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Identidades falsas por Naniimine

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Capitulo 2. La sonrisa del diablo.

 

 

Luke se veía en el espejo de nuevo, su reflejo le devolvía la mirada, inspeccionaba a detalle que cada pieza estuviese en su lugar, justo como su padre le gustaba. Justo como un Weissbeck debía mostrarse ante el público. Que se notara todo el dinero que poseían.

Se había quedado solo, la criada se había ido cuando su baño terminó, y decidió irse sin esperar hacia el despacho de su padre. Quedaba media hora, era bastante tiempo, pero su padre odiaba a las personas que llegaban tarde. Como su hijo, era impensable el llegar tarde. Sin prisas, con suficiente tiempo, temprano.

En la planta baja, hacia el ala oeste de la mansión, se encontraba el despacho de su padre. Ningún criado tenía permitido acercarse cuando Adolph Weissbeck estaba en su despacho, y de ser necesario era llamado. Él caminó seguro por el pasillo hacia el ala oeste, él no era un criado, era Luke Weissbeck, y aunque existían reglas sobre sí mismo impuestas por Adolph, estaba en otro status.

“Eres un Weissbeck”.

Luke escuchó unas voces al fondo, enarcó una ceja curioso, su padre sonaba misteriosamente animado. Cuando estuvo a punto de tocar la puerta, esta se abrió dejándolo con la mano en el aire.

Ambos se miraron.

—¿Luke? —susurró su padre. El tono crema del traje de Adolph le hacía ver aún más pálido— ¿Qué estás haciendo aquí?

Ese tono…

—Tú me llamaste, padre —susurró algo apenado, ¿Habría confundido la hora? Imposible.

Dos segundos de silencio.

—Sí —dijo seguro. La pregunta anterior quedaba anulaba por el controlado tono de voz de Adolph. Su padre, su padre lo sabía todo—, es cierto, yo…

—¿Este es el pequeño heredero? – interrumpió otro hombre saliendo del despacho.

Luke luchó por mantener la compostura, sereno (como su padre), cuando sus ojos se encontraron con los del otro hombre. Ese sujeto… no le agradaba ese sujeto. Todo él gritaba vulgar; su largo cabello rojo, sus tatuajes en el cuello y los nudillos, no se molestaba en disimular la ilegalidad a diferencia de su padre (Elegante, estricto, respetable, luciendo como alguien que nació respirando dinero). Luke tenía diez años recién cumplidos, era un niño, pero no era idiota. Él sabía en el mundo en el que estaba, aunque no entendía la mayoría, comprendía lo necesario. Ningún niño de su edad habría visto lo que él hasta entonces.

Bueno, no era ningún niño. Era un Weissbeck.

La voz de su padre en su mente se encargaba de recordárselo a diario.

Luke era un buen observador, era un talento, sabía que el acompañante de su padre tenía intenciones ocultas, peligrosas. Seguramente su padre ya estaba al tanto.

El hombre se agachó a su altura, le sonrió pero Luke mantuvo su expresión seria.

—Es una pequeña belleza ¿No? –lo tomó de la barbilla apretando los dedos en sus mejillas, movió su rostro de un lado a otro— Eres tan delgado y lindo como una niña mini Weissbeck —desvió su mirada para ver al mayor sin soltarle el rostro—. Siempre lo diré, el parecido contigo es increíble Adolph, ¿Tú también eras así de lindo?

Luke notó la casi imperceptible tensión en la mandíbula de su padre. Una cosa era que se burlaran de él, pero otra era que se burlaran de su padre y no permitiría que lo hicieran por su culpa.

—Soy un niño, señor –espetó y movió su cabeza zafándose del agarre del hombre.

Este, soltó un silbido divertido.

—Un niño Weissbeck definitivamente —se levantó y arqueó las cejas aun sin quitarle la vista. Él seguía sin devolverle la sonrisa.

—Todo eso fue trabajo de mi Annabel —dijo Adolph sin exaltarse, sin despegar la mirada de Luke— mi contribución fue minúscula comparada a la belleza de su madre.

El niño se tensó y bajo la mirada, su padre estaba enojado.

—Es cierto, un bastardo como tú jamás podría ser tan tierno —sonrió burlón a Adolph.

—Sigo siendo mejor que tú —respondió Adolph. Su padre jamás decía groserías— Bien, debemos ir a la reunión o los otros comenzaran a creer que planeamos algo —una media sonrisa curvó los labios del hombre— Y eso no sería bueno ¿verdad?

El otro sujeto soltó una carcajada, las palabras y la mirada de Adolph iban en direcciones opuestas.

—Pero dijiste que hoy… —dijo Luke y su voz murió en su garganta al instante en el que notó lo que había hecho. Luke no tenía permitido hablar sin permiso. Su padre se lo recordaba siempre.

Adolph le envió una mirada llena de furia, su sonrisa no se había movido de su sitio, mantenía excepcionalmente la compostura. El rubio mayor se agachó para llegar a su nivel. Luke luchó contra la tensión de sus músculos con toda la fuerza que pudiese tener.

—Luke, sé que lo prometí pero esto es muy importante —dijo excusándose, su padre jamás decía “lo siento” o asumía la culpa de algo. Sintió la mano de este en su hombro— Eres grande ¿Lo entiendes, no? —apretó el agarre haciendo que Luke hiciera una mueca.

Su padre estaba enojado. Estaba enojado. Y se lo iba hacer pagar.

—Lo entiendo, padre —susurró con la voz más firme que tenía.

—Ese es mi niño grande —besó su mejilla y se levantó viendo al otro hombre— Vámonos —y pasó de Luke.

El otro hombre le revolvió el cabello una segunda vez y siguió a su padre, este último no se volvió para despedirlo.

Luke se quedó en el mismo sitio apretando fuertemente sus manos sobre la ropa. Su padre se había molestado porque él había llegado antes de lo esperado, porque le había interrumpido su reunión, porque había sido la excusa para que alguien se burlara de él… Luke había sido un idiota. Cuando el pánico se fue disipando, la ira fue sustituyéndolo de a poco, llenando cada espacio dentro de su pequeño cuerpo, cargándolo con rabia hacia el hombre que acompañaba a Adolph y hacia él mismo. Los Weissbeck no cometían errores, y él… Soltó una mala palabra que había escuchado a uno de los criados decir, no sabía lo que significaba, pero sonaba bastante a una grosería.

 Cuando pudo moverse por fin, comenzó a caminar fuera del ala oeste, cargado de mal humor, sus pasos se dirigían hacia la habitación de Rowen. Pagaría su enojo con él, era su guardián, su juguete, y si lo quería romper, lo rompía. Ese era el trabajo de Rowen después de todo.

 

 

 

 

Rowen revisaba el registro personal donde ordenaba sus blancos, observaba la foto de Luke con detenimiento. Por supuesto que Luke no era un blanco, pero era un Weissbeck. Pediría conservarlo, tenía potencial. Y… y sonreía adorable en esa fotografía, era el niño más hermoso que jamás hubiese conocido, quería protegerlo de todo lo que Weissbeck padre era, quería alejarlo, quería…  

Rowen entrecerró los ojos mientras su cerebro volvía a ser racional, apretaba el álbum entre los dedos, chasqueó la lengua y apartó la vista del mismo cerrándolo con violencia. Me voy a comer sus ojos esta noche, pensó. No le daba mucho ánimo matarlo (era un completo desperdicio), pero tampoco podía dejarlo con vida, lo sabía. Se lo recordó con vehemencia para acallar esa vocecita trasera que le susurraba “proteger a Luke”. Agitó la cabeza y se apresuró a guardar el registro en el interior de la tabla suelta bajo su cama. Se iría a bañar y a sacarse la tierra. Se desvistió ahí mismo dejando las ropas sucias en el suelo y se metió al diminuto baño de esa habitación.

 

 

 

 

Luke quería patear el piso por donde caminaba, pero no podía hacerlo, en su mente lo hacía, y mientras, murmuraba distintas cosas que no entendía pero habían dicho en algún momento sus criados. Groserías, eran groserías.

Se detuvo en frente la puerta de Rowen y con cuidado tiró del picaporte para abrirla. Enarcó una ceja sorprendido cuando se encontró con esta cerrada, los sirvientes tenían estrictamente prohibido pasar llave a sus habitaciones. Luke sonrió ante el desafío, una puerta cerrada ya no era un problema para él.

Sacó la navaja suiza que le había dado su padre y comenzó a utilizar una de las hojillas pequeñas que él había acomodado para acceder a todo aquello que ponían bajo llave los habitantes de esa mansión.  

Luke sonrió cuando escuchó el suave "click" de la cerradura abriéndose, guardó la navaja y con otra mano empezó a abrir lentamente la puerta, haciendo el menor ruido posible.

Su sonrisa se amplió al pensar en el susto que le daría a Rowen. 

Abrió lo suficiente la puerta para espiar si su guardián estaba cerca pero lo único que se escuchaba era el sonido de la regadera. Apretó los labios y terminó de entrar.

“—Incluso para molestarlo es inútil”.

Era la segunda vez que estaba en el lugar, la primera había sido hacia unos meses atrás buscando algo que pudiera usar para chantajearlo, pero la habitación no tenía nada personal, ni siquiera una vieja fotografía. Inútil, Pochi.

Miró de un lado la ropa sucia de Rowen tirada en el piso y resistió el impulso de patearla para descargar su mal humor. Se preguntó por qué no podía dejarla en la cesta y luego sonrió. Un pensamiento cruzó su mente y las palabras “cosas escondidas no aptas para sus ojos” en la voz de Rowen, resonaron. Con sigilo caminó hasta la cama de su guardián.

Las películas decían que todos ocultaban dinero o cosas de adultos debajo de la cama. Sus pequeños brazos protestaron pero consiguió levantar el colchón, no encontró dinero o revistas, decepcionado soltó un suspiro, pero luego el relieve de una tabla mal colocada en el piso llamó su atención. Sonrió triunfante.

Bajó con cuidado el colchón, mirando en dirección a la ducha por si salía Rowen. Había dejado de escuchar la ducha, incluso aguanto la respiración expectante viendo la puerta. Soltó el aire cuando volvió a oír el agua de la ducha y se metió debajo de la cama. Movió la tabla con el mismo cuidado con el que había quitado el seguro de la puerta y sus ojos se agrandaron con lo que vieron.

En el agujero, estaba un único cuaderno de tapas desgastadas y lomo delgado ¿Serían las cosas sucias de Rowen? No es que él supiese demasiado de cosas sucias, pero tenía la idea general. Las películas…

Se movió a una esquina donde pegaba un poco más de luz para abrir el cuaderno y revisar su contenido. Parecía un álbum rudimentario ¿Un diario? Se acomodó en los codos y comenzó a pasar las hojas.

Su sonrisa se fue borrando a medida que avanzaba en las páginas y su corazón empezó a latir demasiado rápido.

Esos no eran papeles sucios, eran imágenes, recortes de periodicos y letras demasiado corridas que no entendía, otro idioma. En un recorte de una fotografía, reconoció a su padre rodeado con un círculo rojo y otros hombres con unas X en las cabezas, en la siguiente página había un bosquejo de lo que parecía ser el primer piso de la mansión Weissbeck, unos círculos rojos y cuadrados se distribuían en varios puntos, los círculos estaban en las esquinas y los cuadros en otras zonas de la casa. Los mismos símbolos, ese otro idioma raro, se amontaban junto a números encima de los cuadrados. Pasó otra página y agradeció tener en el suelo el álbum, de lo contrario se le habría caído.

Era una imagen de la fiesta de la familia Sicatto, lo recordaba porque su padre lo había hecho vestirse particularmente bien y la prensa le había tomado tantas fotos que por varios minutos sólo vio negro.

Pero la foto tenía todo tachado menos él, de hecho él estaba resaltado con marcador, como si lo hubieran hecho muchas veces hasta que el marcador casi lo perforara del periódico. 

Sus manos comenzaron a temblar.

Rowen era un espía.

El Rowen que había molestado por un año era un espía.

Rowen a quien le había compartido el lugar secreto de su madre, era un espía.

Mordió con fuerza su labio hasta que lo sintió sangrar, se sentía sorprendido, enojado pero por sobre todo traicionado. Su padre y él le habían dado una oportunidad y él los había vendido.

Se quedó viendo su imagen, por el ensañamiento con el que le quería separar de la foto, parecía quererle hacer pagar lo mucho que lo había molestado. Bien, porque él quería hacer lo mismo por eso que había descubierto.

Arrancó el recorte donde él salía y lo guardó en su bolsillo, sacó su celular y marcó el número que su padre le había dicho que llamara en caso de emergencia. 

Sintió algo correrle por la mejilla y se frotó la manga con odio por esta, la llamada se había cortado, él no dijo una palabra, pero era suficiente. Los guardias no tardarían en seguir la dirección del GPS y entrar a la habitación.  Salió debajo de la cama dejando los recortes y todo lo demás sobre la cama de Rowen. Su mirada furiosa paseó por lo expuesto allí. Grotesco. Peor que aquel hombre que acompañaba cada cierto tiempo a su padre.

 

 

 

 

Rowen mantenía sus ojos cerrados mientras el chorro de la ducha le golpeaba la cabeza, le gustaba el agua. Le gustaba estar mojado. Le gustaba el agua limpia y tibia de la casa de los Weissbeck. El agua era un lujo, en este lado del mundo la desperdiciaban de ese modo. Tal vez le gustaba ese desperdicio. Abrió los ojos cuando escuchó pasos por encima del ruido que hacía el agua contra su cabeza, cerró la llave del agua y vio hacia la puerta. Entrecerró los ojos, volvió a escuchar ruido de pasos pero venían de afuera de su habitación. Se encogió de hombros, no le importaban esos pasos, no eran de Luke. Luke estaba con su padre ahora mismo siendo su patito estirado detrás. Volvió abrir el agua y suspiró.  Minutos después cerró la llave y salió de la ducha, tenía el cambio de ropa encima de la tapa del retrete y los tomó (suéter y pantalón), se calzó las botas y se hizo el cabello hacia atrás para atarlo en una cola. Estaba preparado, esa noche ocurriría el asalto.

Pero no.

Cuando salió del baño se quedó frío por lo que vio sobre su cama.

Maldijo. Luke, Luke había sido el ruido y él se confió. Mierda. Sus ojos bicolores se clavaron en los de Luke, la furiosa mirada esmeralda de este fue como si le arrojara dagas que se le clavaban en la garganta, las sintió.

Mierda.

Mierda.

—¿Sorprendido? —espetó el niño. Era increíble que la voz de un niño de diez años fuera capaz de usar ese tono de voz cargado de tanto… veneno— Bien, porque somos dos.

Vio a Luke empujar con el pie la puerta, abriéndola de par en par, revelándole a los guardias al otro lado de está. Todos le apuntaban con armas, todos los ojos fijos en él. Escapar de cinco pistolas apuntándole, seis si contaba al francotirador que le tenía en la mira desde afuera, en ese espacio tan limitado… Era imposible. Iba a morir de todos modos. Por primera vez no supo cómo reaccionar.

Mierda.

Luke.

Vio hacia el rubio. La mirada esmeralda ardía en ira, le quemaba, y le dolía.

Mierda.

La misión.
—Si se mueve un milímetro, háganlo colador –ordenó Luke a los hombres de su padre, su mirada seguía en él, como para asegurarse de que no intentara nada. Con seis cañones en él ¿Cómo iba a ser capaz de hacerlo?

Mierda.

Luke…

—Mi padre dijo que lo trasladaran al sótano mientras llega, llévenselo.

Rowen se había mantenido estoico luego de comprender la situación en la que estaba, y después de escuchar las palabras de Luke, ordenándoles a los matones de Adolph que lo llevaran al sótano, sonrió. Ladeó la cabeza y cerró los ojos cuando, entre golpes y patadas, lo redujeron al piso para atarlo y arrastrarlo fuera. Era un crio de catorce años ¿Era todo eso necesario? Al parecer, sí. Era un espía.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca de Luke, le susurró:

—Bien hecho, princesa —y eso le costó una patada en las costillas de uno de los hombres.

“—Está bien, Luke, bien hecho. Sobrevive a lo que viene, por favor.”

Mierda.

La misión no va a cancelarse.

Luke…

El plan estaba corriendo, él sólo era una pieza que ya había hecho su movimiento horas atrás. Su muerte no significaría nada para detener el asedio de Horus.

O al menos trataba de convencerse a sí mismo de eso. Esa maldita vocecita en algún lugar de su cabeza seguía susurrándole “protege a Luke”.

Hijo de puta.

 

 

 

 

Luke pudo saborear la expresión de sorpresa de Rowen ¿No era eso lo que buscaba? ¿Sorprenderlo? Bien, porque lo había hecho. Ambos. No importaba ya, el desprecio, el odio y sólo eso, odio, no quería dar cabida a otra clase de sentimiento, seguía demostrándoselo a él mientras lo veía maniatado y siendo arrastrado por los guardias. Los verdaderos guardias. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando escuchó las palabras de Rowen antes de que le sacaran, uno de los guardias, su verdadero guardia, le silenció de una patada.

Bien, porque se lo merecía.

Siguió a los guardias, sus verdaderos guardias, se lo recordaba con ahínco, mientras arrastraban sin miramientos a Rowen en dirección hasta el sótano.

El sótano parecía más una mazmorra antigua, de esas donde torturaban y mataban a los que acusaban de brujería en la época medieval. El sótano de Weissbeck también era un sitio de tortura y muerte, para los traidores. Y Luke jamás había bajado a ese lugar; odiaba los lugares pequeños y oscuros, era la segunda cosa que mantenía en secreto de su padre.

“Un Weissbeck no tiene debilidades”

Los guardias no le permitieron pasar más allá del umbral del pasillo del sótano de todos modos. Tampoco fue necesario acercarse, la resonancia del sitio amplificaba el sonido de los golpes contra la piel, y los jadeos seguramente de Rowen.

Traidor.

Su padre llegó casi una hora después, sereno y despreocupado, como si le tuviera sin cuidado el que uno de sus empleados fuese un espía. Adolph Weissbeck jamás estaba en apuros, sólo enfrentaba contratiempos.

Adolph vio a su hijo y le dedicó una sonrisa que a este le dio escalofríos.

—¿Por qué no estás en la celda, Luke? Debes verificar que tu invitado sea atendido correctamente.

—Señor, él es sólo un niño –intervino uno de los guardias que aguardaba en el umbral del pasillo junto a él.

—Tonterías —bufó revisando la hora en el reloj de muñeca— Él es un Weissbeck, esto no es nada para él ¿Cierto Luke? –le coloco una mano en la espalda empujándolo al frente.

Luke asintió sintiendo un poco de orgullo que su padre hablara de él de esa manera.

Si desde arriba parecía una mazmorra medieval, caminando por ella era igual a una cárcel en esos países en guerra que mostraban las películas. Pasó saliva ignorando el escalofrío en su espalda y siguió caminando por el estrecho pasillo.

Luke apretó la mandíbula cuando vio a su falso guardián. Rowen estaba sentado en una silla de hierro con las manos esposadas en la espalda. Lucía bastante mal, tenía el cabello enmarañado y la cara hinchada y llena de sangre ¿Cuánto tiempo había pasado desde que lo tenían allí? Se veía repugnante, pero eso no evitó que su indignación, su rabia, menguaran por la traición de este.

—Así que… —comenzó su padre tomando asiento en una silla frente al prisionero— ¿Rowen Fox, no? Uhm… Seguramente ni siquiera es tu nombre —soltó un suspiro teatral— Tenía esperanzas en ti, niño —su padre apoyó la espalda en el asiento y se cruzó de brazos—. Verás, mi hijo es un pequeño ángel –Luke se tensó cuando escuchó aquello— pero por alguna razón, sus guarda espaldas tienden a durar poco o a adoptar extraños fetiches —Adolph sacudió la cabeza, y él continuaba rígido atrás de este— y entonces llegaste tú, una edad inmadura todavía, pero con habilidades extraordinarias. No voy a mentirte —rio Adolph—, dudé un poco de ti, pero me dije “Adolph, sólo necesitas un escudo para Luke, es todo” —su padre volvió a reír y él pasó saliva por la garganta— ¿Y cuánto duraste? ¿Un año y medio? ¡Ja! Casi me haces aumentarte el pago ¡Casi te incluyo en el plan de entrenamiento de mis hombres! –exclamó con falsa indignación y luego suspiró. Luke dio un respingo silencioso. A pesar de que su padre no alzara la voz, ese tono era de enfado— Y me sales con esto.

Luke vio a su padre hacer una seña con la mano a uno de sus hombres. Este se acercó con el diario que él había encontrado en la habitación de Rowen. El recorte que había arrancado donde salía la fotografía suya rodeada de un círculo remarcado varias veces, le pesó un poco en el bolsillo. La voz de su padre le hizo espabilar de nuevo.

—¿Horus? ¿En serio? Creí que me había encargado de los jefes de ese desagradable nido de rebeldes —Luke veía atento a su padre. Rowen permanecía mudo. Adolph tomó la fotografía donde salían los hombres tachados con equis rojas en el rostro excepto él—, pero, por lo que veo siguieron trabajando ¿Eh? —Adolph rio— ¡Tanto tiempo buscando a los culpables de los asesinatos y de repente, uno trabajaba para mí! —su padre sacudió la fotografía—. Debo agradecerles, niño, ellos no me caían precisamente bien y gracias a sus decesos pude ampliar aún más mi territorio —Adolph cruzó la pierna y apoyó el codo en la rodilla inclinándose para descansar la quijada en el puño. Desde allí se podía notar que toda su atención la dirigía al prisionero magullado y maniatado frente a él—. Ahora, por qué no me dices amablemente que es lo que planeaban antes de que me vea obligado a hacer algo que no quiero ¿Sí?

 

 

 

Rowen apenas y mantenía la cabeza erguida, jadeaba lento y pesado, pero silencioso. Su visión era roja, sólo era capaz de abrir un ojo. Escupió a un lado la sangre con dificultad, tenía los labios hinchados, un poco de saliva (o sangre) le escurría por los lados.

Pobre Weissbeck, iluso, pensaba mostrando una débil sonrisa. Él había sido entrenado para eso, no importaba las torturas, y aunque había desarrollado una especie de lealtad a Luke, su devoción estaba para con Horus. Ya cumplida su misión, no le importaba morir.

Rowen no le respondió. Tampoco le despegó la mirada del único ojo que podía abrir. Hijo de puta, vas a morirte aquí, conmigo.

 

 

 

 

Hubo un silencio de un minuto, o tal vez más, Luke no estaba seguro, su vista no se despegaba de Rowen. Sentía el corazón latiéndole con fuerza ¿Acaso no pensaba responderle a su papá, esa escoria?

—Por eso no me agradan los árabes, ni japoneses, con toda esa parafernalia de lealtad y suicidas —Adolph se masajeó las sienes— Hay maneras más fáciles de morir ¿Sabes? Menos dolorosas —susurró y negó con la cabeza. Adolph levantó su otra mano moviendo su dedo índice— Luke, ven aquí.

Luke salió de su pequeño letargo, se había quedado fijo viendo a Rowen todo ese tiempo, pero recobró la compostura y caminó hasta ponerse al lado de su padre.

—¿Tú fuiste el que lo descubrió, cierto? –le preguntó y él asintió con su cabeza viéndole— Bien, entonces te ganaste una lección directamente de tu padre.

Luke miró emocionado a Adolph; las únicas lecciones que le había dado su padre eran de etiqueta, del correcto comportamiento de un Weissbeck, y no eran muy frecuentes. Pero algo que involucrara las actividades de su padre, nunca.

—Saca tu navaja —ordenó el hombre.

Luke frunció un poco el ceño en confusión viendo a su padre, pero asintió sacando la pequeña navaja suiza de su bolsillo.

Adolph sonrió tomándolo de los hombros, luego lo ubicó entre él y Rowen.

—Apuñálalo Luke.

Él arqueó las cejas ante la orden, se tensó, pero se obligó a disimular su sorpresa. No quería hacer enojar a su padre. No podía hacer enojar a su padre. Tragó.

 —Él no hablara —volvió a decir Adolph a su espalda— ya me he enfrentado a otros como él, así que es perfecto para ti —le hablaba lentamente y muy cerca del oído. Luke podía sentir el mentón de su padre rozándole el hombro—. No importa donde lo hagas, imagina que cortas un trozo de carne ¿Recuerdas como tu madre te enseño a cortar la carne? Lento pero con fuerza —Adolph le tomó la mano que sostenía la navaja, la movió lento de derecha a izquierda y después al frente— Justo así, Luke. Como te enseñó mami.

Luke mordía el interior de su labio para evitar temblar, por alguna razón el que usara el ejemplo de su madre le daba náuseas.

—Puedes hacerlo ¿Verdad, Luke? —continuó su padre, con ese tono de voz que le causaba escalofríos. Resistió cerrar los ojos cuando este le dejó un beso en su mejilla— Sólo ten cuidado de no tocar ningún hueso, o la navaja se podría romper y es una reliquia familiar —dijo y luego le sintió alejarse. No se volteó a verlo tampoco— Te dejaré escoger el lugar que quieras sólo porque te ves muy lindo con esa navaja —lo escuchó hablar a su espalda. Casi podía sentir la sonrisa en los labios de Adolph en sus palabras.

 

 

 

 

 

Rowen no daba crédito a lo que escuchaba. Si él había recibido un entrenamiento brutal y sin escrúpulos siendo un niño era porque lo habían dejado huérfano, porque había tenido que sobrevivir desde pequeño, porque no tuvo otra maldita opción. Pero Luke, Luke se suponía tenía un padre… Un hijo de puta, pero se suponía que era su padre ¿Qué demonios estaba mal con ese bastardo?

Mierda.

Pensó que si Luke no se hacía duro con esa macabra petición, no sabía con qué más. Levantó la cabeza y vio hacia Luke, lograba distinguir la silueta del chico. Y amargamente le dio a Adolph la razón, Luke se veía adorable con esa navaja en las manos. Ser torturado por esa “princesa” no sonaba tan mal en su cabeza.

Rowen forzó una media sonrisa, de esas que le daba cuando desafiaba a Luke en juegos.

"Anda, princesa, hazlo".

 

 

 

 

La sonrisa de Rowen le envío un escalofrío por la espalda, de repente la ira volvió a Luke.

Había sido la primera vez que confiaba un poco en alguien y lo traicionaba. Su padre siempre le había dicho que no debía tener amigos, sólo subordinados, porque el miedo era un vínculo más fuerte y controlable. En ese tiempo no lo había entendido, y ese día había aprendido la lección de la peor forma.

Traidor.

Dio unos pasos hasta quedar frente a Rowen, la sangre le corría a este por diferentes lugares del rostro y bajaba hasta perderse por el cuello de la camisa.

Podía escuchar a su espalda los susurros de su padre que sonaban algo como "ese es mi hijo".

Sacó la hojilla más larga y afincó el borde en el cuello de Rowen, la sangre salió del corte segundos después.

—¡Ah, ah, ah! —exclamó Adolph tras suyo negando— No le cortes el cuello aun —dijo—, disfruta un poco tu presa antes de comértela, hijo. 

Luke retiró el cuchillo del cuello de Rowen, observó el corte (era la primera vez que hacía eso), sangraba. Pasó saliva inconsciente y luego bajó el cuchillo rasgando la camisa de su falso guardián, dejaba un rasguño en la piel expuesto producto del corte. Luke sentía el sudor bajarle por la espalda y la cara. Veía a Rowen, lo odiaba, quería verlo muerto, lo había traicionado y más importante, a su padre. Pero…

—Vamos Luke, no tenemos todo el día —Luke tensó los hombros con el silencio después de las palabras de Adolph. Dio un respingo cuando lo volvió a oir: —. Bueno, de hecho sí, pero ya eso sería sádico y hoy no me apetece serlo.

Luke miro de reojo a su padre, estaba sentado como un rey esperando que le sirvieran la cena, sus ojos azules destellaban de alegría, pero lo que mas le daba escalofríos era esa sonrisa típica de cuando un negocio había salido tal y como él lo planeaba. Como el cien por ciento de las veces, al final.

"La sonrisa del diablo" había escuchado decir a los socios de su padre.

Luke volvió a ver a Rowen y en un impulso de adrenalina, emocionado porque su progenitor le observaba, enojado porque Rowen le había vuelto a sonreír desafiante, clavó el cuchillo en el hombro de este último sintiendo como chocaba el hueso de la clavícula con el filo al atizar la puñalada allí.

Quiso ignorar el quejido de Rowen, no quiso verle la cara, ni si quiera las arcadas que dio. Su vista estaba muy abierta viendo la empuñadura de la navaja sobresaliendo por encima de la clavícula de Rowen, mientras, iba contando tres cosas que notó en su pequeño acto.

La primera: su padre tenía razón, la sensación del hueso y la cuchilla vibrando contra él era muy desagradable. 

La segunda: la sangre no salía como en las películas, calmada y en una sola dirección, no, la sangre salía desordenada y furiosa, buscando adherirse a cualquier cosa; la ropa de Rowen, el rostro de ambos. Dio un paso atrás al sentir una gota tibia picarle la mejilla, y en su mano, caliente… Sangre…

Lo tercero que averiguó es que vomitaría en cualquier momento.

Los quejidos de Rowen, la respiración de este tornándose errática, era lo único que se oía en la mazmorra. Y luego se le sumó el ruido de unos aplausos.

Luke volteó y la sonrisa de su padre se había deformado dándole una expresión macabra.

—Muy bien hijo, muy bien —siguió aplaudiendo Adolph— ¿Verdad que lo hizo muy bien? Algo tosco, pero muy bien —Luke vio que su padre preguntaba a uno de los guardias que tenía la vista fija en él, sorprendido tal vez de que un niño hiciera eso— Pero debes sacar el cuchillo Luke, la sangre dañara la hoja.

Luke volvió la mirada a Rowen de nuevo, su navaja parecía brillar bajo la tenue luz del lugar. No quería sacarla, su estómago ya estaba cerca del colapso.  Así que se quedó en silencio un rato, pensando qué hacer o si podría mandar a alguien a sacarla.

Escuchó un chillido de metal a su espalda y se giró asustado a ver a su padre. Se había levantado de la silla y caminaba tranquilamente hasta él con las manos en los bolsillos.

—Luke ¿Por qué no la sacas? —le preguntó su padre. Luke apretó tela de su pantalón en sus puños, seguramente los acababa de manchar con la sangre de Rowen— ¿Me estás desobedeciendo?  —Luke nego rápidamente— eso parece Luke y a papi no le gusta eso.

Adolph se agachó colocándose al lado de él, apoyando su mejilla en su hombro y pasando un brazo por su cintura. 

—Es sencillo, Luke —le susurró tomando su mano derecha, a su padre no le gustaba que fuera zurdo—, sólo debes sacarlo, es más fácil que abrir una caja de cereal —envolvió la mano de Luke en el mango de hojilla, y él la sintió hundirse más en la carne— sólo tira de ella. Así.

Adolph apretó con fuerza la mano de Luke y sacó el cuchillo del hombro de Rowen, esa acción les chispeó sangre en el rostro. Las manos de ambos estaban manchadas del viscoso líquido. Los gritos de Rowen llenaban la habitación, pero Adolph no se veía perturbado por ello.

El hombre soltó una risa moviendo a su hijo para colocarle las manos en las mejillas.

Luke sintió las manos de su padre calientes, estaban llenas de sangre.  Las náuseas se acentuaron.

—Hermoso Luke —le sonrió su padre, movía un poco más las manos para pintar las partes que quería del rostro con sangre— te ves hermoso.

 

 

 

 

El dolor era horrible. Era mucho más de lo que podía soportar. A Rowen lo habían preparado para el dolor, para no revelar datos con ninguna tortura. Le explicaron hasta lo más vil que podían hacerle y él se sentía seguro de que iba a poder aguantarlo. Pero nunca la teoría sería la práctica, y lloraba y gritaba por el cuchillo clavándosele en esa zona, el dolor al ser removido sin miramientos de allí y luego como poco a poco se le iba haciendo difícil respirar, lo estaban descontrolando.

A Rowen la vista se le empañaba, la pérdida de sangre, el dolor le estaban mareando. Y alcanzó a ver como Adolph tocaba a Luke, como embarraba con sangre las tiernas mejillas de su amo Luke. Y un ataque de furia le ascendió por la espina dorsal hasta el cuello y la garganta. Se sacudió en la silla intentando levantarse con la poca energía que le quedaba. Era imposible liberarse, no tenía fuerza, pero… Joder.

No lo, toques, cerdo, asqueroso —gimió en árabe dedicándole una mirada de odio a Adolph Weissbeck.

Justo en ese instante, varios guardias llegaron corriendo. Murmuraron unas palabras que hicieron contraer el rostro de Adolph Weissbeck, por unos segundos, en la más pura de las iras, Rowen lo alcanzó a ver antes de que le estallara el puño en la cara. Escupió más sangre, le costaba respirar, cada vez se le hacía más difícil inspirar pero volvió a intentarlo.

“Protege a Luke”

“Protege a Luke”

Rowen gritó con voz ronca, sintió más lágrimas saliendo de sus ojos (o sangre). Dolor y frustración. Había visto a Adolph clavarle la rodilla a Luke en el estómago arrojándolo contra el suelo. Quiso cortarse las muñecas para levantarse, lanzarse contra ese bastardo y clavarle los huesos de sus antebrazos en la garganta. Maldito hijo de puta.

—Ineptos —dijo Adolph recuperando la compostura, sacó un elegante pañuelo del bolsillo y se limpió los nudillos, soltó el pañuelo en el piso con asco y se giró—Andando —ordenó—, mát...

 Lo que siguió a ello fue una lluvia de disparos que se abrió como ráfaga hacia ellos. Tres guardias se habían puesto en frente del magnate protegiéndolo, uno cayó, los otros dos resguardaron al hombre y dispararon en defensa mientras retrocedían hacia la otra salida. Adolph dio una última mirada de odio a Rowen desapareciendo del perímetro en segundos.

—Niño —chasqueó la lengua una voz conocida. Rowen levantó la mirada viendo a la mujer que se encargaba de los baños de Luke en frente, o se parecía mucho a ella, no sabía—, aguanta —la vio mover los labios, y segundos después, perdió el conocimiento.

 

 

 

 

Luke estaba mareado, quería vomitar.

Iba a vomitar.

Escuchaba voces pero parecían muy lejanas, el inconfundible sonido de las pistolas conseguía censurar todo.

¿Qué paso? En un segundo estaba viendo los ojos de su padre y en el siguiente, negro y dolor.

Vomitó.

Era parcialmente consciente que alguien lo cargaba y que había ensuciado unos pantalones y unos zapatos negros. Pero no sabía nada más.

—Rápido —gritó una voz.

Sintió su cabello moverse furiosamente y el viendo pegarle a la cara, las balas fueron silenciadas por otro sonido, un motor. El helicóptero de su padre ¿El Helicóptero de su padre? Pero…

Entonces estaban escapando.

¿Por qué?

Tenía que alimentar a los peces al día siguiente, no podían huir.

—Luke mi niño, ya, ya —era su padre, acariciaba su cabello— esos hombres malos te golpearon, pero papá está aquí.

Era parcialmente consciente de su boca aun llena de restos de vómito y de las gruesas lagrimas que caían de sus ojos, su padre las limpiaba con esfuerzo, casi haciéndole daño. No le gustaba que nada opacara sus ojos.

—Esos hombres malos pagaran, Luke —le susurraba tranquilo, ignorando el pandemónium que ocurría a su alrededor— no los perdonaré por tocar los ojos de Annabel —sus pómulos ardieron, seguramente se había roto por los fuertes cuidados de su padre— Mi hermosa Annabel Lee.

Los susurros de su padre comenzaron a hacerse más lejanos, estaba repitiendo algo mientras seguía limpiando sus ojos, sin darle mucha importancia al helicóptero despegar, no tuvo fuerza para decirle que le dolía, estaba cansado.

Fue cerrando los ojos, escuchando aun los susurros de su padre

Ni próceres ángeles del cielo
ni demonios que el mar prospere en sí,
separarán jamás mi alma del alma
de la radiante Annabel Lee.

Cayó en la oscuridad.

 

 

Notas finales:

Historia escrita en conjunto con Vixed

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Muchas gracias por leer, nos seguimos viendo.


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