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Poisoned por Ellie77

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Todos los derechos de Voltron: Legendary Defender pertenecen a Lauren Montgomery y a Joaquim Dos Santos.

Advertencias: AU ? Yaoi (Boy’s Love) ? Contenido heterosexual ? Lime ? Short!fic ? Lenguaje inapropiado ? OoC.

Pairing: Klance (Lance x Keith).

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ǀ Poisoned ǀ

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Según Hunk, la primera vez que Lance vio a la princesa fue en los pasillos de su facultad.

Él se la describió como hermosa, irreal, fuera de este mundo; fue amor a primera vista, un flechazo demasiado intenso como para ser ignorado. Una verdadera lástima que, tal y como sucede en las novelas, Lance no pudiera acercarse a preguntarle cualquier bobería como un intento para iniciar conversación.

Tan rápido como flotó hacia los cielos, cayó dándose de cara al suelo.

La chica ni siquiera se percató de su presencia, más entretenida en acomodar los documentos que llevaba en mano que otra cosa. Lance pensó que sería buena idea acercarse y ofrecerle su ayuda pero aquel intento se quedó solo en sus pensamientos. Alguien más se acercó, uno de los profesores que le impartían clases ese semestre; el típico caso del maestro ligándose a una chica linda, pensó.

Era todo lo contrario.

—Gracias, estaba a punto de dejar caer todo. —La voz de su amazona también era de ensueño; femenina, dulce, firme —. Hubiera sido una lástima, acabo de ordenar el programa de este semestre.

Ambos se sumergieron en una conversación que, aunque irrelevante, hizo que Lance entendiera muchas cosas tan solo por el contexto de esta.

No se trataba de ningún profesor platicando con una estudiante, era el caso de dos colegas intercambiando puntos de vista acerca de sus puestos.

La joven resultó impartir clases en la facultad en la que él estudiaba. Era una maestra, tal vez con un par de años en el medio, una que a simple vista parecía muy comprometida con su trabajo. Lance soltó un suspiro, ese hecho acabó con todas sus ilusiones. Ella era ya una mujer hecha y derecha, inteligente y con un trabajo que la respaldaba. Aquel hermoso ser estaba fuera de su alcance.

Como detestaba que sus inseguridades afloraran en las situaciones menos indicadas. Su único consuelo era esperar a algún día cursar una materia con esa profesora, mientras tanto podría admirarla de lejos y, quién sabe, con un poco de suerte y hasta podrían cruzar algunas palabras.

Fue una grata sorpresa para Lance que el siguiente semestre ella fuera su profesora de sociología, fue todavía más sorprendente el darse cuenta de que el acercarse a ella fue más fácil de lo que imaginó.

Y lo verdaderamente asombroso radicó en el hecho de que Allura correspondió a lo que sentía.

 

5.

Princess.

 

Allura era excepcional en toda la extensión de la palabra: amable, educada, decidida, inteligente, independiente, hermosa; reunía todas las características que Lance buscaba en una mujer, incluso más que eso. Estar con ella era un sueño; muchas veces era imposible no dudar que todo fuera real. Pero ahí estaba. Existía.

Durante la universidad mantenían un trato cordial de estudiante y maestra, mas cuando salían de la facultad la situación daba un giro de ciento ochenta grados.

«—Esto es como un sueño. Algunas ocasiones todavía me pellizco, ya sabes, para hacerme a la idea.

—Estás bromeando.

—Te lo juro.

—Entonces termina de convencerte de que esto realmente está sucediendo. Sabes, me sorprende que alguien como tú, que parece tan confiado en sí mismo, tenga esa clase de pensamientos.

—Hay algunas cosas que no conoces de mí.

—Me encantaría descubrirlas.

—Y a mí me encantaría formar parte de tu mundo.»

Ella le sonreía, le besaba, se entregaba, le decía lo afortunada que se sentía de tenerlo a su lado, todo dentro de la privacidad que brindaba la habitación de hotel que elegían de turno. Porque aparte de ser su profesora, ninguno podía obviar otro no tan insignificante detalle: Allura estaba casada.

«—Eso no me importa.»

Arranque de juventud, lo llamaba ella; se casó apenas hubo terminado sus estudios y, según sus propias palabras, se arrepentía de haber tomado esa decisión tan arrebatada. Para Lance ese hecho resultaba un obstáculo pero no uno tan absoluto como para impedir que la frecuentara, menos cuando comenzaba a enamorarse como un loco de ella.

«—Te quiero, de verdad te quiero.

—Yo también lo hago.

—¿Estamos en la misma sintonía?

—Por favor, no hagas tantas preguntas.

—Solo dímelo.»

Un día despertó sabiendo que esa chica se había vuelto todo para él. Ya no existía otra mujer que no fuera su maestra, tampoco es como si quisiera que hubiera otra.

Se sentía pleno con ese sentimiento que embargaba cada célula de su ser.

Fue inmensamente feliz el tiempo que duró… Fue una verdadera lástima que el final haya sido tan apresurado.

El marido de Allura, al darse cuenta de la presencia de un tercero en su matrimonio, no se quedó de brazos cruzados y puso en marcha un plan para reconquistar a su esposa. Que si enviarle un ramo de rosas a su cubículo, que si invitarla a cenar a un lugar caro, que si regalarle vestidos de diseñador, que si irse todo un fin de semana los dos solos a la playa. Una estrategia perfecta para reavivar la llama y el romanticismo en la relación.

Quiso creer que todas esas artimañas no funcionarían, que su princesa estaba tan enamorada de él con la misma intensidad con la que él lo estaba de ella. Quiso creer, quiso confiar… y no resultó. Allura cayó de nueva cuenta en los encantos de su esposo y quien terminó sobrando en ese cuento fue Lance.

«—Lotor y yo vamos a intentarlo una vez más.

—¿Pero cómo? ¿No me habías dicho que lo suyo no tenía remedio? ¿Qué el divorcio era inminente?

—Todos merecemos una segunda oportunidad.»

¿Después de todo qué otra podía esperar, que ella dejara todo lo que tenía por él? ¿Su trabajo, un status, una posición económica estable? Lance podía ser despistado y un tanto ingenuo pero no era un idiota como todos creían, tan solo se dejaba guiar un poco más por sus sentimientos que los demás, y el hacer eso ya iba a cobrarle una factura muy alta.

«—Me dejó. Un día solo me citó para decirme que todo había terminado. No me dio tiempo de decirle nada, el estúpido de su esposo la llamó y fue tras él. Ella jamás fue tras de mí, ahora que lo pienso jamás lo hubiera hecho. Yo siempre era quien intentaba alcanzarla. 

A pesar de ello la historia no terminó en ese punto. Obviamente Lance no quiso darse por vencido, no iba a darse por vencido tan fácilmente, ¡no podía resignarse así como así! Debía tratar de hacer algo para salvar lo que sea que tuvieran, todo fuera por intentar que Allura, su razón de ser, regresara a su lado.

Fue cuando rompió el trato que entre los dos acordaron de forma tácita. La discreción en la facultad se terminó. Lance comenzó a dejarle notas en el escritorio todos los días sin falta, a enviarle margaritas y algunos otros detalles, a hacer insinuaciones delante de los demás estudiantes. Poco le importó poner en riesgo la profesión de Allura con tal de conseguir que ella volviera a él.

Y ella, en lugar de correr a sus brazos como se suponía que debió haber sido, le brindó el tiro de gracia. Las palabras que otorgaron el final definitivo a lo que sea que hubiera entre ellos.

«—Entiende, Lance, era un juego, un escape para ambos. Lo nuestro no tenía futuro lo vieras por dónde lo vieras. Eres muy joven, no sabes lo que quieres; en cambio yo ya pasé por muchas cosas que a ti te faltan por vivir. Aun así no te voy a olvidar nunca, siempre serás muy importante para mí.

—Vaya… por lo menos me da gusto saber que algo signifiqué en tu vida. Pero no es suficiente.

—¿Acaso en verdad te enamoraste?

—¿Eso importa ahora?

—Si pudiera regresar el tiempo créeme que trataría de evitarte todo esto.

—Yo no me arrepiento.

—Yo tampoco.

—¿Entonces por qué no regresas?

—Porque amo a mi esposo; gracias a ti me di cuenta de eso.»

Al final siempre quedaba reducido a eso: un juego para las mujeres, el típico hombre para pasar el rato, una transición entre un error y el amor de una vida. Las palabras de su adorada princesa le cayeron como balde de agua fría, tan acertadas que dolían más que una bofetada.

Así la perdió para siempre.

Lo suyo comenzó de la nada y terminó de la misma manera.

A pesar de ello, Lance jamás cambiaría ni un solo detalle de su historia con la profesora Allura.

«—Y es tal y como lo oyes, Hunk. Es un asco, ¡el amor es un asco! ¿Por qué siempre me pasa así? Antes me daba igual si me terminaban o no, fuera por la razón que fuera. Y ahora, cuando por primera vez quiero que funcione, me mandan a la mierda diciendo que solo soy un pasatiempo para mujeres casadas.

—Lance, trata de… ¿a dónde vas?

—Siempre aprecio tus consejos pero ahora necesito estar solo.

—¿Pero a dónde se supone que vas?

—A olvidarme de todo.»

No obstante, más temprano que tarde, nuevas tramas se escriben.

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.

.

—Quizá se me escaparon detalles pero básicamente eso fue lo que sucedió.

Keith permaneció en silencio, tratando de digerir todo lo que Hunk le había contado.

Entonces Lance también tenía una historia de desamor tras de sí, una que era bastante deprimente a decir verdad.

Siempre había considerado que no había algo peor al amor no correspondido; nada podía igualarse al dolor de querer a una persona y no poder decírselo porque sabías que esta no te querría de la misma manera. Sin embargo, ahora que lo meditaba, era mucho peor vivir una supuesta historia de amor —estar en las nubes creyendo que todo es y será perfecto— para que después, de la nada, todo se esfumara como un espejismo.

Sueños irreales y fantasías prestadas, ilusiones que lastiman y hechos que destrozan. ¿Quién era el más desdichado de los dos? Sin temor a equivocarse sin duda alguna era Lance.

Lo peor de todo fue que Keith infravaloró sus sentimientos desde un principio, primero diciéndole que él no era capaz de enamorarse más allá de una atracción física; luego rechazando sus no tan sutiles muestras de afecto, reduciendo su relación a folladas quita tensiones; y para rematar declarando que jamás podría sentir otra cosa que no fuera deseo por Lance, cuando para el otro todo aquello significaba una segunda oportunidad en el amor.

Se sentía mierda, una reverenda y patética mierda. ¿Por qué tenía que ser así? Siempre jactándose de su raciocinio pero siempre actuando de manera temeraria e impulsiva cuando las situaciones no lo requerían.

—¿En pocas palabras le volví a romper el corazón? —preguntó lo evidente, tan solo para romper el silencio.

—Pues… sí, pero tampoco es como si fuera a echarte toda la culpa, digo, no es tu culpa que Lance se ilusione rápido —Hunk hizo una mueca, algo incómodo; no debía serle fácil señalar los defectos de su mejor amigo frente a otra persona —. Él es así, sabes. Un tipo que vive enamorado del amor. Muchos sufrieron por su culpa y él no sufrió sino hasta que se enamoró de verdad. En algún momento también tenía que tocarle.

—Aunque todo fuera una especie de «karma», eso no me hace sentir mejor.

—Bueno, tú tienes muchas cosas por las cuales sentirte mal, por ejemplo Shiro. Por cierto, ¿sigue sin comunicarse?

—No responde el celular, tal vez está tratando de comunicarse con Pidge.

—Ellos van a arreglarse, lo sé; igual y hasta les hacía falta una pelea. Aquí la pregunta es si tú podrás arreglar todo con Shiro… y con Pidge.

Había pensado mil y una posibilidades de lo que podía ocurrir entre Shiro y él de ahora en adelante; desde seguir como amigos hasta que su relación se fracturara para siempre. Mas no fue hasta ese momento en que se permitió pensar en su amistad con la chica y las consecuencias que su acción iba a acarrearles. Dentro de todo Pidge era una chica bastante centrada, quizá podría llegar a perdonarle, pero tampoco la creía tan amable como para permitir que todo volviera a ser igual.

Con Shiro las esperanzas eran altas, sobre Pidge lo embargaba la incertidumbre y respecto a Lance no podía sacarse de la cabeza lo hijo de puta que había sido con él. Tan solo tenía claro que su metida de pata había sido descomunal y que los cinco paladines se separarían sin poder evitarlo.

—Hablaré con ellos, claro, cuando quieran contestarme —escupió, fue más tosco de lo que hubiera querido.

—También debes aclarar lo que sientes por Shiro —aseveró —, decírselo de frente, ver si todavía eso que según sientes por él es tan fuerte.

Apenas ayer Keith habría contestado que su mejor amigo seguía siendo la persona más importante para él, ahora estaba tan confundido que apenas y podía diferenciar entre la pena que le ocasionaba el perder a Shiro y a Lance al mismo tiempo.

—¿Tú crees que estoy enamorado de Lance y por eso debo aclararme? —Fue inevitable no preguntar. ¿Acaso eso era lo que Hunk estaba insinuando?

—Creo que puedes llegar a estarlo y, lo admito, me gustaría ver feliz a Lance —reconoció con una sonrisa —. Además debes cerrar ese ciclo. Keith, no quiero ser mala onda pero tienes que hacerte a la idea de que Shiro nunca te va a querer de esa manera. Te adora, eso todos lo sabemos; pero el lugar que tanto anhelas le pertenece a otra persona. Debes dejar de perder el tiempo y seguir adelante.

Ese pensamiento lo repetía en su mente demasiadas veces, mas la frase parecía tener mayor efecto ahora que se la decía otra persona. De haber sabido habría hablado con Hunk hace muchísimo tiempo.

—¿Tú como sabes todo esto? ¿Acaso es muy notorio? —no pudo evitar preguntar.

El otro negó con un gesto de mano.

—A veces. Siempre creí que solo eras un amigo muy leal pero luego de que Shiro comenzara su noviazgo con Pidge te pusiste muy raro. Tenía la duda si eran celos de amigo o por alguna otra cosa. Apenas ayer confirmé todo.

—Eres bastante observador, ya veo porque todos siempre recurren a ti.

—Menos tú, contigo siempre tengo que adivinar todo —expresó a modo de falso reclamo —. Eres todo un chico rudo, te tomas muy en serio tu fachada.

Keith no puso evitar sonreír, la comisura de sus labios notablemente levantada.

—Te prometo recurrir a ti más seguido.

Y lo haría, por seguro que sí. Más ahora que lo necesitaba tanto.

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Shiro regresó al departamento esa misma noche. Apenas lo vio cruzar el umbral de la puerta, Keith se levantó a recibirlo; si bien su amigo no lucía molesto o algo que se le pareciera, le pidió espacio.

—Necesito ordenar mis pensamientos.

No estaba en posición de exigir más por lo que acató esa petición sin rechistar. Se hizo a un lado para dejar que el otro se adentrara a su habitación.

Como casi siempre, Shiro tenía razón: todos necesitaban meditar lo ocurrido.

Al día siguiente, de no ser por la ausencia de Lance, todo hasta le hubiera parecido normal. Cada uno se levantó a su hora establecida, Hunk dejó preparado el desayuno y por separado se encaminaron a cumplir sus responsabilidades del día a día.

Varios días transcurrieron de la misma manera, sin que Keith tuviera oportunidad de charlar con Shiro y aclarar de una vez por todas las cosas con él. De no conocer a su amigo como lo hacía hasta pensaría que lo estaba evitando, sin embargo sabía que más bien no se encontraba preparado para enfrentar la situación. A decir verdad ninguno lo estaba, ni él mismo, pero era algo que necesitaba hacer de una vez por todas.

Aprovechando que Hunk saldría por la noche —ya fuera por tarea o por Shay, daba lo mismo—, se dedicó a esperar a Shiro en el sofá de la sala. Tarde o temprano tendría que arribar al departamento y tendrían por fin, sí o sí, la conversación que tanto les hacía falta.

Por suerte no tuvo que esperar demasiado. La silueta de su mejor amigo se hizo presente apenas pasadas las diez de la noche. Igual era de esperarse, ya no debía haber Pidge a la cual visitar e invitar a salir.

—Te estaba esperando —dijo apenas cruzaron miradas —. Necesitamos hablar, amigo, y debemos hacerlo ya.

Shiro asintió. Keith agradeció que no opusiera resistencia o buscara pretextos. Estaba siendo fácil, rogaba que continuara de la misma manera.

—¿Y qué es lo que quieres decirme primero? —preguntó el otro, brindándole la oportunidad de empezar.

Keith lo meditó unos segundos, no supo cuántos con exactitud. Shiro aprovechó el tiempo muerto para poder dejar sus cosas en el suelo y sentarse en el sillón que se encontraba justo al lado del sofá.

—No te voy a decir que no sabía lo que hacía ese día. Sí, había bebido, aun así era conciente de mis acciones. Pero quiero que sepas que nunca fue mi intención que tu novia nos viera, yo ni siquiera sabía que estaba aquí —reiteró, haciendo énfasis en lo último.

—¿Entonces qué era lo que pretendías?

—No lo sé con exactitud —admitió. Por más que trató no pudo mirar a su amigo a los ojos —. Tal vez aprovecharme de que estabas vulnerable, de que me sentía valiente gracias a la cerveza. Era algo que quería hacer desde hace años, yo solo quería hacerlo, yo… yo te quiero, Shiro, ¡te quiero, maldita sea! No como mi mejor amigo, no como mi casi hermano, yo solo… te quiero.

Al final sí consiguió sostenerle la mirada, nunca antes había sido tan difícil mirar a Shiro a los ojos como lo hacía ahora mas necesitaba rectificar sus palabras, hacerle saber que era sincero y que nada era producto de un burdo capricho o una lamentable confusión. Él quería a Shiro, lo quería como nunca iba a querer a nadie; estaba enamorado de él y ya era momento de que el otro lo supiera de una vez por todas.

Shirogane no dijo nada. No parecía sorprendido pero tampoco molesto, le miraba con una mezcla entre ternura y lástima que Keith detestó. No pudo identificar ningún otro sentimiento ya que el otro apartó la vista, clavándola en otro punto de la sala de estar.

Fuera cual fuera su respuesta quería saberla ya, después de todo ya estaba preparado para lo peor. Él siempre supo la verdad y Hunk se la confirmó, esperaba que a sabiendas de ella las palabras de Shiro no le dolieran tanto.

El silencio inundó la habitación, la tensión era altamente palpable. No fue sino hasta que Shiro volvió a pronunciar palabra que el corazón de Keith volvió a latir.

—No sé cómo debo contestarte exactamente, antes de esa noche nunca lo había sospechado —comenzó suave, adquiriendo firmeza con cada letra que pronunciaba; no obstante está parecía un chiste debido a que no le miraba a los ojos.

—Sé honesto, solo te pido eso.

—Siento que primero que nada debo pedirte perdón por nunca haber notado cómo te sentías.

—No le des vueltas, no me pidas disculpas absurdas, solo dame una respuesta para que yo sepa qué debo hacer de ahora en adelante —exigió, buscando su mirada. Era mejor estar cara a cara —. Date cuenta que este sentimiento ha estado haciéndome daño desde hace mucho tiempo, necesito saber si vale la pena o si debo superarte. No seas egoísta y dime lo que piensas.

El otro soltó un suspiro. Keith sabía que lo más probable era que hubiera estado tratando de ser suave, pero eso a él no le servía de nada. Quería escuchar el inminente rechazo sin palabras dulces de por medio.

—Yo también te quiero, Keith, te quiero como a un hermano menor, como a mi mejor amigo, y lamentablemente nunca podré verte de otra forma. En verdad lo…

—Es suficiente —le interrumpió. Ya se lo había dicho, no necesitaba que se disculpara.

Aunque ya supiera cuál iba a ser el veredicto de Shiro eso no evitaba que doliera menos. Dolía demasiado, por supuesto que sí; quemaba, ardía, lastimaba, no obstante tampoco se sentía morir como siempre creyó que se sentiría. La sensación de alivio era mucho mayor a eso. Se sentía liberado, renovado, feliz; el haberle revelado ese secreto a Shiro le quitaba un gran peso de encima.

No pudo evitar soltar una suave risa. Ocultó su boca con la mano, tratando de disimular, lo que menos quería ahora era que Shiro pensara que estaba a un paso del suicidio cuando era todo lo contrario.

Volvieron a quedar en silencio unos cuantos minutos el cual ahora fue roto por Keith.

—Si yo te hubiera confesado esto desde el principio, ¿me hubieras aceptado? —Fue imposible no cuestionar.

—No creo que tenga sentido que sigas haciéndote daño de esta forma.

—Solo dime: ¿me hubieras dado una oportunidad o Pidge te gusta desde que todavía apestaba a pañales?

—Siempre te he visto de la misma manera, no habría diferencia alguna —admitió. Keith se lo esperaba, de cualquier forma eso servía para terminar de matar las pocas ilusiones que todavía podría tener —. Y si bien lo de Pidge no fue de la noche a la mañana, eso tampoco habría cambiado las cosas.

—¿Cómo te enamoraste de ella, entonces?

Shiro esbozó una ligera sonrisa, una que habría pasado desapercibida de no ser por el hecho de que estaban demasiado cerca.

—Recuerdo una ocasión en la que fui al departamento de Matt a terminar un informe. Como los Holt habían salido de viaje, Pidge se quedaba con su hermano. —Aunque a primera instancia pareciera un suceso irrelevante, por la manera en que lo relataba, parecía un acontecimiento bastante importante —. Ella solía usar el cabello largo en ese tiempo, sin embargo tuvo un accidente en el laboratorio de la preparatoria por lo que tuvo que cortárselo. Su nueva imagen no le gustaba ni un poco, me dijo que con ese corte era idéntica a Matt. Y sí, eran como dos gotas de agua, aun así...

«—Te queda ese corte.

—No me mientas, Shiro.

—Lo digo en serio. Te ves muy bien.

—Aprecio tu intento por hacerme sentir mejor, de verdad, pero yo sé que no luzco bien.

—Para mí tú sigues siendo la misma. Llevar el cabello corto no te hace menos interesante.

—¿Te parezco interesante?

—Pensaba que eras más consciente de ti misma, Katie.»

La sonrisa en el rostro de Shiro se ensanchó.

—… Fue la primera vez en que la vi de una manera distinta, lo mismo sucedió con ella hacia mí. El cuándo y el cómo me enamoré ni yo mismo sé decírtelo.

Aunque le hubiera confesado antes todo a su mejor amigo, no habría servido de nada. Más temprano que tarde aparecería Pidge o cualquier otra persona a ocupar el puesto que tanto había ansiado. Ese lugar no era para él, bien se lo había dicho Shiro, su lugar correspondía a ser un hermanito, solo eso, y con eso tendría que aprender a vivir y seguir adelante.

En ese momento de su vida Keith le agradecía infinitamente a Lance por involucrarse más de lo esperado en su vida. Gracias a él la herida dolía menos de lo que tendría que haber dolido.

Ahora era momento de arreglar su historia con Lance McClain.

—Lamento haber estropeado tu relación con Pidge —admitió con sinceridad. Ahora que se daba cuenta qué tan enamorado estaba su amigo, se sentía aún más idiota —. Trataré de ayudarte.

—Ya he hablado con ella, no te preocupes. Decidimos dejar pasar un par de días, de hecho mañana mismo voy a verla.

—Al menos su relación no se arruinó.

—Sabes Keith, Pidge, más que enojarse conmigo, lo está contigo; está muy dolida, por eso quiero que mañana me acompañes. También deben aclarar un par de cosas.

—Lo sé…

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Shiro quedó de verse con Pidge en el café que se encontraba cerca de la facultad de ingeniería. Keith sabía perfectamente cómo llegar así que no le fue necesario pedir indicaciones.  

Apenas llegar aparcó su motocicleta en el estacionamiento para después ingresar rápidamente al local. Casi al instante pudo distinguir la silueta de Pidge, sin Shiro, ensimismada en su computadora. A pesar de tener la mente en blanco con respecto a cómo dirigirse a ella, se acercó.

—¿Puedo sentarme? —preguntó. La joven alzó la mirada, sus gafas resbalando por el puente de la nariz; no tardó en acomodarlas.

—Claro.

Fue incómodo. Keith tomó asiento y clavó su vista en la chica; Pidge continuaba tecleando como si no hubiese un mañana. ¿Acaso esa era su manera de evitarlo?

Antes de poder responderse, la chica cerró su laptop. Se miraron a los ojos. Los ojos de Pidge eran de color miel, grandes y bonitos; ella era inteligente, tenaz, perspicaz y temeraria. Una fuerte contrincante en su imaginaria batalla para ganar el amor de Shiro, siendo su rival la indiscutible vencedora.

Keith dejó de lado esos pensamientos y se concentró en lo verdaderamente importante: pedir disculpas. No obstante, antes de poder pronunciar palabra alguna, la chica se le adelantó.

—Sabes, yo creía que éramos amigos. Los cinco. Que a pesar de nuestras diferencias estábamos unidos. Y el que haya pasado lo que pasó me hizo darme cuenta que tú fingiste todo este tiempo. Debes detestarme en realidad.

—Eso no es verdad, yo no te detesto ni nada que se le parezca. —Fue con lo único que se le ocurrió contraatacar.

—Besaste a Shiro porque te gusta, ¿no? Eso significa que yo no represento más que un estorbo en toda tu historia.

—Pidge, estás rebuscando las cosas.

—Te estoy diciendo las cosas como son —sentenció —. Tú me odias por entrometerme.

Keith soltó un suspiro.

Lo admitía, muchas veces vio a Pidge como un obstáculo pero eso no significaba que la deseara tres metros bajo tierra. Más que detestarla a ella, se detestaba a sí mismo por sentirse de esa forma; porque mientras ella disfrutaba de una vida junto a Shiro, él ni siquiera se había atrevido a declararle sus sentimientos.

Y analizándolo con detenimiento, la chica jamás se metió en nada. Shiro estaba soltero cuando su flirteo comenzó, libre de otros compromisos y, por sobre todo, no le debía nada a Keith.

Toda esa «historia» de la que Pidge hablaba solo existía en su cabeza.

—No te odio. —Por fin pudo volver a hablar —. Lo reconozco, te tenía celos, demasiados celos, pero hay una gran diferencia entre eso y lo que estás asegurando. Yo no tengo razones para odiarte porque tú no me hiciste nada.

—Te quité a tu mejor amigo.

—Tú misma lo estás diciendo: «mi mejor amigo» —repitió haciendo énfasis en cada silaba para dejarlo más claro —. Tú no me quistaste nada, Shiro y yo seguimos siendo amigos; tú eres su novia y eso es muy aparte de nuestro vínculo.

—Eso no me hace sentir mejor.

En ese momento varias cosas quedaron claras para Keith. La primera: Pidge no se merecía lo que le había hecho, le estaba demostrando de forma genuina que en verdad apreciaba su amistad; la segunda era que realmente había sido un imbécil todo ese tiempo, formulando cuentos él solo e impidiéndose vivir como se debía; y la última se encontraba relacionada con las personas a las que había hecho daño, pensó en Lance y en lo mucho que lo había herido así como también lastimó a su mejor amigo y a la novia de este.

Todo por tener el alma envenenada, empecinándose a vivir de fantasías estúpidas que no lo habían llevado a ningún lado.

—Yo soy un idiota. —Eso lo dijo más para sí que para ella —. Tú no te sientas culpable, eres quien menos culpa tiene en este asunto, de hecho nadie tiene que ver con esto. Aquí el culpable soy yo, yo soy quien debe pedirte una disculpa por lo que pasó.

Pidge quedó en silencio y Keith quiso tomarse eso como una buena señal. Solo quería que las cosas quedaran claras con ella y de ser posible tratar de recuperar su amistad; aunque si la novia de su amigo se negaba a darle alguna de esas oportunidades tampoco estaba en derecho de reclamar. Iba a entenderlo.

—¿Tú estarías bien con eso? —preguntó Pidge de manera acelerada —. ¿Ya no habría problemas?

—Créeme, ahora tengo otras cosas en las cuales pensar, y sé que ahora sí voy a ir dejando de lado esto que siento. Ya entendí que Shiro no me va a querer de esa manera, te quiere a ti. —Antes de que ella opinara algo más, agregó —: Y tampoco te culpes, no tiene nada que ver contigo. Tú solo has feliz a mi mejor amigo, con eso estaría bien.

Como pocas veces debía pasarle en la vida, dejó a su amiga sin palabras. Se sintió como si hubiese logrado una gran hazaña.

Segundos después, inesperadamente, el semblante sorprendido de Pidge cambió por una suave sonrisa. Al girar su rostro Keith se percató de la presencia de Shiro. Y así era la historia, esa historia que tanto quiso hacer suya y en la que siempre iba a salir sobrando.

Takashi quería a Katie y viceversa, no había nada más allá de eso.

Sin tiempo que perder se levantó al instante de su asiento, sintió que estaba de más en la escena, y sí que lo estaba.

Ya era momento de forjar.

—¿Ya te vas? —Shiro le preguntó una vez estuvo cerca de ellos —. Pero si…

—Ya no hay necesidad de que esté aquí —le interrumpió —, además ustedes necesitan estar solos para que terminen de solucionar sus problemas. Por mi parte yo también tengo un asunto que arreglar.

Dicho eso salió del establecimiento, dejándolos atrás.

Antes de subir a su motocicleta envió un mensaje a Hunk, por suerte la contestación no tardó en llegar.

[Keith]: Cuál es la dirección de la familia de Lance?

[Hunk]: Ahora mismo te la doy.

Notas finales:

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A Kikico


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