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Poisoned por Ellie77

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Todos los derechos de Voltron: Legendary Defender pertenecen a Lauren Montgomery y a Joaquim Dos Santos.

Advertencias: AU ? Yaoi (Boy’s Love) ? Contenido heterosexual ? Lime ? Short!fic ? Lenguaje inapropiado ? OoC.

Pairing: Klance (Lance x Keith).

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ǀ Poisoned ǀ

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Las vacaciones de verano transcurrieron sin demasiadas novedades. Keith obtuvo un empleo en el taller mecánico de su padre quien no era para nada condescendiente con él a pesar de ser su hijo. Las mañanas, el medio día y gran parte de la tarde se le iba en el taller; su mente demasiado ocupada para pensar en tonterías y con un horario tan demandante que igual le impedía reunirse con Lance más seguido.

Con Hunk no mantenía contacto, a Shiro lo mensajeaba de vez en vez, en cambio, con Lance, incluso se daban el lujo de charlar por teléfono. La cosa no iba más allá de eso debido a que MacClain también había conseguido trabajo en una tienda de comestibles la cual absorbía gran parte de su tiempo y su energía; además de que, debido a las vacaciones, había vuelto a con su familia y sus horas libres se las dedicaba a ellos.

Tardaron más de dos semanas en poder concretar una salida. Si no era Keith con un encargo que su padre le había hecho de sorpresa, era Lance con sus sorpresivos cambios de turno. Al final, después de muchos intentos fallidos, lograron reunirse un domingo a mediados de agosto. Lance fue a buscar a Keith al departamento y de ahí partieron hacia el mirador que visitaron hacía unos meses.

Permanecieron hablando un largo rato. Solo hablar, extraño en ellos, y aún más extraño fue que esa charla no incluyó insultos ni palabras malsonantes de por medio.

—… Entonces me levanté y corrí hacia el espejo del baño y, tal como me lo imaginaba, ¡esos niños del demonio me habían jugado una broma! Tenía toda la cara pintada con marcador negro y del permanente. Tardé tanto en limpiarme que no llegué a tiempo al trabajo. El jefe casi me corre.

Keith se echó a reír, no tanto por que el relato le causara tanta gracia, solo que al lado de Lance, el reír o sonreír, fluía de manera natural.

—Tus sobrinos son todo un caso.

—Y según ellos soy su tío favorito.

Keith rio de nuevo. Miró el paisaje y luego a Lance, se sorprendió de que este también lo estaba observando. Sintió cómo el calor le subía al rostro pero lo adjudicó al caluroso clima que hacía y a su desafortunada elección de usar una playera negra.

Después de un poco más de charla, Keith mencionó:

—Cuéntame más de tu familia —pidió en tono calmo —. En sí no sé nada de ella, solo sé que es muy grande.

—Tú tampoco me has contado mucho sobre la tuya.

—No hay mucho qué contar y lo importante ya te lo dije. Mi mamá murió cuando yo era un niño, mi papá me crío. Es eso, básicamente.

Lance lo meditó unos segundos.

—¿Qué quieres que diga?

—No sé… ¿quién es el cubano, tu padre o tu madre?

—Es mi padre. —McClain sonrió de manera suave —. Mis abuelos paternos son originarios de una ciudad llamada Varadero. Supongo que buscaban un sueño parecido al de los Estefan o qué sé yo, así que migraron a este país. Mi papá y mi tío nacieron aquí —hizo una pausa, tal vez rememorando detalles —. Mi papá conoció a mi mamá en una feria, amor a primera vista, ya sabes. Se casaron y de ahí nació este muñeco —se señaló con el dedo pulgar al finalizar su relato, Keith rodó los ojos.

—¿Y cuántos hermanos tienes?

—Somos cuatro en total, yo soy el menor. Mi hermana mayor es la que tiene a esos dos demonios, mi otra hermana trabaja en un salón de belleza y mi hermano heredará el restaurante de la familia.

—¿Tienen un restaurante? —Kogane no pudo evitar sorprenderse.

—No es la gran cosa —hizo un gesto con la mano, restándole importancia —. Eso sí, servimos una pizza para chuparse los dedos; los sándwiches también están buenísimos y, joder, los bocadillos de ajo, ¡los bocadillos de ajo son un manjar digno de Dios!

Keith se llevó los dedos al mentón, pensativo.

—¿De ajo? No se escucha muy apetitoso.

—No sabes nada de gastronomía, viejo. —Lance negó con la cabeza, riendo —. Definitivamente tengo que llevarte un día de estos. Aprenderás lo que es la buena comida.

—Espero que cumplas tu palabra.

El atardecer cayó, de nuevo permanecieron mirándose a los ojos.

 

4.

Toxic.

 

El calendario escolar dio comienzo de nueva cuenta. A pesar de la ausencia de Shiro, Keith seguía reuniéndose con Lance, Hunk y Pidge en la cafetería durante sus horas libres. A veces hablaban, a veces cada uno estaba demasiado metido en sus asuntos, fuera como fuera el punto de sus encuentros era hacerse compañía. 

—¡Creo que es una grandiosa idea, Hunk!

—¿Verdad que sí, Pidge? He hablado con mi profesor y él me ha…

Normalmente eran Hunk y Pidge los que intercambiaban más palabras; sus carreras eran similares y tenían muchos temas en común muy aparte de las típicas charlas banales. En muchas ocasiones Keith no entendía del todo qué era lo que hablaban así que se limitaba a escucharlos mientras Lance paseaba la mirada entre ambos; él debía entender menos.

—Sabes, también tenía una idea similar aunque mi proyecto va encaminado hacia otro campo —continuó Pidge, demasiado emocionada con la conversación —. Planeo, más bien, usar el…

Keith dejó de entender el contexto de la plática. Normalmente Pidge solo hablaba acerca de los trabajos que le encargaban, las tareas que se dejaba acumular o de lo horrorosos que eran sus horarios; jamás mencionaba a Shiro ni por error. Debido a ello muchas veces Kogane se cuestionaba qué tan presente estaba su amigo en la vida de la chica.

¿Katie Holt realmente se merecía todo ese amor?

Era estúpido hacer suposiciones con bases tan pobres, aun así Keith no podía dejar de atar cabos por sí solo. Si lo que pensaba era verdad, ¿eso significaba que no todo estaba perdido para él?

—¡Sus pláticas de nerds me abruman!

El comentario de Lance le trajo de vuelta a la realidad. Enfocó la vista en McClain el cual hizo una mueca mientras sus otros amigos continuaban con su charla.

Pudo burlarse de Lance, hacerlo siempre era divertido, sin embargo no lo hizo. De su mente se esfumó la absurda teoría —porque también para él lo era— acerca de Pidge y su falta de amor para ahora concentrarse en McClain y su expresión ofendida al ser ignorado.

—No te preocupes, no siempre puedo seguirles el hilo. —Keith se sorprendió intentando reconfortarlo.

Quién diría que acabaría haciendo algo así.

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Keith no tenía proyectos en puerta pero sí varias tareas acumuladas. Los últimos días se la pasó en casa de un compañero terminando sus pendientes; su rutina se volvió monótona: despertarse temprano en las mañanas, desayunar cualquier cosa, asistir a la universidad y al final estudiar como si no hubiera un mañana.

Ese día había terminado especialmente exhausto. Lo único que deseaba era llegar y lanzarse a su cama, tal vez comer algo; el sueño era superior al hambre.

Sin embargo, apenas entró al departamento, lo recibió un delicioso aroma. Su estómago rugió.

Grande fue su sorpresa al ver a Lance sirviendo la cena, su desconcierto fue aún mayor al percatarse de que lo que había en la mesa se veía bastante elaborado como para solo tratarse de comida congelada. Por inercia se sentó en su lugar en e comedor. Al diablo su cama, quería comer.

—Se ve bien, ¿no? No lo habrá hecho Hunk pero aun así está delicioso.

—¿Qué es?

—¡Bocadillos de ajo! —La mirada de Lance se iluminó —. Pensé en lo que te había prometido, y para las vacaciones todavía falta mucho. Aproveché que ya he terminado mis cosas y me metí a la cocina. Eso sí, quedó hecho un desastre, te toca limpiar.

Keith asintió sin rechistar. Comenzó a servirse hasta saturar su plato y, sin tiempo que perder, se llevó las bolitas de ajo hasta su boca. Sabía delicioso, aunque en esas condiciones suponía que hasta la sopa instantánea le sería un manjar, mas desasistió de hacer ese comentario; su boca estaba ocupada en masticar.

Agradeció el hecho de que no tendría que compartir con Hunk ni con Shiro —el primero igual tenía tareas pendientes y su mejor amigo estaba ahogado en trabajo—. Ambos, Lance y él, terminaron con la comida más pronto de lo que hubieran imaginado. Pronto solo quedó la jarra con agua con saborizante a mandarina, diez minutos después esta también se terminó.

—Voy a reventar —comentó Kogane al mismo tiempo que se recargaba en la silla.

—Estaba delicioso, ¿verdad? —Lance sonrió con suficiencia.

—Pues con hambre hasta comería piedras. —Ante la ceja alzada del otro, soltó una risa —. Sí, estaba bueno. Me sorprendió saber que sabes cocinar.

—Sé hacer una o dos cosas. De los bocadillos solo sigo la receta de mi mamá, la tengo anotada en un cuaderno.

—Entonces felicidades a tu madre.

 Permanecieron en silencio y en la misma posición, esperando digerir la comida, Keith se preguntó si es que una vez pasado el rato Lance y él tendrían sexo; a decir verdad no sonaba como una mala idea, gracias a la fatiga no tendría que dormir con el estómago lleno. Si McClain lo insinuaba no iba a resistirse.

—Sabes, viejo, también quería… quiero… —Lance comenzó a enredar sus palabras, ¿acaso estaba nervioso?

—Dime de una vez que si no voy a quedarme dormido.

—Ya, ya —hizo un gesto de mano, restándole importancia al asunto —. Quiero mostrarte otra faceta mía. Ya conociste al Lance cocinero… —se levantó de la silla para encaminarse directo a su cuarto; no pasó ni un minuto cuando ya lo tenía devuelta en el comedor —, ahora es turno de que conozcas a Lance, el artista.

En su mano derecha sostenía una guitarra. Keith recordaba haberla visto durante las visitas que le hacía a su habitación; muchas veces creyó que era adorno, nunca imaginó que Lance realmente supiera tocar un instrumento.

—¿Me quieres presumir una habilidad tuya?

—Además de eso —agregó McClain —, quiero que veas esto de mí, sabes. Mi familia dice que no lo hago mal, me gustaría saber cuál es tu opinión.

El que usara ese tono de voz, uno completamente diferente al engreído de siempre, hizo que Keith se diera cuenta de la importancia de esa acción. Lance realmente quería mostrarle otro aspecto de su vida.

¿Acaso eso significaría que se involucrarían de más? Ellos eran amigos, dentro de todo lo seguían siendo, así que eso no tendría nada de malo, ¿cierto? Kogane intentó justificar ese hecho con la excusa de que con todo ese rollo de amigos con derechos, Lance y él habían logrado afianzar su lazo de una manera increíble. No había connotaciones románticas de por medio, por supuesto que no.

El corazón de Keith se aceleró apenas escuchó los primeros acordes. El calor subió a sus mejillas; era obra del clima, sí, el caluroso clima.

—No me vayas a salir con una de tus canciones comerciales, Lance.

—Oye, no te metas con Shakira. —El aludido se fingió ofendido —. Es un bolero. —Keith entendió menos —, una canción muy famosa que muchos artistas han cantado; Luis Miguel, Armando Manzanero, Isabel…

—No sé de quienes estás hablando. Solo toca y ya.

—Arruinas mi introducción, Keith. Siempre la cagas.

Kogane estaba a punto de quejarse de nuevo mas la suave melodía de la guitarra inundó el departamento.

Jamás había escuchado esa canción en su vida, tampoco entendía la letra. Keith sabía de español lo mismo que Lance entendía de robótica. Aun así, a pesar de no comprender, le gustó la canción; la voz de Lance resultó amena de escuchar y el mensaje, fuera el que fuera, sentía que lo había captado. Ahora solo le faltaba normalizar los latidos de su corazón y su temperatura corporal.

Cuando finalizó, Lance dejó la guitarra de lado. Permaneció viendo a Keith a los ojos y este se vio imposibilitado a despegar la mirada. Algo faltaba para poder terminar con la velada; Kogane tenía una idea de qué era lo que podía ser, y no se trataba de sexo.  

—Oye, Lance…

Su frase fue interrumpida por el sonido de la puerta abrirse abruptamente.

Shiro estaba en el marco de la puerta. Ingresó a pasos lentos, taciturno, su día parecía haber sido una mierda y su expresión tan solo lo confirmaba. ¿Acaso trabajar al lado del Doctor Holt era tan desgastante?

Keith vio eso como la oportunidad perfecta para romper esa atmosfera tan abrumadora que se había creado alrededor de Lance y él.

—¿Mal día? —preguntó, todavía sentado.

El día de Shiro al parecer fue tan malo que ni siquiera se inmutó del hecho de que McClain y Kogane estaban juntos sin armar revuelo y que al parecer habían cenado en compañía del otro.

Ante tal indiferencia, Keith insistió.

—¿Shiro, pasa algo?

—¿Crees que podríamos salir a tomar algo?

No había terminado de preguntar cuando Keith ya se había encaminado a su lado.

Kogane dejó atrás a McClain. Debía huir.

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Su cita de ensueño… ¡no! Corrección: cena entre camaradas, se fue al caño.

Lance siempre consideró a Shiro una especie de líder del clan, la persona más confiable y a la que se podía recurrir fuera la situación que fuera. Pero ahora, por primera vez desde que lo conoció, lo consideró una molestia y una piedra en el zapato; grano en el culo era una comparación muy intensa.

Por supuesto que tenía claro que para Keith siempre estaría su mejor amigo antes que cualquiera, incluso por sobre el mismo Lance, sin embargo eso jamás fue impedimento para que comenzara a fantasear con la idea de que, al menos, había escalado un par de peldaños en la escala de prioridades de Kogane.

McClain ya era más que el «amigo molesto» pero no tanto como «el amigo de infancia y secreto objeto de amor y deseo», si acaso era solo el deseo y ya.

Menudo lío.

Él era más bien una persona de corazonadas, no le gustaba meditar tanto las cosas. Sobre pensar las situaciones jamás llevaba a nada bueno.

Agradeció cuando el golpeteo en la puerta detuvo sus cavilaciones.

—¿Qué no es un poco tarde para las visitas, Pidge? —soltó apenas abrió la puerta.

La chica se adentró al departamento, ni siquiera necesitaba autorización. Recorrió con la mirada el lugar para después posarla en Lance.

—Lamento la hora es solo que… oye, huele bien.

—Ni te emociones, ya no hay. No alcanzaste a degustar mi maravilla culinaria.

—¿Tú cocinas? —preguntó con sorpresa. McClain dio por hecho que exageró sus palabras para molestarlo.

Lance trató de idear una respuesta lo bastante inteligente para dejar callada a su compañera mas el semblante preocupado de esta volvió a detener sus pensamientos.

—¿Pasa algo? —trató de indagar. No obstante, al recordar el estado anímico en el que Shiro también arribó al departamento le hizo darse una idea.

Ella se quedó callada, y que Pidge no pronunciara palabra alguna no era augurio de nada bueno.

¿Shiro y Pidge habían peleado? ¿Por qué razón podrían pelear ellos? A los ojos de Lance, para desgracia de Keith, todo marchaba viento en popa, sin embargo debía reconocer que él no siempre era buen observador y que tampoco prestaba demasiada atención a Shiro y a Pidge como pareja.

—¿Shiro no está aquí?

—Bueno, vino hace rato pero salió con Keith, reunión de mejores-amigos-por-siempre, supongo.

—¿Y él… cómo se veía?

—Como mierda pero al menos caminaba —trató de aligerar el ambiente con una broma. No funcionó —. ¿Pasó algo entre ustedes?

—Digamos que necesitamos hablar. —Pidge siempre tan recelosa de sus asuntos personales —. ¿Y Hunk dónde se encuentra?

—Tiene una bonita novia a la cual visitar —informó con ademán exagerado, fingiendo tristeza.

Hunk era el tipo de persona a la que todos recurrían cuando tenían problemas y necesitaban desahogarse. Lance lo hacía, Pidge también, algunas veces incluso el mismo Shiro admitió que hablar con él era una especia de bálsamo. Todos recurrían a él menos el emo de Keith porque, bueno, es emo.

—Sabes, Pidge, sé que no tengo las habilidades de psicólogo de Hunk ni que tampoco soy el gurú del amor…

—Sin duda —interrumpió ella.

—El punto es que, si lo deseas, puedo escucharte y darte mi punto de vista de lo que sea que suceda entre ustedes. Y si mis consejos no son buenos al menos tendrás el consuelo de haberte desahogado.

La chica pareció pensárselo. Luego de algunos segundos que a Lance se le antojaron eternos, Pidge acomodó sus gafas y asintió.

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Con todo el asunto del proyecto que Pidge tenía entre manos y la ahora vida laboral de Shiro, como era de esperarse, dejaron de verse y su contacto se redujo a escasos mensajes a lo largo del día y escuetas llamadas telefónicas por las noches.

Para Pidge estaba bien, era normal brindarle su espacio a Shiro; no quería sentirse una carga y ella también necesitaba de ese tiempo. En cambio, para el otro, aquello significo indiferencia e incluso desapego emocional por parte de ella.

Entre líneas Pidge le llamó exagerado; sutilmente Shiro la tachó de apática. Al final cada uno terminó yéndose por su lado.

—Incluso lo llamé Takashi. Yo nunca había hecho eso, es más, nunca habíamos tenido alguna diferencia. Es la primera vez y admito que no sé qué hacer o cómo reaccionar. ¿Debo disculparme?

Lance escuchó sus delirios con mucha atención.

No supo qué aconsejar.

No era el gurú del amor y ya no le daban ganas de serlo.

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La charla con Pidge se dio en el cuarto de Lance y se extendió un par de horas.

Keith y Shiro aún no habían regresado. McClain estaba por llamarlos, no obstante, el sonido de la puerta abrirse evitó que su dedo presionara el contacto de Keith.

—Los he invocado —bromeó Lance. Pidge no hizo comentario alguno, se levantó de la cama y a paso firme caminó hacia la puerta.

Lance permaneció en el suelo, con la espalda recargada al colchón, su vista clavada en Pidge. Alzó una ceja cuando la chica no salió de la habitación. Algo intrigado, también se levantó y se dirigió a ella. Se enteró bastante rápido de cuál era la razón por la que de pronto se había quedado tan atenta.

—Ella es así, lo tengo claro. —La voz de Shiro, fuerte y clara, le llegó a los oídos —, y sé que no voy a poder cambiar ese aspecto de su personalidad, es solo que…

—Te he dicho que lo hables con ella. —Ese era Keith y sus escuetos consejos.

—Ya lo hemos hablado demasiado.

Keith sí que es maduro —y masoquista—, pensó Lance, aconsejando a su amigo a pesar de todo, aún y cuando la vida le estaba sirviendo en bandeja de plata la oportunidad que había estado esperando.

—Entonces déjala. No vale la pena.

McClain retiró lo dicho. Pegó la oreja a la madera para poder escuchar mejor.

—Tú… tú no mereces algo así. —Kogane se escuchaba inseguro, su voz más fina, apenas alcanzando a escucharla —. No cuando alguien más podría hacerlo mejor.

—¿De qué hablas?

No logró escuchar nada durante los últimos minutos. ¿Qué mierda se supone que había pasado? ¿Habrían vuelto a irse? Era imposible, la puerta no había vuelto a escucharse. ¿Entonces que había sucedido?

La necesidad pudo más. Apartó a Pidge y él mismo abrió la puerta. Nunca se hubiera imaginado que el silencio se debiera a… eso.

No estaba preparado para algo así.

Y, curiosamente, dolió.

«¿Por qué?».

Shiro y Keith estaban besándose. Keith estaba besando a Shiro. Quién sabe, a final de cuentas el resultado y la imagen venían siendo lo mismo.

—Vine en mal momento.

La voz de Pidge lo sacó de sus pensamientos. ¿Qué mierda había pasado? Estaba mirando a Keith junto a Shiro y de un momento a otro Pidge había comenzado a caminar a la salida con Shiro siguiéndola de cerca.

¿Cuál fue la reacción de su amiga al ver la escena? ¿Cuál fue la de Shiro al darse cuenta de que su novia lo observaba? Y Keith, ¿cómo se encontraba después de haber confesado sus sentimientos, después de haber visto que su objeto de afecto no había dudado en dejarlo atrás para seguir a otra persona?

Keith seguía ahí parado, estático, parecía que apenas y podía sostenerse. Lance se acercó hasta él no muy seguro.

—¿Te das cuenta de lo que hiciste? —trató de ser comprensivo ante todo, de no delatar lo que verdaderamente estaba sintiendo.

—Siempre me llamaste masoquista, ahora dejé de serlo. —No estaban demasiado cerca pero incluso a esa distancia era capaz de llegarle el hedor a alcohol que Keith despedía; eso lo explicaba todo —. Solo no te metas, no debo darte explicaciones.

—Creía que ya tenías controlado esto, Keith. Y la cagaste, la cagaste en grande. Y que quede claro que no lo digo por el hecho de que le dijeras la verdad a Shiro, al menos te has sacado el peso de encima, pero el problema aquí es que Pidge los vio.

—No quiero pensar en eso ahora… solo quiero que Shiro vuelva y me dé una respuesta.

—La respuesta será negativa.

—¿Por qué estás tan seguro? —retó Kogane.

—Porque prefirió ir tras su novia que quedarse aquí. ¿Eso no te da una pista?

Aunque Lance trató de ser lo más diplomático posible, el comentario irritó a Keith. Keith borracho y encabronado no era una buena combinación.

—Lo que sucede es que tú no quieres verme bien. ¿Acaso soy más agradable estando deprimido? ¿O es porque prefieres que esté mal para que podamos seguir con ese juego? Te lo estás tomando en serio, ¿verdad? —Lance permaneció en silencio, sin embargo ya estaba a punto de explotar; su paciencia tampoco era mucha —. Pues que algo te quede claro, Lancey Lance, es solo sexo y nada más. Tú no eres más que un remedo de casanova, un idiota, yo jamás podría enamorarme de alguien como tú.

¿Cómo llegaron a ese punto?

A Lance no le quedó de otras más que contestar de la misma manera.

—Yo tampoco quiero que seas tú, Keith.

Antes de que pudiera soltar un improperio, la puerta se abrió. No eran ni Shiro ni Pidge, era Hunk, sonrisa radiante en el rostro y aura tranquila. Apenas dio un paso dentro del departamento la expresión se le borró. Miró a ambos, pasando la mirada de Lance a Keith y Keith a Lance.

—¿Qué sucede aquí?

El silencio fue su respuesta.

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Shiro no regresó al departamento, Lance no salió de su habitación, Hunk se encontraba abrumado sin motivo aparente y Keith lidiaba con una horrorosa resaca.

—Ten, te ayudará. —Hunk colocó una taza de café delante de Kogane —. Luego deberías intentar comer algo, no solo puedes tomar medicamento.

El dolor de cabeza y el estómago revuelto eran insoportables pero no tanto como la sensación de haberla cagado en todos los sentidos. Arruinó su amistad con Shiro, Pidge de seguro no querría volver a verlo y para rematar era el culpable del mal semblante de Hunk. ¿Qué más podría empeorar?

Oh, claro, mandó al caño su relación con Lance.

Recordaba con claridad lo que le había dicho. ¿Por qué lo hizo? Se sintió acorralado, atacado por McClain, porque le miraba como si hubiera hecho la peor cosa del mundo, porque sus ojos reflejaban que estaba herido, porque no sabría lidiar con un reclamo de su parte… porque de alguna forma Keith también sentía que le había fallado y odiaba el sentimiento de culpa.

«Yo tampoco quiero que seas tú, Keith».

¡Mierda!

Golpeó su frente contra la mesa, la cabeza le retumbó y sintió ganas de vomitar. Mas logró enfocar su vista al momento de percatarse de actividad en el cuarto de Lance.

Este salió de su habitación con maleta en mano y su vista enfocada en la puerta principal.

—Viejo… —susurró Hunk mientras lo veía dirigirse a la salida.

—Iré a pasar un par de días con mi familia.

McClain se justificó bajo la historia de que sus padres necesitaban ayuda con el restaurante. Exageró todo, por supuesto, nadie en su sano juicio iba a creerse la parte de que su hermano le había pedido casi al borde del llanto que salvara el lugar con su carisma. No obstante, Keith estaba seguro de una cosa: ahora Lance era quien deseaba huir.   

Luego de una corta despedida, Lance salió del departamento dejando a Hunk y a Keith solos. Este tan solo pudo suspirar. Debió intentar detenerlo.

—¿Por qué llegaron hasta este punto, Keith?

Kogane no supo que contestar, tan solo desvió la mirada y dio un sorbo a su taza de café. Mierda, mierda y más mierda.

—No tienes por qué fingir en este punto, sabes —pidió Hunk.

Keith abrió los ojos con sorpresa.

—¿Acaso tú…?

—¿De verdad pensaron que me tragué esa historia de la mascarilla? —mencionó como si de lo más obvio del mundo se tratase, y tal vez lo era. Keith se sintió estúpido —. Tenía mis sospechas desde antes y en ese momento me lo confirmaron.

—Joder…

No estaba siendo tan malo como creyó que sería. Hunk estaba actuando tan comprensivo como siempre, se lo estaba tomando con demasiada naturalidad. Keith logró sentirse todavía más estúpido.

—Sabes, supuse que podría funcionar —continuó Hunk de forma tranquila —, Lance tenía bastante tiempo mal y volvió a ser el mismo cuando tú y él comenzaron a… bueno, empezaron lo suyo. Lo sacaste de la depresión.

—La princesa, ¿no? ¿Fue tan grave?

—¿Lance no te contó nada?

Keith negó. Hunk tan solo se rascó la mejilla, nervioso.

—No sé si deba…

—Ya comenzaste, ahora termínalo —sentenció Kogane.

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Notas finales:

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A Kikico?


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