su vida los había pasado en un aislamiento casi total, debido al escándalo que su nacimiento había desatado. Hasta los siete años, de su edad, Sai solo conocía a Sasuke, su pequeño y adorable primo que se mordía las uñas y tenía unas manías de lo más graciosas, y al que había conocido gracias a Mikoto, la hermosa prima de su madre y la única familiar que parecía interesada en la vida de la oveja negra.

 

El pequeño Sasuke era demasiado rencoroso como para admitir que un niño de siete años no hace grandes planes, y que lo sucedido en aquella fatídica cena los había herido a ambos por igual. A Sasuke, por la parte física y humillante de ser golpeado por su padre, pero a él, que realmente pensó que si molestaba a su primo no pasaría nada más que éste se enojase e hiciera alguno de esos pucheros tan adorables, le arruinó la mitad de su  infancia. Muy apenada, su madre no le había permitido volver a la casa de los Uchiha, pues era una buena mujer y temía que la frialdad de esa familia fuese contagiosa. Claro está, que todavía era demasiado joven para entender que en su casa, su hijo estaba expuesto al mismo peligro gracias a la escoria con la que se había casado.

 

Sai siempre supo que su padre moriría siendo él muy joven, lo sabía porque lo había deseado con muchísima fuerza y le parecía que si había algún dios bondadoso, la muerte de su padre era lo mínimo que se merecía como regalo divino. El hombre no era físicamente violento, pero tenía un talento innato para hacer sentir a los demás como despojos, y de él fue quien aprendió que las palabras podían ser armas definitivas. Así, cuando por fin su padre murió y su madre se vio liberada, él no estaba en posición de contagiarse de la alegría de las constantes fiestas o de dejarse llevar por el alboroto de por fin conocer a gente de su edad en cuanto entró a la escuela.

 

A él, lo único que le resultó interesante de aquellas reuniones, fue descubrir que tenía un gran talento para incomodar a los demás, porque no entendía mucho de normas sociales y creía que ya que su propia madre era una mujer tan abierta, los demás también lo serían. Así, cuando él descubría a dos personas besándose, lo soltaba en público como si nada, sin detenerse un segundo a pensar si uno de los interesados tenía una relación o si aquello podía ser un secreto.

 

Pero quien realmente lo había hecho darse cuenta del poder de los secretos, era Nanae-sensei, una presunta  escritora de novelas rosas a la que había sorprendido discutiendo con quien parecía ser su escritor fantasma, y sin él solicitarlo, ella había comprado su silencio. La mujer se había desecho en lágrimas y excusas, pidiéndole histéricamente que no dijera nada, para después ofrecerle dinero con tal de qué él se guardara esa información. Sai no pensó en el dinero, a él le sobraba, pero le pareció que valía la pena descubrir hasta donde estaba dispuesta a llegar una persona con tal de no ser exhibida como estafadora. Así, comenzó a guardarse la información de lo que observaba o lo que a veces adivinaba y resultaba cierto, trasladando sus habilidades a su vida personal y escolar. De pronto, había evolucionada de un chico tendiente a buscar la soledad, a ser aquel que sin parecer entrometido, sabía todo lo que las personas desesperadamente intentaban ocultar. Aquello lo convirtió en un sujeto  temido, admirado y respetado a partes iguales, pese a que él no estaba demasiado interesado en ninguna de las tres cosas.

 

Su vida pudo haber continuado de aquella forma, maravillándose de lo incomodas que podían estar las personas al sentirse expuestas, divirtiéndose a su costa porque siempre terminaban ofreciéndole cosas innecesarias, pasajeras y banales. Comenzó a interesarse por algunas chicas algo mayores, lo que le dio todavía más popularidad una vez entró a la preparatoria, pero nunca pensó en sí mismo como alguien que pudiera enamorarse.

 

Y ya que  estaba tan absorto en su habilidad de incomodar a las personas y administrar sus secretos sólo por el gusto de aterrorizarlas, no logró vislumbrar que también tenía la habilidad para entenderlos y hacerlos sentir seguros al estar exento de los principios básicos de la ética.

 

Fue en una de esas muchas fiestas de observar y adivinar lo que la gente ocultaba, que terminó perdido en la contemplación de alguien que parecía no temer el escrutinio. Gaara era todavía más pequeño, pero se estaba peleando violentamente con un chico quizás unos cinco años mayor, por algo tan ridículo como que el otro había pasado por su lado, empujándolo por accidente. Su hermano, que era uno de los invitados estrella debido a su carrera como artista escultor, intentaba frenar la pelea sin éxito, mientras que su hermana, una guapísima rubia, mostraba una cara de resignada preocupación.

 

La pelea había terminado cuando que el pequeño demonio rojo le rompió la nariz al otro, y Kankuro-sensei se había disculpado con sus anfitriones y llevado a su apenas apaciguado hermano fuera. Sai los siguió, o los cazó, hasta saber en qué hotel se quedaban y hacerse una idea de los horarios de los dos hermanos mayores. En el transcurso de dos días de observación, ya había visto al pelirrojo pelearse con otros que le doblaban el tamaño por provocaciones  que, vistas de lejos, parecían inventadas.

Entonces como el ave de rapiña que era, fue acercándose a su presa. Estaba emocionado, hasta entonces sólo había conocido gente atemorizada de mostrarse tal cual era, pero aquel taheño parecía bastante ajeno a la opinión pública, demasiado lleno de rabia para notar lo que alguien pudiera pensar.Y como el demonio que disfrutaba ser, logró susurrarle toda la verdad y todos los secretos que él mismo albergaba.

“Ya es suficiente, Gaara ¿quieres saber por qué?, porque acabas de conocerme”.

Gaara se había negado todo lo que pudo, le había pegado, le había mordido, lo había odiado, hasta que poco a poco entendió que aquel muchacho alto, de aspecto sobrio, no se cansaba de perseguirlo. Supo por el propio pelirrojo que había sido expulsado más veces de las que era honorable decir, y que sus padres habían escurrido el bulto de educarlo a sus hermanos, pues no podían controlar su tendencia a la violencia, y que estaba seguro de que sus hermanos también intentarían escurrirle el bulto a otra persona.

 

Y Sai vio la apertura, porque levantó la mano y se ofreció voluntario para hacerse cargo del menor.

 

Desde luego, los hermanos mayores del pelirrojo eran buenas personas que sólo estaban sobrepasadas por la violencia innata de su hermano menor, y Sai había utilizado todos sus mejores argumentos para convencerlos de que valía la pena permitir al pequeño pelirrojo alejarse un poco, pues era quizás su presencia asfixiante lo que lo conducía a la agresión. En ningún momento les confesó que lejos de permitirle a Gaara respirar el aire fresco de la libertad, estaba dispuesto a ahogarlo hasta dominarlo por completo.

 

Gaara entonces se había quedado en Tokio para iniciar el año escolar en una secundaria que era financiada en gran medida por su madre, y en donde al principio se metía en el mismo número de peleas y conseguía el mismo número de reportes y llamadas de atención que en todos sus otros colegios, con la diferencia de que la institución no podía expulsarlo sin perder el financiamiento.

 

A Sai le fascinaba ver al menor lleno de heridas, con las muñecas adoloridas de tantos golpes dados y una mirada de furia ciega. Le encantaba contemplar como  Gaara no hacía el menor esfuerzo por curar sus heridas, como si éstas no le doliesen o mejor dicho, como si el dolor no fuese importante en su vida. Lo enloquecía de malsano placer escuchar a Gaara hablar cortantemente, sin dar explicaciones, sin mentir nunca, pero aun así guardándose el universo que tenía dentro.

 

A Sai no le importaban las razones por las que Gaara necesitaba tan desesperadamente aquellas explosiones de rabia, le importaba Gaara, sólo Gaara. Y quizás porque nunca le echó en cara ninguna de sus peleas, como sus padres, o porque jamás mostraba preocupación por él, como hacían sus hermanos, es que el pelirrojo comenzó a buscarlo con desesperación. El muchacho no quería estar solo, no es como si deseara estar rodeado de gente, pero era evidente que temía el abandono y la soledad, del mismo modo en que no podía evitar escuchar las apabullantes voces interiores que clamaban sangre y dolor.

 

Gaara se había encerrado a sí mismo en una perfecta fortaleza, rodeado del odio sin sentido, irracional y corrosivo que sentía hacia todos y todo. La verdad es que nunca había sentido placer fuera del dolor y la violencia, pero de pronto estaba Sai ahí, no como un intruso en su vida, tampoco como un espectador impaciente, sino más bien como una sombra que tapaba el calor del Sol. Poco a poco se había dejado abrazar por Sai, dejando que su presencia se convirtiera en la razón de su existencia y poco a poco experimentó el sabor de otro tipo de placeres, muy diferentes a los que sentía cuando se enfrentaba a alguien más.

Gaara se había cerrado con llave, así que Sai sólo tuvo que buscar una ventana.

 

Después de casi un año, con sus peleas y los arrebatos de ira bajando de intensidad y frecuencia, Gaara estaba acostumbrado a ir después de clases a casa de Sai, donde Kurenai no estaba al tanto de su personalidad, así que lo trataba con ternura infinita, jalaba sus mejillas y le revolvía el pelo mientras la acompañaba con una taza de té, ambos esperando a que llegara la única persona que les entibiaba el alma. Sai llegaba y lo llenaba de dulces besos, y los dos Amane conversaban sobre los sucesos de aquel día, sobre el arte que tanto fascinaba a Sai y la vida social que hacían lo propio con Kurenai, y ninguno de los dos le pedía que participara en la conversación o mostrara entusiasmo por ésta, sino que lo dejaban acurrucarse en su compañía sin reproches.

 

Entonces, cuando Gaara había bajado la guardia y la violencia que lo había acompañado toda su vida estaba desplazada a un grosero segundo plano, pasó lo inevitable. Cinco alumnos, tres compañeros de  colegio y dos de otras escuelas, lo habían acorralado para hacerle pagar, juntos, todas las peleas que les había ganado por separado. Gaara recordaba sin pesar que a uno le había arrancado un pedazo de oreja y a otro le había roto la mandíbula más allá de toda duda, pero no es como si fuese invencible, y entre los cinco habían logrado romperle un brazo y un par de heridas internas, razón suficiente para pasar unos días en el hospital.

 

Sai no se preocupó tampoco en ese momento. Se limitó a besarle el cabello, impedir que sus hermanos supieran su estado, y llevarle un libro del género de novela negra. Hasta después supo que aquellos cinco chicos no sólo se enfrentaban a la expulsión académica, sino que además uno de ellos había sido repudiado por su familia y los otros cuatro se cargaban una cara de miedo que les duraría lo menos dos años. Sai estaba detrás de todo eso, pero mientras él se recuperaba de sus heridas, nunca mencionaron ni la pelea ni la vendetta a la que se había embarcado.

 

Sai era peligroso en un nivel totalmente diferente a él, que ni siquiera se había considerado como una verdadero criminal, hasta que aquellos molestos chicos habían intentado cobrársela juntos. Los cobardes se juntan para enfrentarse al miedo, pero para que exista el miedo tiene que existir también la amenaza, y Gaara jamás reflexionó que él pudiera encarnar una.

 

Sai le sugirió un día, que no se diferenciaba del resto y que bien podría haber pasado por alto, que debería adelantar grado. Sai sabía que la escuela siempre había sido más bien su anillo de lucha personal, pero también sabía que pese a ello sus notas eran excelentes y que incluso, siendo algo más pequeño, había ganado algunos premios en el área de ciencias y lengua.

 

-¿Estaríamos juntos todo el tiempo?

 

Se aventuró a preguntar aquello. Él, que nunca preguntaba nada porque no había nada que le pareciera interesante saber, había soltado aquello con voz titubeante, absolutamente anhelante. Y Sai había asentido con la cabeza, mientras acariciaba el cabestrillo que sostenía su brazo. Una completa locura, una insensatez que Sai quisiera estar con él en la misma medida que él deseaba estarlo.

 

Las voces en su cabeza, que antes clamaban por sangre, se quedaban mudas ante Sai, que no solo lo estaba asfixiando con su presencia, sino que se lo estaba comiendo. Desgarraba su carne con aquellas muestras de afecto, carentes de dudas o miedo, lo masticaba lentamente, disfrutando del sabor picante de la ira incontrolable que aturdía a Gaara, que hasta entonces no le había permitido desarrollar una personalidad propia, demasiado ocupado en la masacre y el odio.

 

Sai lo devoraba a su gusto, y saber hasta qué punto se sentía dominado por el mayor, lo asustó sólo durante dos segundos. No necesitaba dejar el odio de lado, no necesitaba la ira o la sangre, ni siquiera necesitaba acordarse de su propio nombre, porque era Sai quien moldeaba ahora su existencia, quien dictaba lo que estaba bien, lo que estaba mal, quien llevaba el ritmo de su vida, quien le instaba a atacar o detenerse, siempre dominante, siempre imponente, siempre libre de reproches.

 

Así sabía la libertad.

 

A falta de oxígeno,  incertidumbre, frustración y  tristeza, Gaara había renunciado a la gloriosa seguridad de no estar atado a nadie, y había reclamado su derecho de sentirse como un Ser Humano*, sólo para entregarle esa humanidad a la única persona capaz de buscarle en el infierno y llevarlo a la tierra. De atarlo, de sostenerlo, de mantenerlo de pie lo mismo que lo mantenía en el piso.

 

Sai le quitaba gravedad al mundo.

 

-Sólo quiero estar cerca de ti –susurró, sin recordar cuándo había sido la última vez que había llorado, pero sabiendo que estaba a punto de hacerlo –no me importa nada más.

 

Los siguientes dos meses los dedicó a prepararse para pasar al primer año de la preparatoria Konoha, lo que serviría de plataforma para realizar los exámenes de primer y segundo año de un tirón y por fin estar todo el día con Sai. Se preparó día y noche, dejando de comer y dormir, bajó cinco kilos y  los labios se le volvieron resecos, perdió algo de cabello y las uñas lucían un feo color amarillo, frágiles. A un mes de tomada la decisión, se encontró de nuevo en el hospital, esta vez a causa de sus continuos desmayos y lo que los médicos calificaban como fatiga extrema, o como posible pérdida de un riñón, o de úlceras. Nunca prestó menos atención a las palabras ajenas.

 

El dolor no podía importarle, nunca lo había hecho y nunca le importaría, porque así como la ira podía adormecer todos los síntomas físicos, la concentración de un objetivo concreto los mataba por completo. Gaara pasó dos semanas en el hospital, siendo obligado a dormir la mitad del tiempo, mientras la otra mitad la dedicaba a consumir libros y programas académicos, aprendiendo de memoria lo necesario, mecanizando otro tanto y comprendiendo el resto. Tenía que pasar cuatro grados académicos en ese ciclo escolar si quería alcanzar al bruno, y no se dejaría vencer por algo tan banal como su propia salud.

 

Cuando terminó de repasar por cuarta vez la currícula del primer año, ni siquiera se dio cuenta de que estaba en la habitación de Sai, o que el moreno lo estaba pintando. Solo soltó un “estoy listo” que Sai no respondió, ocupado en su propia actividad. Parpadeó un par de veces, pero no intentó llamar su atención. Le molestaba la rigidez del cuello y ni siquiera sabía cuál era el siguiente paso, pues él solo se había asegurado de aprender todo lo necesario.

 

-Muy bien, en una semana entrarás al primer año en Konoha, tienes poco más de un mes para prepararte para los exámenes finales –anunció después de quince minutos, sonriéndole de medio lado –lo mejor será que ganes algo de peso y duermas bien, entre menos preguntas hagan, mejor.

 

-No me importa lo que piensen, sólo quiero estar contigo –le dijo con algo muy parecido a la pasión. Sai besó una de sus manos, la izquierda, antes de asentir.

 

-El problema es que tenemos en Konoha un consejo escolar toca cojones, y para tu mala suerte el único grupo con espacio para acoger a un nuevo estudiante es el de mi primo, Sasuke.

 

Escuchó el nombre en silencio, sin saborearlo, pensando que por él Sai podía tener a toda su familia metida ahí y le daría lo mismo, porque su meta no era congeniar con ellos o siquiera pasar desapercibido.

 

-Mi primo tiene unas manías de lo más raritas –le dijo distraídamente –no es como tú.

 

-Bien –le dijo sin importarle mucho, más concentrado en la posibilidad de lamer el cuello del otro, tan pálido y elegante, pero sabiendo que Sai seguía en su negativa de tocarlo en exceso, de no sexualizarlo a una edad tan precoz, ignorando que para Gaara la sexualidad, como cualquier otra cosa en su vida, empezaba y terminaba con él.

 

-No, nada bien –respondió mirándolo con firmeza. Ante esas miradas, el pelirrojo no podía más que estremecerse, sintiéndose atravesar por esos ojos de carbón –a mi primo le encanta meterse en peleas, es bastante bobo.

 

-¿Te preocupa que peleemos? –interrogó impresionado. Con una punzada de inseguridad, preguntó -¿temes que yo lo lastime o que él me lastime a mí?

 

-En lo absoluto, me da igual lo que le hagas a Sasuke, aunque tengo una deuda pendiente con él, lo que me preocupa es que nos eche todo a perder.

 

-¿Cómo podría? –ante la idea de alguien amenazando su camino amarillo para llegar a Sai, de inmediato se puso en pie–si es necesario, voy a joderlo antes de que pueda meterse.

 

-Es lo más parecido a una amenaza que te he escuchado –le dijo Sai, haciendo que se sentara con sólo un toquecito en la muñeca –pero el punto no es quitarlo del camino, puedo hacerme cargo de eso yo mismo, el problema es que es parte del consejo estudiantil y puede entorpecer nuestros movimientos si se decide a hacerlo. El consejo tiene mucha influencia en las decisiones académicas, y Sasuke lo tiene sobre el consejo, ergo…

 

Dejó las palabras en el aire, pero él entendió que sí que era necesario mantenerse bajo el radar si quería estar con Sai. Tras meditarlo mucho, pensó que no le importaría recibir un par de golpes por parte de ese tal Sasuke, lo permitiría sin quejarse si de esa forma lograba mantenerlo lejos de la ecuación. Así lo dijo a Sai, pero el moreno ya tenía una sonrisa en la cara.

 

-Se me ha ocurrido algo divertido –le dijo, y debía serlo, pues Sai pocas veces mostraba tanta alegría –ah, Gaara, nos vamos a divertir muchísimo.

 

Ni siquiera ahora entendía muy bien qué es lo que le parecía tan gracioso a Sai, pero de lejos podía vislumbrar que involucraba al molesto Uchiha, al tolerable Naruto y a una fijación de Sai sobre ellos dos. Le había pedido primero que se mantuviera cerca de Sasuke, después que le prestara un libro, ese mismo día que retuviera al moreno a toda costa y después que siguiera manteniéndose cerca. La pelea desencadenada por la maldita curiosidad de Sasuke, no estaba contemplada, pero simplemente se había sentido amenazado y había actuado en respuesta, Sai le había asegurado que no era su culpa y que le daba bastante igual, pero también le había advertido que aquella pelea no podía repetirse si quería pasar el último año escolar junto a él y Gaara había aceptado sin reservas la demandante condición.

 

Sai, por otro lado, estaba divertidísimo en efecto.

 

Cuando se dio cuenta de que Gaara realmente era capaz de saltarse cuatro años de escuela con tal de estar con él, comenzó a hacer los preparativos. Compró con gran facilidad las recomendaciones de los maestros de Gaara, además de un nuevo e impecable historial académico, y logró que el director de Konoha admitiera al pelirrojo en periodo de prueba, a ver si realmente podía engrandecer a su escuela. Se topó con un problema cuando se dio cuenta de que su cerecita estaría con Sasuke, pues no sabía si su irritable primo podría sentir molestia por el más joven. Después de pensarlo un poco decidió que la aparente frialdad de Gaara lo dejaría de lado en ese punto, pero también supo que Sasuke era demasiado controlador como para dejarse convencer de que la presencia del taheño en Konoha no era cuando menos inusual. Seguramente lo haría seguir y lo investigaría a profundidad.

 

Dejó de preocuparse el mismo día que Gaara entró a Konoha, pues mirando por la ventana logró ver el espiral de los pendientes de una alumna, tan parecidos al ingrediente de ramen por el cual uno de sus más adorablemente idiotas compañeros recibía su nombre. Al ingresar Sasuke a Konoha, se había decidido a vigilarlo, y por ello había descubierto la extraña relación que tenían Sasuke y Naruto, dicha relación siempre lograba sacarle un par de carcajadas, pues el rubio parecía totalmente trastornado por la conducta de su primo, mientras que su primo parecía demasiado enfrascado en sí mismo como para dedicarle al rubio la atención que se merecía. Le mandó aquella famosa nota al rubio, seguro que nada te hace pensar tanto en algo que cuando te piden expresamente que no lo hagas.

 

Funcionó, el rubio era tan moldeable como lo sería el hijo de Namikaze Minato, uno de los hombres más imponentes que Sai había conocido, incluso cuando nunca había cruzado ni una mirada con él. Estaba claro que antes de aparecer Sasuke, Minato había dominado la mentecilla del blondo, dejándolo a merced de cualquiera con dos dedos de frente que tuviera las agallas para ocuparse de él en pleno despertar sexual. Es decir, dejándolo a punta de boca para alguien como Sasuke y, peor, como Sai.

 

No estaba seguro de si aquello estaba previsto por Minato, que su único hijo fuese tan dependiente emocionalmente, pero seguramente todo formaba parte del plan del otro hombre, ya que pocas veces había conocido a alguien tan ambicioso y dominante como él. Naruto comenzó a formarse ideas dramáticas a partir de la falta de atención de Sasuke, y él aprovechó la necesidad compulsiva de su primo por saberse dueño de la situación, dejando pistas importantes por un lado, mientras escondía otras, como todo buen prestidigitador.

 

Y por fin, habían estallado los tres.

 

Lo que lo dejaba por un lado con un Gaara más relajado, y con una deuda que Sasuke tendría que pagar callando todo lo que sabía del pelirrojo. La víctima y el beneficiado colateral fue, desde luego, Naruto. Pero por lo demás él tenía el camino libre para que su pelirrojito y él estuvieran juntos siempre, pues como bien sabía, una vez que observas el abismo, el abismo te observa a ti.

 

Y Gaara era, sin pedirlo, el abismo en el que él  se había dejado caer.

 

 

Notas finales:

Y ya está. No sé por qué esta historia se me ha hecho tan dificil, creo que esto de escribir todo y luego ir publicando no funciona para mí, entre más tengo una historia esperando a ser publicada, más cosas le cambio. El último capítulo espero colgarlo este viernes, en cuanto corrija los diálogos y dejen de parecerse peligrosamente al formato script.

 

Muchas gracias por aguantarme la tardanza, los quiero.

 

Kissus ^x^ 


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