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¿Qué es el bien y el mal? por gabusolleks

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El campo ocupaba un vasto espacio de unos nueve y medio kilómetros por cerca de trece.

Estaba rodeado de postes de cemento de una altura de tres a cuatro metros y de un espesor de cerca de cuarenta centímetros, plantados a intervalos de tres metros y medio aproximadamente, con una doble res de alambradas entre sí. En cada poste había una lámpara eléctrica, un enorme ojo brillante, enfocado sobre los presos y jamás apagado.

Dentro del inmenso recinto había muchos campamentos, cada uno de los cuales estaba designado por letras.

Los campamentos se hallaban separados por terraplenes de un metro. Encima de ellos había tres hileras de alambradas con púas, cargadas de fluido eléctrico.

Al entrar a los terrenos del campamento, y al pasar por los distintos campos, se distinguen diversos edificios de madera.

Las alambradas que rodeaban estas estructuras parecían jaulas. Encerradas en estas jaulas había mujeres cubiertas con miserables harapos, con la cabeza rapada y los pies descalzos. Hablaban en todos los idiomas de Europa, imploraban un mendrugo de pan o un chal para cubrirse de su desnudez.

Se oían los gritos penetrantes:

-¡También ustedes se acabaran, como tantas de nosotras!

-Pasaran frio y hambre como nosotras

-¡Y serán golpeadas también!

De pronto, apareció en medio de aquel rebaño humano una mujer corpulenta y bien vestida. Con un garrote macizo, soltaba golpes a diestra y siniestra sobre las que se interponían en su camino.

Tenían que esperar dos horas frente a un edificio de grandes proporciones, aunque construido muy toscamente, el simplemente hecho de verlo les daba escalofríos. Luego un pelotón de soldados las metió a empujones.

El interior  era una especia de hangar, de 8 a 10 metros de ancho por unos 30 metros de largo.

A empellones, los guardias fueron convirtiéndolas en un grupo compacto era verdaderamente doloroso tratar de moverse. Se cerraron las grandes puertas.

Unos veinte soldados, la mayor parte de los cuales estaban borrachos, se quedaron dentro. Las miraron despectivamente e hicieron a gritos comentarios sarcásticos.

 Seto empezó a dar órdenes:

¡Desnúdense! dejen aquí toda su ropa. También dejen papeles, objetos de valor y equipos médicos y al terminar formen una fila contra la pared.

Las miraba como si se trataran de animales que debían seleccionar para el matadero.

Surgió un murmullo general de indignación.

-¡Silencio! Bramo exasperado.- ¡Si no quieren ser apaleadas hasta morir, cierren la boca!

El intérprete fue traduciendo aquello en todos los idiomas.

-de ahora en adelante no se olviden que son prisioneras

Los guardias empezaron hacer que las presas comenzaran a desnudarse sin importarles el estado de miedo y vergüenza en el cual estaban.

-No había duda.-  pensaron aquellas mujeres.- acabamos de entrar al infierno. No solo se dieron cuenta de eso si no que su equipaje quedaba perdido para siempre. Los alemanes la despojaron de todo, hasta de los más insignificantes recuerdos que pudieran traer añoranzas de su vida pasada.

Con mucho pudor empezaron a quitarse la ropa, muchas aun tenían la esperanza de que todo mejoraría que solo era una prueba que debían de superar, el recuerdo de su vida pasada era lo que las hacia seguir adelante, otras no tenían los mismos pensamientos su esperanza al menos era el de tener una muerte rápida en aquel lugar.

Cuando finalmente estaban todas desnudas se les ordeno pasar a los baños. Tenían que pasar a otra habitación, completamente desnudas a excepción de los zapatos, y tener las manos abiertas mientras las inspeccionaban.

A las presas se les ordeno quitarse los zapatos pero solo a las que los tenían muy viejos quedarse con ellos.

Seto no tenía la necesidad de estar ahí, alguien más podría estar dando las ordenes para la inspección pero realmente le resultaba entretenido y divertido era una manera interesante de pasar el tiempo en los campos.

-contra la pared grito el castaño

Descargaron sus cachiporras sobre los cuerpos desnudos de las mujeres, algunas intentaron en su desesperación quedarse con sus papeles, otras con libros de rezo o fotografías. Pero nada escaba ante la atenta mirada de los guardias. Las golpeaban con sus garrotes terminados en conteras de hierro, o las tiraban del pelo bruscamente que las pobre mujeres se contorsionadas de dolor y terminaban desplomándose en el suelo.

-ya no van a necesitar ustedes esos documentos de identificación ni fotos.- les grito burlonamente el castaño.

Muchas de las presas por la frustración comenzaron a llorar o sollozar eran pocas las que mantenían la frente en alto no se doblegarían tan fácilmente al menos no por ahora.

La siguiente fase, un examen oral rectal y vaginal.

Solo tenían que tenderse sobre una mesa, absolutamente desnudas.

El chico de los ojos azules las inspeccionaba, buscaba a la adecuada para ser su nuevo juguete, quería una resistente la mayoría solo le duraba una semana hubo una que le duro un mes pero después de un tiempo le aburrió y la mando directo a la cámara de gas pero no sin antes haberla golpeado y torturado.

No solo él, las inspeccionaba muchos de sus soldados hacían el mismo procedimiento, la mayoría que estaba ahí estaban borrachos los cuales se divertían molestando las haciendo muecas y sonrisas obscenas.

-esta cierra mucho las piernas, como si en su coño tuviera oro.- comento uno burlonamente mientras algunos de sus compañeros se situaban alrededor de la joven que ponía resistencia, uno le sujeto los brazos y el soldado que inicio la burla le abría bruscamente las piernas.

-Que decepción.- comento con resignación fingida.-No hay oro aquí.-Los demás solo comenzaron a burlarse

Las presas veían a la chica con lastima por más que quisieran ayudarla no podían hacer nada al respecto si lo intentaban solo las golpearían solo les quedaba mirar era lo único que podían hacer.

-Ya basta.- fue el grito de un chico que se encontraba al fondo de la habitación que se acerco rápidamente al soldado derribándolo de un golpe

Todos se quedaron atónitos, boquiabiertos ante tal comportamiento, era el de  un loco pero esto atrajo la atención de Seto.

¿Qué te pasa idiota? Pregunto desconcertado, coloco su mano en la zona lastimada  

¿Qué me pasa a mí? Le pregunto incrédulo  ¿Qué te pasa a ti, imbécil? ya es demasiado que las obliguen a pasar por esta situación como para tener que humillarlas más de lo necesario infeliz.- Intento darle otro golpe pero fue retenido por los compañeros del soldado inmovilizándolo por la espalda sujetando de sus brazos, otro soldados  le pego en el estomago tan fuerte que perdió el aire el que lo sujetaba lo aventó al suelo,  el chico en un  intento inútil de aminorar el dolor se llevo sus manos al estomago.

-Mal…ditos… malditos.- pronuncio con dificultad. Los presentes solo observaban la escena en completo mutismo.  

-¿Quién es el chico?- Pregunto con curiosidad el castaño a un guardia que estaba junto a él, observando estupefacto.

-No lo sé señor, pero creo que lleva aquí un año, dicen que es alguien muy problemático.- contesto  nervioso.

No era un judío lo supo por el triangulo verde invertido que estaba cocido en sus harapos, solo era un  prisionero de  de piel pálida, parecía famélico, de cabello rubio.

-Yo mismo lo averiguare llévenlo a mis habitaciones.-ordeno

Pero señor…intento protestar el soldado agredido pero al ver la mirada penetrante del de los ojos azules se quedo callado por el miedo.

-Acabo de dar una orden o quieres terminar igual que el.- dijo impasible señalando al chico.

-No señor, perdone la impertinencia.- Se levanto del suelo y con sus demás compañeros sacaron a rastras al rubio que a pesar de su estado puso resistencia.


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